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Se relanzó el tramo de la Vía Francígena que une Asís con Roma, una camino de espiritualidad franciscana de 289 kms. que estaba descuidado, al igual que la Vía Francígena en general. Conocida en el medioevo como el Camino de los Francos, que unía Canterbury en Inglaterra con Roma, esta peregrinación de 1800 kms. llegó a ser más importante que el Camino de Santiago.

Los devotos de San Francisco de Asís, podrán seguir ahora sus pasos a través de la «Vía Francigena», un antiguo camino de peregrinación similar al de Santiago de Compostela, que conduce de Asís a la Basílica de San Pedro del Vaticano.

La Opera Romana Peregrinaggi (ORP), de la Oficina de Peregrinaciones del Vaticano, presentó este camino de espiritualidad, que estaba cayendo en desuso y que recorre 289 kilómetros desde el pueblo donde nació el santo hasta la Sede de Pedro.

En su transcurso, el camino atraviesa el Monasterio de Greccio, lugar donde tuvo lugar la presentación del proyecto, y donde San Francisco sintió la inspiración de crear el primer pesebre. Allí, cuenta la historia, se apareció el niño Jesús, y desde entonces, Greccio es conocido como la nueva Belén.

Como testimonio de la peregrinación, la Oficina de Peregrinaciones del Vaticano pone al servicio del peregrino el «Testimonium», un certificado que prueba que se han recorrido al menos 100 kilómetros del camino. Para conseguirlo, los fieles tendrán que ir timbrado un pasaporte especial del peregrino cada vez que alcancen una nueva etapa del viaje.

LA VÍA FRANCÍGENA

Cada año miles de peregrinos recorren una parte o el total de los 1.800 kilómetros que separan Canterbury de Roma. Es la Vía Francígena, una ruta de peregrinación que atraviesa Inglaterra, Francia, Suiza e Italia para llegar al corazón del cristianismo: la tumba de San Pedro.

Para acoger a los peregrinos antes de que lleguen al Vaticano, la basílica de San Juan Bautista de los Florentinos ha inaugurado un punto de acogida: “Que los peregrinos encuentren en esta iglesia un lugar donde puedan parar, descansar, recuperar energías. Me parecía una consecuencia lógica, un gran signo de hospitalidad”, explica Luigi Veturi, párroco del templo.

La Vía Francígena fue la mayor ruta de peregrinación a Roma durante el Medievo. La primera documentación conocida de la misma se debe al arzobispo de Canterbury, Sigerico el Serio que en el año 990, efectuó la peregrinación a Roma para recibir el palio episcopal de manos del Papa Juan XV y describió las 79 etapas de su viaje.

El Consejo de Europa reconoció en 1994 la Vía Francígena como Ruta Cultural Europea, en reconocimiento a su valor conformador de la identidad del continente, pues junto con el camino de Santiago y la ruta a Jerusalén fue el gran destino de peregrinación de la Edad Media.

PEREGRINACIÓN A ROMA

Roma (en donde a los peregrinos que recorrían el camino se les llamaba romeros), era junto a Jerusalén (Santos Lugares: Belén, Santo Sepulcro, etc.: donde a los peregrinos se les llamaba palmeros porque a su regreso a su hogar se traían palmas) y Santiago de Compostela (Tumba del Apóstol Santiago: donde se les llamaba propiamente peregrinos y portaban conchas), uno de los tres grandes centros de peregrinación cristiana.

La Vía Francígena no es una sola ruta en sentido estricto, sino que comprende varias rutas que se fueron desarrollando a lo largo de los siglos, teniendo como horizonte la ciudad de Roma. También, dependiendo de la época del año, la popularidad de los lugares que tenían reliquias de Santos o de las situaciones políticas existentes en cada momento, esos caminos variaban y así, por ejemplo, se podían contar hasta tres o cuatro posibilidades para cruzar los Alpes o los Apeninos.

Los Lombardos pagaban por el mantenimiento y la defensa de esta vía para disponer de una ruta segura del Norte hasta Roma. Iba desde su capital, Pavía, atravesaba el paso de Cisa en los Apeninos y siguiendo por Lucca, Siena y Viterbo, alcanzaba Roma.

Comparte con el Camino de Santiago el Camino del Sur de Francia por Arlés. Una vez llegados a Roma, algunos peregrinos continuaban hacia el sur de la península italiana por la antigua vía Apia Trajana (denominada Francígena del Sur) para embarcarse en los puertos de Apulia (Bari, Brindisi u Otranto) hacia los Santos Lugares con destino Jerusalén.

A semejanza de los otros dos caminos de peregrinación cristiana medieval (Santiago de Compostela y Jerusalén), la Vía Francígena, ha sido objeto de estudios recientes, de un balizamiento y de un reconocimiento por el Consejo de Europa (1994) como Ruta Cultural Europea. Se puede recorrer a pie o en bicicleta.

ITINERARIO

El recorrido de 1.800 kilómetros comienza en Canterbury. Después de atravesar el Canal de la Mancha, la Via Francigena pasa, entre otras ciudades, por: Arras, Reims, Châlons-sur-Marne, Bar-sur-Aube, Langres, Besançon y Pontarlier.

En Suiza, por Lausanne, Saint-Maurice, y a través del paso del Gran San Bernardo se sitúa en Italia, por Aosta, Ivrea, Vercelli, Pavia, Lucca, Orvieto para llegar a Roma por la via Triumphalis. Anteriormente, una buena parte del trayecto sigue el recorrido de la antigua (y moderna) vía Cassia.

LAS ETAPAS

Las 79 etapas del manuscrito de Sigerico el Serio (una media de alrededor de 20km al día) sirven de base al itinerario moderno.

Si para los peregrinos que acudían a Santiago el camino más sagrado era el que llamaban Francés y en particular el que había seguido el obispo Gotelasco en el año 950 desde le Puy-en-Velay, para los romeros del norte de Europa la referencia era la Vía Francigena que en castellano significa, el Camino de los Francos. Aunque había infinidad de variantes, la ruta por excelencia era la que había dejado escrita Sigerico, Arzobisbo de Canterbury después de su viaje a Roma en el año 990, para recibir de manos del papa Juan XV, el pallium, una estola con una cruz que indicaba su investidura.

Utilizando como base ese manuscrito cuyo original se conserva en el British Museum de Londres, el Departamento de Turismo de la Comisión Europea relanzó en el año 2000 esa vía como una de las grandes rutas culturales del continente, aprovechando que la coincidencia con el jubileo romano.

Desde Canterbury a Suiza

24 días tardó Sigerico desde Inglaterra a Sainte Croix, ya en el actual territorio de la Confederación Helvética. A diferencia del Camino de Santiago, la Vía Francigena cayó en desuso en el Renacimiento por lo que resulta mucho más difícil seguir sus pasos, aunque esta situación por otro lado ofrece la oportunidad de sentirse investigador y pionero en pleno corazón de Europa.

Arras que durante la Edad media pertenecía a Flandes, es el primer lugar importante que desde un principio supo aprovechar su posición estratégica en este camino, especializándose desde muy pronto en la producción de tapices, una tradición que todavía perdura. De su catedral medieval sin embargo no queda prácticamente nada, al haber sido muy dañada en las sucesivas guerras que han afectado esta zona de Francia.

Laon, el siguiente punto de interés, conserva una de las catedrales más singulares de ese país, dedicada a Nuestra Señora en 1160, además de los restos de una abadía románica.

En Reims se entra de lleno en el gótico a través de su admirable catedral que marca un cambio importante en la historia de la escultura francesa. Ahí, en la capital de la Champagne se coronaron reyes y durante largo tiempo fue máximo centro espiritual de todo el país.

De la influyente abadía de Clairvaux fundada por San Bernardo en 1112 como casa madre de los cistercienses y punto obligado de romeros y peregrinos, quedan restos insignificantes.

En cambio en Langres permanece prácticamente intacta su catedral cluniacense además de numerosas casas medievales y conventos que dan fe de su importancia en la Via Francigena.

Besançon, la antigua capital del Franco Condado es el último punto importante en territorio francés con reminiscencias peregrinas. Queda un antiguo hospital dedicado a Santiago, varias iglesias románicas y en la catedral hay restos decorativos que se remontan al S.XI.

De la cordillera del Jura al Paso del Gran San Bernardo

9 días tardó Sigerico en cruzar Suiza a través de lugares como Orbe, Yverdon en el extremo sur del lago Neuchatel y Lausanne.

Allí a orillas del Lago Leman se encuentra una de las grandes catedrales góticas suizas, consagrada nada menos que por el papa Gregorio X en 1275. En el museo Histórico de la Ciudad se conservan igualmente numerosos testimonios de la importancia estratégica de este cruce de caminos.

Algo más adelante se alcanza Vevey siempre protegida por Mont Pelerin (el monte de los peregrinos) y ahora más conocida por albergar la central de la gigante Nestlé que ha montado Alimentarium, un parque temático dedicado a la comida. Mucho más pintoresco resulta el castillo de Chillon en las afueras de Montreux, un punto importante en la Vía Francigena al servir de lugar de refugio para los peregrinos.

Más allá la Vía cruza el río Ródano antes de alcanzar Martigny, uno de los centros con más historia del cantón de Valais donde aun se puede ver un importante anfiteatro romano y numerosos vestigios de su prestigioso pasado medieval. En el paso del Gran San Bernardo siguen en pie varios refugios para peregrinos que fueron construidos en tiempos carolingios.

Todos los caminos llevan a Roma

Aunque Sigerico entró en Italia por Aosta se sabe que muchos romeros utilizaban otros itinerarios que conducían hasta Turín.

A diferencia de Francia o Suiza, la Vía Francigena a su paso por la península italiana sigue mucho más viva, no siendo difícil encontrar restos de hospitales, iglesias de peregrinos y otros testimonios significativos por todo el camino.

No es fácil sin embargo destacar un lugar de otro, ya que la mayoría de las etapas están cargadas de obras de arte. Si en el extremo norte llaman la atención Susa e Ivrea además de Aosta o Torino cuya iglesia de San Ambrosio estaba especialmente dedicada a los peregrinos, más adelante es obligado parar en Vercelli para admirar la iglesia de Sant’Andrea, posiblemente el mejor ejemplo del primer gótico en el norte de Italia.

Otros puntos imprescindibles son la abadía de San Michele de la Chiusa, fundada en época de Sigerico y posteriormente máximo centro benedictino en la zona y la Abadía de San Antonio de Ranverso.

Después se alcanza Pavía con dos obras maestras románicas: San Pietro in Ciel d’Oro y San Michele además de sobresalientes reliquias de su esplendor imperial.

Piacenza llegó a tener nada menos que 30 hospitales de peregrinos y en varias iglesias hay muestras de su vinculación con la vía.

Fidenza era un punto trascendental para los romeros como lo indica la decoración escultórica que se conserva en la fachada de su catedral. Aquí aprovechaban para venerar también los restos de San Donnino especialmente milagrero entre los caminantes.

La lista de puntos importantes por donde pasa la Vía Francigena en la Emilia-Romagna y la Toscana es enorme. Sigérico tardo cerca de 50 días en atravesar Italia, no tanto por la dificultad del camino como por el número de lugares santos que obligaban a hacer etapa. Hay que citar ciudades tan conocidas como Parma o Bolonia, pero también Talignano o Berceto, cuya abadía era fundamental para los romeros.

En la Toscana destaca Lucca y Siena aunque no hay que olvidar a San Giminiano que debe su razón de ser y su prosperidad en la Edad Media, precisamente por formar parte de la Via Francigena.

Antes de llegar a Roma todavía quedan ciudades importantes con catedrales repletas de tesoros como Viterbo, Orvieto o Tuscania que por si solas merecerían un viaje.

 Fuentes: ACI Prensa, Wikipedia, blogs de la Vía Francígena, Signos de estos Tiempos

 

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