Somos un alma y un cuerpo con una mente.

Y cuando oramos estas cosas deben estar alineadas.

Las posiciones corporales al orar pueden ayudar o perturbar la oración.

Y los ojos son una parte del cuerpo que debemos atender al orar.

La Biblia menciona varias posiciones de oración, como parado, arrodillado, acostado, con la cabeza inclinada, mirando hacia el cielo con las manos levantadas, postrado en el suelo.

Pero en realidad no da instrucciones precisas sobre cómo poner el cuerpo y parece que son aceptables todas las posiciones.

No parece que la posición sea el centro de la oración, sino la fe con la que se hace.

Pero sin embargo veremos que la posición de cada parte del cuerpo puede ayudar a orar mejor y además está cargado de simbología.

Para el imaginario colectivo puede tener algún significado por ejemplo arrodillarse, porque es una muestra de sumisión.

Mientras que inclinar la cabeza es una muestra de humildad y respeto.

Y caer en tierra de nota dependencia total.

Así, de hecho, todas las posiciones para orar serían adecuadas, siempre y cuando nos estuviéramos haciendo un espectáculo montado, como critica Jesús de los fariseos, que oran en las plazas para que los vean.

Hay que tener en cuenta sin embargo que orar es conversar con Dios y se puede conversar con Él en cualquier momento, en cualquier parte, con los ojos abiertos, con los ojos cerrados, trabajando, conduciendo por la carretera y leyendo este artículo.

Veamos algunas reglas respecto a la oración

  

REGLAS PARA EL BIEN ORAR

Podemos mencionar algunas reglas que mejoran nuestra actitud para orar bien, entre las cuales veremos que podemos mencionar las posiciones físicas.

La oración es una relación personal con Dios una relación entre Él y yo.

Por lo tanto la meta es el encuentro de mi persona con Dios, dos personas reales.

La oración es una comunicación afectuosa apoyada por el Espíritu Santo, donde la mente y el corazón son los instrumentos de comunicación.

En romanos 8: 26, San Pablo dice que el Espíritu mismo interviene por nosotros.

La oración es básicamente una experiencia de amor donde se recibe amor, se agradece y se da amor.

En este sentido el gran esfuerzo es que nuestras acciones de gracias, por todos los beneficios que obtenemos, salgan del corazón y no sólo sea un ejercicio mental o mecánico.

La oración es centrarnos en el poder de Dios para lograr fortaleza y pedir auxilio.

Es la admisión de nuestra debilidad y del poder de Dios sobre todas las circunstancias, incluyéndome a mí mismo.

La oración es ponerse frente a Dios eliminando nuestro entorno, esforzándonos por tenerlo sólo presente a Él.

Lo que hace necesaria la higiene mental de la concentración para una oración profunda y veraz.

Sin embargo no hay que olvidar que el corazón de la oración es escuchar; el centro es Dios no soy yo.

Y se trata de una escucha amorosa que incluye la voluntad de responderle.

La oración no se hace en el vacío sino que se hace en un lugar, un tiempo y con determinados condicionamientos físicos.

Así las escrituras dicen que por ejemplo Jesús fue a la montaña orar, otras veces que se retiró a un desierto y allí rezó, en otra oportunidad se levantó cuando todavía estaba oscuro, y en otra pasó la noche en oración, y en otra se prosternó en el suelo y rezó.

Por lo tanto la escritura, al mencionarlo, le da importancia al lugar, al tiempo y a la posición física para orar, y no lo debemos desestimar.

Es por esto mismo que nosotros nos sentimos mejor orando en alguna Iglesia que en otra, nos sentimos más confortables rezando en algún lugar de la propia Iglesia que en otro, y en algún lugar de la casa más que en otro.

Por esta última razón es conveniente que cada uno tenga un altar de oración en su propia casa, donde practique la oración.

Y si no lo tiene, tal vez aún advierta que en algún momento del día se encuentra mejor orando en un lugar de la casa que en otro.

Quien escribe esta nota tiene un altar en su casa, pero en cada momento del día se encuentra más confortable rezando en un lugar diferente de la casa.

También unos se sienten mejor orando por la mañana, otros por la tarde, otros por la noche.

E incluso cada momento del día puede tener un significado distinto para el orante y hasta en cada uno las oraciones practicadas pueden ser diferentes.

Por ejemplo es habitual que los católicos recen la Coronilla de la Divina Misericordia a las 3 pm, pero probablemente en otro horario rezarán el Rosario.

En este sentido de lo dicho entonces, la posición del cuerpo influye porque se puede convertir desde un instrumento para sintonizar mejor la oración a un obstáculo.

Es por eso que en algunos momentos de la misa por ejemplo, la Iglesia pide a los fieles arrodillarse y en otras pararse.

Esto significa que se ora con todo el cuerpo y por tanto hay que elegir la posición que ayude a la concentración.

Cada uno debe elegir su posición corporal en cada tipo de oración que vaya hacer.

Aunque hay normas generales. Parecería que posiciones dolorosas en general no ayudan, lo mismo que posiciones demasiado cómodas.

En definitiva, la posición del cuerpo y sus partes no es la oración en sí misma pero la puede ayudar u obstaculizar.

  

LA GENTE ORA DE MUCHAS MANERAS

Los seres humanos somos compuestos de un cuerpo y un alma o espíritu que deben estar coordinados.

Por eso cuando oramos debemos atender ambos, aunque se parta de una necesidad o intención espiritual.

Nuestro cuerpo es un complemento de nuestra intención espiritual y debe expresar la misma dirección.

El cuerpo es algo que nos diferencia de los ángeles porque ellos son seres espirituales solamente.

El Dios cristiano está vivo y presente ante nosotros y cuando oramos nos confrontamos con Él y reconocemos su presencia.

Y es ante esa presencia que podemos confesar nuestro pecado, suplicarle por algo que necesitamos, hacerle una acción de gracias, adorarlo.

Pero siempre implica una aceptación de la presencia de Dios frente a nosotros.

Si bien las posiciones del cuerpo no son importantes para este Dios presente ante nosotros, son útiles para el beneficio del que ora.

Porque con el cuerpo está expresando mejor sus emociones, sus requerimientos y sus intenciones.

Por lo tanto al ser conscientes que rezamos con el alma y con el cuerpo mejoramos nuestra comunicación.

Esto es claro cuándo elegimos espontáneamente una posición para orar de acuerdo a lo que queremos expresar o como nos sentimos.

Por ejemplo estas son algunas de las posiciones corporales para orar:

  • De pie con los ojos mirando hacia adelante, al altar.
  • De pie con la cabeza inclinada y los ojos cerrados.
  • De pie con las manos extendidas y las palmas hacia arriba mirando hacia arriba.
  • Sentado con la cabeza inclinada y los ojos cerrados y las manos juntas.
  • Sentado con los ojos cerrados Las Palmas sobre las piernas hacia arriba.
  • De rodillas con las manos sobre los muslos la cabeza hacia abajo y los ojos cerrados.
  • De rodillas con la cabeza tocando el suelo, postrados.
  • Acostado en el piso boca abajo con las manos estiradas.
  • Acostado en una cama o un sillón.
  • Caminando.

Cada una de estas posiciones tiene diferentes significados.

Por ejemplo parado con las manos levantadas hacia el cielo es típico de oración de alabanza y acción de gracias.

Arrodillado y postrado es una forma de humillación ante Dios, típico de las oraciones de arrepentimiento o para expresar el santo temor a Dios.

Sentado con los ojos cerrados y las manos sobre los muslos con las palmas hacia arriba es una posición típica de oración de meditación.

La posición más habitual entre los católicos es sentado con la cabeza inclinada los ojos cerrados y las manos juntas.

Pero en las misas carismáticas la posición típica es de pie con los brazos extendidos al cielo.

Entre los judíos hay una posición típica que es la del balanceo.

Y en el islam predomina la postura de postración, arrodillado con la cabeza en tierra.

  

¿HAY FORMA FÍSICA CORRECTA PARA ORAR O NO?

Cómo nos pondremos físicamente depende de lo que queremos expresar ante Dios.

A veces queremos tenemos un diálogo entre amigos, que perfectamente puede hacerse sentado.

A veces podemos estar suplicándole algo, y entonces podemos caer cara en tierra, arrodillados o postrados.

Y otras veces le estamos agradeciendo y alabando y en ese caso se pueden levantar las manos al cielo.

Respecto a la posición de los ojos en general parecería que cerrar los ojos denota más respeto y concentración.

Especialmente la concentración es importante para que nuestras mentes no divaguen por el entorno y no nos distraigamos con lo que vemos y lo que sentimos.

Para que no tengamos demasiadas interferencias para conversar con Dios.

Los cristianos no oran sin pensar, y tampoco lo hacen automáticamente (o no debieran hacerlo), por lo que tienen que controlar que su mente no se vaya para otros lugares.

Los cristianos no creen que la oración es lo que dice el hablante, sino que están comprometidos en sus emociones con Dios, y también en sus peticiones.

Y mientras oran pueden estar solicitando cosas o agradeciendo por cosas.

De modo que lo podemos resumir así.

En algunos casos las personas cierran los ojos cuando rezan, como señal de respeto y devoción.

Y otros cierran los ojos para concentrarse mejor en la comunicación.

Pero la principal característica para realizar una oración eficaz es tener fe que Él existe y que Él escucha.

Y en este sentido hay una posición que los cristianos creen que denota la mayor devoción al orar: arrodillarse y cerrar los ojos.

Si queremos dibujar a un orante cristiano fervoroso lo representaremos arrodillado, medio inclinado hacia adelante, con los ojos cerrados y con las manos juntas.

  

EN CONCRETO ¿QUÉ DEBEMOS HACER CON NUESTROS OJOS?

Respecto al manejo de los ojos hay dos menciones en la Biblia.

Una es en Juan 11: 41 y 17: 11 donde dice que Jesús oró al Padre alzando sus ojos al cielo.

Y por el contrario en Lucas 18: 13 dice que el recaudador de impuestos oró pero ni siquiera levantó sus ojos al cielo.

Cuando estamos ante el Santísimo Sacramento, nuestra posición general en la adoración es inclinar la cabeza, cerrar los ojos y poner las manos en el regazo.

Pero en la misa en general oramos con los ojos abiertos salvo en la meditación post homilía o luego de la comunión.

Sin embargo, por otro lado, hay una posición de oración que se denomina Orans en latín, que es levantar las manos hacia el cielo, hacia Dios, aunque en general con los ojos abiertos.

Y también está la manera que Jesús oró en el jardín de Getsemaní, arrodillado durante el período de gran angustia previo a su aprensión.

En esta posición no miramos para arriba porque estamos en una situación de abrumados y generalmente tendremos los ojos cerrados.

Por lo tanto vemos que no hay una práctica única con respecto a los ojos.

Sin embargo, la posición de los ojos ya es importante desde la antigüedad; era una señal de decoro cerrar los ojos en presencia de un Rey.

Por lo tanto y por similitud, podemos considerar a Dios como nuestro Rey y por lo tanto es una señal de honra y decoro cerrar los ojos ante Él.

   

¿HAY UNA BASE TEOLÓGICA PARA CERRAR LOS OJOS EN LA ORACIÓN?

Como dijimos la Biblia no recomienda ni cerrar los ojos ni mantenerlos abiertos en oración, ni tampoco la práctica de los católicos es unívoca.

Pero hay una punta teológica que podemos ver en Mateo 6: 5-6

“Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.

Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.”

En este pasaje Jesús recomienda la práctica de la oración privada, bloquear las tentaciones del mundo (cerrando la puerta) y alegóricamente podría estar diciéndonos que vayamos a la habitación interior de nuestras almas para orar.

Al respecto San Juan Crisóstomo dice que la oración es la luz del alma que nos da un conocimiento verdadero de Dios y es mejor que cualquier cosa que se pueda ver en el mundo.

También San Agustín dice que la oración es una especie de visión del alma y contrasta la luz interior con la oscuridad exterior.

De modo que cerrar los ojos para Agustín simboliza nuestra confianza en Dios, en medio de la oscuridad del mundo.

Pero San Ignacio de Loyola, en las Instrucciones para el Segundo Método Oración de los Ejercicios Espirituales recomiendas cerrar los ojos explícitamente.

Para centrar nuestra atención en las palabras de nuestra oración.

Mientras que Santa Teresa de Ávila dice que cerrar los ojos ocurre inconscientemente, involuntariamente.

Porque los sentidos y el entorno exterior parecen perder su dominio, mientras que el espíritu recupera gradualmente su soberanía perdida.

San Francisco de Sales por su parte, compara la oración nuestra con un ciego, porque no vemos a nuestro Dios, aunque la fe nos advierte que Él está presente, aunque no lo contemplemos con nuestros ojos mortales.

Por lo tanto cerrar los ojos tiene una razón mística y es un reconocimiento de la oscuridad espiritual en que estamos sumidos, antes de que ocurran los encuentros profundos con Dios.

Es así que San Gregorio de Niza llamó a estos momentos la oscuridad deslumbrante, San Juan de la cruz los llamó noche oscura del alma, y Thomas Merton habló de la oscuridad en la oración.

La oscuridad respecto al mundo exterior se convierte en brillantez del alma cuando percibimos nuestra relación con Dios.

De modo que al cerrar los ojos comenzamos a tener una profunda experiencia mística.

  

¿QUE PODEMOS RECOMENDAR?

Podemos identificar una serie de beneficios espirituales qué tiene cerrar los ojos durante la oración

Nos defiende de las distracciones y tentaciones del mundo.

Nos concentramos a dar amor, en algunas veces alabando y en otras escuchando.  

Nos centramos en ver a Dios a través de los ojos espirituales de la fe.

Nos recuerda que encontramos a Dios en nuestras almas, en nuestra habitación interior.

Contemplamos a Dios y a Cristo en su invisibilidad trascendente en ausencia de un icono o una estatua.

Y nos permite compartir el encuentro místico que tienen los santos con Dios.

Fuentes:

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