San Máximo colocó el cuadro traído de Tierra Santa en en una capilla de Turín luego del 354.
Cuenta la tradición que fue San Eusebio desterrado a Tierra Santa por el emperador Constancio, en el año 354.
Y al regresar, le trajo a su amigo San Máximo, una imagen de la Virgen María que -según se decía- había pintado San Lucas.
Máximo colocó el cuadro en una capilla, al lado de una iglesia dedicada a San Andrés.
Y así, el pueblo de Turín comenzó a venerar a la Virgen María bajo el título de Consoladora que, en la expresión popular devino en Consolata.
Posteriormente el cuadro se perdió, y fue encontrado por el ciego de Briançon a quien la Virgen le devolvió la vista y le indicó donde encontrar el cuadro.
SE PIERDE EL CUADRO Y SE ERIGE UNA NUEVA CAPILLA
La construcción del santuario se debe a una visión de Arduino que la Virgen le pido construir tres templos en 1016.
Los obispos de Turín confiaron la imagen de la Consolata a los Padres Benedictinos en el año 840, dos acontecimientos contribuyeron a su desaparición.
Primero, hubo que esconderla, debido a la persecución y destrucción de imágenes por parte de los iconoclastas.
Y luego, una guerra, que destruyó el templo de San Andrés y la capilla donde estaba, sepultándola bajo los escombros y en el olvido.
Pero permaneció viva en la memoria de sus fieles.
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Y muchos años más tarde, Arduino, por un tiempo rey de Italia, erigió una capilla para la Virgen Consolata, en agradecimiento a una curación milagrosa y respondiendo al pedido que la misma Señora le había expresado en una visión.
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Pero también esta capilla fue destruida y la imagen desapareció por segunda vez.
EL CIEGO DE BRIANÇON
En el año 1104, la Virgen se le apareció a un ciego en Briançon, Francia.
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Era Jean Ravais (o Ravache), a quien le prometió devolverle la vista cuando llegara al lugar que Ella le indicaría, y donde encontraría la imagen perdida.
Jean Ravais así lo hizo y luego de un largo viaje llegó a Turín.
El lugar indicado por la Virgen era la torre de una Iglesia destruida.
El 20 de junio, en presencia del obispo, sus sacerdotes y el pueblo, comenzaron las excavaciones.
La imagen perdida apareció debajo de las ruinas.
Fue el obispo quien la sacó de entre los escombros y la expuso a la vista de todo el pueblo allí congregado, exclamado:
«¡Ruega por nosotros, Virgen Consoladora!».
A lo que la gente respondió:
«Intercede por tu pueblo».
Y en ese momento, Jean Ravais recobró la vista.
DESCRIPCIÓN DEL CUADRO
El cuadro de la Virgen Consolata es un lienzo pintado con estilo de «icono» oriental-bizantino.
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Arte sacro, que representa los valores espirituales más que la belleza física exterior.
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Arte simbólico más que realista.
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Es de autor desconocido, pero rico en enseñanzas de devoción a la Virgen.
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Contemplando la imagen impresionan los dos rostros.
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El de María refleja una leve tristeza templada de suave esperanza.
Tiene la mirada dirigida a quienes la miran, como infundiéndoles sus mismos pensamientos, y la cabeza inclinada levemente hacia Jesús, fuente y causa de todas sus grandezas, consuelo de la Humanidad.
La mano derecha contra el pecho pareciera indicar que asume como propias todas las penas de sus hijos, tarea maternal como consoladora de los afligidos.
María Consolata nos presenta a Jesús, sentado sobre el brazo izquierdo de su Madre, lado del corazón.
María sostiene a su Hijo, lo cuida como Madre, lo custodia, pero no lo retiene para sí.
El vínculo de unión entre ellos son las dos manos izquierdas, levemente unidas, que expresan la unidad llena de cariño y de respeto, símbolo del amor más bello que une el corazón de Dios al corazón de una criatura.
El Niño con su mano bendice al mundo a la manera oriental: dos dedos alzados (que significan las dos naturalezas de Cristo, humana y divina), y los otros tres doblados (que indican la Trinidad).
Fiel al arte iconográfico, la imagen tiene en cuenta los colores:
-el manto de la Virgen es de un azul intenso que indica su gloria en el cielo; el borde dorado simboliza su participación en la gloria de Dios;
-el rojo, expresa la realeza: la de María, Reina de todo lo Creado y la de Jesús.
Las tres estrellas sobre el manto de la Virgen (una de ellas oculta por la figura del Niño), son signo de la virginidad de María antes, durante y después de la concepción de Jesús.
El anillo en su dedo es expresión de autoridad y poder: Ella es la Madre del Salvador, vencedora de todo mal.
Por último, las dos aureolas que manifiestan la santidad y la gloria de Cristo y de María, obtenidas por medio de la cruz.
En definitiva, el cuadro presenta a María y su Hijo estrechamente unidos: quien encuentra a María, encuentra a Jesús, y quien encuentra al Hijo encuentra a la Madre.
EL SANTUARIO DE LA CONSOLATA
La historia del Santuario della Consolata está ligada a dos episodios muy importantes, narrados en dos textos pertenecientes a los siglos XI y XIII, respectivamente: el Chronicon Novalicense y la Crónica de Fructuaria.
1) En el Chronicon Novalicense se narran las vicisitudes de monjes benedictinos que huyeron de la Abadía de Novalesa en el año 906, a causa de las incursiones de los sarracenos, quienes se asentaron en las cercanías de la entonces Iglesia de San Andrés, en Turín.
Tras la llegada de los benedictinos provenientes del Valle de Susa, intervino el marqués Adalberto para disponer la construcción de un monasterio y la concesión en favor de los monjes de terrenos pertenecientes a las ciudades de Gonzole y San Dalmazzo (929).
2) La Crónica de Fructuaria narra los acontecimientos relacionados con la visión de Arduino.
Quien en 1016, luego de un sueño en el que se le aparecen la Virgen, San Benito y María Magdalena ordenándole construir tres santuarios –uno de los cuales en el lugar en donde se erguía la Iglesia de San Andrés en Turín–, se convierte en el promotor de la construcción de la nueva capilla, en la que, según se narra, fue hallada la antigua imagen de la Virgen Consoladora.
Tras este descubrimiento por un joven ciego, proveniente de Briançon, como consecuencia de una visión, se cree que la imagen de la Virgen Consoladora fue colocada en una capilla de la iglesia, atrayendo un número cada vez mayor de fieles y devotos.
El cuadro que se encuentra hoy sobre el altar mayor del santuario, es una pintura del cuatrocientos, copia del cuadro que representa a la Virgen con el Niño, conservado en la Iglesia de la Madonna del Popolo, en Roma.
En la base del cuadro de Turín se aprecia la inscripción Sancta Maria de Popolo de Urbe, por lo que es posible que se trate de una obra comisionada por el Obispo Domenico della Rovere, prior comendatario de San Andrés desde 1480.
En 1584, la visita apostólica de Monseñor Angelo Peruzzi –quien describe el altar del santuario como ornado de manera bastante decorosa,– marca el abandono definitivo del Monasterio por parte de los monjes benedictinos, sustituidos en 1589 por la orden de los cistercienses.
Los monjes cistercienses asentados en el Santuario della Consolata, además de la construcción de una nueva capilla para custodiar la Venerada Imagen, se preocuparon de intensificar e incrementar el culto.
Durante el siglo XVII, los cistercienses decidieron edificar una nueva iglesia, cuyo proyecto fue puesto en manos del arquitecto teatino Guarino Guarini.
La nueva iglesia fue inaugurada en el año 1704.
Durante el asedio francés de Turín en 1706, toda la ciudadanía se reunió en torno al Santuario della Consolata.
Una vez concluido favorablemente el asedio, la Ciudad de Turín dispuso que toda la circunvalación ocupada por los enemigos fuera demarcada con una serie de pilares de piedra, ubicados a lo largo de un circuito de 12 millas, con la efigie de la Virgen Consoladora y la fecha 1706.
Aún hoy es posible observar uno de estos pilares en el jardín, tras la verja que rodea el santuario.
El 29 de septiembre de 1706 el Cuerpo Decurional de la Ciudad reconfirmó la elección de María Consoladora como Patrona de Turín.
Y esta elección recibió luego una ratificación aun más solemne el 20 de junio de 1714, cuando, por determinación del mismo Cuerpo Decurional, aquella festividad popularísima asumió también carácter oficial.
En 1802, el decreto napoleónico de supresión de las órdenes religiosas obligó a los monjes a dejar el Monasterio, el cual, por un breve período, se transformó en cuartel.
Con la Restauración (1815) regresaron al santuario, pero fueron reemplazados en 1834 por los Oblatos de la Virgen María tras la visita apostólica del Cardenal Morozzo, y con el voto explícito del Arzobispo de Turín Luigi Fransoni.
Antes del paso del santuario de manos de los cistercienses a los Oblatos, durante el reinado de Carlo Felice, se celebró allí el rito solemne de la coronación de la Sagrada Imagen.
Con una ceremonia solemne, el 20 de junio de 1829, el ícono de la Virgen con el Niño fue coronado, confirmando a través de este gesto solemne el honor y prestigio conquistados durante los siglos precedentes.
La historia del santuario durante el siglo XIX prosiguió su camino de la mano del destino de la ciudad.
Tras una epidemia de cólera en 1835, la Administración Comunal hizo votos al Santuario della Consolata para obtener de la Divina Misericordia la liberación de la enfermedad del cólera, o la disminución del mal en sus efectos, o el alivio que Dios quisiera conceder a esta Ciudad.
Quedan huellas de este voto en el cuadro del pintor Amedeo Augero (1835-1836), conservado en la Sala del Consejo Comunal del Palacio del Ayuntamiento en Turín, el que representa a la ciudad, personificada en sus representantes legales, en el momento solemne de la entrega oficial del voto al santuario.
Como testimonio del resultado favorable de esta petición se yergue la columna de granito con la estatua de la Virgen con el Niño, que aún hoy podemos admirar al lado del santuario, y cuya construcción fue ordenada en 1836 por la Ciudad de Turín por la gracia recibida.
En 1858, la conducción del santuario pasa de manos de los Oblatos de María a los Franciscanos Menores Observantes, quienes permanecieron allí hasta 1871, cuando fue trasladado al lugar, proveniente de la iglesia-convento de San Francisco de Asís, el Internado Eclesiástico fundado por el teólogo Luigi Guala.
Bajo la guía del canónigo Allamano, rector en 1882, se realizó la última gran ampliación del santuario, obra del arquitecto Carlo Ceppi y del ingeniero Antonio Vandone (1899-1904).
Durante la Segunda Guerra Mundial, el edificio que albergaba al Internado Eclesiástico adyacente al santuario fue bombardeado (1943) y parcialmente destruido.
Los religiosos que lo habitaban se vieron obligados a refugiarse en Bra, para regresar sólo en 1948, con la inauguración del nuevo Internado Eclesiástico, reconstruido y reestructurado.
La cúpula se terminó en 1717. El altar mayor es de Felipe Juvara (1729).
El interior ha pasado por varias transformaciones posteriores después de finales del siglo XIX y a principios del XX.
El interior es al mismo tiempo complejo y armonioso, y está prácticamente constituido por tres iglesias diferentes, contiguas y comunicadas entre sí.
Nada más entrar, nos encontramos en la iglesia de San Andrés. Conserva la configuración elíptica proyectada por Guarino Guarini.
El altar principal está a la izquierda: se puede admirar la pintura que representa el martirio de San Andrés, de Reffo (1904).
El altar de San Juan José Cafasso está adornado por un cuadro de Guglielmino. La urna de bronce que contiene las reliquias del santo fue realizada por Anacleto Barbierini (ambos sucesores de la escuela Reffo)
Algunos escalones y una reja nos introducen al verdadero y propio santuario de la Consolata (Consolación), de forma hexagonal, proyectado por Guarini en el siglo XVII y ampliado en 1899 con las cuatro capillas ovaladas que lo rodean.
El grandioso altar de Felipe Juvara enmarca y sujeta el cuadro de la Virgen de la Consolata, óleo sobre lienzo.
Mientras nos dirigimos a la salida, vemos a la izquierda la capilla de la Virgen de las Gracias, bastante más baja del nivel de la iglesia de San Andrés.
Aquí, entre las ruinas del antiguo edificio sagrado, según la tradición, el ciego Briaçon habría encontrado la imagen de la Virgen el 20 de junio de 1104.
Los miles de ex votos -antiguos y modernos- que revisten las paredes de la galería y del santuario, testimonian la continuidad del culto de los torineses por la «Consolata», festejada con la procesión del 20 de junio.
Cerca del cruce de la Vía de la Consolata con Vía Giulio, se puede ver la esquina de la muralla romana, descubierta en 1884.
BEATO GIUSEPPE ALLAMANO FUNDADOR DE LOS MISIONEROS Y LAS MISIONERAS DE LA CONSOLATA
José Allamano nace en Castelnuovo d’Asti un 21 de enero de 1851 en el seno de una familia campesina.
Fue el cuarto de cinco hijos, a los tres años se quedaron huérfanos de padre.
Además de la madre, tres personas tienen un papel fundamental en su formación: su maestra Benedetta Savio, San José Cafasso (su tío) y San Juan Bosco.
El beato Giuseppe Allamano, el 20 de septiembre de 1873 se ordena sacerdote. Tiene 22 años.
Los seis primeros años de sacerdote los pasa de formador en el seminario, pero su mayor deseo es ir a una parroquia.
En 1880 se le abren nuevos caminos… el arzobispo busca un rector para el Santuario de la Consolata, patrona de Turín y piensa en él.
En 1882, junto a su amigo el p. Santiago Camisassa, comienza la recuperación del Santuario y del Convictorio eclesiástico, donde se formarán los jóvenes sacerdotes.
En 1900 cae gravemente enfermo, y gracias al empuje del Cardenal Richelmy y las oraciones a la Consolata se cura milagrosamente.
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Diez años antes Allamano había escrito una carta pidiendo la fundación de un instituto misionero.
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Pero la autorización no llegó hasta el 29 de enero de 1901, justo un año después de su milagrosa curación.
Rondando los 20 años de edad parten los cuatro primeros misioneros para Kenia: P. Gays, Hno. L. Falda, P. F. Perlo, Hno. C. Lusso.
La fundación de las Misioneras de la Consolata será nueve años más tarde, el 29 de enero de 1910.
La audiencia con el Papa Pío X, en 1909, le ayudó a ver claramente la voluntad de Dios «…si no tiene vocación para fundar religiosas, te la doy yo».
A mediados de 1913, sale ya el primer grupo de monjas para las misiones.
Hoy día los dos institutos están formados por hombres y mujeres unidos por la misma vocación misionera, el mismo fundador, la misma madre -la Consolata- el mismo fin: la evangelización.
Consagrados para la evangelización en la obediencia, castidad y pobreza para la formación de comunidades adultas, visita a las familias, diálogo, promoción humana, justicia y paz, comunión.
La Eucaristía y María Consolata son el centro de nuestra espiritualidad y se resume en palabras del Beato José Allamano: «primero santos, después misioneros».
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLATA
Oh Madre querida:
Se tú el consuelo único y perenne de la Iglesia a la que amas y proteges.
Consuela a las comunidades cristianas en su cotidiano peregrinar de la fe.
Consuela a los llevan en sus vidas, profundas heridas por dramáticas situaciones de opresión, violencia, marginación.
Consuela a todos los que sienten en el corazón una ardiente necesidad de amar y ser amados.
Consuela a los jóvenes inmersos en el torbellino de falsas opciones que los asfixian y sofocan, desorientándolos y desanimándolos.
Consuela a todos los que entregan sus vidas para salvaguardar los ideales de la vida.
Oh Madre Consolata:
Que tu presencia consoladora nos anime a dar testimonio fecundo de nuestra fe para que podamos defender, con coraje y verdad, la dignidad de cada ser humano, en la justicia, en la paz y el amor.
Ayúdanos en la construcción de una sociedad fraterna, donde prevalezcan los frutos del Reino de tu Hijo Jesús.
Amén.
Fuentes:
- https://it.wikipedia.org/wiki/Santuario_della_Consolata
- http://www.maranatha.it/Massime/ConsPage.htm
- http://www.santiebeati.it/dettaglio/91938
- http://62.94.212.138/?q=node/15
- http://blog.studenti.it/biscobreak/2013/06/madonna-della-consolata/
- http://www.sangiovannibosco.net/quidb/parte1/Page42.html
Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María
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