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Dios valora mucho esta oración, pero ¿puede esta oración acercarte a Dios más que ninguna otra?

Hay una parte increíblemente importante de la fe cristiana, el Credo. 

Claro que tu podrías pensar ¿el Credo, esa antigua oración que recitamos en la iglesia a toda velocidad?

¡Sí, exactamente esa!

Hoy aquí queremos mostrarte cómo el Credo es mucho más importante de lo que aparenta para tu protección.

Es una poderosa herramienta para protegerte del mal, una forma muy eficaz de fortalecer tu fe en un mundo convulsionado y alejándose de Dios, y un instrumento para darte paz y tranquilidad.

El Credo significa «yo creo»; es una declaración formal de las creencias que sostienen los cristianos. 

Y para entender cómo el Credo puede ayudarnos prácticamente hoy, debemos dar un salto atrás en el tiempo, a los primeros siglos de la fe.

En ese entonces, los credos, como el Credo Niceno y el Credo de los Apóstoles, eran formas de unir a los cristianos bajo las mismas creencias fundamentales.

No eran solo palabras que se recitaban, eran una declaración de fe y unidad en un mundo lleno de amenazas y persecuciones.

Y hoy a pesar de haber pasado muchos siglos, nuevamente el Credo adquiere valor para protegernos, ante la descristianización del mundo, la cancelación de los cristianos que se está produciendo y su misma apostasía.

El Credo actúa como un escudo.

Al afirmar lo que creemos, nos recordamos a nosotros mismos y a los demás la realidad oculta a muchos ojos del poder y la bondad de Dios, y rechazamos las mentiras y las tentaciones del diablo.

Hablamos de la trinidad de Dios, la encarnación de Cristo, Su divinidad, la resurrección de los muertos y la vida eterna. 

Verdades poderosas que nos recuerdan la misericordia y la victoria de Dios, reforzando nuestra resistencia contra el mal.

Y nos ayudan a recordar Su constante presencia providencial en nuestra vida y que no estamos solos en nuestras luchas.?

Los católicos tenemos dos credos principales: el Credo de los Apóstoles y el Credo Niceno. 

El Credo de los Apóstoles es el más antiguo y breve de los dos.

Se desarrolló a partir de la liturgia bautismal, en un tiempo en que los analfabetos eran comunes y se necesitaba un resumen breve y fácil de memorizar de las creencias cristianas.

Existe la tradición de que este Credo proviene de los mismos apóstoles, y que cada uno de los 12 escribió uno de los doce artículos el día de Pentecostés, después de la venida del Espíritu Santo.

Mientras que el Credo Niceno es más detallado y se originó en respuesta a la herejía arriana en el siglo IV. 

Se formuló durante los concilios de Nicea y de Constantinopla para enfatizar la fe en la Santísima Trinidad, que Arrio había cuestionado. 

Y hace hincapié en la divinidad de Cristo y del Espíritu Santo.

¿Y qué mejor arma contra las mentiras y engaños del demonio que la verdad de nuestra fe? 

Cada vez que recitamos el Credo, estamos proclamando las verdades de nuestra fe y resistiendo las tentaciones del demonio.

Por ejemplo, cuando decimos «Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la Tierra», estamos diciendo que creemos en un Dios amoroso que tiene el control de todo. 

Esto implica la soberanía y la autoridad de Dios sobre todo el universo, incluyendo las fuerzas del mal. 

Lo que proporciona consuelo y fuerza en tiempos de tentación o ataque espiritual.

Nos ayuda a resistir el miedo y la desesperanza.

Y es una forma de recordar y afirmar la victoria final de Dios sobre todos sus enemigos.

Luego, el Credo nos lleva a Jesucristo, quien murió por nosotros y resucitó, venciendo al pecado y a la muerte.

El Credo enfatiza la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión de Jesucristo. 

La creencia cristiana sostiene, que por medio de su muerte y resurrección, Jesús derrotó el poder del pecado y la muerte, y por extensión, el poder del diablo. 

Por lo tanto, al recitar el Credo, los cristianos están reafirmando su confianza en la victoria de Cristo y su poder para protegerlos y liberarlos de las fuerzas del mal.

Y no podemos olvidar al Espíritu Santo. 

El Credo también afirma la creencia en el Espíritu Santo, que se entiende como el que capacita a los cristianos para vivir una vida de santidad y resistir la tentación. 

El Espíritu Santo es considerado como el consolador y guía de los creyentes en su lucha contra el mal.

Cuando afirmamos nuestra creencia en Él, estamos reconociendo que tenemos un Guía que nos ayudará en nuestras batallas.

El Credo además nos recuerda que caminamos acompañados en esta lucha. 

Al decir «Creo en la santa Iglesia Católica, la comunión de los santos», estamos declarando que somos parte de una comunidad de fe que está con nosotros en la batalla.

Es la unión espiritual de todos los creyentes. 

Esta comunión de creyentes es importante en el combate, ya que los cristianos se apoyan mutuamente en oración y aliento en tiempos de lucha espiritual. 

Y la iglesia como comunidad proporciona un contexto de responsabilidad, soporte y orientación para resistir las influencias malignas.?

Finalmente, el Credo concluye con la afirmación del perdón de los pecados, la creencia en la resurrección del cuerpo y la vida eterna.

Esto sirve como recordatorio del triunfo final de Dios sobre el mal, y la esperanza del creyente en la liberación final de todas las influencias malignas.

Es la promesa de juicio y justicia, recordándonos que, al final del día, Dios prevalecerá y todo el mal será derrotado.

Por lo tanto, la práctica de recitar y reflexionar sobre las verdades fundamentales de la fe cristiana que contiene el Credo es fundamental para proteger a los cristianos.

Y una de las maneras más sutiles y potencialmente destructivas en las que el mal opera es a través de la propagación de la falsedad y la confusión, especialmente en relación con la verdad de Dios y Su amor por la humanidad. 

Entonces, al proporcionar una definición clara de la fe cristiana, el Credo actúa como un baluarte contra la herejía y la falsedad, proporcionando a los creyentes un marco sólido de verdades en las que pueden apoyarse.

¿Puedes ver lo que quise decir al principio? 

El Credo no es solo un conjunto de palabras que recitamos, es una proclamación poderosa de nuestra fe para protegernos contra las fuerzas del mal.

Pero además, la meditación de esta oración puede proporcionarnos una sensación de paz y seguridad, especialmente en momentos de angustia espiritual. 

Cuando los cristianos vemos que el mundo moral que conocíamos se está derrumbando a nuestro alrededor, encontramos las verdades eternas expresadas en el Credo.

Somos recordados del amor de Dios, de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, y de la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.

¿Y cómo puedo incorporar el Credo en mi vida diaria? 

¡Eso es fácil! recitar el Credo al inicio de otras oraciones diarias es un buen comienzo, por ejemplo, al comienzo del Rosario. 

Verás que no sólo reafirma tus creencias, sino que también te da la seguridad de estar protegido.?

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre que el Credo es más que una mera declaración de lo que creemos. 

Es un arma poderosa en la lucha espiritual, que nos recuerda la victoria de Dios, reafirmando nuestra fe, y dándonos esperanza del desenlace final de la historia.

Y me gustaría preguntarte si has reflexionado sobre las palabras del Credo alguna vez y qué es lo que te gusta más de él. 

EL CREDO DE LOS APÓSTOLES

Creo en Dios Padre,

Todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo,

Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó entre los muertos,

subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso.

Desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable.

Amén.

CREDO DE NICEA

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,

Creador del cielo y de la tierra,

de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,

Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:

Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,

engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,

por quien todo fue hecho;

que por nosotros lo hombres,

y por nuestra salvación bajó del cielo,

y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,

y se hizo hombre;

y por nuestra causa fue crucificado

en tiempos de Poncio Pilato;

padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día, según las Escrituras,

y subió al cielo,

y está sentado a la derecha del Padre;

y de nuevo vendrá con gloria

para juzgar a vivos y muertos,

y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,

Señor y dador de vida,

que procede del Padre y del Hijo,

que con el Padre y el Hijo

recibe una misma adoración y gloria,

y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un solo bautismo

para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos

y la vida del mundo futuro.

Amén.

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