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La cosa se juega desde la entrada al seminario.
El Papa Francisco considera clave para la iglesia el accionar de los curas, es más, es quizás una de las partes más importantes en su reforma de la Iglesia. El viernes pasado agregó un tema más al perfil del sacerdote que ha venido explicando desde que inició su pontificado, Habló sobre la necesidad de los obispos de discernir sobre la verdadera vocación de cada seminarista, para que no se creen problemas.

 

liderazgo de francisco

 

Anteriormente había explicado su visión sobre lo que debe ser un sacerdote. Había hablado sobre el sacerdote confesor, el famoso concepto de pastores “con olor a oveja”, cercanos al pueblo, alejados del carrerismo y del clericalismo, y especialmente se refirió a los Obispos pidiéndoles que no fueran como “príncipes”.  

DISCERNIR SOBRE LAS VOCACIONES

El Papa Francisco recibió el viernes pasado a los participantes de la Plenaria de la Congregación para el Clero y les dirigió su discurso sobre tres temas: vocación, formación y evangelización.

“La vocación” -ha dicho el Papa- “es realmente un tesoro que Dios pone desde siempre en el corazón de algunos hombres, elegidos por Él y llamados a seguirle en este estado de vida especial. Este tesoro que debe ser descubierto y sacado a la luz, no está hecho para enriquecer solo a algunos. Quien es llamado al ministerio no es dueño de su vocación, sino administrador de un don que Dios le ha confiado por el bien de todo el pueblo, es más, de todos los hombres, incluso de aquellos que se han alejado de la práctica religiosa o no profesan la fe en Cristo”.

Francisco ha añadido que

“al mismo tiempo, toda la comunidad cristiana debe proteger el tesoro de estas vocaciones, destinadas a su servicio y tiene la tarea de promoverlas, acogerlas y acompañarlas con afecto”.

Y entró de lleno a dar un mensaje sobre cómo cuidar las vocaciones y un llamado a discernir las vocaciones de los postulantes a sacerdote.

Francisco reconoció que

“necesitamos sacerdotes, faltan las vocaciones. El Señor llama pero no es suficiente. Y nosotros obispos, tenemos la tentación de tomar sin discernimiento los jóvenes que se presentan. ¡Esto es un mal para la Iglesia!”

“Por favor, estudiar bien el recorrido de una vocación. Examinar bien si aquél es del Señor, si aquel hombre es sano, si aquel hombre es equilibrado, si aquel hombre es capaz de dar vida, de evangelizar, si aquel hombre es capaz de formar una familia y renunciar a esto para seguir a Jesús. Hoy tenemos tantos problemas, y en tantas diócesis por este engaño de algunos obispos de tomar a quienes vienen – a veces expulsados de los seminarios o de las casas religiosas – porque necesitan sacerdotes. ¡Por favor! Pensar bien en el pueblo de Dios”.

El Santo Padre explicó luego la importancia de formarse bien y con cuidado:

“la formación, por eso, no es un acto unilateral, con el cual alguien transmite nociones teológicas o espirituales. Jesús no dijo a cuantos llamaba: ‘ven, te explico’, ¡no! o ‘sígueme, te instruyo’, ¡no!; la formación ofrecida por Cristo a sus discípulos ha sucedido en cambio, a través de un ‘ven y sígueme’, ‘haz como yo hago’, y éste es el método que también hoy la Iglesia quiere adoptar para sus ministros. La formación de la que hablamos es una experiencia discipular que acerca a Cristo y permite de asemejarse siempre más a Él”.

El Papa resaltó asimismo que

“la formación, como discipulado, acompaña toda la vida del ministro ordenado y abarca integralmente su persona, intelectualmente, humanamente y espiritualmente. La formación inicial y aquella permanente son diferentes porque necesitan modalidades y tiempos diferentes, pero son las dos mitades de una misma realidad, la vida del discípulo clérigo, enamorado de su Señor y constantemente en su seguimiento”.

Francisco también ha hablado de la evangelización cómo el fin preciso de la vocación.

“Toda vocación es para la misión y la misión de los ministros ordenados es la evangelización, en todas sus formas”.

Y ha añadido que,

“la primera forma de evangelización es el testimonio de fraternidad y comunión entre los mismos sacerdotes y con el obispo» y les ha mencionado que se trata de »ser» curas y no de limitarse a »actuar» como curas, de ser libres de cualquier mundanidad espiritual, conscientes de que su vida de evangelización está antes que sus obras.

Estos conceptos vertidos por Francisco sobre el discernimiento de las vocaciones sacerdotales se une con lo que ha dicho Francisco en su pontificado sobre cual entiende que debe ser el perfil del verdadero pastor de almas, como un punto central en la reforma de la Iglesia.

EL SACERDOTE CONFESOR

Francisco ha hablado del sacramento de la confesión, recordando que Jesús dio a los apóstoles “el poder de perdonar los pecados”.

Al reflexionar sobre la figura del confesor, Bergoglio añadió:

“El perdón de Dios que se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote; también él un hombre que, como nosotros, necesita la misericordia, se hace realmente instrumento de misericordia, dándonos el amor sin límites de Dios Padre. También los sacerdotes deben confesarse, incluso los obispos: todos somos pecadores. ¡Incluso el Papa se confiesa cada quince días, porque el Papa es también un pecador!”.

“Sean pastores y no funcionarios. Mediadores y no intermediarios”.

PASTORES CON OLOR A OVEJA

Francisco también ha pedido a los párrocos que aprendieran de memoria no solo el nombre de sus parroquianos, sino “incluso los de los perros”, de los animales domésticos. Una manera para decir que el pastor debe estar cerca de su rebaño.

“Esto es lo que les pido: que sean pastores con ‘el olor de las ovejas’, pastores en medio del propio rebaño, y pescadores de hombres”, dijo Francisco el 28 de marzo, durante la homilía de la misa crismal.

“Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando baja como el óleo de Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones límites, “las periferias” donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión de los que quieren saquear su fe. Nos lo agradece porque siente que hemos rezado con las cosas de su vida cotidiana, con sus penas y alegrías, con sus angustias y sus esperanzas. Y cuando siente que el perfume del Ungido, de Cristo, llega a través nuestro, se anima a confiarnos todo lo que quieren que le llegue al Señor: “Rece por mí, padre, que tengo este problema…”. “Bendígame, padre”, y “rece por mí” son la señal de que la unción llegó a la orla del manto, porque vuelve convertida en súplica”.

Los sacerdotes, aún siendo célibes, deben ser padres. El “deseo de paternidad” está inscrito en las fibras más profundas de un hombre, explicó el.

Hablando de las fatigas del sacerdote, durante el encuentro con el clero romano el Papa había explicado:

“Cuando un sacerdote está en contacto con su pueblo, se fatiga. Cuando un sacerdote no está en contacto con su pueblo, se fatiga pero mal y, para ir a dormir debe tomarse una pastilla, ¿no? En cambio, el que está en contacto con su pueblo (¡porque el pueblo verdaderamente tiene muchas exigencias!, pero son las exigencias de Dios, ¿no?), ese se fatiga en serio, ¿eh?; y no necesita pastillas”.

SIN DISTANCIA CON SU PUEBLO 

El propuesto es un modelo de pastor que no crea ninguna distancia, que no vive separado, que no se considera el “administrador” de los bienes de la gracia, que no tiene la preocupación de “regular” la fe de las personas sino, más bien, de facilitarla, que no se ocupa excesivamente de las cuestiones de “moda eclesiástica” y no se preocupa demasiado por su imagen. Vive unido a Dios y por este motivo completamente dedicado al servicio de los fieles que le fueron encomendados.

Deriva de esta cercanía, de este compartir, la indicación sobre la sobriedad que el Papa pronunció ante los jóvenes seminaristas y religiosos el pasado 6 de julio:

“Me duele cuando veo a una monja o a un sacerdote con un coche último modelo. No se puede ir con coches costosos. El coche es necesario, para hacer muchos trabajos, pero pretendan uno humilde. Si quieren uno bonito, piensen en los niños que mueren de hambre”.

 LOS OBISPOS NO DEBE SER PRÍNCIPES

Las características del sacerdote indicadas por Francisco también aparecen en el perfil del obispo que ha ido trazando durante estos meses. En un vídeo-mensaje enviado a la Ciudad de México, al Congreso sobre la Evangelización en América, el Papa habló del obispo como

“pastor que conoce por su nombre a sus ovejas, las guía con cercanía, con ternura, con paciencia, manifestando efectivamente la maternidad de la Iglesia y la misericordia de Dios”.

El verdadero pastor, explicó, no tiene la actitud “del príncipe o del mero funcionario” que se preocupa principalmente por la disciplina, por las reglas, por los mecanismos organizativos;

“esto siempre lleva a una pastoral distante de la gente, incapaz de favorecer y de obtener el encuentro con Cristo y el encuentro con los hermanos”.

Francisco también habló sobre la importancia para los obispos de la formación de sacerdotes que sean capaces de estar cerca,

“que sepan encender los corazones de la gente, caminar con ellos, entrar en diálogo con sus esperanzas y con sus temores”.

NO AL CARRERISMO

En diferentes ocasiones, Bergoglio ha aludido a la enfermedad del carrerismo:

“Nosotros los pastores no seamos hombres con “psicología de príncipes”, hombres ambiciosos, que son esposos de una Iglesia, mientras esperan otra más bonita, más importante o más rica. ¡Estén muy atentos para no caer en el espíritu del carrerismo!”.

“¡Eviten el escándalo –añadió– de ser “obispos de aeropuerto”! Sean pastores acogedores, en camino con su pueblo”.

EVITEN EL CLERICALISMO 

Otro de los males que aflige a la Iglesia, y que a veces va de la mano del carrerismo, es el clericalismo, una “tentación”, como lo definió Francisco en el vídeo-mensaje que envió a México, que daña mucho a la Iglesia.

“La enfermedad típica de la Iglesia replegada hacia sí misma es la autoreferencialidad: verse al espejo, curvarse sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado”.

Carrerismo y clericalismo, enfermedad esta última que a veces incluso se transmite a los fieles laicos, que pueden llegar a desear ser “clericalizados”, son cadenas que impiden salir, afrontar los desafíos de la evangelización en mar abierto a la que ha llamado el Papa.

Fuentes: ACI Prensa, Vatican Insider, Signos de estos Tiempos

 

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