Cómo reconocer las inspiraciones que vienen de Dios y las que no vienen de Él.

Una de las cosas más difíciles es reconocer cuando una inspiración o moción viene de Dios o proviene de otra parte.

Y esto es vital para nuestra vida.

¿Te imaginas la diferencia entre tener a Dios sentado al lado tuyo diciéndote a cada paso lo que tienes que hacer o no tenerlo?

¿Que ese lugar lo ocupe el demonio o tus meros pensamientos y deseos? 

Obviamente en última instancia decidiremos según nuestro libre albedrío.

Pero si tenemos a Dios como copiloto nos aseguramos que tomaremos las mejores decisiones y que nuestro corazón se sentirá absolutamente tranquilo.

Sin embargo Dios siempre está sentado al lado nuestro como copiloto, el problema es que muchas veces no nos damos cuenta de sus indicaciones.

Aquí hablaremos sobre como aprender a identificar las indicaciones que vienen de Dios de las que vienen de nuestros pensamientos humanos o de tentaciones del maligno. 

En los comentarios a nuestros videos nos encontramos con personas que dicen, que le piden a Dios cosas esenciales y Él no las contesta, aunque para ellos las cosas que piden son justas y no tienen contraindicación.

Y que sus oraciones no tienen efecto porque no ven resultados.

Entonces quizás lo que suceda es que no tienen en cuenta que el pensamiento de Dios no es lineal como el de los seres humanos.

Y que deben acumular experiencia para reconocerlo.

Aquellos que piden a Dios sin dejar ninguna apertura al pensamiento de que Dios puede querer algo más o un camino distinto para lo que lo que piden, es posible que se confundan e incluso se frustren.

La mayor parte del tiempo, Dios responde de una manera sorprendente y que no habíamos pensado.

Y entonces es muy posible que rechacemos el camino que nos pone delante para superar lo que estamos atravesando.

E incluso es muy posible que hasta rechacemos la fuerza y la paz que Él nos ofrece para superar el momento.

Por ejemplo cuando Jesús en la cruz, le dijo al Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya, el Padre le envió un ángel del cielo para fortalecerlo.

Eso le hizo superar el momento.

Y a veces también sucede que Dios nos pide cosas que no sabemos por qué es, y bien pudieran no ser para nosotros, sino un mérito para otra persona.

Por ejemplo en el primer libro de los Reyes capítulo 17 el profeta Elías es alimentado primero por cuervos y luego por una viuda, por orden de Dios. 

Dios le pide al profeta que vaya a una ciudad, donde le ordenó a una viuda que lo alimentara. 

Cuando llega el profeta la mujer no sabe nada.     

E incluso apenas le queda para comer, sin embargo acaba por aceptar darle de comer antes que a su propio hijo.

Dios mismo ya había producido la voluntad en esta mujer y ella no se resistió.

¿Cuántas veces nuestro espíritu se niega a aceptar alguna cosa que nos llega porque nuestra mente no lo ha planeado?

Claro que nos debemos preguntar si esa moción que nos llega, como por ejemplo le pasó a esa viuda, viene de Dios o proviene de pensamientos y emociones que habitan en nuestro interior o incluso del maligno.

Debemos entrenarnos para identificar lo que viene del Espíritu Santo, y no confundirlo con lo que puede ser fruto de nuestra imaginación, autosugestión y tentaciones del demonio.   

Y la clave está en la adquisición progresiva del sentido espiritual.

Lo que en última instancia nos permitirá reconocer y corresponder más fácil y rápidamente a los movimientos divinos dentro de nosotros.

Ese sentido espiritual puede que sea inexistente o muy tosco al comienzo de nuestro viaje de conversión. 

Pero puede ser refinado por la experiencia, y sobre todo por la fidelidad para caminar resueltamente en el seguimiento del Señor.

Se trata de la habilidad para reconocer la voz única y reconocible de Dios, entre todas las voces múltiples y discordantes que se escuchan dentro de nosotros. 

Cuando hablamos de voces queremos significar los sentimientos, pensamientos dentro nuestro y la interpretación de lo que sucede a nuestro alrededor.

El Espíritu Santo utiliza para cada uno un tono de voz, un timbre propio, una dulzura, una fuerza, una pureza y una claridad particular, que nos permiten reconocerlo casi con certeza, cuando nos hemos acostumbrado a escucharlo.

El demonio a veces puede intentar imitar esta voz, pero aunque sea bien imitada, suena falsa en alguna parte, y descubriremos su falsedad.

¿Y cómo nos vamos entrenando para adquirir ese sentido espiritual que nos permite reconocer la voz de Dios?

Empezando por tener claro lo básico.

En primer lugar, Dios no se contradice. El Espíritu Santo no puede pedirnos con sus inspiraciones algo que se contradiga con su voluntad, tal como se expresa en la palabra de Dios en la Biblia, y en la enseñanza de la Iglesia.

En segundo lugar Dios es coherente con nuestra vocación como casado, padre, sacerdote, consagrado, etc., y con nuestra situación de vida, por ejemplo los deberes profesionales.

Y en tercer lugar, hay que tomar en cuenta lo que dice el mismo Jesús en el Evangelio, que el árbol es juzgado por sus frutos. 

Una inspiración de Dios, si se sigue, será fecunda y dará buenos frutos: paz, alegría, caridad, comunión, humildad. 

Mientras que una inspiración que viene de nuestra carne o del demonio será estéril, incluso dará frutos negativos: tristeza, amargura, orgullo.     

De modo que aunque estemos llenos de buena voluntad y podamos estar seguros de que Dios nos asiste con gran fidelidad, en ningún caso estamos exentos de la experiencia, de un aprendizaje, que implica ensayo y error, aciertos y errores. 

¿Y cómo vamos adquiriendo esa experiencia?

Tomando decisiones aplicando criterios que nos permitan aprender.

Cuando debas tomar una decisión y quieras alinearla a la voluntad de Dios, habla con algunas personas a quienes respetes espiritualmente, porque Dios a menudo nos habla a través de la sabiduría de otros.

Medítalo también en soledad. 

Porque si bien es bueno hablar con otras personas cuando se toman decisiones, en algún momento es crucial tomarse un tiempo para estar a solas con tus pensamientos y con Dios. 

Invita a Dios a tu proceso de toma de decisiones.

Expone todos los hechos frente a ti para que puedas lidiar con lo conocido antes de adentrarte en lo desconocido.

Dile a Dios qué es lo que deseas y lo que temes, sobre todo lo que tienes más profundo en tu corazón y en tu cabeza. 

Y antes de que puedas decir las palabras «hágase tu voluntad», asegúrate de que también es tu propia voluntad, de lo contrario, volverán tus dudas de todos modos.

Deja que Dios te hable. Presta mucha atención a las formas en que Dios te está hablando de acuerdo a lo que sientes y a las cosas que pasan a tu alrededor. 

Qué tipo de pensamientos, sentimientos, especialmente amor, gozo y paz, o la falta de ellos te surgen.

Y los recuerdos que podría Dios estar moviendo dentro de ti para ayudarte a tomar una decisión.

Qué historia de las escrituras o la vida de un santo te viene a la mente que podría iluminar tu decisión y léelo en oración.

Ten grabado a fuego que Dios tiene un plan para ti.

Recuerda que no estás solo y que no tienes que gritar para llamar la atención de Dios para que te ayude. 

Y recuerda también que su plan está impulsado únicamente por el amor.

Ora para hacer la voluntad de Dios.

Ora «hágase tu voluntad», pidiendo a Dios que te dé la fuerza que necesitas para seguir discerniendo Su voluntad y seguirla.

Y si las circunstancias lo permiten, espera antes de tomar una decisión. 

Continúa prestando atención a tus sentimientos para ver en qué dirección te sientes atraído.

Y ora más que en ningún otro momento.

Y luego que tomes la decisión echa un vistazo a los frutos.

Si los frutos de tu decisión son buenos, entonces es una buena indicación de que la decisión que tomaste fue buena. 

En cambio si los frutos no son buenos es una buena indicación de que es posible que debas modificar tu curso. 

En la medida que vayamos tomando decisiones de acuerdo a estas reglas de discernimiento, vamos a ir formando una base de conocimiento sobre la forma en que Dios nos habla y a cómo reaccionar.

Porque aunque estemos llenos de buena voluntad y podamos estar seguros de que Dios nos asiste fielmente, en ningún caso estamos exentos del aprendizaje, de grabarlo a fuego con el ensayo y error.

Y por otro lado, aprendemos a alinear nuestra propia voluntad con la voluntad de Dios. 

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo entrenarnos para reconocer la voz de Dios que nos indica que debemos hacer en el camino, como el buen copiloto que tenemos en nuestra vida. 

Cómo realizar el aprendizaje.

Y me gustaría preguntarte si crees que eres capaz de identificar las inspiraciones que vienen de Dios de las que vienen de tus propios pensamientos o del maligno.

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