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La relación entre la ciencia y la biblia suele ser tensa. Hay momentos en que sus afirmaciones se contradicen.

Pero esto no debiera ser así porque ambos conocimientos apuntan a lo mismo.

La Biblia es la revelación de Dios a los hombres y por tanto infalible.

Y la Ciencia es el conocimiento humano que descubre cómo Dios gobierna el mundo.

¿Y entonces porqué hay momentos en que enuncian verdades divergentes sobre algún tema?

Se debe a errores de interpretación de los seres humanos.

Por un lado puede deberse a errores en la interpretación de un enunciado bíblico, que traduce una alegoría como si fuera una afirmación empírica.

Y por otro puede deberse al olvido de que el conocimiento científico es provisorio, y que las teorías de hoy pueden ser sustituidas por otras más ajustadas a la realidad en el futuro.

El caso de Galileo Galilei es un excelente ejemplo de cómo se dan los dos errores de interpretación sobre un mismo tema en un tiempo histórico.

Por un lado muestra la tensión del paso de la teoría geocéntrica a la heliocéntrica en la ciencia, que la corrigió.

Y por otro los errores de interpretación de pasajes bíblicos que dan una interpretación fáctica a lo que eran alegorías, que también luego se corrigió.

“El Espíritu Santo nos enseña cómo se va al Cielo, no cómo funciona el cielo”, afirmó el cardenal Baronio, permitiendo que su vista se alejara hacia el infinito.

Esta frase, sería la gran conclusión que puede obtener el hombre del siglo XXI sobre el affaire Galileo, paradigma del entendimiento entre la visión teológica y la visión científica del cosmos.

A fin de dar respuesta a esta relación histórica entre la concepción religiosa y la empírica sobre el universo, vamos a proceder analizando las siguientes cuestiones fundamentales.

1 – Galileo y el heliocentrismo.

2 – Galileo, la concepción aristotélica del cosmos y la filosofía.

3 – Galileo y la teología de su época.

4 – El mito Galileo: prototipo de la relación Teología-Ciencias.

Modelo geocéntrico

 

GALILEO Y EL HELIOCENTRISMO

En 1604, se produjo una supernova, explosión de una estrella creando otra nueva.

Este fenómeno celeste, entre otros, hacía dudar a Galileo del concepto ptolemaico del universo vigente durante dos mil años, que consideraba que los astros – formados por el éter o quintaesencia – no se podían generar.

En 1609 Galileo conoce el surgimiento del telescopio y se lanza él mismo a construir uno con más capacidad, efectuando observaciones nocturnas con grandes resultados, que publica bajo el título “Sidereus Nuncius”, en 1610.

Ha descubierto que existen muchas más estrellas que las que observamos a simple vista y que en la Luna hay montañas y valles como en la Tierra.

Además, por vez primera se encontraban cuerpos rotando alrededor de otro planeta que no fuese la Tierra: era el caso de las cuatro lunas de Júpiter.

De esta forma, surgía la posibilidad de que además de la Tierra, otros planetas y cuerpos celestes fuesen centro de rotación, tal vez el Sol…

En 1612, Galileo observa las manchas solares, las variaciones lumínicas de Venus y la particular forma de Saturno.

Por lo que la cosmología ptolemaica queda en entredicho, y a su vez, el concepto aristotélico de la quinta esencia.

Otros astrónomos comprueban la veracidad de las observaciones de Galileo, tales como Clavius y Kepler.

De esta forma Galileo defiende el heliocentrismo con diversos argumentos.

A – El sistema heliocéntrico, permite calcular las órbitas de los cuerpos celestes de forma más sencilla, pues no hay que añadir epiciclos a las órbitas.

B – Descubrir que Júpiter es el centro de rotación de unos satélites, da lugar a pensar que el Sol también pudiera serlo.

C – Galileo aporta la existencia de un doble sistema de rotación, el de los cuatro satélites de Júpiter.

Esto aclara algo inexplicable en la lógica aristotélica: si el Sol está en el centro, la Luna efectúa un doble movimiento de rotación; uno alrededor de la Tierra y – junto con ella – otro de traslación alrededor del Sol.

D – Las fases de Venus se explican fácilmente si la Tierra y Venus giran alrededor del Sol.

E – Galileo, pensaba que las mareas son consecuencia de la rotación de la Tierra sobre sí misma, que supondría una prueba del heliocentrismo.

Hoy conocemos que son provocadas por la atracción gravitatoria de la Luna sobre los océanos.

Como Galileo veia el cielo

 

GALILEO, LA CONCEPCIÓN ARISTOTÉLICA DEL COSMOS Y LA FILOSOFÍA

La cosmovisión dominante en la época de Galileo procedía del pensamiento clásico griego.

Según Aristóteles el universo se dividía en dos partes:

1 – La zona sublunar, que tenía como centro la Tierra y estaba compuesta de cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego.

Los seres naturales eran el resultado de la combinación de los mismos y eran susceptibles de generarse y corromperse.

2 – La zona celestial, compuesta por un único elemento, el éter, y cuyo movimiento natural era el circular.

En este sentido, las esferas celestes y los astros no habían nacido y eran incorruptibles.

La Tierra era considerada el centro del universo y el Sol se movía de oriente a occidente (geocentrismo).

Este concepto de centralidad cósmica de la Tierra, suponía también una visión filosófica del hombre en el mundo, por lo que cosmología y metafísica iban juntas.

Los filósofos de la época de Galileo eran aristotélicos, y contradecir esa cosmovisión provocaba un claro enfrentamiento con el concepto del mundo establecido desde hacía dos mil años.

Galileo había estudiado a Copérnico, y según los nuevos descubrimientos astronómicos, es el Sol el que estaría en el centro y la Tierra daría vueltas a su alrededor.

Esto implicaría que el Sol no se mueve de oriente a occidente y que la Tierra estaría en el tercer cielo girando alrededor de aquél.

Además, la astronomía estaba considerada una ciencia poco rigurosa en sus conclusiones e hipótesis geométricas, pues sus cálculos eran útiles, pero no verdaderos, frente a la filosofía que definitivamente resultaba mucho más efectiva y clara.

Galileo, alentado por el estudio de la mecánica, las matemáticas y la observación de los astros, defendía una innovadora filosofía natural y en ello puso todo su empeño.

Todo esto auguraba un grave enfrentamiento entre los nuevos descubrimientos astronómicos y los avances en la observación del cosmos (telescopio), en contraposición con el criterio aristotélico del mundo establecido hasta la fecha.

Experimento de Galileo sobre la aceleracion de la gravedad

 

GALILEO Y LA TEOLOGÍA DE SU ÉPOCA

Galileo, vive en la época en la que se está aplicando el Concilio de Trento, por el cual se prohibía explícitamente toda interpretación bíblica contraria a la Patrística.

Además, los teólogos coetáneos a Galileo – al igual que los filósofos -, también afirmaban que la Tierra estaba en el centro y el Sol era el que se movía.

Así, podemos ver que el problema se trasladaba desde la astronomía hacia la filosofía, chocando finalmente con la teología.

El heliocentrismo – como hemos dicho – afirma que el centro del mundo está ocupado por el Sol y que la Tierra gira a su alrededor, dando lugar a una nueva interpretación del cosmos y del hombre en la Creación.

Esto suscitaba una gran incógnita a nivel teológico.

¿Si el Espíritu Santo es el que inspira la Sagrada Escritura, cómo se pueden afirmar en ella argumentos que no concuerdan con las observaciones y cálculos de la ciencia?

El cardenal Bellarmino, – por su parte -, aceptaba el copernicanismo como una afirmación con la que se explicaban aparentemente las hipótesis astronómicas, pero sin darle una base real, pues contradecía a la Biblia y a la Patrística.

Esto suponía una interpretación instrumental del heliocentrismo por parte de la Curia Romana, pero sin concederle el reconocimiento de autenticidad de facto.

Réplica del telescopio usado por Galileo Galilei

 

EL MITO GALILEO: PROTOTIPO DE LA RELACIÓN TEOLOGÍA-CIENCIAS

Con lo expuesto anteriormente, podemos intuir que nuestro científico, no tenía la pretensión de poner en evidencia las afirmaciones teológicas.

Sino que su pensamiento intentaba conciliar los descubrimientos científicos con las verdades de la fe católica, pero su realidad circundante le era hostil.

Así, podemos concluir que sí estamos ante el prototipo de la relación Teología – Ciencias.

A continuación, vamos a exponer las claves de este paradigma:

A Galileo no se estaba enfrentando únicamente a una teoría sobre la organización y funcionamiento del cosmos; sino que sus hipótesis, chocaban fuertemente con el concepto filosófico y teológico vigente del universo y del hombre.

Además, el hecho de ser contemporáneo de la Contrarreforma, suponía una peligrosa sospecha sobre sus teorías, pues arrojaba dudas en lo referente a la interpretación de la Biblia, pudiendo constituir un conflicto con la Tradición.

Esto le condujo a ser denunciado en Roma ante la Santa Congregación, y procesado en 1616.

Y más tarde, en 1633, verse sometido a juicio y condenado por el Santo Oficio, siendo obligado a abjurar de sus teorías y sufrir arresto domiciliario hasta su muerte natural en 1642.

B Pero el hecho fundamental, es que la intención de Galileo no era poner en evidencia las Escrituras, sino demostrar que el sistema copernicano es totalmente compatible con el Génesis.

Para ello, se refiere a sus detractores en estos términos:

“Que leyéndose en muchos párrafos de las Sagradas Escrituras que el Sol se mueve y la Tierra se encuentra inmóvil, y no pudiendo ella jamás mentir o errar, de ahí se deduce que es errónea y condenable la afirmación de quien pretenda postular que el Sol sea inmóvil y la Tierra se mueva.”

De ahí que Galileo afirme que las Escrituras no se equivocan, pero deben ser bien interpretadas.

Para ello, nuestro personaje utiliza varios argumentos:

a – Las cuestiones astronómicas son difíciles de comprender incluso para los astrónomos, por ello los hagiógrafos (escritores de los libros de la Biblia) utilizan un registro coloquial, pues su misión no es revelar las leyes naturales, sino aquello que es necesario para la Salvación.

b – No existe contradicción entre la Biblia y la Ciencia, pues ambas tienen un mismo autor, el Verbo Divino.

Dios no se revela de forma menos excelente en la naturaleza que en las Escrituras.

c – Las palabras de la Biblia no están sometidas a mecanismos tan severos como las realidades naturales.

d – Las escrituras apenas hablan de astronomía, por ejemplo, nunca cita los nombres de los planetas, excepto Venus.

Galileo ante tribunal de la Inquisición

Si los profetas hubieran querido definir cómo funciona el cielo, no hubieran sido tan escuetos en su exposición.

e – Los hagiógrafos no tienen como objetivo enseñar verdades astronómicas, y a su vez, los astrónomos en su autonomía para estudiar la naturaleza, no deben ver en ello una oposición a la revelación divina.

f – Así como dos verdades no pueden contradecirse, los pasajes de la Escritura no deben postularse como una verdadera conclusión astronómica.

Por último, para acabar esta exposición, deberíamos tener en cuenta tres textos que forman parte del Magisterio de la Iglesia y que aclaran la auténtica postura a tener, en base al prototipo de la relación teología-ciencia:

1 – En el Concilio de Trento, se decreta lo siguiente:

Nadie, apoyado en su prudencia, sea osado a interpretar la Sagrada Escritura, en materia de fe y costumbres, que pertenecen a la edificación de la doctrina cristiana, retorciendo la misma Sagrada Escritura conforme al propio sentir, contra aquel sentido que sostuvo y sostiene la Santa Madre Iglesia […] o también contra el unánime sentir de los Padres, aun cuando tales interpretaciones no hubieren de salir a la luz en tiempo alguno.” [cfr. DH 1507.]

Esta afirmación de Trento, hace alusión a la “materia de fe y costumbres”, a la “ex parte obiecti” (no forma parte de las verdades del credo).

Sin olvidar – por ello – lo que es “ex parte dicentis”, puesto que la Biblia presenta aquello que el propio Espíritu Santo comunica a través de los profetas y los apóstoles.

De esta forma, si todas las Sagradas Escrituras son inspiración directa del Espíritu Santo, nada de lo que Él dice, puede ser falso.

2 – Galileo, tuvo que soportar incomprensiones venidas de ciertos órganos de la Iglesia.

Por ello, en el Concilio Vaticano II, se expresa lo siguiente:

“[…] deseo que teólogos, sabios e historiadores, animados de espíritu de colaboración sincera, examinen a fondo el caso Galileo y, reconociendo lealmente los desaciertos vengan de la parte que vinieren, hagan desaparecer los recelos que aquel asunto todavía suscita en muchos espíritus contra la concordia provechosa entre ciencia y fe, entre Iglesia y mundo.[cfr. Gaudium et Spes, 13].

3 – A su vez, san Juan Pablo II, en la audiencia del 31 de Octubre del 1992, proclamaba de forma solemne sobre el affaire Galileo lo que sigue:

“A partir del siglo de la Ilustración y hasta nuestros días, el caso Galileo ha constituido una clase de mito, en el cual la imagen que se ha ido forjando de los acontecimientos está bastante alejada de la realidad. […].

El caso Galileo era como el símbolo del presunto rechazo de la Iglesia al progreso científico, o bien del oscurantismo “dogmático” opuesto a la libre búsqueda de la verdad.

Este mito ha jugado un rol cultural considerable; pues ha contribuido a anclar a muchos científicos de buena fe en la idea que había una incompatibilidad entre, por un lado, el espíritu de la ciencia y su ética de investigar y, por otro, la fe cristiana.

Una trágica incomprensión recíproca ha sido interpretada como el reflejo de una oposición constitutiva entre ciencia y fe.

Las aclaraciones aportadas por los recientes estudios históricos nos permiten afirmar que este doloroso malentendido pertenece ya al pasado.

Se puede extraer del asunto Galileo una enseñanza que sigue siendo válida para analizar situaciones análogas que se presentan hoy y que se pueden presentar mañana.”

 

CONCLUSIÓN

Con todo lo expuesto anteriormente, podemos llegar a la conclusión que la ciencia y la Biblia jamás pueden contradecirse.

Pues ambas, emanan de la divina sabiduría de un único Dios Creador, que no puede confundirse ni confundirnos.

Y como hemos citado al principio de este artículo, en palabras del cardenal Baronio: “El Espíritu Santo nos enseña cómo se va al Cielo, no cómo funciona el cielo”.

No hay que olvidar que el conocimiento científico es provisorio y una teoría sustituye a otra.

Como es el caso que vimos en este artículo, donde la teoría geocéntrica – más en línea con las interpretaciones bíblicas de su tiempo – fue sustituida por la heliocéntrica – menos en línea en ese momento.

O incluso al revés, cuando la teoría del big bang – más en línea con las interpretaciones bíblicas -, sustituyó a la teoría de un universo que había existido siempre – menos en línea con la Biblia.

Y tampoco hay que olvidar que el conocimiento de los secretos de la Biblia también avanza, determinando cuales afirmaciones son empíricas y cuales alegóricas.

En definitiva las tensiones son momentáneas y se deben al estado del conocimiento científico y de la interpretación del texto de la Biblia que hay en el momento.

Que más adelante es corregida, como vimos en el caso de Galileo Galilei.

Fuentes:


Informe Redactado por David Ortega Mena
Teólogo y escritor español, especializado en Economía de la Salvación

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