Las apariciones de la Virgen en Cubas de la Sagra en 1449 son de las más documentadas de la Edad Media española.
Con abundantes testimonios y juramentos de las autoridades.
El monasterio, que se alza en el mismo lugar en que la Virgen clavó una cruz de madera, fue mandado construir por el cardenal Cisneros.
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Y por allí han peregrinado reyes y nobles españoles durante muchos años.
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En él vivió Juana de Azaña, de Cubas o de la Cruz, más conocida como la Santa Juana…
550 años después de las apariciones de la Santísima Virgen en Cubas de la Sagra a una pastorcilla de nombre Inés, el Papa Juan Pablo II concedió en 1998 un año jubilar al santuario erigido en este lugar, dedicado a Santa María de la Cruz.
Y a la Santa Juana, religiosa clarisa, cuyas hijas siguen dando vida a este monasterio.
Cubas de la Sagra es un municipio de España, en la provincia y comunidad autónoma de Madrid.
Pertenece a la comarca de la Sagra, del norte de la provincia de Toledo, a pesar de pertenecer a la Comunidad de Madrid
Las deliciosas, importantes y aprobadas apariciones de la Virgen en 1449 en Cubas de la Sagra son hoy increíblemente desconocidas.
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Apenas se citan de pasada, o como leyenda, en los mismos libros especializados, ni aparece el santuario en los mapas.
Las huestes de Napoleón que expoliaron y destrozaron el santuario o convento allí edificado, la desamortización de Mendizábal que lo arruinó.
Y finalmente la guerra del 36 que no dejó de él piedra sobre piedra, explican su decadencia y que se haya perdido toda su biblioteca y archivo.
CASTILLA EN 1449
En 1449 estalla una hostilidad por largo tiempo soterrada, y se producen en Toledo y otros lugares cercanos fuertes alborotos.
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Y se pasa a cuchillo a los llamados cristianos nuevos (judíos o moriscos conversos).
Alonso de Espina, el franciscano confesor de Enrique IV, tras haber predicado por todo el país sobre la necesidad de tomar medidas contra los conversos, termina en 1460 su Fortalitium fidei, que servirá de fundamento ideológico para la instauración de la Inquisición en Castilla a partir de 1464.
Epoca turbulenta en Castilla. Señores nobles, terratenientes, en frecuentes luchas entre sí, incluso incendiando poblados, llevándose cautivos a los hombres…, de todo lo cual el principal pagano era el pueblo sencillo.
En el resto de Europa no había más paz, con guerras entre naciones y ciudades.
Tendría que subir al trono Isabel la Católica en 1474, con veintitrés años, para que todo su reino castellano se convirtiese en una balsa de aceite hasta su muerte, en 1504.
Por el año 1449 Cubas era un lugar, o aldea, que pertenecía, como el vecino Griñón, al señor Luis de la Cerda. La iglesia está dedicada a San Andrés.
LUNES 3 DE MARZO DE 1449
«La población de Cubas vivía bastante olvidada de sus deberes y tantos eran sus pecados que la mano del señor estaba suspendida sobre ella para castigarla sebera y ejemplarmente»
Así comienza en algunos textos esta historia de lo que se da a entender como la «Sodoma y Gomorra» de Madrid basándose en la obra del padre jesuita Jose Luis de Urrutia.
Inés, muchacha de doce años, estaba cuidando cerdos en las afueras del pueblo, en un lugar llamado Fuente Cecilia, cuando al mediodía, poco más o menos, se le apareció una Señora muy «fermosa», reluciente, vestida de paños de oro.
– ¿Qué faces aquí, fija?
– Guardo estos puercos.
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– ¿ Por qué ayunas los días de Santa María en viernes?
– Porque me lo mandan mis padres.
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– Faces bien; pero poco tienes que ayunar este año.
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Ayúnalo después en los días que cae Santa María, que quien lo ayuna, gana ochenta mil años de perdón.
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E te mando que digas a todas las gentes que se confiesen e aderecen sus ánimas (que si no ponia termino a su desenfreno y pecados Dios iba a castigarles), que sepan que ha de venir gran pestilencia del dolor de costado e de piedras roñas envueltas en sangre, de lo cual morirá mucha gente.
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– ¿E de esta pestilencia moriré yo e mi padre e mi madre?
– Eso será como Dios quisiese.
Entonces desapareció la Señora.
Este sencillo diálogo en castellano antiguo, como los siguientes, están trascritos literalmente de las declaraciones de la pastorcita Inés en su donde casa hilaba y rezaba, y desde hacía un año ayudaba a su padre, que era porquerizo, Alfonso Martínez, casado con Mari Sánchez.
Eran la familia más simple y pobre del pueblo, ella iba descalza. (Cuatro siglos más tarde la familia de Bernardita en Lourdes también será la más pobre).
Todos los testigos bajo juramento, incluso el capellán, están acordes en que la pobreza de la niña no era óbice para que fuera notablemente piadosa.
Confesaba desde los seis años frecuentemente «asaz veces más» que otras de su edad, rezaba el rosario, ayunaba «la media cuaresma», y las vigilias de los santos, desde hacía cuatro años, y no bebía vino.
Curiosamente añaden que en las bodas no cantaba ni bailaba como las otras mozas.
Su madre declara que nunca la vio deseosa de ir a bodas, sino de hacer oraciones.
Y sabemos que guardando los cerdos rezaba el rosario.
Respecto de la edad de Inés, el único que puntualiza es su padre; que «a tres de agosto vería cumplir trece años».
Su hermano Juan, preguntado, afirmó que no era «rencillosa».
Se ve, por todo, que hacía honor a su nombre (Inés significa cordera).
Cuando después le preguntaron diversas cosas sobre la Señora que se le apareció, aclaró que resplandecía su rostro, que llevaba una toca y una como saya abrochada por delante, ambas de oro.
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Que no traía chapines, sino zapatos también de oro, y no tenía corona en la cabeza ni sortijas en las manos, las cuales vio blancas como la nieve, y su voz, «delgada, mucho fermosa», a la pregunta si la Señora traía fermosos olores, respondió que ella no olió.
Cuando desapareció la Señora, ella dijo que tuvo miedo de lo que había visto. ¿Y qué hizo?
Siguió guardando los cerdos hasta la tarde, volvió a rezar 150 avemarías con sus padrenuestros, y otras oraciones, ¡el rosario completo! (también Bernardita rezaba el rosario); luego merendó pan y agua. – no especifica a qué hora -.
A un tiro de ballesta de ella había dos pastorcillos que guardaban ovejas. Con ellos volvió a Cubas, y por el camino les preguntó si habían visto algo; le contestaron que no.
– ¿No vistes hoy a mediodía aquella mujer muy fermosa que vino a mí cuando estavades merendado?
– No vimos nada, quizá sería alguna mondaría – prostituta – Ellos no se «curaron» y se fueron con su ganado.
Esta malévola interpretación de sus compañeros debió aumentar más su miedo; el caso es que no se atrevió a trasmitir a nadie el mensaje de la Señora.
MARTES 4
Inés, como todos los días, salió con los cerdos; esta vez al arroyo de Torrejón. A la misma hora del mediodía, y de igual manera que el día anterior, se le volvió a aparecer la Señora:
– Fija, ¿por qué no dijiste lo que te mandé aver decir?
– No lo he osado decir por recelo que no sería creída.
– Cata que te mando que lo digas, e si no te creyeren, yo te daré señal para que te crean.
– Señora, ¿quién sois?
– Eso no te diré agora.
Y desapareció la Señora.
Inés se decidió ya a contar lo que le había sucedido.
Habló con sus padres y con otras personas del lugar, pero sus padres le dijeron que mentía, y que se callase, que la iban a tomar por bebida.
VIERNES 7
Este día nuestra pastorcita guardaba los cerdos en el llamado Prado Nuevo, cuando por tercera vez, a igual hora que los días anteriores y vestida de la misma forma, se le volvió a aparecer la Señora.
– Fija, ¿ibas dicho lo que te mandé decir.?
– Sí, Señora, lo he dicho a mi padre e a mi madre e a otras personas.
– Lo has de decir e publicar al clérigo e a todas las gentes sin ningún miedo ni temor.
Inés, como era viernes de cuaresma, ayunaba; no comió, ni antes ni después de la aparición, según declaró posteriormente.
De vuelta a su casa repitió a sus padres las palabras de la Señora. Su padre le dijo: «Calla, loca, que mientes», su madre, en cambio, terminó animándola: «Pues, fija, dilo».
DOMINGO 9, LA CIROLEDA
Fue el día y sitio clave. Como ya se había corrido la voz, el clérigo Juan González, con otros hombres, fue a casa de los padres de Inés, hablaron con éstos y la llamaron a ella, la cual les contó todo lo sucedido.
Entonces le dijeron:
– Ve hoy, y si vieres a esa Señora demándale señal para que lo creamos.
Y el clérigo se fue a decir Misa.
Inés salió con los cerdos, acompañada de su hermano Juan – parece que más pequeño que ella – y de su padre, al lugar llamado La Ciroleda.
El padre los dejó allí y se volvió a Misa.
La Ciroleda, lugar de ciruelas, debía ser también un prado acuoso, como los demás sitios donde los otros días llevaba los cerdos. (El pueblo es rico en agua.) En este prado es donde se construyó el monasterio.
Inesilla, como la llamaban, dejó a su hermano en busca de una bestia que se había apartado, y le perdió de vista al llegar a unos majuelos (arbustos espinosos).
Allí se puso de rodillas, con la boca en el suelo, pidiendo a la Señora que se volviese a aparecer, pero estaba temerosa.
No es de extrañar; todas las personas importantes pendientes de ella; teniendo que pedirle a la Señora una señal; desde luego estaba metida en algo complicado.
Ese día tuvo lugar la aparición de la misma manera que los días anteriores.
– Levántate, fija.
Entonces se levanto; pero tuvo miedo. (Sería porque le habían dicho pidiera la señal a la Señora.)
– Yo havas miedo.
– Señora, ¿’quién sois?
– Yo soy la Virgen Santa María.
Y acercándose a ella le cogió la mano derecha, y apretándosela la dejó todos los dedos juntos y el pulgar formando cruz con los demás.
– Anda, vete con esta señal por que crean, e aquesto pasarás tú por ellos, e vete a la iglesia, e llegarás cuando salgan de Misa, e enséñalo a todas las gentes por que te crean lo que dijeres, pues que llevas la señal.
El brazo le quedó a Inés dolorido hasta el codo, como seco.
Con los ojos bajos se dirigió a su hermano:
– Hermano, guarda los puercos, que me ha dado la Virgen María señal, e me pegó la mano, e me dijo que iré al mejor tiempo del mundo que saldrán todos de Misa [que llegaré justo a tiempo, cuando salgan todos de Misa].
Efectivamente, nada más acabar la Misa, cuando el sacerdote iba a echar el agua bendita, vio entrar a Inés toda llorosa, y ponerse de rodillas ante el altar de Santa María.
Contó públicamente cuanto le había sucedido.
Todo el pueblo examinó su mano, que, según el sacerdote, parecía seca ni pudo despegar el pulgar de su mano, y viendo aquel milagro la creyeron y muchos besaron su mano.
«El clérigo, el alcalde e ames buenos del dicho lugar, habiendo mucha devoción a la dicha Señora Virgen Santa María, que tal milagro había mostrado a la dicha Inés, allegáronse todo el pueblo, con gran devoción con las cruces e con candelas e hachas de cera encendidas en las manos.
Todos en procesión, descalzos, con los más niños que se pudieron haber del dicho lugar, e tomaron a la dicha Inés consigo.
E ficieron una cruz de palo para la poner en el dicho lugar donde la dicha Señora le había tomado la mano, e en ella fecha la dicha señal.
E queriendo salir de las eras del dicho lugar e entrando entre las viñas [hoy ya no hay viñas ni ciruelos ni majuelos] iba la dicha Inés delante los niños, e vida a la Virgen María contra la echadura de un tejo de ella [a un tiro de piedra].
E volvió la cabeza e dijo a los regidores, que iban ordenando la procesión de los dichos niños, que estuviesen quedos, que había oído que la llamaba la dicha Señora Virgen Santa María, e que le dijera dos veces: Anda acá; e la primera vez que no la vida, pero la segunda sí.
E la dicha Inés dijo que quería ir a ver lo que le mandaba la dicha Señora.
E luego le quitaron la candela que llevaba en la otra mano, e Andrés Fernández, regidor, que llevaba la cruz de palo, se la dio a la dicha Inés.
E traspuso el cerro, por su camino adelante, e no la vieron.
E cuando se apartó de la dicha procesión vino para la dicha Señora Virgen Santa María, e fue con ella fasta el lugar da le había dado la dicha señal, e iba al lado derecho de la dicha Inés, e nunca le había dicho palabra ninguna fasta que llegaron al dicho lugar.
E iba a pasito, pero llegaron en un trote, que no sabe cómo fueron tan aynas llegadas.
E como llegaron al dicho lugar, la Virgen María tomó la cruz en la mano derecha, e fincó los hinojos contra la cruz [se arrodilló ante la cruz], e después se levantó e la puso quedo en el suelo e se fincó en el suelo cuantía de un palmo e medio, e inhiesta.
– Fija, finca las rodillas de cara la procesión, e ten la Cruz fasta que llegue.
E han de faeerme aquí una iglesia, que llamen Santa María. ‘Tú fas de volver agora a la iglesia con la procesión.
E con algunas criaturas inocentes estarás ante mi altar hoy con la noche.
E me han de decir dos Misas de Santa María ante mi altar, e te han de poner bajo de los evangelios de dichas Misas.
E dichas las dos Misas te han de llevar a la iglesia de Santa María de Guadalupe, e llevarás cuatro libras de cera. Estarás allá dos días, e a la venida le han de traer acá; en faciendo oración la señal será desfecha».
La procesión estuvo un poco detenida, haciendo todos oración de rodillas.
Luego decidieron seguir, y al subir al cerro vieron a Inés de lejos, que estaba arrodillada mirando hacia ellos, con la Cruz delante.
Al llegar junto a ella les trasmitió el mensaje que le acababa de dar la Virgen.
Le preguntaron dónde había estado la Virgen y les señaló unas pisadas pequeñas en un arenalejo, como de avampiés de paño (zapatillas).
Muchos cogieron con mucha devoción de aquella arena.
Encontrando las huellas benditas de la virgen y se apresuraron a poner sus labios en ellas y se produjeron muchos milagros de todos aquellos que se encontraban aquejados de alguna enfermedad o faltos de algun miembro o sentido.
Dejaron allí la Cruz.
Con ella se quedaron algunos hombres para guardarla, y la procesión se volvió a la iglesia, donde cumplieron lo que había ordenado la Virgen, de la vela nocturna y las dos Misas al día siguiente.
LUNES 10, EL PRIMER PROCESO
Aquella gente, sin duda de gran fe y religión, no eran crédulos pueblerinos ni mucho menos.
Tuvieron el acierto de tomar tan en serio las, hoy diríamos «supuestas», apariciones de la Virgen, que ya al día siguiente se congregaron no solamente los vecinos de Cubas, sino de los lugares circunvecinos, para en primer lugar hacer una «procesión general en honor y reverencia» de la Santísima Virgen, hasta su Cruz.
Y a continuación tener un proceso con todas las de la ley dentro de la iglesia de San Andrés, en presencia de los notarios y escribanos públicos.
Estuvieron presentes el citado Juan González, teniente cura en Cubas.
El capellán de Humanes, los alcaldes de Cubas y de Piedrabuena, y otros muchos vecinos de Cubas y de Griñón.
Este proceso se redujo a tomar declaración a Inés de todo lo que había visto y le había acontecido los días pasados.
Es de suponer que la niña no dejaría de estar nerviosa, pero el caso es que relató puntualmente, y lo tenemos escrito en el acta, cuanto le había sucedido.
Documento de inapreciable valor histórico por la proximidad de los hechos y el rigor de la deposición jurídica.
Terminada ésta no anduvieron remisos, y sin esperar al día siguiente, aquella misma tarde salieron para Guadalupe, y debió de ser bastante tarde, puesto que sólo llegaron a la cercana Ugena, poco más de seis kilómetros, donde pernoctaron. Inés fue acompañada de su padre y otros hombres.
Desde Cubas a Guadalupe, ida y vuelta, serían más de 300 kilómetros.
A Guadalupe llegaron el viernes a la hora nona (tres de la tarde), casi cuatro días de viaje.
Allí estuvieron dos días, según lo mandado por la Virgen: sábado y domingo; salieron de regreso el lunes y llegaron a Cubas el miércoles 19 por la tarde, tres días escasos de viaje, bastante deprisa.
Inés dicen iba montada en burro, los demás tendrían que ir también en cabalgaduras para hacer 50 kilómetros por día.
Durante el camino no dejaron de examinar la mano de Inés; intentando despegarla incluso cuando estaba dormida, pero no lo consiguieron, y siempre la encontraban igual.
GUADALUPE, 14-17 MARZO
Llegaron el 14, viernes por la tarde, a Guadalupe, monasterio entonces en su apogeo, con más de 100 frailes.
No sólo era centro de incesantes peregrinaciones, muchas de Portugal y también de toda Europa, sino que además era el hospital más famoso, y la mejor escuela de medicina, con médicos eminentes, a quienes pagaba «mejor que el rey».
Fue el primer lugar del mundo donde se comenzó a practicar la autopsia con autorización de la Santa Sede.
Y poco antes, en 1442, Eugenio IV le concedió que pudiesen practicar la medicina y cirugía los frailes que no fuesen sacerdotes.
Estos doctos frailes con el prior, oído de caso de Inés, la hicieron entrar en el monasterio con sus acompañantes, examinaron su mano y diagnosticaron que no podía ser sino que así había nacido.
La llevaron ante el altar mayor de la Virgen, una imagen grande abajo (ahora ya ésta no existe, fue retirada en 1526), y otra más arriba pequeña, la original, y le preguntaron si se le había aparecido la de abajo.
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Contestó que no, que ni se parecía a ella. Luego le señalaron la de arriba, e Inés dijo que ciertamente era aquélla.
Le arguyeron que aquella imagen no estaba cubierta de oro ni tenía la cara reluciente como decía que a ella se la había aparecido.
Pero Inés mantuvo que ciertamente ella la veía tan blanca y tan cubierta de oro como se le había aparecido, y ciertamente era la misma, que le parecía que estaba viva y que la miraba.
Caso singular, que la vidente de Cubas viese así a la Virgen de Guadalupe, o que ésta tomase ante ella otro aspecto, con vida.
A continuación los frailes la llevaron a una habitación, sería para que pasase la noche, y la dejaron allí encerrada por fuera.
Cuando volvieron los frailes y otras personas le dijeron que mostrase la mano, y la encontraron totalmente sana y normal.
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La interrogaron si se le había aparecido la Virgen, o cómo había sido curada.
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Contestó que ni se le había aparecido la Virgen ni nadie le había hecho nada para despegarle la mano, ni sabía cómo se le había soltado la mano.
Uno de sus acompañantes, Andrés Ferrández, preguntó a los frailes cómo se le había despegado. Le respondieron que ellos no sabían nada.
REGRESO A CUBAS Y A LA CIROLEDA
El lunes 17 de mañana (o tal vez el mismo domingo 16, los testimonios no están acordes) salieron de regreso para Cubas.
El miércoles 19 por la tarde, llegando a Cubas, se adelantó Inés, dirigiéndose a La Ciroleda, donde se puso en oración. En seguida se le apareció por última vez la Santísima Virgen.
– Señora, vuestra merced me dijo que la mano no se me abriría fasta que tornase aquí, ¿por qué no fue así?
-Tú no lo entendiste con la gran priesa que toviste de me preguntar; que Yo a eso te envié a la mi casa de Guadalupe, que cuando allá fueses, que ende se te desataría.
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– Señora, alega vos ole dar otra señal por que me crean?, que no me quieren creer lo que digo de vuestra parte.
– Yo bien lo creo eso; pero non cures, fija, que Yo les daré tal señal, que aunque lo quieran creer, que no puedan, que bienaventurados serán todos los que lo verán y creerán.
Cuando Inés pedía otra señal ala Virgen para que la creyesen, es porque, a pesar de todo, aun había quien no la creyese.
Comprometida y desagradable situación la de los videntes, sobre todo tratándose de una niña, que diciendo la verdad, no les dan crédito.
La frase última de la Virgen, no fácil de entender – lo que demuestra no pudo ser inventada por la niña -, parece reflejo o repetición de las de Isaías (6,10):
«Este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y taponado sus oídos, a fin de no ver ni oír ni comprender con el corazón. No quieren convertirse ni que Yo los salve». (Palabras citadas también por Cristo para justificar por qué hablaba en parábolas – Mt 13,13-15 – y para explicar por qué no creían en El – Jn 12,37-40 – ).
Es decir: por su dureza de corazón, por su infidelidad, Dios hace que los pecadores viendo no vean y oyendo no entiendan.
Lo que es suficiente a los limpios de corazón para ver a Dios – una bienaventuranza – no lo es para quíenes tienen el corazón encenagado en las pasiones.
La señal que prometió la Virgen – y que no la aceptarán los que no estén limpios de corazón – fueron, como en otros lugares de apariciones auténticas, los numerosísimos milagros comprobados, de los que hablaremos.
LOS MILAGROS
Los milagros atribuidos a estas apariciones no tienen la aprobación formal de la Iglesia, ni la comprobación científica de los modernos admitidos, por ejemplo, en Lourdes.
Sin embargo, no por eso dejan de tener la garantía que nos ofrecen sus relatos bajo juramento, registrados con acta notarial, por personas competentes, que si no creyeran en su autenticidad no los hubieran admitido, y probablemente sólo trascribieron los más verosímiles y llamativos.
El mismo notario apostólico, escribano del Rey y notario público en todos sus Reinos, Juan González de Roa, en otro documento resume las apariciones y narra que el 15 de abril tuvo lugar una procesión al valle llamado La Ciroleda.
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Donde había ya un altar y se había comenzado la construcción de la iglesia pedida por la Virgen.
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Allí celebraron Misa cantada, con predicación solemne por un fraile franciscano.
En esta romería requirieron ya al citado notario que levantara acta de ciertos milagros notorios, que los beneficiados expusieron bajo juramento; son 6. Resumiendo:
1. Una niña de cuatro años de Illescas, el 9 de abril, miércoles de Semana Santa, perdió el habla y ya la daban por muerta.
Los padres pidieron ala Virgen que así como se había aparecido cerca de Cubas a aquella mozuela, que tuviera misericordia de su hijita, y ofrecieron llevarla a cuestas – ocho kilómetros – a donde se estaba haciendo la iglesia, con la mejor ofrenda que pudiesen.
Y la niña se levantó y el día 15 todos la vieron en La Ciroleda sana y alegre.
2. A un señor de Illescas le dolía y supuraba mucho un oído, se encomendó a la Virgen, aparecida a Inés, ofreció ir allá y hacer ciertas limosnas, y curó.
Como también una criada suya, que se torció de un lado y del brazo, y sanó. Estaban como testigos un hijo del enfermo, el marido de la criada y otros tres.
3. Juanillo, de siete años, de Cubas, amaneció un día de marzo tullido de las piernas.
Lo encomendaron a la Virgen aparecida, prometieron una limosna para su iglesia, y sin tomar medicinas al día siguiente se encontró curado. Además de sus padres lo testificaron otros cinco vecinos.
4. Otro vecino de Cubas cuenta que hacía catorce días se hirió los pies, los tenía hinchados, no podía andar.
Le montaron en una bestia para ir a la Virgen, oró con devoción, besó la Cruz y prometió que si sanaba serviría a la Virgen allí cuanto pudiera.
Se pudo poner ya sobre sus pies y terminó curado totalmente. Tres vecinos de Cubas fueron testigos.
5. Una niña de Cubas de tres años, en el mes de marzo, próxima a la muerte, con la mortaja ya preparada, empezó a estar mejor cuando sus padres hicieron voto de llevarla a la Virgen y hacerle una limosna.
En el proceso que mencionamos, del día 23 de abril, otros dos de los testigos lo son de sendos milagros:
Un enfermo de los ojos, en San Martín de Jarama, sanó después de hacerle Inés la señal de la Cruz y ponerle en los ojos arena pisada por la Virgen.
En Odón un niño de tres años el lunes de Pascua (14 de abril) enfermó tanto de dolor de cabeza, que estaba a punto de morir; nada más encomendarlo a la Virgen y prometer llevarlo a Ella, el niño comenzó a mejorar.
Este milagro lo registra de nuevo, con más detalles, Juan González de Roa el día 24 de abril en Griñón.
OTROS MILAGROS REGISTRADOS
En resumen, en el libro copiado por el clarividente fray Joaquín, nuestro conocido notario Juan González de Roa, levanto actas de 38 milagros, como los llaman hasta 1452.
Entre ellos repite el de Alfonso Martín en Ugena.
Hay curaciones de muchas clases: de dolor de costado con fiebre alta, de corazón, de ojos, de pérdida de habla.
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Otras por las descripciones parecen hemiplejías, bastantes de manos paralíticas, rabia por mordedura de perros, nacido medio muerto.
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En algunos se dice más milagros registrados notarialmente.
A partir de 1452 el libro sigue firmado por otro notario, Pero Sánchez de Borox, . Continúa levantando actas de milagros hasta 1485, total 20 en 30 años.
Cada vez menos, quizá no porque fueran menos, sino por ser ya demostrado y aceptado el hecho de que la Virgen bajo la advocación de Santa María de la Cruz hacía muchos milagros; por eso sólo se anotaban desde 1456 los que eran muy llamativos.
Dos en 1461: de un cautivo que se escapó y una hemiplejia curada de repente con sólo prometer ir a la Virgen de Cubas.
Otro en 1466 también repentino, de una niña torcida el cuerpo y las extremidades y sin habla.
Dos en 1471: de una mujer tullida de cuerpo, pies y manos, que traída ante la Virgen, sanó de pronto.
Y de otra mujer, después de grave enfermedad muerta varias horas, que haciendo promesa su hija y consuegra que la llevarían a la Virgen, irían de rodillas desde la Cruz a la casa, y harían una novena, al punto resucitó sana.
Dos en 1472: Un escapado de la prisión y otro niño resucitado.
El último registrado por Pero Sánchez, ya en l485, aunque ocurrido nueve años antes, también de una resurrección, en Toledo, de una niña de veintidós meses caída y ahogada en un pozo, de donde la sacaron a las dos horas muerta, que volvió en sí al prometer su madre llevarla y velar con ella una noche en Santa María de la Cruz.
Debió ser especialmente angustiosa la situación y fuga de Pero Alvarez, vecino de Astorga, que estando en el castillo de Caravaca (Murcia) atacaron muchos moros y llevaron cautivos a muchos cristianos.
Dos años y medio estuvo en la ciudad de Vera (Murcia, reino de Granada) en poder de un moro.
Hasta allí llegó en 1453 la fama de los muchos milagros de la Señora Virgen María de la Cruz, por lo cual con mucha devoción se encomendó a Ella, y prometió ir a su casa.
Con lo cual se halló sin hierros y salió de la ciudad, y aunque fueron muchos moros en pos de él, nunca lo pudieron tomar.
Andaba las noches, que entre día estaba escondido; y estuvo tres días sin comer ni beber hasta que llegó a Cartagena, tierra de cristianos.
Santa María de la Cruz, la Señora Virgen María de la Cruz, como decían entonces, parece tener predilección por los niños, ya que entre todos los milagros se cuentan 20 de niños.
De los 12 difuntos o «finados», algunos después de larga enfermedad, lo notable no es sólo que volvieron en sí después de encomendarlos a la Virgen de Cubas, sino que se encontraron ya curados.
Hay un caso aleccionador sobre el cumplimiento de la promesa: En junio de 1450, en Carabanchel Bajo, Isabel, niña de siete años, estaba enferma, y se agravó tanto que viendo se moría, la madre hizo promesa de llevarla a la Virgen de Cubas con la mejor ofrenda que pudiera.
Nada más acabar esta oración la niña volvió en sí y habló.
Al cabo de un rato diciéndole al padre que preparase la peregrinación, contestó que entonces tenían mucho trabajo en el campo, que ya habría tiempo de llevarla. Al momento la niña murió.
La abuela increpó al padre: «Esta niña se finó por el pecado que no quisiste cumplir ahora esta romería».
El padre repitió con cuanta devoción pudo la promesa, y la niña se levantó viva y sana.
Resultaría demasiado prolijo extendernos más sobre tantos milagros.
Pero debemos constatar que, aunque ya dejan de registrarse milagros, todavía se levanta acta de cuatro más, sin duda por su notoriedad, en 1515, 1549, 1556 y 1600.
El 9 de marzo de 1515, cuando celebraban la aparición de la Virgen, dio vista a un ciego de Humanes.
En 1549 es una mujer de Serranillos a la que parece le da una
hemiplejía, promete ir a Cubas y hacer decir una Misa, y por la mañana se levantó totalmente sana.
Más espectacular fue la curación de Isabel de Villegas, natural de lllescas, el día de la Anunciación de 1556. Llevaba dos años con calenturas, dolor de cabeza, no se podía menear, había estado deshauciada, y perdió el habla.
Tenía una imagen de Nuestra Señora de la Cruz y por señas pidió a sus padres la llevasen allá y le pusiesen sobre la cabeza la Cruz, que la imagen le había dicho que así sanaría.
Las monjas la subieron al coro alto, donde estaba la imagen de la Virgen con la Cruz.
Una monja cogió la Cruz de las manos de la Virgen, se la dio a besar y la puso sobre su cabeza.
Entonces se desmayó; pero al cabo de un cuarto de hora se le quitó el desmayo, habló, se levantó y se encontró totalmente curada.
La última gracia, en enero de 1600, fue una mujer de Olías, que a punto de muerte por no poder dar a luz, por fin dio a luz un niño muerto.
Un nuevo elemento interviene hoy, como en Lourdes: el agua, que brota abundante a los pies de la Virgen en el antiguo Valle de la Ciroleda.
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Se conoce que a uno devolvió la vista. Una fuente con grifo está abierta al público. Espera ser usada.
EVOLUCIÓN DEL VALLE DE LA CIROLEDA
Inmediatamente comenzaron a edificar una ermita, acabada antes del año.
Quince años después de las apariciones, 1464, vivían junto a ella un grupo de «Beatas de la Orden de la Penitencia de San Francisco».
De Inés no se sabe nada con certeza.
Por tradición oral se cuenta que casó con uno de Zamora venido a trabajar de albañil, o a segar, a Cubas, y con él partió.
Que tuvo tres hijos.
Que pidiendo a la Virgen por uno de ellos enfermo, se le volvió a aparecer (y fue la única vez que se le apareció con el Niño).
Finalmente, que si quedó viuda…, que entró clarisa, quizá en Zamora.
Según una tradición antigua, que recoge el mercedario Tirso de Molina en su obra Santa Juana (1613), relativamente cercana a los hechos, fueron 76 los milagros, de ellos 11 resurrecciones, y la niña Inés llegó a ser abadesa de la nueva comunidad, pero «perdióse la virtud, cayó Inés la primera, apostataron todas».
Aunque luego «Inés, arrepentida., dio tan notable vuelta, que admiran los rigores de su gran penitencia.
Murió tan santamente que las campanas mesmas, tañéndose, señalan que Inés con Cristo reina».
En todo esto, como cuando dice que fueron nueve las apariciones de la Virgen, no está muy informado fray Gabriel Téllez.
Inés, por una razón o por otra, no parece entrase, o muriese, en el beaterio.
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Pero entonces la Virgen mandará en 1496 una joven de quince años, que llegará a famosa abadesa: «la Santa Juana», y dará gran esplendor al convento.
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La misma Virgen, en cierta ocasión, le reveló que había sido escogida para suplir la defección de Inés.
La comunidad, con la reforma franciscana de Cisneros, será Orden Tercera, aceptando la clausura y una regla más estricta.
Finalmente, desde 1974 la comunidad se ha convertido en Clarisas: en 1999 sólo siete, y forman la Federación de Santiago con las de Zamora que son 40.
El monasterio, arrasado en la guerra, y asesinadas ocho religiosas mártires, fue reconstruido por Regiones Devastadas, y ahora se ha terminado de reconstruir la iglesia gracias a los Amigos del Monasterio; consagrada el 5-III-1994.
Santa Juana, gran predicadora, con una fama de santidad que la ha rodeado durante todos estos siglos, se la venera en América, Filipinas y España, y su ejemplo fue tomado como bandera de los franciscanos en la definición del dogma de la Inmaculada Concepción.
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Su canonización oficial no se ha producido aún, a pesar de haber comenzado su causa tres veces, porque su cuerpo incorrupto fue destrozado por los franceses en 1808, y muchos de los documentos imprescindibles del proceso fueron robados.
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En 1936, durante la guerra civil, el templo fue expoliado e incendiado, y muchas de las monjas murieron mártires.
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El proceso está actualmente reabierto, tras el hallazgo de sus restos.
Fuentes:
- http://www.alianzajm.org/SOR-JUANA-DE-LA-CRUZ-DE-CUBAS-DE.html – .VPSLlPmG-So
- http://www.ayuntamientodecubasdelasagra.es/cubasdelasagra/opencms/site/web/conoce_el_pueblo/informacion/lugares_de_interes/?comboIdiomas=spanish&idCont=/site/contents/genericos/113254/113257/&comboIdiomas=spanish
- http://www.santamariadelacruz.org/htm/actualidad.htm
- http://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/1005150756-fue-monja-parroco-y-predicado
- http://en.wikipedia.org/wiki/Juana_de_la_Cruz_V%C3%A1zquez_Guti%C3%A9rrez
Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María
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