Consecuencias de la anexión de Crimea por Rusia.

 

En Rusia se ha desatado un clima de fanatismo nacionalista luego del referendum de Crimea y de las declaraciones de Putin apelando a la “Gran Rusia”, que ha creado internamente la persecución de quienes no siguen el juego. Pero mientras Putin presiona para incrementar el nacionalismo y así justificar su política, a la Iglesia Ortodoxa Rusa, que apuntala espiritualmente al régimen, se le diluye la posibilidad de seguir manteniendo el liderazgo dentro del mundo ortodoxo.

 

Putin y Patriarca Kirill

 

Esta tendencia seguirá creciendo porque el fuego es atizado por las sanciones recíprocas entre Rusia y Occidente, las noticias sobre los movimientos bélicos, la posibilidad de la secesión de otras provicias de Ucrania, como Kherson, y las actitudes ambiguas dentro de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

NUEVA PROVINCIA DE UCRANIA EN EL JUEGO DE IMPULSAR UN NUEVO REFERÉNDUM DE SECESIÓN

Ahora los ucranianos en Kherson, la provincia al norte de la península de Crimea, están empujando a votación por la secesión de Ucrania.

La provincia tiene una población de habla rusa enorme, y su voto podría ir en contra de Kiev como lo hizo el referéndum en Crimea. Además de un gran impulso de los políticos rusos étnicos, la propuesta en Kherson podría ser impulsada por la presencia de soldados rusos, manifestantes pro-Moscú y el tipo de propaganda por la cual Ucrania acusó a Moscú de participar en Crimea antes de la votación.

«No vamos a permitir que el país se divide aún más», dijo Mykola Mikolayenko, el alcalde de la ciudad capital de la provincia, en una reunión del consejo de la ciudad

«Si los concejales pro-Rusia quieren que Kherson se una a Rusia, mejor que piensen de nuevo. No será tolerado. Esto es traición».

Pero la gran mayoría de los residentes de la provincia de Kherson son de habla rusa, con el ucraniano surzhik (una mezcla de ruso y ucraniano) que se habla en las zonas rurales. Casi tres cuartas partes de la población de 1,2 millones se identifican como ucranianos y el 20 por ciento se consideran rusos, de acuerdo con estadísticas oficiales. Aún así, con la ampliación de la división étnica y la voluntad de Rusia de participar, no está claro cómo podría ir una votación.

Kherson es clave en el conflicto que se desarrolla porque vincula a Crimea con el continente por ferrocarril y carretera, y proporciona a la península impugnada la mayor parte de sus alimentos, agua potable y electricidad.

PROBLEMAS PARA LA IGLESIA ORTODOXA RUSA

Cuando el pasado 17 de marzo el presidente ruso Vladimir Putin dirigió al Parlamento federal su apasionado discurso sobre la defensa de la Gran Rusia, para justificar la anexión de la Crimea, las miradas de los presentes de las primeras filas vieron una ausencia con preocupación, se notaba la falta de la tiara blanca del patriarca Kirill. Sólo dos filas atrás estaba el sombrero de su vicario, el anciano metropolita Juvenaliy, enviado para representar a la Iglesia patriarcal, cuya bendición era indispensable para confirmar la necesaria reapropiación de la «tierra santa» de Crimea.

La ausencia de Kirill fue justificada por su portavoz con inciertas referencias a su estado de salud (pero resulta que el día anterior había presidido una larga celebración) y al devoto silencio cuaresmal (que también debería valer para Juvenaliy).

En realidad la falta bendición de Kiril demuestra el disgusto extremo del Patriarcado de Moscú frente a la crisis ucraniana, que puede sacudir también los cimientos de las mismas instituciones eclesiásticas, y echar por los aires las perspectivas de desarrollo que con tenacidad Kirill ha cosntruido en los últimos años. Parece que Putin, esta vez, fue demasiado lejos también para sus padres espirituales.

Kirill no es que no sea patriota. Es más, él es uno de los principales custodios y propagandistas. Kirill expresa la reencarnación del modelo llamado «josifiliano» – alusión al monje Josif de Volokolamk que en 1500 creó la idea de la Iglesia «constitutiva del Estado», una de las expresiones favoritas del actual patriarca, ideal realizado luego por el zar Iván el Terrible, que es la verdadera figura de referencia de su actual sucesor Putin.

Sin embargo hoy, mientras el 95% de los rusos de Crimea aprueba con entusiasmo el retorno a la madre Rusia y la mayoría de los rusos se enorgullece por la demostración de fuerza que el país opone a Occidente, el Patriarca se retira y se cierra en un ascético silencio.

¿Y ahora qué sucederá? ¿Se creará en Ucrania una [otra, ya hay dos] Iglesia [ortodoxa] independiente de Moscú?

¿Qué hacer con la misma diócesis de Crimea, que ahora se convirtió en rusa a nivel civil? ¿Pasará directamente bajo el Patriarcado de Moscú? ¿Y si Kiev no estuviese de acuerdo?

Ucrania a nivel eclesiástico expresa casi la mitad de las parroquias de todo el Patriarcado de Moscú (13.000 parroquias ucranianas frente a las 15.000 rusas).

Cerca del 60% del clero del Patriarcado de Moscú es de Ucrania, incluyendo numerosos obispos que trabajan en la propia Rusia.

En Ucrania además surgieron diversas tentativas de independencia autonomista, que quisieran la completa auto-acefalía y la independencia del Patriarcado de Moscú. Por otro lado la sede de Kiev es históricamente la originaria, de la cual Moscú se separó sólo en 1589.

La Iglesia de obediencia moscovita arriesga en aparecer a los ojos de los ucranianos como la «iglesia invasora», lo que daría aire nuevo al retomar la autoridad de la otra iglesia ortodoxa que hay en Ucrania, la Iglesia Ucraniana Independiente, del Patriarca Filaret Denisenko, hoy debilitada pero aún numerosa.

Sin contar está la Iglesia Grecocatólica del arzobispo mayor Svyatoslav Sevchuk, que tiene su bastión de Ucrania occidental y que ha apoyado las protestas del Maidan y la revolución de hecho en Kiev.

Kirill teme también perder su posición dominante en la entera comunión ortodoxa, que en 2016 se reunirá en Fanar [la sede del Patriarcado de Constantinopla] para el gran Concilio Panortodoxo, el primero de toda la historia milenaria de la Ortodoxia.

Actualmente Moscú representa el 70% de todos los ortodoxos del mundo; si su jurisdicción fuese dividida a mitad, se arriesgaría a terminar siendo otra minoría.

Esto, de hecho, podría ser la tumba de todas las ambiciones de la Ortodoxia rusa de guiar el mundo cristiano en contraposición (o al menos a la par) con el Papa de Roma.

Fuentes: Fox News, Asia News, Signos de estos Tiempos

 

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