La lucha de nuestro tiempo contra el mal.

La lucha que le tocó a nuestra generación es contra la pandemia.

Que es la cara visible del asalto final del maligno contra la civilización cristiana.

La libertad que predicó Jesucristo ha dejado paso a confinamientos forzados y la obligatoriedad de asentir a la narrativa de cómo surgió todo esto y cuál debe ser su cura. 

Es la cruz de nuestra generación.

Y es bueno recordar cómo Él triunfó sobre la cruz.   

Una aparente derrota, su crucifixión, fue transformada en un triunfo impresionante.

Su resurrección condujo al establecimiento del cristianismo en el mundo y nos confirmó la promesa de vida eterna.

Y hoy nos dice que por más que los enemigos logren triunfo tras triunfo, la victoria final será de Dios, y será tan gloriosa como no podemos imaginar.

En este artículo hablaremos sobre la resurrección de Jesús, como antesala del triunfo, que nos espera, del Inmaculado Corazón de María. 

Tomando los cuatro evangelios podemos reproducir la secuencia de los hechos.

Las fuentes testimoniales principales que tenemos de la resurrección de Cristo son los cuatro evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las epístolas de San Pablo. 

Y luego tenemos fuentes más indirectas, como el caso de historiadores de la época hasta el año 200 después de Jesús: Josefo, Ignacio, Justino Mártir y Tertuliano, que estuvieron convencidos de la autenticidad de la resurrección.

Mateo 28 dice que al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. 

De pronto se produjo un gran terremoto, el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. 

Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. 

Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. 

El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. 

Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis».

Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. 

En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. 

Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me veráis»

Y es interesante saber como reaccionaron los judíos.

Mientras ellas iban a avisar a los apóstoles, algunos de la guardia del sepulcro fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes lo que había pasado. 

Y los ancianos del consejo dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles que dijeran que los discípulos de Jesús fueron de noche y robaron el cuerpo mientras ellos dormían.

Y les ofrecieron protección diciéndoles que «si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones».

Esta es la forma en que se maneja el maligno y sus secuaces: la mentira, el uso del poder político y la corrupción.

La resurrección de Jesús sucedió cuando los discípulos estaban en una situación de desánimo y desilusión por el final sin gloria de su Maestro. 

El entusiasmo suscitado por la predicación y los milagros de Jesús se había transformado en tristeza.

Ciertamente Jesús les había anunciado varias veces que después de su muerte resucitaría como cuenta Marcos en 8,31. 

Pero este anuncio no pareció calar en la mente de los discípulos. Su muerte les provocó un dolor tan profundo que les anulaba la esperanza. 

¿No están pasando por eso muchos cristianos ante la persecución actual?

Por eso el Resucitado tuvo que reconquistar su confianza a través de una larga pedagogía de encuentros y de pruebas sobre su nueva realidad.

Tuvo que hacerse tocar las huellas de las heridas de la crucifixión por Tomás, caminar, comer con ellos como se dice en Juan 21,10-12.

En el primer día de la resurrección hubo decenas de testigos presenciales.

Y según Santo Tomás de Aquino se les apareció a los apóstoles más el primer día que el resto de las jornadas donde se apareció a otros, porque ellos debían aceptar que Él había resucitado y alejar cualquier duda de su mente.

Y esto nos hace comprender la razón por la que se han producido tantas apariciones de María y Jesús en las últimas décadas, para dar un mensaje de esperanza ante la arremetida del mal.  

También encontramos frecuentes reprensiones de Jesús resucitado frente al estupor y la incredulidad de sus discípulos: «¡Qué necios y qué torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?», relata San Lucas en 24, 25-26.

Es ejemplar el episodio de los discípulos de Emaús, que se alejan de Jerusalén tristes y desilusionados por el naufragio de sus sueños por que esperaban que Él fuera el futuro liberador de Israel.

Jesús caminó con ellos y lo reconocieron al partir el pan.

A partir de aquel acontecimiento, la Buena Noticia se concentra en un hecho fundamental: Jesús ha resucitado.

De modo que aunque no hubo testigos de la resurrección, sí los hay del Resucitado.

Las apariciones del Resucitado no fueron visiones subjetivas, sino hechos objetivos, históricos.

Quienes lo vieron comenzaron a decir que «el Crucificado estaba vivo» y así es como surge la Iglesia. 

Durante 40 días hasta la ascensión a los Cielos se le apareció a unas 500 personas según el Evangelio.

Algunos eran los que habían sido sanados por sus milagros cuando Jesús estaba en la Tierra. 

No lo soñaron mientras dormían, sino que le vieron en pleno día y estando en posesión de sus facultades.

San Agustín demuestra con los Evangelios que Cristo se apareció a sus discípulos por lo menos diez veces.

Cristo apareció cinco veces en el primer domingo de Pascua, pero siguió reuniéndose a sus discípulos y les enseñó durante los cuarenta días entre Pascua y el Jueves de Ascensión.

La resurrección es la única explicación razonable para el comienzo del movimiento Cristiano.

La Iglesia Cristiana nació en la misma ciudad de Jerusalén donde Jesús fue públicamente ejecutado y sepultado.

La resurrección confirma que Dios aceptó el sacrificio de Cristo por nuestros pecados y nos da acceso a una relación con Él.

Y el Decreto vaticano «Lamentabili» señala que la fe en la Resurrección de Cristo señala la vida inmortal de Cristo con Dios.

Y esta es una promesa para nosotros, la vida eterna.

Y es por eso que los apóstoles, llenos de celo, recorrieron la tierra extendiendo el Evangelio hasta los confines de la Tierra.

Hasta el punto que 11 de los 12 apóstoles fueron martirizados por no abdicar de relatar lo sucedido. Sólo Juan murió de viejo. 

Tal era el fervor evangelizador que, al escuchar la primera predicación de San Pedro, se convirtieron nada menos que 3000 judíos y que, en la segunda este número subió a 5000.

San Ignacio de Loyola y también otros santos, afirmaron que la primera aparición de Jesús resucitado fue a su Madre, la Virgen María que había sufrido la Pasión y estaba a la espera de la resurrección.

La beata y mística Catalina de Emmerick confirma que mientras la Santísima Virgen oraba interiormente llena de un ardiente deseo de ver a Jesús, un ángel vino a decirle que fuera a la pequeña puerta de Nicodemo, porque Nuestro Señor estaba cerca. 

El corazón de María se inundó de gozo; se envolvió en su manto y se fue, dejando allí a las santas mujeres sin decir nada a nadie. 

Catalina la vio encaminarse deprisa hacia la pequeña puerta de la ciudad por donde había entrado con sus compañeras al volver del sepulcro. 

Caminaba con pasos apresurados y la vio detenerse de pronto en un sitio solitario. 

La Virgen miró a lo alto de la muralla de la ciudad y el alma de Nuestro Señor, resplandeciente, bajó hasta su Madre acompañada de una multitud de almas y patriarcas. 

Jesús, volviéndose hacia ellos dijo: «He aquí a María, he aquí a mi Madre».

Pareció darle un beso y luego desapareció.

También relata que en el mismo instante en que un ángel entraba en el sepulcro y la tierra temblaba vio a Nuestro Señor resucitado apareciéndose a su Madre en el Calvario; estaba hermoso y radiante, dice. 

Sus heridas resplandecían, y se podían ver a través de los agujeros de las manos. 

Rayos luminosos salían de las puntas de sus dedos. 

El Salvador mostró sus heridas a su Madre, que se postró para besar sus pies, pero Él la levantó y desapareció.

Y la Santísima Virgen cayó de rodillas y besó el lugar donde había aparecido su Hijo. 

Debían ser las nueve de la noche y sus rodillas y sus pies quedaron marcados sobre la piedra.

Aquí vemos el porqué de la profecía del Triunfo del Inmaculado Corazón de María.

Bueno hasta aquí lo que te queríamos decir sobre la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Y reafirmar que es el signo central que tenemos del triunfo de Dios sobre el enemigo en todas las circunstancias, como la que estamos viviendo ahora a nivel colectivo y a nivel individual.

Y me gustaría preguntarte si tu tienes la certeza permanente de que el triunfo de Dios sobre lo que está pasando vendrá pronto o hay veces que decae tu fe.

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