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Los Dolores de la Pasión de María en Semana Santa.

El silencio se apodera de las iglesias. Los crucifijos se cubren con velos morados. 

La Semana Santa se aproxima, y con ella, un tiempo de reflexión sobre el sacrificio de Cristo y el dolor inimaginable que soportó Su madre, la Virgen María.

El Viernes anterior al Domingo de Ramos es tradicional que los cristianos mediten sobre los Dolores de María.

Aquí recorreremos juntos los Dolores que la Virgen María padeció en la Pasión de Jesús. 

Descubriremos las visiones sobrenaturales que inspiraron esta devoción, las tradiciones que los rodean, y las promesas que la Santísima Virgen ha hecho a quienes mediten sus dolores.

Un viaje de fe, de reflexión y de esperanza para comprender más plenamente la Semana Santa. 

Y un camino para acercarnos a la Madre de Dios y encontrar en Ella la fuerza y el consuelo que necesitamos en nuestras propias vidas.

A partir del quinto domingo de cuaresma se produce la velación de las imágenes en las iglesias y comienza lo que popularmente se llama la Semana de los Dolores.

En los templos se cubren los crucifijos, las cruces, y las imágenes, hasta el Viernes Santo, cuando se celebra la Pasión del Señor.

Se trata de una antigua costumbre, qué sin embargo se ha ido desvaneciendo con el tiempo.

En esta semana, previa a Semana Santa, se recuerdan especialmente los Dolores de María, una devoción dictada directamente por Nuestro Señor y por la Santísima Virgen a numerosos místicos.

Especialmente el Viernes anterior al Domingo de Ramos, se celebra esta tradición de los Dolores de María.

En algunas regiones es considerado como el inicio de la Semana Santa, por comenzar allí los desfiles procesionales.

Hay muchos místicos que sostienen que la Virgen María estuvo presente al lado de Jesús durante la Pasión, aunque los evangelios no lo mencionan.

Estas visiones fueron las que inspiraron la iconografía que conocemos como la Pietá, la Virgen inclinada sobre Su hijo abrazándolo, cuándo ha sido bajado de la cruz.

Cuenta San Alfonso María de Ligorio, que María estuvo dispuesta a sufrir cualquier dolor, antes que ver almas no redimidas o dejadas en su antigua perdición. 

Y se puede decir que este fue el único consuelo de Ella en medio de su gran dolor por la Pasión de Su Hijo, ver al mundo perdido redimido por Su muerte, y a los hombres, que eran sus enemigos, reconciliados con Dios.

San Bernardino dijo que si todos los dolores del mundo estuvieran unidos, no igualarían a los de la Santísima Virgen.

Y a los Servitas, a Santa Brígida y en las apariciones de Kibeho, Nuestra Señora dictó Coronillas para rezar por sus Dolores.

A San Anselmo de Canterbury, la Santísima Virgen le contó que Jesús abrumado por el dolor y la angustia le dijo cuando la encontró en la Vía Dolorosa,

“Te doy gracias, Madre mía, por los innumerables beneficios que me has concedido y por las pruebas, tribulaciones y privaciones que has soportado durante Mi causa. 

Porque fuiste tú quien alimentó el templo de Mi cuerpo mortal con cuidado maternal. Y ahora, en Mi hora de dolor y deshonra, no Me habéis abandonado. 

Tampoco te has dejado vencer por la vergüenza o el miedo, aunque ahora estoy reducido a ser objeto de desprecio de todos”.

Y Ana Catalina Emmerich cuenta que después de ese encuentro con Jesús, Ella se desplomó sin conocimiento.

Y reveló que luego de la muerte de Jesús, María y las otras mujeres recorrían diariamente la Vía Dolorosa que había recorrido Su hijo, sin preocuparse de las mofas del populacho. 

Había grabado vivamente en su alma todos los lugares, y decía a sus acompañantes cuáles eran los lugares sagrados. 

Besaban el suelo donde Jesús cargó la cruz y hacían todo el camino de la Pasión del Señor venerando todos los lugares donde había padecido.

La Santísima Virgen dirigía las paradas de este Vía Crucis, mientras a la vez lo veía y sentía interiormente.

Procuraban pisar en las propias huellas de Jesús, e incluso María había contado los pasos entre los lugares. 

Así nació la devoción del Vía Crucis.

Que luego Ella misma perfeccionó en la parte de atrás de la casa de Éfeso, donde vivía con San Juan. 

Y luego, los Dolores de María y las frecuentes visitas a los Santos Lugares de la Pasión, fueron motivo continuo de las meditaciones del apóstol San Juan, que había sido quince años custodio de María.

Y pocos años después de la muerte de María, cuando seguía llorando, Nuestro Señor se le apareció a San Juan acompañado de Su Madre.

Y como pago de aquel fiel recuerdo, Jesús accedió a lo que había solicitado María, una gracia especial en favor de los que conmemoran los dolores sufridos por Ella.

Y otorgó cuatro gracias especiales a los que practiquen esta devoción, que luego le fueron repetidas a Santa Isabel de Hungría.

Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de Sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.

Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.

Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el cielo.

Y encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.

Nuestro Señor también le dijo a la Beata Verónica de Binasco, que las lágrimas derramadas por los dolores de Su Madre le eran más agradables que las derramadas por Su Pasión.

Y Nuestra Señora dijo a Santa Brígida de Suecia que otorgaría siete gracias a aquellas almas que la honraran diariamente rezando siete Avemarías mientras meditaran en sus lágrimas y dolores

Concederé la paz a sus familias.

Serán iluminados acerca de los Misterios divinos.

Los consolaré en sus dolores y los acompañaré en su trabajo.

Les daré todo lo que pidan, siempre que no se oponga a la voluntad de Mi Hijo ni a la santificación de sus almas.

Los defenderé en sus batallas espirituales con el enemigo infernal y los protegeré en cada instante de sus vidas.

Los ayudaré visiblemente en el momento de su muerte.

Y aquellos que propaguen esta devoción a Mis lágrimas y dolores, serán llevados directamente de esta vida terrenal a la felicidad eterna, ya que todos sus pecados serán perdonados.

Y un día que Santa Catalina de Bolonia lloraba meditando los Dolores de la Santísima Virgen, vio de pronto a su lado dos ángeles que lloraban con ella.

Y el 10 de diciembre de 1925 Nuestra Señora y Jesús se aparecieron en el convento de Pontevedra, a Sor Lucía de Fátima.

Jesús le dijo “ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre, cubierto de espinas y no hay quien haga un acto de reparación para quitárselas”.

Y entonces la Santísima Virgen le dictó el acto de reparación de los Primeros Sábados.

A todos aquellos que el primer sábado de cinco meses consecutivos se confiesen, comulguen, reciten cinco decenios del Rosario, y me hagan compañía durante quince minutos mientras meditan el Rosario, con la intención de repararme y consolarme, les prometo asistir en la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación.

Bueno hasta aquí lo que queríamos contar sobre la memoria que los cristianos hacen la semana antes de Semana Santa a los Dolores de María, y que se trata de una devoción que no es de creación humana sino que vino dictada del Cielo.

Y me gustaría preguntarte si recitas algunas veces por lo menos el Vía Crucis o alguna coronilla a los 7 Dolores de María o meditas sobre Sus Dolores, o no.

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