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Luisa Piccarreta, 64 años Comiendo Sólo la Eucaristía, Italia (4 mar)

Luisa Piccarreta vivió su misión de Víctima con Jesús, permitiéndole vivir como Redentor y Víctima en ella.

piccarreta 1

Esta vocación de víctima de Luisa presenta los tres aspectos que reconocemos en María Santísima:

La corredención con Jesús: por eso a menudo Luisa tomaba parte en las diferentes penas de la Pasión (la corona de espinas, la Cruz, etc.).

La mediación entre Jesús y los hombres, “sus hermanos”, dándole a Jesús todo lo que le deben (adoración, alabanza, bendición, gratitud, reparación, amor, etc.) como Jesús se lo da al Padre.

Y la defensa de los hombres, alcanzándoles el perdón y las gracias que no merecen por culpa de sus pecados.

“Hija mía, no temas: ¿no te acuerdas que ocupas dos oficios, uno como Víctima y otro aún más grande, de vivir en Mi Querer, para devolverme la gloria completa de toda la creación?” (20-09-1922).

Por eso Jesús le dijo:

“Tu misión es grande, porque no se trata sólo de la santidad personal, sino de abrazar todo y a todos y preparar el Reino de Mi Voluntad a las humanas generaciones” (22-08-1926).

 

SU HISTORIA

La Sierva de Dios, Luisa Piccarreta nació en la ciudad de Corato en la provincia de Bari, Italia, en la mañana del 23 de abril de 1865, Domingo «In Albis» (actual fiesta de la Divina Misericordia), y el mismo día fue bautizada; vivió siempre ahí y murió en concepto de santidad el 4 de marzo de 1947.

Nació de la señora Rosa Tarantino y del señor Vito Nicola Piccarreta, trabajador de una hacienda de la familia Mastrorilli.

La pequeña Luisa, la cuarta de cinco hijas, era de temperamento tímido, temeroso; no obstante, era también vivaz y alegre.

piccarreta y crucifijo

Ella cuenta que desde niña era vergonzosa y miedosa, al punto de no saber estar sola.

El motivo eran las frecuentes pesadillas, en que soñaba al demonio.

Por eso, desde los tres o cuatro años empezó a rezar continuamente, invocando a todos los Santos para que la defendieran.

Y sobre todo siete Avemarías a la Virgen Dolorosa, por lo cual no tomaba parte en los juegos de las otras niñas y de sus hermanitas (Luisa era la cuarta de cinco hermanas).

El Domingo «in Albis» de 1874, a los nueve años, recibió la Primera Comunión y el mismo día el Sacramento de la Confirmación, a los nueve años.

Empezó desde entonces a sentir en el corazón una voz que le dió mucho ánimo y paz, por lo que superó el miedo.

Empezó a experimentar la presencia y protección de Jesús, de la Stma. Virgen y del Angel de la guarda. A los once años se hizo “hija de María”.

Mediante locuciones interiores, la voz de Jesús la instruía acerca de las virtudes, de su Amor, de la Cruz, etc.
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A veces la corregía; otras veces la animaba.
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Y así pasaba Luisa horas y horas arrodillada, casi sin moverse, absorta en oración.
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El Señor le hablaba sobre todo de su Vida oculta y de su Vida interior.

Pero aunque era tímida y miedosa, dice ella, era también alegre y traviesa; saltaba, corría y hacía también “impertinencias”, o sea, bromas.

Con su temperamento no la atraían las cosas del mundo, incluso las cosas normales de la vida social, que instintivamente rehuía.

Pero ¿cómo era Luisa, según el aspecto externo? De ella hay pocas fotografías, de los últimos 10 o 15 años de su vida. No era posible fotografiarla sin el permiso del Confesor.

Quien la conoció la describe diciendo que se la veía

“Siempre serena y fresca como una pascua; pequeña de estatura, ojos vivos, mirada penetrante, con la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha…”

Quien entraba en su cuartito la veía siempre sentada en su cama, cerrada con blancas cortinas.

Su aspecto era el de una persona, que, sin poder decirse que estuviera enferma, desde luego se veía que sufría y al mismo tiempo irradiaba paz; con el paso de los años, luego, se la veía como una viejecita muy dulce.

 

INICIO DE LAS VISIONES

A los 13 años de edad tuvo inesperadamente la primera visión de Jesús con la Cruz a cuestas, a partir de la cual y para siempre, se encendió en Luisa un grandísimo deseo de compartir el padecimiento de Jesús por amor a El.

piccarreta sentada

A los 16 años el asalto de los demonios le hizo perder  el conocimiento, quedándose rígida, pero tuvo la visión de Jesús coronado de espinas y horriblemente abofeteado por los pecados de los hombres.

Y Luisa, movida interiormente por la gracia, consintió plenamente a la Voluntad de Dios, aceptando el estado de Víctima, al que Jesús y la Santísima Virgen la llamaban.

Pocos días después, tuvo una tercera visión de Jesús en su Pasión, quien le comunicó los dolores de su corona de espinas, y volvió a perder el conocimiento.

Cuando volvió en sí, no era capaz de abrir la boca ni de tomar alimento, a causa de los espasmos y dolores que sentía.

Y fue así como Luisa se halló en la imposibilidad de comer nada, por espacio de dos o tres días.
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Pero poco después en forma continua y definitiva por toda su vida, viviendo sólo de la Voluntad Divina.
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Siendo éste su único alimento, junto con la Eucaristía, por 64 años.

Así comenzó a padecer una enfermedad que ningún médico pudo diagnosticar.

Permanecía todo el día en la cama sentada, nunca apoyaba la cabeza en la almohada para dormir, y con frecuencia, perdía el conocimiento y quedaba petrificada.

De este estado nunca la pudieron sacar ninguna medicina ni tratamiento médico, sólo salía de él cuando un sacerdote la bendecía.

Muchos la consideraban una «santa», pero algunos la juzgaban como una impostora, que merecía palos, o que estaba endemoniada.

En ocasiones la dejaron en ese estado de petrificación por 10, 18, y hasta 25 días y la madre de Luisa, que no sabía qué hacer, recurrió finalmente al Arzobispo, quien empezó a interesarse y dio disposiciones para que los sacerdotes fueran a «despertarla».

En estos estados es cuando solía recibir visitas frecuentes de Jesús y de la Santísima Virgen, como la llamaba Luisa, y cuando Jesús la llevaba por el Cielo, Infierno, Purgatorio, y por todo el universo.

Y le decía muchas cosas bellas que nos quedaron escritas por Luisa en sus 36 volúmenes, desde el año 1899, en el que su confesor por 24 años, Don Gennaro di Gennaro, se lo exigió.

Cuando Luisa perdía los sentidos y quedaba petrificada por la visión de Jesús. Luisa salía de su cuerpo, siguiendo a Jesús por todas partes.

Ese fenómeno empezó a causa de los sufrimientos de la Pasión, cada vez más acentuados.

Es lo que llama “su habitual estado”.

De esa forma Luisa moría todos los días, hasta que un sacerdote –normalmente su Confesor– venía a llamarla de aquel estado de muerte mediante su bendición y por santa obediencia.

Ese fue el verdadero motivo por el que Luisa vivió en cama cerca de 64 años, sin tener nunca una llaga de decúbito o alguna otra cosa; no a causa de enfermedad, sino por su participación física y mística a la Pasión de Jesús.

A los 22 años quedó definitivamente en cama.
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Un año después, el 16 de Octubre de 1888, antigua fiesta de la Pureza de María (distinta de la Purificación y Presentación de Jesús, que es el 2 de Febrero), recibió la gracia del “desposorio místico”.
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Que once meses más tarde el Señor le renovó en el Cielo, con la presencia de la Stma. Trinidad, representada por las tres virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad).

En aquella ocasión el Señor le dió un don no concedido así antes a nadie: el Don del Querer Divino.

Pero de eso le habló y empezó a explicárselo muchos años después.

Era el 8 de Septiembre de 1889; Luisa tenía 24 años.

Un año después, Jesús añadió el último vínculo: “el desposorio de la Cruz”, en el que le comunicó sus dolorosísimos estigmas, contentando a Luisa, que no quería que se vieran; crucifixión renovada muchas veces.

 

EXPERIENCIAS MÍSTICAS

Además de sentir interiormente la voz de Jesús, Luisa tenía trece años cuando, desde el balcón de su casa tuvo la primera visión de Jesús, que, llevando la cruz, levantó los ojos hacia ella, pidiéndole ayuda.

luisa piccarreta

Empezaron entonces para ella los primeros sufrimientos físicos, si bien ocultos, de la Pasión del Señor, además de tantas penas indecibles espirituales (sentirse privada de Jesús) y morales.

El hecho de que sus padecimientos fueron descubiertos por su familia, que pensó tratarse de una enfermedad, de ahí que tantos otros lo supieron, y, por último, las incomprensiones y hostilidades por parte de los sacerdotes, de quienes sin embargo ella se dió cuenta de que dependía totalmente.

A todo ello se añadió una terrible prueba, que duró tres años (de los trece a los dieciséis), de lucha contra los demonios, resistiendo a sus asaltos, sugestiones, tentaciones y tormentos, hasta derrotarlos completamente.
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En el último asalto que sufrió, Luisa perdió el conocimiento y vio por segunda vez a Jesús penante por las ofensas de los pecadores.
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Entonces aceptó el estado de víctima, al que Ntro. Señor y la Stma. Virgen Dolorosa la invitaban.

Después de esto, multiplicándose estas visiones de Jesús, Luisa habitualmente tomaba parte en varias penas de la Pasión, en particular a la coronación de espinas.

Efecto de ello fue la imposibilidad de comer, devolviendo siempre todo y viviendo, a partir de los dieciséis años, en una total inedia hasta su muerte.

Se alimentó solamente de la Eucaristía. Su alimento era la Voluntad  del Padre.

“Otro fenómeno extraordinario (atestigua su último Confesor, Don Benedetto Calvi): en 64 años siempre en cama, nunca tuvo una llaga de decúbito”.

“Hubo fenómenos extraordinarios en su muerte.

Como se ve en la foto, el cadáver de Luisa está con el cuerpo sentado en su camita, igual como estaba cuando vivía, y no fue posible extenderlo con la fuerza de varias personas.

Permaneció en esa postura, por lo que hubo que hacerle un ataúd del todo especial.

Todo su cuerpo no sufrió la rigidez cadavérica que a todos los cuerpos humanos afecta después de la muerte.

Se podía ver todos los días que estuvo expuesta a la vista de todo el pueblo de Corato y de muchísimos forasteros, que llegaron a Corato para ver y tocar con sus propias manos el caso único y maravilloso: poder, sin ningún esfuerzo, moverle la cabeza a todos los lados, levantarle los brazos, doblarlos, doblarle las manos y todos los dedos.

Se le  podían levantar también los párpados y observar sus ojos lúcidos y no velados.

Luisa parecía viva y que dormía,  mientras que una comisión de médicos, convocados para éso, declaraba, tras atento examen del  cadáver, que Luisa estaba realmente muerta y que por tanto había que pensar en una muerte verdadera y no aparente, como todos se imaginaban.

Fue necesario, con permiso de la Autoridad civil y del médico forense, dejarla durante cuatro, repito, cuatro días, en su lecho de muerte, sin dar señales de corrupción, para satisfacer al gentío que se agolpaba…”

 

LOS CONFESORES

Luisa, como hija de la Iglesia, le fue siempre sumisa y obediente.

Durante el período desde 1884 hasta su muerte en 1947, ella estuvo bajo el cuidado y la obediencia de varios confesores enviados por el Obispo de su Arquidiócesis.

Su segundo confesor, Don Gennaro di Gennaro el 28 de febrero de 1899 le dio la obediencia de poner por escrito todo cuanto sucedía entre Jesús y ella y las gracias que continuamente recibía.

Fue entonces que Luisa se decidió a vencer la repugnancia de hacer público lo que vivía en su interior.

Y así, con gran esfuerzo, escribió más de 2.000 capítulos, recogidos en treinta y seis volúmenes, sin contar cientos de cartas, «las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo«, y «la Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad«.

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Uno de sus confesores y promotor más importante de la Divina Voluntad (la doctrina que Jesús le enseñó a Luisa) fue San Aníbal María di Francia.

Quien fue Revisor Eclesiástico de los volúmenes (dio su Null Obstat a 19 de los 36 volúmenes), y primer apóstol del Reino del Fiat Divino (como Jesús mismo lo titula en el volumen 20 de su diario, noviembre 6, 1926).

Luisa murió antes de cumplir los ochenta y dos años de edad, el 4 de marzo de 1947, después de una corta pero fatal pulmonía -la única enfermedad diagnosticada en su vida-, entró a la vida eterna para continuar sumergida en la Divina Voluntad en el cielo, como lo estuvo en la tierra.

En la solemnidad de Cristo Rey, el 20 de Noviembre de 1994, fue inaugurada su Causa de Beatificación, dándole el título de “sierva de Dios”.
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Mientras que el 2 de Febrero de 1996 todos los escritos de Luisa, conservados desde 1938 en el archivo secreto del Santo Oficio, fueron puestos a disposición del Arzobispo de Trani.
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No hemos llegado, pues, al final de una vida extraordinaria, sino al comienzo de un tiempo nuevo, de la Era prometida y suspirada en la que Dios realizará finalmente.

En el 29 de octubre del 2005, el Arzobispo Pichierri declaró el proceso diocesano de la Causa de Beatificación de la Sierva de Dios completo y presentó la documentación a la Congregación para las Causas de los Santos.

 

SUS ESCRITOS

Bajo obediencia, Luisa Piccarreta escribió dos libritos «La Vida de la Santísima Virgen» y «Las Horas de la Pasión».
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Y luego presentó 36 manuscritos numerados, en los que ella elaboró lo que le fue revelado en oración acerca de «la vida en la Voluntad de Dios».

Ella escribió estos textos en los dialectos regionales italianos, en vez del Italiano estándar, un hecho que complicó la traducción correcta del sentido de sus escritos.

Algunos de los primeros volúmenes fueron revisados y publicados por San Annibale de Francia (ca. 1927) en su capacidad como confesor y censor diocesano.

entierro piccarreta

Esta actividad se suspendió en el año 1938 cuando tres de sus obras, anotadas por otra persona, fueron ingresadas en el Índice de Libros Prohibidos.

El resto de sus escritos fueron tomados bajo la custodia del Santo Oficio (ahora denominado la Congregación para la Doctrina de la Fe), donde se quedaron retirados hasta el año 1994.

En ese año, la Santa Sede autorizó la Causa de Beatificación de Luisa Piccarreta, ahora llamada «Sierva de Dios», al concederle el nihil obstat.

Manteniendo los originales, la Congregación permitió que el Tribunal fotocopiara los escritos para estudios futuros y la producción de una edición crítica, ya en tránsito.

Pero, hay otras copias de los escritos.

Existen copias que provienen de antes de 1938 y reproducciones y traducciones de las copias del año 1994.

Estas últimas no son aprobadas ni tienen el imprimatur del Arzobispo de Trani, quien es el dueño legal de los escritos de Luisa.

Mientras que la Archidiócesis sí ha permitido a algunas editoriales pequeñas acabar su stock de los primeros dos libros («La Vida de la Santísima Virgen» y «Las Horas de la Pasión»), en el futuro, solamente la Archidiócesis producirá las traducciones autorizadas de los escritos, basados en la edición crítica.

El Tribunal no está concediendo ni alentando la publicación ni la promoción de los escritos (a falta de las excepciones ya mencionadas), para no impedir la Causa.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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De Luisa Piccarreta DEVOCIONES Y ORACIONES

Oraciones de Luisa Piccarreta

ORACIÓN REPARACIÓN 

Jesús, oh prisionero de amor,
te amo, me arrepiento de mis pecados
y te adoro en todas las iglesias del mundo,
especialmente en aquellas donde estás
más abandonado, solo y despreciado.

Haz que mi corazón sea una lámpara ardiente,
que brille siempre delante de tu presencia
en cada día, a cada hora, a cada instante
y por toda la eternidad.

Oh prisionero de amor,
tu estás abandonado y solo
y yo quiero hacerte compañía
y estar pronto para darte reparación
de cualquier ofensa, cualquier ultraje
que te hayan hecho.

Al acompañarte como lo estoy haciendo,
quiero también amarte por quien no te ama,
alabarte por quien te desprecia,
bendecirte por quien te blasfema,
pedirte perdón por quien te ofende
arrodillarme ante tu presencia
por quien no se arrodilla y pasa indiferente.

Eterno Padre, te doy gracias
por todos los privilegios que has concedido
a María Santísima
por haberla hecho tu Hija predilecta.

Eterno Hijo, te doy gracias,
por el abismo de favores con que colmaste
a María Santísima,
por haberla hecho tu Madre inmaculada,
Santísima Trinidad, ten piedad de mí.

Ángel de la guarda, custódiame
San José asísteme
San Miguel arcángel, defiéndeme
Arcángel San Rafael Acompáñame.

Así sea.

Autor: Sierva de Dios Luisa Piccarreta

 

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD PARA LA GLORIFICACIÓN DE LA SIERVA DE DIOS LUISA PICCARRETA

«Oh Augusta y Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
te alabamos y te damos gracias por el don de la santidad
de tu sierva fiel Luisa Piccarreta.
Padre, ella vivió en tu Divina Voluntad,
volviéndose bajo la acción del Espíritu Santo,
conforme a tu Hijo obediente hasta la muerte de cruz,
Victima y Hostia a ti agradable,
cooperando a la obra de la redención del género humano.
Sus virtudes de obediencia, de humildad,
de amor sumo a Cristo y a la Iglesia
nos inducen a pedirte el don de su glorificación en la tierra.
Para que resplandezca ante todos tu gloria,
y que tu Reino de verdad, de justicia y de amor
se difunda hasta los confines de la tierra en el carisma particular
del Fiat Voluntas tua sicut in Caelo et in terra.
Recurrimos a sus méritos para obtener de ti,
Santísima Trinidad,
la gracia particular que te pedimos
con la intención de cumplir tu Divina Voluntad. Amén.

Tres Glorias…
Padre Nuestro…
Reina de los Santos, ruega por nosotros.

+ Giovan Battista Pichierri
Arzobispo de Trani-Bisceglie-Barletta
Trani, 29 de octubre de 2005

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De Luisa Piccarreta DEVOCIONES Y ORACIONES

Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo por Luisa Piccarreta

A la edad de 17 años, Luisa hizo una novena de preparación para la Navidad con nueve horas de meditación, y después de haberla terminado, Nuestro Señor la invitó a meditar de manera continua las últimas 24 horas que sufrió durante el transcurso de su Pasión, comenzando desde el momento en que se despidió de su Madre (antes de instituir la Eucaristía), hasta terminar en el instante en que fue sepultado.

En cada hora de su Pasión, Nuestro Señor mismo, nos invita a hacerle compañía y brindarle consuelo con nuestro amor, pues poco a poco conforme vayamos penetrando cada escena, cada palabra, cada verdad, cada sufrimiento, iremos comprendiendo cuán grande ha sido el amor de Nuestro Dios y por lo tanto, nos será imposible no amarlo como merece ser amado. Aprenderemos a descubrir y a conocer no sólo la Pasión externa que vivió Jesús, sino también todos aquellos sufrimientos, íntimos y ocultos a los ojos de todas las criaturas: Su Pasión interna.

Por lo tanto, meditar una hora de la Pasión significa unirnos a Jesús, para hacer lo mismo que él hacía durante cada una de las escenas de su Pasión, como por ejemplo: las oraciones y reparaciones que él hacía a su Padre en su interior, cuando era flagelado, coronado de espinas, crucificado, etc… y para ello nos servimos de este libro: «Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo«. De manera que, cada vez que leamos, meditemos, penetremos o profundicemos cada hora de su Pasión, tratemos de hacer nuestras sus mismas oraciones, sus mismas intenciones, sus mismas reparaciones, para poder junto con él, elevarlas al Padre por la salvación y el bien de toda la humanidad.

Después de vivir de manera continua estas Horas de la Pasión por más de treinta años, San Aníbal María di Francia, habiendo sido nombrado por la autoridad competente Censor Eclesiástico para los escritos de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, le impuso en virtud de la Santa Obediencia poner por escrito estas meditaciones, dando por resultado este Libro de Cielo. Viendo la riqueza de su contenido y vislumbrando todo el bien que haría San Aníbal mismo se encargó de publicarlo en cuatro ediciones (1915, 1916, 1917 y 1924).

Después de que Luisa terminó de escribir el manuscrito original, se lo envío a San Aníbal junto con una carta. En ella le habla de la complacencia que Jesús siente cuando se meditan estas Horas, pues, lo dice ella misma: es «como si Jesús escuchara su misma voz y las mismas oraciones que él hizo ante su Padre durante el transcurso de las últimas 24 horas de su dolorosa Pasión«. Así mismo, junto con el manuscrito y dicha carta, Luisa le envió algunas hojas en las que incluyó los efectos y promesas que Jesús hace a aquellos que mediten estas Horas de su Pasión.

Lea la Carta que Luisa le envió a San Aníbal junto con las Horas de la Pasión…

 

DISTRIBUCIÓN Y DETALLES DE LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Vea aquí, en el sitio oficial, toda la información para orar las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo de Luisa Piccarreta http://www.passioiesus.org/es/horasdelapasion/distribucion.htm

 

BENEFICIOS QUE CONLLEVA LA MEDITACIÓN DE LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Son muy grandes los beneficios que se adquieren cuando se medita con frecuencia la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo; en la historia de la Iglesia podemos ver innumerables testimonios de esto en los santos. Un modo eficacísimo de meditar en la Pasión de nuestro Señor, lo tenemos en este maravilloso y bellísimo libro: «Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo».

En estas horas, Jesús mismo nos toma de la mano y nos introduce dulcemente pero con paso firme en cada uno de los diferentes momentos de su pasión, desde que se despidió de su Madre Santísima antes de empezar su pasión, hasta que ella misma se apartó de él dejándolo en el sepulcro. Con una suavidad indescriptible nos va enseñando a vivir junto con él cada momento de su pasión, y por lo tanto a darle un verdadero alivio y consuelo, una digna reparación, un agradecimiento digno de un Dios que haciéndose hombre se abajó hasta lo más profundo de nuestros abismos. Y por si fuera poco, va infundiendo en el alma que se adentra en estas horas, un espíritu nuevo, una nueva disposición, una nueva vida, del todo divina, hasta llegar a estar como rumiando su pasión durante el transcurso de todo el día, y más aún, viviéndola en cada circunstancia de nuestra vida.

El alma, penetrando en estos excesos de amor y de dolor, se va entonces transformando en Jesús mismo, llegando así a recibir el fruto completo que Nuestro Señor mismo quiso que dieran sus sufrimientos, el que volviera a nosotros aquél orden primero para el cual fuimos creados y que el pecado nos arrebató, es decir: «Vivir en la Voluntad de Dios», hacer la Voluntad de Dios «como en el cielo así en la tierra», como aprendemos a partir de los escritos de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta.

Volviendo así al orden, al puesto y a la finalidad para la que Dios desde toda la eternidad quiso crear al hombre, y es decir, para la sola gloria de Dios.

Leamos a continuación algunos de los beneficios que nuestro Señor le menciona a la sierva de Dios Luisa Piccarreta en relación con la meditación de las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo:

El pensamiento continuo de la Pasión de Jesús, forma un manantial en el corazón del alma, para gloria de Dios y para bien de las criaturas.  10 de abril de 1913

«Quien piensa siempre en mi Pasión forma en su corazón una fuente, y por cuanto más piensa en ella, tanto más esta fuente se agranda, y como las aguas que brotan son aguas comunes a todos, así esta fuente de mi pasión que se forma en el corazón sirve para bien del alma, para gloria mía y para bien de las criaturas.» 

Las Horas de la Pasión son las mismas oraciones y reparaciones de Jesús. 6 de septiembre de 1913

«Hija mía… las horas de mi Pasión, que son mis mismas oraciones, mis reparaciones y todo amor, han salido propiamente del fondo de mi corazón. ¿Has acaso olvidado cuántas veces me he unido contigo para hacerlas juntos y he cambiado los flagelos en gracias para toda la tierra?»

«¡Oh, cuánto me gustaría que aunque sea una sola por país hiciera estas Horas de mi Pasión! Me escucharía a mí mismo en cada país, y mi justicia, en estos tiempos tan despreciada, quedaría en parte aplacada.»   octubre de 1914

«Estas Horas son las más preciosas de todas, pues no son otra cosa que repetir lo que yo hice en el curso de mi vida mortal, y lo que continúo en el Santísimo Sacramento. Cuando escucho estas Horas de la Pasión, escucho mi misma voz, mis mismas oraciones, veo mi Voluntad en esa alma, voluntad de querer el bien de todos y de reparar por todos, y yo me siento transportado a morar en ella, para poder hacer en ella lo que hace ella misma. ¡Oh, cuánto quisiera que, aunque fuera una sola por región, hiciera estas horas de mi Pasión!; me oiría a mí mismo en cada lugar, y mi Justicia, en estos tiempos tan grandemente indignada, quedaría en parte aplacada.»

El repetir siempre las Horas de la Pasión le da a Jesús gran complacencia, y como recompensa, él da abundantemente al alma nueva luz y nuevas gracias en la tierra, y en el cielo, nueva luz y gloria. 4 de noviembre de 1914

Estaba haciendo las Horas de la Pasión, y Jesús complaciéndose mucho, me dijo:

«Hija mía, si tú supieras la gran complacencia que siento al verte repetir estas Horas de mi Pasión, y siempre repetirlas y volverlas a repetir, tú quedarías feliz. Es verdad que mis santos han meditado en mi pasión y han comprendido cuánto he sufrido, y se han soltado en lágrimas de compasión, de tal manera que se sienten consumir de amor por mis penas, pero sin embargo, no lo han hecho de una manera continua ni siempre repetida en este mismo orden. Así que puedo decir que tú eres la primera que me da este gusto tan grande y especial, y vas desmenuzando hora tras hora mi vida y lo que sufrí; y yo me siento tan atraído, que hora tras hora te doy el alimento y como contigo el mismo alimento, y hago junto contigo lo que tú haces. Debes saber sin embargo que te recompensaré abundantemente con nueva luz y nuevas gracias, y aun después de tu muerte, cada vez que sean hechas por las almas sobre la tierra estas Horas de mi Pasión, yo en el cielo te cubriré siempre con nueva luz y gloria.»

Quien hace las Horas de la Pasión, hace suya la vida de Jesús, y toma el mismo oficio de él. 6 de noviembre de 1914

Continuando las acostumbradas Horas de la Pasión, mi amable Jesús me ha dicho:

«Hija mía, el mundo está en continuo acto de renovar mi Pasión, y como mi inmensidad envuelve a todos, dentro y fuera de las criaturas, por eso estoy obligado, por su contacto, a recibir clavos, espinas, flagelos, desprecios, escupitajos y todo lo demás que sufrí en la pasión, y aun más. Ahora, quien hace estas Horas de la Pasión, a su contacto siento que me saca los clavos, rompe las espinas, endulza mis llagas, me quita los salivazos; siento que me cambia en bien el mal que me hacen los demás; y yo, sintiendo que su contacto no me hace mal sino bien, me apoyo siempre más sobre ella.»

Después de esto, volviendo mi bendito Jesús a hablar de estas Horas de la Pasión dijo:

«Hija mía, has de saber que cuando el alma hace estas Horas, toma mis pensamientos y los hace suyos, mis reparaciones, las oraciones, los deseos, los afectos y aun mis más íntimas fibras y las hace suyas, y elevándose entre el cielo y la tierra hace mi mismo oficio, y como corredentora dice junto conmigo: «Ecce ego mitte me» («Heme aquí, envíame a mí» Is 6,8), quiero repararte por todos, responderte por todos e implorar el bien para todos.»

«¡Más difusión, más difusión!»

Estas Horas son pequeños sorbos de dulzura que dan las almas a Jesús.

Cuando el alma hace memoria de la vida, pasión y oraciones de Jesús, los ángeles se ponen alrededor de esta alma y recogen sus palabras, sus oraciones, sus compadecimientos, sus lágrimas y sus ofrendas, las unen a las de Jesùs, y las llevan ante la Majestad Divina, para renovarle a Jesús la gloria de su vida misma. 13 de octubre de 1916

Estaba haciendo las Horas de la Pasión y mi bendito Jesús me dijo:

«Hija mía, en el curso de mi vida mortal, millones y millones de ángeles cortejaban a mi Humanidad y recogían todo lo que yo hacía, los pasos, las obras, las palabras y aun mis suspiros, mis penas, las gotas de sangre, en suma, todo. Eran ángeles destinados a mi custodia, a darme honor, obedientes a todas mis señales, subían y bajaban del Cielo para llevar al Padre todo lo que yo hacía. Ahora estos ángeles tienen un oficio especial, y conforme el alma hace memoria de mi vida, de mi Pasión, de mi sangre, de mis llagas, de mis oraciones, se ponen en torno a esta alma y recogen sus palabras, sus oraciones y los compadecimientos que me hacen, las lágrimas, los ofrecimientos, los unen con los míos y los llevan ante mi Majestad para renovarme la gloria de mi misma vida. Es tanta la complacencia de los ángeles, que permanecen reverentes en torno al alma para oír lo que dice y rezan junto con ella; por eso, con qué atención y respeto el alma debe hacer estas horas, pensando que los ángeles están pendientes de sus labios, para repetir junto con ella lo que ella dice.»

Luego añadió: «Ante tantas amarguras que las criaturas me dan, estas Horas son los pequeños sorbos dulces que las almas me dan, pero ante tantos sorbos amargos que recibo, son demasiado pocos los dulces, por eso, más difusión, más difusión.»

Lo que el Padre Celestial encontró en Jesús, es decir, gloria, complacencia, amor, satisfacción completa, perfecta, a bien de todos, lo quiere encontrar Jesús en las almas, como otros tantos Jesús que se asemejen a él.

El alma debe repetir estas intenciones en cada Hora de la Pasión que haga, en cada acción, en todo. Así se aplacará la divina justicia. 9 de diciembre de 1916

«Hija mía, no engrandezcas mis penas con tus preocupaciones. Ya son demasiadas; yo no espero esto de ti; es más, quiero que hagas tuyas mis penas, mis oraciones, a todo mí mismo, de manera que yo pueda encontrar en ti otro yo. En estos tiempos quiero grandes satisfacciones, y sólo quien me hace suyo me las puede dar.

Y lo que en mí encontró el Padre, es decir, gloria, complacencia, amor, satisfacción completa, perfecta, a bien de todos, yo lo quiero encontrar en estas almas, como otros tantos Jesús que se me asemejen. Y estas intenciones las debes repetir en cada Hora de la Pasión que hagas, en cada acción, en todo; y si yo no encuentro mis satisfacciones, ¡ah, se acabó para el mundo! Lloverán castigos a torrentes. ¡Ah, hija mía! ¡Ah, hija mía!» Y desapareció.

El mundo se ha desequilibrado porque ha perdido el pensamiento de la pasión de Jesús. Ha hecho como un niño que ya no ha querido reconocer a su madre; como un discípulo que, desconociendo al maestro, no ha querido escuchar ya sus enseñanzas. Estos serán el dolor de ellos mismos y el terror y el dolor de la sociedad. En esto se ha convertido el hombre: terror y dolor, pero dolor sin piedad. 2 de febrero 1917

Estando en mi habitual estado, me encontré fuera de mí misma y hallé a mi siempre amable Jesús chorreando sangre por todos lados, con una horrible corona de espinas; y con trabajo me miraba a través de las espinas, y me dijo:

«Hija mía, el mundo se ha desequilibrado porque ha perdido el pensamiento de mi pasión. En las tinieblas no ha encontrado la luz de mi pasión que le daba claridad, que dándole a conocer mi amor y cuántas penas me cuestan las almas, podía volver a amar a quien verdaderamente la ha amado; y la luz de mi pasión, guiándolo, lo ponía al seguro de todos los peligros. En la debilidad no ha encontrado la fuerza de mi pasión que lo sostiene; en la impaciencia no ha encontrado el espejo de mi paciencia que le infunde la calma, la resignación, ya que frente a mi paciencia, avergonzándose, se empeña en dominarse a sí mismo. En las penas no ha encontrado el consuelo de las penas de un Dios, que sosteniendo las suyas, le infunde amor al sufrimiento. En el pecado no ha encontrado mi santidad, que haciéndole frente, le infunde el odio a la culpa.

¡Ah, en todo ha abusado el hombre, porque se ha apartado en todo de Quien puede ayudarlo! Por lo tanto, el mundo ha perdido el equilibrio; ha hecho como un niño que ya no ha querido reconocer a su Madre; como un discípulo que, desconociendo al maestro, no ha querido escuchar ya sus enseñanzas, ni aprender sus lecciones. ¿Cuál será la suerte de este niño y de este discípulo? Serán el dolor de ellos mismos y el terror y el dolor de la sociedad. En esto se ha convertido el hombre: terror y dolor, pero dolor sin piedad. ¡Ah, el hombre empeora, empeora siempre, y yo lo lloro con lágrimas de sangre!»

«Estas Horas son el orden del universo, ponen en armonía el cielo y la tierra, y hacen que no pueda destruir el mundo.»

Al meditar las Horas de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, se pone en circulación su sangre, sus llagas, su amor y todo lo que él hizo y que aun corre para la salvación de todos. Es como si se repitiera la misma vida de Jesús de nuevo. 16 de mayo de 1917

Después me hallé fuera de mí misma; me encontraba en medio de muchas almas que me decían (parecían ser almas del purgatorio y santos y nombraban a una persona conocida mía que había fallecido no hacía mucho):

«Él (Jesús) se siente como feliz al ver que no hay alma que entre en el purgatorio que no lleve el sello de las Horas de la Pasión, y ayudada y rodeada por el cortejo de estas Horas, toma sitio en un lugar seguro. No hay alma que vuele al paraíso que no sea acompañada por estas Horas de la Pasión. Estas Horas hacen llover del cielo un continuo rocío sobre la tierra, en el purgatorio e incluso en el cielo.»

Oyendo esto decía yo para mí: «Tal vez mi amado Jesús para mantener su palabra de que por cada palabra de las Horas de la Pasión él daría un alma, hace que no haya alma salvada que no se sirva de estas Horas.»

Después de esto, volví en mí misma y encontrando a mi dulce Jesús le pregunté si eso era cierto y él me dijo:

«Estas Horas son el orden del universo, ponen en armonía el cielo y la tierra, y hacen que no pueda destruir el mundo. Siento que ponen en circulación mi sangre, mis llagas, mi amor y todo lo que yo hice y que corre sobre todos para salvar a todos. Cuando las almas hacen estas Horas de la Pasión, siento que le dan vida a mi sangre, a mis llagas, a mis ansias de salvar almas; así que, sintiendo que mi vida se repite, ¿cómo podrían obtener las criaturas algún bien si no por medio de estas Horas? ¿Por qué dudas? La cosa no es tuya sino mía, tú sólo has sido el esforzado y débil instrumento.»

Por cada palabra que el alma medita de las Horas de la Pasión, se abren tantas vías de comunicación con Dios. 12 de julio de 1918

Estaba rezando con cierto temor y ansiedad por un alma moribunda, y mi amable Jesús al venir me ha dicho:

«Hija mía, ¿por qué temes? ¿No sabes tú que por cada palabra sobre mi pasión, pensamiento, compasión, reparación, recuerdo de mis penas, tantas vías de comunicación de electricidad se abren entre el alma y yo, y por lo tanto de tantas variedades de belleza se va adornando el alma?»

El padre San Aníbal Di Francia, ya difunto, le habla de las Horas de la Pasión (o Reloj de la Pasión). 17 de junio 1927

Después de esto me encontré fuera de mí misma, y mientras buscaba a mi dulce Jesús me he encontrado con el padre Di Francia, estaba todo alegre y me dijo:

«¿Sabes cuántas bellas sorpresas he encontrado? yo no me lo imaginaba, cuando estaba sobre la tierra, si bien pensaba que había hecho algún bien al publicar el «Reloj de la Pasión»; pero las sorpresas que he encontrado son maravillosas, encantadoras, de una rareza jamás vista, todas las palabras concernientes a la Pasión de Nuestro Señor cambiadas en luz, una más bella que la otra, todas entrelazadas entre ellas, y estas luces crecen siempre a medida que las criaturas hacen las Horas de la Pasión, así otras luces se agregan a las primeras. Pero lo que me sorprendió más, han sido las pocas palabras publicadas por mí acerca de la Divina Voluntad. Cada palabra cambiada en sol, que invistiendo con sus rayos todas las luces forman tal con nuestro Sumo Bien Jesús que me dio la ocasión y la gracia de hacerlo; también tú agradécele de parte mía.»

 

PROMESAS DE JESÚS PARA QUIEN ORE Y MEDITE CON LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Cuando la Sierva de Dios Luisa Piccarreta terminó de escribir las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, como lo hemos dicho en otros lugares, le envió a San Aníbal María di Francia el manuscrito final junto con una carta que ya hemos transcrito en otro lugar. En dicha carta, Luisa, entre otras cosas, dice:

«…He incluido también otras pocas hojas en las que he escrito los efectos y las hermosas promesas que Jesús ha hecho a todos aquellos que mediten las Horas de la Pasión.»

Les hemos presentado anteriormente los efectos que produce la meditación de «Las Horas de la Pasión», ahora aquí les presentamos algunas de las hermosas promesas que le hace Nuestro Señor a todos aquellos que mediten las Horas de la Pasión.

A quien hace las Horas de la Pasión, Jesús le otorga sus mismos méritos como si él mismo estuviera sufriendo su pasión. 10 de abril de 1913

Y yo: « Dime, mi bien, ¿qué cosa darás en recompensa a los que hagan las Horas de la Pasión como tú me has enseñado? »

Y él: « Hija mía, estas Horas no las veré como cosas vuestras, sino como cosas hechas por mí, y les daré mis mismos méritos, como si yo estuviera sufriendo en acto mi pasión, y así les haré obtener los mismos efectos, según la disposición de las almas; esto en la tierra, y por lo cual, mayor bien no podría darles; después, en el cielo, a estas almas las pondré frente a mí, flechándolas con flechas de amor y de felicidad, por cuantas veces hayan hecho las Horas de mi pasión, y ellos también me flecharán. ¡Qué dulce encanto será esto para todos los bienaventurados! »

Si quien medita Las Horas de la Pasión lo hace junto con Jesús y con su misma Voluntad, Jesús dará un alma por cada palabra que se repita, pues toda la mayor o menor eficacia de estas Horas de la Pasión está en la mayor o menor unión que tengamos con Jesús. octubre de 1914

« Hija mía, como recompensa por haberlas escrito, por cada palabra que has escrito te daré un alma, un beso. »

Y yo: « Amor mío, esto para mí; y a los que las hagan, ¿qué les darás? »

Y Jesús: « Si las hacen junto conmigo y con mi misma Voluntad, por cada palabra que repitan les daré un alma, porque toda la mayor o menor eficacia de estas Horas de mi Pasión está en la mayor o menor unión que tengan conmigo. Y haciéndolas con mi Voluntad, la criatura se esconde en mi Voluntad, y obrando mi Voluntad puedo hacer todos los bienes que quiero, aun por medio de una sola palabra. Y esto, cada vez que las hagan. »

 

LOS RELOJES VIVIENTES

¿Qué son los Relojes Vivientes?

Los Relojes Vivientes son grupos conformados por 24 personas que se comprometen cada una a meditar-orar diariamente una Hora (capítulo) de «Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo», la cual es asignada por el coordinador del Reloj Viviente.

¿Cómo se puede conformar un Reloj Viviente?

Es muy sencillo. La persona que teniendo un grupo de personas desee conformar un Reloj Viviente:

1. Le asigna una Hora (capítulo) de la Pasión a cada persona.

2. Establece cada cuánto tiempo se irá rotando la Hora asignada a cada persona, que puede ser
   • ya sea diariamente,
   • o bien cada semana,
   • cada 15 días
   • o hasta cada mes.

Cuando haya completado el Reloj Viviente con 24 personas que han querido comprometerse diariamente a hacer una Hora de la Pasión el Reloj estará completo y funcionando para la gloria de Nuestro Señor Jesucristo.

De acuerdo al tiempo de rotación establecido, cada persona avanzará su Hora haciendo la siguiente Hora que le corresponda. Así, por ejemplo, si a una persona le fue asignada la Hora de las 5 a 6 de la tarde (Jesús se despide de su Madre Santísima), el día que corresponde hacer la rotación hará entonces la siguiente Hora, es decir de 6 a 7 de la tarde (Jesús se separa de su Madre Santísima).

Al inicio el Reloj puede no estar completo, pues si sólo ha encontrado algunas personas que desean formar parte del Reloj Viviente puede empezar sólo con ellas y ya con el tiempo irá encontrando otras personas que se interesen hasta completar las 24 personas que se necesitarían para completar el Reloj Viviente.

 

VIDEOS SOBRE «LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO»  Y LOS RELOJES VIVIENTES

 



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