Lo que está en manos de los laicos luego de la consagración que hizo el Papa.

Con la consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María se abrió una nueva oportunidad para que la Iglesia le pida a la Madre del Señor que actúe sobre la Tierra.

La consagración al mundo de 1942 por Pío XII acortó la segunda guerra mundial, la de Juan Pablo II trajo la caída del Muro de Berlín y luego de la Unión Soviética.

Y la realizada el 25 de marzo de 2022 está diseñada para que se termine la guerra en Ucrania invadida por Rusia.

Pero si queremos frutos más duraderos en realidad, el objetivo central debería ser terminar con los errores esparcidos por la revolución comunista bolchevique de 1917, que hicieron metástasis en occidente.

Y esto se logra militando para que la devoción al Inmaculado Corazón de María entre en cada corazón en todo el mundo, para hacer posible así la paz de Cristo sobre la humanidad.

Aquí hablaremos sobre cuál es la responsabilidad de los laicos y la Iglesia luego de la consagración de Rusia y Ucrania al Corazón de María, si queremos los frutos extendidos que nos ofreció en Fátima. 

La consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María como se realizó por Francisco en unión con Benedicto XVI, debería dirigirse hacia el cese de los errores que Rusia espació por el mundo.

No es un asunto de Papas o de la iglesia institucional solamente, sino que implica la participación de los fieles.

Y no es un acto mágico, que luego de leída la oración de consagración por las autoridades de la Iglesia, y por obispos y en las parroquias, y también por cada laico católico, sucedan las cosas como si se frotara la famosa lámpara de Aladino.

La consagración supone crear las condiciones, trabajando en unísono con el cielo, para extender la paz cristiana que vino a traer Jesucristo, dentro del corazón de cada persona, de la Iglesia y de todo el mundo, y que en este tiempo puso en manos de Su Madre. 

Jesucristo se encarnó con el objetivo de traer la paz al mundo. Vino como príncipe de la paz, reconciliando a los hombres con Dios.

Dijo, «bienaventurados los pacificadores», porque restauran y construyen la paz.

Durante la Última Cena, nos dejó su paz, sus primeras palabras a los apóstoles después de su resurrección fueron «la paz esté con ustedes» y envió a sus discípulos de pueblo en pueblo para ofrecer ese don de la paz.

Por lo tanto, ser cristiano fiel es estar en primera línea en la batalla por la paz, vivir según los términos del plan definitivo de paz de Cristo y comprometerse en el arduo esfuerzo comunitario para guiar a los corazones por el camino de la paz de Cristo. 

Pero la paz es tanto un don divino como el fruto del esfuerzo humano, las dos cosas en conjunto.

Y por lo tanto la pacificación implica dos actividades interconectadas: implorar a Dios por el don de la paz y colaborar en la larga y exigente batalla para vencer el mal por el bien.  

Y es especialmente importante hoy, porque la amenaza de incinerar el mundo no proviene sólo del cosmos, sino de las armas a disposición de los hombres. 

El cielo nos ha indicado que la Madre de Dios es el antídoto si nos hacemos devotos a su corazón inmaculado y lo extendemos por el mundo.

Ahora, si el mal no estuviera arraigado en el corazón de los hombres, la conversión del mundo a Dios se solucionaría obligando políticamente a la población a no hacer cosas desviadas, como lo concibe la ortodoxia rusa.

Y exigiendo que la gente viva según los preceptos cristianos a la fuerza, encarcelando a los que los infligen, quitándoles el trabajo, estigmatizándolos, como hacen los anticristianos hoy con los cristianos.

Pero eso no convierte el corazón, porque los hombres seguirán pecando en secreto y no bien se afloje con la presión política, ese cristianismo frágil, logrado políticamente, se destruirá.

Y entonces suceden cosas como lo que sucedió en Rusia y occidente.

Por ejemplo Rusia era una tierra profundamente cristiana y mariana, pero a partir de 1917, el mismo año de las apariciones de Fátima, se convirtió en atea, perseguidora de los cristianos y materialista, llamándose URSS hasta 1991. 

Se impuso por la fuerza la ideología marxista y luego la propagó por todo el mundo, como había profetizado Nuestra Señora en Fátima, si la Iglesia, con el Papa a la cabeza, no se comprometía a consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María.

Que no implicaba solamente leer una oración como ya dijimos.

Sucesivos papas no hicieron la consagración, con todo lo que implicaba, y los errores de Rusia paradójicamente pasaron a las democracias liberales de occidente, que se volvieron cada vez más ateas y en muchos casos paganas.   

Y fue adoptado el método de gobierno marxista como instrumento, por los más ricos de occidente, para impulsar el mundo hacia lo que hoy es el programa del Foro Económico Mundial. 

Y esos centros de poder globales han elegido a China, heredera oficial del comunismo real, para hacer funcionar allí las fábricas con menos costo de mano de obra, donde no hay huelgas, ni reclamos salariales, ni parlamentos donde alguien pueda protestar.

Y mientras tanto en los mismos años la fe cristiana resurgía en Rusia casi inexplicablemente, desde el vértice, pero trabajosamente, para convertir a la población luego de 8 décadas de comunismo.

Sin embargo las señales son mixtas y el trigo está mezclado con la cizaña como en todas partes.

Hoy Rusia está en alianza estratégica con China, un país ateo que persigue al cristianismo, a la India cuya religión preponderante es el hinduismo y es cada vez más perseguidora de los cristianos, y con una serie de países ortodoxamente musulmanes.

De modo que si bien en su interior el gobierno ruso está promoviendo valores cristianos, hacia el exterior sucede a la inversa.

Y también paradójicamente los errores de Rusia penetraron en la Iglesia Católica, a través del modernismo, y hoy lo vemos en la apostasía y en las diversas propuestas para cambiar la doctrina que nos legaron los apóstoles.

Un exponente claro es lo que sucede en Alemania.

Y está cada vez más alejada de las devociones marianas, que muchos sacerdotes y obispos usan solamente con objetivos de marketing, porque saben que los fieles tienen propensión a María.

Pero no las incentivan.

De modo que si hacemos un resumen, desde que Nuestra Señora bajó a Fátima, a pedirnos la consagración a Su Inmaculado Corazón, el mundo se ha vuelto más alejado de Dios y el cristianismo más alejado de la devoción mariana.

Y entonces una consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María significa ponerla a Ella a primer plano en los corazones de los fieles, como quiso Su hijo.

Significa ser más sensibles a prestar atención a su palabra, por lo menos lo que ha dicho en el último siglo.

Y hacer lo que Ella nos propuso en Fátima.

En primer lugar propuso la oración, Ella insistió a los pastorcitos que oraran por los pecadores.

Y es especialmente importante, porque luego del Concilio Vaticano II se difundió la idea de que Dios ya sabía lo que nosotros queremos, de modo que no es necesario orar tanto.

Pero se olvidaron que la oración, además de cambiar el mundo físico, cambia al orante, y por lo tanto tiene un fuerte efecto para la conversión de cada uno.

Y que el Señor pidió que debemos ser perseverantes en la oración, porque por esa perseverancia vemos los milagros obrados por los israelitas en Egipto por ejemplo y tenemos la enseñanza de vida de Jesucristo que pasaba horas orando.

Y la oración por excelencia que promovió Fátima fue el Rosario.

Que ha logrado tantos milagros, como por ejemplo la milagrosa victoria de la flota cristiana en la Batalla de Lepanto en 1571, debido a las oraciones del Rosario en Roma y el mundo occidental dirigidas por el Pío V. 

Juan Pablo II dijo que «al poner nuestra mirada en Cristo, el Rosario nos hace pacificadores en el mundo», o sea que extendemos la paz de Cristo.

Y en segundo lugar, la Virgen pidió hacer penitencia por los pecadores.

Por ejemplo, San Alfonso María de Ligorio puso fin a una severa sequía exhortando al pueblo a hacer penitencia y reparación a Dios por sus pecados.

Y durante una misión redentorista a Amalfi, sintió que la penitencia tendría más efecto que la elocuencia en la gente de un pueblo endurecido por la autocomplacencia. 

Y entonces Él y sus compañeros comenzaron a hacer penitencia desde el mismo día de su llegada. 

Practicaron una gran mortificación para poder predicar con el ejemplo más que con las palabras, por ejemplo, privarse de alimentos apetitosos.

Y en contraste, la vida cristiana se ha vuelto cada vez más indulgente por estos tiempos. La Iglesia ha quitado por ejemplo paso a paso obligaciones sobre el ayuno.

Y sucede que luego la indulgencia se translada hacia toda la vida del fiel, desdibujando los límites entre lo permitido y aconsajable y lo que no lo es en el plano moral.

En definitiva, los laicos y los sacerdotes deberían extender el objetivo tácito de esta consagración, para lograr que el Inmaculado Corazón de María reine en cada corazón, desechando las premisas marxistas, y que no se agote solamente en la solución de una guerra puntual ni en pensamientos mágicos.  

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la misión de los laicos luego de la consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María por Francisco. 

Y me gustaría preguntarte qué efecto crees que va a tener esta consagración.

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