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Medjugorje es un lugar de conversión y también de milagros, algunos de los cuales no son glamorosos, y suceden a los sacerdotes que confiesan.

Este es uno de los milagros que sucedieron a un sacerdote mientras confesaba, que además comenta que Las confesiones en Medjugorje son más fáciles físicamente para él que en otros lugares.

Los sacerdotes que confiesan en Medjugorje se encuentran a veces ante casos insólitos. Uno de ellos comentó un día que a pesar de que el cartel al exterior de su confesionario decía “Francés”, una señora italiana entró, se arrodilló y comenzó a hablarle muy rápido en italiano.

Como no comprendía nada, el sacerdote le dijo (en francés) que fuera a ver a un sacerdote italiano porque no comprendía lo que le decía. Pero la señora, ignorando el consejo, continuó su confesión y siguió relatándole muchas cosas a toda velocidad.

Perplejo, el sacerdote le preguntó a Jesús: ¿Qué hago? Porque el sacramento no es válido si uno de los dos interlocutores no comprende nada.

En ese momento, se produce un hecho insólito: el sacerdote ve desfilar ante sus ojos, como en una película, todo lo que la señora le decía en italiano, y ¡comprende todo!

Pero la historia no termina aquí: queda muy sorprendido que, al responderle, lo hace en perfecto italiano, lengua que nunca ha estudiado y que le es completamente extraña.

¡Esto le causó una profunda emoción! Agregó que puede permanecer durante muchas horas confesando en Medjugorje sin experimentar ni cansancio ni hambre.

No es inusual que Dios, para animar a sus hijos a que se confiesen bien, dé signos conmovedores de su presencia. Pero lo más entrañable de este sacramento es algo diferente: consiste en el hecho de que dos pecadores se encuentran para celebrar la infinita misericordia de Dios, uno de ellos habiendo recibido el poder de perdonar los pecados y el otro acercándose humildemente para entregar su miseria.

Y he aquí que en la pobreza humana de este encuentro entre el confesor y el penitente, la Sangre misma de nuestro Salvador comienza a manar, purificando el alma del fiel mucho más allá de lo que podemos llegar a comprender. Esto es realmente el gran milagro.

“Los invito a confesarse una vez al mes, nos dice la Santísima Virgen, porque no hay persona sobre la Tierra que no necesite una confesión mensual”.

Por supuesto, María nos invita a una sincera confesión, acompañada del deseo de no pecar más.

El Padre Pío, que leía las almas, no aceptaba confesar a quienes se le acercaban sin arrepentimiento de sus pecados.

Fuentes: Children of Medjugorje, Signos de estos Tiempos


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