El cristianismo del siglo IV vio crecer a Catalina de Alejandría.
Una noche se le apareció Cristo y se consideró Su prometida desde entonces.
No aceptó postrarse en sacrificio a los dioses paganos.
Y en el debate filosófico convirtió a los sabios del emperador.
La historia posterior nos la dice la poeta Rosario de la Cueva.
Santa Catalina de Alejandría
Según La Leyenda Dorada
esta singular doncella,
nacida en Egipto: Catalina,
había rechazado al Emperador
Majencio, como esposo.
Ya que era cristiana,
y como tal a Cristo, consagrada.
Sabia y elocuente oradora,
supo convencer con su palabra,
a los filósofos que intentaron
que renegara de su Fé.
Encolerizado Majencio,
por su negativa,
fué condenada a sucumbir
en la más lóbrega mazmorra
sin alimentos recibir.
Cuentan las crónicas
que una blanca paloma
enviada por el Señor,
la alimentó.
El suplicio de la cruel
rueda dentada,
fué el martirio que
el perverso emperador,
ideó, por desgarrar
las níveas carnes,
de la heroica virgen cristiana.
Más el tétrico artilugio se quebró,
salvándose la doncella
de tal tormento, atroz.
En pie dispuesta y con las
manos unidas en oración,
inconmovible en su Fe,
contemplaba Catalina,
el firmamento, ansiándolo.
Finalmente, tras tantos
y angustiosos sufrimientos,
la noble Catalina,
entregó su cabeza, a la mano
impía del verdugo.
Y ¡Oh sagrado portento!
en vez de sangre, manó leche maternal,
de su tronchado cuello.
Rosario de la Cueva.
Rosario de la Cueva, de España, Poeta, Coordinadora del ciclo «La Rioja Poética» en el Centro Riojano de Madrid
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