Cómo John F. Kennedy y la Virgen María evitaron una Guerra Nuclear.

Hace 6 décadas, el 22 de noviembre de 1963 se produjo el magnicidio del primer presidente católico que hubo en EE.UU.

Y su supuesto matador corrió la misma suerte dos días después.

Investigaciones de lo sucedido destaparon una serie de encubrimientos, que podrían delatar una operación de los servicios de inteligencia por detrás.

La ley de 1992 exigía la publicación de todos los registros relacionados con la muerte de JFK para 2017. 

Trump se negó a publicarlos en esa oportunidad y luego Biden también, a pedido de la CIA y del FBI.

¿Qué es tan vergonzoso que temen mostrarle al público estadounidense 60 años después?

¿Fue la CIA, la Mafia, los Comunistas?

Pero lo más importante en la memoria del magnicidio es cómo Nuestra Señora convenció a Kennedy, y también a Jrushev, Presidente de la Unión Soviética, de no embarcarse en una guerra nuclear.

La cual hoy también es un peligro latente para nuestra generación.

Aquí hablaremos sobre la muerte de John Kennedy cuando se cumplen 60 años del magnicidio.

Sobre la prueba más difícil de su presidencia, que fue la crisis de los misiles de Cuba, y cómo la Virgen María actuó, impulsando a Juan XXIII a revelar una versión del Tercer secreto de Fátima, que se había negado a revelar. 

Y cómo la Virgen intervino dos décadas después para evitar de nuevo una guerra nuclear.

El teólogo católico James W. Douglass realizó una investigación que publicó en el libro “JFK y lo indescriptible: Por qué murió y por qué importa”.

En su libro Douglass menciona una cantidad de información que parece vincular a la CIA con el magnicidio de Kennedy.

Porque después de la debacle en Bahía de Cochinos en 1961, el Presidente había amenazado con romper a la CIA en mil pedazos y dispersarlos en el viento.

Había comenzado a moverse en silencio para recortar el presupuesto de la CIA en 1962 y nuevamente en 1963, con el objetivo de reducirlo en veinte por ciento.

La destrucción de la CIA había comenzado.

Estaban en grave peligro las operaciones extranjeras subrepticias de la CIA, especialmente en Vietnam y Cuba.

Kennedy estaba influenciado por su relación con Juan XXIII. 

Había heredado el catolicismo de su madre Rose, una devota comulgante diaria que constantemente rezaba el Rosario.

Quien incluso quería que la fortuna familiar se donara a los monjes en Massachusetts.

Pero a pesar que John era un mujeriego incorregible y engañó muchas veces a su esposa Jacqueline, seguía manteniendo una rutina espiritual inequívocamente católica.

Durante su presidencia y durante toda su vida, iba a misa todos los domingos y todas las noches rezaba de rodillas sus oraciones.

Y tenía un vínculo místico con el famoso monje Thomas Merton, que vivía en reclusión en un monasterio trapense en Kentucky.

Allí, el monje oraba fervientemente para que Kennedy pasara de la hostilidad al establecimiento de la paz mundial, y que a diferencia de otros políticos, se alejara de la violencia y fuera hacia la compasión y la humanidad.

Y Merton fue profético. Le escribió el 18 de enero de 1962 a W.H. Ferry: «Kennedy se abrirá paso en eso algún día por milagro. Pero tales personas están marcadas por el asesinato».

Y justo antes de que JFK llegara a Dallas, donde perdió la vida, había ido a confesarse.  

En sus últimos meses de vida el presidente había hablado con amigos sobre su propia muerte con una libertad y frecuencia que los conmocionó.

Y justo antes de su viaje a Dallas, el propio Kennedy tuvo un presentimiento de que este viaje podía ser el último, y dijo en voz alta lo fácil que sería para un asesino tirarle desde un edificio.

Y luego surgieron coincidencias llamativas.

Abraham Lincoln, el primer presidente de EE.UU. asesinado, fue elegido al Congreso en 1846 y Kennedy en 1946.

Lincoln llegó a la presidencia en 1860 y Kennedy en 1960.

Ambos magnicidios fueron un viernes y por disparos en la cabeza, la secretaria de Kennedy se llamaba Lincoln y le advirtió que no fuera a Dallas.

Los sucesores de ambos se llamaban Johnson, Andrew Johnson nació en 1808, y Lyndon Johnson, en 1908. 

La prueba más difícil de la presidencia de  Kennedy sucedió el 16 de octubre de 1962, cuando fue informado de la presencia de misiles soviéticos en Cuba, que podrían alcanzar fácilmente territorio norteamericano.

Lanzó un ultimátum a Moscú, lo que puso por primera vez al mundo al borde de una guerra nuclear.

La humanidad temía un holocausto atómico, fueron semanas en vilo en todo el mundo. 

Entonces la Santa Sede, y específicamente Juan XXIII, en una situación desesperada, echó mano al Tercer Secreto de Fátima, que debía haberse publicado en 1960 por indicaciones de la Virgen, y que él había declinado hacerlo.   

Y envió un resumen del Tercer Secreto a las potencias mundiales, especialmente la URSS y EE.UU., con el fin de persuadirlas para que no hicieran uso del arsenal atómico.

Ese documento se conoció bajo el nombre Versión Diplomática del Tercer Secreto de Fátima.

En las «Memorias del Cardenal Cassaroli» se lee que el presidente Kennedy resaltó que la decisión de Juan XXIII ayudó a la firma del tratado de distensión antiatómica y a solucionar la crisis de los misiles en Cuba.

Esta versión diplomática no es el texto literal del Tercer Secreto de Fátima, pero su contexto general tiene muchas garantías de veracidad.

Recordemos que el Vaticano no falsifica documentos, ni los inventa, simplemente añade cosas.

El pasaje más contundente para los líderes mundiales ante la crisis nuclear fue:

“Una gran guerra se desencadenará en la segunda mitad del siglo XX. 

Fuego y humo caerán del cielo, las aguas de los océanos se volverán vapores y la espuma se elevará revolviendo y hundiendo todo. 

Millones y millones de hombres perecerán de hora en hora; aquéllos que queden en vida envidiarán a los muertos.

Por cualquier sitio por donde se dirija la mirada, habrá angustia, miseria, ruinas en todos los países”.

Esto curiosamente se repetiría casi textualmente una década después en las apariciones de Akita, Japón.

Lo mismo que un pasaje que dice que habrá Cardenales contra Cardenales y Obispos contra Obispos. 

Y después que Kennedy y Jrushchov acordaron retirar sus misiles más amenazantes, el domingo 28 de octubre de 1962 por la mañana, JFK fue a Misa en Washington para orar en acción de gracias.

Pero esta no fue la única intervención del Cielo para evitar la guerra nuclear. 

El 25 de marzo de 1984, Juan Pablo II consagró al mundo al Inmaculado Corazón de María sin mencionar Rusia, porque podría producir algún incidente diplomático con los ortodoxos rusos.

Y menos de dos meses después, el 13 de mayo de 1984, en el 67 aniversario de la primera aparición de Fátima, la catástrofe golpeó a la flota rusa en la base naval de Severomorsk cerca de Finlandia en el Mar de Barens, repleta de misiles.

Devastando así la flota del norte de la Unión Soviética.

Y al año siguiente, 1985, durante una aparición en su convento, Sor Lucía revelaría que Nuestra Señora le dijo que si Juan Pablo II no hubiera hecho esa consagración, habría habido una guerra nuclear. 

Debido a la consagración, aunque fue imperfecta, esto no sucedió.

Y en noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín y en diciembre de 1991 se desintegró la Unión Soviética, sin disparar un sólo tiro.

Otro gran premio por la Consagración.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la prueba más grande que tuvo John Kennedy durante su presidencia, y cómo la Virgen María fue fundamental para alejar una posible guerra nuclear, a través precisamente de un Papa que había sido desobediente con Ella. 

Y me gustaría preguntarte quién crees que estuvo detrás del magnicidio de John Kennedy en 1963.

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