Espía quien puede no quien quiere.

 

La discutida historia del espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional de  EE.UU. (NSA)  cambió su impacto la semana pasada porque Alemania y Francia estallaron por las nuevas revelaciones sobre la omnipresente vigilancia de la NSA sobre la población y los líderes democráticamente electos; lo que antes había hecho Brasil.

 

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Los apologistas estadounidenses dicen que todos espían, lo cual probablemente sea cierto, pero la diferencia estriba en la tecnología, que permite a EE.UU. recolectar una cantidad nunca antes vista de comunicaciones (internet, teléfono, correo), organizarla, y posiblemente hacerla digerible como información estratégica. Y esto se facilita por la interconección total de las comunicaciones.

Parece claro el secreto a voces, de que la política internacional entró en una etapa de vigilancia nunca antes experimentada, fruto básicamente de la capacidad tecnológica. Y como no hay un parámetro moral que contenga esto, la única forma de evitar el fisgoneo es la que tiene Corea del Norte, desconectarse del resto del mundo.

Este ‘blanqueo” del espionaje de la NSA probablemente vaya a cambiar la globalización, porque o se acepta alegremente que todos los que puedan espíen y violen la privacidad de los demás, o se crean controles, que es razonable que pasen por la limitación de la apertura globalizadora de las comunicaciones internacionales, o sea una internet controlada por los gobiernos, lo que podría ser aún peor.

En lo inmediato esta crisis, habrá erosionado el ejercicio del “poder blando” de EE.UU., en la medida que pierde credibilidad en su defensa de la libertad, como ha sido su slogan siempre.

LA RESPUESTA MIXTA DE LOS LÍDERES MUNDIALES

Lo al principio que había llamado la atención fue que los líderes, como la canciller alemana Angela Merkel, habían reaccionado con indiferencia cuando se reveló hace unos meses que la NSA tenía una espionaje en gran escalaa sobre los ciudadanos alemanes, pero asumió un tono de indignación cuando resultó que ella personalmente también estaba siendo espiada.

Esto puede tener dos explicaciones, una es que la indignación viene cuando lo espían a uno mismo. Y la otra, de que lo que sucede es tan grande desde el punto de vista político, que al principio los líderes mundiales no supieron como reaccionar, y de a poco se fue creando la idea de que había que reaccionar de alguna manera, por lo menos para que lo supiera el electorado de cada país.

Sin embargo, aún no parece que alguien le quiera poner el “cascabel al gato”, porque por más indignación que se manifieste, los líderes occidentales siguen permitiendo que EE.UU. siga persiguiendo a la persona que divulgó esta información, Edward Snowden. 

Si los gobiernos de Alemania y Francia – y el pueblo alemán y francés – quisieran aprender y desenmascarar la forma en que su privacidad está siendo atacada sistemáticamente por una potencia extranjera, ¿no deberían estar ofreciendo asilo a la persona que se expone todo, en lugar de ignorar o rechazar sus súplicas para que sus derechos políticos fundamentales sean protegidos?, ¿cómo pueden expresar al mismo tiempo su indignación por estas invasiones y dar vuelta la espalda a la persona que arriesgó su libertad e incluso su vida para sacarlas a la luz?

EL COSTO POLÍTICO PARA EE.UU.

En segundo lugar, ¿puede quedar alguna duda de que el gobierno de EE.UU. espiaba no sólo a los terroristas, como es su narrativa?

Se ha revelado el espionaje a conferencias diseñadas para negociar acuerdos económicos, a la Organización de los Estados Americanos, a compañías petroleras, a los ministerios que supervisan las minas y los recursos energéticos, a los líderes democráticamente electos de estados aliados, y a poblaciones enteras en los estados.

¿Puede incluso el presidente Obama y sus seguidores más devotos seguir manteniendo, con cara seria, que todo esto tiene que ver con el terrorismo?

Eso es lo que el nuevo ensayo de Henry Farrell y Martha Finnemore quiere decir cuando afirma que las fugas de Snowden están poniendo fin a la capacidad de los EE.UU. de utilizar la hipocresía como un arma clave en su poder blando.

Al hablar de la incapacidad de mantener las reclamaciones con una cara seria, ¿cómo los funcionarios estadounidenses y británicos, a la luz de su conducta en todo esto, pueden mantener la pretensión de que son defensores de la libertad de prensa y están en condiciones de dar una conferencia y condenar a otros por violaciones?

Esto le afecta de tal forma a EE.UU. que el director de la NSA, el general Keith Alexander, exigió el jueves pasado que los periódicos detengan los informes se realizan por de todo el mundo sobre este sistema de vigilancia (vea un video completo aquí).

En el video, se ve  al jefe de la Agencia de Seguridad Nacional, el general Keith Alexander, acusando a los periodistas de la «venta» de los documentos que su agencia obtuvo por espionaje y pidiendo que se ponga fin al constante flujo de información pública de los secretos arrebatados por el ex contratista Edward Snowden.

«Creo que está mal que los periodistas que tienen todos estos documentos, los 50000 – los estén vendiendo», dijo Alexander en la entrevista.

«Tenemos que llegar a una forma de detenerlo.  No sé cómo hacerlo. Esto es más para los tribunales y los responsables políticos, que para mi posición, es un error permitir que esto continúe», el director de la NSA afirmó.

Sin embargo no hay propuestas para “hacer más transparente” la operación de la NSA para que no espíe a ese volumen, y sí hay propuestas de silenciar a la prensa.

Fuentes: The Guardian, GEES, Signos de estos Tiempos

 

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