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Su fiesta se celebra el 27 de junio y su novena comienza el 18.
Es la Patrona de los Padres Redentoristas y de Haití.

El icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso en Roma. Aunque su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el decimotercero o decimocuarto siglo.

 

NOVENA CORTA

El icono parece ser copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

Virgen Santísima, socorro perpetuo de las almas que se acogen a vuestro amor maternal: dignaos pedir por mi a vuestro santísimo Hijo y Señor nuestro Jesucristo, para que le sean agradables todos mis pensamientos, palabras y acciones de este día y toda mi vida.
Aceptad, ¡Oh tierna madre mía! el corto obsequio que os ofrezco en esta Novena, y alcanzadme el favor que en ella os pido, si conviene para mayor gloria suya, honra vuestra y bien de mi alma. Amén.

Rezar a continuación la oración del día que corresponda

DÍA PRIMERO

Jesucristo quiere que en nuestros trabajos acudamos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Levanta la vista ¡oh cristiano! y contempla a la Virgen del Perpetuo Socorro. Mira al Niño Jesús, que con sus manecitas temblorosas toma y estrecha la mano de su tierna Madre. ¿Que ha sucedido? Que dos ángeles le presentan los instrumentos de su futura Pasión, y que al verlos el adorable infante se llena de espanto, y busca en su dulce Madre protección y amparo. Con lo cual quiere decirte que, a imitación suya, debes tu también buscar siempre en María el socorro perpetuo en medio de las aflicciones de la vida presente. (Medítese y pídase con 9 Avemarías la gracia que se quiera alcanzar en esta Novena.)

Oración. ¡Oh Salvador mío, Jesucristo! Al contemplaros en brazos de vuestra Madre, veo que en medio de vuestro santo temor os estrecháis con Ella y me decís a mi que os imite, recurriendo yo también a la que es mi perpetuo socorro. Quiero, pues, entregar-me a Ella sin restricción alguna. ¡Oh María! Dios ha querido honraros, comunicando al culto de vuestras imágenes virtud milagrosa. Inspiradme ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! confianza ilimitada en vuestra poderosa bondad.

Practica. Hacer esta Novena con fervor.

DÍA SEGUNDO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro quiere que acudam7os a Ella en todas nuestras necesidades.

Vemos que la Virgen Santísima del Perpetuo Socorro, cuando el Niño Jesús estrecha su mano, en vez de volver sus miradas a Él las vuelve a nosotros. Sin duda quiere así mostrarnos su ardiente deseo de que acudamos a Ella. Con esta tierna y amorosa mirada nos esta, pues diciendo a todos: Yo soy Madre de Dios, pero también soy Madre vuestra. ¿Que mayor deseo puede tener una madre que el de ayudar y so-correr a sus hijos? Venid, pues, hijos míos, a mi. Acudid a mi en todas vuestras necesidades y miserias; en vuestras penas, en vuestros desfallecimientos, en vuestras dudas; y si alguna vez llegareis, por desgracia, a caer, después de vuestra caída venid: yo soy la Madre del Perpetuo Socorro; yo os consolare, yo os confirmare, os defenderé, y os conduciré a la Patria bienaventurada del cielo. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh dulce Madre mía! Si en Vos no viese yo mi perpetuo socorro, mis pecados me inducirían a temer que no había misericordia para mi. Pero Vos sois la misericordia perpetua: después de Dios en Vos quiero poner toda mi confianza, y desde ahora, me propongo acudir siempre a Vos en todas mis necesidades. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro. Dignaos socorrerme en todo tiempo y en todo lugar, en mis tentaciones y dificultades, en todas las miserias de esta vida, y sobre todo en la hora de la muerte.

Practica. Invocar con frecuencia a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro durante la Novena.

DÍA TERCERO

Venerar a nuestra Señora del Perpetuo Socorro es medio seguro para conseguir todos los tesoros del cielo.

Consideremos cada una de las palabras de esta advocación: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. María es Señora es decir, Madre de Dios, Reina poderosa del cielo y de la tierra. María es nuestra: nuestra, por ser Madre del Redentor de los hombres, Abogada de los peca-dores, Madre de misericordia y Corredentora; y nuestra, sobre todo, por su maravillosa ternura de Madre. Maria es nuestro socorro, porque con el nos libra de la mayor de las desgracias de esta vida, o sea del pecado María vela por nosotros, quita las ocasiones y disminuye la vehemencia de las tentaciones; María conserva en sus hijos, la gracia santificante y el amor de Dios, y les consigue la perseverancia; María suaviza nuestras penas temporales y espirituales.
Por ultimo, es María nuestro socorro perpetuo, porque nos socorre a todas horas y en todos los instantes. Es nuestro socorro en el momento oportuno, en el formidable trance de la muerte y en medio de las llamas del Purgatorio. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh Señora Nuestra, Madre del Perpetuo Socorro! ¡Cuantos tesoros de gracias y bendiciones proporcionáis a los individuos y a las familias que a Vos se consagran ¡Oh Madre mía! Dignaos recibirnos a todos como a hijos vuestros y derramar sobre todas las familias de los que estamos aquí vuestros insignes favores.

Practica. Introducir cada vez mas en la respectiva familia la costumbre de recurrir familiar y continuamente a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

DÍA CUARTO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ayuda a sus devotos a salir del pecado.

Uno de los principales oficios en que ejercita su solicitud Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es el de sacar a las almas del pecado. A la manera como una madre llora y gime sobre el cadáver de su hijo, a quien desearía poder resucitar, María siente ardentísimos deseos de que vuelvan los pecadores a la vida de la gracia. Su grande ocupación consiste en interceder por ellos sin cesar; y Ella se gloria en ser su infatigable Abogada y en alcanzarles la gracia de la verdadera conversión, con tal que tengan a lo menos el deseo sincero de salir del pecado y que acudan a Ella pidiéndole la fuerza necesaria para romper las cadenas con que los tiene esclavizados la culpa. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh misericordiosa Abogada y refugio de los pecadores ¡Mucho he ofendido a Dios. En vuestras manos pongo mi salvación eterna. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Haced que no vuelva ya a tener la inmensa desgracia de corresponder con vil ingratitud a vuestros continuos favores. Alcanzadme de vuestro Hijo la gracia de una conversión sincera, para que en adelante le ame con todo mi corazón.

Practica. Rogar a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que nos veamos libres de todo pecado y que no reincidamos en nuestras culpas.

DÍA QUINTO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro defiende a sus devotos en las tentaciones.

La vida del cristiano sobre la tierra es una lucha constante. Rodeados estamos de enemigos por doquiera; de enemigos de todas clases, que se conjuran contra nosotros, maquinando nuestra perdición y ruina; ¿quien nos defenderá en medio de tantos peligros? La que continua-mente vela por sus hijos: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que por si sola es mas terrible que un ejercito puesto en orden de batalla; la que es torre de David, fortaleza inexpugnable, de la cual penden mil escudos, armadura de los fuertes, y al mismo tiempo Madre nuestra; Madre tan tierna y amo-rosa, que mas desea Ella concedernos su so-corro, que nosotros alcanzarlo. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh María! Si he tenido la des-gracia de pecar, yo mismo he sido el autor de esta desgracia. ¡Ah! Si yo os hubiera invocado, Vos hubierais acudido en mi socorro y yo no hubiera caído. Haced, Madre mía, que en la hora del peligro me acuerde de Vos y os invoque diciendo: ¡Madre mía, socorredme! Así saldré con la victoria.

Practica. Recurrir a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en cuanto asome la tentación.

DÍA SEXTO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro asiste a sus devotos en todas las necesidades y trabajos de la vida.

Nuestra naturaleza tiene horror a las contradicciones y trabajos de esta vida los cuales son, empero, favores señalados que Dios hace a las almas que le aman. La verdadera sabiduría consiste en descubrir los tesoros inestimables de méritos que se hallan encerrados en las humillaciones y en los trabajos. ¿Quién, pues, nos dará a conocer este tesoro? María Santísima, la Reina de los mártires. Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que pasó toda su vida entre penas y dolores, nos enseñará, con su ejemplo, que en esta valle de lagrimas la cruz es la herencia de los elegidos y nos hará mas llevaderos los trabajos de este penoso destierro. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh María, Madre y Señora nuestra del Perpetuo Socorro! ¿Cómo quejarme de mis trabajos, cuando considero vuestros acerbos dolores? Vos sois verdadera Madre de Dios, y vuestra vida fue vida de dolor y sufrimiento: quiero, pues, aceptar con resignación, a lo menos, todas las penas que Dios me envíe. Alcanzadme, Madre mía, la gracia de no quejarme nunca en mis trabajos.

Practica. Recurrir en todas mis penas a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

DÍA SÉPTIMO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ampara a sus devotos en la hora de la muerte.

El instante solemne en que morimos decide de nuestra suerte feliz o desgraciada por toda una eternidad. Esa es la hora en que el demonio despliega toda su astucia y todas sus fuerzas para ver de ganar una nueva alma. Pero no desmayemos: tengamos con-fianza, porque esa también es la hora de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. No en balde dice tan a menudo todo fiel cristiano: Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Allí estará, pues, a nuestro lado, a la hora de la muerte, para que podamos pasar felizmente del tiempo a la eternidad. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. ¡Oh María! cuando pienso en las angustias de mi última hora tiemblo y me siento lleno de confusión. No me abandonéis, Madre mía, en tan críticos momentos: con-cededme la gracia de que os invoque entonces con mas fervor que nunca, a fin de expirar con vuestro dulcísimo nombre y el de vuestro Santísimo Hijo en los labios.

Practica.Encomendar cada uno su muerte a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

DÍA OCTAVO

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro auxilia a sus devotos en el Purgatorio.

Muy dignas son de compasión las almas del Purgatorio, porque padecen tormentos atroces y no pueden ayudarse a si mismas; pero María las socorre con la mas tierna misericordia. La Santísima Virgen alivia a aquellas almas tan queridas, rogando por ellas, y a veces hasta desciende a aquel lugar de tormentos para consolar y confortar a sus fieles siervos; mas aun: su poderosa y maternal intercesión se emplea en abreviar el tiempo de sus penas y en librarlas de aquel fuego purificador. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Oración. Oh María! ¡Cuantos pecados he cometido en todo el curso de mi vida, y cuan escasa ha sido mi penitencia! ¡Oh cuan largo y cuan terrible habrá de ser para mi el Purgatorio, si Vos no me otorgáis vuestro auxilio! En Vos pongo toda mi confianza. ¡Oh Virgen del Perpetuo Socorro! postrado a vuestros pies os suplico me obtengáis la gracia de no caer ni aun en las mas leves faltas, y la de expiar todos mis pecados en esta vida. Espero que no me negareis esta merced.

Practica. Rogar a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro por las almas del Purgatorio.

DÍA NOVENO

Consagrarse a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y servirla con fidelidad es hacer cierta la perseverancia.

En este día consagrémonos a María; y para esto hagamos por Ella lo que Ella hace por nosotros. María nos ama; pues amémosla nosotros. ¡Que honra la nuestra amar a la Madre de Dios! Amémosla, entregándonos a Ella con entera confianza, por ser nuestra verdadera Madre. María es nuestra bienhechora; es nuestro perpetuo socorro. Por nuestra parte, prometámosle recurrir constantemente a su misericordia; prometámosle sinceramente perseverar en nuestros el ejercicios o practicas diarias de devoción en honor suyo, y experimentaremos cuan cierta es esta sentencia: que el verdadero devoto de María no puede condenarse. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)

Consagración a María. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Yo os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, y mi alma con sus potencias. De aquí en adelante quiero serviros con fervor, invocaros sin cesar y trabajar por ganar corazones que os amen. ¡Oh Madre mía! Haced que no pase día alguno de mi vida sin que os invoque con amor filial.

Practica. Encomendar nuestra perseverancia a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

 

NOVENA LARGA

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).
Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

Rezar a continuación la oración del día que corresponda
Terminar cada día con las siguientes oraciones

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

• Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!
• Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Oración final para todos los días

¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria

¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!
¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

DÍA PRIMERO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Madre de Dios. Ese Niño que descansa en Tus Brazos y que te llama con inefable cariño Madre, es Dios, el Hijo de Dios, Tu Verdadero Hijo….. Así lo declaran esas letras misteriosas que están al lado de las mejillas del Divino Infante.

Te lo anunció el Arcángel San Gabriel cuando te saludó llena de gracia y bendita entre las mujeres…. Lo viste por primera vez cuando en la cueva de Belén salió de Tus Purísimas Entrañas como un rayo de la Divinidad… Tuviste la dicha inefable de llevarlo en Tus Brazos y vivir toda Tu vida en Su compañía. Ni en la cruz quiso que te apartaras de Él….

¡Madre de Dios! A cada hora, a cada instante, en todos los climas y bajo todos los siglos, la Santa Iglesia cae rendida a Tus Plantas y proclama este título excelso que es la base de todas Tus grandezas y el fundamento de todos Tus privilegios: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.

Ante la gran Madre de Dios, ¿puede presentarse una ruin y pecadora criatura de este mundo? Las puertas del palacio de los reyes y de los poderosos cerradas están para los mendigos…, pero abiertas están de par en par las puertas del palacio de María para todos los pecadores y desgraciados. Y cuando más pecadores y desgraciados son con más piedad y ternura son recibidos.

Por eso, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, de la tierra vengo y sin más títulos que mis miserias me he atrevido a presentarme ante Tu solio maternal…. Aquí te traigo escrito con lágrimas y con sangre el memorial de todas mis amarguras. Fíjate, Señora y Madre mía, en la pena que hoy me trae hasta aquí y verás que todo está perdido, que se han desvanecido todas las esperanzas humanas. Sólo me quedas Tú.

También un día la reina Ester, que era tu figura, se presentó triste y llorosa ante el rey Asuero. «Señor -le dijo- si he hallado gracia en tu presencia, te pido gracia para mi pueblo injustamente condenado a muerte….» Y la compasiva reina fue escuchada….

Y yo te digo también a Ti, Madre de Dios, Señora y Madre mía, ten piedad de mí…. Estoy condenado al dolor, al hambre, al trabajo y a las garras de las injusticias humanas.

Madre del Perpetuo Socorro, nadie Te llamó y lo desamparaste. En Ti confío.
Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

DÍA SEGUNDO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres mi Madre. El Hijo de Dios, que es a la vez Hijo Tuyo, descansa en Tus Brazos…. El hijo pecador, que es el hombre, que en el dolor y en el amor fue engendrado al pie de la cruz, reza a Tus Pies. ¡Soy yo! Jesús busca Su consuelo y socorro en Tu Corazón y aprieta Tus Manos maternales, y Tú, en Ellas, lo recibes y lo llevas con amorosa complacencia…. ¡Es Tu Hijo! Pero al verme rezando a Tus Plantas, cargado de pecados y abatido bajo el peso de tantos males, me miras a mí….¡y que mirada la Tuya tan dulce y misericordiosa! Sólo las madres miran así….. No lo extraño…. ¡También yo soy tu hijo!

Madre mía, si no tienes brazos donde puedas llevarme, déjame que arrime mi frente a Tu Corazón, que entre en Él y que allí te cuente mis penas y te ofrezca mis plegarias. Los hijos no necesitan emplear muchas palabras para que las madres se den cuenta de los dolores que los matan y de las penas que los ahogan. Mira, Madre mía, a este hijo tuyo, a quien las lágrimas han arrastrado hasta Ti. Mírame y verás en la pupila de mis ojos que estoy triste, que me asfixio entre sombras, que estoy completamente solo, y que sin Ti la vida será imposible….. Nunca con más verdad que hoy te he dicho: Madre mía, sólo Tú me puedes salvar.

¿Me oyes? La fe me afirma que sí y mi corazón halla en este pensamiento un consuelo inefable. Me oyes, y Tu Corazón maternal se compadece de mis miserias. Ahí tienes en Tus Brazos a Tu Hijo y hermano mío Jesús; pídele por mí…. Las oraciones de las madres siempre hallan eco en Su Corazón…. Una madre, sólo con las lágrimas silenciosas, le pidió que le devolviera al hijo que llevaban a enterrar…. y volvió a la vida el muchacho. Otra madre se echó a Sus Pies y le pidió piedad para su pobre hija, que estaba atormentada del demonio…. En aquel momento Satanás dejaba aquella alma que fieramente atormentaba.

¿Serás Tú, Madre del Perpetuo Socorro, menos oída que aquellas madres desoladas? Sólo pensarlo me parece un crimen. Di, pues, a Tu Hijo: Hijo mío, esta alma está atormentada de muchos males. Un dolor muy grande, sobre todo en estos momentos, tortura su corazón. Óyela, cúrala, sálvala.

Madre mía, estoy en Tus Manos y en las Manos de Jesús.
Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

DÍA TERCERO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Corredentora del mundo. En la magna procesión conmemorativa de la Redención del linaje humano, avanzan los ángeles con los instrumentos de la Pasión, y en medio, escoltados por todos los siglos y por todos los hombres, amados, aclamados, venerados, avanzan los dos únicos héroes de esta empresa divina: Cristo Jesús y Tú, Madre mía.
No vivo entre sombras; camino a la luz de los resplandores de la fe. Por eso, creo y confieso que solo mi Dios y Padre Jesucristo me podía redimir.

Creo y confieso que, por glorificarte a Ti y por otros fines altísimos dignos de la Sabiduría Divina, te asoció a esta gran obra de la Redención del mundo.
Creo y confieso que, habiendo escogido Jesús, la cruz como instrumento de salvación, no hay para nadie redención sin cruz.

Creo y confieso que mis dolores y penas, las angustias del alma y los tormentos del cuerpo, son los instrumentos benditos que la Providencia Amorosa emplea para purificar mi alma, para expiar mis pecados, para labrar mi corona eterna y para acercarme más a Jesús.

Pero también creo y confieso que Dios en la vida sabe mezclar y santificar las tristezas y las alegrías, y que nos lleva al cielo, a veces derramando lágrimas, a veces cantando himnos de gratitud y de amor.

Adoro, Madre mía, los planes divinos sobre mí. Permite, sin embargo, que te diga como decía Mi Redentor en el Huerto de Getsemaní: «Aparta de mí este cáliz…, cura mis dolores…, remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de amargura……»

Madre mía, cúrame, sálvame, y cantaré Tus Misericordias por los siglos de los siglos.
Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

DÍA CUARTO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres por disposición divina Dueña de todos los bienes de Dios y Dispensadora de todas Sus gracias.

Cuando la Iglesia te llama Madre de la Divina Gracia proclama que eres Madre de Jesús, que es la Gracia y Vida del mundo… Cuando te dice Auxilio de los cristianos, confiesa que eres amparo del pueblo cristiano en los momentos más angustiosos de su historia.

Cuando Te llamamos Madre del Perpetuo Socorro, reconocemos y confesamos que eres la Depositaria de todos los bienes de Dios. No lo pudieras ser si Tu Misericordia y Tu Poder no abarcaran todos los momentos de todos los hombres hasta el fin del mundo.
Por eso vengo a Tus Plantas y te suplico con todo mi corazón. Si acudo a los Santos, ellos tienen que acudir a Tu Poder Omnipotente, si acudo a Jesús, Jesús me envía a Ti, porque Él mismo Te ha constituido Dispensadora de todos Sus bienes…
Aquí estoy, aquí me tienes llamando con fe y confianza a las puertas de Tu Misericordia.

Óyeme y exclamaré con Tu gran siervo San Alfonso: «Todo lo bueno que de Dios recibimos, lo recibimos por la intercesión de María».
Óyeme y mi corazón agradecido repetirá con el Santo Pontífice Pío X: «Confesemos que es Madre de Misericordia, porque todos los bienes y todas las gracias que Dios concede a los desgraciados hijos de Adán, dispuso la Divina Providencia que pasaran por las Manos de la Virgen Santísima».
Óyeme y suspenderé mi corazón al pie de Tu Santa Imagen, y mi lengua dirá a todos los hombres: «Con la Virgen del Perpetuo Socorro me vinieron todos los bienes. Bendita y glorificada sea, por los siglos de los siglos».

Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

DÍA QUINTO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Reina de todos los ángeles. Por eso, ahí tienes a Tu lado a los dos grandes príncipes de la corte celestial. En actitud de religiosa veneración esperan Tus órdenes, al mismo tiempo que reconocen Tu excelsa autoridad. He ido llamando de puerta en puerta. Todas se me cerraron: la puerta de la riqueza, la puerta de la amistad, la puerta de la gratitud, la puerta de la ciencia, la puerta del poder… hasta la puerta de la caridad y de la misericordia…

Solo una puerta me queda abierta, la puerta donde Tu Perpetuo Socorro aguarda con los infinitos tesoros de Tu Poder y Tu Misericordia.

Madre mía, un ángel guió a Tobías en un escabroso viaje y llevó a su familia de parte de Dios, la curación, la felicidad y el amor. Otro ángel descendió sobre la obscura cueva donde el profeta Daniel estaba encerrado, para darle la comida del cuerpo y los consuelos del alma. Ahí a Tu lado están esos dos Arcángeles de la corte del cielo: San Rafael y San Gabriel. Diles que me ayuden y me salven, y al punto se acabaran los amargos dolores que me atormentan.

¿Es Satanás el que, por permisión de Dios, me persigue y me acosa como al Santo Job? ¿Son los hombres los que, ingratos e injustos, se ensañan implacables conmigo? Hay momentos, Madre mía, en que la tristeza, el desaliento y la desesperación me ahogan.
Madre mía, si a Ti y a Tu Hijo presentaron esos Arcángeles los instrumentos de dolor, que me traigan a mi el bálsamo de Tu Misericordia.
Pero… que no se haga mi voluntad, sino la voluntad de Dios.

Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

DÍA SEXTO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres la Co
nsoladora de todas las penas. Todo en tu cuadro santísimo me habla de la Pasión de Cristo y de Tu propia Pasión. La lanza, la esponja, la cruz y, sobre todo, Tu mirada impregnada de amargura y la actitud angustiosa del Hijo de Tu Alma…

Ahí está todo el Calvario. Tú y Jesús son las dos Víctimas. Él derramará en Ti la Sangre de Sus Venas…. Tú, Madre mía, derramarás todas las lágrimas del dolor.
Y esta Tu dolorosa Pasión duró toda Tu vida. Era Jesús Niño, descansaba amoroso en Tu Regazo, y ya la visión de Sus tormentos le amargaba la vida.

También para mí tiene que haber una cruz; también yo tengo que morir en un Gólgota.
Es verdad de mi fe, porque es la doctrina que brotó de los Labios de Jesús:
«El que quiera venir en pos de Mi, tome su cruz y sígame. Si no hacen penitencia, todos irremisiblemente perecerán».

Y el apóstol San Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, ha escrito en una de sus cartas: «Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, tendrán que ser perseguidos».

Adoro, Madre mía, la Voluntad Divina y te digo lo que te decía Tu gran devoto San Alfonso: «Si quieres que sea perseguido, despreciado y calumniado…, si quieres que esté enfermo, encarcelado y atormentado…., si quieres que padezca tristezas en el alma y hambre y dolores en el cuerpo, hágase la Divina Voluntad».

Pero el mismo Jesús que nos prueba, quiere que acudamos resignados y llenos de confianza a Ti. Por eso a Ti acudo, Consoladora de los afligidos… Por eso llamo a Tus puertas, Alegría de las almas tristes… Por eso te llamo a Ti, Esperanza de los desesperados… Por eso invoco Tu Nombre, que resume todas las bondades, Madre del Perpetuo Socorro… Madre, consuélame, ampárame y mi corazón te amará eternamente.

Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

DÍA SÉPTIMO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres la última Esperanza del hombre en esta vida. Que cuando todos los nombres se despiertan con el alma sombría y desesperada sin rayo de luz, sólo Tu Nombre del Perpetuo Socorro brilla en el fondo del alma como la última sonrisa de la Misericordia de Dios.

Ese Hijo Divino que llevas en Tus Brazos ha visto los tormentos que le prepara el pueblo judío. Ese pueblo implacable pedirá que Su Sangre caiga sobre él. Jesús ve con pena como se arranca de Sus Brazos y se aleja. Eso indica la sandalia que cuelga de Su Pie. No ha podido desprenderse del todo…, porque Dios nunca abandona completamente al hombre

¡Qué gran lección nos dan la Justicia y la Misericordia Divinas! ¡Hemos pecado! La Justicia Divina nos condena, nos rechaza… Nuestro pecado contra un Dios que ha muerto por nosotros es demasiado grande. ¡No merecemos perdón!.… Y huimos ante la Infinita Justicia.

Pero no hemos podido separarnos del todo de Dios… No nos resolvemos a darle el postrer adiós de despedida a Su Madre y nuestra Madre María… Su Amor y Su Nombre lo llevamos muy metido dentro del alma… Sólo una débil correa nos une a Jesús: la devoción a Su Madre…

La Santa Iglesia, ante el lecho de los moribundos, para alcanzar para ellos perdón y gracia en esa hora tremenda, reza: «Acuérdate, Señor, que a pesar de los pecados de su juventud, no negó tu fe».

Y yo te digo: «Madre mía, dos cosas guardo en mi alma como suprema esperanza: la fe en mi Jesús… y tu amor, Madre mía del alma».

Por eso vengo hoy a Tus Plantas… El mundo me rechaza…, los hombres me abandonan…, la familia se olvida de mí…, hasta la misma conciencia me persigue…. Y, entre tanto, los males me asedian y los dolores me atormentan… Mi corazón y mi cuerpo sangran por todos los poros.

Madre mía, Tú eres mi última esperanza. A Ti acudo. Necesito un milagro y te lo pido.
Te lo pido y lo espero, y mi lengua Te alabará toda la vida.

Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

DÍA OCTAVO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que en la noche obscura de la tormenta, Tú eres la Estrella que brilla en el cielo de la vida, como rayo de luz, como guía de los navegantes.

Por eso el artista que pintó Tu devota Imagen dibujó sobre Tu Frente una estrella. Desde entonces, la Santa Iglesia, en la Letanía, que es la poesía del amor, Te invoca y Te dice: Estrella de la mañana, ruega por nosotros.

Desde entonces San Bernardo, el heraldo de Tus Grandezas, a todos los que en la nave de Pedro van bogando hacia el Cielo, les dice: «Cuando los envuelvan las nieblas, cuando bramen los vientos, cuando los abismos abran sus fauces inmensas, cuando las olas se levanten como montañas de hirviente espuma, amenazándolos con una muerte cierta, miren esta Estrella, llamen a María…»

Desde entonces, todos los marineros que surcan los mares Te invocan en medio de los horrores de la tempestad. En medio de una loca tempestad apareciste Tú, Madre del Perpetuo Socorro. Te colgaron de un mástil roto, Te invocaron y se calmaron las olas y renació la calma.

Aquí tienes a Tus Plantas, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, a un alma que va bogando por el mar de la vida hacia el puerto del Cielo..… y la tormenta me ha sorprendido.
¡Soy un náufrago! Estoy bebiendo las aguas salobres de todas las amarguras humanas… Me ahogan ya las olas de las tentaciones del infierno.

Los vientos locos del dolor y del hambre me lanzan contra los escollos de la desesperación.

Sólo me queda una tabla, a la cual me agarro con desesperadas angustias, Tu Nombre Bendito… Sólo en el Cielo obscuro, que por todas partes me rodea, veo una estrella: es la que brilla en Tu Frente.… La vi de niño como una sonrisa de Tu Amor…. La veo ahora como una mirada de Tu Misericordia. Parece que en esta tempestad horrenda que me ahoga me dices: «Ten esperanza; los míos no se hunden jamás en los abismos. Naufragan, pero los recogen Mis Brazos amorosos»….

Lo sé, Madre mía; lo creo… Lo he experimentado mil veces en mi vida. Sálvame una vez más. Estrella bendita, que luces en la frente de mi Madre del Perpetuo Socorro, guíame…. Voy a Ti…, voy a Dios…, voy al Cielo… Madre mía ¡gracias!

Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.

DÍA NOVENO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto, Perpetuo Socorro mío…

Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Eva, dice San Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido nuestra bendición… Todos al nacer levantan los ojos a Ti y ven en Ti la Madre querida, que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.

Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… Todos los días, desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la vida… No hay nadie que se esconda de Tu Luz bienhechora… Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas… Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la gloria de Dios.

Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… El niño te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el hombre de edad madura te consulta sus empresas; las familias crecen, viven y rezan a Tus Plantas; y los ancianos entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.
Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor…, cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos…, cuando la tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas…, cuando falta el pan y cuando huye la paz…, cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue…, cuando todas las criaturas parece que se conjuran contra nosotros, y cuando el infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego…, aún entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!

Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz. Nueve días hace que vengo a Tus Plantas a pedirte un milagro porque sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… Que no se diga que Tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mi miseria.

Adoro la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario que venga mil veces a Tus Pies, aquí me verías. Resiste, si puedes a mis lágrimas…, vuelve de lado Tu Rostro si Tu Corazón no me mira.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de Tu Nombre, que llena el mundo, y que tantos tristes ha consolado, y a tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido, y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.

Rezar 3 avemarías y terminar con las invocaciones y oraciones finales para todos los días.
 
 

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