La zona más violenta del mundo.
Muchas veces solemos pensar que el catolicismo no se debe ocupar del tema de la criminalidad y la violencia, sino sólo de la fe; pero nada más lejos de la realidad. La criminalidad hoy es uno de los problemas centrales del mundo de habla hispana. La región de Latinoamérica y el Caribe es la más violenta del mundo, dicen todos los estudios. La Iglesia se ha ocupado de mediar entre las bandas en varios países de Centroamérica, en Argentina se ha involucrado en hacer frente a los problemas de la droga, y el mismo Francisco llegó a excomulgar a la mafia de Calabria hace 15 días. Por eso no ocupamos del tema.
En las últimas dos décadas, Latinoamérica y el Caribe han pasado por una tremenda agitación. Si bien la región se ha alejado de las guerras civiles hacia democracias representativas, y ha experimentado un crecimiento en el tamaño de su clase media, así como un importante crecimiento económico, incluso en medio de una recesión mundial, también se ha convertido en el lugar más violento del planeta. Las cinco principales naciones más homicidas en el mundo están en América, cuatro de ellas en Centroamérica.
Parte de la explicación de esta dicotomía se encuentra mirando a los mercados criminales en sí. Nuevos mercados de drogas, en particular de cocaína, en Europa, Asia y África, han llevado a los grupos criminales a cambiar sus rutas, socios y medios de transporte. Los cambios resultantes han coincidido con una mejor aplicación de la ley y con leyes más estrictas que regulan, por ejemplo, el movimiento de dinero. Las organizaciones criminales más grandes han respondido al cambiar su ubicación y modus operandi, dando así más poder a los grupos criminales de menor nivel, en países de todo el continente americano.
Estos grupos criminales de menor nivel han aumentado su tamaño y sofisticación, y han ayudado a los mercados criminales locales desarrollados, en particular alrededor del tráfico de drogas. El resultado es un panorama criminal en Latinoamericana y el Caribe que se ha vuelto más fragmentado, violento y diversificado en los últimos años.
CARACTERÍSTICAS COMUNES DE LAS ORGANIZACIONES CRIMINALES
En los últimos años las organizaciones criminales han proliferado en Latinoamericana y el Caribe. Aunque varían desde pandillas callejeras a insurgencias, desde organizaciones de tráfico de drogas (OTD) a mafias paramilitares, quienes comparten algunas características comunes:
1) se aprovechan de la debilidad de las instituciones del gobierno para controlar el territorio físico;
2) parecen prosperar donde han surgido nuevas economías criminales y donde pueden diversificar sus portafolios;
3) emplean la violencia y la amenaza de violencia para lograr sus objetivos, ya sean políticos, criminales o de otro tipo.
Los indicadores económicos y las tendencias macropolíticas apuntan a un mayor desarrollo y mayor participación ciudadana en los gobiernos de la región, pero esto no se ha traducido en una mayor seguridad ciudadana. En muchos sentidos, esta dicotomía va en contra de la sabiduría convencional de que más democracia, más crecimiento económico y menos guerra convencional, resultan en menos crimen.
EVOLUCIÓN CRIMINAL: NUEVOS MERCADOS PARA LAS DROGAS
Hay una serie de dinámicas y tendencias en el hampa que están influyendo en los niveles de violencia. La primera es la aparición de nuevos mercados para las drogas.
Las organizaciones criminales transnacionales (OCT) – grupos criminales de Nivel 1 (Tier 1)- son, principalmente, grupos económicos. Algunos tienen redes muy planas y horizontales. Otros son jerárquicos. Todas ellos obedecen, sobre todo, a las fuerzas del mercado.
En este sentido, varios nuevos mercados están cambiando la forma en que estas organizaciones criminales operan y mueven drogas ilícitas, en particular la cocaína, que sigue siendo uno de los mayores generadores de dinero en el mundo.
En primer lugar, el mercado europeo, que actualmente representa casi una cuarta parte de la cocaína consumida a nivel mundial, se ubica justo por debajo del mercado de Estados Unidos, según el «Informe Mundial sobre las Drogas 2013» de la ONUDD. Según la ONUDD, un pico particularmente preocupante puede ser visto en el oriente y el sudeste de Europa, donde las tasas de consumo se han más que duplicado desde 2004 y 2005 (ver gráfico ONUDD abajo).
En segundo lugar, los mercados de Asia, Oceanía, África y Latinoamérica están creciendo muy rápidamente. La ONUDD dice que el mercado de Asia se ha triplicado desde 2004 y 2005, mientras que los de Latinoamérica, África y Oceanía se han más que duplicado. África cuenta con alrededor de la mitad del número de consumidores de cocaína de Europa Occidental y Central, dice la ONUDD. Por su parte, la región de Latinoamérica y el Caribe tiene casi el mismo número de consumidores que Europa Occidental y Central. Al mismo tiempo, la tasa de consumo en Estados Unidos se ha reducido considerablemente (ver gráfico ONUDD abajo).
Estos cambios tienen profundas implicaciones para el hampa. Para empezar, cambian las rutas a través de las cuales se mueven estas drogas. Aunque la coca se cultiva en un área relativamente reducida de los Andes de Sudamérica -y la mayor parte de la coca procesada en cocaína se procesa cerca de esa zona- están cambiando las vías por las cuales la cocaína llega a su mercado final. Brasil y Argentina se han convertido en puntos de embarque particularmente populares para la cocaína con destino a Europa. Pero los países del Caribe y aquellos que cada vez hacen más negocios con Asia también son importantes puentes para los nuevos mercados. El resultado es lo que la ONUDD llama el «efecto de propagación, donde la disponibilidad de la droga, los precios relativamente bajos y la proximidad a la fuente en los países de producción y tránsito puede jugar un papel en el aumento de su uso.»
VIGILANCIA Y FRAGMENTACIÓN DE GRUPOS
Sin embargo, la disponibilidad por sí sola no es el único motor de un mayor consumo. El efecto de propagación es ayudado por otros dos factores importantes: 1) el aumento en la vigilancia internacional, y en algunos casos local, sobre el flujo de dinero y 2) una fragmentación de los propios grupos criminales.
En los últimos años, muchos gobiernos han implementado leyes contra el lavado de dinero e impuesto sanciones más estrictas a los bancos por no adherirse al protocolo básico de aceptar clientes y de reportar actividades sospechosas.
A medida que los gobiernos aumentan su capacidad para hacer seguimiento a los flujos de dinero, los grupos de Nivel 1 han tratado de disminuir el riesgo de perder este dinero, simplemente completando sus transacciones con contratistas locales – organizaciones de Nivel 2- con contribuciones en especie en lugar de dinero en efectivo. Esto ha aumentado la disponibilidad de cocaína a través de las rutas de transporte, ya que estas organizaciones de Nivel 2, incluyendo tanto a las pandillas callejeras como a los grupos criminales locales, transforman su producto en formas más consumibles para el mercado local.
Esto también ha cambiado a los grupos criminales de Nivel 2, a su relación con sus contratistas de Nivel 1, y a sus relaciones entre sí. Con una nueva economía criminal en línea, estas organizaciones criminales de Nivel 2 de repente tienen acceso a recursos financieros sin precedentes. Y con más en juego, hay una creciente necesidad de grupos mejor organizados. Una de las herramientas principales que utilizan estos grupos para mantener a raya a las otras organizaciones es la amenaza de la fuerza. Por lo tanto, el reclutamiento aumenta inevitablemente, al igual que la adquisición de armas. Las organizaciones de Nivel 2 también han adquirido infraestructura, entrenamiento y nuevos aliados en importantes instituciones gubernamentales.
Este proceso de maduración no es lineal. Algunos grupos, sobre todo las pandillas callejeras, buscan el control del territorio como medio principal de control del nuevo mercado. Otros grupos utilizan su mayor riqueza para infiltrar al Estado. Ambos grupos consideran que más recursos también significan más fricciones dentro de sus propias organizaciones y a menudo con sus contratistas. El resultado es una dinámica violenta de varias capas: peleas entre grupos de Nivel 2 por el control de la economía criminal local, peleas dentro de las organizaciones criminales de Nivel 2, y peleas entre organizaciones de Nivel 1 y Nivel 2.
Esta fragmentación del hampa se ha acelerado durante los últimos años. Las siete organizaciones criminales principales de México, ahora se han convertido en «entre 60 y 80», según el último conteo de la Procuraduría General de la República (PGR) de México. Las cuatro principales facciones paramilitares de Colombia se convirtieron en docenas. Desde entonces han vuelto a recurrir a una de las facciones principales, esta facción trabaja en un modelo que se basa en la mano de obra contratada del Nivel 2,donde la violencia continúa en niveles históricos. En Argentina, los grupos criminales locales están proliferando en su intento por controlar el floreciente mercado de consumo local. Rosario, la ciudad más grande de la provincia central de Santa Fe, y una conocida ruta de tránsito, se ha convertido en la zona urbana más violenta del país.
OTROS TRES FACTORES QUE ACELERAN EL PROCESO
El primero es un cuerpo de seguridad más eficaz. Colombia y México son, en cierto modo, víctimas de su propio éxito. Ambos países han sido muy eficaces en la eliminación de los jefes de los grupos criminales de Nivel 1.
En México, por ejemplo, el presidente Calderón puede haber fallado en algunos aspectos, pero entre 2009 y 2012 su administración capturó a 25 de los 37 de los más buscados del país.
El denominado enfoque en los “capos» requiere mejor inteligencia, coordinación y táctica. También conduce a la atomización de estas organizaciones criminales más grandes, cuya infraestructura local a menudo participa en estas nuevas economías criminales locales. La lucha por el control de los mercados locales e internacionales entonces se duplica y adopta un enfoque de múltiples capas, similar a lo que se describió anteriormente. Esto parece ser lo que ha ocurrido con los grupos criminales más grandes de México, en particular con el Cartel del Golfo y los Zetas.
El aumento en la aplicación de la ley y las luchas internas conducen a un segundo impacto perverso en la región: la migración criminal. Las organizaciones de Nivel 1 de lugares como Colombia y México han trasladado sus operaciones a zonas donde pueden operar con relativa seguridad, tanto del Estado como de sus rivales. Honduras representa un ejemplo importante en cuanto a esto. Allí, elementos del Cartel de Sinaloa y otros parecen haber establecido su base principal de operaciones para mover la cocaína a los mercados primarios. Junto con poderosas organizaciones criminales locales, han corrompido a la policía y al ejército, y cooptado a la élite política y económica.
Por último, la aparición de una nueva clase de consumidores ha impulsado algunas de estas batallas. El crecimiento económico no ocurre en el vacío, y, como Estados Unidos y Europa saben muy bien, el consumo de drogas aumenta cuando la renta disponible aumenta. De esta forma, aunque una clase media creciente en Latinoamérica y el Caribe es un indicador importante para el desarrollo, también es un importante motor de consumo de drogas recreativas. Como se ha señalado, ese aumento en el consumo de drogas ha fomentado la aparición de nuevas economías criminales, y ha ayudado a que las organizaciones de Nivel 2 ganen tracción y provoquen más conflictos entre sí, con sus rivales y, en algunos casos, con las organizaciones de Nivel 1.
Fuentes: Insight Crime, Signos de estos Tiempos