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00 Todas las Advocaciones 09 Septiembre ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Movil Noticias 2018 - julio - diciembre

Nuestra Señora del Milagro de Salta, Protectora contra los Terremotos, Argentina (15 sep)

Fray Francisco de Victoria, quien era Obispo del Tucumán, terminó su mandato pastoral.

Y ya en España mandó dos cajones para América.

Uno con la imagen de la Virgen del Rosario para Córdoba

Y otra con el Señor Crucificado para la Iglesia Matriz de Salta.

virgen del milagro de salta

Es en el puerto de Callao donde acontece el primer prodigio.
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Al salir la gente de la ciudad hacia el puerto, divisan dos cajones flotando sobre las aguas.

Corría el año de 1582; cuando llegaban flotando al puerto del Callao (Perú), estos dos cajones que con letras marcadas tenían inscriptas:

«UN SEÑOR CRUCIFICADO PARA LA IGLESIA MATRIZ DE LA CIUDAD DE SALTA, PROVINCIA DEL TUCUMÁN, REMITIDO POR FRAY FRANCISCO VICTORIA, OBISPO DEL TUCUMÁN»,

Y el otro:

«UNA SEÑORA DEL ROSARIO, PARA EL CONVENTO DE PREDICADORES DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA, PROVINCIA DEL TUCUMÁN, REMITIDO POR FRAY FRANCISCO VICTORIA, OBISPO DEL TUCUMÁN».

El Santo Cristo sería llamado más tarde por la piedad del pueblo salteño con el nombre de Señor del Milagro.

Mientras que la imagen de la Virgen del Rosario recibiría el nombre de Nuestra Señora del Rosario del Milagro de Córdoba.

A cuya protección colocaría el Virrey Santiago de Liniers la ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Santa María de los Buenos Ayres, con motivo de la segunda invasión inglesa, derrotada bajo tan poderoso amparo.

Sacados los mismos del océano, los abren y se dan con la grata sorpresa de las dos imágenes que enviaba el antiguo Obispo de Tucumán.

Nunca se supo del navío que las traía ni de su tripulación.

El amor de Cristo permitió que a través de los mares llegaran estas imágenes para mostrar su misericordia a quienes en Él buscasen el perdón.

 

CAMINO A SALTA DEL MILAGRO

La sensación de amparo y bendición que produjeron las imágenes en el Callao hizo que fueran portadas en procesión por los pobladores hacia Lima, la capital.

Cuenta una piadosa tradición que al llegar a Lima, las imágenes fueron veneradas por tres santos: Santa Rosa de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo y San Martín de Porres.

Finalmente las autoridades decidieron cumplir con la voluntad del Obispo Fray Francisco de Victoria, haciendo llevar las imágenes a sus respectivos destinos: el Señor Crucificado a Salta y la Virgen del Rosario a Córdoba.

Cuando la comitiva se acercaba a Salta, autoridades civiles, militares y eclesiásticas prepararon una improvisada bienvenida.
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Después de un solemne Oficio religioso ubicaron la imagen del Cristo Crucificado en el Altar de las Ánimas.
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Corría el año 1592, por septiembre.

La comitiva continuó su camino a la ciudad de Córdoba llevando a la Virgen del Rosario, actual Patrona de esa ciudad, dejándola en el Convento de los Padres Dominicanos.

Pasadas las celebraciones, comienza paulatinamente, una triste historia, la del olvido ingrato del Crucificado, dejándolo sin ningún recuerdo especial, en el Altar de las Ánimas, por un siglo entero.

Pasaron 100 años del encuentro original del Señor y su pueblo. Como sucede entre los hombres, el entusiasmo se fue enfriando y el Cristo quedó olvidado completamente.

Según la tradición, la otra imagen, la de la Pura y Limpia Concepción, ya estaba en Salta y pertenecía a una familia ya asentada en estos solares.

Esta familia celebraba la fiesta de la Natividad de la Virgen María (8 de septiembre) llevando la imagen a la Iglesia Matriz.

Providencialmente, esta vez la imagen quedó en el Templo unos días más.

virgen del milagro de salta de pie fondo

 

LA IMAGEN DE LA VIRGEN

La procedencia de la imagen no está determinada, pero su análisis muestra que la cabeza y las manos son de distinto origen al cuerpo tallado, al que fueron añadidas.

Inicialmente la Virgen del Milagro fue una Inmaculada de bulto completo con manto, todo tallado en madera.

Esta imagen fue labrada nuevamente para hacerla articulada y poder vestirla con indumentarias de tela.

Al respecto, Monseñor Toscano escribió:

La novedad que todo lo invade, comenzó por ponerle vestidos de tela, costumbre que se ha perpetuado hasta hoy, desperfeccionándosele, con este motivo, algo de la cabeza para acomodarle pelo postizo, y los brazos para hacerlos susceptibles de ser cubiertos de ropa”.

El ajuste a la nueva moda fue realizado por Tomás Cabrera, como consta en la tarjeta orlada sobre el pecho que dice: “Tomás Cabrera, la encarnó. Año 1795”. (Encarnar significa darle color carne a las esculturas, y nada tiene que ver con el tallado del cuerpo completo).

La túnica tallada está ornamentada con finas líneas de oro sobre pintura que simulan brocato y una ancha faja de pan de oro en su borde inferior.

En el año 1692 la imagen de Inmaculada Concepción de María, que luego se llamaría Virgen del Milagro, se encontraba a tres metros de altura en un nicho del retablo del Altar Mayor.

 

EL TERREMOTO DE 1692

Cuando comenzaron los terremotos del 13 de septiembre de 1692, a la 10hs, la ciudad de Esteco, centro geográfico y comercial, rica y apartada de Dios, se hundió, quedando totalmente arruinada.

Fue entonces que quiso la Virgen María, presentar su ruego antre el Trono de Dios.

Luego de pasados los primeros momentos de espanto, muchas personas acudieron a la Iglesia Matriz para salvar el Santísimo Sacramento, encabezados por el sacristán Juan Ángel Peredo que abrió las puertas de la Sacristía, por donde entraron al templo.

Estando allí dentro, lo primero que vieron fue la imagen de la Virgen Inmaculada echada «al pie del altar» con la cara hacia arriba, como si mirase al Sagrario, adorando a Su Divino Hijo, implorando misericordia.
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Es de notar que Su rostro estaba pálido y demacrado, y que no había sufrido ninguna rotura, ni allí ni en las manos.
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Mientras que el dragón, que estaba a sus pies, tenía destrozada un ala, una oreja y deformada la nariz, y la media luna colocada también a los pies, estaba rota.

La Virgen Inmaculada fue sacada fuera y colocada junto a un altar puesto a las puertas de la Iglesia y, a los ojos de los innumerables fieles que, contritos y apesadumbrados, rezaban fervorosamente pidiendo la misericordia de Dios.

Su rostro mudaba de colores manifestando los sentimientos de dolor y angustia por sus hijos que estaban pasando una dura prueba por haber apartado sus corazones de Nuestro Divino Redentor y Su Santa Ley.

El pueblo salteño postrado a los pies de la Santísima Reina de los Cielos, rogaba su poderosísima intercesión ante Su Divino Hijo, para que tuviera misericordia de la ciudad y de sus habitantes, reconociendo las faltas cometidas y convirtiendo sus corazones a Dios.

Sr y Virgen del Milagro

 

EL 15 DE SEPTIEMBRE

Es el 15 de septiembre, ya han pasado tres días desde el comienzo del terremoto y la tierra continúa oscilando; la gente descansa a la intemperie por temor a perecer aplastada dentro de los edificios totalmente agrietados.

Esos han sido días de oración y penitencia, pero la furia de la naturaleza vengadora, a pesar de las rogativas y procesiones aún con el Santísimo Sacramento, no se ha calmado todavía.

Uno de los Padres de la Compañía de Jesús, el padre José Carrión, afligido por la situación sintió una voz que con toda claridad le decía que:
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«mientras no sacasen al Santo Cristo, abandonado en el Altar de las Ánimas, no cesarían los terremotos».

El sacerdote, con una llama de esperanza encendida en él, se dirigió urgentemente a comunicar el mensaje recibido.

Una vez más entraron al Templo.

En la penumbra, contemplaron la imagen, que con dificultad pudieron bajar, acomodándola en unas andas que le sirvieron para sacarla al atrio de la derruida Iglesia.

El pueblo acudió al Templo, con antorchas encendidas, contemplando admirados la imagen del Crucificado.

Las campanas llamaron a penitencia, invitando a la primera procesión, a la cual acudieron las autoridades civiles, militares y pobladores, presididos sacerdotes.

Así, a las primeras horas de la tarde, llevada en hombros de las principales autoridades, sale la Imagen del Santo Cristo Crucificado y recorre en imponente procesión, las principales calles de la ciudad, acompañada del pueblo, clero y milicia.

Ante Su presencia se realiza el milagro: la tierra hasta ese momento enfurecida contra los ingratos hijos de Eva, se calma inmediatamente a la vista del Divino Crucificado.
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Salta entona un himno de júbilo y de acción de gracias para quienes desde ese momento son bautizados definitivamente con los nombres de el Señor y la Virgen del Milagro.
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La procesión del 15 de setiembre fue jurada que se repetiría todos los años, lo cual se ha venido haciendo con vivas muestras de piedad y amor filial por parte del fiel pueblo salteño.

El 8 de octubre de aquel agitado 1692, el cabildo salteño calificó de milagrosos los sucesos acaecidos entre el 13 y el 15 de septiembre.

El 13 de octubre del mismo año se reconoció a Nuestra Señora como Patrona y Abogada de Salta y a partir de entonces, todos los 15 de septiembre, tanto el Cristo como la Virgen recorren en procesión las calles de la ciudad.

 

TERREMOTO DEL 18 DE OCTUBRE DE 1844

En la noche del 18 de octubre de 1844, la ciudad de Salta es sacudida por un espantoso temblor.

Nuevamente los salteños acuden a la poderosa intercesión de la Virgen del Milagro buscando la protección del Señor Crucificado.

Se sacan las Santas Imágenes y se organiza inmediatamente una procesión que recorre las calles de la ciudad hasta llegar nuevamente a la plaza frente a la Catedral.
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Allí se coloca la imagen de la Santísima Virgen frente a la del Santo Cristo, como intercediendo por su pueblo, el cual prorrumpe en exclamaciones de ¡misericordia!, ¡perdón! y en llantos y lamentos.

Esa misma noche, el P. Cayetano González, exhortó al pueblo a penitencia, a abandonar la senda del pecado, a convertir sus costumbres, a abandonar el lujo, la riqueza y el bienestar que originaron la mengua de su religiosidad, para corresponder a los favores que esperaba obtener del Señor del Milagro.

También propuso al pueblo que se celebrara un solemne pacto de alianza con el Cristo del Milagro, ratificando a la vez el voto hecho en 1692.

Luego del sermón, se celebró el pacto con la lacónica fórmula: «Tu noster es et tui sumus», Tú eres nuestro y nosotros somos tuyos.

En memoria de este pacto se labró una cinta de plata con las letras de la fórmula inscriptas en oro, y se la colocó al pie del Cristo.

Algunos años más tarde, el obispo Linares, luego de rehacerla y mejorarla en todo lo posible, la hizo colocar en el reverso de los brazos de la cruz.

catedral de salta

 

TERREMOTO DEL 23 DE AGOSTO DE 1948

En la noche del 23 de agosto de 1948, Salta fue sacudida nuevamente por temblores de tierra.

Inmediatamente, autoridades y pueblo unidos en la misma fe, sacaron en procesión las Milagrosas Imágenes, pidiendo Su protección; pronto fue todo quietud.

Por tercera vez en la historia, el Santo Cristo del Milagro había manifestado Su misericordia para con los salteños.
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A instancias de los ruegos de Su Santísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro, protectora particularísima de la Ciudad de Salta, que vela sobre ella para que no desfallezca la Santa Fe Católica en sus hijos.

 

LOS HECHOS POSTERIORES

Toda manifestación de amor, en las Sagradas Escrituras, siempre se sella mediante un pacto, que constituye la Alianza.

En Salta, entre aquellos primeros hombres y mujeres y el Cristo y la Virgen, se selló el pacto de la alianza con el amor de Dios.

Este es el pacto secular, que nuestros antepasados, nuestros abuelos y padres, y nosotros, emocionados, renovamos año a año en la clausura de cada Milagro:

«Que Tú, dulce Jesús, serás siempre nuestro, y que nosotros seremos siempre tuyos».

En 1902, a pedido del Obispo de Salta, Mons. Matías Linares, el Papa León XIII concede la Coronación Pontificia de la Virgen del Milagro.
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Y el 13 de septiembre en presencia de los Obispos Argentinos se corona al Señor y la Virgen del Milagro…

El 28 de marzo de 1806 el Papa Pío VII erige la Diócesis de Salta. En 1943, Pío XI la eleva a Arquidiócesis.

Como testimonio de gratitud por los milagros realizados en los terremotos de septiembre de 1902 y la protección brindada a la ciudad de Salta, la festividad del Señor y la Virgen del Milagro se solemniza anualmente desde entonces.

Los cultos en honor del Señor y de la Virgen del Milagro se celebran en la ciudad de Salta entre los días 6 y 15 de septiembre de cada año.

La Novena, ha sido compuesta en 1760 por el Pbro. Dr. D. Francisco Javier Fernández, y su rezo tiene lugar entre los días 6 y 14 de septiembre.

El solemne Triduo se realiza en la Catedral Basílica de Salta los días 13, 14 y 15 de septiembre de cada año.

Los días 15 de septiembre, las Santas imágenes recorren en procesión las calles de la ciudad, acompañadas de cientos de miles de fieles, en una de las expresiones populares más importantes de la Argentina.

interior catedral de salta fondo

 

LAS FIESTAS DEL MILAGRO

Son las fiestas del Milagro de Salta, fiestas católicas por excelencia, fiestas en que toda Salta y la multitud de peregrinos llegados tras largas jornadas desde los pueblitos de la montaña o desde la llanura.

Y aun desde lejanos lugares de la Patria o desde más allá de los Andes, viven en la gracia de Dios una especie de retiro espiritual rezando y cantando a Nuestro Señor Crucificado y a Su Inmaculada Madre.

Ya desde cuarenta días antes toda Salta vuelve sus ojos a la Virgen y al Señor de sus amores, tornan sus corazones y se renuevan las escenas de Galilea y de Judea en que las muchedumbres acudían a buscar la bendición y el consuelo de Nuestro Señor.

Dos imponentes tronos se levantan para las Sagradas Imágenes y éstas son engalanadas con el mayor esplendor.

A los pies de esos tronos las gentes de toda la Provincia van llegando día a día para dejar sus penas y alegrías de rodillas ante Dios, para recibir lo Santos Sacramentos con especial unción.

No hay ciudad, ni pueblo, ni institución salteña que no llegue a estos tronos de la Divina Misericordia.

Y esos tronos son colmados con flores y velas, y cuidados por almas predilectas de Jesús y María, muchas de ellas descendientes de largas generaciones de estirpe católica.

La novena precedente a la gran celebración es seguida por todos, mientras van arribando al Santuario.

El triduo solemnísimo comienza el 13 de septiembre, fiesta de la Virgen del Milagro.

Durante esos tres días todo Salta hace un alto en sus tareas para que sea dado mayor brillo a las celebraciones.

Y llega el 15, el gran día en que Salta renueva su juramento de sacar al Señor y a la Inmaculada en Procesión solemnísima.

Salta no ha dormido, toda la noche la multitud de fieles ha orado si cesar en la Catedral; amanece mientras se ruega, y se sigue rogando hasta el comienzo de la Procesión.

Dos impresionantes coronas de 120 docenas de claveles cada una son puestas a los pies de las Milagrosas Imágenes; rojos para el Señor, blancos para la Virgen.

Y en medio de un pueblo que vibra de gozo comienza la imponente Procesión que durará cinco horas.

A los pies del cerro San Bernardo se detiene la multitud para renovar el Sagrado pacto:
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«Este pueblo es del Señor y el Señor es de este Pueblo».

Pero no es solamente Salta quien se postra reverente, son también peregrinos de lejanas ciudades los que traen la ofrenda de sus corazones a los Reyes de Cielos y Tierra.

Por ello con toda certeza se ha dicho que esta Procesión es la más célebre que se conoce en la República y se cuenta entre las más célebres del orbe católico.

Fuentes:

 

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Al Señor y a la Virgen del Milagro de Salta DEVOCIONES Y ORACIONES

Novena al Señor y la Virgen del Milagro de Salta

La Novena comienza el 6 de septiembre y su fiesta se celebra el 15.

ACTO DE CONTRICIÓN

Dulce Jesús mío y mi crucificado Señor, indigno de ponerme delante de vuestros ojos, me postro avergonzado a vuestros pies, confesando la multitud de mis culpas, con íntimo dolor de mi alma, por haber sido ofensa contra Vos. Herido vengo, médico divino, a buscar mi remedio en vuestra benigna misericordia, proponiendo con todo mi corazón la enmienda. Dulce amor mío sois sobre todas las cosas, tened piedad de mí, y acordaos, Señor, el que mi amor os puso en esa Cruz, y no os acordéis el que yo, como ingrato y desconocido, me olvidé de vuestro paternal amor, porque si a Vos, que sois mi Padre, no vuelvo los ojos, ¿quién otro se compadecerá de mí? ¡Ay, mi Jesús, y cómo os ofendí! ¡Oh, quién de dolor muriera a vuestros pies, pues amándome tanto me atreví a ofender a un Dios tan bueno, tan santo y tan amable! Pequé, Padre mío, contra el cielo y contra Vos, tened misericordia de mí. AMEN.  

 

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

María Purísima del Milagro, que con tierno amor te inclinaste a pedir a tu Soberano Hijo, cuando enojado por nuestras culpas, quiso destruir la ciudad de Salta con aquellos espantosos terremotos, y Tú, cual otra hermosa Ester, puesta delante del Supremo Rey de los Cielos, mudando de colores, pediste por la libertad de este pueblo; concédeme, Madre mía del Milagro, el que de tal suerte mude yo mi vida, que si hasta aquí he caminado por los caminos de mi perdición, olvidado de mi Dios y Señor, de hoy en adelante sólo reine en mi corazón tu maternal amor, y que corresponda, amante y agradecido, a las obligaciones de hijo de tal Madre. Y no permitas Madre mía, el que se vea malograda en mí tu poderosa intercesión, que todo lo puede conseguir, con tal que no apartes tus purísimos ojos de este miserable pecador y concédeme lo que te pido en esta novena, si es para mayor honra y gloria tuya, y bien de mi alma. AMEN.

Aquí se rezan tres Avemarías en reverencia de la Purísima Concepción.

A continuación se leen las reflexiones correspondientes a cada día

 

DÍA PRIMERO

Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente

Vos sois, pues, oh mi Dios, un bien infinito y más de una vez os he trocado por un vil placer del momento. Más, aún cuando os haya despreciado, me ofrecéis todavía el perdón, si yo lo quiero, y me prometéis recibirme en vuestra gracia, si me arrepiento de haberos ofendido. Sí, oh Señor, arrepiéntome de todo corazón de haberos ultrajado tan vilmente, aborrezco mi pecado más que todo otro mal. Y ahora, volviendo a Vos, como lo espero, me recibiréis, y me abrazaréis como amoroso Padre. Yo os lo agradezco, oh infinita bondad, pero necesito de vuestro auxilio.
No me lo neguéis, Dios mío, y no permitáis que me separe jamás de Vos. No dejará de tentarme el infierno, pero más fuerte sois Vos que el infierno. Sé que si siempre a Vos me recomiendo, jamás me separaré de Vos, y ésta es la gracia que os pido: haced que nunca cese de rogaros como ahora lo hago. Asistidme Señor, dadme la luz, la fuerza, la perseverancia; dadme el paraíso, pero sobre todo dadme vuestro amor, que es el paraíso de las almas. Os amo, bondad infinita, y quiero amaros siempre; escuchadme por amor de Jesucristo, oh María, Vos que sois el refugio de pecadores; socorred a uno que quiere amar a vuestro Dios.

Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMEN.

ATRIBUTOS DE MARÍA
Cielo

Purísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el primer atributo que simboliza vuestra original pureza, es el Cielo. Influid, Soberana Reina, desde ese hermoso Cielo, con la luz de vuestros auxilios, para que, desengañado mi corazón de la inconstancia de las cosas temporales, sólo busque las eternas y celestiales, considerando que el Cielo es mi patria, para donde fui creado, y que si no aparto mi corazón de lo caduco y terreno, y pongo mi amor en Dios y mi Señor, nunca podré ver el cielo hermoso de vuestro rostro en la gloria. AMÉN. Aquí se pedirá lo que se deseare conseguir

ORACIÓN 

Soberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.

Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.

 

DÍA DOS

Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente

Oh, Dios de mi alma! ¿Qué hubiera sido de mi en aquel momento, si no hubieseis usado de tanta misericordia? Yo estaría en el infierno, donde gimen sin remedio los insensatos cuyas huellas seguí. Os doy gracias, Señor, y os ruego que no me abandonéis en mi ceguedad. Digno era de que me hubierais retirado vuestras luces; pero veo que vuestra gracia no me ha abandonado todavía. Oigo que me llamáis con ternura, me invitáis a conseguir el perdón y a esperarlo todo de Vos, a pesar de las grandes ofensas de que soy culpable en vuestra presencia. Sí, oh Salvador mío, espero que me recibiréis por hijo vuestro. No merezco llamarme con tan amoroso nombre, pues tantas veces he osado ultrajados descaradamente: Padre, no soy digno de llamarme hijo tuyo, porque pequé contra el cielo y contra Ti. Mas se que vais buscando las ovejas descarriadas, y que os consoláis abrazando a vuestros hijos que andan perdidos. ¡Oh, Padre mío, arrepiéntome de haberos ofendido! Arrójome a vuestros pies, abrazo vuestras rodillas, y no me retiraré hasta que me habréis perdonado y bendecido. Y no os dejaré si no me bendijerais. Bendecidme, oh Padre mío, y hágame concebir vuestra bendición un intenso dolor de mis pecados y un ardiente amor para con Vos. Yo os amo, oh Padre mío, os amo con todo mi corazón. No permitáis que jamás me separe de Vos. Privadme de todo, pero no me privéis de vuestro amor. Oh, María, si Dios es mi Padre. Vos sois mi Madre. Bendcidme Vos también. No merezco ser vuestro hijo, admitidme por vuestro esclavo, pero haced que sea un siervo que os ame tiernamente, y que confíe siempre en vuestra protección.

Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.

ATRIBUTOS DE MARÍA
Sol
 

Purísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el segundo atributo que simboliza vuestra original pureza, es el Sol. Alcanzadme, Soberana Reina, de vuestro Santísimo Hijo, Sol de justicia, que con los rayos de su divina piedad alumbre las tinieblas en que camina perdida mi alma, para que, conociendo la ceguedad en que he vivido, sepa llorar mis culpas, y al calor de vuestros cariños, se deshagan en raudales mis ojos; pues, siendo Vos mi reina y protectora, me atreví a ofendemos y a despreciar vuestra gloria, para que, purificada mi alma con la contrición de mis culpas, merezca ver en la gloria, el verdadero Sol de Justicia que nació de Vos. AMEN. Aquí se pedirá lo que se deseare conseguir

ORACIÓN 

Soberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.

Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.

 

DÍA TRES

Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente

Oh, Jesús y Redentor mío! Gracias os doy de que no hayáis permitido que muriese cuando estaba en desgracia vuestra. ¡Cuántos años seguidos no merecía yo estar sepultado en el abismo del infierno! Si yo hubiese muerto tal día, aquella noche, ¡qué hubiera sido de mí por toda una eternidad Señor, gracias os doy mil veces por tal beneficio. Yo acepto la muerte en satisfacción de mis pecados; y la acepto tal cual sea de vuestro agrado enviármela; mas ya que me la habéis retardado hasta el presente, retardadla aún, Dios, mío, dejadme pues, que llore un poquito mi dolor. Dadme tiempo para llorar las ofensas de que me hice culpable a vuestros ojos, antes que llegue el día en que habéis de juzgarme. No quiero ya resistir por más tiempo a vuestra voz. ¡Quién sabe si las palabras que acabo de oír son el último clamor que me hacéis escuchar! Confieso que soy indigno de misericordia. Tantas veces me habéis perdonado, y yo ingrato os he ofendido de nuevo. Al corazón contrito y humillado no lo despreciarás, o Dios. Señor, ya que no desecháis un corazón que se arrepiente y se humilla, ved ahí al traidor que vuelve a Vos herido por la flecha del arrepentimiento. No me deseches de tu rostro. Por piedad, no me arrojéis de vuestra presencia. Vos mismo dijisteis: Aquel que a Mí viene, no le echaré fuera. Verdad es que más que nadie os he ultrajado, porque más que a nadie me habéis favorecido con vuestras luces y con vuestras gracias; pero la sangre que por mí habéis derramado, me da aliento, y me hace esperar el perdón, si de veras me arrepiento – Sí, oh mi Soberano bien, yo me arrepiento con toda mi alma de haberos despreciado. Perdonadme, y concededme la gracia de amaros en adelante. Harto estoy ya de haberos ofendido. El tiempo que me queda para vivir, oh dulce Jesús mío, no quiero emplearlo más en ofendemos; quiero tan sólo llorar amargamente por los disgustos que he podido daros. Amaros quiero con toda la fuerza de mi alma. ¡Oh, Dios, que merecéis un amor infinito! ¡Oh, María, mi esperanza, rogad a Jesús por mí!

Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.

ATRIBUTOS DE MARÍA  
Estrella 

Purísima Virgen del Milagro, María Madre admirable, milagro de la gracia, el tercer atributo que simboliza vuestra original pureza, es la Estrella de Jacob. Y pues sois Estrella resplandeciente que en la oscura noche de esta vida, alumbráis con vuestras luces a los que perdidos caminan, ya veis, piadosísima Reina y Estrella de pecadores, el camino que llevan mis pasos; influid con vuestras benignas influencias, para que yo camine seguro por el camino verdadero que conduce a la gloria, que es el de la cruz y mortificación, para que, viviendo crucificado, al mundo y a mis pasiones, merezca por vuestra intercesión ser estrella resplandeciente en la gloria. AMÉN. Aquí se pedirá lo que se deseare conseguir

ORACIÓN 

Soberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.

Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.

 

DÍA CUATRO

Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente

Oh, Jesús mío, pues quiero siempre llamaros por vuestro nombre; esto me consuela y me da valor, cuando me acuerdo de que sois mi Salvador, y que habéis muerto para salvarme. Vedme a vuestros pies; confieso que soy digno de tantos infiernos, como veces os he ofendido por el pecado mortal. No merezco perdón; pero Vos molisteis para perdonarme. Piadoso Jesús, no olvides que por mi fue tu venida. Anticipaos, oh Jesús mío, a perdonarme antes que vengáis a juzgarme. Entonces yo no podré pediros piedad; más ahora puedo, y espero que me la concederéis. Entonces vuestras llagas me llenarán de espanto, ahora me inspiran confianza. ¡Oh, Redentor de mi alma!, yo me arrepiento sobre todo de haber ofendido a vuestra infinita bondad, y prefiero sufrir todas las pérdidas posibles, antes que burlarme de vuestra gracia. Os amo con todo mi corazón, tened piedad de mí. Ten piedad de mi oh Dios, según tu grande misericordia. Oh, María, Madre de misericordia, abogada de los pecadores, alcanzadme un intenso dolor de mis pecados, el perdón y la perseverancia en el divino amor. Yo os amo, Reina de mi corazón, y en Vos pongo toda mi confianza.

Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a 1a ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.

ATRIBUTOS DE MARÍA  
Arca del Testamento  

Purísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el cuarto atributo que simboliza vuestra original pureza, es el Arca del Testamento. Y Pues sois Arca divina que, para que no pereciésemos en el diluvio de nuestras culpas bajasteis a las aras del altar para asegurarnos en Jesús Sacramentado, concededme, Madre mía, el que, no hallando descanso en este mundo sino en Jesús Sacramentado, se aquieten nuestras potencias y sentidos, para que, gustando las dulzuras de este Pan Soberano, sienta aún en esta vida las delicias y gozos, que dan a los que os sirven en la bienaventuranza de la gloria. AMÉN. Aquí se pedirá lo que se deseare conseguir

ORACIÓN 

Soberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.

Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.

 

DÍA CINCO

Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente

Oh, Dios mío, conque Vos sois mi soberano bien, bien infinito y yo os he perdido tantas veces! ¡Sabía que por el pecado os causaría el mayor disgusto, pues perdería vuestra gracia, y a pesar de esto yo lo cometía! ¡Ah, si yo no os viese clavado en una cruz, oh Hijo de Dios, y muriendo por mí, no me atrevería a invocaras, ni a esperar jamás el perdón! ¡Padre Eterno, no fijéis en mí vuestros ojos, sino en vuestro Hijo querido, que os está clamando por mí, misericordia: escuchadle y perdonadme! Muchos años hace que debiera hallarme sepultado en el infierno, y sin esperanza de amaros y de recobrar la gracia que he perdido. ¡Oh, Dios «O! arrepiéntome del ultraje que os hice renunciando a vuestra amistad, y despreciando vuestro amor por los miserables placeres de este mundo. ¡Ah pluguiera a Dios que hubiese muerto mil veces antes que ofenderos! ¿Cómo pudo llegar a tal extremo mi ceguedad y locura? Agradezco, oh Dios mío, de haberme dado tiempo para poder pensar en el mal que he hecho, y ya que por un efecto de vuestra misericordia no me hallo en el infierno y puedo amaros y amaros quiero, oh Dios mío, y no quiero diferir un solo instante el convertirme a Vos. Os amo, bondad infinita; os amo, oh vida mía, mi tesoro, mi amor, mi todo. Recordadme siempre el amor que me habéis tenido y el infierno donde debía encontrarme, a fin de que esta idea me inflame y me obligue a hacer actos de amor y a deciros siempre: Yo os amo. ¡Oh, María, Reina de mi corazón, esperanza mía, Madre mía, si me hallara en el infierno, no podría amaros jamás! Yo os amo, oh Madre mía; en Vos pongo toda mi confianza, y espero no abandonamos ya más, ni a Vos, ni a mi Dios. Socorredme y rogad por mí a Jesús.

Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra Dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.

ATRIBUTOS DE MARÍA  
Paloma  

Purísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el quinto atributo que simboliza vuestra original pureza, es la Paloma, que, volando a nuestra tierra, trajisteis el ramo de olivo para asegurar a los suyos que habían cesado ya por vuestra intercesión, las aguas de las tribulaciones. Concededme, Madre mía, el que, cual paloma que gime la pérdida de su consorte, así sepa yo llorar y sentir las muchas culpas con que he perdido a mi dulce Jesús, Esposo de mi alma, y que agradecido lave con mis lágrimas, las manchas con que he afeado mi alma, para que, vestida con la candidez de vuestra gracia, vuele en compañía de vuestro Esposo, el Espíritu Divino, a alabaros en la Gloria. AMEN.

ORACIÓN 

Soberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN. Aquí se pedirá lo que se deseare conseguir

Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.

 

DÍA SEIS

Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente

Oh, mi Jesús! ¿Cómo habéis podido sufrirme tanto tiempo? ¡Tantas veces como he huido de Vos, y a pesar de esto Vos habéis venido siempre a mi encuentro! ¡Tantas veces como os he ofendido, y Vos me habéis perdonado! ¡Os ofendí de nuevo, y de nuevo me habéis concedido el perdón! ¡Ah, hacedme sentir un poco de aquel dolor que padecisteis en el Huerto de Getsemaní, cuando, al pensar en nuestros pecados, llegasteis a sudar sangre. Yo me arrepiento, oh Redentor mío, de haber tan mal correspondido, a vuestro amor. ¡Oh placeres malditos, yo os detesto y abomino! Vosotros me hicisteis perder la gracia del Señor. ¡Oh, amado Jesús!, yo os amo sobre todas las cosas, y renuncio a todas las satisfacciones ilícitas, prefiriendo morir mil veces antes que ofendemos jamás. ¡Ah! por el afecto que me mostrasteis en la Cruz, y que os obligó a ofrecer por mí esa vida divina, dadme la luz y la fuerza para resistir las tentaciones, y recurrir en ellas a vuestra ayuda. ¡Oh, María, mi esperanza, ya que todo lo podéis con Dios, alcanzadme la santa perseverancia, y haced que no me separe jamás de vuestro amor!

Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.

ATRIBUTOS DE MARÍA  
Jardín Cerrado 

Purísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el sexto atributo que simboliza vuestra original pureza, es el Jardín Cerrado. Encerrad, Madre mía, en vuestro corazón purísimo, como en jardín soberano, todos nuestros pensamientos y obras, para que de hoy en adelante ya no piense en otra cosa, sino sólo en serviros, ni quiera más gloria que la de amaros, y haced que con la fragancia suavísima de todas vuestras virtudes se conviertan nuestros deseos en fruto de vuestro agrado, para que, adornándose mi alma con las flores de las virtudes, merezca ser suave olor de Cristo en la gloria. AMÉN. Aquí se pedirá lo que se deseare conseguir

ORACIÓN 

Soberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.

Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.

 

DÍA SIETE

Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente

Mirad, oh mi Dios, mirad a vuestros pies un ingrato a quien creasteis para el paraíso, pero que tantas veces, por miserables placeres, os ha negado a la cara y ha preferido ser condenado al infierno. Más yo espero, que Vos me, habéis perdonado todas las injurias que os he hecho, de las cuales me arrepiento de nuevo y quiero arrepentirme hasta la muerte. ¡Ah, yo deseo que me las perdonéis todavía! Más, oh Dios mío, aunque Vos me hayáis perdonado, no por esto será menos verdad que tuve la audacia de abrevaros de amargura, oh Redentor mío, que para conducirme a vuestro Reino me habéis dado la vida. ¡Bendita y glorificada sea para siempre, oh mi Jesús, vuestra misericordia.

Vos que con tanta paciencia me habéis sufrido, y que, en vez de castigarme me habéis colmado de gracia y de luces, y mil veces me habéis llamado a Vos, ya veo, oh mi amado Jesús, que Vos queréis que me salve, deseáis que entre a vuestro Reino para amaros eternamente; pero antes queréis que os ame en este mundo. Sí, yo quiero amaros; y aún cuando no hubiere paraíso, en tanto que yo viva, os amaré con todas mis fuerzas y con toda mi alma. Bástame saber, oh mi Dios, que Vos deseáis que os ame. ¡Oh, mi Jesús!, asistidme con vuestra gracia, y no me abandonéis. Mi alma es inmortal: hállome, pues, en la alternativa, o de amaros siempre o de detestaros por toda una eternidad. ¡Ah, no, no!, amaros quiero eternamente, y amaros lo bastante en esta vida, para amaros en la otra lo que debo. Disponed de mí como os plazca; castigadme como Vos quisierais, pero no me privéis de vuestro amor; haced después, de mí, lo que os parezca., ¡Oh mi Jesús! vuestros méritos son mi esperanza ¡Oh, María, toda mi esperanza la pongo en vuestra intercesión! Vos me habéis librado del infierno, cuando yo estaba en pecado. Ahora quiero ser de Dios; hacedme santo y salvadme.

Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada virgen del Milagro. AMÉN.

ATRIBUTOS DE MARÍA  
Puerta del cielo  

Purísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el séptimo atributo que simboliza vuestra original pureza, es la Puerta del Cielo. Y pues sois Puerta Celestial, por cuya intercesión entran al paraíso de la gloria, los hijos de Adán que acaban esta vida en gracia; concededme, Madre mía, el que si este año fuese el último de mi vida, se aparte mi corazón de los cuidados de este mundo, y con la luz de vuestros auxilios busque sólo el sosiego de mi alma en mi dulce Jesús, para que cuando llegue la muerte temporal, merezca estar dispuesto para acabar mi vida en el ósculo de mi Señor, y entre por Vos, Puerta resplandeciente, a la patria dichosa de la gloria. AMÉN. Aquí se pedirá lo que se deseare conseguir

ORACIÓN 

Soberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.

Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.

  

DÍA OCHO

Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente

Oh, Bien supremo, yo soy este miserable que he huido de Vos, renunciando a vuestro amor! Por esto sólo, indigno debiera ser de veros y de amaros. Más también Vos sois Aquel que por piedad de mí no la tuvisteis de Vos mismo, y quisisteis morir de dolor y cubierto de infamia en una Cruz. Vuestra muerte me hace, pues, esperar que un día podré yo veros y gozar de vuestra presencia, amándoos con todas mis fuerzas. Más ahora que estoy en continuo peligro de perderos para siempre, y que ya os había perdido por mis pecados, ¿qué haré durante el resto de mi vida? ¿Continuaré en ofendemos? No, Jesús mío, yo detesto sobremanera los ultrajes que os he hecho, contrito estoy de haberos ofendido, y os amo de todo corazón. ¿Desecharíais Vos un alma que se arrepiente y que os ama?. No. Yo sé que habéis dicho, Redentor mío, que no sabéis rechazar a los que se arrojan a vuestros pies arrepentidos: Aquel que a mí viene, no le echaré fuera. ¡Oh, Jesús mío, todo lo abandono y me convierto a Vos!. Os abrazo y os estrecho contra mi corazón; dignaos Vos abrazarme y estrecharme en el vuestro. Si me atrevo a hablaros así, es porque me dirijo a la bondad infinita, y por que hablo a un Dios que ha querido morir por mi amor. ¡Oh, Salvador mío, dadme la esperanza en vuestro amor!. ¡Oh María, querida Madre mía os lo suplico por el amor que tenéis a Jesucristo, alcanzadme la perseverancia! Así lo espero y así sea.

Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados y librad, por vuestra misericordia, a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.

ATRIBUTOS DE MARÍA  
Fuente de Aguas Vivas  

Purísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el octavo atributo que simboliza vuestra original pureza, es el ser Fuente de Aguas. Concededme, Madre mía, el que, cual sediento ciervo que busca las aguas, corra yo a beber de aquellas cinco fuentes que por mí derramó mi dulce Jesús en el madero santo de la Cruz, para que, atraído de las dulzuras que comunican aquellas santísimas llagas, lave yo en aquellas purísimas aguas las muchas manchas con que he afeado mi alma, para que, cuando venga mi Señor a juzgarme y aparezca en el Cielo aquel madero santo de la Cruz, llore lágrimas dé consuelo al ver que, aunque desprecié las fuentes de aguas vivas, la Cruz fue la llave que me abrió las puertas de la gloria. AMEN. Aquí se pedirá lo que se deseare conseguir

ORACIÓN 

Soberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.

Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.

  

DÍA NUEVE

Hecho el acto de contrición, como al principio y la oración preparatoria, y rezadas las tres Avemarías, se dirá la siguiente

Gracias os doy, oh dulcísimo Redentor mío, por estas luces que me acabáis de dar, y por haberme dado a conocer los medios para salvarme. Yo os prometo ponerlos en práctica con la mayor firmeza. Concededme la gracia que necesito para seros fiel; ya veo ser vuestra voluntad el que yo me salve, y yo quiero salvarme, en especial para dar gusto a vuestro Corazón divino, que con tanto ardor desea mi salvación. No, no quiero resistir, oh Dios mío, por más tiempo al amor que me tenéis.

Este amor ha sido causa para que Vos me hayáis sufrido con tanta paciencia, cuando yo os ofendía, Vos me llamáis a vuestro amor, y yo no deseo sino amaros. Os amo, bondad infinita; os amo, oh bien supremo e infinito; y os suplico hoy día, por los méritos de Jesucristo, no permitáis que yo sea jamás ingrato a vuestra bondad. Haced, que cese de ser ingrato, o poned fin a mi vida. Señor, ya que habéis empezado la obra, dignaos ahora completarla. Confirma oh Dios, lo que has hecho en nosotros. Dadme la luz, la fuerza, dadme el amor. ¡Oh María, Vos que sois la dispensadora de las gracias, socorredme! Admitidme por vuestro servidor, pues quiero serlo, y rogad a Jesús por mí. Los méritos de Jesucristo, y después vuestros ruegos, son los que han de salvarme.

Dulcísimo Señor del Milagro, perdonad mis pecados, y librad, por vuestra misericordia a la ciudad de Salta de todo castigo. Concedednos esta gracia, por intercesión de nuestra Protectora, vuestra dulcísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro. AMÉN.

ATRIBUTOS DE MARÍA
Trono

Purísima Virgen del Milagro, María, Madre admirable, milagro de la gracia, el noveno atributo que simboliza vuestra original pureza, es el ser Trono de Dios. Pues sois Trono en quien descansó el Señor, como en trono de toda santidad y perfección, concededme, Madre mía, el que, ya que mi corazón camina perturbado con los engaños de este mundo, descanse sólo en Vos, y sienta aquel sosiego y alegría que experimentan vuestros siervos; y pues, nuestro amor os obligó a dejar vuestro trono y bajar a pedir que el Señor suspendiese el castigo contra el pueblo de Salta, os suplico, Madre mía del Milagro, continúe vuestra piedad y misericordia, ya suspenda los castigos que cada día merezco por mis culpas. Y si, como frágil y miserable, me olvidase algún día de vuestro amor, Vos, como que sois todo nuestro consuelo y amparo, dadme silbos amorosos para que yo vuelva cual descarriada oveja al rebaño de mi Señor, y por vuestra intercesión merezca veros en el trono de la gloria. AMÉN Aquí se pedirá lo que se deseare conseguir

ORACIÓN

Soberana Emperatriz de los Cielos y tierra, dulcísima Madre de pecadores, Madre del Milagro, en ésta tu escogida ciudad en la cual ostentas tu amor, mírame con semblante risueño, que, aunque pecador y desagradecido, soy hijo tuyo, y te venero y amo como a Madre amorosa y admirable. Y creo que si en mí empleas tus purísimos ojos, no me ha de desamparar mi Señor Jesucristo, porque a los que Tú tienes bajo tu patrocinio, les muestra El especial amparo. Ea, pues, Madre mía del Milagro, no desprecies mis ruegos, y si cuando como pecador no te busqué, Tú solicitabas mi amistad porque deseabas mi salvación, ¿cómo ahora, que con tanta ansia te busco, me has de negar tu amparo, tu patrocinio y favor? Merezca yo tu poderoso brazo, ahora que arrodillado te pido me lleves de la mano a tu amado Hijo crucificado, para que, viendo mi dolor y arrepentimiento de mis culpas y pecados, que deseo sea mayor que el me han tenido los más penitentes Santos del mundo, me lleve a sí y me dé a beber de aquella Sangre Soberana de su amoroso Costado, que es todo el precio de nuestra redención, y viva sólo en El, huyendo del mundo y de mí mismo. AMEN.

Aquí se rezará un Credo a Cristo Crucificado, y se dirá la oración siguiente, que es para todos los días.

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