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Ella no cobra por la comida, cada uno pago lo que cree que es justo.
Cuando las cosas se pusieron difíciles en su restaurante, Dana Parris (de 52 años) decidió entregar la caja registradora a Dios. La propietaria de Just Cookin en Dallas, Texas, decidió terminar con la forma tradicional. Decidió dejar que la conciencia del cliente establezca el importe a pagar por la comida.

 

dana parris de just cookin

 

Ella dijo que su decisión radical fue entregar su negocio «en manos de Dios», cuando estaba endeudada y a punto cerrar las puertas. A partir de entonces, cada vez que un cliente pide la cuenta, Dana le pregunta: «¿Cuánto cree que vale?».

Dana atribuye su éxito a su fe en que Dios realmente es el dueño del sitio. Recuerda que tomó esta decisión después de mucha oración y renunció a tratar de hacer todo por ella misma. Entonces sintió que Dios le estaba pidiendo que confiara solamente en Él.

«La mejor manera de que yo pudiera demostrar que estaba dándole todo a Dios era dándole el control de la caja registradora.»

El sitio experimentó entonces su mayor popularidad desde que abrió hace dos años. La mayoría de los clientes han regresado.

Al lado de la caja que aún mantiene dos cuadernos, uno para peticiones de oración de los clientes y otro para las bendiciones alcanzadas. Ella cree que esto es parte de su misión como cristiana.

Roger Self cuenta de que fue a almorzar al lugar sin saber cómo funcionaba. Él se sobresaltó cuando fue a pagar por su almuerzo. Su respuesta fue: «Usted dio un paso de fe. Voy a usar mi fe también», y le entregó a la propietaria el doble de lo que habría pagado en otro restaurante.

Hay varios informes similares. Ya en la primera semana, el rendimiento de Just Coookin casi se triplicó. La propietaria dice que con tanto incentivo de los clientes, tiene la intención de continuar indefinidamente con el sistema de menús y sin precio fijo.

Al preguntarle si no hay riesgo de personas que se presenten a comer gratis, Dana dice que no. Aunque algunos no pagan el valor real de los alimentos, la mayoría siempre ofrece un poco más allá de lo que normalmente se le cobraría.

Cuenta que aún tuvo sorpresas. Una enfermera pagó una cantidad ridícula por un hot dog y una bebida. Sin embargo, regresó al día siguiente y pagó mucho más por la misma comida.

EL SISTEMA NO LO INVENTÓ DANA PARRIS

Lo que se llama meú “a la propina” debió su origen a los militantes de la comida orgánica en Estados Unidos. En concreto, el “One World Everybody Eats” (Un Mundo Todos Comen), en Salk Lake City, y el “So All Might Eat” (Para que Todos Coman), en Denver.

“Todo el mundo, sin importar su status económico, merece una comida orgánica y ser tratado con dignidad”, es la declaración de principios de ambos establecimientos, en donde los clientes que no tienen dinero muchas veces colaboran por unas horas con el servicio del restaurante, lavando platos y atendiendo mesas.

En Europa y en Estados Unidos este método nació para sobrevivir a la crisis internacional de 2008. Uno de los pioneros fue el argentino Alejandro Gómez, que abrió en Valladolid, España, el restaurante “A Dios Pongo de Testigo”, con un menú enteramente “a la propina”. “No somos una ONG y si la cosa anda mal no seguiremos”, juró el hombre allá por 2009, cuando atendía unos diez comensales diarios, tres años después daba de comer a 80 personas por día y su negocio marchaba viento en popa.

Lo mismo ha sucedido en numerosas capitales de Europa, Estados Unidos y Asia. En Londres se hizo famoso un restaurante de nombre “Little Bay”, aunque su menú no incluye vino y el agua es de la canilla. En Viena, el referente para cenar a voluntad se llama “Der Wiener Deewan”. Hasta en Melbourne, Australia, existe un local de gastronomía a voluntad, llamado “Lentil as Anything”

El primer restaurante que instaló el sistema “a voluntad” en Buenos Aires fue “Pampa Picante” en Palermo Soho. Luego vino Tips, en la esquina de Thames casi Gorriti. Al ingresar al boliche, alguien le explicaba como es el sistema, le sirven un trago de bienvenida, una entrada, un plato principal a elección y un postre, con dos rondas de bebidas. Cuando termine, le daban un sobre y cada comensal ponía dentro lo que consideraba que valía la cena.

Fuentes: Urban Christian News, Planeta Joy, Signos de estos Tiempos

 

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