El arcángel Gabriel significa (en hebreo) la fuerza de Dios.

Es uno de los tres arcángeles principales dentro de las religiones judía, cristiana e islámica.

Las Iglesias Católica, Ortodoxa y algunas protestantes, junto con el Islam, lo consideran arcángel por ser junto con Miguel y Rafael, los únicos ángeles con nombre, y encargados de llevar misiones importantes.

En la tradición Bíblica, es a veces considerado como el ángel de la muerte o uno de los mensajeros de Dios.

En el Islam, a Gabriel se le considera también como uno de los principales mensajeros de Dios, pues es él quien reveló a Mahoma el Corán.

También acompaño a Mahoma en la noche oscura.

Su representación más común es la de la Anunciación.

O en el caso musulmán, la de la revelación a Mahoma.

Aunque también ha sido retratado llevando un mensaje escrito en la mano.

Además es él quien vigila la entrada del Edén, para evitar que entren los descendientes de Adán y Eva, aunque hay algunos que afirman que quien vigila es el Arcángel Miguel.

  

SAN GABRIEL = «DIOS ES MI PROTECTOR»

Es el ángel de la Encarnación y del Consuelo, y en la tradición cristiana Gabriel es siempre el ángel de la misericordia.

Casi todas las misiones y manifestaciones de Gabriel están relacionadas con la venida del Mesías.

A San Gabriel se lo representa con una vara de perfumada azucena, la que obsequió a María Santísima en la Anunciación que representa la Sublime Pureza Inmaculada de la Madre Virgen.

Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del Hijo de Dios.

Por eso se le venera mucho desde la antigüedad.

Su carta de presentación cuando se le apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista fue esta: «Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios» (Luc. 1, 19).

San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.

Joaquín Ruiz Gimenez se refiere a San Gabriel se la siguiente manera:

…»Por de pronto, San Gabriel tiene uno de los nombres más bellos que ha podido troquelar el lenguaje humano: «hombre de Dios, hombre en que Dios confía»; o también, como San Gregorio glosa, «el fuerte de Dios».

Cuando Dios va a hacer uso de su poder sobre el mundo, en su manifestación más excelsa, la de la Redención, elige como mensaje, como su embajador y plenipotenciario, a este soberano arcángel.

Tres veces le vemos surgir corpóreamente en la historia de la humanidad.

Se aparece en primer lugar, a Daniel —allá en el año tercero del reinado del rey Baltasar— para revelarle el sentido de la visión del combate entre el carnero y el macho cabrío.

Lo hace en figura de varón y sobrecoge al profeta, que, de bruces y espantado, le contempla con un estremecedor anuncio para días lejanos:

«Entiende, ¡oh hijo del hombre!, esta visión, que es para el tiempo final» (Dan. 8,15ss.).

Pero aún recibirá Daniel una nueva visita del celestial mensajero, al iniciarse el imperio de Darío.

Y en ese encuentro se traslucirá la inmensa profundidad de la misión que Dios confía al arcángel.

Mientras el profeta está postrado ante Yahveh, en ayuno, saco y cenizas, al caer la tarde, rogando y confesando sus pecados y los pecados de su pueblo y presentando su oración al Señor «grande y terrible», irrumpe Gabriel en raudo vuelo y silueta de hombre.

Y le anuncia las setenta semanas decretadas por Dios sobre el pueblo y su ciudad santa para expiar la iniquidad, traer la justicia eterna y ungir al Santo de los santos: «siete semanas y setenta y dos semanas hasta la llegada del Mesías príncipe» (Dan. 9,1ss.).

Cuando ese plazo de Dios se cumple, el arcángel San Gabriel vuelve a la tierra con perfil de mancebo, penetra en el gran templo de Jerusalén y llega a Zacarías, el sacerdote del turno de Abías, desposado con Isabel, la hija de Aarón.

El temor sobrecoge y turba al venerable sacerdote mas el arcángel le tranquiliza y anuncia que su oración ha sido escuchada: su mujer le dará un hijo, a quien pondrán por nombre Juan, y será gozo y alegría para él y para muchos, grande a los ojos del Señor y lleno del Espíritu.

Santo desde el seno de su madre. Un hijo precursor del Señor de Israel que volverá a los rebeldes a la prudencia e los justos y preparará al Señor un pueblo debidamente dispuesto.

Zacarías no acierta a comprender… Pero el ángel le abre la inmensa perspectiva del misterio:

«Yo soy Gabriel, que asisto ante Dios y he sido enviado para hablarte y darte estas buenas nuevas.»

Desde ahora Zacarías permanecerá mudo hasta el día en, que se verifique el prodigio, por no haber dado fe a las palabras del enviado, que se cumplirán a su tiempo.

Escasos meses tendrán que transcurrir para que la familia de Zacarías se alegre con la realización de la promesa y para que un más extraordinario acontecimiento conmueva al pueblo de Israel (Lc. 1,5ss.).

Tres rastros de luz nos permiten vislumbrar la suprema hermosura de ese momento; uno, en los lienzos de Fra Angélico; otro, en las páginas evangélicas de San Lucas; un tercero, en el pensamiento teológico de Santo Tomás.

Estos tres rastros son palabra hecha luz; luz que es calor y perfil de amanecer,

Verbo encarnado y verdad de salvación.

Porque el arcángel Gabriel es el portador de la palabra omnipotente, el gran mensajero, el primer embajador de Dios a los hombres.

Contemplemos la escena de su mensaje con nuestros ojos del cuerpo, poniéndolos sobre la tabla del Angélico.

A la izquierda, entre el verde follaje del paraíso perdido, Adán y Eva, la primera pareja humana, que se aleja bajo la pesadumbre de su culpa.

Arriba, sobre una ráfaga de oro, el Espíritu divino, y a la derecha, bajo una tenue y transparente luz de amanecer, el inefable espectáculo de la reconciliación entre Dios y la naturaleza humana, que se anuncia en el saludo del ángel, bajo la bóveda azul, tachonada de estrellas de oro, sin más testigo que la golondrina silenciosa sobre la barra de hierro entre las esbeltas columnas.

El arcángel se inclina reverente ante la Virgen con sus brazos cruzados. Hay en él una armonía de amapolas y de trigo maduro; hay en Ella un juego de rosas y azul.

La ráfaga luminosa del Espíritu toca apenas las alas y la aureola del arcángel y besa el pecho inmaculado de la doncella, que acepta el mensaje.

Todo es elegancia, suprema elegancia de cuerpo y de espíritu, que es el signo de lo angélico.

  

GABRIEL LE ANUNCIA A MARÍA

Para poner sonido de este mudo cuadro de colores divinos, se nos acerca San Lucas y nos repite con sobrecogedora sencillez las palabras del arcángel.

Gabriel, enviado por Dios a Nazaret de Galilea, está ante María, la Virgen desposada con José, el varón justo de la casa de David.

Y entrando a ella le dice: «Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo.»

Se turba la Doncella al oír estas palabras y busca el significado de la desconcertante salutación.

Y el ángel la serena:

«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.

Él será grande y llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin.»

María, suavemente, pregunta: «¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?»

Y el ángel descorre el velo del inmenso enigma:

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios.

E Isabel, tu parienta, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el mes sexto de la que era estéril, porque nada hay imposible para Dios.»

María, rendida y humildemente, acepta: «He aquí a la sierva del Señor; hágase en mi según tu palabra.»

El ángel parte. La Redención ha comenzado. La misión, del embajador ha quedado soberanamente cumplida (Lc. 1,26ss.).

  

OTRAS FUNCIONES DEL ARCÁNGEL GABRIEL

Ya hemos visto que el Arcángel Gabriel fue el que llevó la noticia a Zacarías y a la Virgen María de nacimientos.

En el caso de Zacarías fue del nacimiento de Juan el Bautista.

Y en el caso de la Virgen María fue la Anunciación.

Por estas razones al Arcángel Gabriel se lo considera el patrón de las mujeres que esperan ayuda para concebir hijos y a quién hay que pedírselo

Y por eso se ha popularizado una novena donde se mantiene la vela encendida para pedir la concepción de un hijo.

Y es más, se lo considera el ángel de nacimiento, porque dice que está cuidadosamente al lado del niño por nacer instruyéndolo sobre el conocimiento del cielo.

Pero los niños no recuerdan eso porque antes de nacer Gabriel toca al bebé en el labio superior, para que no pueda recordar la información hasta que regrese al estado espiritual luego de su muerte.

La hendidura que tenemos debajo de la nariz se considera que es el toque de Gabriel.

También se cree que el Ángel Gabriel será el encargado de tocar la trompeta en el Juicio Final.

Y se lo considera el gobernador del Jardín del Edén y gobernante de los querubines.

También el gobernante del primer cielo, que es el más cercano a la humanidad.

Se dice que fue Gabriel quién generó la destrucción de Sodoma y Gomorra.

Y según el Talmud fue Gabriel que destruyó los ejércitos de Senaquerib con una guadaña afilada desde la creación.

Fue Gabriel el que se apareció al Profeta Daniel para interpretar la escritura en la pared que tuvo en un sueño.

Y también inspiró a Juana de Arco para que fuera en ayuda del rey de Francia.

A Gabriel se lo considera el portador del amor porque toca el corazón y las emociones.

Y su cáliz es signo de compasión en medio de las angustias de la vida.

En el cristianismo se lo considera el santo patrón de los difusores, los trabajadores de telecomunicaciones, los diplomáticos, los mensajeros, los empleados de correo y los coleccionistas de sellos.

También es un ángel a quién se le puede pedir ayuda para interpretar los sueños, como hizo con el profeta Daniel.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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