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En la Cuaresma de 1923, Nuestro Señor reveló a sor Josefa Menéndez los sentimientos de su corazón durante su Sagrada Pasión.
Sor Josefa recibía de rodillas las confidencias de su Maestro y mientras El hablaba, las escribía.
Estas páginas contienen, en parte, esas divinas confidencias.
Josefa, Esposa y víctima de mi Corazón, voy a hablarte de mi Pasión, para que sea el objeto constante de tu pensamiento y de mis confidencias
con las almas.
LAVATORIO DE LOS PIES
22 de febrero de 1923
Voy a empezar por descubrirte los sentimientos que embargaban mi Corazón cuando lavé los pies a mis apóstoles.
Fíjate bien que reuní a los doce. No quise excluir a ninguno. Allí se encontraban Juan, el discípulo Amado, y Judas, el que dentro de poco había de entregarme a mis enemigos.
Te diré por qué quise reunirlos a todos, y por qué empecé por lavarles los pies.
Los reuní a todos, porque era el momento en que mi Iglesia iba a presentarse en el mundo, y pronto no habría más que un sólo Pastor para todas las ovejas.
Quería también enseñar a las almas, que aún cuando estén cargadas de los pecados más atroces, no las excluyo de las gracias, ni las separo de mis almas más amadas; es decir, que a unas y a otras las reúno en mi Corazón y les doy las gracias que necesitan.
¡Qué congoja sentí en aquel momento, sabiendo que en el infortunado Judas estaban representadas tantas almas que reunidas a mis pies y lavadas muchas veces con mi Sangre habían de perderse!…
Sí, en aquel momento quise enseñar a los pecadores, que no porque estén en pecado deben alejarse de Mí, pensando que ya no tienen remedio y que nunca serán amados como antes de pecar. No, ¡pobres almas! ¡No son estos los sentimientos de un Dios, que ha derramado toda su Sangre por vosotras!…
¡Venid a Mí todos!, y no temáis porque os amo; os lavaré con mi Sangre y quedaréis tan blancos como la nieve. Anegaré vuestros pecados en el agua de mi misericordia y nada será capaz de arrancar de mi Corazón el amor que os tengo…
Josefa, déjate penetrar del más ardiente deseo de que todas las almas y sobre todo los pecadores vengan a purificarse en el agua de la penitencia…, que se penetren de sentimientos de confianza y no de temor, porque soy Dios de misericordia y siempre estoy dispuesto a recibirlas en mi Corazón.
EL CENÁCULO
25 de febrero
Vamos a proseguir nuestros secretos de amor.
Hoy te diré una de las razones que me indujeron a lavar los pies a mis apóstoles antes de la cena.
Fue, primeramente, para mostrar a las almas cuánto deseo que estén limpias y blancas cuando me reciben en el Sacramento de mi Amor.
Fue también para representar el Sacramento de la Penitencia, en el que las almas que han tenido la desdicha de caer en el pecado, pueden lavarse y recobrar su perdida blancura.
Quise lavarles Yo mismo los pies, para enseñar a las almas que se dedican a los trabajos apostólicos, a humillarse y tratar con dulzura a los pecadores y a todas las almas que les están confiadas.
Quiero ceñirme con un lienzo para indicarles que para obtener buen éxito con las almas, hay que ceñirse con la mortificación y la propia abnegación. También quise enseñarles la mutua caridad y cómo se deben lavar las faltas que se observan en el prójimo, disimulándolas y excusándolas siempre, sin divulgar jamás los defectos ajenos.
En fin, el agua que derramé sobre los pies de mis apóstoles, era imagen del celo que consumía mi Corazón, en deseos de la salvación de los hombres.
En aquel momento, próxima ya la Redención del género humano, mi Corazón no podía contener sus ardores, y como era infinito el Amor que sentía por los hombres, no quise dejarlos huérfanos.
Para vivir con ellos hasta la consumación de los siglos y demostrarles mi Amor, quise ser su aliento, su sostén, su vida, su todo…
¡Ah! ¡Cómo quisiera hacer conocer los sentimientos de mi Corazón a todas las almas! ¡Cuánto deseo que se penetren del amor que sentía por ellas, cuando en el Cenáculo instituí la Eucaristía!
En aquel momento vi a todas las almas, que en el transcurso de los siglos habían de alimentarse de mi Cuerpo y de mi Sangre y los efectos divinos producidos en muchísimas…
¡En cuántas almas esa Sangre inmaculada engendraría la pureza y la virginidad! ¡En cuántas encendería la llama del amor y del celo! ¡Cuántos mártires de amor se agrupaban en aquella hora ante mis ojos y en mi Corazón!.. ¡Cuántas otras almas, después de haber cometido muchos y graves pecados, debilitadas por la fuerza de la pasión vendrían a Mí para renovar su vigor con el Pan de los fuertes!
¡Ahí ¡Quién podrá penetrar los sentimientos de mi Corazón en aquellos momentos! Sentimientos de Amor, de gozo, de ternura… Mas…, ¡cuánta fue también la amargura que embargó mi Corazón!
Continuaré, Josefa. Vete en paz. Consuélame y no temas; porque mi Sangre no se ha agotado, y ella purifica tu alma…
LA EUCARISTÍA Y LOS PECADORES
2 de marzo
Quiero manifestar a mis almas la amargura de que estaba poseído mi Corazón durante la última Cena. Pues si era grande mi alegría de hacerme compañero de los hombres hasta el fin de los siglos, y alimento divino de las almas y veía cuántas me rendirían homenaje de adoración, de reparación y de amor…, no fue menor la tristeza que me causó el ver cuántas habían de abandonarme en el
Sagrario, y cuántas no creerían en la presencia real.
¡En cuántos corazones manchados por el pecado tendría que entrar y cómo mi Carne y mi Sangre, así profanadas, habían de convertirse en causa de condenación para muchas almas!…
¡Ah! ¡Cómo vi en aquel momento todos los sacrilegios y ultrajes y las tremendas abominaciones que habían de cometerse contra Mí. ¡Cuántas horas habría de pasar solo en el Sagrario!… ¡Cuántas noches!… ¡Cuántas almas rechazarían los llamamientos amorosos que desde esa morada les dirigiría!…
Por amor a las almas, me quedo prisionero en la Eucaristía para que en todas sus penas y aflicciones puedan venir a consolarse con el más tierno de los corazones, con el mejor de los padres, con el amigo más fiel. Más. ¡Ese Amor que se deshace y se consume por el bien de las almas, no ha de ser correspondido!…
Habito en medio de los pecadores para ser su salvación y su vida, su médico y su medicina en todas las enfermedades de su naturaleza corrompida, y ellos, en cambio, se alejan de Mí, me ultrajan y me desprecian…
¡Pobres pecadores! No os alejéis de Mí… Os espero día y noche en el Sagrario… No os reprenderé vuestros crímenes…, no os echaré en cara vuestros pecados… Lo que haré será lavaros con la Sangre de mis Llagas; no temáis… Venid a Mí… ¡No sabéis cuánto os amo!..
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Y vosotras, almas queridas…, ¿por qué estáis frías e indiferentes a mi Amor? Sé que tenéis que atender a las necesidades de vuestra familia, de vuestra casa, y que el mundo os solicita sin censar…; pero, ¿no tendréis un momento para venir a darme una prueba de amor y de agradecimiento?… No os dejéis llevar de tantas preocupaciones inútiles, y reservad un momento al Prisionero de Amor.
Si vuestro cuerpo está débil y enfermo, ¿no procuráis hallar un momento para ir a buscar al médico que debe curaros? Venid al que puede haceros recobrar las fuerzas y la salud del alma… Dad una limosna de amor a este Mendigo Divino que os espera, os llama, y os desea.
LA EUCARISTÍA Y LAS ALMAS CONSAGRADAS
6 de marzo.
Josefa, voy a hablarte del mayor Misterio de Amor hacia mis almas escogidas y consagradas.
En el momento de instituir la Eucaristía vi presentes a todas las almas privilegiadas que habían de alimentarse con mi Cuerpo y con mi Sangre y los diferentes efectos producidos en ellas. Para unas, sería remedio a su debilidad; para otras, fuego que consumiría sus miserias y las inflamaría en amor.
¡Ah!… Esas almas reunidas ante Mí serán como un inmenso jardín en el que cada planta produce diferente flor; pero todas me recrean con su perfume. Mi Sagrado Cuerpo será el sol que las reanime. Me acercaré a unas para consolarme, a otras para ocultarme, en otras descansaré. Si supierais, almas amadísimas, cuán fácil es consolar, ocultar y descansar a todo un Dios!
Este Dios que os ama con amor infinito, después de libraros de la esclavitud del pecado, ha sembrado en vosotros la gracia incomparable de la vocación religiosa, os ha traído de un modo misterioso al jardín de sus delicias. Este Dios Redentor vuestro se ha hecho vuestro Esposo.
El mismo os alimenta con su Cuerpo purísimo, y con su Sangre apaga vuestra sed. En El encontraréis el descanso y la felicidad.
Qué amargura sentí en mi Corazón cuando vi a tantas almas que, después de haberlas colmado de bienes y de caricias, habían de ser motivo de tristeza para mi Corazón. ¿No soy siempre el mismo?… ¿Acaso he cambiado para vosotras?… No, Yo no cambiaré jamás, y hasta el fin de los siglos os amaré con predilección y con ternura.
Sé que estáis llenas de miserias, pero esto no me hará apartar de vosotras mis miradas más tiernas, y con ansia os estoy esperando, no sólo para aliviar vuestras miserias, sino también para colmaros de nuevos beneficios.
Si os pido amor, no me lo neguéis; es muy fácil amar al que es el Amor mismo.
Si os pido algo costoso a vuestra naturaleza, os doy juntamente la gracia y la fuerza necesaria para venceros.
Os he escogido para que seáis mi consuelo. Dejadme entrar en vuestra alma, y si no encontráis en ella nada que sea digno de Mí, decidme con humildad y confianza: Señor, ya veis los frutos y las flores que produce mi jardín. Venid y decidme qué debo hacer para que desde hoy empiece a brotar la flor que deseáis.
Si el alma me dice esto con verdadero deseo de probarme su amor le responderé: Alma querida, para que tu jardín produzca hermosas flores, deja que Yo mismo las cultive; deja que Yo labre la tierra; empezaré por arrancar hoy esta raíz que me estorba y que tus fuerzas no alcanzan a quitar. No te turbes si te pido el sacrificio de tus gustos, de tu carácter…, tal acto de caridad, de paciencia, de abnegación…, de celo, de mortificación, de obediencia. Este es el abono que mejorará la tierra y la hará producir flores y frutos. La victoria sobre tu carácter, en tal ocasión, obtendrá luz para un pecador; con esta contrariedad soportada con alegría, cicatrizarás las heridas que me hizo con su pecado, repararás la ofensa y expiarás su falta… Si no te turbas al recibir esta advertencia y la aceptas con cierto gozo alcanzarás que las almas a quienes ciega la soberbia abran los ojos a la luz y pidan humildemente perdón.
Esto haré Yo en tu alma si me dejas trabajar libremente: en ella no sólo brotarán flores en seguida, sino que darás gran consuelo a mi Corazón…
Señor, ya veis que estaba dispuesta a dejaros hacer de mí lo que quisierais y no sé cómo he caído y os he disgustado. ¿Me perdonaréis? ¡Soy tan miserable!… ¡No sirvo para nada!…
Sí, alma querida, sirves para consolarme. No te desanimes, porque si no hubieses caído tal vez no hubieras hecho este acto de humildad y de amor que la falta te obliga a hacer y que tanto me consuela. Animo y adelante. Déjame trabajar en ti.
Todo esto se me puso delante al instituir la Eucaristía: El Amor me encendía en deseos de ser el alimento de las almas. No me quedaba entre los hombres para vivir solamente con los perfectos, sino para sostener a los débiles y alimentar a los pequeños. Yo los haré crecer y robusteceré sus almas. Descansaré en sus miserias y sus buenos deseos me consolarán.
«Pero, ¡ay, Josefa! Entre las almas escogidas, ¿no habrá algunas que me causen pena?… ¿Perseverarán todas?… Este es el grito de dolor que se escapa de mi Corazón. Este es el gemido que quiero oigan las almas.»
«Basta por hoy. Adiós. No sabes cuánto me consuelas cuando te entregas a Mí con entero abandono… No todos los días puedo hablar a las almas. Deja que paré ellas, te diga mis secretos… Déjame aprovechar los días de tu vida»…
LA EUCARISTÍA, MARAVILLA DEL AMOR DESCONOCIDO
7 de marzo.
«Escribe lo que sufrió mi Corazón en aquella hora, cuando no pudiendo contener el fuego que me consume, inventé esta maravilla de amor: la Eucaristía.
Al contemplar entonces a todas las almas que habían de alimentarse de este Pan Divino, vi también las ingratitudes y frialdades de muchas de ellas en particular de tantas almas escogidas…, de tantas almas consagradas…, de tantos sacerdotes…
¡Cuánto sufrió mi Corazón! Vi cómo se irían enfriando, entrando la rutina, el cansancio, el disgusto, caerían poco a poco en la tibieza.
¡Y estoy en el Sagrario por ellas! ¡Y espero! Deseo que esa alma venga a recibirme, que me hable con confianza de esposa, que me cuente sus penas…, que me pida consejo y solicite mis gracias…
Ven, le digo…, dímelo todo con entera confianza… Pregúntame por los pecadores…. Ofrécete para reparar… Prométeme que hoy no me dejarás solo… Mira si mi Corazón desea algo de ti que le pueda consolar…
Esto esperaba Yo de aquella alma, ¡y de tantas! Mas cuando se acerca a recibirme apenas me dice una palabra, porque está distraída, cansada o contrariada. Su salud la tiene intranquila, sus ocupaciones la desazonan y la familia le preocupa… — «No sé qué decir…, estoy fría…, me aburro —y pasa el rato deseando salir de la capilla— ¡No se me ocurre nada!…» — ¿Y así vas a recibirme, alma a quien escogí y a quien he esperado con impaciencia toda la noche?…
Sí, la esperaba para descansar en ella, le tenía preparado alivio para todas sus inquietudes; la aguardaba con nuevas gracias, pero…, como no me las pide…, no me pide consejo ni fuerza…, tan sólo se queja y apenas se dirige a Mí. Parece que ha venido por cumplimiento…, porque es costumbre y porque no tiene pecado mortal que se lo impida. Pero no por amor, no por verdadero deseo de unirse íntimamente a Mí. ¡Qué lejos está esa alma de aquellas delicadezas de amor que Yo esperaba de ella!…
¿Y aquel sacerdote?… ¿Cómo diré todo lo que espera mi Corazón de mis sacerdotes?… Los he revestido de mi poder para absolver los pecados. Obedezco a una palabra de sus labios y bajo del Cielo a le tierra; y estoy a su disposición y me dejo llevar de sus manos; ya para colocarme en el Sagrario, ya para darme a las almas en la Comunión…
He confiado a cada uno de ellos cierto número de almas para que con su predicación, sus consejos y, sobre todo, su ejemplo, las guíen y las encaminen por el camino de la virtud y del bien.
¿Cómo responden a este llamamiento?… ¿Cómo cumplen esta misión de amor?… Hoy, al celebrar el santo sacrificio, al recibirme en su corazón, ¿me confiará aquel sacerdote las almas que tiene a su cargo?… ¿Reparará las ofensas que sabe que recibo de tal pecador?… ¿Me pedirá fuerza para desempeñar su ministerio, celo para trabajar en la salvación de las almas?… ¿Recibiré el amor que de él espero?… ¿Podré descansar en él como en un discípulo amado?…
¡Ahí ¡Qué dolor tan agudo siente mi Corazón!… ¡Los mundanos hieren mis manos y mis pies, manchan mi rostro, pero las almas escogidas, mis esposas, mis ministros, desgarran y destrozan mi Corazón.
Este fue el más terrible dolor que sentí en la Cena cuando vi entre los doce al primer Apóstol infiel, representando a tantos otros que en el transcurso de los siglos habían de seguir su ejemplo.
La Eucaristía es invención del Amor, es vida y fuerza de las almas, remedio para todas las enfermedades, viático pera el paso del tiempo a la eternidad.
Los pecadores encuentran en ella la vida del alma; las almas tibias, el verdadero calor; las almas puras, suave y dulcísimo néctar; las fervorosas, su descanso y el remedio para calmar todas sus ansias; las perfectas almas, para elevarse a mayor perfección.
En fin, las almas religiosas hallan en ella su nido, su amor, y, por último, la imagen de los benditos y sagrados votos que las unen íntima e inseparablemente al Esposo Divino.
GETSEMANÍ
12 de marzo
Josefa, ven Conmigo, vamos a Getsemaní… Deja que tu alma se penetre de los mismos sentimientos de tristeza y amargura que inundaron la mía en aquella hora.
Después de haber predicado a las turbas, curado los enfermos, dado vista a los ciegos, resucitado a los muertos… después de haber vivido tres años en medio de mis Apóstoles para instruirlos y confiarles mi doctrina… les había enseñado, con mi ejemplo, a amarse, a soportarse mutuamente, a practicar la caridad lavándoles los pies y haciéndome su alimento.
Se acercaba la hora para la que el Hijo de Dios se había hecho hombre… Redentor del género humano, iba a derramar su Sangre y dar su vida por el mundo…
En esa hora quise ponerme en oración y entregarme a la Voluntad de mi Padre.
¡Almas queridas! Aprended de vuestro modelo que la única cosa necesaria, aunque la naturaleza se rebele, es someterse con humildad y entregarse a la voluntad de Dios.
También quise enseñar a las almas que toda acción importante debe ir prevenida y vivificada por la oración, porque en la oración se fortifica el alma para lo más difícil y Dios se comunica a ella, y la aconseja e inspira, aun cuando el alma no lo sienta.
Me retiré al huerto con tres de mis discípulos para enseñaros, almas amadas de mi Corazón, que las tres potencias de vuestra alma deben acompañaros y ayudaros en la oración.
Recordad con la memoria los beneficios divinos, las perfecciones de Dios; su bondad, su poder, su misericordia, el amor que os tiene. Buscad después con el entendimiento cómo podréis corresponder a las maravillas que ha hecho por vosotras…
Dejad que se mueva vuestra voluntad, a hacer por Dios lo más y lo mejor, a consagraros a la salvación de las almas, ya por medio de vuestros trabajos apostólicos, ya por vuestra vida humilde y oculta, o en el retiro o silencio por medio de la oración. Postraros humildemente, como criaturas en presencia de su creador, y adorad sus designios sobre vosotras, sean cuales fueren, sometiendo vuestra voluntad a la divina.
Así me ofrecí Yo para realizar la obra de la Redención del mundo.
¡Ahí ¡Qué momento aquel en que sentí venir sobre Mí todos los tormentos que había de sufrir en mi Pasión: las calumnias, los insultos, los azotes, la corona de espinas, la sed, la Cruz!… Todo se agolpó ante mis ojos y dentro de mi Corazón.
Al mismo tiempo vi las ofensas; los pecados y las abominaciones que se cometerían en el transcurso de los siglos, y no solamente los vi, sino que me sentí revestido de todos esos horrores y así me presenté a mi Padre Celestial para implorar misericordia.
Me ofrecía como fiador para calmar su cólera y aplacar su ira.
Pero viendo tanto pecado y tantos crímenes, mi naturaleza humana experimentó terrible angustia y mortal agonía, hasta tal punto, que sudé sangre.
¡Oh! Almas que me hacéis sufrir de esta manera, ¿será esta sangre salud y vida para vosotras?… ¿Será posible que esta angustia, esta agonía y esta sangre sean inútiles para tantas y tantas almas?…
Aquí nos quedaremos hoy, Josefa. Permanece a mi lado en Getsemaní y deja que mi Sangre riegue y fortifique la raíz de tu pequeñez.
SUEÑO DE LOS APÓSTOLES
13 de marzo
Josefa, vamos a continuar nuestra oración en Getsemaní. Colócate a mi lado, y cuando me veas sumergido en un mar de tristeza, ven conmigo a buscar a los tres discípulos que se han quedado a cierta distancia.
Los había traído para que me ayudasen, compartiendo mi angustia… para que hiciesen oración conmigo… para descansar en ellos… pero ¿cómo expresar lo que experimentó mi Corazón cuando fui a buscarlos y los encontré dormidos?… ¡Cuán triste es verse solo sin poder confiarse a los suyos!…
¡Cuántas veces sufre mi Corazón la misma angustia… y queriendo hallar alivio en mis almas las encuentro dormidas!…
Más de una vez quiero despertarlas y sacarlas de sí mismas, de sus vanos e inútiles entretenimientos; contestan, sino con palabras con obras: Ahora no puedo, estoy demasiado cansada, tengo mucho que hacer… Esto perjudica a mi salud; necesito un poco de paz…
Insisto y digo suavísimamente a esa alma: No temas: Si dejas por Mí ese descanso, Yo te recompensaré. Ven a orar Conmigo tan sólo una hora. Mira que en este momento es cuando te necesito. ¡Si te detienes ya será tarde!… Y ¡cuántas veces oigo la misma respuesta!
¡Pobre alma! ¡No has podido velar una hora Conmigo! Dentro de poco vendré y no me oirás, porque estarás dormida… Desearé concederte una gracia y no podrás recibirla… Y ¡quién sabe si después tendrás fuerzas para despertar!… Mira que si vas perdiendo alimento, se debilitará tu alma y no podrás salir de este letargo…
A muchas almas las ha sorprendido la muerte en medio de un profundo sueño y, ¿dónde y cómo se han despertado?
¡Almas queridas!, quise enseñaros aquí cuán inútil y vano es buscar alivio en las criaturas. ¡Cuántas veces están dormidas y en vez de hallar el descanso que buscáis se llena vuestro corazón de amargura, porque no corresponden a nuestros deseos, ni a nuestro cariño!
Volviendo en seguida a la oración me prosterné de nuevo, adoré al Padre y le pedí ayuda, diciéndole: «Padre Mio.» Pedidle alivio, exponedle vuestros sufrimientos, vuestros temores y con gemidos recordadle que sois sus hijos; que vuestro corazón se ve tan oprimido, que parece a punto de perder la vida… Que vuestro cuerpo sufre tanto que ya no tiene fuerza para más… Pedid con confianza de hijas y esperad, que vuestro Padre os aliviará y os dará la fuerza necesaria para pasar esta tribulación vuestra o de las almas que os están confiadas.
¡Mi alma triste y desamparada padecía angustias de muerte! Me sentí agobiado con el peso de las más negras ingratitudes.
La sangre que brotaba de todos los poros de mi Cuerpo, y que dentro de poco saldría de todas mis heridas, sería inútil para gran número de almas. ¡Muchas se perderían… Muchísimas me ofenderían y otras no me conocerían siquiera…!
Derramaría mi Sangre por todas y mis méritos serían aplicados a cada una de ellas… ¡Sangre Divina!… ¡Méritos infinitos…I Y, sin embargo, ¡inútiles para tantas y tantas almas…!
¡Acepté el cáliz para apurarlo hasta las heces…!
Todo para enseñaros, almas queridas, a no volver atrás a la vista de los sufrimientos y a no creerlos inútiles aun cuando no veáis el resultado. Someted vuestro juicio y dejad que la Voluntad Divina se cumpla en vosotras.
Yo no retrocedí, antes al contrario, sabiendo que era en el huerto donde habían de prenderme, permanecí allí… No quise huir de mis enemigos…
Lo dejaremos para mañana… Hoy quédate a mi disposición para que te encuentre despierta si te necesito.
14 de marzo
Después que fui confortado por el enviado de mi Padre, vi que Judas, uno de mis doce Apóstoles, se acercaba a Mí, y tras él venían todos los que me habían de prender…; llevaban en las manos cuerdas, palos, y toda clase de instrumentos para sujetarme.
Me levanté y acercándome a ellos les dije: ¿A quien buscáis?
Entretanto, Judas, poniendo las manos sobre mis hombros me besó. ¡Ahí, ¿qué haces Judas?… ¿Qué significa este beso?
También puedo decir a muchas almas: ¿Qué hacéis?… ¿Por qué me entregáis con un beso?…
¡Alma a quien amo!.., dime tú que vienes a Mí, que me recibes en tu pecho…, que me dirás más de una vez que me amas…, ¿no me entregarás a mis enemigos cuando salgas de aquí?… Ya sabes que en esa reunión que frecuentas hay piedras que me hieren fuertemente, es decir, conversaciones que me ofenden… tú que me has recibido hoy y que me vas a recibir mañana, pierdes ahí la blancura preciosa de mi gracia!…
¿Seguirás con ese asunto que te ensucie las manos?.. ¿No sabes que no es lícito el modo como adquieres ese dinero, alcanzas esa posición, te procuras ese bienestar?…
Mira que obras como Judas…; ahora me recibes y me besas; dentro de unos instantes o de unas horas me prenderán los enemigos y tú mismo les darás la señal para que me conozcan…
Con esa amistad peligrosa, no sólo me atas y me apedreas, sino que eres causa de que tal persona me ate y apedree también…
¿Por qué me entregas así, alma que me conoces y que en más de una ocasión te has gloriado de ser piadosa y de ejercer la caridad?… Cosas todas que en verdad podían hacerte adquirir grandes méritos, mas, ¿qué vienen a ser para ti, sino un velo que cubre tu delito?…
¡Alma querida!, ¿por qué te dejas llevar de esa pasión?…; no te pido que te libres de ella, pues eso no está en tu mano; pero sí pido que trabajes, que luches, que no te dejes dominar. Mira que el placer momentáneo que te proporciona es como los treinta denarios en que me vendió Judas, los cuales no le sirvieron sino para su perdición.
¡Cuántas almas me han vendido y me venderán, por el vil precio de un deleite, de un placer momentáneo y pasajero! ¡Ah, pobres almas! ¿A quién buscáis?… ¿Es a Mí?.. ¿Es a Jesús a quien conocéis, a quien habéis amado y con quien habéis hecho alianza eterna?
Dejad que os diga una palabra: Velad y orad. Luchad sin descanso y no dejéis que vuestras malas inclinaciones y defectos lleguen a ser habituales…
Mirad que hay que segar la hierba todos los años y quizá en las cuatro estaciones, que la tierra hay que labrarla, y limpiarla, hay que mejorarla y cuidar de arrancar las malezas que en ella brotan.
El alma también hay que cuidarla con mucho esmero, y las tendencias torcidas hay que enderezarlas.
No creáis que el alma que me vende y se entrega a los mayores desórdenes empezó por una falta grave. Esto puede suceder, pero no es lo corriente. En general, las grandes caídas empezaron por poca cosa; un gustillo, una debilidad, un consentimiento quizá lícito, pero poco mortificado; un placer no prohibido, pero poco conveniente… El alma se va cegando, disminuye la gracia, se robustece la pasión y, por último, vence.
¡Ah, cuán triste es para el corazón de un Dios que ama infinitamente a las almas ver tantas que se precipitan insensiblemente en el abismo!…
TRAICIONES DE LAS ALMAS ESCOGIDAS
15 de marzo
Josefa, te he dicho cómo las almas que pecan gravemente me entregan a mis enemigos y el arma con que me hieren es el pecado…
Pero no siempre se trata de grandes pecados…; hay almas, y aun almas escogidas, que me traicionan y me entregan con sus defectos habituales, con sus malas inclinaciones, no combatidas, con concesiones a la naturaleza inmortificada, con faltas de caridad, de obediencia, de silencio… Y si es triste recibir una ofensa o una ingratitud de cualquier alma, mucho más cuando viene de almas escogidas y las más amadas de mi Corazón.
Otras, sin embargo, pueden reparar y consolarme.
Sí, almas que he escogido para que seáis mi descanso y el jardín de mis delicias; espero de vosotras mucha mayor ternura, mucha mayor delicadeza, mucho más amor…
De vosotras espero que seáis el bálsamo que cicatrice mis heridas, que limpie mi rostro, afeado y manchado…, que me ayudéis a dar luz a tantas almas ciegas que en la oscuridad de la noche me prenden y me atan para darme muerte.
No me dejéis solo… Despertad y venid…, porque ya llegan mis enemigos…
Cuando se acercaron a Mí los soldados para prenderme, les dije: «Yo Soy». Lo mismo repito al alma que se acerca al peligro y a la tentación: «Yo Soy, Yo Soy.»
Si tú quieres estás a tiempo todavía, te perdonaré, y en vez de atarme tú con las cuerdas del pecado, Yo te ataré a ti con ligaduras de amor.
¡Ven! Yo soy… Soy el que te ama y ha derramado toda su Sangre por ti, y el que tiene tal compasión de tu debilidad, que está esperándote con ansia para estrecharte en sus brazos.
¡Qué triste es para Mí cuando, después de haber llamado con tanto amor a las almas, ellas, ingratas y ciegas, me atan y me llevan a la muerte!…
Mas… había llegado mi hora.., y dando libertad a los soldados, me entregué con la docilidad de un cordero… En seguida me condujeron a casa de Caifás, donde me recibieron con burlas e insultos y donde uno de los criados me dio la primera bofetada.
¡Ah Josefa¡… ¡Entiende esto!… ¡La primera bofetada!… ¿Me hizo sufrir más que los azotes de la flagelación?… No; pero en esta primera bofetada vi el primer pecado mortal de tantas almas que después de vivir en gracia, cometerían ese primer pecado… Y tras él…, ¡cuántos otros!…, siendo causa con su ejemplo de que otras almas los cometieran también…, y teniendo tal vez la misma desgracia: ¡morir en pecado¡…
Mañana seguiremos… Pasa hoy el día reparando y pidiendo que muchas almas conozcan a dónde las conduce el camino que llevan…
NEGACIÓN DE SAN PEDRO
16 de marzo
Escribe para las almas:
¡Mis Apóstoles me habían abandonado!… Pedro, movido de curiosidad, pero lleno de temor, se quedó oculto entre la servidumbre. A mi alrededor sólo había acusadores que buscaban cómo acumular contra Mí delitos que pudieran encender más la cólera de jueces tan inicuos. Me llaman perturbador, profanador del sábado, falso profeta. La soldadesca, excitada por las calumnias, profiere contra Mí gritos y amenazas.
¿Dónde estáis vosotros, apóstoles y discípulos que habéis sido testigos de mi vida, de mi doctrina, de mis milagros?… ¡Ah!, de todos aquellos de quienes esperaba alguna prueba de amor, no queda ninguno para defenderme; me encuentro solo y rodeado de soldados, que, como lobos, quieren devorarme.
Mirad cómo me maltratan: uno descarga sobre mi rostro una bofetada, otro me arroja su inmunda saliva; otro me tuerce el rostro en son de burla.
Mientras mi Corazón se ofrece a sufrir todos estos suplicios, Pedro, a quien había constituido Jefe y Cabeza de la Iglesia y que algunas horas antes había prometido seguirme hasta la muerte.,., a una simple pregunta, que podía haberle servido para dar testimonio de Mí, ¡me niega! Y como el temor se apodera más y más de él y la pregunta se reitera, jura que jamás me ha conocido ni ha sido mi discípulo…
¡Ah! ¡Pedro! ¡Juras que no conoces a tu Maestro!… No sólo juras, sino que, interrogado por tercera vez, respondes con horribles imprecaciones.
¡Almas escogidas!… Cuando el mundo clama contra Mí, ¡qué tristeza, qué inmensa amargura para mi Corazón si, volviéndose entonces a los amigos, se encuentra sólo y abandonado de ellos!
Os diré como a Pedro: ¡Alma a quien tanto amo!… ¿No te acuerdas ya de las pruebas de amor que te he dado? ¿Te olvidas de los lazos que te unen a Mí?… ¿Olvidas cuántas veces me has prometido ser fiel y defenderme?
No confíes en ti misma porque entonces estás perdida. Pero si recurres a Mí con la humildad y firme confianza, no tengas miedo: Yo te sostendré.
Y vosotras, almas que vivís en el mundo rodeadas de tantos peligros…, huid de las ocasiones…
En cuanto a las que trabajáis en mi viña…, si os sentís movidas por curiosidad o por alguna satisfacción humana, también os diré que huyáis; pero si trabajáis puramente por obediencia o impulsadas por el celo de las almas y de mi gloria, no temáis… Yo os defenderé y saldréis victoriosas…
Cuando los soldados me conducían a la prisión, al pasar por uno de los patios vi a Pedro, que estaba entre la turba… Le miré… El también me miró… Y lloró amargamente su pecado.
¡Cuántas veces miro así al alma que ha pecado!… Pero, ¿me mira ella también? ¡Ah!… Que no siempre se encuentran estas dos miradas… ¡Cuántas veces miro al alma y ella no me mire a Mí!…
No me ve… Está ciega… La llamo por su nombre y no me responde… Le envío una tribulación para que salga de su sueño, pero no quiere despertar…
¡Almas queridas! Si no miráis al cielo viviréis como los seres privados de la razón… Levantad la cabeza y ved la patria que os espera. Buscad a vuestro Dios y siempre le encontraréis con los ojos fijos en vosotras, y en su mirada hallaréis la paz y le vide.
LA PRISIÓN
17 de marzo
Contémplame en la prisión, donde pasé gran parte de la noche. Los soldados venían a insultarme de palabra y de obra, empujándome, golpeándome.
Al fin, hartos de Mí, me dejaron solo, atado, en una habitación oscura y húmeda, sin más asiento que una piedra, donde mi cuerpo dolorido se quedó al poco rato aterido de frío…
Vamos ahora a comparar la prisión con el Sagrario, y, sobre todo, con los corazones de los que me reciben.
En la prisión, pasé una noche no entera…; pero en el Sagrario, ¡cuántas noches y días paso!
En la prisión me ultrajaron los soldados, que eran mis enemigos… Pero en el Sagrario me maltratan y me insultan almas que me llaman Padre… En la prisión pasé frío y sueño, hambre y sed, vergüenza, dolores, soledad y desamparo…, y desde allí veía, en el transcurso de los siglos, tantos Sagrarios en los que me faltaría el abrigo del amor… Cuántos corazones helados serían para mi cuerpo frío y herido como la piedra de la prisión!
¡Cuántas veces tendría sed de amor, sed de almas!…
¡Cuántos días espero que tal alma venga a visitarme en el Sagrario y a recibirme en su corazón!
¡Cuántas noches me paso solo… y pensando en ella!… ¡Qué de veces siento hambre de mis almas!… de su fidelidad generosa: ¿Sabrán calmarla con aquella ocasión de vencerse .., con esta ligera mortificación?… ¿Sabrán, cuando llegue la hora del dolor…, cuando hayan de pasar por una humillación…, una contrariedad …, una pena de familia o un momento de soledad y desolación, decirme desde el fondo del alma: «Os lo ofrezco para aliviar vuestra tristeza, para acompañaros en vuestra soledad?»
¡Ah! Si de este modo supieran unirse a Mí. ¡Con cuánta paz pasarían por aquella tribulación! Su alma saldría de ella fortalecida y habrían aliviado mi Corazón.
En la prisión sentí vergüenza al oír las horribles palabras que se proferían contra Mí…, y esta vergüenza creció al ver que más tarde esas mismas palabras serían repetidas por almas muy amadas.
Cuando aquellas manos sucias y repugnantes descargaban sobre Mí golpes y bofetadas, vi cómo sería muchas veces golpeado y abofeteado por tantas almas que, sin purificarse de sus pecados, me recibirán en sus corazones, y con sus pecados habituales descargarían sabre Mí repetidos golpes.
Cuando en la prisión me empujaban, y Yo, atado y falto de fuerzas, caía en tierra, vi cómo tantas almas, por no renunciar a una vana satisfacción me despreciarían, y atándome con las cadenas de su ingratitud me arrojarían de su corazón y me dejarían caer en tierra renovando mi vergüenza y prolongando mi soledad.
«¡Almas escogidas! Mirad a vuestro Esposo en la prisión; contempladle en esta noche de tanto dolor… Y considerad que este dolor se prolonga en la soledad de tantos Sagrarios, en la frialdad de tantos corazones…
Si queréis darme una prueba de vuestro amor, abridme vuestro pecho para que haga de él mi prisión.
Atadme con las cadenas de vuestro amor… Cubridme con vuestras delicadezas… Alimentadme con vuestra generosidad… Apagad mi sed con vuestro celo…
Consolad mi tristeza y desamparo con vuestra fiel compañía.
Haced desaparecer mi dolorosa vergüenza con vuestra pureza y rectitud de intención.
Si queréis que descanse en vosotras, evitad el tumulto de pasiones, y en el silencio de vuestra alma dormiré tranquilo; de vez en cuando oiréis mi voz que os dice suavemente: Esposa mía, que ahora eres mi descanso, Yo seré el tuyo en la eternidad; a ti, que con tanto desvelo y amor me procuras la prisión de tu corazón,
Yo te prometo que mi recompensa no tendrá límites y no te pesarán los sacrificios que hayas hecho por Mí durante tu vida».
IMITACIÓN DEL DIVINO PRISIONERO
20 de marzo
«¡Escucha los deseos que entonces sentía mi Corazón!…
Me consumía de amor el pensamiento de tantas y tantas almas a quienes este ejemplo había de inspirar el deseo de seguir mis huellas.
Las veía fieles imitadoras de mi Corazón, aprendiendo de Mí mansedumbre, paciencia, serenidad, no sólo para aceptar los sufrimientos y desprecios, sino aun para amar a los que las persiguen y, si fuera preciso, sacrificarse por ellos como
Yo me sacrifiqué.
El amor me encendía más y más en deseos de cumplir la Voluntad de mi Padre, y mi Corazón, más fuertemente unido a El en éstas horas de soledad y dolor, se ofrecía a reparar su gloria ultrajada…»
Así vosotras, almas religiosas que os halláis en prisión voluntaria por amor; que más de una vez pasáis a los ojos de las criaturas por inútiles y quizá por perjudiciales: ¡No temáis! Dejad que griten contra vosotras, y en estas horas de soledad y de dolor, que vuestro corazón se una íntimamente a Dios, único objeto de vuestro amor. ¡Reparad su gloria ultrajada por tantos pecados!…»
«MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO»
El mismo día
«Al amanecer del día siguiente, Caifás ordenó que me condujeran a Pilatos para que pronunciara la sentencia de muerte.
Este me interrogó con gran sagacidad, deseoso de hallar causa de condenación; pero al mismo tiempo su conciencia le remordía y sentía gran temor ante la injusticia que contra Mí iba a cometer; al fin encontró un medio para desentenderse de Mí, y mandó me condujeran a Herodes.
En Pilatos están fielmente representadas las almas que, sintiendo la lucha entre la gracia y sus pasiones, se dejan dominar por el respeto humano y por su excesivo amor propio.»
«A todas las preguntas que Pilatos me hizo, nada respondí; mas cuando me dijo: «Eres tú el Rey de los Judíos?» Entonces, con gravedad y entereza, le dije: «Tú lo has dicho. Yo soy Rey, pero mi Reino no es de este mundo.»
Con estas palabras quise enseñar a muchas almas cómo cuando se presenta la ocasión de soportar el sufrimiento, una humillación que podrían fácilmente evitar, deben contestar con generosidad.
«Mi reino no es de este mundo»; es decir: no busco las alabanzas de los hombres; mi patria no es ésta; ya descansaré en la que lo es verdaderamente; ahora, ánimo para cumplir mi deber, sin tener en cuenta la opinión del mundo… No retrocederé, escucharé Ia voz de la gracia, ahogando los gritos de la naturaleza. Y si no soy capaz de vencer sola, pediré fuerzas y consejos, pues en muchas ocasiones las pasiones y el excesivo amor propio ciegan al alma y la impulsan a obrar, el mal.»
EN CASA DE HERODES
El mismo día
«Pilatos mandó que me llevaran a la presencia de Herodes. Era éste un hombre corrompido, que no buscaba más que el placer, dejándose arrastrar de sus pasiones desordenadas. Se alegró de verme comparecer ante su tribunal, pues esperaba divertirse con mis discursos y milagros.»
«Considerad, almas queridas, la repulsión que experimenté al verme ante aquel hombre vicioso, cuyas palabras, gestos y movimientos me cubrían de confusión.
¡Almas queridas y virginales! Venid a rodear y a defender a vuestro Esposo…
Herodes esperaba que Yo contestaría a sus preguntas sarcásticas, pero no quise desplegar mis labios; guardé en su presencia el más profundo silencio.
No contestar, era la mayor prueba que podía darle de mi dignidad. Sus palabras, obscenas, no merecían cruzarse con las mías, purísimas.
Entretanto, mi Corazón estaba íntimamente unido a mi Padre Celestial. Me consumía en deseos de dar por las almas hasta la última gota de mi Sangre. El pensamiento de todas las que, más tarde, habían de seguirme, conquistadas por mis ejemplos y por mi liberalidad, me encendían en amor, y no sólo gozaba en aquel terrible interrogatorio, sino que deseaba soportar el suplicio de la Cruz.
Dejé que me trataran de loco y me cubrieran con una vestidura blanca en señal de burla; después, en medio de gritos furiosos, me llevaron de nuevo a la presencia de Pilotos.»
LA FLAGELACIÓN
El mismo día
«Mira cómo este hombre, confundido y enredado en sus propios lazos, no sabe qué hacer de Mí, y para apaciguar el furor del populacho manda que me hagan azotar.»
Así son las almas cobardes, que faltas de generosidad para romper enérgicamente con las exigencias del mundo o de sus propias pasiones, en vez de cortar de raíz aquello que la conciencia les reprende, ceden a un capricho, se conceden una ligera satisfacción, capitulan en parte con lo que la pasión exige.
Y para acallar los remordimientos, se dicen a sí mismas:
— Ya me he privado de esto, —sin ver que es sólo la mitad de lo que la gracia les pide.
Sólo diré una palabra… Alma querida, como Pilatos me haces flagelar. Ya has dado un paso… Mañana darás otro… ¿Crees satisfacer así tu pasión? No…; pronto te pedirá más, y como no has tenido valor para luchar con tu propia naturaleza en esta pequeñez, mucho menos la tendrás después cuando la tentación sea mayor.
Miradme, almas tan amadas de mi Corazón, dejándome conducir con la mansedumbre de un cordero al terrible y afrentoso suplicio de la flagelación…
Sobre mi cuerpo ya cubierto de golpes y agobiado de cansancio, los verdugos descargan cruelmente, con cuerdas embreadas y con varas, terribles azotes. Y es tanta la violencia con que me hieren, que no quedó en Mí un solo hueso que no fuese quebrantado por el más terrible dolor… La fuerza de los golpes me produjo innumerables heridas… Las varas arrancaban pedazos de piel y carne divina… La Sangre brotaba de todos los miembros de mi Cuerpo, que estaba en tal estado, que más parecía monstruo que hombre.
¡Ah! ¿Cómo podéis contemplarme en este mar de dolor y de amargura sin que vuestro corazón se mueva a compasión?
Pero no son los verdugos los que me han de consolar, sino vosotras, almas escogidas, aliviad mi dolor…
¡Contemplad mis heridas y ved si hay quien haya sufrido tanto para probaros su amor!…
JESÚS CORONADO DE ESPINAS Y TRATADO COMO REY DE BURLA
22 de marzo
Cuando los brazos de aquellos hombres crueles quedaron rendidos a fuerza de descargar golpes sobre mi Cuerpo, colocaron sobre mi cabeza una corona tejida con ramas de espinas, y Delfilando por delante de Mí me decían: ¿Conque eres Rey? ¡Te saludamos!…
Unos me escupían, otros me insultaban…, otros descargaban nuevos golpes sobre mi cabeza; cada uno añadía un nuevo dolor a mi Cuerpo maltratado y deshecho.
No rehúyo la humillación, antes me abrazo con ella, para expiar los pecados de soberbia y atraer a las almas a imitar mi ejemplo.
Permití que me coronasen de espinas y que mi cabeza sufriera cruelmente para expiar la soberbia de muchas almas que rehúsan aceptar aquello que las rebaja a los ojos de las criaturas.
Consentí que pusieran sobre mis hombros un manto de escarnio y que me llamasen loco; para que las almas no se desdeñen de seguirme por un camino que a los mundanos parece bajo y vil y quizá a ellas mismas indigno de su condición.
No, almas queridas, no hay camino, estado ni condición humillante cuando se trata de cumplir la Voluntad Divina…; no queráis resistir, buscando con vanos y soberbios pensamientos el modo de seguir la voluntad de Dios haciendo la vuestra.
Ni creáis que hallaréis la verdadera paz y alegría en una condición más o menos brillante a los ojos de las criaturas… No; sólo la encontraréis en el exacto cumplimiento de la Voluntad Divina y en la entera sumisión para aceptar todo lo que ella os pida.
Hay en el mundo muchas jóvenes que cuando llega el momento de decidirse para contraer matrimonio, se sienten atraídas hacia aquel en quien descubren cualidades de honradez, vida cristiana y piadosa, fiel cumplimiento del deber, así en el trabajo como en el seno de le familia; todo, en fin, lo que puede llenar las aspiraciones de su corazón.
Pero en aquella cabeza germinan pensamientos de soberbia; y empiezan a discurrir así. Tal vez éste satisfaría los anhelos de mi corazón, pero en cambio no podré figurar ni lucir en el mundo. Entonces se ingenian para buscar otro, en el cual pasarán por más nobles, más ricas, llamarán la atención y se granjearán la estima y los halagos de las criaturas.
¡Ay! ¡Cuán neciamente se ciegan estas pobres almas! Óyeme, hija mía; no encontrarás la verdadera felicidad en este mundo, y… quizá no la encuentres tampoco en el otro. ¡Mira que te pones en gran peligro!
¿Y qué diré a tantas almas a quienes llamo a la vida perfecta, a una vida de amor, y que se hacen sordas a mi voz?
¡Cuántas ilusiones, cuánto engaño hay en almas que aseguran están dispuestas a hacer mi Voluntad, a seguirme, a unirse y consagrarse a Mí, y, sin embargo, clavan en mi cabeza la corona de espinas!
Hay almas a quienes quiero por esposas y, conociendo como conozco los más ocultos repliegues de su corazón, amándolas como las amo, con delicadeza infinita, deseo colocarlas allí donde en mi sabiduría veo que encontrarán todo cuanto necesitan para llegar a una encumbrada santidad. Allí donde mi Corazón se manifestará a ellas y donde me darán más gloria…, más consuelo.., más amor y más almas.
¡Pero cuántas resistencias!… ¡Y cuántas decepciones sufre mi Corazón! ¡Cuántas almas ciegas por el orgullo, la sed de fama y de honra, el deseo de contentar sus vanos apetitos, y una baja y mezquina ambición de ser tenidas en algo…, se niegan a seguir el camino que les traza mi amor!
Almas por Mí escogidas con tanto cariño, ¿creéis darme la gloria que Yo esperaba de vosotras haciendo vuestro gusto? ¿Creéis cumplir mi Voluntad resistiendo a la voz de la gracia que os llama y encamina por esa senda que vuestro orgullo rechaza?
BARRABÁS PREFERIDO A JESÚS
23 de marzo
Vamos a seguir hablando de estas pobres almas que se dejan engañar por el orgullo y la soberbia.
Coronado de espinas y cubierto con un manto de púrpura, los soldados me presentaron de nuevo a Pilatos.
No encontrando en Mí delito para castigarme, Pilatos me hizo varias preguntas, diciéndome que por qué no le contestaba siendo así que él tenía todo poder sobre Mí…
Entonces, rompiendo mi silencio, le dije: No tendrías ese poder si no se te hubiese dado de arriba; pero es preciso que se cumplan las Escrituras.
Y cerrando de nuevo los labios me entregué…
Pilatos, perturbado por el aviso de su mujer y perplejo entre los remordimientos de su conciencia y el temor de que el pueblo se amotinase contra él, buscaba medios para libertarme…, y me expuso a la vista del populacho en el lastimoso estado en que me hallaba, proponiéndoles darme la libertad y condenar en mi lugar a Barrabás, que era un ladrón y criminal famoso… A una voz, contestó el pueblo:
— ¡Que muera y que Barrabás sea puesto en libertad!
Almas que me amáis, ved cómo me han comparado a un criminal y ved cómo me han rebajado más que al más perverso de los hombres… ¡Oíd qué furiosos gritos lanzan contra Mí!… ¡Ved con qué rabia piden mi muerte! ¿Rehusé, acaso, pasar por tan penosa afrenta? No, antes al contrario, me abracé con ella por amor a las almas y para mostraros que este amor no me llevó tan sólo a la muerte, sino al desprecio, a la ignominia, al odio de los mismos por quienes iba a derramar mi Sangre con tanta profusión.
No creáis, sin embargo, que mi naturaleza humana no sintió repugnancia ni dolor…; antes, al contrario, quise sentir todas vuestras repugnancias y estar sujeto a vuestra misma condición, dejándoos un ejemplo que os fortalezca en todas las circunstancias de la vida.
Ahora quiero volver a tratar de las almas de quienes hablaba ayer. De esas almas a quienes llamo al estado perfecto, pero vacilan, diciendo entre sí: «No puedo resignarme a esta vida de oscuridad…, no estoy acostumbrada a estos quehaceres tan bajos…; ¿qué dirán mi familia, mis amistades? Y se persuaden de que con la capacidad que tienen o creen tener, serán más útiles en otro lugar.
Voy a responder a estas almas: «Dime, ¿rehusé Yo o vacilé siquiera cuando me vi nacer de familia pobre y humilde…, en un establo, lejos de mi casa y de mi patria…, de noche…, en la más cruda estación del año?…
Después viví treinta años de trabajo oscuro y rudo en un taller de carpintero; pasé humillaciones y desprecios de parte de los que encargaban trabajo a mi Padre San José…, no me desdeñé de ayudar a mi Madre en las faenas de la casa…, y, sin embargo, ¿no tenía más talento que el que se requiere para ejercer el tosco oficio de carpintero, Yo que a la edad de doce años enseñé a los Doctores en el Templo?
Pero era la Voluntad de mi Padre Celestial y así le glorificaba. Cuando dejé Nazaret y empecé mi vida pública, habría podido darme a conocer por Mesías e Hijo de Dios, para que los hombres escuchasen mis enseñanzas con veneración; pero no lo hice porque mi único deseo era cumplir la voluntad de mi Padre…
Y cuando llegó la hora de mi Pasión, a través de la crueldad de los unos y de las afrentas de los otros, del abandono de los míos y de la ingratitud de las turbas…, a través del indecible martirio de mi Cuerpo y de las vivísimas repugnancias de mi naturaleza humana, mi alma, con mayor amor aún, se abrazaba con la Voluntad de mi Padre Celestial… Cuando, después de haber pasado por encima de las repugnancias y sutilezas de amor propio, que os sugiere vuestra naturaleza…, abracéis con generosidad la Voluntad Divina, sólo entonces llegaréis a gozar de las más inefables dulzuras, en una íntima unión de voluntades, entra el Divino Esposo y vuestra alma.
Esto que he dicho a las almas que sienten honor a la vida humilde y oscura, lo repito a las que, por el contrario, son llamadas a trabajar en continuo contacto con el mundo, cuando su atractivo sería la completa soledad y los trabajos humildes y ocultos…
¡Almas escogidas! Vuestra felicidad y vuestra perfección no consiste en ser conocidas o desconocidas de las criaturas, ni en emplear u ocultar el talento que poseéis… Lo único que os procurará felicidad cumplida es hacer la voluntad dé Dios, abrazarla con amor y por amor unirse y conformarse con entera sumisión a todo lo que por su gloria y vuestra santificación os pida.
Basta por hoy, Josefa; mañana continuaré. Ama y abraza mi Voluntad alegremente: ya sabes que está en todo trazada por el amor.
JESÚS CONDENADO A MUERTE
24 de marzo
Medita por un momento el indecible martirio de mi Corazón, tan tierno y delicado al verse pospuesto a Barrabás…
¡Cómo recordaba entonces las ternuras de mi Madre, cuando me estrechaba sobre su Corazón! ¡Cuán presente tenía los desvelos y fatigas que para mostrarme su amor sufrió mi Padre adoptivo! ¡Cuán vivamente se presentaban a mi memoria los beneficios que con tanta liberalidad derramé sobre aquel pueblo ingrato!… ¡Dando vista a los ciegos, devolviendo la salud a los enfermos, el uso de sus miembros a los que lo habían perdido!… ¡Dando de comer a las turbas y resucitando a los muertos! Y ahora, ¡vedme reducido al estado más despreciable!
¡Soy el más odiado de los hombres y se me condena a muerte como a un ladrón infame!… ¡Pilatos ha pronunciado la sentencia! ¡Almas queridas! ¡Considerad atentamente cuánto sufrió mi Corazón!
DESESPERACIÓN DE JUDAS
El mismo día
Desde que Judas me entregó en el Huerto de los Olivos, anduvo errante y fugitivo, sin poder acallar los gritos de su conciencia, que le acusaba del más horrible sacrilegio. Cuando llegó a sus oídos la sentencia de muerte pronunciada contra Mí, se entregó a la más terrible desesperación y se ahorcó.
¿Quién podrá comprender el dolor intenso de mi Corazón cuando vi lanzarse a la perdición eterna esa alma que había pasado tres años en la escuela de mi amor, aprendiendo mi doctrina, recibiendo mis enseñanzas, oyendo tantas veces cómo perdonaban mis labios a los más grandes pecadores?
¡Ah! ¡Judas! ¿Por qué no vienes a arrojarte a mis pies para que te perdone? Si no te atreves a acercarte a Mí por temor a los que me rodean, maltratándome con tanto furor, mírame al menos, ¡verás cuán pronto se fijan en ti mis ojos!…
«Almas que estáis enredadas en los mayores pecados… si por más o menos tiempo habéis vivido errantes y fugitivas a causa de vuestros delitos, si los pecados de que sois culpables os han cegado y endurecido el corazón, si por seguir alguna pasión habéis caído en los mayores desórdenes, ¡ah!, no dejéis que se apodere de vosotras la desesperación, cuando os abandonen los cómplices de vuestro p
ecado o cuando vuestra alma se dé cuenta de su culpa… ¡Mientras el hombre cuenta con un instante de vida, aun tiene tiempo de recurrir a la misericordia y de implorar el perdón!
Si sois jóvenes y los escándalos de vuestra vida pasada os han degradado ante los hombres, ¡no temáis! Aun cuando el mundo os desprecie, os trate de malvados, os insulte, os Abandone, estad seguros de que vuestro Dios no quiere que vuestra alma sea pasto dé las llamas del infierno. Desea que os acerquéis a El para perdonaros. Si no os atrevéis a hablarle, dirigidle miradas y suspiros del corazón y pronto seréis que su mano bondadosa y paternal os conduce a la fuente del perdón y de la vida.
Si por malicia habéis pasado quizá gran parte de vuestra vida en el desorden o en la indiferencia, y cerca ya de la eternidad, la desesperación quiere poneros una venda en los ojos, no os dejéis engañar; aun es tiempo de perdón, y ¡oídlo bien!; si os queda un segundo de vida, aprovechadlo, porque en él podéis ganar la vida eterna…
Si ha transcurrido vuestra existencia en la ignorancia y el error, si habéis sido causa de grandes daños para los hombres, para la sociedad, y hasta para la Religión y por cualquier circunstancia conocéis vuestro error, no os dejéis abatir por el peso de las faltas ni por el daño de que habéis sido instrumento, sino por el contrario, dejando que vuestra alma se penetre del más vivo pesar, abismaos en la confianza y recurrid al que siempre os está esperando para perdonaros todos los yerros de vuestra vida.»
Lo mismo sucede, si se trata de un alma que ha pasado los primeros años de su vida en la fiel observancia de mis Mandamientos, pero que ha decaído poco a poco del fervor, pasando a una vida tibia y cómoda…
Pero un día recibe una fuerte sacudida que la despierta; entonces aparece su vida inútil, vacía, sin méritos para la eternidad. El demonio, con infernal envidia, la ataca de mil maneras, le inspira desaliento y tristeza, abultándole sus faltas, acaba por llevarla al temor y a la desesperación.
¡Almas que tanto amo, no escuchéis este cruel enemigo!… En cuanto sientas la emoción de la gracia y antes de que sea más fuerte la lucha, acude a mi Corazón, pídele que vierta una gota de su Sangre sobre tu alma. ¡Ven a Mí! Ya sabes dónde me encuentro, en los brazos paternales de tus Superiores. Allí estoy bajo el velo de la fe. Levanta ese velo y dime con entera confianza tus penas, tus miserias, tus caídas… Escucha con respeto mis palabras y no temas por lo pasado. Mi Corazón lo ha sumergido en el abismo de mi misericordia y mi amor te prepara nuevas gracias. Tu vida pasada te dará la humildad que te llenará de méritos, y si quieres darme la mejor prueba de amor, ten confianza y cuenta con mi perdón. Cree que nunca llegarán a ser mayores tus pecados que mi misericordia, pues es infinita.
«¡Josefa! Permanece sumergida en el abismo de mi amor y pide que las almas se dejen penetrar de esos sentimientos!»
CAMINO DEL CALVARIO
26 de marzo, Lunes Santo
«Vamos a continuar, Josefa; sígueme en el camino del Calvario, agobiado bajo el peso de la Cruz.
En tanto que mi Corazón estaba profundamente abismado en la tristeza por la eterna perdición de Judas, los crueles verdugos, insensibles a mi dolor, cargaron sobre mis hombros llagados la dura y pesada Cruz en que había de consumar el misterio de la Redención del mundo.
¡Contempladme, ángeles del cielo!… ¡Ved al Creador de todas las maravillas, al Dios a quien rinden adoración los espíritus celestiales, caminando hacia el Calvario y llevando sobre sus hombrón el leño santo y bendito que va a recibir su último suspiro!…
Vedme también vosotras, almas que deseáis ser mis fieles imitadoras. Mi Cuerpo, destrozado por tanto tormento, camina sin fuerzas, bañado de sudor y de sangre… ¡Sufro… sin que nadie se compadezca de mi dolor!… La multitud me acompaña y no hay una sola persona que tenga piedad de Mí!… ¡Todos me rodean como lobos hambrientos, deseosos de devorar su presa!
¡La fatiga que siento es tan grande y la Cruz tan pesada, que a mitad del camino caigo desfallecido!… Ved cómo me levantan aquellos hombres inhumanos del modo más brutal: uno me agarra de un brazo, otro tira de mis vestidos, que estaban pegados a mis heridas!…; éste me coge por el cuello, otro por los cabellos, otros descargan terribles golpes en todo mi Cuerpo, con los puños y hasta con los pies. La Cruz cae encima de Mí y su peso me causa nuevas heridas.
Mi rostro roza con las piedras del camino, y con la sangre que por él corre, se pegan a mis ojos y a toda mi Sagrada Faz el polvo y el lodo, y quedo convertido en el objeto más repugnante.
ENCUENTRO CON LA SANTÍSIMA VIRGEN
El mismo día.
Seguid conmigo unos momentos y a los pocos pasos me veréis en presencia de mi Madre Santísima, que con el Corazón traspasado de dolor sale a mi encuentro para dos fines: cobrar nueva fuerza para sufrir a la vista de su Dios…, y dar a su Hijo con su actitud heroica aliento para continuar la obra de la Redención.
Considerad el martirio de estos dos Corazones:
Lo que más ama mi Madre es su Hijo…, y no puede darme ningún alivio, y sabe que su vista aumentará mis sufrimientos.
Para Mí lo más grande es mi Madre, y no solamente no la puedo consolar, sino que el lamentable estado en que me ve procura a su Corazón un sufrimiento semejante al mío. ¡La muerte que Yo sufro en el Cuerpo la recibe mi Madre en el Corazón! ¡Ah! ¡Cómo se clavan en Mí sus ojos, y los míos, oscurecidos y ensangrentados, se clavan también en Ella! No pronunciamos una sola palabra; pero ¡cuántas cosas se dicen nuestros Corazones en esta dolorosa mirada!…
Si, mi Madre estuvo presente a todos los tormentos de mi Pasión, que por revelación divina se presentaba a su espíritu. Además, varios discípulos, aunque permaneciendo lejos por miedo a los judíos, procuraban enterarse de todo e informaban a mi Madre. Cuando supo que ya se había pronunciado la sentencia de muerte, salió a mi encuentro y no me abandonó hasta que me depositaron en el sepulcro.
EL CIRENEO
27 de marzo, Martes Santo
Sigue contemplándome, Josefa…; la comitiva avanza hacia el Calvario…
Aquellos hombres inicuos, temiendo verme morir antes de llegar al término, se entienden entre sí para buscar a alguien que me ayude a llevar la Cruz, y alquilan a un hombre de las cercanías llamado Simón.
Mira detrás de Mí a Simón ayudándome a llevarla, y considera, ante todo, dos cosas:
Este hombre, aunque de buena voluntad, es un mercenario, porque si me acompaña y comparte conmigo el peso de la Cruz, es porque ha sido «alquilado». Por eso, cuando siente demasiado cansancio deja caer más peso sobre Mí, y así caigo en tierra dos veces.
Además, este hombre me ayuda a llevar parte de la Cruz, pero no toda la Cruz.
Veamos el sentido de estas dos circunstancias.
Hay muchas almas que caminan así en pos de Mí. Se comprometen a ayudarme a llevar la Cruz, pero todavía desean consuelo y descanso; consienten en seguirme y con este fin han abrazado la vida perfecta; pero no abandonan el propio interés, que sigue siendo, en muchos casos, su primer cuidado: por eso vacilan y dejan caer mi Cruz cuando les pesa demasiado. Buscan la manera de sufrir lo menos posible, miden su abnegación, evitan cuanto pueden la humillación y el cansancio…, y acordándose, quizá con pesar de lo que dejaron, tratan de procurarse ciertas comodidades, ciertos placeres. En una palabra, hay almas tan interesadas y tan egoístas, que han venido en mi seguimiento más por ellas que por Mí… Se resignan tan sólo a soportar lo que no pueden evitar o aquello a que las obligan… No me ayudan a llevar más que una partecita de mi Cruz, y de tal suerte, que apenas pueden adquirir los méritos indispensables para su salvación. Pero en la eternidad verán ¡qué atrás se han quedado en el camino que debían recorrer!…
Por el contrario, hay almas, y no pocas, que, movidas por el deseo de su salvación, pero, sobre todo, por el amor que les inspira la vista de lo que por ellas he sufrido, se deciden a seguirme por el camino del Calvario; se abrazan con la vida perfecta y se entregan a mi servicio, no para ayudarme a llevar parte de la Cruz, sino para llevarla entera. Su único deseo es descansarme…, consolarme…; se ofrecen a todo cuanto les pida mi Voluntad, buscando cuanto pueda agradarme; no piensan en los méritos ni en la recompensa que les espera, ni n el cansancio, ni en el sufrimiento…; lo único que tienen presente es el amor que me demuestran y el consuelo que me procuran.
Si mi Cruz se presenta bajo la forma de una enfermedad, si se oculta debajo de una ocupación contraria a sus inclinaciones o poco conforme a sus aptitudes, si va acompañada de algún olvido de las personas que las rodean, la aceptan con entera sumisión.
Suponed que, llenas de buenos deseos y movidas de grande amor a mi Corazón y de celo por las almas, hacen lo que creen mejor en tal o cual circunstancia; mas en vez del resultado que esperaban recogen toda clase de molestias y humillaciones… Esas almas que obran sólo a impulsos del amor se abrazan con todo, y viendo en ello mi Cruz, la adoran y se sirven de ella para procurar mi Gloria.
¡Ah!, estas almas son las que verdaderamente llevan mi Cruz, sin otro interés ni otra paga que mi amor… Son las que me consuelan y glorifican.
Tened, ¡almas queridas!; como cosa cierta, que si vosotras no veis el resultado de vuestros sufrimientos y de vuestra abnegación, o lo veis más tarde, no por eso han sido vanos e infructuosos; antes, por el contrario; el fruto será abundante.
El alma que ama de veras no cuenta lo que ha trabajado, ni pesa lo que ha sufrido. No regatea fatigas ni trabajos. No espera recompensa: busca tan sólo aquello que cree de mayor gloria para su Amado. No se turba ni se inquieta, y mucho menos pierde la paz si, por cualquier circunstancia, se ve contrariada y aun tal vez perseguida y humillada, porque el único móvil de sus actos es el amor y sólo por amor ha obrado.
Estas son las almas que no buscan salario. Lo único que esperan es mi consuelo, mi descanso y mi gloria. Estas son las que llevan toda mi Cruz y todo el peso que mi Voluntad Santa quiere cargar sobre ellas.
CRUCIFIXIÓN
28 de marzo, Miércoles Santo
¡Ya estamos cerca del Calvario! ¡La multitud se agita porque se acerca el terrible momento… Extenuado de fatiga, apenas si puedo andar!
Tres veces he caído en el trayecto.
Una, a fin de dar fuerza de convertirse a los pecadores habituados al pecado; otra, para dar aliento a las almas que caen por fragilidad, y a las que ciega la tristeza o la inquietud; la tercera, para ayudarlas a salir del pecado a la hora de la muerte.
¡Mira con qué crueldad me rodean estos hombres endurecidos! Unos tiran de la Cruz y la tienden en el suelo; otros me arrancan los vestidos pegados a las heridas, que se abren de nuevo y vuelve a brotar la sangre.
Mirad, ¡almas queridas!, ¡cuánta es la vergüenza que padezco al verme así ante aquella inmensa muchedumbre! ¡Qué dolor para mi cuerpo y que confusión para mi alma!…
Los verdugos me arrancan la túnica que con tanta delicadeza y esmero me vistió mi Madre en mi infancia y que había ido creciendo a medida que Yo crecía, ¡y la sortean!… ¿Cuál sería la aflicción de mi Madre, que contemplaba esta terrible escena?… ¡Cuánto hubiera deseado Ella conservar aquella túnica teñida y empapada ahora con mi Sangre!
«Pero… ha llegado la hora, y tendiéndome sobre la Cruz, los verdugos cogen mis brazos y los estiran para que lleguen a los taladros preparados en ella. Con tal atroces sacudidas todo mi Cuerpo se quebranta, se balancea de un lado a otro y las espinas de la corona penetran en mi cabeza más profundamente.
¡Oíd el primer martillazo que clava mi mano derecha…; resuena hasta las profundidades de la tierra!… Ya clavan mi mano izquierda…; ante semejante espectáculo los cielos se estremecen; los ángeles se postran. ¡Yo guardo profundo silencio… ¡Ni una queja se escapa de mis labios!
Después de clavarme las manos, tiran cruelmente de los pies…; las llagas se abren…, los nervios se desgarran…, los huesos se descoyuntan… ¡El dolor es inmenso!… ¡Mis pies quedan traspasados…, y mi Sangre baña la tierra!…»
Contemplad un instante estas manos y estos pies ensangrentados…, este cuerpo desnudo, cubierto de heridas y de sangre… Esta cabeza traspasada por agudas espinas, empapada en sudor, llena de polvo y de sangre…
Admirad el silencio, la paciencia y la conformidad con que acepto este cruel sufrimiento.
¿Quién es el que sufre así víctima de tales ignominias?…; ¡Es Jesucristo, el Hijo de Dios!… El que ha hecho los cielos, la tierra, el mar y todo lo que existe…; el que ha creado al hombre, el que todo lo sostiene con su poder infinito… Está ahí inmóvil…, despreciado…, despojado de todo… Pero muy pronto será imitado y seguido por multitud de almas que abandonarán bienes de fortuna, patria, familia, honores, bienestar y cuanto sea necesario para darle la gloria y el amor que le son debidos.»
«¡Estad atentos, Ángeles del Cielo!, y vosotros, todos los que me amáis. Los soldados van a dar la vuelta a la Cruz para remachar los clavos y evitar que, con el peso de mi cuerpo, se salgan y lo dejen caer. ¡Mi cuerpo va a dar a la tierra el beso de paz! ¡Mientras los martillazos resuenan por el espacio, en la cima del Calvario se realiza el espectáculo más admirable!… A petición de mi Madre, que contemplando lo que pasaba y siéndole a Ella imposible darme alivio, implora la misericordia de mi Padre Celestial…, legiones de Ángeles bajan a sostener mi cuerpo adorable para evitar que roce la tierra y que lo aplaste el peso de la Cruz…»
«¡Contempla a tu Jesús tendido en la Cruz!…, sin poder hacer el menor movimiento…, desnudo…, sin fama…, sin honra, sin libertad… Todo se lo han arrebatado…
¡No hay quien se apiade y se compadezca de su dolor…; sólo recibe tormentos, escarnios y burlas!…; si me amas de veras, ¿qué no harás para asemejarte a Mí? ¿A qué no estarás dispuesta para consolarme? Y ¿qué rehusarás a mi amor?
Ahora póstrate en tierra y deja que te diga una palabra:
¡Que mi Voluntad triunfe en ti!
¡Que mi Amor te destruya!
¡Que tu miseria me glorifique!»
LAS SIETE PALABRAS
30 de marzo, Viernes Santo.
«Josefa, ya conoces mis sufrimientos… Sígueme en ellos… Acompáñame y toma parte en mi dolor…»
«¡Ya ha llegado la hora de la Redención del mundo! Me van a levantar y a ofrecer como espectáculo de burla…, pero también de admiración… ¡Esta Cruz que hasta aquí era el patíbulo donde expiraban los criminales, es ahora la luz del mundo, el objeto de mayor veneración.
En mis llagas encontrarán los pecadores el perdón y la vida… ¡Mi Sangre lavará y borrará todas sus manchas!…
¡En mis llagas las almas puras vendrán para saciar su sed y abrasarse en amor!… ¡En ellas podrán guarecerse y fijar su morada!…»
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
«No han conocido al que es su vida. ¡Han descargado sobre El todo el furor de sus iniquidades!… Mas, Yo os lo ruego, ¡oh Padre mío!…, descargad sobre ellos la fuerza de vuestra misericordia.»
Hoy estarás conmigo en el Paraíso
«Porque tu fe en la misericordia de tu Salvador ha borrado tus crímenes…; ella te conduce a la vida eterna.»
Mujer, he ahí a tu hijo
«¡Madre mía!, he ahí a mis hermanos… ¡Guárdalos!… ¡Ámalos!…»
No estáis solos, vosotros por quienes he dado mi vida. Tenéis ahora una Madre a la que podéis recurrir en todas vuestras necesidades.
Y ahora el amor me lleva a unir a todos los hombres con lazos de hermandad, dándoles a todos mi misma Madre.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me habéis desamparado?
«Sí, el alma tiene ya derecho a decir a Dios: ¿Por qué me has desamparado?… Porque, después de consumado el misterio de la Redención, el hombre ha vuelto a ser hijo de Dios, hermano de Jesucristo, heredero de la vida eterna…»
Tengo sed
«¡Oh! ¡Padre mío!… Tengo sed de vuestra gloria…, y he aquí que ha llegado la hora… En adelante, realizándose mis palabras, el mundo conocerá que sois Vos el que me enviasteis y seréis glorificado.
Tengo sed de almas, y para refrigerar esta sed he derramado hasta la última gota de mi Sangre. Por eso puedo decir:
Todo está consumado
«Ahora se ha cumplido el gran misterio de Amor, por el cual Dios entregó a la muerte a su propio Hijo para devolver al hombre la vida…
Vine al mundo para hacer vuestra Voluntad. Padre mío, ¡ya está cumplida!»
En vuestras manos encomiendo mi espíritu
«A Vos entrego mi alma… Así las almas que cumplen mi Voluntad, podrán decir con verdad: Todo está consumado… ¡Señor mío y Dios mío! Recibid mi alma, la pongo en vuestras manos…»
«Josefa, lo que has oído, escríbelo; quiero que las almas lo lean, a fin de que las que tengan sed se refrigeren…, las que tengan hambre se sacien…»
Jesucristo se le apareció a menudo durante los años 1921-22 y 23 a la hermana Josefa Menéndez, una monja de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús.
Sus Memorias están publicadas en un libro de más de 500 páginas titulado: el Camino del Amor Divino.
En este Libro se explica el empeño de Jesús en salvar nuestras almas por el encuentro con Su amor antes de «la aproximación de los últimos días del mundo».
En la vida de Sor Josefa tuvo lugar un fenómeno muy raro en la vida de los santos: conocer en carne propia los sufrimientos del infierno. Dios permitió al diablo que la bajase hasta el infierno. Allá, pasa largas horas, algunas veces una noche entera, en una indescriptible agonía. A pesar de que fue llevada al infierno más de un centenar de veces, a ella le parece que cada vez es la primera, y cada una le semeja tan larga como una eternidad. Soporta todas las torturas del infierno, con una sóla excepción: el odio a Dios. No fue el menor de estos tormentos oír las estériles confesiones de los condenados, sus gritos de odio, de dolor y de desesperación.
A pesar de todo, cuando tras una larga espera vuelve a la vida, destrozada y agotada, con su cuerpo agonizante por el dolor, ella no se fija en el sufrimiento, por muy severo que sea, si con ello consigue salvar un alma de aquella espeluznante caverna de tormentos. A medida que empieza a respirar mejor, su corazón estalla de alegría al saber que aún puede amar al Señor.
Sor Josefa escribe con gran reticencia sobre el tema del infierno. Ella lo hizo solamente para conformar los benditos deseos de Nuestro Señor.
Nuestra Señora le dijo el 25 de octubre de 1922: «Todo lo que Jesús te da a ver y a sufrir de los tormentos del infierno es para que puedas hacerlos conocer al mundo. Por lo tanto, olvídate enteramente de ti misma, y piensa en la gloria de la salvación de las almas.»
Ella repetidamente testifica sobre el mayor tormento del infierno:
«Una de estas almas condenadas gritó con desesperación: «Esta es mi tortura… que deseo amar, y no puedo hacerlo; no hay nada que salga de mi excepto odio y desesperación. Si uno de nosotros pudiese hacer tanto como un simple acto de amor… esto ya no sería el infierno, pero no podemos. Vivimos en el odio y la malevolencia.» (23 de marzo 1922)
Otro de estos desgraciados dijo:
«El mayor de estos tormentos aquí es que no podemos amar a Dios. Mientras tenemos hambre de amor, estamos consumidos con el deseo de Él, pero ya es demasiado tarde.»
Ella registra también las acusaciónes hechas contra si mismos por estas infelices almas:
«Algunos gimen a causa del fuego que quema sus manos. Quizás ellos eran ladrones, porque dicen: «¿Donde está nuestro botín ahora?… Malditas manos… ¿Por qué deseé poseer lo que no era mio… y que en cualquier caso, sólo podría haber poseído por unos pocos días?»
Otros maldicen sus lenguas, sus ojos… cualquiera miembro que fuese la ocasión con la que pecaron… «¡Ahora, oh cuerpo, estás pagando el precio de los placeres con que te regalaste a ti mismo!… ¡¡¡Y todo ello lo hiciste por tu propria y libre voluntad…!!!.» (2 de abril 1922)
«Me pareció que la mayoría se acusaba a sí mismos de pecados de impureza, de robo, de comercio fraudulento; y la mayor parte de los condenados están en el infierno por estos pecados.» (6 de Abril de 1922).
Entre 1920 y 1923 Jesucristo y la Virgen maría se aparecieron a la Venerable Sor Josefa Menéndez en un convento de Francia. La causa de su beatificación está siendo investigada en Roma. La historia de las apariciones puede leerse en Apariciones a Sor Josefa Menéndez ( 25 de agosto y 29 de diciembre).
Desde fines de febrero de 1923 Jesucristo le relató su Pasión. Puede leerse en La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo Visiones de Sor Josefa Menéndez (Parte 1 de 3). La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo Visiones de Sor Josefa Menéndez (Parte 2 de 3). La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo Visiones de Sor Josefa Menéndez (Parte 3 de 3)
Y las oraciones pueden leerse aquí Oraciones de Sor Josefa Menéndez
25 de Agosto de 1920
“Déjate en Mis Manos… No Me importan tu pequeñez y tu flaqueza; lo que pido es que Me ames y que lo ofrezcas todo para consolar Mi Corazón. Quiero que sepas cuánto te amo y qué tesoros te reserva Mi amor”.
“Quiero que descanses sin miedo en Mi Corazón. Míralo y verás que ese fuego es capaz de consumir todo lo imperfecto que hay en ti. Abandónate a Mi Corazón y no pienses más que en darme gusto”.
“Quiero que Me lo ofrezcas todo, aún lo más pequeño, para compensar el dolor que Me causan las ofensas de las almas”.
8 de Septiembre de 1920
“Nada temas… No me abandones. ¡Son tantas las almas que huyen de Mí! Déjame, al menos, morar en la tuya y complacerme en ella”.
4 de Octubre de 1920
Jesús muestra Su Corazón herido a Sor Josefa y dice:
“Mira en qué estado las almas infieles dejan Mi Corazón… Ignoran el amor que les tengo; por eso Me abandonan. Pero tú, ¿no querrás cumplir Mi Voluntad?”
7 de Noviembre de 1920
Jesús dice a Sor Josefa:
«Guarda para Mí solo ese corazón que te he dado, y no busques en todo más que amar. Mi Corazón Se abrasa y arde en deseos de consumir a las almas en el amor».
8 de Noviembre de 1920
“No Me resistas, humíllate, que Yo te buscaré en tu nada para unirte a Mí”.
19 de Noviembre de 1920
«Un solo acto de amor, cuando te sientes desamparada, repara muchas ingratitudes de otras almas. Mi Corazón los cuenta y los recoge como bálsamo precioso».
29 de Noviembre de 1920
“¿No sabes que Soy el dueño de tu corazón y de todo tu ser?”
26 de Enero de 1921
“El alma que ama desea sufrir, y el sufrimiento aumenta el amor. El amor y el sufrimiento unen el alma estrechamente con Dios hasta hacerla una misma cosa con El”.
6 de Febrero de 1921
“Estas heridas Me las causa el desamor de los hombres que, como locos, corren a su perdición”.
8 de Febrero de 1921
“¡Cuántas almas se condenan! Pero un alma fiel repara y obtiene misericordia para muchas ingratas”.
9 de Febrero de 1921
“El amor que tengo a las almas es tan grande, que no puedo contener la llama de Mi ardiente caridad”.
12 de Febrero de 1921
Sor Josefa escribe: me hallaba ante el Sagrario en oración y empecé a pedir por mi madre y mis hermanas. Me llegué a entristecer por ellas y pensaba lo que haría si estuviese a su lado… Confieso que en aquel momento no contaba bastante con Dios. De pronto se presentó Jesús, con el Corazón abrasado lleno de majestad, y en tono de reprensión me dijo:
-tú sola, ¿qué podrías hacer?
Y señalándome Su Corazón:
-fija Aquí tu mirada.
Y se fue.
20 de Febrero de 1921
Durante la Santa Misa, después de la Consagración, Jesús se presenta hermosísimo a Sor Josefa, y le dice:
“Dime, Josefa, ¿qué Me vas a ofrecer por las almas que te he confiado? Colócalo en la Llaga de Mi Corazón para que reciba un valor infinito”.
21 de Febrero de 1921
“Te quiero tan olvidada de ti misma y tan abandonada a Mi Voluntad que no te pasaré la más mínima imperfección sin avisarte. Debes tener siempre presente tu nada y Mi Misericordia. Sabré sacar tesoros de tu humildad: no lo olvides”.
24 de Febrero de 1921
“Mañana ofrecerás a Mi Padre todas tus acciones, unidas a la Sangre que derramé en Mi Pasión. Procurarás no perder un momento la presencia Divina, alegrándote, en cuanto te sea posible, de lo que hayas de sufrir. Piensa todo el día en las almas… en los pecadores… Tengo sed… sí, tengo sed de almas”.
24 de Febrero de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“El mundo no conoce la Misericordia de Mi Corazón. Quiero valerme de ti para darla a conocer… Te quiero Apóstol de Mi bondad y de Mi Misericordia”.
14 de Marzo de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Recuerda que tu nada es el imán que atrae Mis miradas”.
15 de Marzo de 1921
Acabando de comulgar y pidiendo una vez más perdón a Nuestro Señor, pasó, como un relámpago, por delante de Sor Josefa y le dijo: “El amor todo lo borra”.
17 de Marzo de 1921
“Aquel día te llamé y, desde entonces, no te he abandonado ni un momento. Te he cuidado con amor y no me he separado de ti. ¡Cuántas veces hubieras caído a no haberte sostenido Yo! Hoy te digo de nuevo: quiero que seas Mía… que Me correspondas… que Me seas fiel…”.
“Yo haré todo el trabajo, tú nada tienes que hacer sino amar y abandonarte. No te importe tu nada, ni tu debilidad, ni aún tus caídas. Mi Sangre todo lo borra. Bástate a ti saber que te amo. Abandónate”.
22 de Marzo de 1921
“¿No sabes lo que está escrito en el Santo Evangelio? Pedid y recibiréis”.
23 de Marzo de 1921
Jesús dice a Sor Josefa: “Hay almas cristianas y muy piadosas, detenidas por un afectillo, un apego, que les impide correr por el camino de la perfección. Si otra alma ofrece sus obras y sacrificios, uniéndolos a mis méritos infinitos, les alcanza que salgan del estado en que están y adelanten en la virtud”.
“Otras almas viven en la indiferencia o en el pecado, ayudadas del mismo modo, recobran la gracia, y se salvan. Otras, y no tan pocas, viven obstinadas en el mal y ciegas en su error. Se condenarían, pero las súplicas de un alma fiel consiguen que la gracia toque, al fin, su corazón. Y si su flaqueza es tan grande que han de volver a caer en su vida de pecado, me las llevo a la eternidad, y así las salvo”.
26 de Marzo de 1921
Rogaba yo al Señor que me diese la fuerza de vencerme, pues no sé todavía humillarme como El quisiera”.
Jesús dice a Sor Josefa:
“No te apures, Josefa; si llenas un vaso de agua y echas en él una piedrecita, saldrá un poco de agua. Echas otras y sale un poco más. Pues así, a medida que Yo voy entrando en tu alma te vas desocupando de ti, pero esto se hará poco a poco”.
29 de Marzo de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Mi Corazón encuentra consuelo perdonando. No tengo más deseo que perdonar, ni mayor alegría que perdonar. Cuando, después de una caída, un alma vuelve a Mí, es tan grande el consuelo que me da, que casi resulta para ella un beneficio, porque la miro con particular amor”.
3 de Abril de 1921
Jesús dice a Sor Josefa acerca de Su Sagrado Corazón:
“Toma este Corazón y ofrécelo… Con El, puedes pagar todas tus deudas”.
6 de Abril de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Es tanto lo que Me agrada un alma cuando se abandona a Mí de verdad, que aunque esté llena de imperfecciones y miserias hago de ella un cielo donde me deleito en morar. Yo mismo te diré lo que Me impide trabajar en tu alma para realizar Mis designios”.
7 de Abril de 1921
Sor Josefa pide a Jesús que le enseñe a humillarse y abandonarse como El desea. Jesús responde:
“Puedes humillarte de varias maneras: adorando la Voluntad Divina que, a pesar de tu indignidad, se quiere servir de ti para extender Su Misericordia. También, dando gracias de que, sin merecerlo, te he colocado en la Sociedad de Mi Corazón. No te quejes nunca de esta gracia”.
13 de Mayo de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Mi Corazón nunca niega el perdón al alma que su humilla y, sobre todo, entiéndelo bien, Josefa, si lo pide con verdadera confianza. Yo haré un gran edificio sobra la nada, es decir, sobre tu humildad, tu abandono y tu amor”.
17 de Mayo de 1921
La Santísima Virgen dice a Sor Josefa:
“¿Cómo no te he de amar, hija mía? Por todas las almas ha derramado mi Hijo Su Sangre. Todas son mis hijas. Pero cuando Jesús fija los ojos en un alma, yo pongo en ella el corazón».
18 de Mayo de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Si tú eres un abismo de miseria, Yo soy un abismo de bondad y Misericordia… Mi Corazón es tu refugio”.
25 de Mayo de 1921
La Santísima Virgen dice a Sor Josefa:
“Hija mía, arroja todas tus miserias en el Corazón de Jesús, ama al Corazón de Jesús, descansa en el Corazón de Jesús, sé fiel al Corazón de Jesús”.
3 de Junio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Si me quieres consolar, has de trabajar para acercar a Mi Corazón un alma muy querida. Forma desde ahora la intención y ofrece todas tus obras. Besa el suelo para adorar Mi Sangre pisoteada y ultrajada por esta alma a quien tanto amo”.
3 de Junio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Recuerda Mis palabras y ten fe. El único deseo de Mi Corazón es aprisionarte y anegarte (sumergirte) en Mi amor, hacer de tu pequeñez y flaqueza un canal de misericordia para muchas almas que, por tu medio, se salvarán. Más tarde te descubriré los secretos amorosos de Mi Corazón y eso te servirá para hacer mucho bien a un gran número de almas. Deseo que escribas y guardes cuanto Yo te diga. Todo se leerá cuando estés en el Cielo. Quiero servirme de ti, no por tus méritos, sino para que se vea cómo Mi poder se sirve de instrumentos débiles y miserables”.
13 de Junio de 1921
La Santísima Virgen dice a Sor Josefa:
“Líbrate de estas tres cosas que es por donde el enemigo de las almas te quiere hacer caer:
-No te dejes llevar de los escrúpulos que te presenta, para que dejes la comunión.
-Cuando mi Hijo te pide un acto de humildad o cualquier otra cosa, hazlo con mucho amor, diciendo muchas veces: `Jesús mío, veis lo que me cuesta, pero antes que yo sois Vos´.
-Si el enemigo te sugiere que la confianza con la Madre Superiora te resta del cariño que debes a Jesús, no le hagas caso”.
14 de Junio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Cuando tomes alimento, haz cuenta que a Mí me das ese refrigerio; y así, en todo aquello en que puedas encontrar alguna satisfacción”.
14 de Junio de 1921
Sor Josefa vio a Jesús en la Capilla con Sus Manos y Pies lastimados. Tres veces dijo el Señor a Sor Josefa: “Ofrece por esta alma la Víctima Divina al Eterno Padre… Ofrece la Sangre de Mi Corazón”.
Jesús dice a Sor Josefa:
“Durante la noche puedes descansar en Mi Corazón. El recogerá los latidos del tuyo como otros tantos deseos de amarme y consolarme…”.
“Humíllate hasta el polvo, pero a la humildad añade la confianza y el amor. Hazlo todo por amor, mirando siempre lo que por amor He sufrido por las almas”.
“Hazlo todo con mucha sumisión, viendo en todo Mi voluntad”.
“No te separes un momento de Mi lado”.
Jesús dice a Sor Josefa:
“Deja obrar a Mi amor, que no quiere otra cosa que rodearte y consumirte. El amor te despojará de ti misma… No te dejará pensar más que en Mi gloria y en las almas”.
14 de Junio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Durante la oración, colócate a Mi lado en Getsemaní y participa de Mi angustia, ofreciéndote al Padre como víctima, dispuesta a sufrir todas las penas de que eres capaz”.
14 de Junio de1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Durante la Misa, presenta a Mi Eterno Padre esta alma que quiero salvar, para que El derrame sobre ella la Sangre de la Víctima que se está inmolando. Cuando comulgues, puedes ofrecer todo el valor que tienes a tu disposición, para satisfacer su deuda”.
14 de Junio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Cuando despiertes, entra en seguida en Mi Corazón y ofrece a Mi Eterno Padre todas las acciones de este nuevo día, unidas a las palpitaciones de Mi Corazón. Une tus movimientos a los Míos, es decir, como si ya no fueses tú misma, sino Yo el que obrase en ti”.
20 de Junio de 1921
Mientras Sor Josefa ofrecía a Jesús el alimento que ella tomaba, Jesús le dice:
“Sí… Dame de comer, que tengo hambre… Dame de beber, que tengo sed… Ya sabes tú de qué tengo hambre y sed… Es de almas, de esas almas que tanto quiero. ¡Dame de beber!”
La Santísima Virgen María dijo a Sor Josefa:
“Este dolor que sientes es una centella del Corazón de mi Hijo. Cuando lo sientes muy fuerte, cuida de ofrecerlo con mucho amor, porque eso quiere decir que un alma hiere a Jesús en aquel momento. No tengas miedo de sufrir: es un tesoro para ti y para las almas”.
23 de Junio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“En la Hora Santa presentarás a Mi Eterno Padre el alma de este pecador. Recuérdale la agonía que por ella padecí en Getsemaní. Ofrécele Mi Corazón y une tus sufrimientos a los Míos… Estos sufrimientos no son nada en comparación del gozo que me dará esta alma, cuando, arrepentida, se acerque a Mi Corazón”.
30 de Junio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa mostrándole Sus Llagas:
“Mira Mis Llagas, adóralas… Bésalas. No son las almas, no, que Me han puesto en este estado… es el Amor. Es el amor de predilección que tengo a Mis almas… y el amor compasivo que siento por los pecadores. ¡Si ellos lo supieran!… La mayor recompensa que puedo dar a un alma es hacerla víctima de Mi amor y de Mi misericordia, porque la hago semejante a Mí que soy Víctima Divina por los pecadores”.
1 de Julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Une sin cesar tus actos a los Míos y sigue ofreciendo a Mi Padre la Víctima Divina… Su Sangre”.
1 de Julio de 1921
La Santísima Virgen María dice a Sor Josefa:
“Adora la Sangre Divina de Jesús, hija, y pide con gran fervor que se derrame sobre esta alma para que la ablande, la perdone y la purifique”.
3 de Julio de 1921
Sor Josefa describe la visión que ha tenido del Corazón de Jesús rodeado de espinas, con puntas agudísimas que se Le clavaban dentro y cómo de cada una brotaba Sangre.
Jesús dice entonces acerca de las almas que Le ocasionan todo este sufrimiento: “todo esto y mucho más ha sufrido Mi Corazón. Pero también encuentro almas que se unen a Él (Mi Corazón) y Me consuelan por las que de Mí se apartan”.
8 de Julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa: “Mira Mi Corazón, es todo Amor y ternura… Pero hay almas que no lo conocen”.
8 de Julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa refiriéndose a dos almas que El le confía:
“Mira cómo traspasan mi Corazón… Cómo desgarran Mis Manos”.
9 de Julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Josefa, esta alma Me ha dado ya lo que Me negaba. Pero la otra está muy cerca de su perdición, si no quiere reconocer su nada. Ofrécete a fin de alcanzar perdón para ella. Cuando un alma comete grandes pecados, pero después se humilla, saca ganancia. Mas la soberbia es lo que más enoja a Mi Padre… La detesta con odio infinito. Busco almas que se humillen y reparen su soberbia… Ofrécete sin cesar para reparar la soberbia de esta alma. No me rehúses nada. Yo soy tu fortaleza”.
12 de Julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“La soberbia la ciega (a esta alma)… Olvida que Soy su Dios y ella sin Mí es nada. ¿Qué importa subir aquí en la tierra? Póstrate ante Mi Padre Celestial y ofrece la humildad de Mi Corazón. No olvides que sin Mí el alma es un abismo de miseria. Yo levantaré a los humildes. No Me importan sus miserias ni sus caídas… Quiero humildad y amor”.
22 de Julio de 1921
La Santísima Virgen María dice a Sor Josefa:
“Has de sufrir por las almas, has de ser tentada, porque el demonio quiere, a todo trance, quebrantar tu fidelidad. Pero ten valor”.
22 de Julio de 1921
La Santísima Virgen María dice a Sor Josefa:
“Hija de mi Corazón, vengo a sostenerte porque soy tu Madre. No, no es inútil lo que estás sufriendo… Por este acto (tuyo) de humildad (y por tu) miedo de una tentación tan fuerte, expías el orgullo de esta (otra) pobre alma; la tentación que sufres y vences, disminuye la de aquella”.
25 de Julio de1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Yo jamás falto a Mi Palabra”.
26 de Julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“He escogido nueve almas para esa empresa (de atraer a Su Corazón una Comunidad que se ha alejado). Ahora estoy contigo; luego te dejaré para ir con otra (de estas almas). Así, es siempre una esposa Mía la que Me da consuelo. Es verdad que muchas Me martirizan y son ingratas, pero también hay muchas en las que puedo descansar y que son Mi delicia”.
Jesús dice a Sor Josefa acerca ella y ocho almas que deben atraer a Su Corazón una Comunidad que se ha alejado: “Quiero, no sólo que acerquéis estas almas a Mí, sino que expiéis por ellas, a fin de que no queden en deuda alguna delante de Mi Padre”.
Jesús dice a Sor Josefa que vuelva a sus quehaceres habituales, y luego: “Trabaja en Mi compañía”.
26 de Julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Has de atraer a Mi Corazón una Comunidad que se ha alejado… Es una comunidad tibia y relajada… Quiero que Mis esposas vuelvan aquí” –y mostraba Su Corazón–. “Haz todo lo que te indiqué para aquel pecador. Ofrece la Sangre Divina: Nada hay de tan alto precio”.
27 de Julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Nada hay de tanto valor como sufrir en unión con Mi Corazón”.
27 de julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Vengo a descansar en ti… Olvídate de ti misma y consuélame; quiero que Me ames de tal modo y con tal ardor que no te acuerdes de ti para nada y Yo solo ocupe tus pensamientos y deseos. No temas sufrir. Bastante poderoso Soy para cuidar de ti”.
“Besa Mis Manos y Mis Pies y repite Conmigo: `Padre Mío, ¿no es de bastante valor la Sangre de Vuestro Hijo…? ¿Qué más queréis? Su Corazón… Sus Llagas… Su Sangre… todo El se ofrece a Vos por la salvación de estas almas”
La Santísima Virgen dice a Sor Josefa:
“Hasta mañana quiero que pongas todo tu interés en salvar una hija a quien amo singularmente. Es un alma que Jesús eligió para El… Le dio una vocación religiosa pero la ha perdido por su infidelidad. Mañana ha de morir y lo que más me apena es que se ha quitado mi escapulario… ¡Qué alegría tendrá mi Corazón de Madre si esta hija no se condena!”
29 de Julio de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Repite Conmigo: `Padre Eterno, mirad estas almas bañadas con la Sangre de Vuestro Hijo, víctima que se ofrece sin cesar; esa Sangre que purifica, consume y abrasa. ¿No tendrá eficacia bastante para ablandar estas almas?´… Sí, quiero que vuelvan a Mí, que se abrasen en ardor amoroso, como Yo Me consumo por ellas en doloroso Amor”
Jesús dice a Sor Josefa, con tristeza:
“¡Si conocieran las almas Mi deseo ardiente de comunicarme a ellas por amor! Pero, ¡qué pocas lo entienden y cómo hieren Mi Corazón!… Yo Soy la única felicidad de las almas. ¿Por qué se apartan de Mí?”
30 de Julio de 1921
Sor Josefa pide por un alma que necesita fuerza. Jesús responde:
“Si no la encuentra en Mi Corazón, ¿dónde la encontrará? El amor da la fuerza, pero el alma ha de olvidarse de sí misma».
30 Julio, 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Cuando un alma consagrada tiene la desgracia de caer, Yo la levanto; no tiene ella que hacer más que humillarse y amar. Nada me importa su miseria, si su único deseo es darme gloria y consuelo. A pesar de su pequeñez, alcanza muchas gracias para otras almas… Yo me deleito en la humildad, y ¡a cuántas almas consagradas aleja de Mí el orgullo! Quiero que tu celo y tus sacrificios atraigan a Mi Corazón muchas almas, las Mías en especial. Que el deseo de verme amado te consuma y que tu amor sea Mi consuelo”.
“Cuando un alma desea ser fiel, Yo la sostengo en su debilidad y sus mismas caídas mueven a obrar con mayor eficacia Mi bondad y Mi misericordia. Pero es preciso que el alma se humille y se esfuerce, no para hallar su propia satisfacción sino para darme gloria».
3 de Agosto de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“El pecador que tanto me hacía sufrir ya está en Mi Corazón… Quiero que se convierta pronto. ¿Quieres sufrir por él? Ofrécelo todo por esta intención”.
El 14 de Agosto Jesús le dice a Sor Josefa:
“Sobre aquel pecador He alcanzado completa victoria. Ahora Me consolará. Yo le amaré y él Me amará… Y tú ¿Me amas? Tengo sobre ti designio s de amor. No Me niegues nada”.
5 de agosto de 1921: “No encontrarás felicidad fuera de Mi Corazón”.
Jesús dice a Sor Josefa:
“Deseo ardientemente que Me amen… Si las almas supieras qué exceso de amor siento hacia ellas, no podrían resistir. Por eso corro tras ellas y no perdono medio para atraerlas a Mí”.
“Yo Soy todo Amor y Mi mayor deseo es ser amado, ¿por qué soy tan mal correspondido?”.
5 de Agosto de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Todos los días, después de comulgar, repite con todo el fervor que puedas estas palabras: `Corazón de mi Jesús: que el mundo entero se abrase en Vuestro amor”.
5 de Agosto de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Quiero que te consumas en Mi Amor. Ya te he dado a entender que no encontrarás felicidad fuera de Mi Corazón. Quiero que Me ames, pues tengo sed de amor; que ardas en deseos de verme amado, y que tu corazón no se alimente más que de este deseo”.
26 de agosto de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Es tanto Mi amor hacia las almas, que Me consume el deseo de su salvación. ¡Cuántas se pierden y cuántas esperan sacrificios para salir del estado en que se encuentran! Pero aún tengo muchas que son del todo Mías… Una sola de ellas obtiene perdón para muchas frías e ingratas”.
“Consuélame, ¡hay tanta frialdad en las almas! ¡Cuántas se precipitan, ciegas, en el abismo…! Si no encontrara almas que Me consuelan y muevan Mi misericordia, no podría detener Mi justicia”.
“Permanece hoy más unida a Mi Corazón a fin de reparar por muchas almas”.
1 de Septiembre de 1921
La Santísima Virgen María dice a Sor Josefa:
“Mira hija mía, cuanto más te pida Jesús, más debes alegrarte… El que contempla un cuadro muy bien pintado, no es el pincel lo que admira, sino la mano del pintor. Así tú, Josefa, aun cuando realizaras grandes cosas, no debes atribuirte nada a ti misma, pues es Jesús quien obra en ti, y quien se sirve de ti. Da gracias sin cesar a Dios, que tan bueno ha sido contigo. Sé muy fiel, así en lo grande como en lo pequeño. No mires si te cuesta. Obedece a Jesús, obedece a las Madres [del convento], sé muy humilde y deja lo demás. Jesús se encarga de tu pequeñez, y tú sabes que yo soy tu Madre”.
8 de Septiembre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“No te ocupes más que de amarme: el amor te dará fortaleza”.
13 de Septiembre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Hay ahora un alma que me hace sufrir mucho y vengo a consolarme en ti… ¡Pobre alma! ¡Cómo se pone al borde del abismo!”
La noche del 25 de septiembre Jesús le anuncia a Sor Josefa:
“Aquella alma ya la hemos ganado”.
25 de Septiembre 1921
Jesús dice a Sor Josefa: “No te aflijas por tu miseria, Mi Corazón es el trono de la misericordia, donde los más miserables son mejor recibidos, con tal que ellos quieran perderse en este abismo de amor. Porque eres pequeña y miserable, he fijado en ti Mis ojos. Yo soy tu fortaleza… Ahora vamos a conquistar otras almas, pero antes, descansa un poco en Mi Corazón”.
3 de Octubre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Quiero enseñarte a conocer los gustos más delicados de Mi Corazón… Quiero estés siempre muy atenta para no desperdiciar ocasión alguna de humillarte y siempre que puedas elegir entre sacrificarte o no, prefieras el sacrificio”.
3 de Octubre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“No te vayas a descansar con una falta en tu alma: mira que te lo encargo mucho. Si cometes una falta, repárala enseguida… deseo que tu alma brille como el cristal. Si vuelves a caer, no te turbes, porque la turbación y la inquietud apartan al alma de Dios”.
3 de Octubre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“¡Si las almas religiosas supieran cuánto las amo y cómo me hieren su frialdad y tibieza! No acaban de conocer a dónde va a parar el no hacer caso de faltas ligeras. Empiezan por una pequeñez y terminan en la relajación. Hoy se conceden un gusto, mañana dejan pasar una inspiración de la gracia y, poco a poco, sin darse cuenta, se van enfriando».
3 de Octubre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Te quiero muy pequeña, muy humilde y siempre sonriente; sí, quiero que vivas alegre, aún siendo para ti misma un verdugo. Escoge lo que más te cueste, pero con gozo. Sírveme en paz y alegría: así honrarás Mi Corazón”.
3 de Octubre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Te quiero santa, muy santa, y no lo serás por otro camino si no es el de la obediencia y la humildad. Te enseñaré todo esto poquito a poco. Dos cosas te encargo especialmente para que las tengas siempre ante tus ojos y las grabes en tu corazón:
Primero, que si he fijado en ti Mi mirada es para que brille más Mi poder, levantando un gran edificio sobre la nada.
Y segundo, que si te quiero por la derecha y tú quieres ir por la izquierda, tu perdición es segura”.
21 de Octubre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Vengo porque Me has llamado”.
Josefa le pregunta qué ha de hacer para reparar y Jesús le contesta:
“¿Qué has de hacer? Amar… amar… amar…”
22 de Noviembre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“He hecho contigo una alianza de amor y misericordia. El amor no se cansa. La misericordia no se agota”.
20 de Octubre de 1921
La Santísima Virgen María, llena de ternura, dice a Sor Josefa sumergida en una dura lucha de varios días de tribulación: “No temas sufrir. ¡Cuántas almas se han acercado al Corazón de Jesús en estos días de tentaciones!”
22 de Noviembre de 1921
Jesús, señalando Su Corazón encendido, se empezó a abrir la Herida y le dijo a Sor Josefa:
“Mira cómo Mi Corazón se consume de amor por las almas. Así quiero que tú también te abrases en deseos de su salvación. Entra en este Corazón, y unida a El, repara… Sí, tenemos que reparar. Yo soy la Gran Víctima; tú una víctima pequeñita, que uniéndote a Mí, puedes ser del agrado del Padre”.
26 de Noviembre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa:
“Te he dejado descansar un poquito, Josefa; ahora déjame que descanse en ti. Deseo darte Mi cruz unos momentos, ¿la quieres? ¡Hay tantas almas que Me abandonan y tantas que se pierden! Y lo más triste es que a muchas las he colmado de dones y he fijado en ellas los ojos; en cambio, Me corresponden unas con frialdad y muchas con ingratitud. ¡Qué pocas son, qué pocas, las que me devuelven amor por amor!”
28 de Noviembre de 1921
Cuando Jesús le pide a Sor Josefa que reparen juntos, ella le confiesa ser poca cosa. Jesús le responde: “No mires tu poquedad, Josefa, mira la omnipotencia de Mi Corazón que te sostiene. Soy tu Fortaleza y el reparador de tu miseria. Yo te daré fuerza para sufrir todo lo que deseo que sufras”.
28 de Noviembre de 1921
Jesús dice a Sor Josefa: “Déjame descansar en ti… Repara las ofensas con las que las almas afligen Mi Corazón. ¡Cuántas de Mis escogidas no son lo que debieran ser!”
14 de Febrero de 1922
Jesús dice a Sor Josefa: “Si tú tienes hambre de recibirme, Yo también tengo hambre de que Me reciban mis almas. ¡Es tanto el consuelo que encuentro entrando en su corazón!”
18 de Febrero de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Quiero que tu alimento sea: amor y humildad, y no olvides que has de vivir abandonada a Mi Voluntad y siempre alegre, porque Mi Corazón cuida de ti con inmensa ternura”.
Sor Josefa se lamenta de no saber vencerse y que está llena de miedo, porque no corresponde a Su bondad, y Jesús le contesta:
“No temas, échate en Mi Corazón, déjate guiar y esto basta”.
19 de Febrero de 1922
Jesús dice a Sor Josefa después de la Elevación en la Misa, mostrándole Sus Llagas resplandecientes de luz:
“Aquí traigo a Mis almas para que se purifiquen y se abrasen. Aquí encuentran la verdadera paz y Yo espero encontrar en ellas el verdadero consuelo”.
Sor Josefa le pregunta que cómo podemos consolarle, estando tan llenos de miserias y debilidades. Jesús respondió, señalando Su Corazón:
“No Me importa, con tal que vengan a Mí llenas de amor y confianza. Yo puedo suplir todo lo que les falta”.
23 de Febrero de 1922
En la cercanía de los días de Carnaval, en que el desenfreno de las pasiones multiplica, como en ninguna época del año, las ofensas a Dios, Jesús dice a Sor Josefa:
“Quisiera estar un poquito contigo… Ama, Josefa; el amor consuela, el amor se humilla, el amor lo hace todo. En estos días en que tanto se Me ofende, quiero que seas Mi Cireneo: Me ayudarás a llevar la cruz. Es la cruz del amor… La cruz del amor a las almas. Tú Me consolarás y los dos sufriremos por ellas”.
Al día siguiente, la Santísima Virgen confirma esta petición de su Divino Hijo:
“Sí, hija mía, si eres dócil y generosa, serás el consuelo de Su Corazón y del mío; Jesús será glorificado en tu miseria…”. Posando la Virgen su mano en la cabeza de Sor Josefa, añade: “Mira cómo ofenden y ultrajan a Jesús los mundanos. No desperdicies la menor ocasión de reparar y ofrecerlo todo por las almas. Sufre con gran amor”.
25 de Febrero de 1922
Se acercan los días de Carnaval. Sor Josefa encuentra a Jesús en el oratorio cargando con la Cruz. El Señor le dice:
“Consuélame, Josefa, porque las almas Me crucifican de nuevo. Mi Corazón es un abismo de dolor. Los pecadores Me pisotean y Me desprecian. Nada hay para ellos menos digno del amor que Su Creador”.
Por la noche, pasadas las diez, Jesús vuelve con una Cruz muy pesada, la corona de espinas y ensangrentada Su Divina Faz. Jesús dice a Sor Josefa:
“Mira cómo estoy. ¡Cuántos pecados se cometen! ¡Cuántas almas se pierden…! Vengo a buscar alivio en estas almas (del Convento) que no viven más que para consolarme”.
Jesús se queda unos instantes en silencio, con las Manos juntas. Está muy triste, pero muy hermoso. Sus Ojos hablan más que Sus Labios. Después agrega:
“Muchas almas corren a su perdición y Mi Sangre es inútil para ellas. Pero las almas que aman se inmolan y se consumen como víctimas de reparación, atraen la misericordia de Dios. Esto es lo que salva al mundo” (es la cooperación de las almas al Sacrificio de Jesús).
nota del traductor: “El Señor se mostraba a Sor Josefa como revestido actualmente del dolor de los pecados de hoy. Sabemos que Su Santa Humanidad Gloriosa ya no puede sufrir. Pero actuaba delante de ella, como lo hizo con Santa Margarita María, los sufrimientos que Le causaban en Su Pasión los pecados y las ofensas de ahora. Josefa discernía muy bien los consuelos que su participación en los dolores de Jesucristo habían proporcionado a Su Corazón, ya que en la obra de Su Pasión todo le estaba presente”.
26 de Febrero de 1922
Sor Josefa pregunta a Jesús cómo puede ella reparar la ingratitud de los pecadores puesto que El conoce su pequeñez, y Jesús le responde: “Entra en Mi Corazón. Aquí hallarás fortaleza para sufrir. No pienses en tu pequeñez. Poder tiene Mi Corazón para sostenerte. Es tuyo; ofrécelo al Padre Celestial… No vivas más que esta vida que es vida de amor, de sufrimiento y de reparación”.
26 de Febrero de 1922
A causa de los días de Carnaval, Jesús dice a Sor Josefa:
“Vengo a refugiarme aquí, porque lo que son las murallas para una ciudad, eso son las almas fieles para Mi Corazón. Me defienden y Me consuelan. El mundo corre a su perdición. Busco almas que reparen tantas ofensas, pues Mi Corazón se consume en deseos de perdonar. Sí… perdonar a Mis amados hijos por los cuales derramé toda Mi Sangre… ¡Pobre almas! ¡Cuántas se pierden! ¡Cómo se precipitan en el infierno…! Pero no temas; si no te apartas de Mí, serás fuerte con Mi misma fortaleza y Mi poder será tu poder”.
26 de Febrero de 1922
Jesús se presenta a Sor Josefa durante la Misa, mostrando Su Corazón, hermosísimo; muy encendido, parecía el sol. El Señor le dice:
“Este Corazón es el que da vida a las almas. El fuego de Su amor es más fuerte que la indiferencia y la ingratitud de los hombres. Este Corazón es el que da impulso a las almas escogidas, para consumirse y morir, si es preciso, para probarme Su amor… Los pecadores Me llenan de amargura. ¿No querrás reparar su ingratitud, tú que eres víctima de Mi amor?”
27 de Febrero de 1922
Jesús ora junto a Sor Josefa. Ella lo ve con Sus Manos juntas, Sus Ojos levantados al Cielo y Su silencio; todo en El habla de Su Divina y constante ofrenda al Padre Celestial. El Señor dice luego a Sor Josefa:
“Di a las Madres (del Convento) que esta casa es para Mí un jardín de delicias. Aquí vengo a buscar consuelo cuando los pecadores Me hacen sufrir. Diles que soy el Dueño de esta casa y que es un refugio amado donde descansa Mi Corazón… No busco ni deseo grandes cosas. Lo que pido, lo que Me consuela, es el amor que mueve a obrar. Sí, es el amor, sólo amor… y ese amor Me lo dan Mis almas”.
27 de Febrero de 1922
Jesús dice a Sor Josefa: “Un grupito de almas fieles alcanza misericordia para un gran número de pecadores. Mi Corazón no puede permanecer insensible a tantas súplicas… Buscaba quién Me consolara y lo encontré”.
27 de Febrero de 1922
A causa de los días de Carnaval, Jesús dice a Sor Josefa: “¡Cómo Me ofenden las almas!, pero lo que más Me duele es que ellas mismas se precipitan ciegamente a su perdición. Ya puedes comprender cuánto sufro al ver cómo se pierden tantas almas que Me han costado la vida. Este es Mi dolor: que Mi Sangre sea inútil para ellas. Vamos los dos a reparar y desagraviar a Mi Padre Celestial”.
1 de Marzo de 1922
Jesús, con Su Divina Faz ensangrentada, continúa diciendo a Sor Josefa el Miércoles de Ceniza:
“Pide perdón por los pecados del mundo. ¡Cuántos pecadores!… ¡Cuántas almas perdidas! Y almas que Me conocen, que Me amaron un día, pero hoy prefieren el goce y el placer. ¿Por qué así Me maltratan? ¿No les he dado pruebas bastantes de Mi amor? Y ellas correspondieron, pero ahora Me ponen debajo de sus pies… se burlan de Mí… Mis designios sobre ellas se frustran… ¿Dónde hallaré consuelo?”
1 de Marzo de 1922
Jesús se presenta a Sor Josefa el Miércoles de Ceniza, con Su Divina Faz ensangrentada y le dice:
“No hay una sola criatura en la tierra tan despreciada y ultrajada como Yo. ¡Pobres pecadores! Les he dado la vida y ellos buscan darme la muerte. Estas almas que tan caro Me costaron no sólo Me olvidan, sino que llegan a convertirme en objeto de burla y desprecio. Tú, Josefa, ven, acércate a Mí… descansa en este Corazón y participa de Su amargura… Consuélame… Amame… Mira que son muchas las almas que Me llenan de dolor; repara por las que deberían hacerlo y no lo hacen”.
1 de Marzo de 1922
El Miércoles de Ceniza, ante la expresión de dolor de Jesús en cuanto a que El es muy poco amado e incluso despreciado, Sor Josefa le contesta que en esa casa (el Convento) y en todas partes hay muchas almas que Lo aman. El Señor responde:
“Sí; pero quisiera aquellas (las que Le aman poco y Le desprecian)… ¡Las amo demasiado para dejarlas!”
Sor Josefa se ofrece por ellas de nuevo, con la intención de hacerlo hasta que ellas se arrepintieran, y Jesús le dijo, varias veces:
“Recoge la Sangre que derramé en Mi Pasión. Pide perdón por el mundo entero, por estas almas que conociéndome Me ofenden… Y ofrécete para expiar tantos pecados”.
1 de Marzo de 1922
Jesús se presenta a Sor Josefa el Miércoles de Ceniza, con Su Divina Faz ensangrentada y le dice:
“No hay una sola criatura en la tierra tan despreciada y ultrajada como Yo. ¡Pobres pecadores! Les he dado la vida y ellos buscan darme la muerte. Estas almas que tan caro Me costaron no sólo Me olvidan, sino que llegan a convertirme en objeto de burla y desprecio. Tú, Josefa, ven, acércate a Mí… descansa en este Corazón y participa de Su amargura… Consuélame… Amame… Mira que son muchas las almas que Me llenan de dolor; repara por las que deberían hacerlo y no lo hacen… Pide perdón por los pecados del mundo. ¡Cuántos pecadores!… ¡Cuántas almas perdidas! Y almas que Me conocen, que Me amaron un día, pero hoy prefieren el goce y el placer. ¿Por qué así Me maltratan? ¿No les he dado pruebas bastantes de Mi amor? Y ellas correspondieron, pero ahora Me ponen debajo de sus pies… se burlan de Mí… Mis designios sobre ellas se frustran… ¿Dónde hallaré consuelo?”
2 de Marzo de 1922
Jesús, ante la necesidad de encontrar almas generosas que expíen los pecados de las almas que no Le aman y Lo desprecian, dice a Sor Josefa:
“Ve a pedir permiso enseguida (a las Madres). Necesito almas que Me consuelen y reparen, y si aquí no las encuentro, ¿dónde iré?”
Jesús regresa la noche del 3 de marzo y le dice a Sor Josefa:
“Déjame al menos descansar en ti, Josefa, ya que son tantas las almas que Me apenan. ¡Estas almas que tanto amo…! ¡Cuántas se pierden!… Si supieras cuánto Me ofenden no rehusarías Mi Cruz. ¿Sabes cuál es Mi Cruz? El darme libertad para llamarte cuando Te necesite, sin mirar el sitio, ni la hora, ni la ocupación. Bástate saber que pido consuelo. Si Yo estoy contigo, ¿qué importa que el mundo entero esté contra ti?”
3 de Marzo de 1922
Sor Josefa escribe, para su gran humillación, que le suplicó a Jesús que no la llevara por el camino que El la ha estado llevando. Y Jesús, mirándola con mucha tristeza le dijo:
“No te puedo abandonar porque te amo demasiado; pero sí así lo quieres, hágase tu voluntad… La herida de Mi Corazón nadie sino tú la podrá cerrar”.
Jesús le quitó la corona de espinas que le había dado anteriormente y la Cruz, con las cuales Sor Josefa compartía el sufrimiento del Señor, y luego se fue.
Sor Josefa escribe en los siguientes días el terrible tormento que sufre a causa de su resistencia al Señor, el saber que había herido a Jesús y el temor que si El ya no volvía, su vida sería un martirio. Pero Jesús no la abandona sino que se valdrá de esta decisión de Sor Josefa para hacerla pasar a la etapa más misteriosa de su vida, incrementando su humildad, su fe y su abandono, que ella jamás hubiera podido alcanzar por sus propias fuerzas. Esta nueva etapa será, además, de incomparable beneficio para todas las personas que lean sus escritos.
6 de Marzo de 1922
Tres días después que Sor Josefa expresara a Jesús el deseo de no seguir el camino que El deseaba para ella, Sor Josefa oye aullidos infernales que le impresionan profundamente. Son voces de condenados que le echan en cara su falta de generosidad, entre gritos de desesperación y de rabia:
“Estoy aquí para siempre donde ya nunca jamás podré amar… ¡qué corto ha sido el placer! Y en cambio ¡el castigo es eterno…! ¿Qué queda? ¡Odiarte con odio infernal…! ¡Y para siempre…!”
Sor Josefa escribe aterrada: “¡Oh! ¡Saber la pérdida de un alma que jamás podré remediar! Saber que un alma maldecirá al Señor por toda la eternidad y ¡no poderlo remediar! Aunque sufriera yo todos los tormentos del mundo… ¡Dios mío! Esto me destroza! Mil veces morir antes que ser responsable de la pérdida de un alma”.
14 de Marzo de 1922
Ante el sufrimiento de Sor Josefa por haber pedido a Jesús que no la llevara por el camino que El deseaba para ella, Santa Magdalena Sofía se le aparece, llevándole un mensaje de Jesús:
“No olvides, hija mía, que nada sucede que no entre en los planes de Dios”.
Sor Josefa desahoga su pena inmensa, creyendo que las consecuencias de su falta son graves e irreparables. Santa Magdalena Sofía le contesta:
“Sí, hija mía, puedes reparar, si de esta caída sacas mucha humildad y una generosidad mayor”.
16 de Marzo de 1922
A las diez de la noche Sor Josefa empezó a sentir de nuevo el ruido tremendo de cadenas y gritos. Estaba llena de miedo. Ella escribe:
“Sería algo más de las doce cuando de repente vi delante de mí al demonio que decía: `atadle los pies… atadle las manos´. Perdí conocimiento de dónde estaba y sentí que me ataban fuertemente, que tiraban de mí, arrastrándome. Otras voces decían: `no son los pies los que hay que atarle… es el corazón´. Y el diablo contestó: `ese no es mío´. Me parece que me arrastraron por un camino muy largo. Empecé a oír muchos gritos, y en seguida me encontré en un pasillo muy estrecho. En la pared hay como un nicho, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muy mal olor. Yo no puedo decir lo que se oye, toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos maldicen su cuerpo… otros maldicen a su padre o madre… otros se reprochan a ellos mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación…”.
16 de Marzo de 1922
– continúa
Sor Josefa continúa escribiendo acerca de sus descensos temporales al infierno y sus encuentros con el maligno:
“…Pasé por un pasillo que no tenía fin, y luego, dándome un empujón, me hizo como doblarme y encogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas en el cuerpo, que me abrasaban. En frente de mí y cerca, tenía almas que me maldecían y blasfemaban. Es lo que más me hizo sufrir… pero lo que no tiene comparación con ningún tormento es la angustia que siente el alma, viéndose apartada de Dios. Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo fueron seis o siete horas… Luego sentí que tiraban otra vez de mí y después de ponerme en un sitio muy oscuro, el demonio, dándome como una patada me dejó libre. No puedo decir lo que sintió mi alma cuando me di cuenta que estaba viva y que todavía podía amar a Dios…”
– continúa
19 de Marzo y 2 de Abril de 1922
– continúa
Sor Josefa continúa escribiendo acerca de sus descensos temporales al infierno, los cuales le ayudarán a finalmente tomar la decisión de olvidarse por completo de sí misma y colaborar de lleno con Jesús y Su plan para salvar las almas. Sus narraciones son una valiosísima ayuda para aquellas almas que desean amar más a Jesús, así como a regresar al Señor aquellas que están en riesgo de condenarse. Sor Josefa escribe:
“…El diablo estaba muy furioso porque quería que se perdieran tres almas… Gritaba con rabia: `¡Que no se escapen…! ¡que se van…! ¡Fuerte…! ¡fuerte!´ Esto así, sin cesar, con unos gritos de rabia que contestaban, de lejos, otros demonios. Durante varios días presencié estas luchas… Yo supliqué al Señor que hiciera de mí lo que quisiera con tal que estas almas no se perdiesen. Me fui también a la Virgen y ella me dio gran tranquilidad porque me dejó dispuesta a sufrirlo todo para salvarlas, y creo que no permitirá que el diablo salga victorioso…”
“El demonio gritaba mucho: `…Estad atentas a todo lo que las pueda perturbar…! ¡Que no se escapen… haced que se desesperen´. Era tremenda la confusión que había de gritos y de blasfemias. Luego oí que decía furioso: `¡No importa! Aún me quedan dos… Quitadles la confianza…´ Yo comprendí que se le había escapado una, que había pasado ya a la eternidad, porque gritaba: `Pronto… de prisa… que estas dos no se escapen… Tomadlas, que se desesperen… Pronto, que se nos van´. En seguida, con un rechinar de dientes y una rabia que no se puede decir, yo sentía esos gritos tremendos: `¡Todavía tengo una y no dejaré que se la lleve…!´ El infierno todo ya no fue más que un grito de desesperación, con un desorden muy grande y los diablos chillaban y se quejaban y blasfemaban horriblemente. Yo conocí con esto que las almas se habían salvado. Mi corazón saltó de alegría, pero me veía imposibilitada para hacer un acto de amar…
Sor Josefa, aún en medio de su experiencia en el infierno escribe: “no siento odio hacia Dios como estas otras almas, y cuando oigo que maldicen y blasfeman, me causa mucha pena; no sé qué sufriría para evitar que Nuestro Señor sea injuriado y ofendido… Siento mucho tormento. Es como si entrase por la garganta un río de fuego que pasa por todo el cuerpo, y unido al dolor que he dicho antes. Como si me apretasen por detrás y por delante con planchas encendidas… No sé decir lo que sufro… es tremendo tanto dolor… Parece que los ojos salen de su sitio y como si tirasen para arrancarlos… Los nervios se ponen muy tirantes. El cuerpo está como doblado, no se puede mover ni un dedo… El olor que hay tan malo, no se puede respirar *, pero todo esto no es nada en comparación del alma, que conociendo la bondad de Dios, se ve obligada a odiarle y, sobre todo, si Le ha conocido y amado, sufre mucho más…”
– continúa
* Josefa despedía este hedor intolerable siempre que volvía de una de sus visitas al infierno o cuando la arrebatada y atormentaba el demonio: olor de azufre, de carnes podridas y quemadas que, según fidedignos testigos, se percibía sensiblemente durante un cuarto de hora y a veces media hora; y cuya desagradable impresión conservaba ella misma mucho tiempo más todavía.
2 de Abril de 1922
Una de las muchas almas que acuden a Sor Josefa pidiendo humildemente oraciones y sufragios, dice a Sor Josefa:
“Estoy aquí por bondad de Dios, porque mi gran orgullo me tenía abierta las puertas del infierno. Tenía muchas personas debajo de mis pies… y ahora me pondría yo debajo del último de los pobres… Ten compasión de mí… y haz actos de humildad para reparar mi orgullo. Así podrás sacarme de este abismo”.
“¡Si las almas supieran cómo se pagan aquí los gustos innecesarios concedidos a la naturaleza!… Ya he terminado mi destierro. Ahora voy a la Eterna Patria”.
Otra alma le dice:
“¡Bendita sea la infinita bondad de Dios que quiere servirse de los sacrificios de otras almas para reparar nuestras infidelidades! ¡Cuánta más gloria podía tener ahora en el Cielo, si mi vida hubiera sido otra!”
Otra alma más dice a Sor Josefa:
“No saben cuán diferentes se ven las cosas de la tierra, cuando se ha pasado a la eternidad. Los cargos no son nada delante de Dios, tan sólo la pureza de intención con que se ejercen aun las más pequeñas acciones. ¡Qué poca cosa es la tierra y todo lo que ella encierra! Y a pesar de esto, ¡cuánto se la ama! ¡Ah, la vida, por larga que sea, es nada en comparación de la eternidad! No pueden figurarse los hombres lo que es un solo momento de purgatorio y cómo el alma se consume y se derrite en deseos de ver a Dios Nuestro Señor”.
2 de Abril de 1922
Otra de las almas del Purgatorio que visitan a Sor Josefa, le dice:
“He pasado siete años en pecado mortal y tres años enferma rehusando siempre confesarme. Tenía bien abierto el infierno, y hubiera caído en él, si con tus sufrimientos de hoy, no me hubieses obtenido fuerza para confesarme y ponerme en gracia. Ahora estoy en el Purgatorio y te ruego que pidas por mí, pues así como has podido salvarme, puedes sacarme pronto de esta cárcel tan triste”.
“Estoy en el Purgatorio por mi infidelidad… No he correspondido al llamamiento divino. Desde hacía doce años estaba resistiendo a mi vocación y viviendo en peligro de condenarme, pues para quitarme el remordimiento, me había entregado al pecado. Doy gracias a la bondad divina que ha querido, por tus sufrimientos, darme valor para ponerme en gracia. ¡Qué difícil era mi salvación! Ahora te pido tengas piedad de mí y me saques pronto de este lugar de penas”.
Otra alma más dice:
“Ofrece por nosotras la Sangre de Nuestro Señor. ¿Qué sería de nosotros si no hubiera almas para aliviarnos?”
13 de Abril de 1922
El Jueves Santo Sor Josefa recibe la visita de San Juan Evangelista. Era un joven alto, muy hermoso y su túnica de un color como heliotropo o rojo algo apagado. San Juan le dice a Sor Josefa:
“Nada temas (de los constantes ataques del demonio), tu alma es una azucena que Jesús guarda en Su Corazón… Vengo a darte a conocer algunos sentimientos del Corazón del Divino Maestro en este gran día (Jueves Santo). El amor le obliga a separarse de Sus discípulos; tenía que ser bautizado con bautismo de sangre. Pero el amor le obliga también a quedarse con ellos, y así el amor le llevó a instituir el Sacramento de la Eucaristía”.
“¡Qué lucha sintió entonces Su Corazón! ¡Cómo descansaría entrando en las almas puras… pero cómo se renovaría Su Pasión entrando en corazones manchados! ¡Cómo se alegraba Su alma cuando se acercaba el momento de ir al Padre… pero qué tristeza sintió viendo que era uno de los doce, por El escogido, el que le había de entregar a la muerte, y que Su Sangre empezaba a ser inútil para aquella alma!”
“Su Corazón se anegaba en amor y el amor le hacía sentir la más terrible amargura, viendo tan poca correspondencia de parte de estas almas tan amadas. Y ¿qué decir de lo que sintió al ver la ingratitud y frialdad de tantas almas escogidas…?”
16 de Abril de 1922
Sor Josefa le pide perdón a Jesús y le cuenta de todas sus flaquezas y miserias. Jesús, con amor indecible, le contesta:
“No es más feliz el que nunca ha necesitado perdón, sino más bien el que ha tenido que humillarse muchas veces”.
17 de Abril de 1922
El día del Evangelio de los Discípulos de Emaús, Sor Josefa le pide a Jesús que se quede con ella, que ya es tarde. Y Jesús se presentó enseguida, muy hermoso, y le dijo:
“Sí, me quedaré contigo… Yo seré la luz de tu alma. Se hace tarde, es verdad… Dime, Josefa, ¿qué harías sin Mí?”
21 de Abril de 1922
Sor Josefa habla con Jesús acerca de los ataques del demonio y Jesús le contesta:
“Josefa… me quiero valer de ti como instrumento de Mi misericordia para con las almas. Pero si tú no te abandonas completamente a Mi Voluntad, ¿qué quieres que haga? ¡Son tantas las almas que necesitan perdón! Por esto, Mi Corazón busca víctimas* que le ayuden a reparar los ultrajes del mundo y, por su medio, derramar Mi misericordia. ¿Qué te importa todo lo demás si estoy contigo para sostenerte? Yo no te dejo. ¿Qué más puedes pedir…?”
22 de Abril de 1922
Jesús le dice a Sor Josefa:
“Si te comunico estas cosas, es para que no retrocedas ante ningún sacrificio. No lo dudes: lo que más te hace sufrir es lo que más Me consuela. Y cuando menos te lo figuras, es cuando acercas más almas a Mi Corazón”.
Sor Josefa le dice confiadamente cuán agotada y sin fuerzas está y Jesús le responde:
“No necesito fuerzas, lo único que necesito es tu abandono. La verdadera fortaleza está en Mi Corazón. Quédate en paz… No olvides que es la misericordia y el amor lo que obra en ti”.
24 de Abril de 1922
Sor Josefa habla con Jesús después de la Comunión acerca de los ataques del demonio. Jesús le dice:
“No te preocupes. Tenemos que librar a un alma de las manos del demonio y ésta es para ella la hora del peligro. Así la podremos salvar. ¡Son tantas las almas que corren riesgo de perderse! Pero hay otras que Me consuelan y muchas vuelven a Mi Corazón”.
Sor Josefa le pregunta qué hacer por la conversión de un pecador que da mucho escándalo y Jesús le dice:
“Hay que poner Mi Corazón entre este pecador y Mi Eterno Padre. Mi Corazón se apiadará de él y aplacará la ira divina. Adió, Josefa; consuélame con tu amor y con tu abandono”.
2 de Mayo de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“¿No sabes que el demonio puede atormentarte pero no puede dañarte? ¿Quién es más poderoso, él o Yo?”
11 de Mayo de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Yo deseo aprisionarte del todo en Mi Corazón, porque Mi amor hacia ti es sin medida. Y a pesar de todas tus faltas y todas tus miserias, quiero servirme de ti para dar a conocer a las almas Mi amor y Mi misericordia. ¡Son tantas las que desconocen la bondad de Mi Corazón! Y es mi único deseo, que estas almas que tanto amo, se pierdan en el abismo sin fondo de Mi Corazón”.
11 de Mayo de 1922
Jesús, refiriéndose a Su Sagrado Corazón, dice a Sor Josefa:
“Cuando te encuentres más apurada y más débil, ven aquí a buscar fortaleza”.
3 de Junio de 1922
Jesús dice a Sor Josefa acerca de ese día, el día de renovación de votos:
“Hoy (DÍA DEL SAGRADO CORAZÓN) es el día del Amor. Hoy, Mis almas Me roban el Corazón. Lo que Me da más gloria, lo que más Me consuela es que estas almas, a quienes tanto amo, vengan a pedir fuerza y remedio a Mi Corazón, que no desea más que enriquecerlas… Toma este Corazón y ofrécelo al Padre. Con El, puedes pagar todas tus deudas”.
16 de Julio de 1922
La Virgen María dice a Sor Josefa:
“Vive en paz, hija mía, no te reserves nada para ti, ni te preocupes más que del momento presente. Jesús te lleva y guía a tus Superiores. No te apartes de sus consejos. Sé fiel y sumisa a la voluntad de mi Hijo, en los momentos más difíciles”.
16 de Julio de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Desde toda la eternidad Yo he sido tuyo. Desde ahora para siempre, tú eres Mía. Tú trabajarás para Mí, Yo trabajaré para ti. Tus intereses son Míos, Mis intereses son tuyos”.
22 de Julio de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Josefa, Esposa Mía, déjame dilatarme en ti. Mi grandeza suplirá tu pequeñez. Desde ahora trabajaremos unidos. Yo viviré en ti, y tú vivirás para las almas… Déjate guiar… Mi corazón lo hará todo, Mi misericordia obraré en ti y Mi amor anonadará todo tu ser”.
27 de Julio de 1922
Sor Josefa está rezando a la Virgen, diciéndole cuánto ama a Jesús y cuánto desea ser totalmente Suya, pero que tuviera presente su pequeñez. En ese momento llega Jesús y colocándose cerca de Josefa, le dice:
“No tengas miedo; Soy tu Salvador… Soy tu Esposo… ¡qué poco conocen las almas esos dos nombres! Esta es la obra que quiero hacer en ti: el deseo más ardiente de Mi Corazón es que las almas se salven, y quiero que Mis esposas conozcan con qué facilidad pueden ganarse almas. Yo haré conocer por tu medio el tesoro que muchas veces dejan perder, porque no profundizan bastante estos dos nombres: Salvador y Esposo”.
30 de Julio de 1922
La Virgen María dice a Sor Josefa:
“Hija mía, no te asustes de tus caídas. Todavía caerás más de una vez, pero siempre te levantará el Amor. Te sostiene un Esposo que es Dios y que te ama”.
5 de Agosto de 1922
Jesús le dice a Sor Josefa:
“Son muchas las almas que Me afligen… y muchas se pierden… Pero las que más hieren Mi Corazón, son estas que tanto amo y que no se entregan del todo a Mí. Siempre se reservan algo. ¿No les doy Yo Mi Corazón entero?”
Josefa pide perdón al Señor por estas almas y por ella misma, que tanto se reserva a Jesús y le pidió que tomara los actos y el amor de esas almas que desean consolarle. Jesús le contesta con gran bondad: “Sí, eso busco; reparar las faltas de las unas con los actos de las otras”.
6 de Agosto de 1922
Sor Josefa expresa a Jesús su temor de fallarle en Su Obra. Jesús le dice con inmensa ternura:
“¡Pequeña Mía!… Empieza Mi obra agarrada de la mano de Mi Madre. ¿No te da ánimo esto?”
Sor Josefa se llena gozo en su corazón al oír estas palabras y Jesús le da solemnemente tres indicaciones que Josefa ha de observar como preparación a esa Obra:
“Meditar profundamente sobre la nada de Mis instrumentos”.
“Confiar plenamente en la Misericordia de Mi Corazón, y prometer desde el fondo del alma, no resistir jamás a Mis peticiones, por duras y penosas que sean”.
“Hacer una Hora Santa, el jueves, para consolar Mi Corazón de las resistencias de Mis almas escogidas. Y el viernes, un acto de reparación por las penas y ofensas que de estas mismas almas recibo”.
6 de Agosto de 1922
Jesús dicta a Sor Josefa, una a una, las palabras que desea que ella escriba. En estos escritos el Señor nos revela algo maravilloso:
“No temas; cuando tú escribas Yo te lo diré todo. Ninguna de Mis palabras se perderá. Nada de lo que Yo te diga se borrará jamás. Poco importa que seas tan miserable y pequeña. Yo haré todo. Yo daré a conocer que Mi Obra se funda sobre la nada y la miseria; este es el primer eslabón de la cadena de amor que preparo a las almas desde toda la eternidad. Me serviré de ti para enseñar que amo la miseria, la pequeñeza y la nada”.
“Haré que las almas conozcan hasta qué punto las ama y perdona Mi Corazón y cómo sus mismas caídas pueden servirme de complacencia. Penetro el fondo de las almas, sus deseos de darme gusto, de consolarme y de glorificarme; y el acto de humildad que sus faltas les obliga a hacer, viéndose tan débiles, es precisamente lo que consuela y glorifica Mi Corazón”.
“No importa que las almas sean débiles. Yo suplo lo que les falta. Les daré a conocer cómo su misma debilidad puede servirme para dar vida a muchas almas que la han perdido”.
“Daré a conocer que la medida de Mi Misericordia para con las almas caídas, no tiene límites… Deseo perdonar. Descanso perdonando… Siempre estoy esperándolas con amor… ¡Que no se desanimen!… ¡Que vengan!… ¡Que se echen sin temor en Mis brazos…! ¡Soy Su padre…!”
“Muchas entre Mis Esposas no comprenden cuánto pueden hacer para atraer a Mi Corazón a otras almas que están sumidas en un abismo de ignorancia, y no saben cómo deseo que se acerquen a Mí para darles vida… La verdadera vida”.
“Yo te enseñaré los secretos de amor y tú serás ejemplo vivo de Mi Misericordia, pues si por ti, que eres miseria y nada, tengo tanta predilección y te amo tanto, ¿qué haré con otras almas mucho más generosas que tú?”
7 de Agosto de 1922
Sor Josefa le dice a Jesús cuánto teme no serle fiel. Jesús la mira con Sus ojos hermosísimos y con indecible bondad le responde:
“Nada temas; Yo te conduciré del modo más conveniente para Mi gloria y el provecho de las almas; tú abandónate al amor, déjate guiar por el amor, vive perdida en el amor”.
Jesús añade en otro momento:
“Deseo que tu pequeñez se deje conducir y guiar por Mi mano paternal, sabia e infinitamente fuerte… Nada temas, pues te guardo con esmero, como la más tierna de las madres cuida de su hijo pequeño”.
7 de Agosto de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Yo obraré en ti… Hablaré por ti… Me haré conocer por ti… ¡Cuántas almas encontrarán la vida en Mis palabras! ¡Cuántas cobrarán ánimo al ver el fruto divino de su vida ordinaria! ¡Un actito de generosidad, de paciencia, de pobreza, puede ser un tesoro que gane para Mi Corazón gran número de almas!”
7 de Agosto de 1922
Mientras las hermanas rezan el Rosario en la sala del Noviciado, la Virgen se aparece a Josefa, vestida como el día de sus Votos, con la diadema en la cabeza y las manos cruzadas sobre el pecho. Josefa vio que se formaba como una corona de rositas blancas en torno a su corazón. La Virgen le dice a Josefa:
“Estas flores se cambiarán en perlas de gran valor para la salvación de las almas”.
Esto lo dijo refiriéndose al Rosario que rezaban las novicias, arrodilladas alrededor de su imagen. Y agregó:
“Sí, las almas es lo que más ama Jesús. Yo también las amo porque son el precio de Su Sangre, y ¡se pierden tantas!… No resistas, hija mía, no rehúses nada; abandónate completamente a la obra de Su Corazón, que es la salvación de las almas… No temas, hija mía; la Voluntad de Jesús se cumplirá, Su obra se hará”.
7 de Agosto de 1922
Después de comulgar, Sor Josefa le pide a Jesús que le dé tanta confianza en Su Corazón como pena por sus faltas. Poco después el Señor le concede una visión simbólica muy significativa. Sor Josefa escribe:
“Serían las nueve y media, sin saber dónde estaba, tenía delante de mi vista un sitio oscuro, cubierto de niebla. Era como un patio o jardín no muy grande y se notaba un olor a humedad, muy malo; muchas hierbas y espinas, altas como varas de rosal pero sin hojas. Después vino un poco de claridad como de sol. Vi muy bien aquel desorden de espinas y yerbas que estaban como llenas de agua sucia y eso era lo que producía el mal olor. Después desapareció. No comprendía qué podía ser esto, y me fui a la capilla.
De pronto, Jesús se presenta a Sor Josefa, muy hermoso, y le dice:
“Amada Mía, ¡Miseria de Mi Corazón…! Yo soy el sol que te da a conocer tu miseria. Cuanto más grande la veas, más debe aumentar hacia Mí tu ternura y amor; no temas. El fuego de Mi Corazón consume tus miserias. Tu corazón es una tierra viciada que no puede producir fruto bueno. Pero Yo soy el Jardinero que cultivará esa partecita de tierra. Enviaré un rayo de sol que la purifique, y Mi mano sembrará… Sigue siendo pequeñita, muy pequeña… Yo soy bastante grande, soy tu Dios, soy tu Esposo, tú eres la miseria de Mi Corazón”.
9 de Agosto de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Yo soy el que gobierna todas las cosas y nunca permitiré que te lleven por un camino errado. Ten confianza y no veas más que a Mí; Mi mano que te guía, Mi ternura que te ama con amor de Padre y de Esposo”.
19 de Agosto de 1922
Jesús se presenta ante Sor Josefa y le dice:
“Todo lo que te pido que digas, aunque te parezca duro, es por el bien de las almas. ¡No sabes cuánto amo a las almas!”
Jesús continúa luego, como expansionando Su Corazón:
“¡Cuánto amo esta casa! En ella he puesto Mis ojos. Aquí Mi Corazón encuentra miseria*, apta para hacer de ella instrumentos de Mi Amor. A este grupo de almas he entregado la parte más pesada de Mi Cruz. Pero no están solas para llevarla; Yo estoy con ellas; Yo las ayudo. El amor se prueba con obras; he sufrido porque las amo y ellas sufren también por Mi amor.
24 de Agosto de 1922
Jesús continúa dictando a Sor Josefa:
“Sí, deseo perdonar y quiero que Mis almas escogidas den a conocer al mundo cómo espero, lleno de amor y de misericordia, a los pecadores”.
Josefa le dice a Jesús que las almas ya lo saben y que ella teme estropear Sus planes. Jesús le contesta:
“Yo sé que las almas lo saben, pero de cuando en cuando necesito hacer una nueva llamada de amor… Tú nada tienes que hacer; ámame y permanece abandonada a Mi voluntad. Te esconderé en Mi Corazón y nadie te descubrirá. Sólo después de tu muerte se leerán Mis palabras. Arrójate en Mi Corazón. Yo te sostengo con muchísimo amor. Te amo, ¿no lo sabes? ¿No te doy bastantes pruebas de amor?”
24 de Agosto de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Escribe cómo Mis almas darán a conocer Mi Corazón de Padre a los pecadores”.
Josefa escribe arrodillada delante de la mesa mientras Jesús va hablando:
“Conozco el fondo de las almas; sus pasiones y el atractivo que sienten por el mundo, por el placer. Yo sabía desde la eternidad cuántas almas amargarían Mi Corazón y que para muchas, Mis sufrimientos y Mi Sangre serían inútiles… pero no es el pecado lo que más hiere Mi Corazón… lo que más lo desgarra es que no vengan a refugiarse en El después que lo han cometido”.
31 de Agosto de 1922
Jesús continúa dictando a Sor Josefa:
“Quiero que escribas. Quiero hablarte de las almas… ¡las amo tanto!… Quiero que encuentren siempre en Mis palabras, remedio a todas sus enfermedades”.
3 de Septiembre de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“No me importan las miserias de las almas, lo que quiero es amor… No me importan las flaquezas, lo que quiero es confianza. Estas son las almas que atraen al mundo la misericordia y la paz. Sin ellas (las almas elegidas) no podría detener la ira divina; ¡son tantos los pecados!”
Josefa escribe con mucha compasión que cuando Jesús dijo estas palabras, poco a poco se fueron formando llagas en Su Corazón… todo El era una llaga. Josefa procura consolarle y el Señor mirándola con mucha tristeza le dijo:
“Sí, son muchos los pecados que se cometen… y muchas las almas que se pierden. Pero lo que más destroza Mi Corazón son las ofensas de Mis almas escogidas…”
Jesús, refiriéndose a un alma de ellas, dice a Josefa:
“¡Pobre alma! ¡Pobre alma!… No sabe a qué tormento se está preparando ella misma para toda la eternidad…”
Josefa intercede por esta alma y Jesús le dice:
“Mientras encuentre víctimas que reparen, Mi justicia se detendrá”.
3 de Septiembre de 1922
Sor Josefa anota las palabras que Jesús exclama, refiriéndose a un alma elegida que es encuentra obstinada en el pecado:
“Alma a quien amo, ¿por qué Me desprecias?… ¿No basta que Me ofendan los mundanos? Pero tú que Me estás consagrada, ¿por qué Me tratas así?… ¡Qué dolor para Mi Corazón recibir tantos ultrajes de un alma, que Yo he escogido con tanto amor!”
4 de Septiembre de 1922
Sor Josefa narra las penas espantosas que padecen en el infierno los religiosos infieles:
“No puedo explicar lo que es este sufrimiento, pues si el tormento de un seglar es terrible, es nada comparado con el de un religioso. Los demonios le gritan: `tú hiciste ese voto (de pobreza, castidad y obediencia) libremente y con pleno conocimiento… Tú misma te obligaste… Tú lo quisiste´. El alma recuerda sin cesar que había escogido a Dios por Esposo y que Le amaba sobre todas las cosas… Siente necesidad de odiarle con una sed que la consume… No hay recuerdo que pueda darle el más ligero consuelo… Otro de los tormentos que padece es la vergüenza. Parece que le gritan todos: `que nos hayamos perdido nosotros, que no tuvimos los medios que tú, es más comprensible; pero a ti, ¿qué te faltaba?… Tú vivías en el palacio del Rey… Tú te sentabas en la mesa de los escogidos´. En fin, todo esto que escribo, no es sino una sombra al lado de lo que el alma sufre y padece, pues no hay palabras que puedan explicar semejante tormento”.
6 de Septiembre de 1922
Acerca del alma elegida de Jesús que es encuentra obstinada en el pecado, Sor Josefa escribe que durante la Misa el Señor se le aparece con un aspecto de bondad y tristeza que la deja sobrecogida. La herida del Corazón se ve muy grande. Jesús le dice, como un pobre que pide limosna:
“No te pido más que tu corazón para esconderme en él, para librarme de la amargura que Me causa esta alma, haciéndome entrar en el suyo… que Mis almas escogidas sean las que así Me tratan, eso es lo que más Me aflige”.
Después que Josefa comulga, Jesús le dice:
“Hija Mía, a quien amo como a la niña de Mis ojos, escóndeme en tu corazón… Consuélame… ámame… glorifícame con Mi propio Corazón… Repara con El y satisface con El a la justicia divina… Preséntalo a Mi Padre como víctima de amor por las almas… pero de un modo especial por estas almas que Me están consagradas… Vive Conmigo… Yo viviré contigo… Escóndete en Mí. Yo Me esconderé en ti… Los dos nos consolaremos mutuamente, porque tus penas serán Mías y Mis penas serán tuyas”.
8 de Septiembre de 1922
Sor Josefa escribe que esa noche Jesús se acerca a ella como un “pobre hambriento” *, para expresar el aspecto triste y suplicante que el Señor tenía. Jesús le dice:
“Quítame la sed que tengo de que Me amen las almas, pero sobre todo Mis almas escogidas… No sabe esta alma (la del sacerdote alejado de El) cuánto la amo… Por eso su ingratitud Me pone en este estado”.
Josefa le ofrece a Jesús sus fatigas y sufrimientos y los de las hermanas religiosas, así como el buen deseo de consolarle y agradarle para que El lo purifique y transforme de forma que el sacerdote tenga más valor para retornar a El. Jesús le dice:
“Yo no miro la acción, miro la intención. El acto más pequeño hecho con amor, ¡adquiere tanto mérito y puede darme tanto consuelo!… No busco más que amor… No pido más que amor…”
El sábado 9 la Virgen dice a Josefa:
“Hija mía, sufre con ánimo y valor. Gracias al sufrimiento, esta alma no cae en otro pecado más grave”.
* nota del traductor: “El Señor se mostraba a Sor Josefa como revestido actualmente del dolor de los pecados de hoy. Sabemos que Su Santa Humanidad Gloriosa ya no puede sufrir. Pero actuaba delante de ella, como lo hizo con Santa Margarita María, los sufrimientos que Le causaban en Su Pasión los pecados y las ofensas de ahora. Josefa discernía muy bien los consuelos que su participación en los dolores de Jesucristo habían proporcionado a Su Corazón, ya que en la obra de Su Pasión todo le estaba presente”.
25 de Septiembre de 1922
– continúa
Después de una larga noche de fatigosa expiación por parte de Sor Josefa, Jesús aparece de repente. Su Corazón no tenía herida ninguna y estaba resplandeciente de hermosura y claridad. Jesús le dice:
“¡Mira! Esta alma (la del Sacerdote alejado) ya ha venido a Mí. Herido al fin por la gracia, se ha ablandado su corazón. Amame y nada rehúses para conseguir que otras almas Me amen. Sí, ya ha venido a arrojarse en Mis brazos y se ha confesado… Sufre todavía conmigo para alcanzarle la fuerza de perseverar hasta el fin”.
Algunos días más tarde Jesús le dice:
“Esta alma Me busca y Yo la espero lleno de amor para colmarla de las más dulces caricias”.
El 20 de septiembre Jesús confirma a Josefa el regreso definitivo de la oveja perdida, logrado a tanta costa:
“Ya está en Mi Corazón; ahora no le queda más que el mérito de su dolor, al recordar su caída”.
26 de Septiembre de 1922
– continúa
Al amanecer, Jesús se aparece a Sor Josefa. El está hermosísimo, con el Corazón inflamado. Ella renueva sus votos, como siempre, y Jesús le dice:
“Dime una vez más que Me amas. Yo también voy a decirte un secreto de Mi Corazón. Josefa… ¡ayúdame en esta obra de amor!…”.
Jesús agrega:
“¡Mira! Unas almas sufren par dar fuerza a otras y evitar que caigan en el mal. Si estas dos almas de ayer hubieran caído en pecado, se habrían perdido para siempre. ¡Lo que por ellas has hecho les ha dado fuerza para resistir!”
Sor Josefa se muestra sorprendida de que cosillas tan pequeñas puedan tener tanta eficacia. Jesús continúa:
“Sí, Mi Corazón da valor divino a esas cosas tan pequeñas. Lo que Yo quiero es amor. Amor busco, amo a las almas y deseo ser correspondido. Por eso Mi Corazón está herido, porque encuentro frialdad en vez de amor. Dame amor y dame almas. Une bien tus acciones a Mi Corazón. Permanece Conmigo, que Yo estoy siempre contigo. Yo soy todo Amor y no deseo más que amor. ¡Ah! Si las almas supieran cómo las espero, lleno de misericordia! Soy el Amor de los amores y sólo puedo descansar perdonando…”.
26 de Septiembre de 1922
Apenas Jesús había recuperado el alma del sacerdote se presenta de nuevo con Josefa para pedirle que colabore con El para recuperar dos almas más. Jesús le dice:
“Tenemos que salvar dos almas en gran peligro. Ponte en estado de víctima”. Jesús le explica lo que estas palabras significan: “déjame hacer de ti lo que quiera”.
Enseguida Josefa comenzó a sentir muchísima angustia en el alma y un sufrimiento muy grande y no sabía qué hacer para que estas almas se salven. Al anochecer, Jesús aparece en su celda y, con las manos juntas y mirando al Cielo, dijo con voz muy clara y llena de majestad:
“¡Padre Eterno! ¡Padre misericordioso! ¡Recibid la Sangre de Vuestro Hijo! ¡Tomad Sus llagas, recibid Su Corazón, por estas almas!… Padre Eterno, recibid la Sangre de Vuestro Hijo, tomas Sus llagas, tomad Su Corazón, mirad Su cabeza traspasada de espinas. No permitáis que una vez más esta Sangre sea inútil. Mirad la sed que tengo de daros almas… Padre Mío, no permitáis que estas almas se pierdan… Salvadlas para que os glorifiquen eternamente”.
6 de Octubre de 1922
Sor Josefa, hallándose en un momento de tribulación intensa, escribe lo cansada de sufrir que está. De repente ve delante de ella como un sol; tanto brillaba que casi no podía mirar. Y oye la voz de Jesús que dice:
“La Santidad Divina es ofendida y la Justicia pide satisfacción. No es inútil (dice el Señor refiriéndose al pensamiento de Josefa que cree que es inútil el sufrimiento que ella sufre las veces que es llevada al infierno). Todas las veces que te hago experimentar las penas del infierno, expías el pecado y se aplaca la ira divina. ¿Qué sería del mundo si no hubiera quien reparase tantas ofensas?… ¡Hacen falta víctimas!… * ¡Hacen falta víctimas!…”
Sor Josefa le pregunta que cómo puede ella reparar si está tan llena de miseria y de faltas. Jesús le dice:
“No importa. Este sol de amor te purifica, para que tus sufrimientos sirvan de reparación por los pecados del mundo”.
17 de Octubre de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“No puedes comprender hasta qué punto te amo… Mi Sangre te purifica y te abrasa. En ella encontrarás fuerza y valor”.
20 de Octubre de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“¡Josefa! Participa del fuego que devora Mi Corazón: tengo sed de que las almas se salven… ¡Que las almas vengan a Mí!… ¡Que las almas no tengan miedo de Mí!… ¡Qué las almas tengan confianza en Mí!”
Su Corazón se dilata y se inflama como si no pudiera contener Su ardor y agrega:
“Yo soy todo amor; no puedo tratar con severidad a las almas que tanto amo. Y aunque es verdad que las amo a todas, tengo entre todas “Mis preferidas”. Las he escogido para consolarme con ellas y para colmarlas de Mis más dulces caricias… No Me importan sus miserias… y quiero que sepan que, después que han caído en alguna flaqueza, si humildemente se arrojan en Mi Corazón, las perdono y las amo con más ternura que antes”.
20 de Octubre de 1922
– continúa
Sor Josefa le dice a Jesús que ella nota cuánto la ama El porque en cuanto Le pide perdón, El en seguida, le da nuevas pruebas de Su amor y le demuestra que la ha perdonado. Jesús le dice:
“¿No sabes que cuanto más miserables son las almas, más las amo? Tú me has robado el Corazón, a causa de tu pequeñez y de tu miseria”.
Josefa le pregunta por qué lleva Su Cruz ese día y Jesús le dice:
“Llevo la Cruz porque hay muchas almas escogidas que en cositas pequeñas Me resisten; y estas resistencias forman esta Cruz. ¿Sabes cuál es la causa de estas resistencias?… La falta de amor… Sí; falta de amor a Mi Corazón… Exceso de amor a sí mismas… Cuando el alma tiene generosidad bastante para darme gusto en todo lo que le pido, recoge un gran tesoro para sí y para las almas, y aparta a muchas del camino de la perdición”.
20 de Octubre de 1922
Sor Josefa le ruega a Jesús que conceda a las almas escogidas ese amor del cual El le habla, para que crezcan sin medida en confianza y generosidad. Jesús le responde:
“Deseo que Me amen… Ofrece tu vida, aunque sea imperfecta, para que todas las almas escogidas entiendan qué misión tan hermosa pueden realizar con sus obras ordinarias, con su trabajo cotidiano. Que no olviden que las he preferido a tantas otras, no por su perfección, sino por su miseria. Yo soy todo amor y el fuego que Me abrasa consume todas sus miserias”.
Josefa le expresa su temor ante la responsabilidad de tantas gracias extraordinarias y Jesús le dice:
“¡No tengas miedo de nada! Te he escogido a ti que eres tan miserable, para que vean una vez más que no busco la grandeza ni la santidad… ¡Busco amor!… Yo haré todo lo demás. Te diré más secretos de amor, Josefa, pero el deseo que me consume es siempre el mismo: que las almas conozcan más y más Mi Corazón”.
21 de Octubre de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Porque eres pequeñita has podido entrar tan dentro en Mi Corazón”.
23 de Octubre de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Hay almas muy amadas de Mi Corazón que Me ofenden… No son bastante fieles; precisamente las que más quiero son las que más Me hacen sufrir”.
Josefa le dice que quiere ayudarle, pero que no sabe cómo convertir ese deseo en obras. Jesús le responde:
“Josefa, tan unida te tengo a Mi Corazón, que el mismo amor que Me consume por el bien de las almas, te consume también a ti. El corazón descansa comunicándose; por eso, vengo a descansar en ti, siempre que un alma Me causa pena. Y es Mío tu deseo de hacerle algún bien, porque soy Yo quien te lo comunica… Es verdad que son muchas las almas que Me ofenden, pero encuentro también en otras muchas, consuelo y amor… Cuando dos personas se aman, la menor falta de delicadeza lastima el corazón. Por eso quiero que las que aspiran a ser Mis esposas lo comprendan bien, para que más tarde no rehúsen nada al amor”.
28 de Noviembre de 1922
Sor Josefa continúa escribiendo, palabra a palabra, el hermoso mensaje que Jesús le dicta:
“El amor Me hizo escoger la soledad, el silencio… Pasar desconocido y someterme voluntariamente a las órdenes de Mi Padre adoptivo y de Mi Madre.
El amor Me llevó a abrazarme con todas las miserias de la naturaleza humana.
El amor Me hizo sufrir los desprecios más grandes y los más crueles tormentos, derramar toda Mi Sangre y llegar a morir en una cruz para salvar al hombre.
Porque el amor sabía que, más tarde, habría muchas almas que Me seguirían, y pondrían sus delicias en conformar su vida con la Mía.
Y el amor miraba más lejos aún: sabía que muchísimas almas en peligro se verían ayudadas con los actos y sacrificios de otras, y recobrarían la vida…
30 de Noviembre de 1922
La trascendencia del mensaje que en esta ocasión Jesús dicta a Sor Josefa es un obsequio especial para las almas, un tesoro incalculable para aquellas que decidan vivir de acuerdo a lo que el Señor propone.
“Escribe para Mis almas”, dice Jesús a Sor Josefa. “El alma que sabe hacer de su vida una continua unión con la Mía, Me glorifica mucho y trabaja útilmente en bien de las almas. Está, por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma no vale mucho, pero si la empapa en Mi Sangre o la une a aquella acción hecha por Mí durante Mi Vida mortal, el fruto que logra para las almas es tan grande o mayor quizá que si hubiera predicado al universo entero”.
30 de Noviembre de 1922
Sor Josefa continúa escribiendo cada una de las Palabras que Jesús le dicta con tanto amor:
“¡Cuánto deseo que las almas comprendan esto: que no es la acción la que tiene en sí valor, sino la intención y el grado de unión con que se hace! Barriendo y trabajando en el taller de Nazaret, di tanta gloria a Mi Eterno Padre como cuando prediqué durante Mi vida pública”.
30 de Noviembre de 1922
Jesús continúa dictando a Sor Josefa:
“Hay muchas almas que a los ojos del mundo tienen un cargo elevado, y en él, dan grande gloria a Mi Corazón, es cierto; pero tengo otras muchas que, escondidas y en humildes trabajos, son obreras muy útiles a Mi viña porque es el amor que las mueve y saben envolver en oro sobrenatural las acciones más pequeñas, empapándolas en Mi Sangre”.
30 de Noviembre de 1922
Jesús continúa dictando a Sor Josefa Su maravilloso mensaje. Sor Josefa anota, una a una, cada Palabra del Señor. Para dar la debida continuidad al mensaje, retomaremos las Palabras desde el principio del 30 de noviembre de 1922:
“El alma que sabe hacer de su vida una continua unión con la Mía, Me glorifica mucho y trabaja útilmente en bien de las almas. Está, por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma no vale mucho, pero si la empapa en Mi Sangre o la une a aquella acción hecha por Mí durante Mi Vida mortal, el fruto que logra para las almas es tan grande o mayor quizá que si hubiera predicado al universo entero.
<<Y esto, sea que estudie o que hable, que escriba, ore, barra, cosa o descanse; con tal que la acción reúna dos condiciones: primero, que esté ordenada por la obediencia y el deber, no por el capricho; segundo, que se haga en íntima unión Conmigo, cubriéndola con Mi Sangre y con pureza de intención>>.
30 de Noviembre de 1922
Jesús, finalizando Su mensaje, calla. Josefa deja la pluma y queda un instante inmóvil, adorando al Corazón de Cristo, que con tanta condescendencia se le abre. Y Jesús le dice:
“Adiós, vuelve a tu trabajo. Ama y sufre. Déjate cuidar por el mejor de los padres. Abandónate al amor del más tierno de los esposos”.
Un Dios, Salvador de los hombres por la Cruz, ha de acabar siempre con una lección de sacrificio: éste es el don de los dones, Su más escogido favor.
*2 de Diciembre 1922
Apareciendo, Jesús dice a Sor Josefa:
“Escribe para las almas… Mi Corazón es todo amor y el amor es para todos. Pero ¿cómo haré Yo comprender a Mis almas escogidas la predilección que siente Mi Corazón por ellas? Por eso Me sirvo de ellas para salvar a los pecadores y a otras pobres almas, que viven en los peligros del mundo”.
El Señor agrega:
“Por eso también quiero que entiendan el deseo que Me consume de su perfección, y cómo esta perfección consiste en hacer en íntima unión Conmigo las acciones comunes y ordinarias. Si Mis almas lo comprendieran bien, pueden divinizar sus obras y su vida y ¡cuánto vale un día de vida divina!”
“Cuando un alma arde en deseos de amor, nada hay difícil para ella; mas cuando se encuentra fría y desalentada, todo se le hace arduo y penoso… Que venga entonces a cobrar fuerzas en Mi Corazón… que Me ofrezca su abatimiento, que lo una al ardor que Me consume y que tenga la seguridad de que un día así empleado, será de incomparable precio para las almas. ¡Mi Corazón conoce todas las miserias humanas y tiene gran compasión de ellas!”
“No deseo tan sólo que las almas se unan a Mí de una manera general; quiero que esta unión sea constante, íntima, como es la unión de los que se aman y viven juntos; que aun cuando no siempre están hablando, se miran y se guardan mutuas delicadezas y atenciones de amor”.
“Si el alma está en paz y en consuelo, le es fácil pensar en Mí, pero si está en desolación y angustia, que no tema. ¡Me basta su mirada!… La entiendo, y con sólo esta mirada alcanzará que Mi Corazón la colme de las más tiernas delicadezas”.
“Yo iré diciendo a las almas cómo las ama Mi Corazón: quiero que Me conozcan bien y así Me hagan conocer a aquellas que Mi amor les confíe. Deseo con gran ardor que todas las almas escogidas fijen en Mí los ojos para no apartarlos ya más, que no haya entre ellas medianías, cuyo origen la mayor parte de las veces es una falsa comprensión de Mi amor. No, amar a Mi Corazón no es difícil ni duro; es fácil y suave. Para llegar a un alto grado de amor no hay que hacer cosas extraordinarias; pureza de intención en la acción más pequeña como en la más grande; unión íntima con mi Corazón; ¡y el amor hará lo demás…!”
Después de dictar Jesús a Sor Josefa Su hermosísimo mensaje, el Señor le dice:
“Vuelve a tu trabajo y nada temas; Yo soy el Jardinero que cultivará esta florecilla, para que no perezca. Amame en paz y alegría”.
Por la noche Jesús se le vuelve a mostrar para tranquilizarla, porque el demonio, engañándola, intenta sembrar en ella la desconfianza y la inquietud. Jesús le dice:
“Recuerda lo que dije a Mis discípulos: `porque no sois del mundo, el mundo os aborrece´. Y ahora os digo a vosotras: porque no sois del diablo, el diablo os persigue; pero Mi Corazón os guarda y estos sufrimientos Me glorifican…”
Y, dejándole Su Cruz, agrega refiriéndose a un alma consagrada que flaquea en el amor:
“Ama y sufre; es por un alma”.
5 de Diciembre de 1922
Jesús dice a Sor Josefa:
“Escribe… escribe para Mis almas: Mi Corazón no es solamente un abismo de amor, es también un abismo de misericordia, y conociendo todas las miserias del corazón humano, de las que no están exentas Mis almas escogidas, he querido que sus acciones, por pequeñas que sean en sí, puedan por Mí alcanzar un valor infinito, en provecho de los pecadores y de las almas que necesitan ayuda”.
10 de Diciembre de 1922
Jesús continúa dictando Su mensaje a Sor Josefa:
“Hay otras almas que son pocas generosas para realizar con constancia los esfuerzos y sacrificios cotidianos. Pasan su vida haciendo promesas, sin llegar nunca a cumplirlas. Aquí hay que distinguir: si esas almas se acostumbran a prometer, pero no se imponen la menor violencia ni hacen nada que pruebe su abnegación ni su amor, les diré esta palabra: ¡cuidado, no prenda el fuego en toda esa paja que habéis amontonado en los graneros, o que el viento no se la lleve en un instante!…”.
Con estas palabras Jesús distingue claramente entre las faltas veniales habitualmente cometidas o no combatidas, y las que son sólo faltas de fragilidad pero no reparadas; de estas últimas el Señor explica:
“Hay otras, y a ellas Me refiero, que al empezar el día, llenas de buena voluntad y con gran deseo de mostrarme su amor, Me prometen abnegación y generosidad en esta o aquella circunstancia; y cuando llega la ocasión, su carácter, su salud, el amor propio, les impide realizar lo que con tanta sinceridad prometieron horas antes; sin embargo, reconocen su falta, se humillan, piden perdón, vuelven a prometer. ¡Ah! Que estas almas sepan que Me han agradado tanto como si nunca Me hubiesen ofendido”.
14 de Diciembre de 1922
Jesús le dice a Josefa:
“¿Ves cómo soy Padre y esposo fiel? No tengas miedo ni siquiera cuando parece que la borrasca va a descargar sobre ti… Déjate a Mi cuidado, y no dudes nunca de Mi amor. No importa que los vientos te sacudan; he fijado la raíz de tu pequeñez en la tierra de Mi Corazón”.
14 de Diciembre de 1922
Jesús prosigue con grave acento:
“Di a la Madre que todas las circunstancias van dispuestas o permitidas por Mi amorosa Providencia para la realización de Mi Obra; que por la Sociedad de Mi Corazón se salvarán muchas almas. Que Mis palabras reanimarán el fervor de muchas almas consagradas. Y que otras, que ahora no saben apreciar el valor de las cosas pequeñas, hechas con verdadero amor, hallarán en Mis enseñanzas un raudal de consuelos y de gracias”.
16 de Diciembre de 1922
Jesús le pregunta a Sor Josefa:
“Josefa, ¿comprendes el amor que tengo a las almas?”
Sor Josefa le responde: “creo que sí, Señor, pues siempre estáis pensando en ellas”. Jesús agrega, refiriéndose a la Congregación a la que Josefa pertenece:
“Por eso amo a Mi Sociedad (del Sagrado Corazón) y Mi Corazón descansa en ella… Porque ha comprendido el precio de las almas y la importancia de glorificar Mi Corazón. Adiós, Josefa; consuélame y repara”.
22 de Diciembre de 1922
Sor Josefa le dice a Jesús que lleva cinco días llamándole y El no llegaba, ante lo cual el Señor le responde:
“¡Cinco días llamándome, Josefa! Y Yo, ¡cuántos días, cuántos meses, cuántos años paso llamando a las almas y no Me responden! ¡Antes, al contrario, se alejan de Mí! Cuando tú Me llamas, Yo no Me alejo; estoy cerca, muy cerca de ti. Consuélame llamándome y deseándome. Con esta hambre apagarás Mi sed”.
Estas palabras del Señor pueden dar ánimo a aquellas almas que Le llaman aparentemente en vano. Aunque Jesús parezca tardar, las almas deben recordar durante su espera, acerca del valor de reparación que ellas pueden hacer por aquellas que no buscan al Señor. La sed que un alma siente por Jesús apaga la sed del Señor por las almas que no Lo necesitan, no Lo buscan, no Le escuchan.
27 de Diciembre de 1922
El Apóstol San Juan continúa su maravilloso mensaje a Sor Josefa:
“Alma escogida, predilecta del Maestro: fija en Su Corazón tu morada. Deja que Sus llamas te abrasen; deja que Su dulzura celestial te purifique y te embriague. Que tu alma no se pose en la tierra sino para tomar el preciso sustento, como la mariposa sobre la flor. Para quien ama a Cristo con toda el alma, el mundo debe ser un pasadizo oscuro y sombrío, que atraviesa deprisa y sin detenerse”.
San Juan guarda un momento de silencio. Cruzadas las manos sobre el pecho, estaba hermosísimo. Parecía un ángel. Sor Josefa le pregunta si el Corazón de Jesús se complace en las almas religiosas, ya que ama tanto la virginidad. San Juan, mirando al cielo y como si su rostro se iluminare, le responde:
“Las almas vírgenes son moradas de amor donde descansa el Cordero Inmaculado. Pero entre ellas, las hay que son la admiración de los cielos; en ellas fija Su mirada purísima el Celestial Esposo y deposita el suavísimo néctar que destila Su Corazón”.
Y extendiendo su brazo derecho como para bendecirla, añade:
“Déjate poseer y consumir por El. Vive tan sólo para procurarle gloria y amor. Que Su paz te guarde”.
21 de Enero de 1923
Sor Josefa se reconoce miserable ante Jesús, mas luego la Santísima Virgen María, con tierna compasión, la tranquiliza con palabras de esperanza, no sólo para Sor Josefa sino para todas las almas:
“…Esa misma miseria es la que atrae la misericordia de Jesús; en Su Corazón te ha escondido para que nada pueda dañarte. Abísmate en tu pequeñez y en tu nada, pero cree en Su amor y confía que nunca te abandonará. No tengas más ambición que la de darle muchas almas, mucha gloria y mucho amor”.
Sor Josefa le pide su bendición y María traza en su frente la señal de la cruz mientras le dice:
“Sí, te bendigo de todo corazón”.
11 de Febrero de 1923
Sor Josefa continúa escribiendo las Palabras que Jesús va dictándole:
“No puedes figurarte cuánto descanso en ti”.
Sor Josefa le pregunta extrañada cómo puede ser, ya que ella considera que no hace nada que valga la pena. A lo que el Señor le contesta:
“No te asombres; a pesar de tantas ofensas como recibo de los pecadores, Mi Corazón encuentra consuelo, porque son muchas las almas que Me aman. Sí, es verdad; la pérdida de tantas almas Me llena de tristeza, mas no disminuye por ello Mi gloria. Entiéndelo bien; un alma que Me ama puede reparar las ofensas de muchos pecadores y aliviar la amargura de Mi Corazón”.