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Con la intercesión de Madre Teresa de Calcuta.

María es el nuevo nombre de Amaia una ex enfermera y fisioterapeuta española, que pensaba terminar con su vida, y en Nepal al pie del Himalaya, tuvo un encuentro con Jesús de tres horas y nació de nuevo.

Jesús le regaló la iluminación de la conciencia, pudo ver toda su vida, escuchar al Señor y transformarse abruptamente. 

Y ahora recorre el mundo dando testimonio de fe a través del cual muchas personas se convierten y dejan su pasado atrás.  Aquí te contaremos la historia de María del Himalaya como la apodan, nombre que le dio Jesús a través de las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta; como llegó a lo que es hoy.

Amaia nació en 1973 en España y trabajó muchos años en un establecimiento donde se dedicaban a la interrupción del embarazo en Bilbao, saben a lo que me refiero. 

Se había casado por la Iglesia no por convicción religiosa, sino por no disgustar a sus padres. 

Y con el tiempo, abrió una clínica de fisioterapia junto a su marido, que les daba ingresos económicos fenomenales

Pero a pesar de la riqueza, ella sentía que algo faltaba en su vida. 

Para llenar ese hueco comenzó a practicar deportes de montaña a alto nivel, hacía alpinismo o corría ultra maratones de 120 km.

También empezó a incursionar profundamente en el budismo por ser una filosofía y no una religión. 

Todo esto se lo tomó muy en serio: en muchas de las carreras de montaña llegaba al podio y para su meditación budista dedicaba horas y horas cada día. 

Empezó a practicar el precepto de “desapegarse de todo y de todos” para así “no sufrir por nada ni por nadie” del budismo.

Ella cuenta: “me sentía en la cima del mundo: una mujer liberada, moderna y a la que todo el mundo felicitaba y adulaba”. 

Pero de esa cima cayó imprevistamente cuando su marido luego de dos décadas de matrimonio le anunció que la dejaba. Era el año 2017. 

El golpe fue tan duro que una amiga la llamaba cada mañana por teléfono para ayudarle a despertarse y a levantarse. 

“Comprendí que todas aquellas cosas que tanto idolatraba no tenían el valor que yo creía y que lo realmente importante era mi familia, en este caso mi marido… pero lo había perdido”, cuenta a menudo.

Hundida y desesperada, se planteó quitarse la vida. 

Tenía ya las llaves del coche en la mano para hacerlo. Quería tirarse del lugar donde su marido le pidió matrimonio. 

Pero lo sobrenatural se interpuso. Al levantarse del sillón para ir, uno de sus dos perros saltó sobre ella sin ningún motivo aparente y la inmovilizó

Era un pastor vasco, grande. Amaia forcejeó con todas sus fuerzas para liberarse y no pudo: era como si de repente el perro pesara toneladas. 

Así que su plan de acabar con su vida quedó frustrado… por el momento.

Y a continuación una llamada desde Nepal transformaría su existencia

Era Suddep, su amigo de Nepal, un guía de montaña con el que había realizado unos años antes el denominado circuito de los Annapurnas, la que muchos dicen es la travesía más bella de todo el Himalaya. 

Esta vez la requería para una labor solidaria: participar como fisioterapeuta en un proyecto humanitario en varias aldeas nepalíes, que todavía permanecían muy necesitadas tras el terremoto que devastó la zona en 2015.

Dijo que sí. Le pareció una forma hermosa de acabar sus días. Primero ayudaría a aquellas gentes y, una vez acabada su misión, se despeñaría por algún precipicio. 

A fin de cuentas, se planteó “¿qué mejor sitio para una alpinista que terminar allí?”.

Vendió todas sus cosas y se subió a un avión con una mochila de 17 kilos dispuesta a no volver nunca más. 

Aprovechó para visitar Katmandú, la capital del país, mientras llegaban los voluntarios.

Entonces comenzaron a desenvolverse el resto de los acontecimientos que la llevarían a la vida espiritual católica. 

Caminaba por el centro con su amigo, cuando vio a dos monjas cuya congregación reconoció inmediatamente por su popular atuendo

En seguida apartó la mirada porque, literalmente, no podía ni verlas. 

Eran de las Misioneras de la Caridad, con sus inconfundibles saris blanco y azul. 

Amaia en ese entonces detestaba a su fundadora, la Madre Teresa de Calcuta, sin sospechar siquiera que sentiría la llamada de Dios como le pasó a la santa albanesa, al pie del Himalaya, las montañas más altas de la tierra. 

Una de aquellas dos religiosas se acercó decididamente a Amaia y la tomó por el brazo, pidiéndole que las acompañara hasta su residencia. 

Amaia se negó rotundamente a ir, pero al día siguiente volvió al cruce de calles con su amigo y tocó la puerta de una casa al azar. Apenas había amanecido. 

“Providencialmente, ¡nos abrió la misma monja!”, recuerda. 

Pero la religiosa no le dijo gran cosa: se limitó a citarle para el día siguiente en la capilla, para la misa de las seis de la mañana.

“Estaba tan ansiosa que a las seis menos cuarto de la mañana ya estaba allí”, narra. 

Se encontraba en aquella pequeña capilla sin bancos, con una gran cruz con la imagen de Cristo, otra de la Virgen y una foto de la Madre Teresa.

A los pocos minutos de iniciarse la celebración religiosa, oyó una voz potente y a la vez dulce que le decía: “Bienvenida a casa”. 

Estaba con los ojos cerrados. Los abrió para comprobar la reacción de los demás. 

Pero ni el sacerdote ni las nueve religiosas que había allí se inmutaron. 

Ninguno de ellos había escuchado nada. 

Así que, nerviosa y pensando que quizás la elevada altitud estaba afectando sus sentidos, volvió a cerrar los ojos. 

Pero de nuevo escuchó esa impactante voz: “Bienvenida a casa, cuánto has tardado en amarme”. 

Y en ese instante, algo todavía mucho más extraordinario sucedió. 

Ella dice:

“Tuve la certeza de que la voz procedía de la cruz que había tras el altar. 

La capilla se llenó de una inmensa luz y toda la estancia desapareció a mis ojos. 

Y entonces vi descender de la cruz a Jesús de Nazaret. 

Caí de rodillas con mi cabeza en el suelo. 

Caminó hacia mí y me dijo: ‘No necesitas los ojos de la cara para ver, sino los del corazón’. 

Sabía que se refería a la fe, así que le contesté: ‘Pero bien sabes que yo no creo en Ti’. 

Y en ese momento me concedió el don de la fe. 

Y vi toda mi vida pasar delante de mí, todas las atrocidades que había cometido, mi egoísmo e idolatrías. 

Empecé a llorar y a pedirle perdón. 

Y Él me cubrió con su misericordia y me dijo: 

‘No importa lo que ha sucedido hasta ahora sino lo que suceda en adelante, pero desde ahora siempre juntos’. 

Supe que había llegado a casa, al hogar de todos, al umbral de su corazón». 

Habían pasado tres horas y Amaia que pensó que fueron minutos. Ya no era la misma. 

Ni siquiera era ya Amaia. 

Durante todo el tiempo que duró esa visión mística, las nueve religiosas, que habían permanecido a su lado rezando, conscientes de lo que le estaba ocurriendo, recibieron este mensaje: “Le daré una tierra nueva y le doy un nombre nuevo, María”. 

De esa iluminación de la conciencia había surgido una mujer nueva

Estaba completamente en paz y llena de una alegría que no conocía.

Pasados los primeros momentos de exultación, María tuvo respuesta al misterioso requerimiento de la monja que le había agarrado del brazo en la calle para llevarla con ella.

Las hermanitas de la Caridad llevaban meses rezando para encontrar un fisioterapeuta. 

Pudieron saber que ella era la indicada porque son personas de oración y evidentemente reciben certezas del Cielo. 

La casa de la congregación en Katmandú, precisaba de aquellos cuidados sanitarios, de modo que María estuvo con ellas cuatro meses, ayudándoles y enseñándoles todo lo que pudo. 

Y después de todo ese tiempo dichoso y lleno de prodigios, llegó al fin el momento de partir. 

Se le había vencido la visa y Jesús tenía una misión para ella en España, así que con dolor abandonó Katmandú. 

Regresó y, como buena apóstol y testigo de Jesús contó a todo el mundo lo sucedido, perdió a la mayoría de sus amigos, y otros en cambio se convirtieron al escucharle, entre ellos su propia madre que ahora va a misa todos los días.

En cuanto a su marido, aunque siguen separados, María subraya que se mantiene en la fidelidad prometida en el sacramento del matrimonio y Jesús le hizo desistir de su intención de anular la unión católica.

Y se convirtió en una fiel devota de su poderosa intercesora: la Madre Teresa de Calcuta.

En la actualidad, María del Himalaya recorre España y otros países dando su testimonio de su iluminación de la conciencia y conversión en Nepal. 

Sus conferencias y charlas privadas con ella producen muchas conversiones: alguno que planea quitarse la vida ya no lo hace, otro se decide por su vocación religiosa, otras deciden tener su bebé y así la lista es innumerable. 

Bueno hasta aquí lo que queríamos contarte de la iluminación de conciencia de María del Himalaya.

Y me gustaría preguntarte si alguna vez has oído alguna voz que vino del cielo o no.

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One Comment

  • MARIBEL dice:

    Una vez, acababa de morir mi tía y yo me dirigía al velorio, muy triste y llorando. Mientras conducía, me detuve a llorar frente al sagrario que estaba a una cuadra de mi casa, y en esa parroquia había pedido al sacerdote, amigo mío, que fuera a darle la unción de los enfermos a mi tía, Yo sólo me arrodillé frente al sagrario y lloraba sin decir nada, ni pedir nada, y escuché: «Por qué lloras, ella ya está libre de todo dolor y sufrimiento», así que convencida que era el sacerdote que seguro me vio llorar y asumió que ya falleció mi tía, levanté la mirada para hablar con él, pero no había absolutamente nadie allí, solo estaba yo. Sentí tanta paz y pude continuar conduciendo tranquila hacia el velorio!