El mensaje es la guía en el tiempo que comienzan las tribulaciones.

La pandemia significó la apertura de una época de tribulaciones, porque no ha venido sola.

Una cosa así había sido profetizada desde tiempo antes.

Pero también abre un período de la contrarrevolución que el cielo informó que sucedería en las apariciones de Fátima.

El mundo está en una revolución contra Dios en los últimos 500 años.

Y ahora se ha ido de los límites de la creación diseñada por Él y necesita una corrección de rumbo.

En Fátima Nuestra Señora nos hizo una advertencia, nos profetizó lo que iba a suceder y nos dio soluciones para lidiar con el crecimiento de la maldad.

En la década de 2020 se despertó todo esto y nada volverá a ser como antes.

A tal punto es así que hasta los no religiosos y los enemigos de Dios coinciden que todo va a cambiar.

Aquí hablaremos sobre la revolución anticristiana que se fue acentuando en estos siglos, qué responsabilidad tenemos para encauzar el mundo, qué consecuencias tendrá que no lo hagamos y a dónde nos conduce todo esto.

No en vano existe la convicción, entre los que verdaderamente siguen el mensaje de Cristo y observan los signos de los tiempos, que las apariciones de Fátima fueron las más proféticas de la historia.

Y que hoy siguen más actuales que nunca, aunque muchos las quieren barrer debajo de la alfombra de la historia.

Fue el momento en que el Cielo planteó el «hasta aquí llegó», porque la revolución anticristiana había escalado a su última etapa, con la prescindencia total de Dios y el cambio de la moral cristiana, por una moral que se basa en el relativismo.

Esto ha sido un proceso en el que el maligno fue incitando a la humanidad a la destrucción del plan de Dios a través de tres revoluciones.

Pio XII resume así en 1952 este proceso de las tres grandes revoluciones anticristianas.

La revolución protestante de 1517 dijo «Cristo sí, la Iglesia no».

La revolución masónica de 1717 dijo «Dios sí, Cristo no».

Y finalmente la revolución comunista de 1917 dijo «Dios no existe».

La revolución protestante fue la liquidación del periodo de la cristiandad.

La revolución masónica fue la rebelión contra la moral cristiana, cuyo punto más alto fue la Revolución Francesa de 1789.

Y la revolución comunista es la madre de la rebelión total contra Dios y de la violación de todos los mandamientos que Él nos dejó.

Que desemboca hoy incluso en proponer el cambio del cuerpo con el que fuimos creados.

Porque los males que padecemos hoy vienen de esta revolución. 

La revolución marxista que comenzó en 1917 en Rusia, cerró las puertas del Cielo, para hacer de la tierra el paraíso de la moral relativista tal como la experimentamos hoy.

Y Dios respondió el 13 de mayo de 1917, enviando a Su madre a Cova de Iría, «vestida de blanco, más radiante que el sol, derramando rayos de luz».

Se apareció a tres niños que cuidaban sus ovejas: Francisco y Jacinta Marto y su prima Lucía dos Santos. 

Lo hizo 6 veces y la última terminó con el gran milagro de «la Danza del Sol», atestiguada por miles de personas que pudieron verlo incluso desde 40 kilómetros de distancia.

Su mensaje sigue siendo central hoy, a pesar que desde dentro de la Iglesia han tratado de hacerlo desaparecer.

Cuando en 1960 Nuestra Señora había pedido que se publicara un secreto que había dejado en Fátima, la jerarquía de la Iglesia no lo hizo.

La causa es muy obvia, porque quienes leyeron el tercer secreto han dicho que se trataba de la advertencia de una revolución proveniente de los escalones superiores de la jerarquía de la Iglesia. 

Y que esta revolución podría acabar con la fe católica. 

Esta revolución se gestó luego dentro del Concilio Vaticano II, incluso muchos de los progresistas mismos llamaron al Concilio una «revolución copernicana». 

Y por otra parte sentó las bases para una rebelión profunda contra las apariciones marianas.

El cardenal progresista de aquella época Yves Congar las catalogó de fanatismo que explota las esperanzas humanas.

Esta visión escéptica y desdeñosa de Fátima fue compartida por Juan XXIII, que por eso evitó revelar el mensaje de Nuestra Señora en 1960 y por el contrario impulsó decisiones humanas como la realización del Concilio.

Las apariciones de Fátima sin embargo habían mostrado que Dios existe e hizo milagros para demostrarlo.

Dejó ver que Dios no va a permitir que se caiga su plan para la humanidad.

Dijo que el infierno existe, donde van a parar las almas de los pobres pecadores. 

Se lo mostró a los pastorcitos, y aseveró que muchas almas están cayendo en él a medida que el mundo se separa más de Dios.

Pidió que recemos el Rosario diariamente, especialmente por la conversión de los pecadores. 

Solicitó hacer la devoción de los Primeros Sábados de mes, en reparación por los pecados cometidos contra el Corazón de María y que el Papa consagre a Rusia al Inmaculado Corazón de María junto con todos los obispos.

Dijo que si no se cumplen las condiciones, Rusia esparcirá sus errores por el mundo. 

Y que esto llevará a un grave castigo a un mundo impenitente, muchas naciones serán aniquiladas, y la Iglesia y el Papa tendrán que sufrir mucho.

Pero al final triunfará el Inmaculado Corazón de María y se dará al mundo una era de paz.

Sesenta años después Nuestra Señora le diría al sacerdote Ottavio MIchelini,

«Llegará la hora de la purificación, y la Virgen corredentora aplastará por segunda vez la cabeza de la serpiente infernal.

La Iglesia y la humanidad, renovadas, verán un amanecer radiante, nunca antes conocido. 

Un período de paz y justicia será la respuesta a todas las provocaciones del infierno, contra una pobre humanidad que se ha hecho colaboradora de las fuerzas del mal«.

La materialización de esta promesa de una era de paz, vendrá luego que la humanidad sea purificada de los errores que Rusia esparció por el mundo.

Que llegaron a occidente a través del marxismo cultural, que hoy domina los países, y cuyo elemento más visible es el relativismo.

Que es la negación de cualquier realidad espiritual y cualquier elemento moral estable y permanente en el hombre y la sociedad.

Y que abre la puerta a que cualquier moral es posible.

Y a que su legitimidad dependa de cuán bien trabajen sus propulsores en los medios de comunicación para imponerla.

En última instancia los valores morales los imponen los hombres a través de la fuerza política.   

En 1944 Sor Lucía, la prima de los hermanos Marto, que había quedado en la Tierra para promover la consagración al Inmaculado Corazón de María, tuvo una visión frente al tabernáculo en la capilla del convento de Tuy, que nos agrega más información.

Vio la punta de una lanza tocar el eje de la Tierra y estremecerse montañas, ciudades, pueblos y aldeas con sus habitantes.

Presenció al mar y a los ríos inundando y arrastrando consigo en un remolino, a casas y personas en un número que no podía ser contado.

Y comprendió que era la purificación del mundo por el pecado en el que está inmerso, y que el odio y la ambición provocaban la guerra destructora. 

Después sintió una voz suave que decía: «una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia Santa, Católica y Apostólica. En la eternidad, ¡el Cielo!». 

Esta palabra «Cielo» llenó su corazón de paz y felicidad de tal manera, que quedó repitiendola durante mucho tiempo: «¡El Cielo, el Cielo!»

El mensaje de Fátima nos recuerda que a Dios no le da lo mismo si destruimos su plan para el ser humano o si lo cumplimos. 

Que un terrible castigo amenaza a la humanidad si no nos arrepentimos y cambiamos nuestra vida. 

Porque sin arrepentimiento el castigo no se puede evitar. 

Y si quitamos referencia a este castigo, el mensaje de Fátima se vacía de su significado.

Este mensaje de 1944 a Sor Lucía muestra que es necesaria la profesión de la fe Católica en su totalidad, en la situación dramática que vivimos: una sola Fe, un solo Bautismo y una sola Iglesia. 

Y que la alternativa sigue siendo o el Cielo o el Infierno, de cada uno de los cuales tenemos una prueba previa en esta tierra. 

Nuestra Señora ha sido encargada por Dios para llevar a la humanidad a la era de paz, que significará el triunfo de su Corazón Inmaculado.

Ella, como una buena madre protege y endereza a sus hijos descarriados. 

Cuando sus llamamientos son desoídos, los amenaza con castigarlos, como hizo en Fátima. 

Es un llamado a la justicia para aquellos que no escuchan su advertencia. 

Mientras que para quienes escuchan, es una promesa de un nuevo orden de cosas, un nuevo Reino en el que ella será la Madre amorosa, y nosotros sus hijos y servidores.

El Triunfo del Inmaculado Corazón de María, es el Reino de Jesucristo anunciado por muchas almas privilegiadas, cuando Él reine en los corazones de los seres humanos.

Y no es otra cosa que el triunfo en la historia del Orden Natural y Cristiano, preservado por la Iglesia. 

Y este triunfo es el resultado final de un tiempo de pruebas, de días trágicos de tribulación, penitencia y lucha, pero también de una inmensa confianza en Su promesa.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la enorme importancia que tienen hoy las apariciones de Fátima, porque son la referencia de lo que está sucediendo.

Y me gustaría preguntarte si los católicos que tú conoces tienen conciencia de la importancia de las apariciones de Fátima o no.

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