Entretelones del nombramiento del nuevo obispo de Chicago.
Recientemente el papa Francisco nombró como sucesor del cardenal George, el gran inspirador de la actual línea conservadora de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, a un obispo de orientación opuesta ¿Cómo debemos interpretar esto?
Viniendo del papa Francisco, que ha demostrado ser un pragmático antes que una persona que tiene una línea ideológica clara en su pontificado, quizás deberíamos verlo como probar otra línea en medio de una nación que se laiciza en términos sorprendentemente rápidos. Pero hay que verlo a la perspectiva que da el paso del tiempo y de otros movimientos de Francisco para juzgar su intencionalidad y su justeza.
Traemos la interpretación del conocido vaticanólogo Sandro Magister para su discernimiento.
Magister dice que mientras que el mundo eclesial norteamericano estaba aturdido todavía por la noticia de la inminente remoción del cardenal Raymond L. Burke, – del catolicismo más conservador y tradicionalista de Estados Unidos e históricamente más “papista” – ha sufrido un posterior impacto con el nombramiento del nuevo arzobispo de Chicago.
La decisión de Francisco de elegir a Blase Joseph Cupich como nuevo pastor de la tercera diócesis de Estados Unidos ha sumergido en una profunda depresión al componente particularmente dinámico del catolicismo conservador, casi al borde de un ataque de nervios. Basta recorrer las reacciones de los sitios web y de los blogueros de esta zona del mundo para registrar la ofuscación y la contrariedad por el nombramiento.
Por el contrario, la parte más progresista del catolicismo americano, históricamente hipercrítica de los últimos pontificados, celebró con entusiasmo la llegada de Cupich, definido por la prensa laica como un “moderado”, calificación recurrente en Estados Unidos para señalar a un «liberal» no radicalizado, pero aún así «liberal».
El predecesor de Cupich, el cardenal Francis E. George, había escrito no hace mucho tiempo en su «columna» para el semanario diocesano esta profecía:
«Yo moriré en mi lecho, mi sucesor en prisión, y su sucesor martirizado en la plaza pública. Pero luego de él otro obispo recogerá los restos de una sociedad en ruinas y lentamente ayudará a reconstruir la civilización, como la Iglesia ha hecho tantas veces a lo largo de la historia».
George ha sido siempre muy crítico de la derivación laicista en el campo legislativo determinada bajo la presidencia de Barack Obama, bien conocido por él desde cuando era senador por Illinois. Pero es difícil pensar que su profecía se realizará, al menos para su sucesor inmediato.
Para entenderlo, es suficiente con transitar también en forma sintética el recorrido eclesiástico del nuevo arzobispo de Chicago.
Cupich, de 65 años de edad, no es originario de Chicago, como George, sino de Omaha, en el periférico y rural Estado de Nebraska.
Su primera sede episcopal fue Rapid City, en la que sucedió al conservador Charles J. Chaput. Y es en esta pequeña diócesis de Dakota del Sur que en el 2002 se hizo notar por haber prohibido a una comunidad católica tradicionalista que celebrara el triduo pascual según el rito romano antiguo, luego liberalizado en el 2007 por Benedicto XVI con el motu proprio «Summorum pontificum».
Los católicos conservadores recuerdan también que durante el desencuentro entre los obispos de Estados Unidos y la Casa Blanca sobre la reforma sanitaria, Cupich fue uno de los poquísimos prelados, menos de una decena, que no han dicho ni siquiera una palabra en contra, aun cuando la crítica al Obamacare no es la posición de algunos obispos “extremistas”, o “guerreros culturales”, como se suele decir en sentido despreciativo, sino la posición oficial del Episcopado.
Convertido en obispo de Spokane en el año 2010, al año siguiente Cupich prohibió a sus sacerdotes y diáconos que tomaran parte en las jornadas de oración frente a clínicas abortistas. Una prohibición en neta contradicción respecto al “mainstream” de la Iglesia de Estados Unidos. En efecto, frente a estas clínicas se rezan Rosarios en casi todas las diócesis de Estados Unidos. Participan en estas jornadas varias decenas de obispos, incluidos, por ejemplo, el también «moderado» cardenal de Washington, Donald Wuerl, y el actual presidente de la Conferencia Episcopal, Joseph Kurtz, arzobispo de Louisville.
La voz de Cupich – hacen notar tanto los católicos conservadores, con dolor, como los progresistas, con satisfacción – se eleva siempre sonora cuando se habla de inmigración o de pena de muerte, pero es afectada siempre por la afonía cuando se discute sobre el aborto, sobre la eutanasia y sobre la libertad religiosa, o cuando se critica a la administración Obama en lo que se refiere a la reforma sanitaria.
Significativo en este sentido es el hecho que Cupich haya decidido duplicar el ámbito de la oficina “Respect Life” en la diócesis de Spokane, para dar a la lucha contra la pena de muerte el mismo peso que a la lucha contra el aborto.
En consecuencia, con Cupich parece que vuelven a tener auge en Chicago los tiempos del cardenal Joseph Bernardin, predecesor de George, campeón del catolicismo “liberal” de Estados Unidos y creador de la elefantiásica máquina burocrática de la Conferencia Episcopal, de la que fue presidente desde 1974 hasta 1977 y «dominus» hasta su muerte en 1996.
Y la era Bernardin parece volver gracias a una movida del papa Francisco que ha golpeado por sorpresa y ha tomado a contrapié a un episcopado como el de Estados Unidos, hoy ampliamente caracterizado por nombramientos hechos por Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Que fue una sorpresa se pudo notar por el hecho que pocos días antes del nombramiento el semanario «Our Sunday Visitor», el más oficial de los periódicos católicos de barras y estrellas – y que tiene como presidente de la homónima casa editorial al periodista Greg Erlandson, miembro de la comisión sobre la reorganización de los medios de comunicación vaticanos reunida en Roma por primera vez la semana pasada –, al dar la lista de los ocho nombres de posibles sucesores del cardenal George no mencionó al elegido por el papa Jorge Mario Bergoglio, es decir, Cupich.
Que además el nombramiento haya tomado a contrapié al episcopado USA puede resultar evidente por los resultados de las elecciones de los actuales presidente y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, celebradas hace menos de un año, en noviembre del 2013.
En esa jornada electoral, en efecto, entre los diez candidatos estaba también Cupich. La suya era considerada por los colegas como la más marcadamente “progresista”, eclesiásticamente hablando, de las candidaturas presentadas.
Ahora bien, en la primera votación, que vio la repentina elección a presidente del vicepresidente saliente, es decir el arzobispo Kurtz, con 125 votos sobre 236 Cupich llegó solamente séptimo, con apenas 10 votos.
Obtuvieron más sufragios que él el cardenal de Houston, Daniel N. DiNardo (25), el arzobispo de Filadelfia, Chaput (20), los arzobispos de Los Ángeles, José H. Gómez, y de Baltimore, William E. Lori (15 votos cada uno) y el arzobispo de Nueva Orleans, Gregory M. Aymond (14).
En las dos votaciones para la vicepresidencia Cupich estuvo muy lejos de ser elegido, al alcanzar el quinto lugar (sobre nueve) tanto en el primer turno con 24 votos sobre 236, como en el segundo turno con 17 votos sobre 235.
Para Chicago, entonces, el papa Francisco no ha tomado en cuenta las orientaciones del episcopado local, contrariamente, por ejemplo, a lo que ha hecho en España, donde promovió a Madrid a Carlos Osoro Sierra, quien como arzobispo de Valencia fue elegido el pasado mes de marzo como vicepresidente de la Conferencia Episcopal en el primer turno, con 46 votos sobre 79.
No parece que el Papa haya tenido en cuenta las indicaciones del cardenal George, quien habría pedido como coadjutor a un sacerdote de la diócesis. Todo lo contrario a lo que ocurrió en Sydney, donde Francisco nombró el 18 de setiembre al dominico Anthony Colin Fisher, el pupilo del arzobispo saliente, es decir, de ese cardenal George Pell, de impronta conservadora, a quien el Papa ha llamado a Roma como “zar” del aparato económico financiero vaticano.
Hay sólo un punto en el cual Francisco ha utilizado para Chicago el mismo procedimiento utilizado para Madrid y Sydney. En los tres casos ha procedido al nombramiento sin hacerlo discutir primero por los cardenales y obispos miembros de la Congregación para los Obispos, aun cuando todos fueron renombrados por él el año pasado con nuevos ingresos significativos y otras tantas depuraciones significativas (la más clamorosa es la del cardenal estadounidense Burke).
Para Chicago, resulta que el papa Francisco procedió con una consulta personal, paralela a la del dicasterio. Apoyando al Papa en el nombramiento de Cupich habrían estado, en particular, los cardenales Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga y sobre todo Theodore McCarrick, emérito de Washington, exponente de la vieja guardia «liberal» del episcopado de USA.
A decir verdad, no es una novedad de este pontificado que nombramientos episcopales, también importantes, no sean discutidos colegialmente por la pertinente Congregación vaticana. Con Benedicto XVI no se discutió la provisión canónica de Venecia (pero sí las de Milán, Malinas-Bruselas, Santiago de Chile y Manila). Pero con este pontificado este abandono de los procedimientos parece ser usado con una frecuencia mucho mayor.
Efectivamente, no han pasado por el tamiz de la Congregación no sólo los nombramientos de Chicago, Sydney y Madrid, sino también, en Alemania, la selección de la terna a ser considerada según la tradición en el capítulo de Colonia, al igual que todos los nombramientos – una veintena – que se refieren a la Argentina.
En Italia – para dar dos ejemplos – no han pasado por el examen de la Congregación de los Obispos las sucesiones en Locri y en Isernia, donde han sido promovidos los vicarios generales de dos eclesiásticos en gracia con el Papa, por un lado el del obispo de Cassano all’Jonio y secretario general de la Conferencia Episcopal, Nunzio Galantino, y por otro lado el del arzobispo de Chieti-Vasto y secretario especial del próximo sínodo, Bruno Forte.
Volviendo a Estados Unidos, en este punto será interesante ver qué sucederá en el próximo consistorio para la creación de nuevos cardenales.
Actualmente son tres las diócesis USA tradicionalmente cardenalicias gobernadas por un arzobispo sin la púrpura hasta ahora: Chicago, Los Ángeles y Filadelfia.
Es fácil considerar que el papa Francisco concederá la birreta al de Chicago, el único de los tres nombrados por él.
Pero será curioso verificar si al mismo tiempo tendrá la púrpura también la diócesis de Los Ángeles, cuyo ordinario es del clero del Opus Dei, o la de Filadelfia (no las dos juntas, porque parece impensable que el papa Bergoglio cree tres nuevos cardenales USA con un solo golpe).
O si por el contrario, como señal ulterior para enviar al otro lado del Atlántico, la púrpura de Chicago estará seca, sin contrapesos.
Fuentes: Sandro Magister, Signos de estos Tiempos
Si estan haciendo lo opuesto a lo que Dios quiere, ojala Dios los quite de donde no deven estar, si no ayudan a salvar almas, que no estorben.
Pedimos por todas las necesidades del cardenal BURKE, DIOS ESTE SIEMPRE CON EL.
Papa Francisco, QUEREMOS DE REGRESO AL CARDENAL BURKE EN NOMBRE DE DIOS!
oremos por el por Burke y por Benedicto XVI que deben estar y sentirsen muy solos. Aunque se que ellos saben que Dios los acompaña. oremos por la iglesia catolica me une mucho al dolor, ella como Jesus estan pasando de nuevo la Pasión de Jesucristo.