La mayoría de los milagros eucarísticos se producen mediante manifestaciones de hostias que sangran.

Y quizás sean los más dramáticos porque dejan una huella visible que puede observarse a través del tiempo.

Por eso solemos creer que sólo esos son milagros eucarísticos.

Pero los hay de diversos tipos.

Un tipo especial es la manifestación del Niño Jesús en la hostia consagrada, que se hace visible a quienes está alrededor.

Y al igual que los otros, muestran la presencia real de Nuestro Señor en el pan consagrado.

Ya no se trata se que la Iglesia opine que Cristo está presente en la hostia consagrada con su carne y su sangre real, sino que tiene prueba de ello.

Te recomendamos leer el mayor compendio de milagros eucarísticos aquí y el milagro eucarístico de Buenos Aires donde intervino el Papa Francisco.

  

EL CRISTIANISMO NO ES SÓLO EMOCIÓN SINO QUE PRESENTA PRUEBAS

El cristianismo sostiene, y tiene pruebas, que el Hijo de Dios se hizo hombre y vivió en la tierra durante 33 años.

Era el mesías que esperaba el pueblo judío, que predicó su evangelio durante 3 años y finalmente fue crucificado.

Y resucitó a los 3 días, de lo cual también hay pruebas por sus 40 días apareciéndose a los discípulos y a multitudes.

La Iglesia Católica además sostiene que Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo o sea el día anterior a su crucifixión.

Allí, en la última cena con sus apóstoles, levantando un pedazo de pan dijo este es mi cuerpo que se entregará por ustedes.

Luego, levantando una copa de vino dijo esta es mi sangre, la sangre del nuevo y eterno pacto.

Finalmente pidió que comieran y bebieran su cuerpo y su sangre en memoria de Él.

Y desde ese momento la Iglesia Católica hace eso hasta que Él vuelva.

Pero también tiene pruebas de Su presencia real de la carne y la sangre de Cristo en la hostia y el vino, consagrados por las manos de un sacerdote legítimamente ordenado.

Estas pruebas son los milagros eucarísticos, que han surcado de la historia de la iglesia y hoy superan los 150 aprobados por la Iglesia, pero hay muchos más.

La presencia real de Jesucristo en las especies de pan y vino consagradas, o sea el fenómeno de la transubstanciación no es fácil de aceptar.

Principalmente porque el aspecto exterior de la hostia y del vino se conservan y no hay nada externo que informe que hay hubo un cambio de fondo.

Estos los milagros eucarísticos han sucedido en situaciones de dudas sobre la transubstanciación, especialmente de parte de sacerdotes.

Y han dejado pruebas irrefutables, que la ciencia no puede explicar.

 

  

NUESTRA FE NO SE BASA EN MILAGROS PERO AYUDAN

Sin embargo nuestra fe no se basa en los milagros eucarísticos, sino en la proclamación que Jesús es el Hijo de Dios, que vino a salvarnos para la vida eterna.

Los cristianos no están obligados a creer en los milagros eucarísticos, ni en otro tipo de milagros, aún siendo reconocidos por la Iglesia.

Pero nuestra fe es sobrenatural, por lo tanto el creyente no debe excluir la posibilidad que Dios intervenga de manera extraordinaria en algún momento, pasando por sobre las leyes naturales.

Estos milagros eucarísticos son intervenciones extraordinarias de Dios que han sucedido luego de la era apostólica, cuando se completó la revelación pública.

Y si bien no son centrales para nuestra fé, pueden ser ayudas útiles y fructíferas para ella.

Porque nos posibilitan ir más allá de lo visible y perceptible.

Demostrándonos que existe un mundo sobrenatural que no vemos con nuestros sentidos.

Son útiles cuando nos ayudan a entender y vivir la fe, pero siempre y cuando estén enfocados en Cristo y no adquieran vida por sí mismos.

Las revelaciones que se puedan dar en estos contextos no pueden ni deben agregar nada al depósito definitivo de la fe, que se cerró luego de la muerte del último apóstol.

Y a su vez nos muestran la importancia de la eucaristía para que desarrollemos un amor hacia ella.

Por eso el Catecismo de la Iglesia Católica numeral 274 dice

«La Eucaristía es la fuente y cumbre de toda la vida cristiana.

En la Eucaristía, la acción santificadora de Dios en nuestra consideración y nuestra adoración a él alcanzan su punto más alto.

Contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo mismo y nuestra Pascua…»

Los milagros eucarísticos han sucedido desde los primeros siglos y han tenido diversos formatos.

El formato más común es el de la hostia qué rezuma sangre y mancha los corporales que se extienden sobre el altar para celebrar la misa.

  

CORPORALES MANCHADOS DE SANGRE

Uno de los más famosos milagros eucarísticos de este tipo fue el de Bolsena en Italia, por lo que implicó para la Iglesia.

Un sacerdote alemán conocido como Pedro de Praga estaba incrédulo con la doctrina de la transubstanciación.

Y mientras celebraba la misa en el 1263, comenzó a fluir sangre de la hostia en el momento de la consagración.

Los corporales manchados de sangre todavía se exhiben en la catedral de Orvieto.

Esto fue informado al Papa Urbano IV, que tras investigarlo, concluyó que se trataba de un milagro real.

Y luego encargó a Santo Tomás de Aquino la composición de un oficio para una futura fiesta dedicada a la Eucaristía, que luego se llamó Corpus Christi y fue aprobada en 1312.

Pero también hubo otros milagros eucarísticos que no involucraron sangre sino que fueron manifestaciones de la hostia consagrada.

  

UNA LUZ BRILLANTE EN LA HOSTIA

Los dos ejemplos más sobresalientes de este tipo de milagro eucaristico son el de Santarem en 1247 en Portugal y el de Wawel en el 1300 en Polonia.

En el primer caso una esposa robó una hostia consagrada para llevársela a una hechicera, para que hiciera una brujería para recuperar la fidelidad de su marido.

La tomó de la Iglesia y la envolvió en un pañuelo; pero la tela se ensangrentó.

Y cuando llegó a su casa la guardó en un cajón con mucho miedo.

Pero pronto empezó a salir una luz brillante del cajón y confesó a su marido lo ocurrido.

Un sacerdote fue a la casa a buscar la hostia, que luego estuvo sangrando durante 3 días en el Sagrario de la iglesia.

Y al final se convirtió sólo en sangre.

En la casa dónde sucedió el milagro hoy funciona una capilla.

En el caso de Polonia unos ladrones entraron en la iglesia y robaron la custodia, que tenía varias hostias consagradas.

Pero como descubrieron que la custodia no era de oro, la dejaron abandonada en un pantano.

Los habitantes del lugar vieron por la noche una extraña luz en el pantano, que se divisaba desde kilómetros

El obispo pidió tres días de ayuno y oración y al tercer día fueron en procesión y encontraron la custodia y las hostias consagradas intactas.

Curiosamente esto sucedió en la fiesta de Corpus Christi.

También hay manifestaciones ante peligros y sin intervención humana.

  

MILAGRO DE LA HOSTIA SECA

Otro tipo de manifestación de la hostia consagrada se produjo en Avignon, Francia, en 1436.

Sobre fines de noviembre de ese año fuertes lluvias asolaron la región y se produjeron grandes inundaciones.

El principal de los Penitentes Grises pertenecientes, de la la Orden Franciscana fue en bote hasta una Iglesia en la que servían, para ver en que estado estaba, suponiendo que estaría absolutamente inundada.

Cuando llegaron vieron que el agua había subido alrededor de un 1.30 mts desde el suelo.

Pero cuando abrieron la puerta del templo, vieron que las aguas se separaban a un lado y al otro del camino que conducía a la hostia consagrada que estaba exhibida en el altar en una custodia.

Por lo tanto la hostia estaba milagrosamente seca e intacta.

Cada 30 de noviembre los penitentes grises se reúnen en esa capilla para celebrar la memoria del milagro.

Y finalmente llegamos a los milagros eucarísticos dónde aparece la figura del Niño Jesús.

  

MILAGROS EUCARÍSTICOS CON EL NIÑOS JESÚS

Hay muchas manifestaciones de este tipo. Pero aquí nos referiremos a las 4 más conocidas.

  

EL PRIMER MILAGRO EN EL SIGLO III

Este se considera el milagro eucarístico primero de todos.

Entre los primeros padres del desierto en Egipto había un monje que tenía dudas sobre la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino consagrados.

Entonces dos monjes compañeros comenzaron a orar para que comprendiera este milagro y su fe se hiciera más fuerte.

Fue entonces que sucedió un milagro en el altar.

Vieron un niño pequeño en el pan.

Y cuando el sacerdote levantó el pan eucarístico vieron a un ángel con una espada que vertía la sangre del niño en el cáliz.

Y cuando el sacerdote trozó la hostia en pedazos pequeños, vieron que el ángel cortaba también al niño en pedazos pequeños.

Cuando el incrédulo fue a comulgar lo hizo asustado porque el ángel había tomado partículas ensangrentadas de la hostia y las llevó a los monjes para que las recibieran.

El monje incrédulo terminó gritando en reverencia, «Señor, creo que el pan es tu cuerpo y que tu sangre está en el cáliz».

  

EL MILAGRO EUCARÍSTICO DE MONCADA (1392)

Por esa época vivía en Moncada un sacerdote llamado Mosén Jaime Carrós.

Estaba atormentado porque no sabía si su ordenación sacerdotal era realmente válida, porque había sido ordenado por un Obispo dependiente del antipapa Clemente VII.

Y cada vez que celebraba misa le aparecía el temor de estar engañando a los fieles porque quizás sus hostias no resultaban consagradas.

Sin embargo sucedió un hecho extraordinario el día de Navidad de 1392.

La hija de 5 años de una mujer noble se negaba a salir de la iglesia, porque quería jugar con el niño que el párroco había tenido en sus manos durante la consagración.

Al día siguiente la niña participó nuevamente de la misa y vio nuevamente al niño en las manos de sacerdote.

Entonces el sacerdote, aún no convencido, le pidió a la madre que llevara a la niña el día siguiente.

Y allí le mostró una hostia consagrada y le preguntó a la niña que veía.

La niña le contestó que veía al Niño Jesús.

Luego el sacerdote levantó ante ella otra hostia, que no estaba consagrada y le preguntó nuevamente que veía.

Y la niña le contestó que veía una hostia blanca.

Esto disipó las dudas del sacerdote.

Porque la conclusión fue que si bien el obispo había sido ordenado por un antipapa, Dios permanecía fiel a la sucesión apostólica.

  

EL DIVINO NIÑO DEL MILAGRO DE ETÉN (1649)

Esta aparición se produjo en la ciudad de Etén en Perú, en 1649, y fundó la devoción al Divino Niño del Milagro de Etén que sigue viva hasta ahora

Hubo dos apariciones, que son consecuencia de sacrilegios producidos en enero por unos malhechores, que se habían llevado el copón de plata y dejaron las hostias regadas por el piso.

La primera manifestación fue en la noche del 2 de junio de 1649, cuando el padre franciscano de Etén, Fray Jerónimo de Silva Manrique celebraba la misa.

Allí vio la imagen de un niño, mostrado de medio cuerpo y con vestimenta morada en la hostia consagrada; tenía un pelo enrulado marrón que le caía sobre los hombros.

Había varios fieles con él y todos concordaron en que era la imagen del Niño Jesús.

La segunda manifestación se produjo el 22 de julio de 1649 en la fiesta de Santa María Magdalena.

Esa misa fue concelebrada por varios sacerdotes franciscanos.

En el momento que el coro cantaba el celebrante vio el cuerpo de un Niño en la hostia consagrada.

Le hizo señas a otro sacerdote y le asintió con la cabeza que efectivamente veía lo mismo.

La hostia fue puesta en una custodia y se realizó la procesión de Santa María Magdalena por varias calles de la ciudad.

Los sacerdotes sin embargo no dieron a conocer el fenómeno.

Pero cuando volvieron de noche a la iglesia se pusieron sus estolas, fueron al Sagrario y llevaron el Santísimo Sacramento al altar.

Y allí los 4 vieron nítidamente al Niño Jesús en la hostia y luego desaparecer formándose tres corazones blancos unidos entre sí, que aludían a la Santísima Trinidad.

Estas dos apariciones del Divino Niño de Etén están investigadas y certificadas por las autoridades eclesiásticas del momento, quienes tomaron declaraciones a todos los que habían visto el fenómeno.

Y los documentos se encuentran archivados en el convento de San Francisco de Lima.

  

EL NIÑO JESÚS DE SAN MARTÍN DE MANZANEDA (1903)

Este milagro eucarístico sucedió en una misión de los Padres Redentoristas, que estaban haciendo un solemne acto de desagravio delante de Jesús sacramentado en una misa el 20 de abril de 1903 en la ciudad San Martín de Manzaneda, España.

Después del sermón el sacerdote guardó un momento de silencio, pero el auditorio se puso repentinamente de pie porque veía algo extraño en el altar.

Inmediatamente el sacerdote pidió a la gente que se pusiera de rodillas.

Y se escucho en el silencio la voz de una niña llamada Eudoxia Vega, que decía en gallego a su madre “quiero ver al niño, quiero ver al niño”.

Todos afirman que vieron sobre el altar un niño hermosísimo de entre 7 a 8 años, vestido de túnica blanca y con los brazos extendidos, en lugar de la sagrada hostia.

Una niña declaró después, que el niño tenía una gran herida en el costado, de donde le salía sangre.

Y el celebrante afirmó que el niño tenía los brazos clavados en una cruz, con el pecho abierto del que asomaba la herida en el costado.

El celebrante prosiguió con la misa lleno de temor y no se animaba a tomar la hostia.

Pero fue la propia hostia que se movió hasta el mismo copón.

A partir de ahí se celebra los 27 de abril el recuerdo de esta manifestación.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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