La Edad Media fue una época pecaminosa.
La Peste Negra sucedió en un período de calentamiento global y murió 1/3 de le gente.
¿Fue un castigo divino?
No estamos hablando de la causa mecánica y material, sino de la causa última.
¿Te has puesto a pensar porque Dios dejó pasar ese terrible flagelo?
Hoy estamos viviendo en una época de desastres en la naturaleza, que se atribuyen al calentamiento global.
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Y se culpa a la acción del hombre la generación del cambio climático.
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Sin que haya una voz que se alce para decir que Dios está en esto.
La Edad Media fue una época muy pecaminosa. Pero en la nuestra el pecado es tan omnipresente, que difícilmente haya habido otra igual.
Mientras tanto, suman decenas los videntes que dicen recibir mensajes que se avecina una purificación de la humanidad o ya está comenzando.
Y que por lo menos parte de la purificación vendrá mediante eventos en la naturaleza.
¿Como una pandemia, por ejemplo?
No sabemos la confiabilidad de los videntes.
Pero deberíamos recordar que en medio de la Peste Negra, los habitantes de la alta edad media y el Papa tuvieron el discernimiento de que se trató de un castigo por el pecado del mundo.
Pensaron que Dios había dejado pasar el mal por los pecados de la gente, que no oyó sus advertencias.
¿Si llegara un desastre natural de esa magnitud en nuestra época?
¿Cuantos de nuestros pastores se atreverían, siquiera a pensar, que la mano de Dios está atrás de eso, dejando pasar el castigo?
Lo que pasó en la edad media con la peste negra y la reacción de los pastores en ese momento, incluyendo al Papa, es algo sugerente para evaluar ahora.
UN PERÍODO DE ALTAS TEMPERATURA Y TAMBIÉN DE PECADO
La Peste Negra ocurrió en el siglo XIV durante el llamado Período Cálido Medieval, lo que hoy llamaríamos de calentamiento global.
Un periodo de calor extraordinario que duró desde el siglo X hasta el siglo XIV, en el que se sitúa el famoso Mínimo de Maunder, con casi nula actividad de manchas solares.
En estas décadas de clima extrañamente cálido el maíz se cultivaba tan al norte como en Noruega.
Y tormentas feroces eran seguidas de un enfriamiento repentino, además de diversos desastres climáticos.
¿No es algo que estamos viviendo ahora?
Sólo que en ese momento no había comenzado la Revolución Industrial con su contaminación, como para echarle la culpa a los hombres sobre el calentamiento.
Luego disminuyó la temperatura global registrándose lo que los científicos llaman la Pequeña Edad de Hielo.
La NASA define la Pequeña Edad de Hielo como un periodo frío entre 1550 y 1850.
Y científicos dicen que el siglo XX fue la salida de esta edad.
La Peste Negra fue el mayor desastre registrado en la humanidad.
Precisamente en un período de anormalmente mayores temperaturas, como estaríamos viviendo ahora, según lo que la ONU llama el consenso de los meteorólogos.
Los estudiosos bíblicos comparan la Peste Negra con el Diluvio Universal, del que las escrituras dicen que sobrevivió una pequeña parte de la humanidad por el Arca de Noé, y que fue un castigo a la humanidad.
La época en que la Peste Negra tuvo lugar fue en una época de inmoralidad, en la sociedad y en la Iglesia.
Dicho por sus habitantes y por la Iglesia de la época.
La misa se celebraba en algunos lugares como un circo y el materialismo era el lugar común.
CÓMO INFESTABA LA PESTE NEGRA
La peste negra o bubónica fue causada aparentemente por una bacteria llamada Yersinia pestis.
Y se caracterizaba por escalofríos, fiebre, vómitos, diarrea y formación de forúnculos negros en las axilas, el cuello y la ingle.
Aunque la enfermedad fue originalmente llamada la «Gran Mortalidad» y «Gran Pestilencia», el nombre de «Muerte Negra» fue finalmente adoptado debido a estos furúnculos negros, que derivan su color de la sangre seca bajo la piel causada por sangrado interno.
En ciertos casos, la bacteria se propagaba a los pulmones de las víctimas, haciendo que se llenaran de líquido espumoso y sanguinolento.
Esta derivación de la enfermedad se llamaba peste neumónica, y puede propagarse rápidamente de persona a persona a través del aire.
Se ha informado que el aspecto es similar en ciertas cepas mutantes del virus H1N1 actual.
CÓMO COMENZÓ LA PESTE NEGRA
La peste negra, o peste bubónica o muerte negra fue la pandemia más devastadora en la historia de la humanidad.
Alcanzó un punto máximo entre 1346 y 1361, matando a un tercio de la población continental, según el consenso de los estudiosos.
Curiosamente es el mismo recuento de víctimas – un tercio – profetizado en libro del Apocalipsis 9:15.
Nadie sabe exactamente por qué, pero a finales de la década de 1320 o principios de 1330, la peste bubónica estalló en el desierto de Gobi en China.
Era distribuida por ratas infestadas de pulgas y no tardó mucho en llegar a Europa.
La historia cuenta que en octubre de 1347, una flota de buques genoveses que regresaba del Mar Negro llegó a Messina, Sicilia.
La mayoría de los que estaban a bordo ya estaban muertos, y los barcos fueron detenidos fuera del puerto.
Pero era demasiado tarde.
La ciudad pronto fue tomada por la pestilencia, y de allí, la enfermedad rápidamente se extendió hacia el norte a lo largo de las rutas comerciales, a través de Italia y de todo el continente europeo.
En la primavera siguiente, había alcanzado tan al norte como Inglaterra, y en cinco años había matado a 25 millones de personas.
Esta enfermedad afectó devastadoramente Europa, China, India, Medio Oriente y el Norte de África. ?
No afectó al África subsahariana ni al continente americano. ?
La medicina contemporánea no podía proporcionar ninguna explicación para la enfermedad, y la mayoría de los médicos tenían miedo de ofrecer tratamiento.
En un intento de evitar ser infectados, los pocos médicos que se exponían a riesgos usaban máscaras de cuero con ojos de cristal y un largo pico lleno de hierbas y especias que se pensaba para evitar la enfermedad.
En China donde las sequías, las langostas y las inundaciones habían debilitado a la población en la década de 1330, la población se reduciría de 123 millones en siglo XI a sólo 65 millones a finales del siglo XIV.
En 1339 se tuvo el primer registro del movimiento de la plaga hacia el oeste llegando al lago Issyk en la región de Tien.
Desde Asia Central, se trasladó a través de rutas terrestres o a través de la navegación mercante hacia el Medio Oriente y luego hacia Europa.
En 1345 la peste estaba en Sarai, un importante centro de comercio en el Volga inferior en lo que hoy es Rusia, y dentro del año llegó al Cáucaso y a Azerbaiyán.
La pandemia se desparramó en los territorios desde Armenia hasta la India.
Esta misteriosa y terrible enfermedad, con una horrible tos de sangre, que podría propagarse simplemente respirando o tocando a alguien o por contacto simple con ropa contaminada, despobló mucho del subcontinente y encontró su camino a Yemen y al Mar Rojo.
Los kurdos huyeron en vano a las montañas y casi nadie sobrevivió en lugares como Cesárea (la actual región de Irán-Irak).
Siria y Egipto fueron golpeados, así como La Meca, a pesar de la predicación de Mahoma de que la enfermedad nunca llegaría a la Ciudad Santa.
En dos años el mundo islámico entero sería engullido, perdiendo de un tercio a cincuenta por ciento de su población.
Allí se observaron fenómenos extraños, incluyendo luces en tumbas y fenómenos aéreos.
Después de asolar Constantinopla, la Peste Negra fue llevada por buques italianos a Chipre en 1347.
El mismo año que esta región (como si fuera un previo aviso) sufrió un terremoto y varios maremotos.
El agua había barrido grandes partes de la isla, destruyendo olivares y flotas pesqueras.
Los isleños asesinaron a muchos de sus esclavos árabes por temor a que aprovecharan el caos, y luego huyeron hacia el interior, pero no pudieron evitar lo que un cronista llamó «un viento pavorífero» que propagó «un olor tan venenoso que muchos cayeron de repente y expiraron en terrible agonía».
Justo antes de que la plaga llegara a Europa, terremotos también causaron graves daños en Roma, Nápoles, Pisa y Venecia.
La entrada a Europa Occidental a través del puerto siciliano de Messina, donde los residentes insistieron en que había entidades demoníacas transfiguradas en forma de perros y que estos perros causaron daño a los seres humanos.
La enfermedad rápidamente se movió hacia el oeste y el norte, golpeando Avignon, la sede del Papa en ese momento.
La tasa de mortalidad allí fue del cincuenta por ciento.
Cientos de personas que trabajaban en el palacio papal se convirtieron en cadáveres.
El papa Clemente VI huyó, y tal era la escasez de sacerdotes que los laicos tuvieron que dar los últimos ritos.
En Viena la peste llegó como una luz flotante que fue exorcizada por un obispo.
Cinco millones murieron en Francia.
En toda Europa los cadáveres se dejaban en el frente de los hogares como basura, e incluso los animales no los tocaban.
En Inglaterra, en dos años, la mitad de los 17.500 monjes, monjas y frailes de los monasterios de esa nación ya no se contaban entre los vivos.
Un asombroso 66 por ciento del clero en Buckinghamshire murieron
Y en 1350 el número de muertos era al menos 35 por ciento en Londres.
Era implacable y siniestro.
En el mar vagaban buques fantasmas.
¿VINO DE IMPROVISO O HUBO OTROS FENÓMENOS ASOCIADOS?
En Inglaterra un monje llamado Gervase de Canterbury informó que en 1178
“El domingo antes de la fiesta de San Juan Bautista después de la puesta del sol cuando la luna se había hecho visible un fenómeno maravilloso fue atestiguado por unos cinco o más hombres que estaban sentados allí frente la luna.
Ahora había una luna nueva brillante, y como de costumbre en esa fase sus cuernos estaban inclinados hacia el este.
Pero de repente el cuerno superior se partió en dos.
Desde el punto medio de la división, una brotó antorcha llameante, arrojando, a una distancia considerable, fuego, brasas y chispas.
Mientras tanto, el cuerpo de la luna que estaba debajo se retorcía, por así decirlo, con furia, y, para decirlo con las palabras de quienes me lo contaron y vieron con sus propios ojos, la luna palpitaba como una serpiente herida”.
Sonaba como si hubieran visto asteroides golpeando la superficie lunar, mientras que en la Tierra hubo migraciones al por mayor.
Las marejadas que pudieron haber resultado de los meteoros o algún cambio misterioso, provocó que los indios de América del Sur evitaran las costas y los isleños se movían lejos.
En esta época de pequeña edad cálida, los profetas hacían profecías histéricas: el anticristo, el fin del mundo.
De China llegó la noticia de acontecimientos extraños.
«La montaña Tsincheou desapareció y grandes hendiduras aparecieron en la tierra«, relató el escritor George Deaux.
«Cerca de King-sai, se decía, las montañas de Ki-ming-chan cayeron totalmente y en su lugar apareció repentinamente un lago de más de cien leguas de circunferencia».
Hubo un «trueno subterráneo» en Cantón y una inundación a lo largo del Río Amarillo, que un climatólogo llamado HH Lamb describió como «uno de los mayores desastres meteorológicos jamás conocidos”.
Supuestamente se habría llevado siete millones de vidas en los grandes valles fluviales de China.
Según un misionero flamenco, que informó a las autoridades de la Iglesia,
«Hojas de fuego cayeron sobre la tierra, mezcladas con piedras de gran tamaño en una provincia de la Gran India, en medio de horrores y temores inauditos durante tres días, que mató a casi todo, desde el más grande hasta el más pequeño”.
En Europa, terremotos sacudieron a Grecia y la lavaron con maremotos.
También movimientos telúricos en Chipre, lo mismo que en Nápoles, Pisa, Padua, Bolonia y Venecia.
Los temblores llegaron hasta Alemania.
En la Basílica de San Marcos en Venecia, los temblores habían hecho sonar las campanas.
La Edad Media no fue invadida por el aborto. Estaba prohibido en el texto latino del Juramento Hipocrático.
Pero había muchos otros pecados, y el pecado atrae a los demonios y éste conmociones y enfermedades.
Cuando el hombre está en pecado hay tribulación.
La gente olvidó la devoción en la Alta Edad Media.
Se olvidaron de las verdades del Salvador, habían caído profundamente en el materialismo.
Había delincuencia y corrupción en la Iglesia, y mucha vanidad.
Ese fue el antecedente de la peste negra, como una profecía de lo que después sucedería.
VISIONES ATERRADORAS Y CULPABILIZADORAS DURANTE LA PESTE NEGRA
Tan asustada estaba la gente que pocos se aventuraban de sus hogares.
Pero por deseo del arzobispo en algunos lugares tomaban coraje y marchaban alrededor de la ciudad recitando letanías.
Según un escriba llamado Miguel de Piazza,
«Mientras toda la población estaba procesionando por las calles, un perro negro apareció entre ellos, crujiendo con los dientes, corriendo sobre ellos y rompiendo todos los vasos de plata, lámparas y candeleros…»
Fue una visión aterradora y no hizo más que legitimar los cuadros de los artistas que retrataban a la plaga como propagada por los demonios.
El papa Clemente VI declaró que era «Una pestilencia con la que Dios aflige al pueblo cristiano».
Y que parecía como el hedor del infierno.
Una plaga tan repugnante que inspiraba menos piedad que desprecio.
Algunos teorizaron que los vapores venenosos estaban surgiendo de grietas en la tierra. ¿Azufre del mundo inferior, del infierno?
Meteoros fueron vistos (conocidos como «cometas negros»), y hubo informes de extrañas columnas de fuego.
Estos fueron testimoniados en Florencia y Aviñón, por encima del palacio papal (que ahora estaba en Francia).
También se vio una bola de fuego sobre París, y se decía que fantasmas, demonios en lugares como Messina se transformaban en «perros» aterradores.
Era como si el mundo entero hubiera sido colocado «al alcance del Maligno», señaló un fraile en Kilkenny, Irlanda, quien se preguntó justo antes de su propia muerte si «algún hijo de Adán podría escapar de esta pestilencia».
Esa fue una buena pregunta.
Nunca antes (al menos desde Noé) había habido un desastre como este.
En tres continentes la misma existencia del homo sapiens estaba amenazada.
Hombres y mujeres desesperados vagaban como locos por toda Europa.
Se cuenta que en la desesperación, habitantes de Messina, Italia, huyeron a pie y a caballo seis millas fuera de la ciudad para obtener una imagen de la Madonna que se decía tenía un poder especial.
Pero cuando el caballo que la llevaba se acercó a Messina el animal de repente se quedó inmóvil y fijo como una roca.
Eso fue interpretado como una señal de que lo que estaba ocurriendo era el pago de Dios de un pueblo injusto, manchado de sangre y que María no debía intervenir.
En palabras de Miguel de Piazza, la Santísima Madre juzgó que la ciudad era
«tan odiosa y tan profundamente manchada de sangre y pecado que le dio la espalda, no sólo no queriendo entrar en ella, sino incluso odiaando la vista de ella».
Realmente María nunca daría la espalda a sus hijos, pero la protección del Cielo se sentía ausente, dada la magnitud de los destrozos.
Sin embargo se produjeron en muchos lados apariciones de la Virgen maría pidiendo al pueblo arrepentimiento de los pecados, un cambio de vida, y prometiendo el cese de la peste.
También en Messina, el pueblo rogó al arzobispo de Catania que les prestara las reliquias de Santa Agata.
Cuando los catanianos se negaron a dejar ir las reliquias, el arzobispo las sumergió en agua bendita y se llevó el agua a Mesina, donde las llevó en procesión con oraciones y letanías por las calles.
El primer año 28 por ciento de los cardenales de Europa y 207 obispos sucumbieron a la enfermedad.
En algunos lugares se creía que la peste descendía como una bola de fuego.
«Una de esas bolas fue afortunadamente, rondaba por encima de Viena fue exorcizada por un obispo«, escribió el historiador Ziegler.
«Cayó inofensivamente al suelo y se levantó una efigie de piedra de la Virgen para conmemorar esta victoria única…»
Pero tales triunfos fueron temporales.
El hecho de que la Confesión estuviera abierta a los laicos significaba que era una emergencia sin precedentes.
Clemente decidió que era necesario conceder la absolución a todos los que habían sucumbido porque no tenía tantos ministros.
Antes de la plaga había 17.500 monjes, monjas y frailes en los monasterios ingleses, pero en dos años había alrededor de la mitad de ese número.
La precaria posición en la que se sentían los cristianos la interpretaron como que se la habían ganado por la lujuria y la codicia, por la irreverencia y la falta de respeto por la vida y Dios, por la astrología y la adivinación, que últimamente se había hecho tan popular en Europa.
«Dios ha golpeado al mundo con este gran castigo de muerte súbita por los pecados de los hombres», lamentó el rey Magnus II de Suecia.
«Por ella, la mayoría de la gente en la tierra al oeste de nuestro país está muerta. Ahora está devastando Noruega y Holanda y se acerca a nuestro reino de Suecia».
El rey de Suecia pidió ayunar a pan y agua.
Y fue declarado por el Papa un año santo especial para 1350.
Aunque pocos en Roma quizás estuvieran dispuestos a prestar atención a tales palabras, nadie podría negar la impresionante presencia de Santa Brígida de Suecia.
Ni negar sus milagros.
Una mujer que miraba a su hijo moribundo dijo:
«¡Si sólo Santa Brígida estuviera aquí!».
Y en ese momento entró la santa, puso sus manos sobre la frente del joven, y unas horas después el hombre fue sanado.
En otros casos se buscó alivio en santuarios como Willesden.
Allí se llevó en procesión una estatua de la Santísima Madre y se informó de sanaciones.
La aparente ausencia de causa terrenal dio a la plaga una calidad sobrenatural y siniestra.
Así hubo algunos actos de verdadera superstición.
Los escandinavos creían que de la boca de los muertos emergía una entidad en forma de una llama azul y volaba a través del aire para infectar la casa siguiente.
Pero más allá de los demonios y la superstición, la mano final era de Dios.
Obviamente era ridículo culpar a la Iglesia por toda esta aflicción (especialmente una plaga que comenzó en tierra pagana), pero se sentía la culpa.
Por una jerarquía que había contado pilas de dinero en el palacio papal en Aviñón y había convertido a la Iglesia en una burocracia granítica.
El Papa, traumatizado por el desastre, criticó a muchos de sus clérigos como
«los más orgullosos del mundo, arrogantes y dados a la pompa… codiciosos», gastando su dinero «en proxenetas y estafadores».
Y reconoció el castigo en una Bula de septiembre de 1348, hablando de la «pestilencia con que Dios aflige al pueblo cristiano».
El emperador Juan VI Cantacuceno manifestó que la triste desesperación que se asentaba sobre sus víctimas antes de morir, no era una plaga «natural» para la humanidad sino «un castigo del cielo».
Para Piers Plowman «estas pestilencias eran por puro pecado».
La aceptación general de este punto de vista creó un sentimiento ampliado de culpabilidad, pues si la plaga era un castigo tenía que haber un pecado terrible para haberlo ocasionado.
¿Qué pecados tenía la conciencia del siglo XIV?
Principalmente la codicia, el pecado de la avaricia, seguido por la usura, la mundanalidad, el adulterio, la blasfemia, la falsedad, el lujo, la irreligión
Giovanni Villani, tratando de dar cuenta de la cascada de calamidades que había caído sobre Florencia, concluyó que era retribución por los pecados de avaricia y usura que oprimían a los pobres.
La piedad y la ira sobre la condición de los pobres, especialmente la victimización del campesinado en la guerra, fueron a menudo expresadas por los escritores de la época y fue sin duda la conciencia del siglo.
Fuentes:
- http://erenow.com/postclassical/distantmirror/8.html
- https://es.wikipedia.org/wiki/Peste_negra
- http://www.pbs.org/wnet/secrets/mystery-black-death-background/1488/
- http://spiritdaily.org/blog/signs/black-plague-part-2
- http://store.spiritdaily.com/product-p/mhb-112.htm
- http://spiritdaily.org/blog/signs/black-plague-part-1
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