La gran batalla de nuestros días es una batalla teológica, una revuelta contra Dios y el orden del mundo que Él creó.

Que lleva desde la apostasía de reescribir los mandamientos de Dios, negando su sobrenaturalidad, en algunos casos, hasta negar directamente la existencia de Dios, en otros.

Se está dando en toda la sociedad occidental, y aunque parezca irrazonable, está sucediendo también dentro de las denominaciones cristianas.

Y no solamente entre los feligreses, sino además entre pastores protestantes e incluso entre sacerdotes católicos.

Es la revolución final contra el credo de la cristiandad, contra el Dios proveedor del que habla la Biblia.

Contra el Dios al que le oramos y él nos responde, contra el Dios que nos promete la vida eterna en el Cielo junto a Él, después de nuestro pasaje por la Tierra.

Aquí hablaremos sobre cómo están cayendo pastores protestantes y sacerdotes católicos en esa batalla teológica final.

Mostrando casos concretos de pastores y sacerdotes que dicen públicamente que han dejado de creer en Dios y sin embargo siguen adelante con su ministerio.   

Algunos sacerdotes y pastores pierden la fe y directamente dejan su ministerio.

Mientras que otros no lo hacen por razones económicas, de militancia social o de poder.

Y son un real peligro, porque expanden sigilosamente la incredulidad entre los fieles.

Pero hay otros que salen del armario y manifiestan públicamente que ya no creen más en Dios, y hasta llevan a sus congregaciones a tomar posiciones ateas.

Recordemos que Jesús profetizó que habrá una apostasía al final de los tiempos, en Lucas 18 dice «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».

Por eso se refiere al remanente fiel.

Y el tercer secreto de Fátima muy probablemente hable de esto. 

Quienes lo han leído, dicen que menciona que sucederá una gran apostasía en la Iglesia, que tomará a su vértice.

Lo que significa que se vaciará de los mandamientos de Dios, para transformarse en una cáscara vacía, que actuará como un movimiento social, una ONG.

O sea que lo que hoy se llama cristianismo liberal se impondrá sobre la doctrina de los apóstoles. 

Algunos argumentan que es necesario hacer que el cristianismo sea más liberal, y según ellos menos rígido, para atraer a más gente hacia Cristo.

Pero resulta exactamente a la inversa en los hechos.

Los estudios actuales serios y grandes, sobre sociología de la religión, muestran que estas formas liberales de cristianismo están en implosión.

Y que el único cristianismo que crece es el que está yendo a sus raíces de las doctrinas tradicionales sobre el pecado y la necesidad de arrepentimiento, sobre la divinidad de Cristo que le permitía hacer milagros, etc.

El cristianismo progresista está actuando fuertemente en las principales denominaciones protestantes.

Y casi todas están en caída libre en asistencia a los servicios religiosos.

Se han transformado en una mezcla de reforma social y apoyo a los nuevos derechos de las minorías, de origen secular, que apenas mantiene una cubierta de lenguaje religioso.

Han reescrito los mandamientos de Dios.

Y cuando esos mandamientos son indistinguibles e idénticos a los de la agenda social progresista, entonces han creado un Dios a su medida.

Un Jesucristo en el que a la larga no vas a depositar toda tu vida, sino simplemente vas a considerarlo como un gran pensador o un compañero de lucha.

Por ejemplo, tenemos el caso del reverendo holandés Klaas Hendrikse, que no es pastor de una congregación marginal, sino de la principal iglesia holandesa. 

Afirma que no hay vida más allá de la muerte, por eso insta a sus feligreses para que aprovechen lo más que puedan la vida en la Tierra, porque probablemente será la única que tengan.

Tampoco cree que Jesús haya sido hijo de Dios, si es que existió históricamente.

Considera que Dios es una metáfora y no un ser.

Su libro «Creer en un Dios No Existente» provocó llamados de cristianos más tradicionalistas para que fuera removido.

Sin embargo, la iglesia decidió que sus puntos de vista estaban tan extendidos entre otros pensadores eclesiales, que no se le podía señalar de forma individual.

Porque 1 de cada 6 clérigos de la Iglesia Protestante Holandesa es agnóstico o ateo.

El otro ejemplo, es el del Pastor de la Iglesia Presbiteriana de EE.UU. en Oregon, John Shuck.

Quien dice que no cree en Dios, y no requiere de los miembros de su congregación que tampoco crean.

E incluso se ofende con aquellos que afirman que no es cristiano.

Él escribió que Dios ya no es creíble como un ser personal, sobrenatural.

Y que Jesús pudo haber sido una persona histórica, pero la mayoría de las historias sobre él en la Biblia son leyendas.

Y dice que muchos cristianos liberales o progresistas ya han dejado de creer en el Cielo, que la Biblia es literalmente verdad, que Jesús es sobrenatural, y sin embargo, ellos todavía practican el cristianismo, según él.

Y el tercer caso de cristianos ateos profesos que traemos es el de la pastora Gretta Vosper, de la mayor iglesia protestante de Canadá.

En 2016, tras el tiroteo de Charlie Hebdo en París, por parte de musulmanes, declaró públicamente que la creencia en un Dios sobrenatural promovía el odio.

Lo que llevó a la Iglesia Unida de Canadá a instituir una revisión oficial sobre su idoneidad como ministra. 

Pero en noviembre de 2018, Vosper y la Iglesia Unida llegaron a un acuerdo que le permitió continuar con su ministerio.

La Iglesia Unida reconoció que hay un lugar para Gretta, y que no hay razón para separarla de la congregación.

Y que esto no altera la creencia de la Iglesia Unida de Canadá en Dios, más plenamente revelado a través de Jesucristo.

Como vemos, un lenguaje ambiguo que hace creer una cosa pero esconde otra.

Pero esta apostasía entre ministros ordenados no es privativa sólo de los protestantes.

En diciembre de 2021 el sacerdote católico canadiense, Bernard Ménard, hizo pública una carta donde dice,

«Soy un no creyente, como el 49% de los quebequenses. 

Yo tampoco creo en el dios en el que esta gente ya no cree. Desde hace bastante tiempo».

Dice que no cree en un dios que lo controla todo y es todopoderoso.

Y establece que una religión que sustituye la libertad de conciencia y la responsabilidad personal por el miedo a la condenación, es una invención humana alienante.

Y en la carta pública habla de las razones por las que sigue siendo sacerdote, dando razones solamente de militancia social.

Dice que sigue para hacer su pequeña contribución a la curación de las heridas del pasado y al nacimiento de un mundo verdaderamente nuevo.

¿Y cuál es el mundo nuevo al que aspira?

Un mundo en el que «aprendamos a respetarnos, a perdonarnos a nosotros mismos y a los demás, a establecer la solidaridad con los grupos de base de otros países. 

Y sobre todo, dejar de poner nuestro futuro y nuestra seguridad en la acumulación de dinero más allá de lo necesario».

Y agrega que «la libertad y la profunda felicidad, sólo la puede dar una sólida amistad».

Concibe a Jesucristo como un luchador social, dice que  

«puedes confiar en este hombre que se hizo cercano a los marginados, a los rechazados, que llegó hasta el final de su amor dando su vida».

Y agrega que se queda en la Iglesia de hoy por la esperanza que le da la revolución que ha iniciado Francisco.

Y cuando menciona las razones por las que esa revolución le da esperanza, menciona que significa, 

«devolvernos a lo esencial del Evangelio: la sencillez de vida, la aceptación de las diferencias, el amor perdonador, el servicio a los más frágiles».

Por lo tanto, vemos nuevamente, como en el caso de los tres protestantes anteriores, que la plataforma de este sacerdote es la reforma social.

Es un discurso político progresista con sólo una cobertura de palabras religiosas.     

En resumen, la revuelta contra Dios y contra el orden que Él creó, ya fue profetizada por Jesucristo en la Biblia y es parte del tercer secreto de Fátima.

Ha producido que muchos dejen de creer en Dios y que otros tantos remodelen lo que piensan de Jesucristo.

Esto pasa también en pastores y sacerdotes en función. 

Muy pocos lo dicen públicamente, pero otros no lo dicen aunque lo manifiestan en sus actos.

Ya no se creen en un Dios creador de todo, activo permanentemente y que no permite que se mueva un pelo de la cabeza de cada persona sin que Él lo permita.

A quien nuestra oración moviliza y nos auxilia con Su Divina Providencia.

En cambio lo visualizan como un luchador contra las injusticias sociales en la Tierra, adjudicándole el ideario político progresista.

Pero las investigaciones de sociología de la religión muestran que ese ideario está en implosión, mientras crece el cristianismo que cree en lo sobrenatural.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la revolución final de occidente contra Dios y los grados más altos de defección de los ministros ordenados. 

Y me gustaría preguntarte si has conocido a algún sacerdote que tu te das cuenta que ha dejado de creer en Dios pero no lo manifiesta públicamente.

MATERIAL ADICIONAL: LA CONSTRUCCIÓN DE UN DIOS DISTANTE

El cristianismo progresista está actuando fuertemente en las principales denominaciones protestantes.

Y casi todas están en caída libre en asistencia a los servicios religiosos.

Lo que están enseñando no es el cristianismo tal como se entendió en estos dos mil años, sino una religión completamente diferente.

Parecería que es una mezcla de reforma social propulsada por sentimientos de cambio en términos de los nuevos derechos de minorías y basada en un pensamiento secular, que apenas tiene una cubierta de lenguaje religioso.

El cristianismo real comenzó con el anuncio de la revelación de Cristo.

Él nos habló de la vida sobrenatural y como llegar al paraíso, murió y resucitó.

Y su mensaje, y la demostración de los milagros y su resurrección, son las buenas nuevas para nuestra vida.

Esa buena nueva tiene el objetivo de cambiarnos para poder acceder a la vida eterna junto a Dios.

Tiene el objetivo de que seamos santos.

Y por lo tanto desafía nuestras creencias y nuestras tendencias pecaminosas derivadas del mundo caído.

En suma exige que nazcamos de vuelta y seamos construidos de vuelta en torno a la cruz.

La fe tiene el objetivo de cambiarnos y también de cambiar a nuestro mundo pero a partir de la modificación de nuestro corazón.

Sin embargo si el Dios en el que una persona cree nunca le exige un cambio, entonces ese Dios es la propia persona y los valores que no está dispuesto a ceder.

Cuándo los mandamientos de Dios son indistinguibles de los nuestros, e idénticos de la agenda social progresista, entonces estamos creando un Dios a nuestra medida.

En el que a la larga no estás obligado a depositar toda tu vida, simplemente lo puedes considerar un gran pensador o un compañero de lucha.

El verdadero Dios hace demandas sobre nuestras vidas y no se complace en vernos satisfechos con lo que sentimos y pensamos; siempre nos pide nuestro progreso espiritual.

Estos pastores y denominaciones que traemos en este artículo se regocijan en dedicarse a introducir los valores de la sociedad dentro de la religión.

Por ejemplo la iglesia episcopal de la diócesis de Washington aprobó una resolución por la cual en futuras actualizaciones de su libro oración dejarán de usar el pronombre de género para Dios.

Ya no se puede hablar de Dios como Él, o sea con pronombres masculinos, porque consideran que eso es limitar la comprensión de Dios

Esto es introducir la agenda social feminista dentro de la religión.

Su lógica es que la doctrina de la iglesia siga las demandas sociales y se adapte a ellas, en lugar de marcar el rumbo de la sociedad.

Incluso se ha dado el caso que un reverendo británico que pidió orar para que el príncipe George de 4 años se convierta en homosexual, para acelerar el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Esto es ni más ni menos que poner en el centro de la actividad religiosa las demandas sociales.

Pero nuestra mirada debe estar hacia el Dios sobrenatural que se encarnó hace 2000 años y fue exigente con nosotros para que lleguemos a la santidad, si es que queremos tener su amistad eterna.

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