El hallazgo sobrenatural en Tierra Santa.

Sor Lucía de Fátima cuenta que el 13 de junio 1929 en Tuy, de repente una luz sobrenatural iluminó toda la capilla y sobre el altar apareció una cruz que llegaba hasta el techo. 

Se podía ver, en la parte superior de la cruz, un hombre clavado en ella. 

Un poco más abajo de la cintura, se veía un cáliz y una gran hostia sobre la que caían las gotas de sangre del rostro del crucificado y de una herida en su pecho. 

Y terminaban en el Cáliz.

Bajo el brazo derecho de la cruz estaba Nuestra Señora con Su Inmaculado Corazón en Su mano.

Lucía estaba ante la presencia de Jesús y de su cruz. 

Una cruz que ha sido el símbolo del cristianismo y de nuestra salvación, la que transforma las derrotas en grandes victorias.

¿Y qué fue de esa cruz en que crucificaron a Nuestro Señor?

En este artículo te queremos contar el hallazgo sobrenatural de la vera cruz donde crucificaron a Jesús y donde paradójicamente se encuentra hoy.

La historia comienza con una joven sirvienta llamada Flavia Julia Elena.

Nacida en 248 en Bitinia, en el norte de Turquía, junto al Mar Negro

Elena llamó la atención del emperador romano Constancio I Cloro con su belleza.

Se casaron y tuvieron un hijo en el año 272, Constantino.

Constantino se convertiría luego en uno de los más grandes emperadores romanos.

En el año 312 tomó el poder y una de las cosas por las que es especialmente conocido es el Edicto de Milán, emitido en el año 313, que permitió que el cristianismo fuera al fin una religión practicada libremente.

Constantino había llegado al poder en el 312 luego de la gran batalla del puente Milvio, en que derrotó a Majencio, el otro contrincante al trono.

Y su triunfo lo había adjudicado a una visión sobrenatural que tuvo el día anterior.

Constantino había visto una cruz en el cielo con las palabras “con este signo vencerás”.

El gran historiador Eusebio cuenta que esto sucedió durante el mediodía y que lo vieron todas las tropas.

Y a partir de ahí Constantino hizo colocar la señal de la cruz en los escudos de sus hombres.

Cuando Constantino ascendió a emperador puso a su madre en el centro del escenario de nuevo, porque Constancio se había divorciado de ella para casarse con Theorora, la hija del emperador Maximiano, en busca de rédito político.

Según Eusebio, Elena tenía aproximadamente 63 años en el momento de su conversión al cristianismo, en el año 311.

Con la autoridad de su hijo, Santa Elena fue a Palestina en busca de los lugares sagrados alrededor del año 324

Durante su búsqueda de las sagradas reliquias Santa Elena construiría iglesias que marcarían inclusive el lugar de la Natividad en Belén y el lugar de la Ascensión de Jesucristo a los Cielos.

En su peregrinación se dijo que Elena “siguió los pasos de Jesús”, realizando muchos actos de bondad y buenas obras, como dar dinero, comida y ropa a los pobres, y también ayudar a las iglesias con fondos, como con otras necesidades.

Su objetivo era encontrar la cruz de Cristo.

Pero no resultaría fácil porque los romanos y los judíos se empeñaron en borrar cualquier vestigio de Jesús.

Los paganos habían construido templos a sus dioses sobre los lugares santos del cristianismo.

Hacia el año 326, a instancias de Santa Elena, fue demolido el templo de Júpiter Capitolino y los trabajadores comenzaron a excavar el área.

Descubrieron los restos de la tumba que, según se informó, era la de nuestro Señor Jesús.

Construyeron un nuevo santuario sobre la tumba, que ha sido modificado a lo largo de los siglos, pero que hoy se encuentra en la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.

El templo de Venus también fue demolido, dejando al descubierto el lugar donde Cristo fue crucificado.

Con la ayuda de Judas Cyriancus, un judío erudito que sabía algo del lugar donde estaba la Cruz de Jesús, Elena pudo acercarse más que nunca a encontrar la vera cruz.

Durante días estuvieron en su búsqueda y orando por encontrarla, cuando finalmente sus oraciones fueron respondidas.

Elena dijo que fue cuando un polvo con olor dulce y un destello de luz señaló el lugar, donde le indicó a Judas que comenzara a cavar.

Finalmente, descubrieron tres cruces, una que se pensaba pertenecía a Jesucristo y las otras a los dos ladrones que murieron junto a él.

¿Pero cuál era la vera cruz?

Lo que pensaron fue que la vera cruz debería comunicar un poder sobrenatural.

Podría curar como lo había hecho el manto de Jesús cuando fue tocado por la hemorroísa.

Entonces buscaron a un leproso en las afueras de Jerusalén.

Y una vez que encontraron uno, regresaron.

Se le indicó al leproso que tocara las cruces una por una, mientras San Macario oraba fervientemente.

El leproso tocó la primera y no pasó nada. Tocó la segunda y tampoco. 

Finalmente, cuando tocó la tercera y última cruz, el leproso se curó instantáneamente.

Fue esta cruz la que curó al leproso, y por eso se la conoce como la «Cruz Verdadera».

Según el historiador Rufinus, San Macario, obispo de Jerusalén, estaba orando la siguiente oración para lograr la confirmación de la vera cruz por la curación del leproso:

«Oh Señor, que por la pasión de tu único Hijo en la cruz, te dignaste restaurar la salvación a la humanidad, y que incluso ahora has inspirado a tu sierva Elena a buscar la madera bendita en la que fue clavado el autor de nuestra salvación, muestra claramente cuál fue, entre las tres cruces, la que se levantó para Tu gloria».

Hay variantes de esta historia.

También se dice que una dama de la sociedad moribunda fue la que tocó la Cruz de Jesús y sanó al instante.

Otro testimonio afirma que en realidad fue un joven muerto que resucitó cuando lo tocaron con la Cruz.

Pero en verdad, la versión de mayor credibilidad es la del leproso que curó instantáneamente al tocar la “Cruz Verdadera”.

Luego, la Cruz fue llevada a Constantinopla, mientras que parte de la cruz fue colocada en manos del obispo San Macario de Jerusalén.

Santa Elena hizo construir una iglesia en el lugar original de la crucifixión, sepultura y resurrección de Jesús, conocida como la Iglesia del Santo Sepulcro.

Su hijo Constantino dedicó esta iglesia del 13 al 14 de septiembre del año 335.

Incluso hoy, las Estaciones de la Cruz en Jerusalén, o la Vía Dolorosa, terminan en este mismo lugar.

Pero la cruz, así descubierta, pasó por varias peripecias.

Fue guardada por la Iglesia en Jerusalén, pero Cosroes, rey de los persas, se fugó con ella en el año 614 después de la invasión persa a Siria y Palestina.

Pero en el año 629, la Cruz fue recuperada y traída de regreso a Jerusalén por el emperador Heraclio de Constantinopla.

Esta reliquia es tan importante y poderosa que cuenta la tradición de que cuando el emperador Heraclio quiso cargarla en la espalda, en un acto público de homenaje, para devolverla al lugar que le correspondía, sólo pudo moverla después de haberse quitado sus vestiduras reales y ponerse las humildes vestiduras del arrepentimiento en su lugar.

Pero la Cruz no se mantuvo intacta a través de los siglos.

Ya vimos que desde el inicio una parte quedó en Jerusalén y otra fue a Constantinopla. 

Y a medida que pasaban los años, se fueron quitando astillas para regalar a iglesias de todo el mundo, para que todos la admiraran, y también a reyes y políticos.

Y como aparecieron tantos que decían tener astillas de la vera cruz, la imaginación popular tendió a pensar que hay suficientes pedazos de la vera cruz, como para reconstruir el Arca de Noé o como para llenar un buque mercante.

Charles Rohault de Fleury, un académico francés, tuvo la tarea de identificar y medir cada vestigio localizado de la vera cruz, a mediados del siglo XIX.

Él localizó – a través de los años – 610 centímetros cúbicos, tomando en cuenta los fragmentos que estaban en manos privadas y los que estaban en manos públicas.

E incluso consideró algunos fragmentos que sabía que existieron pero que habían sido perdidos o destruidos por la guerras o por la Reforma.

La otra tarea que hizo fue considerar cuál habría sido el tamaño real de la cruz de Cristo, considerando lo que se sabía de las cruces de aquel entonces.

Y llegó a la conclusión que era de 27.600 centímetros cúbicos.

De modo que si aún se multiplicaran por 10 las astillas encontradas, sería menos de un quinto de la vera cruz de Jesucristo.

Por lo tanto la conclusión a la que deberíamos llegar es que prácticamente no se encontró nada significativo de la Vera Cruz aún, luego que se la fue desmembrando en astillas.

Bueno hasta aquí lo que te queríamos contar sobre cómo Santa Elena encontró la vera cruz de Cristo, muriendo cuatro años después de su hallazgo.

Los restos de Santa Elena reposan en el Vaticano y se la invoca para hallar objetos perdidos.

La Iglesia celebra tanto el descubrimiento como la recuperación de la vera cruz el 14 de septiembre, fecha en la que el emperador Constantino dedicó la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén. 

Y me gustaría preguntarte si crees que las astillas que son reliquias de la vera cruz tienen poder a tu juicio y que tipo de poder.

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