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Cómo Dios usa sucesos dolorosos para encauzar la historia.

Hay una icónica foto que documenta el plan de Dios para terminar con la infame guerra de Vietnam.

En el año 2022 se cumplieron 50 años de ese documento.

En las apariciones de Fátima, Nuestra Señora ha dicho que las guerras son un castigo a los hombres.

Pero Él no quiere el castigo, y actúa de las maneras más extraordinarias para que sean los propios hombres los que restablezcan la paz, y que a su vez dé frutos extraordinarios posteriores, como aliciente para que no se vuelva a repetir.

Aquí hablaremos sobre cómo esa foto fue central en el plan de Dios para lograr la paz en el conflicto bélico, y cómo la protagonista de la foto fue sanada física y espiritualmente por todo lo que sufrió, y vive hoy una vida material y espiritual que nunca había imaginado, y da testimonio por el mundo sobre la importancia del perdón, que trae la paz al corazón de los hombres.       

La guerra de Vietnam fue uno de los conflictos humanos más politizados y crueles de la historia reciente.

Durante una década, la fuerza aérea estadounidense lanzó todos los explosivos e incendiarios conocidos por el hombre, junto con una fuerte dosis de herbicidas a base de dioxina, para terminar con los comunistas vietnamitas infructuosamente.

Y mientras la guerra se hacía cada vez más atroz, hubo una foto providencial a una niña de 9 años, que dio la vuelta al mundo y aceleró la terminación del conflicto, porque EE.UU. y Vietnam del Norte pactaron la paz al año siguiente.

Y en el 2022 se cumplieron 50 años de esa icónica foto de Nick Ut, en las afueras de la aldea de Trang Bang, el 8 de junio de 1972, llamada «Napalm Girl», que dejó grabado el momento en que un Skyraider del ejército de Vietnam del Sur arrojó napalm a un grupo de vietnamitas que estaban refugiados en una pagoda.

La imagen de Kim Phuc, de 9 años, corriendo desnuda y gritando, sigue siendo una de las imágenes más impactantes de la Guerra de Vietnam.

El fotógrafo ganó el premio Pulitzer de 1973 por la fotografía.

Y Kim Phuc, a pesar de sus terribles sufrimientos hoy dice,

«Estoy orgullosa de la foto. Dios me usó ese día. Aunque gran parte de mi cuerpo estaba quemado, mis pies no lo estaban, así que pude salir corriendo y estar allí para esa foto. Y eso salvó muchas almas y puso fin a la guerra».

Ella cuenta que el napalm cayó de repente. Antes de que supiera lo que estaba pasando, Kim Phuc estaba rodeada de llamas, y cuando vio su brazo en llamas, corrió presa de pánico y miedo.

Recuerda haber gritado «¡Mucho calor! ¡Muy caliente!». 

Y un soldado le echó agua fría pensando que aliviaría su dolor, pero el agua reaccionó con el napalm intensificando el dolor, y ella se desmayó.

Kim había sufrido quemaduras de tercer y cuarto grado en un tercio de su cuerpo. 

El fotógrafo que tomó la foto dejó caer su cámara y la llevó al hospital.

El hospital no tenía suficiente espacio para ella debido a la cantidad de heridos por el ataque a la aldea. 

Y estaba en tan mal estado que la trasladaron a una morgue, dándola por muerta para atender a los vivos.

Pero su madre y su hermano la buscaron, la encontraron y la llevaron de vuelta al hospital. 

Cuando llegó su padre la trasladaron a una clínica de quemados en Saigón, pero tendría un camino largo y doloroso por delante.

Durante los 14 meses siguientes Kim recibió 17 cirugías, pero quedó con serias restricciones en su rango de movimiento, que duraría una década, hasta que recibió una cirugía reconstructiva en Alemania Occidental.

Ella sobrevivió, pero estaba avergonzada de sus cicatrices. Sus amigos dejaron de frecuentarla. 

Y aunque su familia la amaba, ella se sentía sola. 

Ya no era la hermosa jovencita que alguna vez fue y no veía nada más que fealdad cuando se miraba en el espejo.

Kim a menudo consideraba el suicidio como una alternativa al sufrimiento diario.

A los 19 años, estaba en el punto más bajo de su vida. 

Las preguntas se intensificaron. «¡¡¿Por qué yo?!! ¿Por qué tuve que quemarme y sufrir? ¿Por qué no morí? ¿Cuál es el propósito de todo esto?».

Pero había un propósito, ella había sido elegida dentro de los heridos por el napalm, para traer la paz y luego sería guiada y recompensada por Dios.   

Durante su adolescencia, Kim mantuvo la esperanza de poder estudiar para convertirse en pediatra.

Pero a principios de los ’80 un periodista alemán preguntó al gobierno vietnamita qué había sido de «la niña de la foto» y su investigación condujo a una búsqueda de dos años hasta llegar a Kim Phuc.

Y cuando los funcionarios del gobierno la encontraron, le ordenaron que dejara la escuela de medicina y regresara a su aldea para poder usarla como propaganda con los periodistas extranjeros.

Se vio obligada a hacer entrevista tras entrevista y sus palabras eran tergiversadas por los traductores con fines propagandísticos.

Pero la intervención de los alemanes le permitió llegar a la cirugía que la recuperaría finalmente.

Kim se dedicó a sus tareas escolares y sus actividades religiosas, asistiendo a los servicios de la religión Cao Dai en el templo.

Pero no encontró consuelo en su religión nativa vietnamita.

Y después de años de oraciones sin respuesta, estaba claro para ella que esas divinidades a las que rezaba no existían o no les importaba ayudarla.

Y un sábado por la tarde fue a la biblioteca central de Saigón, en parte para esconderse de los funcionarios del gobierno. 

Se encontró en la sección de religión y comenzó a hojear varios libros religiosos, cuando se topó con el Nuevo Testamento.

Y en el evangelio de San Juan descubrió que Jesús se presentaba como el camino, la verdad y la vida, que no había otro camino para llegar a Dios sino a través de Él.

Y mientras continuaba leyendo se preguntaba en su corazón: «¿Dónde estás, Dios? ¿Realmente existes? Por favor, ayúdame».

En ese momento ella vivía con su hermana, su cuñado y sus hijos, y el primo de su cuñado visitó a la familia. 

7 Y como él era cristiano le hizo preguntas. Él dijo que sólo Jesús murió en la cruz para salvarnos de nuestros pecados.

Esto era lo que ella había leído, pero hasta ese momento no lo creía.

La invitó a la iglesia y en los meses siguientes vinieron los cambios.

Ella había orado por no estar sola, para tener amigos.

Y a la mañana siguiente fue a la iglesia y cuando entró al santuario, sus ojos se posaron en una mujer sentada sola en un banco central. 

Se acercó con cautela, la mujer la miró y se le presentó.

Las dos comenzaron a verse regularmente, rápidamente se hicieron amigas y le enseñó cómo estudiar la Biblia y cómo orar.

Pero el mayor cambio vino en la navidad de 1982.

El primo de su cuñado le preguntó, «¿Sabes por qué celebramos la Navidad?».

Y ese día aprendió en la iglesia que «si abren sus corazones y aceptan a Jesucristo, Él traerá paz y quitará cualquier carga».

Y todo cambió dentro de su corazón, quedó llena de alegría y paz. 

Todavía tenía cicatrices físicas, pero dice, «Dios sanó mi corazón».

Se dio cuenta de que su corazón era tan negro como el café, lleno de odio y amargura, y que no cambiaría si no lo derramaba. 

Aprendió a derramar el odio y Dios lo volvió a llenar de luz, esperanza, paciencia, comprensión y perdón.

Aprender a no odiar fue un regalo para Kim.

Cambió sus pensamientos y hoy testimonia que reza por quienes le hicieron daño. 

Y se dio cuenta de que los ama lo suficiente como para orar por ellos.

Ella dice,

«No sé el nombre del piloto que lanzó la bomba, pero pongo al piloto en mis oraciones todos los días. Todos los enemigos que me causaron sufrimiento están en mi lista de oración».

A través de las conexiones providenciales alemanas, Kim obtuvo el tratamiento que necesitaba en Europa y el permiso para estudiar medicina en Cuba, donde conoció y se casó con su compañero estudiante vietnamita Toan Huy Bui en septiembre de 1992.

Y más tarde ese año volaron a Moscú para su luna de miel, pero cuando su avión aterrizó en Terranova para repostar, desertaron a Canadá.

Se convirtieron en ciudadanos canadienses, tienen dos hijos y componen una familia muy feliz.

En 1994, Kim Phúc fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco, ha viajado por el mundo dando conferencias y ha escrito libros contando sus experiencias.

Y actualmente maneja la Fundación Kim, que ayuda a promover la paz en todo el mundo y a curar a los niños que sufren la guerra.

Y una de las maravillosas sorpresas fue conocer al oficial estadounidense que coordinó el ataque que casi la mata, quien se había convertido en el pastor, John Plummer. 

Tuvieron un emotivo encuentro y el reverendo Plummer le pidió perdón entre lágrimas.

Ella después diría

«Nos hicimos amigos. Dios ha sanado las cicatrices en mi corazón que estaba oscuro, amargo, enojado y con odio. 

Ahora Jesús llena mi corazón de amor y compasión».

Y con motivo de los 50 años de la icónica foto, Kim Phuc y el fotógrafo Nick Ut visitaron el Vaticano en mayo de 2022 para entregar la foto de 1972 al Papa.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre el plan de Dios detrás de la icónica foto que aceleró el final de la guerra de Vietnam, y el encuentro con Jesús y la sanación espiritual de Kim Phuc, la niña de la foto.

Y me gustaría preguntarte si a ti te ha costado y te cuesta perdonar a los que te han hecho daño o no

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