Hechos sobrenaturales que lo confirman.

Los católicos tenemos al Papa como figura que rige la Iglesia, cuya autoridad viene otorgada por Jesús a San Pedro y sus sucesores legítimos.

A él le debemos obediencia, pero con libertad de conciencia.

Sin embargo hay una sola ocasión en que le debemos obediencia absoluta, cuando apela a su infalibilidad papal hablando de temas de fe y moral, cuando decreta dogmas de la Iglesia.

Aquí hablaremos en detalle sobre cuando se le debe obediencia absoluta a un Papa y cuando no.

Y sobre los hechos sobrenaturales sucedidos alrededor de esas declaraciones de infalibilidad, que te van a sorprender.

La infalibilidad del Papa, cualquiera que sea el pontífice, suele ser mal interpretada.

Los Papas son infalibles sólo en circunstancias excepcionales.

El Papa es infalible según el Concilio Vaticano I de 1870, cuando habla «ex cathedra», solemnemente en virtud de su suprema autoridad apostólica.

En ocasión de definir una doctrina sobre la fe o la moral que pertenece al depósito de la fe.

Es ahí cuando el Papa indica que esa enseñanza es infalible ejercitando su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos.

Como cabeza de la iglesia el Papa tiene muchas funciones, como administrador, político, diplomático, comunicador, pero en ninguna de ellas existe la infalibilidad.

No implica que en sus acciones no esté sujeto a errores intelectuales o pecados morales.

Las opiniones teológicas de un Papa no son infalibles.

E incluso en los documentos dogmáticos oficiales en que el Papa define una doctrina de fe, no todo su contenido es infalible.

Sólo la definición es infalible, cuando la declaración solemne y absoluta pertenece al depósito de la fe.

Y debe tener cierta formalidad para que sea infalible.

Por lo tanto el ejercicio de la infalibilidad es raro en los Papas.

En general las declaraciones infalibles hechas por el Papa o por un Concilio se realizan cuando hay alguna doctrina cuestionada o cuando declara un dogma, por ejemplo los marianos. 

La infalibilidad Papal parte de la sagrada escritura, en pasajes como «tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré Mi Iglesia».

O «me amas Pedro, apacienta mis ovejas».

O «Yo he orado por ti para que tu fe no falte».

Estos pasajes son la consolidación del papel de Pedro en el establecimiento de la Iglesia y la protección de Dios para ejercitar su ministerio papal.

Y un ejemplo de las propias escrituras demuestra que la infalibilidad del Papa es sólo para algunos casos raros.

Cuando Pedro en Antioquia se negó a comer con los gentiles (Gálatas: 2 11), Pablo no siendo Papa, lo reprendió.

Pedro no hizo eso aplicando su infalibilidad.

Se trató de una conducta personal aplicada a asuntos de disciplina y pastorales, y no relacionado con cuestiones de fe o moral generales.

La infalibilidad tal como la entiende la Iglesia se formalizó en el primer Concilio Vaticano en 1870.

Sin embargo era algo que se había usado desde el principio del cristianismo.

Por ejemplo el Papa León I declara infaliblemente, en el siglo V, que Cristo tenía dos naturalezas, era completamente hombre y completamente Dios.

Típicamente las declaraciones de infalibilidad son manejadas por los papas cuando los decretos de los dogmas marianos.

Y viene legitimado por sucesos y creencias anteriores en la Iglesia.

Por ejemplo, el 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Pero dos décadas antes, en 1830 tuvo lugar en París la primera aparición moderna de la Virgen Santísima, y se apareció a Santa Catalina Labouré para dar dos mensajes:

El primero, para decir que fue concebida sin pecado, o sea que tuvo una inmaculada concepción.

Y el segundo, para regalarnos un arma de Madre, su Medalla Milagrosa.

La invocación «Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos», difundida por todas partes por la Medalla Milagrosa, contribuyó notablemente a crear un clima de fervor generalizado, sobre el privilegio mariano de la Inmaculada Concepción.

Por lo tanto ese clima favoreció a que el Papa Pío IX definiera solemnemente ese dogma en 1854. 

Y cuatro años más tarde, en 1858, la aparición de Nuestra Señora en Lourdes confirmaba de manera inesperada la definición de Roma.

«La Señora de la Gruta se me ha aparecido tal como está representada en la Medalla Milagrosa”, declaró Santa Bernardita, quien la llevaba al cuello.

Mientras que el párroco Peyramale le pide a Bernardita que si la Señora de verdad quiere una capilla, como pedía, que diga su nombre.

Y cuando la visión revela su nombre, Bernardita cuenta que Nuestra Señora levantó los ojos hacia el cielo, juntando las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo, dijo: «Yo soy la Inmaculada Concepción».

Lo que dejó estupefacto a párroco Peyramale, porque era imposible que una niña inculta pudiera saber sobre ese tema teológico y sobre la declaración solemne de Pio Nono del dogma de la Inmaculada Concepción de María. 

Y los sucesos alrededor del dogma de la Asunción de la Virgen María nos muestran además los cuidados extremos que tienen los Papas antes de aplicar su infalibilidad. 

El dogma de la Asunción de la Virgen María fue declarado por el Papa Pío XII el 1º de noviembre de 1950.

Y afirma que «la Inmaculada Madre de Dios, María siempre Virgen, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos». 

La creencia en la Asunción de María era muy extendida entre los católicos desde hacía mucho tiempo.

Y en 1950, preparándose para la proclamación del dogma, Pio XII estaba rezando a Dios por una señal, para confirmar que el dogma fuera Su voluntad.

Y el cielo le envió dos tipos de señales.

El 1º de mayo de 1950, tuvo una señal confirmatoria muy poco conocida para el público en general.

La Virgen le pidió a un niño de 6 años, Gilles Bouhours, que se reuniera con Pio XII para entregarle un secreto.

El niño le revelaría, «la Santísima Virgen María no murió; Ella ascendió al Cielo en cuerpo y alma».

¿Cuál es la historia de este niño? La vida de Gilles comienza con un milagro de curación.

A la edad de nueve meses, se le diagnosticó meningoencefalitis, una enfermedad con frecuencia fatal en aquella época.

Pero el bebé Gilles fue milagrosamente curado a través de la intercesión de Santa Teresa de Lisieux a quien su familia rezó.

La Virgen María se le comenzó a aparecer desde que tenía 2 años y medio.

También tuvo visiones de San José, Santa Teresa de Lisieux, Santa Bernadita y ángeles.

Y el padre de Gilles describe la escena del encuentro de Gilles con Pio XII así:

«Cerca de las 10:30 de la mañana, entramos al Vaticano, donde los prelados de su Santidad nos llevaron a una habitación.

Un Obispo dice ‘ponga al niño en la silla. Lo dejaremos a solas con el Santo Padre'».

Los prelados se retiraron y Gilles se quedó solo con Pío XII, y regocijándose, aplaudió y gritó «¡Viva el Papa!».

Y luego le comunicó el secreto enviado por la Virgen.

Luego la Virgen continuó apareciéndose a Gilles en forma continuada hasta que 9 años después le dice que no vendría más a verle.

Y un año y medio después Gilles pasó a la vida eterna con 15 años.

Murió después de una breve enfermedad de 48 horas.

Algunos médicos dijeron que fue una crisis de uremia, mientras otros decían que fue asma aguda, pero no hubo una explicación precisa.

Una bandada de aves de toda clase sobrevoló la ventana de su cuarto y compusieron piando una melodía, que duró unos momentos.

La vida de Gilles, según los comentaristas piadosos de la época, estuvo dirigida a darle la confirmación que Pio XII pedía al cielo sobre el dogma de la Asunción. 

Pero también Pío XII tuvo otra confirmación, vio cuatro veces la «danza del sol».

Fue en días cercanos a cuando promulgó el dogma de la Asunción, el 1º de noviembre de 1950.

Y lo tomó como otra confirmación del cielo a su plan de emitir el Dogma de la Asunción. 

Pío XII dijo que vio el mismo fenómeno el 30 y el 31 de octubre y 1º de noviembre, el día de la definición del dogma de la Asunción.

Y luego otra vez el 8 de noviembre, y después de eso nunca más, según lo que expresó.

Él relató que durante su paseo habitual en los jardines vaticanos, leyendo y estudiando, habiendo llegado a la estatua de Nuestra Señora de Lourdes, hacia la parte superior de la colina, se quedó asombrado por un fenómeno que hasta ahora nunca había visto.

«El sol, que todavía estaba muy alto, lucía pálido, la esfera estaba opaca, totalmente rodeada por un círculo luminoso», relató.

«Y uno podía mirar al sol sin la menor molestia»

Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre la infalibilidad papal y en qué raras ocasiones el Papa habla infaliblemente y los católicos le deben obediencia absoluta.

Y también sobre las confirmaciones que envía el cielo para darle seguridad al Papa que las declaraciones dogmáticas fueron adecuadas. 

Y me gustaría preguntarte si crees que efectivamente hay confusión respecto a la infalibilidad papal o no.

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