La tribulación que está sobre nosotros, es consecuencia de no haberle hecho caso a lo que nos vino a aconsejar la Virgen María en sus apariciones.
Ella está viniendo a la Tierra por un plan de Dios. Para ayudarnos. Para guiarnos.
Y su principal preocupación es que volvamos a Dios, que aceptemos sus mandatos y nos convirtamos, así evitamos los grandes dolores que suceden ahora y los que vendrán.
Sin embargo es desalentado dentro de la propia Iglesia que prestemos atención a lo que Ella está diciendo.
Lo cual es contradictorio con la forma en que se reveló Dios en la Biblia, con las profecías que hay allí y con la evidencia de los enormes frutos que han tenido las apariciones marianas para el desarrollo del cristianismo.
Aquí hablaremos sobre por qué las apariciones marianas están en estricta consonancia con el texto y el espíritu de la revelación de la Biblia, y cuáles son las causas del rechazo a ella que tienen algunos cristianos.
En la actualidad muchos descreen de la importancia de las revelaciones privadas, es decir de las apariciones, locuciones y visiones, de Jesucristo, de la Virgen María, etc.
Su argumento de batalla es que no añaden nada nuevo a la fe.
No consideran que aunque no añaden nada nuevo a la revelación de Jescristo en términos de la visión global de la fe, son de gran ayuda en los momentos de oscuridad que pasan las personas, los pueblos y hasta la humanidad entera, guiándonos en ese momento preciso de la historia.
Es como si dijeran, Dios hizo su trabajo dándonos las bases de la fe en la Biblia. Ahora le toca a los sacerdotes guiar a las personas, a nadie más.
Y esto es clericalismo.
Y no tienen en cuenta que el verdadero Dios, que se reveló en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, está permanentemente entre nosotros interviniendo para guiarnos, tanto a nivel personal como a nivel colectivo.
Lo hace cuando oramos y sentimos una respuesta o cuando nos suceden cosas que nos sugieren que rumbo tomar.
Por otro lado, muchos incrédulos consideran que la historia es una cosa que hacen solamente los hombres y Dios apenas aparece.
Aunque en los momentos más turbios, los seres humanos elevamos la vista al cielo para que Dios intervenga, y lo retrata bien la sabiduría popular, cuando dice «ateo hasta que el avión comienza a caer».
Por eso San Alfonso María de Ligorio le rezaba a la Santísima Virgen: «Corrígeme si no te obedeciera, porque serán para mí muy saludables los avisos que vengan de tu mano».
Sin embargo muchos sacerdotes predican a los fieles que no hay que hacer caso a las apariciones marianas, y que todo está en la Biblia, al mejor estilo protestante.
Y lo dicen al barrer, ni siquiera se fijan si el mensaje dado por la revelación contradice la sana doctrina o no.
Ni si lleva a las personas a Dios o las aleja.
Pero no se dan cuenta que la biblia, paradójicamente, es un tejido de visiones y apariciones de principio a fin.
Por ejemplo, el Nuevo Testamento comienza con la aparición de un ángel a Zacarías, luego el arcángel Gabriel se aparece a la Virgen María en la anunciación y otro ángel a los pastores en Navidad.
La Transfiguración de Cristo es acompañada por la aparición de Moisés y Elías, y un ángel asiste a Jesús durante su agonía.
Y las manifestaciones visuales de Cristo resucitado a los apóstoles, es considerado como el fundamento de la fe, de acuerdo con el apóstol Pablo (1 Cor 15).
Y en el último siglo ha habido una multiplicación sin precedentes de las apariciones, como estaba ya indicado en la Biblia.
En Hechos de los Apóstoles 2:17 San Pedro profetiza que,
«en los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños».
De modo que el cúmulo de apariciones del último siglo no es por inventos humanos, sino que está profetizado en la Biblia.
Pero además, los escépticos deberían aceptar que las apariciones marianas han sido muy importantes en la historia del cristianismo.
Por ejemplo, la aparición de la Virgen de Guadalupe es el fundamento del cristianismo en la cultura y la civilización mestiza del Nuevo Mundo, el continente católico donde reside la mitad de los bautizados de la Iglesia.
Las apariciones de Lourdes devolvieron valor a dar prioridad a los pobres, según el Evangelio y establecieron una firme esperanza en la sanidad que promete Dios, a través de las curaciones que se producen por las aguas del Santuario de Lourdes.
Y en nuestro tiempo, las apariciones de Fátima han sido una intervención de Dios para decirnos cómo salir de la opresión de un mundo que está bajo el peso aplastante de sus propios pecados.
En 1917, Nuestra Señora predijo la calamidad que le esperaba al mundo moderno a menos que hubiera una conversión general.
Sin embargo, la negativa del mundo a atender las peticiones de Nuestra Señora, y la dilación de la Iglesia para cumplir sus pedidos, es la base de la tragedia de los momentos actuales.
Las tribulaciones por las que está pasando la humanidad ahora, son consecuencia de no haberle hecho caso a la Virgen María en tiempo y forma.
Lo sufrimos nosotros pero también Dios, que no quiere que nos suceda nada malo.
Y ni que hablar de Nuestra Señora, porque es una verdadera Madre, que se apareció a sus hijos para advertirles que la marea de pecados había llegado a lo inadmisible y que si no nos corregimos vamos a tener que sufrir más.
Nos dio los remedios para solucionarlo, pero no los aceptamos.
Y sigue apareciéndose en diversos lugares de la tierra, siempre hablando de la necesidad de arrepentirnos de nuestros pecados, de conversión, de oración, etc.
Sin embargo la resistencia a las apariciones se fue consolidando en la Iglesia, básicamente como consecuencia de la prédica de los progresistas que actuaron en el Concilio Vaticano II.
Por ejemplo el cardenal Yves Congar se refirió a las apariciones marianas, considerándolas fruto del fanatismo y la explotación de la esperanza humana.
El teólogo Hans Kung, acusó a los pastorcitos Lucía, Francisco y Jacinta de herejes.
Y esta visión progresista escéptica y desdeñosa de las apariciones marianas, y de Fátima en particular, fue compartida por Juan XXIII.
Lo que explica por qué evitó revelar el mensaje de Nuestra Señora en 1960 y en su lugar impulsó el Concilio Vaticano II, en un desafío audaz del ser humano hacia Nuestra Señora.
Sin embargo no hay que cargar las tintas sobre Juan XXIII, porque se trató de algo compartido por la jerarquía vaticana hasta nuestros días.
Al punto que hemos asistido a una contrarrevolución para desarmar los pedidos reales de Nuestra Señora en Fátima, transformándola en una devoción que es sólo una cáscara sin el contenido original.
Los diversos papas han terminado con la idea de la conversión de Rusia, aunque si bien el cristianismo renació en Rusia, el país sigue gobernado de manera autocrática al estilo comunista, con purgas a opositores, y su política exterior hace alianza con todos los regímenes comunistas del mundo.
Y la Iglesia Ortodoxa Rusa sigue firme en sus herejías respecto a la fe.
También la jerarquía decidió dar por cerrado el tema del tercer secreto de Fátima, al publicar sólo una parte del mismo y no la hoja adicional, que contenía la interpretación de la Virgen sobre la visión, y que según quienes la han leído se refiere a una apostasía en la Iglesia que comenzaría por la jerarquía.
Lo cual estamos presenciando hoy.
Además no ha promovido la Comunión Reparadora de los 5 Primeros Sábados como había pedido Nuestra Señora.
Y hay un intento de transformar el Santuario de Fátima en un centro ecuménico, cuando el propio tercer secreto advertía sobre la crisis de fe por la que pasaría la Iglesia Católica.
En resumen, estamos transitando por esta tribulación porque no le hemos hecho caso a los remedios que la Santísima Virgen nos vino a dar para que no sucediera.
Ya la Biblia nos había dicho que en estos tiempos aumentarían la visiones y apariciones.
Pero los incrédulos se niegan a aceptarlas, aunque estas no contradigan nada de la fe, y la historia haya demostrado los frutos que han seguido a las apariciones marianas más populares.
Nos iría mejor si prestáramos atención a lo que la Santísima Virgen está diciendo en las apariciones, antes que a lo que están diciendo los seres humanos.
Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre el error que cometen muchos católicos, sacerdotes y laicos, rechazando a priori los mensajes marianos.
No estamos abogando para que depositemos la confianza en cualquier aparición, sino simplemente que le prestemos atención a aquellas que no tienen ningún error doctrinal y no contradicen la revelación de la Biblia.
Y esto es seguir el consejo de San Pablo, que nos dice que examinemos todo y que nos quedemos con lo bueno.
De seguro nos iría mejor que ahora.
Y me gustaría preguntarte si los católicos que conoces están atentos a las apariciones marianas o las rechazan.
MATERIAL ADICIONAL: UN TEMA CLAVE EN EL CRISTIANISMO
El afamado mariólogo Rene Laurentín dice que las apariciones parecen ser un tema clave en el cristianismo, al punto que la Biblia se estructura sobre la base de apariciones.
Dios habla y se aparece al patriarca Abraham, a Moisés y a los profetas.
Jesucristo aparece a los apóstoles Pedro y Pablo y a otros cristianos en los Hechos de los Apóstoles, en definitiva, de un extremo al otro de las Escrituras.
Las apariciones de Cristo resucitado son la culminación y el cumplimiento del Evangelio.
Y, como enseña el apóstol Pablo (1 Cor 15), son el fundamento de la fe.
Sin embargo la nueva tendencia clerical es desestimular estos eventos sobrenaturales.
Las apariciones de la Virgen son el origen de muchos santuarios y peregrinaciones importantes (Guadalupe, Aparecida, La Salette, Lourdes, Fátima) y ocupan, por diversas razones, una posición importante en la actualidad.
La literatura sobre las apariciones se ha incrementado en una escala sin precedentes, a partir del debate de los años 80.
Todo esto parece que les reserva un lugar de honor.
Pero aún permanecen en la Iglesia católica como un signo de contradicción (Lc 2,35), con excepción de las que surgen al final de los conflictos y que dan lugar a los mayores santuarios de la cristiandad.
«Cuando el niño aparece, el círculo de la familia aplaude con alegría «, escribió Víctor Hugo.
«Cuando la Virgen se aparece», el círculo de la familia no aplaude, sino que se ve perturbado e inquieto.
En Lourdes, diez días después de la primera aparición, 21 de febrero de 1858, la policía de la aldea coge a Bernadette Soubirous de la capa y la arrastra para presentarla al comisario de policía Jacomet para tempestuosos interrogatorios, y más tarde al fiscal imperial Dutour y al juez Ribes.
El estado se movilizó para reprimir, desde prefecto al ministro del emperador Napoleón III.
En Pontmain (1871) el General de Charrette amenazó a los niños con su sable.
En Fátima, a los jóvenes videntes se le ordenó que se retractaran, y fueron encarcelados después para prevenir la aparición de 13 de agosto de 1917.
Y así sucesivamente, en una serie abundante de hechos.
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