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En estos tiempos estamos acostumbrados a oír sobre escándalos dentro de la Iglesia Católica.

Y nos preguntamos ¿por qué?

¿No se supone que debe ser Santa?

Y quiénes  conocen la historia de la Iglesia nos dicen que esto ha sucedido  permanentemente.

Incluso que ha habido períodos con mucho más escándalos que ahora.

Y sin embargo la Iglesia Católica ha permanecido viva y ha crecido en estos últimos 2000 años.

Lo ha hecho en muchas épocas estando al borde del precipicio.

Esto es lo que demuestra que hay una fuerza invisible detrás de ella, que la sostiene y la hace progresar, a pesar de las inconductas de los líderes.

Sobre esto reflexionamos en este artículo.

 

LA INDEFECTIBILIDAD DE LA IGLESIA

A pesar de las palabras y las buenas intenciones no cesan los escándalos sexuales en la Iglesia de hoy.

Hace poco sucedió un escándalo mayúsculo que involucró a una parte importante de los obispos de Chile.

Al punto que dejó mal parado al Papa Francisco, porque había defendido a un Obispo acusado de proteger a un sacerdote depredador sexual.

Y luego tuvo que admitir que las denuncias eran creíbles y pedir perdón.

Entonces el Episcopado chileno puso a su disposición la renuncia en masa, por estas y otras acusaciones de abusos sexuales.

No terminaron de aquietarse esas aguas cuando surgió otro escándalo con el famoso arzobispo (retirado) de Washington DC, el Cardenal McCarrick.

Su homosexualidad y las presiones a las que sometía a los seminaristas para obtener sus favores sexuales eran conocidas por todos, por lo que puede saberse ahora.

Incluso antes de ser nombrado cardenal, en el año 2001, fue denunciado en la prensa, y una delegación fue al Vaticano para impedir su nombramiento cardenalicio.

Sin embargo hubieron de pasar 18 años antes que las autoridades vaticanas admitieran la inconducta de McCarrick.

Estas depredaciones sexuales le han costado, sólo a la Iglesia de Estados Unidos, más de 4 mil millones de dólares en indemnizaciones hasta el año 2015.

Es entendible entonces por qué una buena parte de los católicos sientan tristeza, confusión y enojo por los hechos, ya que estas inconducta se siguen destapando, y básicamente por denuncias de terceros.

Esto evidentemente hace más complicada la evangelización, porque la sociedad, ya de por sí hostil al cristianismo, tiene argumentos reales para estigmatizar a la Iglesia.

 

QUE ESTO NO LLEVE A LA DESESPERACIÓN

La mayoría de nosotros conocemos casos de personas a quienes estos hechos les producen tal conmoción, que dejan de asistir a la Iglesia, pierden la fe, algunos dejan de llamarse católicos, y otros contemplan pasarse a otras denominaciones.

Pero cuando el pecado se hace evidente en la jerarquía de la Iglesia daña aún más y puede llevar a algunos fieles a su vez, al pecado de la desesperación.

El dolor puede llegar a ser tan fuerte que algunas personas se sientan tan defraudadas que se conviertan directamente en anticatólicos.

Porque tenemos la expectativa que nuestros sacerdotes, y en especial nuestros Obispos, sean hombres de una virtud y una santidad heroicas, y que vivan su vocación como otros cristos.

Sin embargo muchos sacerdotes no llegan a ese grado de santidad, tal como incluso ellos quisieran.

Porque a las debilidades naturales de su humanidad caída, se le suman las tentaciones producidas por el maligno, ya que ellos son el blanco preferido de los ataques demoniacos.

Y esto es aumentado por el clericalismo, que es una visión desordenada del poder y las prerrogativas de los sacerdotes, que opera tanto dentro del clero como entre los fieles.

Sin embargo en estos momentos hay que parar y mirar el bosque, no sólo los árboles; es necesario ponerse a pensar porque sucede este destape de escándalos.

Esto sucede porque Dios está purgando a su Iglesia, y las purificaciones son siempre dolorosas.

Pero además, tampoco debemos tener la fantasía que la Iglesia se va a purificar del todo y va a quedar limpia con un cristal.

Esto sólo sucederá hasta cuando Nuestro Señor venga por segunda vez.

Porque hoy todos los que estamos peregrinando en la Tierra tenemos el estigma del pecado original y una tendencia hacia el mal.

Esto debemos tenerlo presente siempre, porque nosotros no seguimos a un obispo o un cardenal o a un sacerdote o incluso a un santo.

Nuestra fe no está puesta en los príncipes de la Iglesia sino en Jesucristo, el hijo de Dios que se encarnó hace 2000 años, murió en la cruz para expiar nuestros pecados y nos envió el Espíritu Santo como guía de la Iglesia a través de la historia.

Una demostración que la Iglesia no es una hechura de obispos y cardenales, y que está guiada por el Espíritu Santo, es que los escándalos han recorrido toda la historia de la Iglesia, e incluso ha habido periodos en que han sido peores.

Y aun así la Iglesia ha seguido creciendo y evangelizando, cuando debería haber desaparecido hace siglos, si fuera solamente un emprendimiento humano.

Los pecados de nuestro liderazgo no deberían hacernos perder nuestra esperanza.

Pero tampoco deberíamos dejarlos pasar sin más.

Es misión de toda la Iglesia orar por el fortalecimiento en la fe de nuestros sacerdotes y consagrados.

Y también estar vigilantes para no dejar pasar conductas desordenadas, con la absurda explicación que se deben esconder las inconductas para no perjudicar a la Iglesia.

Porque a esta altura parece claro que cuando se destapan estas inconductas los efectos son mucho peores.

Veamos algunos episodios de la historia de la Iglesia para que lo que decimos adquiera significado.

 

LA REALIDAD DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

La Iglesia siempre ha estado al borde del abismo.

Y es por su supervivencia que sabemos que el Espíritu Santo es el que nos mantiene a flote y en curso.

No hay forma humana por la que la Iglesia hubiera sobrevivido 2000 años con la cantidad de escándalos y pecados internos.

Esta es una demostración de que la Iglesia no es un invento humano.

La Iglesia ha vivido periódicamente días oscuros y los continuará viviendo hasta el fin de la historia, cuando regrese Nuestro Señor.

Un vistazo a la historia de la Iglesia en otros períodos nos puede llevar a más realismo para comprender la situación que estamos viviendo hoy.

Hay un libro del historiador James Hitchcock llamado La historia de la Iglesia Católica: desde la era apostólica hasta el tercer milenio.

Él dice que los siglos IX y X fueron el apogeo de los escándalos en la Iglesia y también en la política.

Cita que Carlomagno se casó cinco veces, tuvo seis concubinas y obligaba a sus hijas a tener a sus hijos fuera del matrimonio, para evitar que sus llanos buscaran el poder.

Dice que el Papa Esteban VI exhumó el cuerpo de su antecesor el Papa Formoso para profanarlo públicamente. Y luego fue encarcelado y estrangulado hasta la muerte.

También menciona que el Papa Benedicto IX, en el siglo XI, se convirtió en Papa a través del soborno y renunció a condición que le devolvieran el dinero.

El Papa Sixto en el siglo XV pidió a dos sacerdotes que asesinaran algunos de la familia Medici, porque le impedían ciertas alianzas.

El Papa Alejandro VI fue elevado al pontificado en medio de una campaña feroz en la que hubo de todo tipo de escándalos.

El Papa Pío II escribía obras pornográficas.

El Papa Pablo III vio facilitada su carrera por que su hermana había sido amante del Papa Alejandro VI.

Esto que mencionamos del libro de Hitchcock es solamente sobre los Papas, pero hubo gran cantidad de hechos escandalosos dentro de las órdenes y los monasterios.

Pero gracias a Dios siempre hubo reformadores, incluso llegaron por la conversión de personas que habían hecho grandes pecados y escándalos.

Por ejemplo el Papa Alejandro VI fue un gran reformador, pero luego que dejó atrás su vida pecaminosa.

Y Armand-Jean de Rancé fue un gran reformador de la orden cisterciense después de la muerte de su amante.

También hubo santos que batallaron contra los escándalos desde sus puestos de influencia, como Santa Catalina de Siena, que hizo una campaña para eliminar el escándalo de los sacerdotes sodomitas.

Ahora en los siglos XX y XXI nos toca ver el escándalo del abuso sexual y la pedofilia de algunos sacerdotes y el encubrimiento de sus obispos.

Y a cardenales, obispos y sacerdotes que abogaban por legitimar el aborto y la homosexualidad.

Por otro lado Hitchcock también dice que las fantasías de la absoluta santidad alcanzan también a los Concilios de la Iglesia.

Aunque en este momento se recuerda solamente que el Concilio Vaticano II produjo pérdidas masivas de fieles y de sacerdotes, en vez de fortalecer a la Iglesia.

Sin embargo la historia de los concilios según él, muestra que no resolvieron los problemas prevalecientes para los cuales fueron llamados.

Y a menudo contribuyeron generando otros líos, e incluso intensificando problemas que se suponía debían resolver.

Así por ejemplo dice que el Concilio de Nicea en el año 325 fue llamado para resolver sobre la divinidad de Cristo y terminó produciendo ambigüedades en relación a la consustancialidad de Cristo con el Padre.

Tampoco el Concilio de Calcedonia en el año 451 resolvió el problema de la sede de Roma y Constantinopla.

El Concilio de Trento en 1545 estuvo plagado de divisiones políticas y nacionalistas cuando se discutió la lengua en que se debía decir la misa, en vez de teológicas y doctrinales.

El Concilio Vaticano I en el 1869, que debía discutir la declaración de infalibilidad papal, finalizó discutiendo las herejías del Papa Honorio en el siglo VII y del Papa Juan XXII en el siglo XIV.

Y todas estas discusiones en medio de furiosas batallas, donde a veces abundaban los puñetazos.

Y finalmente el Concilio Vaticano II en 1962 significó una revolución de los teólogos progresistas presionando por el aggiornamiento de la Iglesia para acomodaba a la cultura de la sociedad.

Como es más cercano a nuestros días aún resuenan las maniobras de los distintos grupos.

Por ejemplo los progresistas tuvieron éxito al bloquear la designación de la Virgen María como Mediadora de todas las Gracias y Corredentora, e incluso sabotearon un documento exclusivo sobre ella.

Pero al final el propio Papa Pablo VI declaró en un documento aparte a María como Madre de la Iglesia.

El Papa Juan XXIII había llamado al Concilio con la consigna de abrir las ventanas y dejar entrar el aire fresco, pero el Concilio trajo una serie de problemas importantes.

Por ejemplo uno fue que el espíritu del Concilio llevó a algunos sacerdotes a involucrarse en la lucha armada, especialmente en América Latina y a otros tantos más a abandonar el sacerdocio.

Pero sin embargo, en cierta forma fue un abrir las ventanas, porque fue el primer Concilio en que hubo cardenales de todos los continentes.

De modo que el fruto de abrir las ventanas no fue tan grandioso como inicialmente todos pensaron; fue un paso de bebé, pero un paso al fin.

¿Y por qué estamos en medio de estas dificultades permanentemente?

 

LA EXPLICACIÓN DE LAS DIFICULTADES

La Iglesia Católica en definitiva es la institución de mayor duración en el mundo y eso es parte de su identidad.

Los escándalos y contradicciones que permanentemente la sacuden, la ponen en una situación tambaleante constantemente.

La explicación de esto parece que tiene una razón.

El judío medievalista Marc Bloch ha dicho que, la creencia en la resurrección de Jesús de entre los muertos tiene tal poder y duración que difícilmente pueda explicarse en términos puramente humanos.

De modo que centrarse en los hechos históricos que suceden en la Iglesia, por ejemplo los escándalos o las diferencias doctrinales y teológicas entre los cardenales, como si fuera algo central, supone el peligro que se vea a la Iglesia como producto de la historia, sin un carácter divino trascendente.

Y ahí está la contradicción, porque en todas las épocas la Iglesia demostró su poder para transformar el mundo, de la misma forma que mostró las debilidades morales de sus líderes y miembros generando escándalos.

Ninguna institución humana en manos de los hombres hubiera logrado en 2000 años todo el bien que ha aportado la Iglesia en el mundo, y sin duda ya habría desaparecido.

¿Y por qué es esta contradicción?

Porque la Iglesia se mueve dentro de una humanidad que estuvo implicada en una catástrofe primordial, que nos ha legado la realidad del pecado y el egoísmo universal.

La maldad de los seres humanos ha sido una constante en la historia de la humanidad, aunque ha variado en intensidad a través de los tiempos y lugares.

Es ésta catástrofe primordial que describe el Génesis 3 a través del pecado original.

Lo que convierte la tragedia interminable e incomprensible de la humanidad en una historia que tiene un sentido.

Dios desciende entre los hombres para resolver un problema que ellos no pueden resolver, el de su salvación.

Y explica que los hombres tienen el libre albedrío de aceptarlo o no aceptarlo, de ahí que Jesús nos haya contado la parábola de que el trigo y la cizaña coexisten juntos en el mundo.

El mundo está cambiando permanentemente y rehaciéndose, tanto por manos de los hombres como por las de Dios.

El historiador Herbert Butterfield ha dicho que Dios actuando en la historia es como un compositor que revisa su música para superar las deficiencias de la orquesta.

Y eso hace que el trabajo de redención sea lento e incluso tenga el contrapeso de la resistencia humana.

Oremos por nuestros sacerdotes, para que no produzcan escándalos y tengan grados de santidad.

Al mismo tiempo seamos vigilantes del clericalismo y las conductas desordenadas dentro del clero.

Y no le pidamos una conducta absolutamente impecable a la que la humanidad caída no puede llegar.

Fuentes:

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