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La fe puede curar a los celíacos.

 

Uno de los problemas prácticos de la liturgia es la situación de aquellos fieles católicos que ven dificultada su participación ordinaria en la comunión eucarística sacramental por su condición de enfermos celíacos. Pero para algunos la fe es sana esta enfermedad, como se puede ver en el estimonio de una uruguaya que traemos.

 

hostia para la comunion

 

La enfermedad celíaca es una enfermedad crónica consistente en una intolerancia permanente al gluten, que afecta a alrededor de una de cada doscientas personas. El gluten es una proteína presente en el trigo y en otros cereales. La ingestión de esta proteína, aún en pequeñas cantidades, puede causar trastornos muy importantes e irreparables al celíaco.

Tal situación reclama una especial sensibilidad pastoral tanto en la catequesis como en la celebración litúrgica, especialmente en el caso de los niños; para que nada aumente la dificultad, que ya de por sí significa el tener que convivir literalmente con esta enfermedad de por vida.

La Iglesia facilita el acceso a la participación plena en la Eucaristía a los celíacos. Y para ello basta que antes de la celebración la propia persona que padece la enfermedad, o los padres o familiares del niño que la tiene, informen del deseo de comulgar al ministro de la Eucaristía para que éste, acogiendo la petición con la mayor delicadeza y sin reclamar mayores explicaciones, facilite al celíaco la Comunión bajo la sola especie del vino (cf. CDC cán 925).

En muchos casos, los celíacos por su gran sensibilidad al gluten, requieren que se ponga a su disposición un segundo Cáliz en el cual la única materia que haya sido consagrada sea el vino y por ende sobre el cual no se haya llevado a cabo ni la partición ni la intinción del Pan eucarístico. Asimismo se debe disponer de un purificador cuyo uso sea exclusivo del celíaco.

Testimonio de una uruguaya que era celíaca y se sanó

Una noche, hace alrededor de 6 años, me desperté con una taquicardia impresionante. Mi corazón latía a unas 180 pulsaciones/minuto. Me llevaron a Emergencia, me medicaron y comenzaron los estudios. Según los médicos, tenía un problema de tiroides. Empecé un tratamiento con un endocrinólogo, el Dr. J. B. Un día le comenté que en mi familia hay varios celíacos, y le pregunté si no convenía que me hiciera el estudio.

El médico ordenó el análisis, y el estudio dio que tenia los anticuerpos de celiaca. A partir de allí comencé un régimen que implica comer sin gluten. Los celíacos no podemos comer ni trigo, ni avena, ni centeno, ni cebada. Me informé sobre qué podía y no podía comer con los celíacos de mi familia, asistiendo a charlas en la Asociación de Celíacos, etc.

Cuando fui a la gastroenteróloga, me dijo que volviera en 5 o 6 meses para hacerme una biopsia, cosa que nunca hice pues me sentía bien. Al mes de haber comenzado el régimen de celíaca, los análisis de sangre de la tiroides daban normales.

Al no poder comer harina ni nada contaminado con una milésima de harina, mi vida social se fue restringiendo. Cada vez me costaba mas salir, pues me resultaba difícil encontrar en todos lados algo qué comer acorde a mi dieta, cosas sin harina, y con la seguridad de que no estaban contaminadas con ella. A veces tenía que llevarme mi comida, y me sentía ridícula o no podía comer nada.

Recuerdo que una noche salimos a cenar con unos amigos y fuimos a un restaurant. Le avise al mozo de que era celíaca y me comentó que había puré de manzanas. Me dijo que podía comerlo pues era puro de manzanas sin harina ni espesantes, y bueno me comí unas ricas costillitas de cerdo con puré de manzana… Pero cuando volvi a casa, casi me muero de dolor en el pecho, fue espantoso y era porque la comida, SI estaba contaminada. Los llamé y los rezongué, y les expliqué el alcance de la enfermedad, pues conocia a los dueños.

Otra vez fui con una amiga a Buenos Aires, a una misa celebrada por el P. Fabián, y se ve que allí también, sin darme cuenta, comí algo contaminado con gluten, porque me sentí muy mal durante a Misa.

Si comulgaba con las hostias normales, tambien tenía problemas estomacales, y sentía dolor. Por eso cuando comencé a venir a Misa a este Santuario (de la medalla Milagrosa en Uruguay) me traía mis hostias para que el padre las consagrara. Los síntomas que tenía eran muy feos, la lesión que el gluten produce en los intestinos puede producir cáncer de intestino, pues la flora intestinal desaparece.

El 14 de mayo de hace dos años fui por primera vez a Salta, de peregrinación. Mi vida cambió y empecé a asistir a las misas de sanación que celebra el P. Fabián Barrera. Comencé a participar de un grupo en la Medalla Milagrosa, donde alguien me dijo que cuando me acordara de algo que habia pasado en mi infancia, el Señor me iba a sanar.

Llegue a casa, llamé a mi madre y le pregunte si ella se acordara de algo que me hubiera pasado en la infancia, pero todo lo que me dijo fueron cosas normales, pues tuve una infancia super feliz. Un dia estando en adoración en el Santuario del Cerrito de la Victoria, me acordé que en mi infancia me habían contado un chiste, que era feo, muy feo y que yo se lo repetí a mis primas, sin tener ni siquiera conciencia de lo que decía con ese chiste… Cuando salimos del Cerrito, le dije a P., el guía de mi grupo: “ya sé, ya sé que fue lo que pasó, Fue un chiste. Y ahora ya lo confese”.

A los pocos días fuimos a visitar a unos amigos a La Floresta y por primera vez me salí del régimen. Comí un bizcocho. Mi marido me retó pues sabía como me sentía luego de comer algo contaminado y teníamos que venir a Montevideo. ¡Yo le dije estoy sanada! Esa respuesta mía fue totalmente irracional, pero así lo sentí dentro mío, estaba sanada. Bueno, obviamente no me pasó nada con el bizcocho, ni dolores, ni diarrea, ni hinchazón, nada.

De a poco fui empezando a comer cosas con gluten, a no preocuparme demasiado, y todo siguió bien.

Todos me decían – mi marido, mis padres, P. el guía de mi grupo, mis amigos – que tenía que hacerme los análisis para verificar si seguía siendo celíaca o no. Demore como 2 meses, pero al final me los hice. Me los entregaron, y efectivamente, no dieron nada anormal. Estoy curada.

Gracias Señor por todo lo que hiciste por mi durante este año.

Gracias a A., mi marido, por aguantarme las llegadas tarde…

Todo esto que les cuento es para que vean como el Señor actua en nosotros, este testimonio es para Gloria de Dios, pues sin EL nuestra vida no tendria sentido, bendito seas por siempre Señor.

Fuentes: Conferencia Episcopal Española, Padre Fabián Barrera, Signos de estos Tiempos

 

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