Cómo ofrecerle al Padre la Santa Faz y para qué. 

Jesucristo ha revelado que puede dejar impreso Su Santo Rostro en el alma de quienes lo honran, si se le pide.

Y luego cada uno puede presentar esa impresión como moneda de cambio para ganar gracias.

Es una especie de moneda de intercambio o tarjeta de crédito celestial.

Que sirve además para conseguir gracias para que los pecadores obtengan la fe y se conviertan, y para la reparación de las blasfemias que se le hacen a Dios.

Este es el núcleo de la devoción a la Santa Faz, que se inició cuando Verónica secó la cara de Jesús con su pañuelo, mientras Él caminaba por la Vía Dolorosa cargando la cruz camino al calvario.

Y el Señor la premió imprimiendo en él su Santo Rostro, que es una reliquia que se conserva hasta el día de hoy.

Aquí hablaremos sobre cómo queda impresa la Santa Faz en el alma de sus devotos, y sobre las oraciones que dictó el Señor al respecto, junto con las promesas que dio a quienes las reciten.

Cuando Nuestro Señor recorría la Vía Dolorosa cargando la cruz para Su crucifixión, recibió insultos burlones y agresiones.

Y una mujer conocida como Verónica, le ofreció un paño de seda con el cual se secó la cara. 

Entonces quedó grabado para siempre en los hilos del velo un retrato milagroso de Su Rostro, con sangre y sudor, en recompensa por el favor de Verónica.

Más tarde, San Pedro aconsejó a Verónica cómo asegurarse de que el velo se mantuviera a salvo. 

Le dijo que le diera el velo a Clemente, quien era discípulo de Pedro. 

Pedro fue el primer Papa y luego Clemente se convirtió en el tercer Papa. 

Antes de su muerte, Verónica confió el velo a Clemente, y bajo su vigilancia el Velo fue preservado.

Hemos realizado un video sobre el velo titulado «¿Quieres saber la Historia y Cualidades del Velo de la Verónica que se conserva en Manoppello?» https://youtu.be/lUtXl96PhhY 

Y 1800 años después sor María de San Pedro, carmelita de Tours, tuvo las primeras visiones sobre la Santa Faz. 

Se sintió, un día, transportada en espíritu al camino del Calvario.

Y el Señor le representó vívidamente como la Verónica había enjugado la Santísima Faz cubierta de saliva, polvo, sudor y sangre con su velo.

Y exclamó, «busco a Verónicas para enjugar y venerar mi Divina Faz». 

Le hizo saber que Él busca almas como Verónica, que tengan empatía con la agonía que Él sufrió por nuestra salvación y que atesoren Su Santo Rostro.

Y además, que al aplicarnos a la reparación de las blasfemias a Su Santo Rostro, le estamos haciendo el mismo servicio que esta heroica mujer.

Él mirará a los que actúan así con espíritu de reparación, con la misma bondad con que la miró a Verónica durante Su Pasión. 

E invitó a Sor María de San Pedro a pedirle, en nombre del servicio que Verónica le había prestado, la gracia que quisiera y prometió concederla.

Pero además grabó Su Santo Rostro en el alma de Sor María de San Pedro. 

Le dijo,

«Te daré mi Santo Rostro, y cada vez que lo presentes a Mi Padre, Mi boca se abrirá para defender tu causa».

Y le estableció, que en virtud de Su Rostro presentado al Padre Eterno, se puede apaciguar Su ira y obtener la conversión de los impíos y de los blasfemos.

Y así como lo hizo con Sor María, también prometió a las almas que adoren su Santa Faz, que imprimirá Su rostro en sus almas.

Esto significa que cada alma que honre la Santa Faz de Nuestro Señor puede tener un retrato de Su Rostro en su alma, de la misma manera que el Velo de Verónica. 

Y se refirió a la cualidad de una moneda que tiene Su Rostro, dijo,

«Así como en un reino terrenal, el dinero que es estampado con la imagen del soberano o gobernante del país, compra lo que se desea comprar, así también en el Reino de los Cielos, obtendréis todo lo que deseáis ofreciendo la moneda de Mi preciosa Humanidad, que es Mi Santo Rostro».

Y lo hizo funcionar para que viera Su promesa en acción, la transportó en espíritu a un terreno contiguo a su convento que la comunidad quería comprar.

Y cuando Nuestro Señor y Sor María estaban viendo juntos el terreno, Él la invitó a ofrecer Su Santo Rostro como medio de compra de la tierra.

Sor María lo hizo, y entonces Nuestro Señor le aseguró que la tierra pasaría a ser propiedad de su Comunidad Carmelita. 

Unos meses después, cuando las monjas se habían convertido en propietarias de la tierra, Nuestro Señor se apareció de nuevo a sor María, y le dijo que quería que ella pensara en la tierra como una metáfora.

Que así como la ofrenda de Su Santo Rostro había significado que el terreno se convirtió en su propiedad, así también, la ofrenda de Su Rostro podría significar que muchas almas podrían ser compradas, a través del ofrecimiento de su Santo Rostro por su conversión.

Y entonces le dictó una oración para aplicar, 

«Padre Eterno, te ofrezco la Santísima Faz de Tu amado Hijo por el honor y la gloria de Tu Nombre, para la conversión de los pecadores y para la salvación de los moribundos».

Y le hizo una serie de promesas a quienes honren Su Rostro.

Que a los que lo honren con un espíritu de reparación, Él va a cuidar de sus almas que han sido desfiguradas por el pecado.

Los defenderá delante de Su Padre, y les dará Su Reino.

Al ofrecer Su cara al Padre Eterno, nada se negará, y se obtendrá la conversión de muchos pecadores.

Aplacará la ira de Dios, y concitará la piedad de los pecadores.

Van a obtener todo lo que desean con la preciosa moneda de Su Santo Rostro.

Verán Su cara en el Cielo radiante de gloria.

Recibirán en sus almas una irradiación luminosa y constante de Su Divinidad, que por su semejanza con Su cara, brillarán con especial esplendor en el cielo.

Y Él los va a defender y a preservar, asegurándoles la perseverancia final.

Si hacemos como hizo Verónica, y tenemos devoción a la Santa Faz , nuestra alma se volverá como su Velo, un lienzo digno para que Nuestro Señor imprima Su Divina Faz. 

Y se conservará como el Velo se conserva con gran cuidado y ternura por la Iglesia.

Pero la oración más famosa que el Señor le entregó a Sor María de San Pedro fue la llamada Flecha Dorada.

Él le habló de las blasfemias hacia Dios, le dijo,

«La Tierra está repleta de crímenes. La violación de los mandamientos de Dios ha molestado a Mi Padre.

El Santo Nombre de Dios ha sido blasfemado, y el Santo Día del Señor profanado.

Estos pecados se han acumulado y han provocado Su ira, la cual estallará pronto si Su justicia no es apaciguada.

Jamás han llegado estos crímenes a tal punto».

Si el Señor dice que en la primera mitad del siglo XIX jamás las blasfemias han llegado a tal punto, imagínate que puede pensar Dios de las blasfemias actuales.

Por eso la reparación de las blasfemias es hoy aún más importante.

También le expresó su dolor por las blasfemias hacia Él, le dijo,

«Mi nombre es blasfemado en todas partes. Hasta los niños me blasfeman.

Por medio de la blasfemia el pecador maldice Mi Rostro, lo ataca abiertamente, anula la redención y pronuncia su propia condenación y juicio.

La blasfemia es una flecha envenenada que siempre lastima Mi Divino Corazón».

Le advirtió que la manada de almas blasfemas está bajo el liderazgo directo del príncipe de los demonios, que es el mismo lucifer.

Y que las otras manadas de pecadores como por ejemplo los dados a la borrachera y la avaricia, son conducidas por demonios menos poderosos.

Pero le dijo que no temiera a lucifer porque San Miguel Arcángel la protegería.

Y la reprendió por no orar por los blasfemos, le dijo que era el demonio el que la había tentado a no hacerlo, a desconfiar de la misericordia de Dios, y así negar a los blasfemos la oración, pensando que carecía de poder sobre los blasfemos.

Nuestro Señor le preguntó a sor María: «¿No te di el ejemplo de orar por los blasfemos mientras estaba en la cruz?»

Y entonces le dio una Flecha de Oro con la cual herir, con delicias de su Corazón a los blasfemos, y sanar las heridas infligidas por la malicia de los pecadores.

Y prometió a quien la recitara frecuentemente,

«A todos aquellos que, en reparación de blasfemias, defendiesen Mi causa con oraciones, con palabras o por escrito, Yo también defenderé su causa ante Mi Padre y les daré Mi reino. 

Y cuando mueran, limpiaré el rostro de sus almas, de las manchas del pecado y les restauraré su belleza original».

Este es el origen de la oración que conocemos como la Flecha de Oro, que se recita así,

“Que el más santo, más sagrado, más adorable, más incomprensible e inefable Nombre de Dios sea por siempre alabado, bendecido, amado, adorado y glorificado, en el Cielo, en la tierra y bajo la tierra, por todas las criaturas de Dios.

Y por el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Amén».

Nuestro Señor dijo que esta oración desencadena un torrente de gracia para los pecadores.

Y le pidió a Sor María de San Pedro hacer una comunión de reparación por la profanación dominical, que es el pecado contra el tercer mandamiento.

Bueno hasta aquí sobre las gracias que se pueden obtener mediante la devoción a la Santa Faz y las oraciones dictadas por Jesús. 

Y me gustaría preguntarte si tú tienes devoción a la Santa Faz o has realizado oraciones por ella, o no.

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