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«El Cuerno de África está experimentando la peor sequía en 60 años», dice la portavoz de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, Elizabeth Byrs. Diez millones de personas podrían morir de hambre y millones de refugiados y desplazados deambulan sin una previsión de un plan creíble para salvar sus vidas.

Eritrea, Etiopía, Somalia y el norte de Kenia están sufriendo una grave situación de emergencia humanitaria, y este fenómeno está dando lugar a un aumento de los precios de los alimentos hasta el 60-80 por ciento en comparación con 2010.

Según las últimas cifras dadas a conocer por la ONU, la sequía afecta a 3,2 millones de personas en Kenia, 2,6 en Somalia, 3,2 en Etiopía y 117.000 en Djibouti.

En algunas zonas de la región, la tasa de desnutrición infantil es dos veces mayor que el umbral de urgencia fijado en el 15%. En Somalia, una de cada tres niños sufre de desnutrición.

El gobierno de Kenia ha declarado desastre nacional y ha pedido ayuda a la comunidad internacional. El campamento de refugiados de Daadab, el más grande del mundo, en el norte de Kenia, ha llegado al límite de su capacidad. A pesar de que la situación humanitaria es catastrófica, las Naciones Unidas luchan para recaudar los fondos necesarios para afrontar la crisis.

Se estima que la cuarta parte de los somalíes han sido desplazados dentro de ese país o viven fuera de Somalia como refugiados.

LA CRISIS EN CIFRAS

Es la peor sequía en 60 años en Somalia

La situación se agrava debido a la violencia que se registra en ese país.

Se estima que 135.000 somalíes han huido por la sequía y la violencia este año.

Más del 50% de los niños somalíes que llegan a Etiopía presentan serios signos de desnutrición.

La crisis alimentaria en el Cuerno de África afecta a más de 12 millones de personas.

Los organismos de ayuda humanitaria han hecho un llamado de emergencia para recaudar US$ 150 millones.

TESTIMONIOS

Weheleey Osman Haji dio a luz tras 22 días caminando, todavía lejos de cualquier ayuda.

«Es una cuestión de vida o muerte», dice Weheleey Osman Haji, una mujer de 33 años, madre de seis hijos.

El último de ellos, Iisha, tiene un día de nacido. Iisha, cuyo nombre se podría traducir como «vida», estaba profundamente dormido en los brazos de su madre, ignorante de las circunstancias que rodearon su llegada a este mundo.

El bebé nació bajo una acacia cerca de Liboi, un pueblo en la frontera entre Kenia y Somalia.

«Había una sequía… habíamos estado caminando 22 días tomando sólo agua. Desde que di a luz al bebé no he comido nada. Yo necesito comida, vida, agua y refugio, todo lo que un ser humano necesita», afirma.

Hay muchas otras madres como Weheleey. Una de ellas contó que dejó a su hijo enfermo a un lado del camino porque éste estaba muy débil para seguir el viaje hasta Kenia. Agobiada por la responsabilidad de sus otros hijos pequeños, lo dejó en el desierto. «Sus ojos todavía me persiguen», dijo.

Rukiyo Maalim Noor también ha estado viajando por los últimos 20 días. Tenía un bebé de un mes. «Simplemente nos fuimos. No podíamos quedarnos por la sequía. No había comida, nada que darle a los niños».

Mohammed Abdi también estaba entre quienes decidieron hacer el recorrido hasta Kenia. «Empecé mi viaje el 18 de junio. La mayor parte de mi familia está en el bosque también, buscando una ruta hacia el campo de refugiados de Dadaab. Otros ya están aquí». «Es irónico. Ahora que hay una paz relativa en Somalia, seguimos escapando. Es debido a la sequía. Lo hemos perdido todo, excepto estos dos camellos. No hay motivo para quedarse».

Abdi, su esposa y sus hijos, estaban a unos 80 kilómetros de Dadaab, el mayor campo de refugiados del mundo. «Me rompe el corazón ver sufrir a mis hijos. Pero ¿qué puedo hacer yo? Lo he intentado».

Cuando le contamos a Abdi que la milicia islamista Al Shabab ha aceptado permitir que algunas organizaciones humanitarias lleven ayuda a Somalia, se mostró escéptico. «Ellos nos detuvieron en el camino y nos dijeron que regresáramos. Nos dijeron que era mejor morir en nuestra patria. Querían que rezáramos para que llegara la lluvia», expresa Abdi.

DESAFÍO

Muchos de los refugiados que llegan a Dadaab, lo hacen a través del pueblo fronterizo de Liboi. Cientos más usan rutas no oficiales por el temor a ser devueltos por el gobierno de Kenia.

Muchos niños no sobreviven la primera semana en el campamento de refugiados pues están muy débiles.

La frontera entre Kenia y Somalia fue cerrada oficialmente a principios de 2008 para evitar que las milicias somalíes entraran al país a través de la larga y porosa línea que separa a los dos países.

Sin embargo, el Comisionado de Distrito de Kenia, Bernard Ole Kipuri, dijo que su país, como signatario de tratados internacionales, no puede rechazar a personas que estén buscando ayuda.

Algunos líderes locales creen que los cárteles dentro de Somalia están explotando la situación cobrándoles a los refugiados por el viaje hasta los campamentos.

Esos refugios hacia los cuales huyen están superpoblados y las organizaciones de ayuda afirman que ya están al límite.

Los tres campamentos en Dadaab acogen a más de 370.000 refugiados, muy por encima de su capacidad formal de acoger sólo a 90.000.

Una vez en el campamento puede tomar de siete a doce días recibir la primera ración alimenticia.

El nivel de malnutrición entre los niños que huyen de la sequía en Somalia podría conducir a una «tragedia humana de proporciones inimaginables», señaló el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Antonio Guterres.

Fuentes: Agencia Fides, BBC Mundo y otras


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