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Mientras las iglesias se vacían en occidente, crecen los lugares de peregrinación

El culto de las reliquias y objetos religiosos no conoce la crisis.

 

No se puede cerrar los ojos a esto. Los templos donde se da misa se vacían en occidente, mientras que los lugares de peregrinación, donde se venera a alguna advocación y reliquias de santos o históricas, crecen en afluencia de público. El mensaje es claro, la religiosidad popular es la que está manteniendo a la iglesia, y no la religiosidad abstracta de teólogos y eruditos.

 

reliquias en altar

 

Más de una vez seguramente hemos oído homilías donde sacerdotes torpedean la religiosidad popular, obligando a personas que tienen poca capacidad de abstracción vehiculicen su religiosidad sólo a través de ideas y sentimientos, porque desmerecen y hasta ridiculizan cualquier atadura de la fe a objetos físicos que le den un recuerdo o alusión como guía. No es ni más ni menos que un prejuicio intelectual, porque la educación es la que permite a las personas una mayor o menor capacidad de abstracción; cuanta mayor educación hay mayor capacidad de abstracción, y en el otro extremo, la baja educación se expresa en mayor concretitud.

En estos últimos tiempos hemos sido testigos del enorme éxito de la gira mundial del cuerpo de Don Bosco, que ha viajado por 130 países. Cada vez que se expone, por cualquier medio la Sábana Santa multitudes acuden al llamado. Y los lugares de apariciones y de milagros eucarísticos mantienen una popularidad que no tienen las iglesias, que muchas veces se ven obligadas a crear museos anexos para aumentar su atractivo.

Haga un ejercicio y piense en los lugares católicos a los que afluyen más fieles, sacando claro está al Vaticano porque está el Papa, y verá que en todos ellos el llamado es un objeto físico, ya sea el lugar donde sucedió una aparición, las reliquias de un milagro eucarísitico o reliquias de santos, o sitios físicos donde trascurrió un hecho evangélico.

Esto se inscribe dentro de una tendencia general, porque no son sólo los cristianos los que toman gran interés por los objetos físicos, por ejemplo por los «restos», que incluyen fragmentos de hueso de los cuerpos de santos y objetos y prendas que usaron. Musulmanes y budistas también lo hacen.

Y no son sólo los creyentes que veneran reliquias tampoco. Las personas no religiosas veneran objetos pertenecientes a sus personalidades favoritas seculares que conservan los museos, desde el cabello de George Washington a la uña de Elvis Presley, por no mencionar el cuerpo de Lenin en exhibición en un mausoleo en la Plaza Roja de Moscú.

En la Iglesia hay quienes ven este apego a las reliquias como un signo de una fe inmadura y primitiva. Pero también es cierto que desde hace décadas, en la medida que las iglesias se fueron vaciando, los únicos lugares que conservan su popularidad fueron los santuarios vinculados al culto popular.

Cuando la fe no se convierte en obsesión o superstición, nublando la verdadera esencia de la fe, el culto de las reliquias puede ser profundamente significativo. De hecho, nos recuerda una característica fundamental del cristianismo, la fe en la encarnación de Dios que hizo que el divino cuerpo de alguna manera se convirtiera en cuerpo de hombre.

La tradición de colocar la reliquia de un mártir o un santo por debajo de los altares de iglesias dedicadas a dichos individuos transformándolos en una especie de tumba, muestra un lazo espiritual que no excluye un elemento del mundo físico.

La piedad popular que Francisco propugna en su Exhortación Apostólica «Evangelii Gaudium» está impregnada por la humanidad, que desea «ver» con sus propios ojos y «tocar», lo que se describe claramente en el relato evangélico de la incredulidad de Tomás.

A lo largo de la turbulenta historia de la Iglesia ha habido muchos abusos y reclamaciones de reliquias que alguna vez se presentaron como ciertas, pero para las que no contundentes pruebas a favor o ni se han demostrado que sean falsas.

Sin embargo no hay que ser demasiado rápido para señalar con el dedo a la gente común como los únicos que propagan estas falsas creencias. Entre las reliquias que venera la mayoría, hay una serie de fragmentos que se dice que han venido de la cruz de Cristo. Durante mucho tiempo, alguno sarcásticamente dijo que había suficientes de estos fragmentos como para construir un barco. Pero en la mitad del siglo XIX, un arquitecto francés con una pasión por la arqueología cristiana decidió catalogar los fragmentos y resultó que no había incluso suficientes piezas para reconstruir uno de los dos brazos de la cruz.

Fuentes: Vatican Insider, Signos de estos Tiempos

 

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