Denuncia de la Arquidiócesis de México.
México es un país donde florecen las advocaciones de religiosidad popular. Algunas de ellas no sólo no están acreditadas por la Iglesia, sino que francamente muestran valores opuestos a los cristianos. Esto sucede en todo el continente latinoamericano, lo podemos ver también en Argentina.
La Iglesia enseña que todos los santos que hay en el cielo no necesariamente han sido así galardonados con ese título en la tierra, por eso se instituyó el 1 de noviembre la Fiesta de Todos los Santos, para honrar a los Santos conocidos y los desconocidos.
Desde el punto de vista pastoral la cosa se complica, porque la religiosidad popular a veces trata como santos a devociones paganas, lo que no significa que esas personas de ninguna manera estén en el cielo, sino que dado el origen de la devoción, ésta no se alinea con la fe católica.
El Episcopado difundió una lista de al menos cinco personajes muy venerados por la gente pero, que en realidad, no han sido proclamados como tales por la Iglesia. Recuerda que se trata de prácticas paganas y advierte sobre su difusión exagerada. (Como se puede ver no dice que no se deben venerar sino que no se debe exagerar la veneración).
Esto mismo se puede hacer para casi cualquier país que haya generado devociones autóctonas.
De acuerdo al padre Modesto Lule, sacerdote misionero del Instituto de los Servidores de la Palabra, detalla en el artículo «Los Santos que no son Santos» que fue publicado en el último número el semanario «Desde la Fe», que edita el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME) lo siguiente:
«Los santos son aquellos que han demostrado que la vida puede dar fruto a pesar de las heridas y lesiones, de los fracasos y desgarramientos, sin que nos destruyan. No sólo por méritos propios, más bien porque se han acogido a la gracia de Dios».
En el contexto del escrito el padre Lule advierte a la feligresía católica sobre el riesgo de vivir una confusión de fe ante el exceso de imágenes que han ganado la «santidad», como resultado de la fama que les da el pueblo, más no porque esos personajes hayan tenido una historia de vida que les permita ganarse esa calidad.
«La Iglesia Católica no proclama irresponsablemente a los santos, sino sólo a aquellos que, después de un largo proceso de estudio y oración, considera dignos por su vida de entrega a Dios, por eso es importante que la feligresía este atenta y no dejarse confundir por el gran número de figuras populares que ganan fama de «santidad», porque son engrandecidas por comentarios de diferentes tipos de personas -hasta de no creyentes- y que la mayoría de las veces son versiones casi siempre exageradas».
La lista de «Falsos Santos» es la siguiente:
La «santísima muerte». Esta pseudodevoción gana cada día más fama: un esqueleto ataviado con vestido, guadaña, balanza, brazos y falanges de metal o con figuras de oro y plata. Se exhibe en tiendas espiritistas o mercados donde venden todo tipo de amuletos y elementos para la adivinación o curanderismo. Sus promotores la presentan como una «entidad espiritual» que ha existido siempre, lo cual es mentira.
Esta falsa devoción la permite, favorece y promueve una agrupación no-católica que incluso promueve el aborto. La «santa muerte» comenzó a ser adorada, más que venerada, por criminales, contrabandistas, pandilleros y ladrones.
La santa Cabora. Es otra falsa devoción. Teresa Urrea nació el 15 de octubre de 1873 en un rancho cerca de Ocoroni, Sinaloa. Teresita, como la llamaban, comenzó a tener en su adolescencia ataques epilépticos. Decía tener visiones y se ufanaba de predecir el futuro y realizar curaciones. Pronto ganó fama de santa en la región. En mayo del 1890 el pueblo se levantó contra el Gobierno del Estado y proclamaron el nombre de Teresa como viva intercesora de las demandas presentadas. El Gobierno la deportó del país. Murió de tuberculosis a la edad de 32 años. Después de su muerte empezó su culto.
El santo niño Fidencio. José Fidencio Síntora Constantino nació en 1898, cerca de la villa de Yuriria. Fue a la edad de 23 años, en el año de 1921, cuando en compañía de su hermano se trasladó a Espinazo, Nuevo León. Desde muy joven demostró habilidad para curar animales por medio de hierbas y ungüentos. Fue hasta el 15 de agosto de 1927 cuando a Fidencio se le indicó en una supuesta revelación que debía ayudar a sus hermanos.
Pronto su fama se propagaría por todo México. Sus seguidores comenzaron a llamarle «Niño Fidencio» como referencia directa al Niño Jesús, que es Dios. Sus seguidores creen que antes de morir dejó dicho a sus discípulos que de ultratumba se comunicaría con ellos a través de médiums (espiritistas). Y los que se dicen beneficiarios de esta comunicación con el muerto Fidencio se hacen llamar «cajitas».
San Juan Soldado. Juan Castillo Morales era un soldado de Tijuana, Baja California que fue sentenciado a muerte, acusado de homicidio. Nunca reclamó ningún tipo de derecho. La señora a la que le habían matado a su niña mencionó que Juan Castillo no era el culpable, y constantemente le llevó flores al lugar donde lo fusilaron. Con el tiempo la gente comenzó a pedirle milagros y su fama fue creciendo. Su historia se remonta a los años 40.
Jesús Malverde, el «santo de los narcotraficantes». La leyenda dice que nació el 24 de diciembre de 1870, en Sinaloa. Su nombre fue Jesús Juárez Mazo. Debe su sobrenombre a su mala reputación y a la costumbre de camuflarse con hojas de plátano para robar ganado. De esta conjugación nació el nombre de Mal-verde. Su figura se da en la época del porfiriato. Muere el 3 de mayo de 1909. Se dice que un 85 por ciento de los narcotraficantes pide su intercesión.
Para finalizar el Padre Lule señala: «Los falsos santos se deben distinguir de los verdaderos, pues no hay razón para venerarlos, y los verdaderos no deben ser mezclados con supersticiones. Sólo es válido admirar a un santo si éste nos inspira a vivir heroicamente el Evangelio de Jesucristo. Recuerda que los santos no interceden para que hagas daño a los demás. Busca conocer tu fe y no te dejes engañar por cualquier cosa que te presenten como milagrosa».
Fuentes: Agencias, Signos de estos Tiempos