Una comprensión de la fe que desafía la concepción de Dios que recibieron los apóstoles.
Algunos se sintieron confundidos con el Informe de Síntesis de la sesión del Sínodo de la Sinodalidad de octubre de 2023.
Porque esperaban la aprobación del sacerdocio femenino, el matrimonio no heterosexual y de los sacerdotes, etc.
Pero esas cosas son minucias en relación al planteo revolucionario que está desarrollando.
Y en todo caso vendrán por añadidura.
El gran proyecto del Sínodo es cambiar la estructura misma de la Iglesia en su constitución jerárquica, en su enseñanza y en su práctica.
Implica una demolición de la idea misma de las verdades permanentes del cristianismo.
Por lo tanto en el Sínodo se puso en marcha un plan para reformar la Iglesia y la fe, que llevado a sus últimas consecuencias, las subvierte hasta los cimientos.
Aquí hablaremos sobre qué es lo que se puso en marcha en el Sínodo de la Sinodalidad y cómo sería en el futuro la Iglesia que impulsan los organizadores del Sínodo.
La principal figura del Sínodo de la Sinodalidad, el jesuita belga cardenal Hollerich, dijo luego terminada la sesión de octubre 2023 que «ahora es el Espíritu el que está guiando a la Iglesia».
Y reconoció que todos estos cambios que se están planteando en el Sínodo comenzarán a verse en los próximos años.
O sea que se prendió la mecha de un proceso.
El planteo real de fondo es el mismo que el del Camino Sinodal Alemán.
Una iglesia cogobernada por laicos y sacerdotes, y abierta a la moral del mundo.
Donde la Iglesia se deberá estructurar, como expresión de la voluntad de los fieles, en sínodos locales, regionales y generales.
Y donde los obispos e incluso el Papa, quedarán reducidos a ser coordinadores y dinamizadores de esta estructura.
Esto significa una revolución teológica impresionante. Es el triunfo del modernismo.
Los modernistas niegan que el hombre pueda alcanzar el conocimiento de Dios.
Lo único que se puede es tener una experiencia de Dios, actuando en uno mismo y en el mundo.
Y por lo tanto consideran que la Biblia es poco más que la interpretación de los antiguos judíos de la experiencia de Dios en esa época histórica, que tenían otras normas sociales a las nuestras.
Entonces ahora nos toca a nosotros interpretar nuestra propia experiencia de Dios, para nuestra época.
Esto significa que no existe un depósito de la fe, como conjunto de verdades reveladas por Dios y confiadas a la Iglesia, para que las guarde y las transmita a las generaciones futuras.
Lo cual fue admitido por el nuncio apostólico en los Estados Unidos, el cardenal Christophe Pierre, al entonces obispo Joseph Strickland, contrariando el Catecismo de la Iglesia Católica.
De modo que cualquier posibilidad de una Verdad objetiva quedaría eliminada desde la base.
Y entonces la Iglesia pasa a ser el producto de la experiencia colectiva de los fieles en cada época, y por tanto no hay una moral válida para toda época.
La Iglesia creyó siempre en un Dios trascendente, personal, dotado de inteligencia y voluntad, perfecto, eterno, creador, gobernador y juez de todos los hombres.
Y que los hombres son infinitamente inferiores a Dios y le deben toda sujeción.
Pero esta idea de sujeción les repele a los modernistas.
Creen que el hombre adulto de hoy no acepta un Dios del cual el hombre es un siervo, y que lo mantiene en la dependencia de su poder.
El hombre de hoy, no puede aceptar esa imagen infantil de la divinidad, y por eso se afirma como ateo.
Y sostienen que si la Iglesia le presentara un Dios actualizado, inmanente, él lo aceptaría y dejaría de ser ateo.
Abogan por un Dios impersonal, que dé libertad a la gente, y que está difusamente esparcido en toda la naturaleza.
Pensando así la Pachamama y la Madre Tierra adquieren sentido.
El Sínodo propone una Iglesia que sea dirigida por el Espíritu Santo.
Pero no se trata de estudiar la teología del Espíritu Santo, sino de sentir su acción.
Y puesto que el Espíritu es uno solo y está en las almas de todos los fieles, dicen que debería llevar a un consenso entre los fieles.
Este consenso es el que se convierte en criterio de la Verdad y de la práctica en la Iglesia.
La Verdad de Dios sería lo que opinan la mayoría de los fieles.
¿Pero cómo podemos saber si lo que cada persona piensa viene del Espíritu Santo, del maligno o directamente del mundo?
¿Y qué pasa con los grupos de poder organizados que militan para imponer su propia moral dentro de la Iglesia?
En la actualidad, la mayor parte de los fieles están mal formados teológicamente y hasta rechazan partes enteras del Catecismo.
Y es precisamente a estos “fieles” a quienes la Iglesia pone de árbitro, para determinar lo que se debe creer o no creer en materia religiosa y moral.
Pero desgraciadamente, está muy claro que la invocación del Espíritu Santo por parte de algunos tiene por objeto hacer avanzar una agenda más política y humana, que eclesial y divina.
Lo vimos con la Teología de la LIberación.
El criterio de los modernistas también es que los sacramentos adquieren un carácter comunal, es decir, sinodal.
Por ejemplo, la Santa Misa ya no sería la renovación del sacrificio del Calvario, sino un encuentro del Pueblo de Dios, una cena.
Y como tal ya no se justificaría la consagración, es más, sería divisiva en la medida que hay muchos que no creen en la transubstanciación.
Como lo es la comunión en la boca, y por eso muchos obispos modernistas prohíben la comunión en la boca.
Esta nueva iglesia modernista ejerce su misión salvífica induciendo a los fieles a empeñarse y a comprometerse en la consecución del bienestar terreno.
Y por esto la jerarquía habla tanto sobre temas mundanos como ecología, las migraciones, el cambio climático, y poquito del pecado y la salvación.
Su misión es estar en la vanguardia de las fuerzas que promueven la evolución de la humanidad en asociación al poder político terrenal.
Por otro lado,la condición sacerdotal ya no se debe considerar como sagrada, porque ahora todo el mundo es sagrado, debido a que Dios está en todo.
Y es la razón por la que muchos sacerdotes se niegan a bendecir agua, o un sacramental, porque dicen que ya está bendecido.
Y entonces se predica que el modo de presentarse, de vestirse y de vivir de los sacerdotes sea como el de cualquier laico, ya que la esfera de lo sagrado, a la que pertenecían, desapareció, y ellos se deben integrar sin reservas en la esfera temporal.
Tampoco hay razón para que existan edificios destinados sólo al culto, ya que murió lo sobrenatural, lo sagrado.
El culto del Dios inmanente y difuso en la naturaleza, puede ser hecho en cualquier local profano.
Y si hubiera edificios destinados al culto, es razonable que sean utilizados también para fines profanos, para evitar la distinción entre lo espiritual y lo temporal.
La nueva iglesia sinodal será pobre espiritualmente, porque ya no se podrá llamar Maestra, ni tratará a los fieles como discípulos.
Ella albergará a los hombres de cualquier creencia, siempre que trabajen activamente para la verdadera Redención, que es el progreso terrenal.
Por lo tanto es súper ecuménica.
Y no siendo Maestra y siendo super-ecuménica, ya no necesita obras de apostolado.
Entonces las universidades católicas y las obras de asistencia católicas, sólo conservarían su razón de ser si asumen los signos de la época.
Bueno, hasta aquí lo que deberíamos tener claro sobre el objetivo al que apunta la Iglesia Sinodal, que se trata de un proceso de reforma profunda de la Iglesia que implica asumir que Dios es distinto que el que la Iglesia creyó por 19 siglos.
Y me gustaría preguntarte si esta nueva eclesiología, religión y relación con Dios, que propone la sinodalidad, sería aceptable para la mayoría de los católicos que conoces o no.
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