Cómo fue educada la Virgen María en el Templo de Jerusalén para su Misión.  

La vida de la Santísima Virgen María estuvo signada por la gracia y por su educación.

Por la gracia, porque fue concebida sin pecado original. 

Y por su educación porque vivió en el Templo de Jerusalén su niñez hasta que se casó con José.

Esto la educó en el servicio, en el conocimiento de las escrituras, en la oración y en la humildad, que son las características centrales por las que el demonio la odia y le teme.

Y es por esas características que la Virgen María conducirá exitosamente la batalla contra el demonio y sus secuaces, en el Final de los Tiempos.

Y con las cuales predicará a los elegidos en este tiempo de tribulación, batalla y esperanza.

Aquí hablaremos sobre la educación que recibió la Santísima Virgen en el Templo de Jerusalén, que comenzó con el episodio de la Presentación de María en el Templo; un hecho paradigmático que la Iglesia celebra con una fiesta todos los años.

Durante el Rito del Exorcismo en el proceso de liberación de los demonios, el sacerdote exorcista reza,

«La gloriosa Madre de Dios, la Virgen María, te ordena, Ella que con Su humildad y desde el primer momento de Su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza».

Esta oración apunta a una profecía del libro de Génesis, donde Dios le dijo a la serpiente,

«Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le herirás el talón», Génesis 3:15. 

Es el llamado protoevangelio y la síntesis de nuestro período histórico del Final de los Tiempos. 

La humildad de María fue tan radical que aplasta la cabeza orgullosa de satanás y es la defensa más segura contra él y sus ataques. 

Esto es corroborado por los demonios porque le dijeron al Padre Gabriele Amorth, 

«Ella me hace enojar porque es la más humilde de todas las criaturas, y porque yo soy el más orgulloso; porque ella es la más pura de todas las criaturas, y yo no lo soy; porque, de todas las criaturas, ella es la más obediente a Dios, ¡y yo soy un rebelde!».

La humildad de María se cimenta en dos cosas, la forma en que la Virgen fue concebida, o sea su Inmaculada Concepción, y su educación en el templo desde los 3 a los 14 años.

La Inmaculada Concepción significa que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción, por los méritos de su hijo Jesucristo.

Y a eso se suma su educación en el templo de Jerusalén como internada.

En el Templo de Jerusalén había una escuela de vírgenes que cumplía con las tareas necesarias en el Templo y se educaban. 

Esto incluía coser y crear vestimentas, lavar las vestimentas de los sacerdotes que se manchaban regularmente con sangre animal, preparar la ropa litúrgica, tejer el velo del Templo y, lo más importante, la oración litúrgica. 

La tradición judía y católica sostiene que esta escuela para las vírgenes israelitas se completaba al casarse a la edad de 14 años.

También había mujeres mayores, quizás viudas, como la profetisa Ana, que servían como maestras e institutrices.

María fue llevada al Templo a los 3 años y permaneció en el Templo hasta los 14 años, momento en el cual José le fue asignado para ser su esposo. 

De este relato surge la fiesta de la Presentación de María en el Templo que la Iglesia Católica celebra el 21 de noviembre.

María necesitaba estar protegida del mundo.

No porque su alma Inmaculada estuviera contaminada, sino porque su vida era de servicio total a Dios.

Allí en el Templo viviría la vida que Dios quería para Ella, en completa rendición y en plena comunión con él.

Era un curso que había sido decidido en su concepción.

Según las historias de las doce tribus de Israel, Joaquín era un hombre rico.

Y un año, cuando los hijos de Israel llevaron sus ofrendas al Templo, Rubén se puso de pie y dijo,

«No está permitido que traigas tus ofrendas primero, porque no engendraste descendencia en Israel».

Profundamente avergonzado, Joaquín se fue de la ciudad al desierto diciendo, «Yo ayunaré y haré penitencia hasta que el Señor me considere digno».

Ana lloró al ver a su marido irse para el ayuno fue al jardín y se sentó debajo del árbol de laurel.

 Le suplicó al Señor, diciendo,

«¡Ay de mí! ¿A qué me comparo? No me comparo con esta tierra, porque aun la tierra produce su fruto a su tiempo y la bendice Señor».

Y se le apareció un ángel del Señor, que le dijo,

«Ana, el Señor Dios escuchó tu oración, y concebirás y darás a luz, y se hablará de tu descendencia en todo el mundo habitado».

Ana dijo,

«Si doy a luz, ya sea hombre o mujer, lo presentaré como un obsequio al Señor mi Dios, y será un siervo de Él todos los días de su vida».

Y luego dos ángeles le avisaron,

«He aquí que tu esposo Joaquín viene con sus rebaños».

Ana corrió, se le echó los brazos y dijo,

«Ahora sé que el Señor Dios me ha bendecido mucho, porque he aquí que la viuda ya no es viuda, y la que fue estéril ha concebido».

Joaquín juró que una vez que la niña cumpliera tres años sería enviada al Templo para ser educada, en agradecimiento al Señor.

Allí la niña pequeña viviría una vida de servicio a los sacerdotes.

Sería educada en asuntos sagrados, oraría, trabajaría y adoraría a Dios.

A los tres años, María es examinada por tres sacerdotes del Templo en Jerusalén, para determinar si ella es adecuada para una vida de servicio allí.

Los sacerdotes y los padres quedan asombrados por su humildad y determinación de vivir solo para Dios a una edad tan joven.

Pero además, a diferencia de muchas de tres años, María parecía tener seis o siete años.

Después de meses de enseñanza, aprendizaje y oración, la familia santa está lista para presentar a María en el Templo.

Joaquín viaja con un grupo de hombres al Templo, llevando ofrendas de sacrificio.

Mientras tanto Ana, acompañada de mujeres y niñas, lleva a su pequeña hija a una solemne procesión por la ciudad.

La pequeña María lleva una vela y está vestida de azul pálido, adornada con guirnaldas de flores.

Aparte de su belleza física, es su santidad lo que más impresiona a quienes la ven.

Al pasar por la puerta exterior del Templo, María se ofreció a Dios.

Y escuchó una voz celestial que le decía,

«Ven, Mi amada, Mi esposa, entra en Mi Templo donde te deseo que me ofrezcas alabanza y adoración».

El grupo continuó su procesión por el patio del Templo, hasta que llegaron al pie de los quince escalones que conducen a la puerta principal.

La niña se volvió hacia sus padres, quienes la bendijeron mientras el sacerdote le cortaba algunos mechones de cabello.

Por fin llegó el momento de que María subiera los escalones del Templo.

Un halo de luz rodeó a la niña y llena de alegría comenzó a subir.

Una vez dentro, los sacerdotes rezaron por ella y fue recibida por las otras jóvenes, que residían allí.

Luego se encontró con su maestra, la profetisa Ana.

Al partir, la otra Ana, conociendo el corazón de su hija, proféticamente anunció, «el Arca de la Alianza está ahora en el Templo».

En Su vida en el templo la niña iba educando Su santo espíritu, ocupada en labores materiales unas horas, y otras consagrándolas al estudio

Allí aprendió a hilar lana, lino y seda perfectamente, a bordar y el arte de trabajar sobre metales como el oro.

También a coser y labrar los ornamentos sacerdotales y todo lo que era menester para el culto del templo.

Y después para servir y vestir a su precioso Hijo, y para hacerle la túnica inconsútil.

Aprendió asimismo las letras hebreas y leía a menudo con mucho cuidado, y meditaba con gran dulzura las Divinas Escrituras, las cuales, con su delicado ingenio, y con la luz soberana del cielo que el Señor le infundía, entendía perfectamente.

Ayunaba mucho, y con recogimiento, soledad, silencio y quietud se disponía a la contemplación y unión con Dios

Cuando terminaba sus quehaceres, en las horas restantes de cada día, ella salía sola más allá de las puertas del Templo.

Allí distribuía comida y ropa a los pobres y ancianos que venían en busca de caridad.

Con el tiempo, las otras chicas siguieron su ejemplo, y el Templo se hizo famoso por su generosidad.

Y con encendido deseo y amor de la virginidad que el Espíritu Santo le inspiraba, hizo voto de guardarla perpetuamente.

Fue la primera que hizo esta manera de voto de virginidad.

Y con su ejemplo incitó a muchas purísimas doncellas para que la alcanzaran.

Y por esto se le llama Virgen de las Vírgenes.

Un día, mientras ella lavaba la frente de una niña, tan enferma de fiebre que no se esperaba que sobreviviera a la noche, María escuchó un canto angelical.

La miró preguntándose si la niña también lo había escuchado.

Pero su amiga dormía pacíficamente por primera vez en días.

Al tocar la frente de la niña, María se dio cuenta de que la fiebre había pasado.

Seguramente fue un milagro, la niña se recuperaría, como María rezó para que sucediera.

Y escuchó una voz que le dijo,

«María, el Señor ha considerado conveniente traerte a este mundo sin la mancha del pecado.

Si usas Su buen favor para ayudar a otros lo honras mucho».

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la Presentación de María en el Templo, un evento importante en nuestra historia de la salvación, pero que ha perdido relevancia entre los católicos en la medida que avanza el minimismo mariano. 

Y me gustaría preguntarte si crees que la Virgen María sufrió mucho la separación con sus padres desde los tres años o no. 

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