La dimensión oculta de la oración para cambiar el mundo externo como el mundo interior del orante.
¿Funciona realmente la oración?
Cuando oramos por un resultado feliz, ¿a menudo se produce este resultado deseado?
¿Dios responde las oraciones?
La fe en la eficacia de la oración puede desafiar la lógica, en un mundo que se basa en evidencias tangibles inmediatas.
Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado la guía en la oración.
Aquí hablaremos sobre cómo la oración es un gran agente de transformación de las personas y del mundo, y de qué modos la tenemos que usar para que cumpla el objetivo.
Las religiones primitivas son grandes creyentes en el poder de la oración, incluido, lamentablemente, el poder de la oración negativa, es decir, de maldecir a los enemigos.
Y las grandes religiones del mundo, el judaísmo, el cristianismo, el islamismo, el hinduismo y el budismo, han colocado los rituales de oración en el centro de su religión.
Casi todos los seres humanos han creído, al menos en algún momento de su vida, en el poder de la oración.
Pero incluso los satanistas rezan a satanás en las misas negras y tienen sus oraciones diarias para que se destruya la moral cristiana de la civilización.
Incluso los ateos rezan a algún poder superior en momentos de desesperación, por lo que se cumple que «no hay ateos en las trincheras».
Y casi todas las sociedades han hecho provisiones para la oración pública, porque la oración hace más cosas de las que este mundo sueña.
Pero aún este mundo contiene decenas de millones de personas que dudan que las oraciones sean eficaces, especialmente en los países modernizados.
Admiten que la oración puede ser útil, por ejemplo, para consolar a las personas y hacer que se sientan más esperanzadas.
Pero argumentan que no hay evidencia científica de que Dios responda las oraciones.
Y aquí es donde la experiencia de cultivar la fe interviene.
Sabemos por experiencia, que la respuesta de Dios no siempre se traduce en lo que nosotros deseamos, desde nuestra limitada perspectiva humana.
Sabemos que Dios siempre nos escucha, pero su respuesta puede ser «sí», «no» o «espera».
Y que Su sabiduría infinita puede ver más allá de nuestras solicitudes temporales y terrenales, por lo que las oraciones para ser contestadas afirmativamente tienen que estar de acuerdo con la voluntad de Dios.
Y que Él responderá de la manera que mejor se alinea con nuestro crecimiento espiritual.
Según los teólogos y filósofos católicos, Dios es un ser omnisciente y escucha todas las oraciones que se le dirigen.
Además es eterno, está fuera del tiempo y por encima de él.
Y entonces, debemos admitir asombrosamente, que cualquier oración que podamos orar hoy, es una oración que Dios escuchó antes del comienzo del mundo.
Porque tiene todo el pasado, el presente y el futuro frente a Él al mismo tiempo.
Y que Su decisión de responder afirmativamente o no a esa oración, también la tomó antes de que comenzara el mundo y, por lo tanto, se incorporó a la arquitectura del mundo antes de que Dios creara todo.
Es maravilloso comprender que las oraciones ofrecidas hoy, pueden haber tenido un impacto en el resultado de cada evento histórico importante del pasado.
La oración de alguien que oró hoy por el bienestar de un país, por ejemplo, es una oración que ha sido escuchada por Dios hace miles de millones de años, y es posible que la haya tenido en cuenta al diseñar el universo.
Y entonces podemos imaginar, por ejemplo, que Dios, cuando se sentó a diseñar el universo, se dijo a sí mismo,
“Preveo que los futuros habitantes de tal o cual país me inundarán con oraciones tan fervientes por su amado país, que estaré feliz de dar una respuesta positiva a estas oraciones. Les proporcionaré un gran líder.
Y cuando su país esté en peligro de desmoronarse les proporcionaré un segundo líder lleno de sabiduría y nobleza”.
Y por este asombroso alcance de la oración resulta extraño que nuestros hermanos protestantes no oren por los muertos.
Esto se debe a su incredulidad en la doctrina católica del purgatorio.
Dicen que no hay necesidad de orar por los muertos ya que están en el Cielo, y por lo tanto las oraciones son innecesarias, o están en el Infierno, y por lo tanto las oraciones son inútiles.
Sin embargo, si la oración que pronunciamos hoy fue escuchada por Dios hace trillones de años, una oración por nuestro difunto al día siguiente de su muerte, pudo haber persuadido a Dios para que le proporcionara la gracia necesaria para una muerte feliz.
Sin embargo no debemos dejar volar la imaginación excesivamente, porque el pasado no se puede cambiar físicamente.
Por ejemplo, si sabemos más allá de cualquier duda, que un ser querido murió en un accidente, no obtendremos buen resultado pidiendo a Dios que no haya sufrido el accidente.
Pero si recibimos la noticia de que ese ser querido iba en un avión que se estrelló y no sabemos qué le pasó, podemos orar para que esté vivo, como la mayoría de los que reciben noticias similares.
De modo que si creemos que Dios es ilimitado en su conocimiento, poder y benevolencia, tiene sentido orarle.
En el libro del profeta Jeremías 29:11, el Señor le dice,
“Sé los planes que tengo para ti, los planes para el bienestar y no para el mal, para darte un futuro y una esperanza.
Entonces me llamarás y vendrás a orar a mí, y yo te escucharé. Me buscarás y me encontrarás.
Y cuando me busques con todo tu corazón, seré encontrado por ti, y restauraré tu fortuna”
Pero la oración tiene un papel más profundo y significativo en nuestras vidas del que a veces percibimos.
No se limita sólo a un medio para obtener lo que queremos, sino que es, sobre todo, un acto de comunión con Dios, un reconocimiento de su soberanía sobre nuestras vidas.
La oración es una relación que nos invita a la humildad, al amor, a la paciencia y a la comprensión de que, aunque nuestras demandas puedan ser legítimas desde nuestra perspectiva humana, la visión de Dios siempre está orientada hacia nuestro mayor bien.
Es como el cable que nos conecta con nuestro creador, y requiere compromiso, paciencia y amor.
Cuando somos persistentes y auténticos en nuestra oración, podemos experimentar una relación más profunda con Dios, lo que a su vez puede traer una mayor paz y comprensión a nuestras vidas.
Y así podemos navegar las aguas turbulentas de la duda y mantener nuestra fe fuerte en la adversidad.
Y en este sentido la oración es un puente entre lo finito y lo infinito, lo temporal y lo eterno.
Es un acto de humildad y reconocimiento de que somos seres limitados, que dependen de un ser supremo y amoroso.
Un recordatorio constante de nuestra pequeñez en comparación con la vastedad del universo.
Y el consuelo de que, en medio de esta vastedad, tenemos un Dios que nos escucha, que se preocupa por nosotros y que desea nuestro bien supremo.
Pero aún en nuestra insignificancia, la oración es un gran agente de cambio, porque puede cambiar al mundo tanto como a nosotros.
Nuestra Señora en Fátima dijo, “Oren, oren mucho. Hagan sacrificios por los pecadores.
Muchas almas van al infierno, porque nadie está dispuesto a ayudarlas con el sacrificio”.
Cuando unimos nuestras renuncias diarias, nuestra oración, y nuestras cruces diarias, con el sufrimiento de Cristo en el Calvario, nuestros actos adquieren un tremendo valor redentor.
Y esto obtiene muchas gracias especiales, para nosotros y para otros.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre el efecto transformador de los hechos del presente y pasado de las personas, y como extensión natural, de su futuro.
Y me gustaría preguntarte cuales son los efectos más importantes que has experimentado con la oración.
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