Donde está el mensaje que nos da esperanza.
Hay muchas razones para sentirse preocupado y hasta angustiado en este momento.
Sin embargo, como personas de fe, es lo último que debemos hacer.
Aunque nos rodean muchas tendencias desalentadoras, y no solo la crisis de salud y las cosas que nos están imponiendo por la fuerza.
Seguramente ninguno de nosotros haya visto en su vida una cultura tan inquietantemente opuesta a la verdad.
La libertad religiosa está bajo un ataque sostenido.
Se niega ampliamente la dignidad de la persona humana.
A los jovencitos se les adoctrina con cosas perversas y no se puede hablar públicamente de ello.
Están experimentando con nuestra salud.
Las tendencias comunistas están avanzando por todo el mundo.
Y la Iglesia está sumida en una confusión increíble, con una apostasía cada vez más profunda, tendencias autoritarias cada vez más notorias y cada vez más entregada a los valores del mundo.
Si nos quedamos fijados sólo en esto, es fácil desesperarse en este momento.
Pero como católicos, eso es lo último que debemos hacer.
No somos gente de desesperación. Somos gente de esperanza. Aquí hablaremos sobre las razones para mantener la esperanza y cómo orar para hacerlo y para que Dios nos auxilie en medio de los problemas.
Muchos cristianos hoy parecen los discípulos que iban en la barca con Jesús y los agarra una tormenta mientras Él estaba durmiendo.
Las olas están embravecidas y tienen temor de naufragar.
Y están tan asustados que despiertan a Jesús.
Le dicen, ¿No te importa que nos ahoguemos?
Pero Jesús tan solo levanta su mano y el mar se calma.
Así pasa muchas veces en nuestra vida, vamos con Cristo, creemos que Él camina con nosotros, le consagramos nuestra familia, pero se nos olvida que Él no va a permitir que nos hundamos.
Se nos olvida que Él nos dice que es la fe la que nos va a salvar.
Como por ejemplo en el episodio de la mujer hemorroísa, que padecía flujos de sangre desde hacía doce años, y había sufrido mucho, visto a muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho.
Y cuando pasó Jesús, se acercó por detrás y tocó su manto, pensando que si lograba tocar aunque sea sólo los flecos de su manto se salvaría.
Y Jesús la ve y le dice que su fe la ha salvado.
Por eso Jesús nos dice incesantemente: no tengas miedo, solo ten fe.
Y esa frase, aunque parezca a algunos letra muerta hoy, porque los malos, las ideologías perversas, y las imposiciones dañinas parecen imposibles de superar, vale oro.
Es que si Jesús ha dicho que Él vencerá y nos librará de las garras de este mundo, es porque lo hará.
Sólo hay que tener confianza.
La confianza, es la virtud en la que las personas combinan su fe y la esperanza.
Es decir creen que algo bueno pasará, porque Él cumplirá.
Y tampoco debemos sentirnos tristes.
Porque Nuestra Señora le ha dicho a la Sierva de Dios Bárbara Samulowska: No estés triste, yo estoy contigo siempre.
Se lo ha dicho también a san Juan Diego: No se entristezca tu corazón ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?
Y en Fátima la Virgen le dijo a Lucía, que no estuviera triste, porque su Inmaculado Corazón sería su refugio.
Y estas palabras Ella nos las repite a nosotros hoy.
Dijo que triunfaría.
Aunque veamos oscuridad por todos lados, la Inmaculada triunfará.
Triunfará el Inmaculado Corazón de María.
Y si le pedimos a Ella cuando estamos en una situación peligrosa, no nos va a abandonar.
Así le sucedió al capitán que mientras perdían en la Batalla de Lepanto, bajo a rezar a la Virgen de Guadalupe y cuando regresó a la proa, vio que habían comenzado a ganar.
Así ganaron los austriacos en 1955 contra el comunismo cuando el pueblo fue llamado a rezar el rosario en una cruzada de oración y las tropas soviéticas se alejaron.
Y así ganaron los polacos contra los comunistas rezando a la Virgen de Czestochowa.
Y también sucedió en 1585, en la Batalla de Empel, cuando 4000 combatientes españoles poco podían hacer frente a la fuerza enemiga que les rodeaba.
Hambrientos, y en harapos, solo esperaban el asalto final de los protestantes.
Sin embargo uno de los soldados encontró la imagen de la Inmaculada, y les causó un profundo impacto.
Al día siguiente el río se heló por primera vez en siglos. Y esto les valió para poder ganar la batalla y sobrevivir.
Esa imagen de la Inmaculada encontrada en la trinchera, les dio el valor, la fuerza y las gracias.
Por eso la declararon patrona de la infantería española.
Y así le pasó a un joven que viajaba en el barco «Rey del océano» en 1845.
En medio de la desesperación, creyendo que se hundirían, el joven irlandés John Mc Auliffe se abrió su camisa, sacó su escapulario y haciendo la señal de la cruz con él lo lanzó al mar.
Las olas inmediatamente se calmaron y sólo una más volvió, trayendo de nuevo el escapulario.
La confianza en Nuestra Señora no se vio defraudada.
Por algo Ella nos dio el escapulario marrón y la medalla milagrosa.
Aquellos que los usen no serán defraudados, pero es necesario confiar sin límites.
La Madre siempre oye y siempre gana.
Y así lo testifica el jesuita Padre John Harden, quien fue alentado por un padre vicentino a propagar la medalla milagrosa.
En 1948, el sacerdote se topó con un jovencito que estaba en coma porque tenía un daño cerebral permanente e inoperable.
El padre leyó la oración a la Inmaculada y le impuso la medalla.
Al terminar de rezar, el jovencito abrió los ojos y pidió helado a su madre.
Era la primera vez que hablaba en dos semanas.
Y luego las radiografías comprobaron que el daño cerebral había desaparecido, y fue dado de alta tras tres días.
La historia está llena de estas historias.
Y cada uno de nosotros seguramente puede mencionar sucesos en su vida de situaciones que parecían irreversiblemente malas y sin embargo, al volver la mirada a Dios, al Señor, a Nuestra Señora, cambió totalmente la situación y surgió la victoria.
No importa qué tan oscuros parezcan los tiempos, no importa cuán duro están pegando satanás y sus secuaces, Dios es enormemente, infinitamente, más poderoso.
Cuando le pedimos que impida el acceso del diablo a nosotros, honrará nuestro pedido, nos separará del mal.
Cuando vamos a Dios y le pedimos de todo corazón que nos divorcie del mal, de todo mal, eso es exactamente lo que hace.
En una época en la que muchos se sienten impotentes contra los poderes fácticos, contra la corrupción, contra las agendas puestas en marcha y la aparición pública de los males tramados durante mucho tiempo, es el momento de rezar el padrenuestro poniendo énfasis en «Líbranos del Mal».
Cada vez que reces la oración del Señor o el rosario, recuerda parar en esta frase y repetirla con fervor y confianza, «Líbranos del Mal».
¿Y de qué mal? De todos.
Que en el fondo es el pecado.
Porque Nuestra Señora en Fátima nos subraya que el pecado no solo tiene consecuencias permanentes en la eternidad, sino también consecuencias reales en esta vida.
Por eso la Virgen advirtió en Fátima que si la gente no se convierte, estallaría una guerra peor y vino la segunda guerra mundial.
Y hoy estamos padeciendo los males generalizados que tienen preocupados a los cristianos, aunque no sólo a ellos, porque el pecado se ha generalizado y la mayoría no quiere saber nada de conversión.
Y recordemos además que la Santísima Virgen está reuniendo su ejército de los pequeños.
Viene a decirnos que nosotros, aún en nuestra insignificancia, hacemos la diferencia en esta Gran Batalla.
El rebaño remanente de Cristo, aferrándose a sus devociones piadosas y a las verdades antiguas de la fe, intercediendo por el mundo, reconciliándolo con Dios, tendrá el triunfo.
No importa cuán fuera de control nos parezcan las cosas, el Espíritu Santo todavía tiene el control.
Cuando recordamos ese hecho y dejamos que nos llene el corazón, es mucho más fácil reunir la confianza para luchar contra las tendencias malignas que nos rodean.
Dios puede calmar la tormenta y nosotros podemos ser sus instrumentos.
Bueno hasta aquí lo que queríamos decirte sobre cómo protegernos de los peligros que nos acechan.
Cuando nos quieren imponer cosas dañinas, cuando nos presionan para que opinemos lo mismo que los que detentan el poder opinan, para que aceptemos la apostasía en que ha entrado la Iglesia, para que entreguemos nuestros hijos a ideologías perversas.
Debemos rezar con fuerza y con fe «líbranos del mal», y repetirlo, y ponernos a disposición de Nuestra Madre para lo que Ella mande.
Ahora es el momento de la esperanza.
Y me gustaría preguntarte qué cosas devastadoras en tu vida has podido superar fijando tu mirada en el cielo y pidiendo ayuda con fe y confianza.
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