Las primeras imágenes de Jesucristo, que encontramos en las catacumbas de Roma, lo representan como el Buen Pastor.

Llevando sobre sus hombros una oveja.

Según esto, es natural que a su madre, la Virgen, se la denomine la Divina Pastora de las Almas.

Bajo esa advocación se presentó a San Juan de Dios en 1515, también a S. Pedro Alcántara, a Santa María Francisca de las cinco llagas, a Sor María de Jesús y otros.
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Pero la aparición que inició formalmente la advocación fue la que tuvo Isidoro de Sevilla en 1703.

Es de admirar cómo la Virgen quiso anunciarse a los corazones y preparar los caminos a la nueva devoción manifestándose repetidas veces vestida con el encantador y sensible traje de pastora.

San Juan de Dios fue el primero, de quien se tiene noticia, que recibió esta gracia celestial.
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Siendo soldado en la plaza de Fuenterrabía, cuando estaba cercada por los franceses en 1515, yendo una vez él solo en busca de provisiones para las tropas, le derribó el caballo en que montaba, haciéndole perder el sentido el terrible golpe.
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Al volver en sí y verse en peligro de caer en manos de las fuerzas enemigas, acudió con fervorosa confianza a la Madre de los desamparados.
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La que amorosa y compasiva, se le apareció en traje de pastora y le dio un vaso de agua que le calmó la ardiente sed que le consumía.

¿Quién sois señora? – dijo San Juan.
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Yo soy, aunque en tan humilde traje, la Reina de los cielos y la tierra, que he venido en tu ayuda.

Y desapareció la celestial visión, dejando confortado y seguro de todo peligro al piadoso soldado que no tardaría en merecer por su caridad heroica el glorioso dictado de Padre de los pobres.

Entre otras apariciones de la Divina Pastora, se cuentan la que tuvo S. Pedro de Alcántara, la de Santa María Francisca de las cinco llagas, la de Sor María de Jesús y otras.

 

LA APARICIÓN PRINCIPAL DE LA ADVOCACIÓN

Su origen se debe al Padre Isidoro de Sevilla, religioso Capuchino español, que nació en 1662 en Sevilla.

DivinaPastora1

En 1681 ingresa en la Orden Capuchina y se ordena sacerdote en 1687, dedicándose a la predicación.

Es él quien comienza a sacar los Rosarios por las calles.

La noche del 15 de Agosto de 1703, cuando estaba orando en el coro bajo, tras altar mayor de la Iglesia de los Capuchinos de Sevilla, la Santísima Virgen le premió su fervor apareciéndose con traje y aspecto de Pastora, mandándole predicar la devoción a ella bajo este título.

Al día siguiente de la aparición, el Padre Isidoro se entrevistó personalmente con un famoso pintor, Don Alonso de Tobar.

A quien encargó la reproducción en un lienzo de lo que había visto.

Dándole el fraile una idea detallada de cómo debería ser el cuadro de La Virgen:

“En el centro y bajo la sombra de un árbol, la virgen santísima sedente en una peña, irradiando de su rostro divino amor y ternura.

La túnica roja, pero cubierto el busto hasta las rodillas, de blanco pellico ceñido a la cintura.

Un manto azul, terciado al hombro izquierdo, envolverá el entorno de su cuerpo, y hacia el derecho en las espaldas, llevará el sombrero pastoril y junto a la diestra aparecerá el báculo de su poderío.

En la mano izquierda sostendrá al niño y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge a su regazo.

Algunas ovejas rodearán la Virgen, formando su rebaño y todas en sus boquitas llevarán sendas rosas, simbólicas del Ave María con que la veneran…”

El 8 de Septiembre de 1703, el Padre Isidoro presentó ante el pueblo sevillano el cuadro de la Divina Pastora, organizando una grandiosa procesión desde la parroquia San Gil hasta la gran alameda de Hércules.

Allí, bajo un álamo secular, colocó el hermoso cuadro de La Divina Pastora, improvisó cerca de él un púlpito y predicó un elocuente sermón glosando la frase del Libro de los Cantares:

«Oh, Tú, la más hermosa entre las mujeres, sal fuera y sigue las huellas del rebaño y apacienta a los cabritos junto a las cabañas de los pastores».

Interpretó y desarrolló estas preciosas palabras con tanto fervor, que el pueblo sevillano conmovido y rebosando entusiasmo, rompió en vítores, aclamaciones y cánticos de amor a la hermosa Virgen.

Que dejando su manto de realeza y majestad, se ceñía la humilde pellica pastoril, para mejor estrechar contra su pecho a sus amadas ovejas e infundir mayor confianza a los pecadores.

A raíz de este acontecimiento, se fundó en Sevilla La Hermandad de La Divina Pastora en la Parroquia de San Gil y después en San Marino, que organizaban famosos Rosarios en los que el estandarte de La Virgen, era llevado triunfante por las calles de la ciudad andaluza.

En 1729, Felipe V y su corte llegaron a Sevilla, visitaron el convento de Los Capuchinos y el Padre Isidoro les dio a conocer la nueva devoción por él fundada; constituyendo tal hecho un fasto nacional que repercutió en toda España.

Los reyes, príncipes, infantes y la nobleza no sólo se habían afiliado en Sevilla a la Hermandad de la Divina Pastora, sino que costearon las funciones de la novena consagrada a su imagen.

En 1750 moría en Sevilla el Padre Isidoro y en 1755 ingresó en ese mismo convento el que con el tiempo sería el misionero más popular de su época, el Beato Diego José de Cádiz, que en todas sus misiones por la geografía española llevaba desplegado el estandarte de La Divina Pastora, como su patrona y guía.

La devoción y culto de la Divina Pastora para las provincias capuchinas de España, fueron aprobados por su Santidad Pío VI el día 1 de Agosto de 1795, señalando para el rezo y fiesta de la nueva Advocación, la del segundo domingo después de Pascua.

Los Capuchinos en sus misiones populares, siempre han sido entusiastas propagadores de la devoción a su ilustre Patrona de modo que la imagen de la Virgen está presente en todos los altares de sus iglesias.

El trasiego de misioneros de unos conventos a otros, fue extendiendo la devoción por toda la península.

Lo que llevó a que en 1863, le fuera presentada al Papa Pío IX una súplica firmada por muchos Cardenales, Arzobispos, Obispos y superiores de otras muchas órdenes religiosas para poder celebrar la fiesta de La Divina Pastora en todas aquellas diócesis que así lo quisieran, a lo que el Sumo Pontífice accedió gustoso.

 

CANTO A LA DIVINA PASTORA

Durante 1918, los misioneros Capuchinos permanecieron en San Juan de la Mata, donde La Divina Pastora tuvo tanta acogida, que el día 27 de Abril de este mismo año, los hombres y mujeres de esta villa, con gran devoción, glosaron cantos en su honor y engalanaron las calles para acompañada en triunfante procesión por todo el pueblo.

divina pastora de triana

Desde entonces, año tras año, el segundo domingo después de Pascua, los vecinos de San Juan de la Mata junto con aquellos que un día tuvieron que marchar, celebran con gran devoción y alegría las Fiestas en honor a su patrona con este popular canto:

Adiós Pastora del alma mía,
llegó la hora ya de marchar,
pero mi alma, siempre a tu lado
Pastora mía, siempre estará.

Cuando la lluvia da en los cristales
y se oscurece la luz del sol.
para los pobres, Pastora mía
a tus favores imploro yo.

Cuando en los valles en primavera,
en varias flores refleje el sol,
te haré yo un canto, Pastora mía,
sencillo y tierno como el Amor.

 
DIVINA PASTORA EN MÁLAGA (ANDALUCÍA)

La devoción a la Divina Pastora de las Almas surge en Málaga a los pocos años de su eclosión en Sevilla de la mano de fray Isidoro en 1703.
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La imagen, atribuida por diversos estudios al imaginero José Montes de Oca, data de los años treinta del siglo XVIII.

Una crónica de 1791 recogida por el ilustre malagueño Narciso Díaz de Escovar en su publicación periódica ‘Efemérides malagueñas’ afirma que “el 4 de mayo de 1791 se celebraron en el barrio de Capuchinos grandes fiestas en honor de la Divina Pastora”.

Díaz Escovar señala que los frailes capuchinos, cuya presencia en la ciudad está documentada desde comienzos del siglo XVII, “dedicaban notables funciones religiosas a la Divina Pastora, especialmente al llegar la época de su novena”.

Se creó la Hermandad y a ella pertenecían los vecinos más distinguidos y piadosos del barrio, que pagaban una pequeña cuota”, prosigue la nota de Díaz de Escovar, lo que indica que la Hermandad, que posteriormente pasó a denominarse Congregación de la Divina Pastora de las Almas, ya existía como tal a finales del siglo XVIII.

La expulsión de los frailes capuchinos a mediados del siglo XIX, con la desamortización, no mermó el culto a la Virgen y, a mediados de esa centuria, se relanzó su Hermandad y la organización de la novena.

En 1865, un sacerdote conocido como el padre Félix organizó coros que cantaban en las misas las coplas dedicadas a la Pastora.

El beato Marcelo Spínola y Maestre fue un gran impulsor de la devoción pastoreña durante su etapa de obispo de Málaga, a finales del siglo XIX.

En el año 1906 se aprobaron nuevos estatutos para la Congregación de la Divina Pastora de las Almas de Málaga. Además, perduran documentos sobre la novena en ese año y anteriores.

En 1920, llegó a predicarla el padre Tiburcio Arnaiz.

Durante la República hubo un intento por parte de la milicia de demoler la iglesia pero, según las crónicas, los republicanos del barrio de Capuchinos se opusieron porque dentro estaba su Patrona.

En 1930, los cultos cambian de fecha y se celebran en junio en vez del mes de mayo.

Durante la Guerra Civil se interrumpen las manifestaciones religiosas en honor de la Pastora malagueña, pero se conserva su talla, al instalarse junto al templo un hospital militar.

La Orden Tercera de San Francisco retomó de forma modesta el culto a la Divina Pastora de las Almas hasta que la Congregación fue reorganizada en el año 1948, de la mano de Don José Claros López, que fue nombrado Hermano Mayor Perpetuo.

Este breve repaso histórico confirma que la devoción a la Divina Pastora de las Almas ha permanecido prácticamente inalterable desde mediados del siglo XVIII en el barrio de Capuchinos, del que es Patrona y Protectora.

En 1970, la imagen se convirtió en titular principal de la parroquia creada en 1951 en el templo con el nombre de Santa Teresa de Jesús.

Además, la Divina Pastora es Patrona del Deporte Nacional, lo que ha fomentado la relación de su Congregación, desde que se reorganizase en 1948, principalmente con diferentes entidades deportivas de la ciudad de Málaga.

 

CAPILLA DE LA DIVINA PASTORA (CÁDIZ)

La iglesia, o mejor, la Capilla de la Divina Pastora está situada en la Calle Sagasta de la ciudad de Cádiz (España).

Esta deliciosa muestra del arte barroco gaditano queda como escondida y embebida en la masa del conjunto urbano, pero cuando se descubre su impresión queda para siempre.

La capilla fue fundada al final de primer tercio del siglo XVIII, justo en 1736, por el capuchino fray Isidoro de Sevilla y fue dedicada a la Divina Pastora.
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Para establecer en ella una de las Compañías Espirituales del Stmo. Rosario, que fueron fundados por el capuchino Fray Pablo de Cádiz.

El 24 de noviembre de 1734, Fray Isidoro de Sevilla, solicita al Ayuntamiento un sitio donde poder construir una Capilla, y éste, por acuerdo de 19 de enero de 1735, le concedió un terreno frente al Convento de Religiosas de Santa María.

divina pastora de cadiz

A Fray Isidoro no le gustaba el sitio, debido a los temporales que combatían, por lo que pidió permiso al Ayuntamiento para venderlo y comprar otro, hecho que se consuma en el Campo de las Cererías de la entonces Calle de Capuchinos, comenzando las obras este mismo año.

En 1736 se levantó una primera construcción, que al año siguiente es sustituida por la actual, que a su vez sufrió varias reformas en su estructura.

Entre 1754 y 1755 se reformó la cúpula y se añadieron las capillas laterales; en 1757 se eleva la espadaña y en 1762 se termina el conjunto de las obras levantándose la portada.

El 16 de julio de 1964, el Obispo, D. Antonio Añoveros, erigió esta Capilla en Parroquia, cuya inauguración, el 8 de diciembre de 1965, coincidiría con la clausura del [Concilio Vaticano II], siendo encomendada a los Padres Capuchinos a través de su primer párroco, D. José Araujo González.

El Vicario General, Dr. Álvarez Moya, el P. Provincial de los Capuchinos de Andalucía y otros sacerdotes concelebraron la Santa Misa en la Parroquia de San Lorenzo, de donde salió procesionalmente el Stmo. Sacramento para quedar definitivamente en el nuevo templo parroquial.

 

FACHADA E INTERIOR

La fachada de la capilla está resuelta según una portada central, que forma como un cuerpo adelantado hacia la calle y sobresaliendo del plano de la propia fachada.

Esta portada tiene tres huecos superpuestos, abultados en sus trazados y con una pequeña figura en las claves.

El hueco inferior es la puerta de entrada de medio punto, adornada con la figura de un ángel, que simula sostener unas molduras, las cuales vienen a entroncar con la repisa que, en el hueco superior, sirve de apoyo a una imagen de la Virgen Titular.

Este hueco también es de medio punto; sus jambas descansan en peanas y está adornado con la figura de una cabeza de león.

El último hueco, adornado con una cabeza de ángel con una hoja de fondo, es un óculo circular ajustado por sus costados con sendas volutas, gruesas y grandes abajo, con quiebro para apoyo de copas, y de pequeño tamaño en lo alto.

Lo que más sorprende nada más entrar en el recinto es la gran altura de espacio en comparación con la poca superficie de suelo.

Esta impresión se acrecienta con los fantásticos retablos de madera tallada, que dominan los límites del espacio dejando tan sólo al descubierto de la arquitectura los soportes y arcos –totalmente desprovistos de ornato—, los cuales apoyan la bóveda de media naranja.

Esta bóveda, también sin adorno alguno, está rodeada, en su arranque, por una sencilla barandilla de hierro.

La planta de la capilla habría que considerarla como de cruz griega. Se cubre mediante bóvedas de medio cañón en los brazos y cúpula sobre pechinas en el crucero, disponiéndose tribunas sobre las capillas laterales y atrio.

En el cabecero, el presbiterio con su altar mayor, que tiene un inmenso retablo que forra materialmente el fondo, paredes y techo.

En los brazos, otros dos enormes retablos que vuelven a cubrir por completo la pared.

La entrada se hace bajo el coro alto, cuya barandilla abalaustrada se prolonga por los lados de la capilla hasta llegar al altar mayor.

 

RETABLO Y CÚPULA

El altar mayor se desarrolla según un fantástico retablo, dividido en tres calles, separadas por estípites.

La calle central se abre de modo escénico para dar vista a la imagen titular de la Divina Pastora, la cual, en su camarín, con iluminación contrastada, puede destacar de todo el acompañamiento de santos y santas, ángeles y arcángeles, que se sitúan estratégicamente sobre rizadas peanas, difíciles pilastras, ensortijadas curvaturas, perdidos entre rica hojarasca, escudetes, pilastrillas, estípites, perifollos y un laberinto de impostas, molduras, arquitrabes, frisos y cornisas de este ejemplar de madera tallada.

La imagen de la Divina Pastora, fechable hacia 1730, que se atribuye a José Montes de Oca.

En las calles laterales se sitúan las imágenes de San José y San Francisco de Paula y en el ático el arcángel San Miguel, flanqueado por San Antonio y San Bernardino. Arriba, en todo lo alto, el Padre Eterno bendice tan prodigiosa exaltación.

Fue realizado en madera dorada a partir de 1753 por Julián Jiménez.

Finalmente, hay que hacer mención de la cúpula multicolor que cubre la bóveda de la capilla.

Esta cúpula recubierta de azulejos con dibujos geométricos de colores y tejas lomudas o árabes vidriadas, también en colores, es un caso tanto singular.

El remate de la cúpula se ha terminado de forma un tanto caprichosa, con una falsa linterna quebrada, todo revestido de piezas cerámicas vidriadas.

En los azulejos se ve el tema de la estrella de ocho picos en blanco sobre fondo de color, utilizado también en el remate de la cupulita de la salida a la azotea de la capilla del Sagrario de la Catedral Vieja.


Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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