Cuáles son los casos y qué deberíamos pensar y hacer.
A la mayoría de nosotros no le da lo mismo que Dios le conceda algo que le pedimos que no se lo conceda.
Y es más, a muchos les resulta insoportable la ausencia de respuesta positiva de Dios ante una cosa que suponemos que es tan vital para nosotros y que la mayoría tiene.
Pero Dios no es un expendedor de favores, Él quiere lo mejor para nosotros.
Y cada pedido contestado o no contestado tiene un motivo y lo deberíamos analizar pensando en esto.
Puede suceder que no estemos siendo como Dios quiere que seamos para ser acreedores de la gracias que pidamos.
O puede suceder que lo que pedimos sea negativo para nosotros y no lo veamos en ese momento; pero es más complejo.
Aquí hablaremos sobre en qué circunstancias Dios responde positivamente y negativamente los pedidos que le hacemos, cómo puedes discernir el motivo de una respuesta negativa en tu caso particular, y cómo relanzar tus pedidos de acuerdo a esto.
Luchamos permanentemente con el gran misterio de la voluntad de Dios.
¿Por qué Dios nos dice No cuando le pedimos cosas que son tan importantes para nosotros?
¿Por qué no nos responde afirmativamente lo que le pedimos si Él es todo amor?
A veces cristianos reclaman de Dios los elementos constitutivos de una vida «normal» en la tierra: un trabajo, una familia, una casa, etc.
Y lo que parece tan fácil y natural para algunos, puede ser negado para otros.
El tema de nuestro pedido puede ser justo, honorable, merecedor de aprobación, incluso según las escrituras, pero no lo conseguimos pase lo que pase.
Dios parece sordo o insensible a nuestras necesidades en algunas ocasiones y sobre algunos temas, a pesar de nuestras lágrimas, súplicas, múltiples ayunos e innumerables oraciones.
Pero eso no te debe quitar la paz.
Lo primero que debes tener en cuenta es que Dios escuchó tus necesidades.
Si te ha respondido algunas cosas que le has pedido, es porque escuchó todas las cosas que le pediste.
Pero debes tener en cuenta que Dios no ve las cosas como nosotros. Él ve nuestro pasado, presente y futuro. Él ve nuestro entorno y todo nuestro ser: cuerpo, alma y espíritu.
Y puede suceder que muchas de nuestras solicitudes sean incompatibles con lo que Él conoce y ve de nuestra persona.
Tengamos en cuenta que Él siempre obra para nuestro bien.
Fíjate por ejemplo que Jesús le pidió al Padre en el huerto de Getsemaní «aparta de mí este cáliz».
Y el Padre podría haber suspendido el plan de salvación de la humanidad.
Pero Jesús interpretó Su silencio como «no lo apartaré».
Y por eso concluyó «que se haga tu voluntad y no la Mía».
Jesús nos enseñó que todo lo que pidamos al Padre en su nombre, lo dará.
Pero cuando dijo esto, también dio a entender que obtendremos todo lo que esté alineado con la voluntad y la justicia de Dios.
La justicia de Dios son Sus mandamientos.
Pero la voluntad de Dios es algo más complicado, porque se trata de lo que él trazó como camino para cada uno de nosotros.
Y su voluntad para mí no es idéntica a Su voluntad para otra persona.
Y muchas veces no sabemos cuál es.
Por ejemplo, podemos pasar años estudiando una carrera y luego dedicarnos a otra cosa en la vida, porque fuimos conducidos hacia allí.
Pero ten por seguro que estudiar la carrera que hiciste era necesario, de alguna manera, para luego desarrollar el trabajo al que al final te dedicaste.
Conozco el caso de una mujer de 71 años cristiana que desde hace más de 40 años, ha querido formar una familia.
Es una mujer de buen aspecto y coqueta.
Ha trabajado toda su vida, nunca hizo gastos innecesarios, es propietaria de dos apartamentos, tiene una modesta jubilación y ahorros, y nunca ha tenido deudas en su vida.
Sin embargo, ella considera que su vida es un fracaso, porque oró y ayunó todo el tiempo para que Dios le diera un esposo e hijos, pero no lo obtuvo.
Cuando le pedimos algo a Dios de hecho sus respuestas pueden ser Sí aquí tienes, o No te lo doy, o no te daré ahora sino más adelante.
¿Y cuáles pueden ser las causas por las que no obtenemos una respuesta positiva como la que queremos?
A veces no es lo mejor para nosotros.
Cuando se lo pedimos podemos estar seguros de que Dios también lo debe ver bueno para nosotros.
Pero en realidad Dios puede no estar de acuerdo con nuestra evaluación.
Porque por más justificada que sea una petición, puede alejarnos de donde Dios nos quiere.
En realidad no sabemos qué es lo mejor para nosotros, podemos pensar que lo sabemos, pero no es así.
Dios es amor no complacencia ciega.
Otras veces lo que pedimos no se puede conceder sin violar la libertad de otro.
E incluso lo que pedimos podría causar daños a terceros.
Es común orar por la conversión de otras personas.
Dios es omnipotente y podría optar por forzar los resultados, pero esto violaría la libertad.
Dios nos puede exhortar, nos puede enviar gracias especiales, pero al final cada uno de nosotros es libre.
A veces nuestra fe no es suficientemente fuerte.
Jesús dijo, «todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis», Mateo 21.
Otras veces pedimos cosas por los motivos equivocados.
Como dice la carta de Santiago 2, «pedís mal con la intención de malgastarlo en tus pasiones».
A veces el pecado sin arrepentimiento establece una barrera y nuestra oración se bloquea.
Otras veces no hemos sido generosos con los requerimientos y necesidades de los demás.
Y aún otras veces Dios no nos da bendiciones mayores porque no estamos conformados a Su palabra en cosas menores.
Tenemos que demostrar confianza en asuntos más pequeños para ser confiables para mayores bendiciones.
A veces nuestros deseos cambiarán con el tiempo y Dios lo sabe, Él ve el camino delante de nuestra vida.
Y otras veces no somos perseverantes en el pedido como Él quiere.
Todas estas cosas se deben analizar para discernir la razón por la que Dios no nos entrega lo que le pedimos.
Pero muchas veces es difícil hacerlo imparcialmente porque estamos involucrados emocionalmente.
Cada persona tiene un camino personal trazado, él nos conducirá sin que necesariamente nos demos cuenta.
Su «sí» y su «no» están destinados a mantenernos en este camino.
Todos sus movimientos están diseñados para ayudarnos a ser la mejor versión de nosotros mismos.
Si mantenemos nuestras mentes y corazones abiertos a los matices de las respuestas de Dios, vamos a empezar a ver un patrón.
Y a pesar de que sigamos expresando nuestros deseos y necesidades, seremos capaces de atemperar nuestras reacciones y expectativas.
Y así recibiremos el don de la paciencia.
Después de un tiempo de falta de respuesta positiva a tus pedidos, puede que tengas que considerar tus pérdidas como ganancias.
Quizás necesites cambiar tu punto de vista sobre lo que tanto te falta.
A San Pablo Dios le ayudó a comprender el poder de la cruz en su vida y a darse cuenta que tiene que aprender a depender de Dios
Tal vez deberías aprender a no tocar más esos temas con tanto dolor porque no recibes la respuesta que quieres.
Lo que significa que no debes vivir la falta de esas cosas y la ausencia de respuesta positiva con negatividad, desde el momento en que las has puesto tantas veces a los pies de Dios.
En definitiva el tema central es confiar en Dios.
Cuando la gente te da el consejo de que no te preocupes, Dios finalmente te dará lo que quieres, te da un mal consejo, eso es no confiar en Dios.
La confianza es la convicción estable de que cualquier cosa que Dios decida hacer es lo mejor.
Significa estar en paz con lo que Él hace, con lo que Él decide.
Es aceptar que Dios actúa a menudo en formas paradójicas, en formas que son diferentes a lo que imaginas, o incluso contrarias a nuestras nociones de lo que es mejor.
A menudo Dios permite males para un bien mayor, incluso si este bien mayor se nos oculta.
A los pies de la cruz de Jesús, nos damos cuenta que incluso un desastre total puede producir un bien inmenso.
La aparente pérdida total del viernes santo marcó el comienzo de la nueva alianza e hizo más para la raza humana que cualquier otra cosa.
Muchos de nosotros hemos experimentado dificultades devastadoras en un momento.
Y en algunos casos, hemos llegado posteriormente a entender por qué Dios las permitió.
Pudimos ver cómo hemos crecido desde la experiencia o cómo se abrieron oportunidades nuevas para nosotros.
Que aunque no eran nuestra preferencia en ese momento, eran en realidad mejores.
Y en otros casos, sin embargo, lo que pasó todavía tiene poco sentido para nosotros.
Pero si hemos aprendido a confiar en Dios, podremos estar en paz con su aparente «No» a nuestros deseos.
Confiar en Dios no significa pensar que con el tiempo me dará lo que quiero.
Confiar en Dios significa estar en paz con lo que Él quiera, sabiendo que lo que Él quiere es suficiente para mí.
Pero eso no obsta que le sigas pidiendo con perseverancia lo que consideras que es mejor para tí, pero con tranquilidad en el alma, sin desesperarse.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo debemos tomar los pedidos que le hacemos a Dios y cómo procesar su respuesta cuando esta no parece positiva.
Y me gustaría preguntarte si te ha sucedido que has estado pidiéndole algo a Dios con insistencia y con el tiempo comprendiste que fue una gracia que Dios no te lo hubiese dado en ese momento, o no.
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