Historias impactantes de la purificación en la Tierra o en el más allá.
¿Te has dado cuenta que algunas personas toman las cosas malas que le suceden increíblemente bien?
¿Cómo pueden soportarlo?
Podría ser una enfermedad, una muerte en la familia, de un cónyuge, un divorcio después de largos años de matrimonio.
Podría tratarse de una crisis financiera, la soledad, la persecución, e incluso la prisión.
¿Cómo lo manejan?
La respuesta es simplemente que Dios les da la gracia para manejar todas las pruebas.
Y esta es la base para evitar el Purgatorio o por lo menos aminorar los días allí.
Aquí hablaremos sobre donde podemos pasar el Purgatorio para expiar nuestros pecados, cómo lograr la gracia de Dios de evitar pasar por él, y que consecuencias tiene esto para nuestra vida en la Tierra.
Si un cristiano no puede entrar al Cielo por tener alguna mancha o impureza, que no implique la gravedad de sufrir el castigo eterno, es claro que tendrá que “pagar”.
Y ese lugar de pago es el Purgatorio.
El Catecismo de la Iglesia Católica, numerales 1030 a 1032 deja claro que el Purgatorio existe como un lugar de limpieza, de base bíblica.
Nada impuro entra en el Cielo, por lo tanto los que no mueren en pecado mortal, se purifican en el Purgatorio.
Es el lugar que expresa la mayor misericordia de Dios.
La gente piensa que es un lugar de fuegos, pero el fuego parecería que es un recurso retórico.
Porque las almas que están allí han perdido su cuerpo, por lo tanto los dolores de la purificación son espirituales y no físicos.
La existencia del Purgatorio se debe a que es un lugar de pago por los pecados que no han sido reparados en la Tierra.
De modo que los pecados veniales no confesados antes de la muerte son materia de limpieza en el Purgatorio.
Mientras que los pecados mortales perdonados necesitan reparación, y eso se hace en el Purgatorio, aunque esos pecados fueron confesados y absueltos.
Ahora, cada pecado se puede purificar en la Tierra o en el Purgatorio, tú decides donde.
Muy pocas almas pueden evitar el Purgatorio, aunque cualquiera podría evitarlo si fuera consciente de que por cada pecado, incluso el más pequeño, debe hacer penitencia conscientemente, aquí o allá.
Porque la ley de hierro es que si no estamos totalmente purificados no entraremos al Cielo.
Por lo tanto es preferible tratar de ser santos en la Tierra para evitarse el sufrimiento en el Purgatorio.
Porque siempre será peor que el sufrimiento en la Tierra.
Cada minuto en la Tierra es una oportunidad para merecer el pasaje al Cielo directo y escapar del Purgatorio.
Porque después de muertos las pruebas en la Tierra han terminado y no podemos atesorar más méritos.
Y ahora las decisiones equivocadas deben ser expiadas y pueden tomar segundos, minutos, días, meses o años.
Según la escritora Jan Connell, Nuestra Señora dijo a la vidente Marija de Medjugorje, que una persona permanece en el Purgatorio, “hasta que alguien más entre la gente que sigue en la Tierra corrija, a través de la gracia de Dios, todas las violaciones deliberadas que el alma ha causado al designio de amor de Dios».
Y que “una hora en el Purgatorio es más dolorosa que la más larga y dura vida en la Tierra”.
Algunos dicen que hay permanencias en el Purgatorio que duran siglos.
En Fátima a los niños se les dijo que un alma estaría en el Purgatorio hasta el fin del mundo.
Mientras que otros dicen que hay almas, especialmente amorosas y devotas, que vuelan a estar con Dios el mismo día de su muerte.
La clave está en la expiación que viene a través de pruebas terrenales.
Pero pocas personas lo hacen en su vida.
Los múltiples sacrificios de la vida cotidiana purifican y perfeccionan el amor, y por este amor seremos juzgados.
A menos que uno le permita a Dios llevarlo a uno a través de la noche oscura de los sentidos y la noche oscura del espíritu, donde tales fallas espirituales son eliminadas, uno debe ir al Purgatorio.
En varios mensajes de apariciones, Nuestra Señora y Jesucristo han dicho que la mayoría de las personas que llegan al Cielo pasan por el Purgatorio.
Y tenemos un testimonio impresionante de Fray Daniele Natale, amigo inseparable del Padre Pío en el convento de San Giovanni Rotondo.
Fray Daniele pensaba que después de morir pasaría un tiempo en el Purgatorio.
Pero el Señor le llevó allí en vida para hacerle reflexionar, y luego su vida cambió en su regreso.
Fray Daniele tuvo un cáncer y fue operado, permaneció tres días en coma por la operación y luego murió.
En ese período de muerto se presentó delante del Trono de Dios.
Fue condenado a tres horas de Purgatorio por haber faltado al voto de pobreza, por haber conservado para él unas pocas liras que le donaban.
Y dio un salto de alegría por una condena tan exigua.
Pero no bien llegó al Purgatorio, sintió unos dolores terribles que no sabía de dónde venían, pero se sentían intensamente.
Y aunque no habían pasado más que unos instantes con aquellas penas, le parecía ya que fueran una eternidad.
Fue entonces cuando pensó en ir a un hermano del convento para pedirle que rezara por él que estaba en el Purgatorio.
Luego se le aparece la Santísima Virgen María y le pidió insistentemente, “Madre de Dios, consígueme del Señor la gracia de volver a la Tierra para vivir y trabajar solamente por amor de Dios”.
Acudió también ante el padre Pío y le suplicó,
“Por tus atroces dolores ruega por mí a Dios para que me libere de estas llamas y me conceda continuar el Purgatorio en la Tierra”.
Después no vio nada más, pero se dio cuenta de que el Padre Pío hablaba a la Virgen.
Y unos instantes después se le apareció nuevamente la Virgen María, inclinó la cabeza y le sonrió.
En aquel mismo momento volvió a tomar posesión de su cuerpo.
Los que lo velaban y rezaban, asustadísimos, se precipitaron fuera de la sala a buscar enfermeros y doctores.
Después de esta experiencia, Fray Daniele vivió verdaderamente el Purgatorio en esta Tierra.
Purificándose a través de enfermedades, sufrimientos y dolores, conformándose siempre y en todo con la voluntad de Dios.
Solamente recuerda algunas intervenciones que sufrió de próstata, coliscititis, aneurisma de la vena abdominal.
Otra intervención después de un accidente callejero cerca de Bolonia.
Y otros dolores no sólo físicos, sino también morales.
Fray Daniele solía decir “hace más de 40 años que no recuerdo qué significa estar bien”.
Pero una buena noticia es que Dios ayuda en las pruebas.
Nos sensibiliza sobre la conveniencia de aceptar las pruebas en la Tierra, ofreciéndolas y que nos sean contadas para nuestra propia purificación.
El ayuno y la penitencia en la Tierra nos permiten eludir muchos sufrimientos del Purgatorio.
Otra ayuda son las oraciones y mortificaciones que nosotros hacemos por las almas del Purgatorio.
Porque al ayudarlas a purificarse más rápidamente por nuestros sufragios, tendremos a personas agradecidas que orarán por nosotros cuando lleguen al Cielo.
Cada oración que dices, cada misa que oyes, cada comunión que recibes, toda buena obra que realices, debe tener la intención de expresar y de implorar a Dios que te conceda una muerte santa y feliz, y que no vayas al Purgatorio.
Que te conceda la gracia de purgar tus pecados en la Tierra.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre que antes de entrar al cielo todos debemos purificarnos y que lo haremos en la Tierra o en el Purgatorio.
Hacerlo en el Purgatorio es mucho más doloroso, entonces podemos pedir a Dios la gracia de pasar el Purgatorio en la Tierra y que nos ayude a soportar las pruebas.
Y me gustaría preguntarte si has pensado en la posibilidad de pedir a Dios que te de la gracia de pasar el Purgatorio en la Tierra o no.
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