En todas las religiones hay malos y buenos sacerdotes.

En el catolicismo hay pastores se preocupan por su rebaño, por crear paz y armonía en la grey, por promover a las personas, escucharlas y enseñar lo que trajo al mundo Nuestro Señor y no sus propias ideas.

Pero también están los otros, los que trabajan para sí mismos y evangelizan con doctrinas extrañas.

Cuando nos encontramos con un buen sacerdote nos sentimos seguros.

¿Pero qué hacer cuando nos encontramos con un mal sacerdote?

Aquí hablaremos sobre cuáles son los malos sacerdotes y cómo deberíamos comportarnos ante ellos. 

A pocos católicos escapa que la Iglesia está en crisis y que la apostasía, o sea la pérdida de fe, es la causa central.

Ya lo había profetizado Nuestro Señor.

En Lucas 18:8 dijo, «cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?»

Pero cuidado, no le pasa menos a las otras denominaciones cristianas, incluso peor, porque algunas están haciendo abiertamente cosas que están condenadas textualmente en la biblia.    

¿Y cómo comenzó esto en el catolicismo?

Hay quienes dicen que los primeros que comenzaron a adherirse a los valores del mundo y abandonar los principios de la fe fueron los laicos, que desde los bancos de las iglesias presionaron a los sacerdotes a no hablar de temas que les irritaban, como la cancelación de la vida antes de nacer, los casados en segundas nupcias, las desviaciones sexuales, etc.

Con lo que el pueblo no recibió una buena catequesis de lo que está bien y lo que está mal para la doctrina católica.

Pero hay otros que dicen que la apostasía partió de algunos sacerdotes que abrazaron la ideología del mundo y abandonaron los principios innegociables del catolicismo.

Son los modernistas que denunció San Pío X a principios del siglo XX.

No cambiaron el léxico en sus prédicas pero sí el contenido de lo que decían.

Por eso la mayoría de los fieles no lo percibieron e incluso no lo perciben aún en el día de hoy.

Y por lo bajo fueron desmontando la importancia de los mandamientos, de los fundamentos sobrenaturales de nuestra fe y protestantizando el catolicismo.

Esta ideología se ha hecho dominante en algunas diócesis.

Al punto que quienes se aferran aún hoy al Catecismo de la Iglesia Católica son llamados rígidos y hasta en algunos casos son expulsados de los seminarios.

Esto ya había pasado en el judaísmo.

El profeta Ezequiel denuncia a los pastores que extravían y dispersan el rebaño.

Jeremías profetizó de un día venidero cuando Dios reuniría un remanente de su rebaño, nombrando hombres buenos y santos pastores que los pastorearán.

Y es por eso que Jesucristo se presenta como el Buen Pastor.

Lo cierto entonces es que vamos a encontrar en la Iglesia la mezcla de buenos y malos pastores.

Porque como dijo recientemente Benedicto XVI «la Iglesia está hecha de trigo y paja, pescado bueno y pescado malo. 

Por tanto, no se trata de separar los buenos de los malos, sino de separar a los fieles de los infieles».

Aludiendo a que debemos prestar atención a la fidelidad de los pastores a la doctrina y separar de la Iglesia a los infieles a ella, pero aún así seguirán habiendo buenos y malos pastores.

El Señor, en su segunda venida, separará la paja del trigo.

Y una cosa muy interesante es lo que plantea en su obra del Catecismo para los Niños, San Antonio María Claret.

Nos recuerda que la sagrada Escritura nos enseña, que el mayor y más terrible de los azotes que Dios envía a un pueblo, es darle malos sacerdotes.

Y agrega además,

«Si supieres u oyeres que algún sacerdote ha caído en alguna miseria o fragilidad, ni te admires ni te escandalices de ello.

Porque así como entre los primeros sacerdotes, los apóstoles, hubo un Judas, no es de extrañar que también entre los de nuestros días, haya quien se olvide de que debe ser santo»

Y dice que cuando veamos frente nuestro a un mal sacerdote, deberíamos pensar que tal vez nuestros pecados han merecido ese castigo.

Entonces tenemos que la existencia de malos y buenos sacerdotes será inevitable en un mundo en que está mezclado la paja y el trigo.

Que nuestros pecados tienen como castigo que Dios deje pasar malos sacerdotes, o sea que nuestra apostasía se apoya por sacerdotes apóstatas.

Y que ante esa situación debemos hacer lo que podemos, tratar de identificar a los que son fieles a la doctrina católica y a los infieles.

Y las apariciones marianas son un campo de batalla especial de todo esto.

En el segundo mensaje de las apariciones de Garabandal, el 18 de junio del 1965, el mensaje que le entregó el Ángel a Conchita, en nombre de Nuestra Señora decía,

«Antes, la copa se estaba llenando (refiriéndose al mensaje dado en 1961), ahora, está rebosando. 

Muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición, y con ellos llevan a muchas más almas».

Y una expresión de la apostasía del clero la constituyó la rebelión de varios sacerdotes, que consideraron inadmisible que Nuestra Señora dijera que muchos clérigos iban por el camino de la perdición.

Y fueron a hablar con el obispo, que al principio había mostrado cierta simpatía por estas apariciones, para exigirle que las prohibiera.

Pero la crisis de los abusos que explotó unas décadas más tarde, quizás sea un gran signo de credibilidad para estas apariciones, porque en la década de 1960 era impensable para la mayoría, católicos o no, pensar que muchos cardenales, obispos y sacerdotes iban por el camino de la perdición.

Pero sucedió como profetizó la Santísima Virgen.

Esto mismo pasó una década más tarde con las apariciones de Akita.

En el último mensaje público, del 13 de octubre de 1973, Nuestra Señora le dijo a la vidente Agnes Sasagawa,

«La obra del demonio se infiltrará hasta dentro de la Iglesia, de tal manera que se verán cardenales contra cardenales y obispos contra obispos.

Los sacerdotes que me veneran serán despreciados y encontrarán oposición de sus compañeros».

El obispo contemporáneo, Monseñor John Ito, aprobó las apariciones.

Pero el obispo que le siguió, no sólo le quitó la aprobación, sino que desterró a la hermana Agnes Sasagawa y a su confesor, el padre Yasuda, a un lejano lugar de Japón, y sobrevivieron gracias al apoyo de seguidores que le construyeron una casa y les dieron para su manutención.

Mientras que el obispo que le siguió levantó el destierro pero no se ha expedido sobre el contenido de los mensajes.

Y una pregunta que nos debemos hacer es qué significa ser malos pastores.

Los malos sacerdotes son aquellos que viven para sí y no para su rebaño.

Que no se esfuerzan por evangelizar, que usan los dineros para provecho propio.

Que abusan de su poder persiguiendo a laicos porque no piensan como ellos o no les hacen el juego.  

Que se despreocupan por lo que está pasando cada fiel.

Pero también hay sacerdotes que no hacen nada de esto, pero que enseñan malas doctrinas entre los fieles, son infieles a la doctrina que dejó Nuestro Señor a los apóstoles.

Son quienes quieren cambiar la doctrina para acompasarla con los valores del mundo.

Son quienes conspiran en camarillas para ascender en la estructura de la Iglesia.

Varios sacerdotes valientes han denunciado por ejemplo la existencia de lo que llaman «mafia lavanda», que son sacerdotes no heterosexuales que se apoyan entre sí para lograr puestos de poder en el Vaticano.

El último gran caso, el del Cardenal McCarrick, delata claramente esta forma de proceder.

No sólo era un abusador, sino que vivía en los seminarios para tener mejores perspectivas, y además conspiró para el ascenso de obispos como él.

¿Y qué actitud debería tomar un católico hacia los prelados crueles, arbitrarios, que provocan divisiones y que predican cosas contrarias a los mandamientos?

Santo Tomás de Aquino nos dice que debemos distinguir dos cosas sobre un prelado, la persona misma y su oficio público.

Él dice que si honramos a un prelado por la persona que es, daríamos falso testimonio sobre él.

Pero, como persona pública, un prelado lleva una imagen y ocupa un puesto en la Iglesia, que no le pertenece a él sino a Cristo.  

Y, como tal, su valía no está determinada por la persona que es, sino por el puesto que ocupa.

Por lo tanto debemos respetar su investidura.

En buen romance, no aplaudir su comportamiento y/o su enseñanza, pero respetarlo como sacerdote elegido por el Señor.

Bueno, hasta aquí lo que te queríamos hablar sobre la apostasía en la Iglesia y cómo reaccionar ante los malos pastores, ya sea quienes tienen un mal comportamiento en la vida, como quienes inculcan doctrinas contrarias a los mandamientos que dejó Nuestro Señor.

No aplaudirlos ni seguirlos, pero respetar su investidura.  

Y me gustaría preguntarte si te has encontrado con sacerdotes de mal comportamiento o infieles y que has hecho.

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