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Estas son oraciones que el pueblo de Dios de todas las épocas le dedicó a su Madre, la Virgen María

virgen con el nino


CANTO DE ANDRÉS EL ORADOR A RUSTICANA

Este canto fue dirigido a la mujer de Boecio, el último de los filósofos antiguos, que vivió en Roma hacia el 500, antes de ser puesto por Teodorico en la cárcel, donde escribid su Consolación filosófica. Este mismo canto fue inscrito un siglo más tarde bajo una imagen de la Virgen María en la casa de San Gregorio el Grande.

La Virgen-Madre ha dado la vida al Hombre-Dios;
Ella ha conocido el dar a luz permaneciendo virgen.
Alas órdenes divinas, Ella ha dado su carne,
enseñando a los que vendrían que sólo la fe puede poseer a Cristo.
Ha creído y concebido al Verbo:
Su cuerpo ha contenido al Señor.
El Creador se hace criatura, el Rey toma cuerpo de un servidor;
y en una morada humana reside el Autor de la vida.
El es sembrador y simiente, El es autor de su Madre;
Hijo del hombre y Padre de los hombres.
Con su nacimiento glorioso, la Luz ha llegado a la vida,
abandonando la morada a través de puertas cerradas;
Virgen y Madre, estas dos glorias quedan unidas:
Madre, da a luz al Hombre, y Virgen, conoce a Dios.
En el Unigénito del Padre adoramos dos naturalezas:
humana y divina, las dos en una Persona, las dos son verdaderas.
Su Espíritu y su Padre están unidos a El por siempre,
Trinidad sencilla y trina sencillez.
Dos veces engendrado, como Creador sin madre,
como Redentor sin padre,
por una y otra razón es grande, tanto más grande
en su humildad.
Así quiso nacer el vencedor de las faltas de este mundo,
el que, muriendo, obligó a morir a la muerte.
El que, por su poder, protege nuestras vidas.
El proteja, Rusticiana, a tu estirpe.

 

O GLORIOSA DOMINA

San Venancio Fortunato, el amigo de San Radegondo, murió siendo obispo de Poitiers en el año 600, y es el autor del Vexilla Regis. Se le atribuye el himno que la Iglesia ha adoptado para los Ludes de la Virgen María, verdadero resumen de la piedad mariana:

Oh gloriosa Señora, elevada sobre las estrellas, que en vuestro seno santificado habéis criado providencialmente a vuestro Creador.
Lo que nos quitó la triste Eva, Vos lo devolvéis por vuestra santa fecundidad; Vos sois el camino que hace entrar en el cielo a los que lloran.
Vos sois la puerta del gran Rey, la brillante entrada de la luz. Pueblos redimidos, cantad a la Vida dada por la Virgen.
Gloria a Vos, Señor, que habéis nacido de la Virgen, así como al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

 

HIMNO DE PABLO DIÁCONO

Nacido hacia el año 720. en Friul, y muerto en el 797, Pablo, o Warnefried, fue monje de Montecassino, luego fue llamado a la corte de Carlomagno, donde realizó una importante misión litúrgica.

¿Nunca se poseerá un lenguaje lo suficiente sublime para celebrar dignamente las grandezas de la Virgen, por la que fue devuelta la vida al mundo, que se consumía en las ligaduras de la antigua muerte?

Ella es la rama del árbol de Jessé, la Virgen que debía ser Madre, el jardín que recibirá el germen celeste, la fuente sagrada sobre la que el cielo ha puesto su sello, esa Mujer cuya virginidad ha producido la alegría del mundo.

El padre de los hombres cayó en la muerte por el veneno de la serpiente enemiga; el veneno que le alcanzó ha infectado también a toda su raza, y la ha herido con una llaga profunda.

Pero el Creador, lleno de compasión por su obra, y viendo desde lo -alto del cielo el seno de la Virgen limpio de toda mancha, quiso servirse de él para dar al mundo, que moría bajo el peso del pecado, la alegría de la salvación.

Gabriel, enviado desde el cielo, viene a traer a la casta Virgen el mensaje eternamente preparado; el seno de la joven, que se hace amplio como un cielo, contiene de repente al que llena el mundo.

Ella permanece virgen, y se hace madre; el Creador de la tierra acaba de nacer sobre la tierra; se ha roto el poder del terrible enemigo del hombre, y una luz nueva ilumina todo el universo.

¡Gloria, honor, potestad a la real Trinidad, Dios único! ¡Y que la Trinidad reine para siempre por los siglos de los siglos!

 

AVE MARIS STELLA

Este himno maravilloso, adoptado por la Iglesia para las Vísperas de María, no debe ser de Fortunato, ya que no aparece hasta el siglo XI.
Salve, estrella del mar,
Madre santa de Dios
y siempre Virgen,
feliz puerta del cielo.

Aceptando aquel «Ave»
de la boca de Gabriel,
afiánzanos en la paz
al trocar el nombre de Eva.

Desata las ataduras de los reos,
da luz a quienes no ven,
ahuyenta nuestros males,
pide para nosotros todos los bienes.

Muestra que eres nuestra Madre,
que por ti acoja nuestras súplicas
Quien nació por nosotros,
tomando el ser de ti.

Virgen singular,
dulce como ninguna, l
íbranos de la culpa,
haznos dóciles y castos.

Facilítanos una vida pura,
prepáranos un camino seguro,
para que viendo a Jesús,
nos podamos alegrar para siempre contigo.

Alabemos a Dios Padre,
glorifiquemos a Cristo soberano
y al Espíritu Santo,
y demos a las Tres personas un mismo honor. Amén.

 

REGINA COELI Y ALMA REDEMPTORIS

Son dos de las más hermosas antífonas marianas y, según parece, contemporáneas del Ave Maris Stella. Uno de estos pequeños poemas está lleno de alborozo y de lozanía, y el otro de solemnídad. El Regina coelí aparece a finales del siglo X. El Alma Redemptorís parece ser la obra de un monje de Reicheno, en Suabia, Hermán Contracto, que vivía en el siglo XI

Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
Ha resucitado, según predijo; aleluya.
Ruega por nosotros a Dios; aleluya.

Santa Madre del Redentor,
que siempre sigues siendo la puerta del cielo,
estrella del mar,
socorre al pueblo que cae
y que procura levantarse;
tú que engendraste, ante el asombro
de la naturaleza, a tu Santo Creador,
Virgen antes y después de haber recibido
aquel saludo de boca de Gabriel,
ten misericordia de los pecadores.

 

GAUDE DEI GENITRIX

Recordemos, como ya se ha dicho a propósito de una pieza griega, que el saludo de Gabriel es un deseo de alegría. En latín, la idea de alegría no está incluida en el Ave. Por eso todo un brotar de Gaudes nace, sin duda, bajo las influencias orientales, y, conmemoran en un comienzo la Anunciación, y más tarde tratan de los otros motivos de alegría en la vida de la Virgen, que culminarán en los siete gozos franciscanos y los cinco misteriosos gozosos del Rosario. En esta antífona anterior a la mitad del siglo XI, la diferencia entre los misterios está apenas esbozada.

¡Alégrate, Madre de Dios, Virgen inmaculada;
Alégrate porque has recibido del ángel la alegría;
Alégrate porque has engendrado de la eterna luz
la claridad;
Alégrate, Madre,
Alégrate, Santa Madre de Dios y Virgen!
Tú sola eres Madre, aunque sin esposo.
Toda criatura se alegra en ti, Madre de la luz.
Sé para nosotros, te lo rogamos, un abogado perpetuo.

 

SALVE REGINA

A esta época se remonta el origen de la Salve Regina. Se ha atribuido a Ademaro de Monteil, obispo de Puy-en-Velay, el famoso predicador de la primera cruzada, muerto en el (1098?).

Dios te salve, Reina y Madre, de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra: Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva.

A ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

Las últimas invocaciones las añadirá San Bernardo:
Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

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