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La sanación por la fe, la oración y la confianza en Dios.

Se supone que podemos hacer obras más grandes que Jesús, porque Él dijo «el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores» Juan 14.

Pero dijo también,

«Yo soy la vid y ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada», Juan 15.

De modo que el Señor nos prometió que podemos hacer los mismos milagros de curación que se cuentan en la Biblia, si estamos fuertemente atados a Él.

En esto consiste la sanación, en la fe y la obediencia a Dios, tanto de parte del enfermo como de parte del que ora para que otro se sane.

Pero hay otra serie de elementos que debemos tomar en cuenta para las sanaciones.

Aquí hablaremos sobre los 10 mandamientos que hay que tomar en cuenta para la sanación.

El padre Robert de Grandis insiste en que los cristianos somos una comunidad y que debemos apoyarnos unos a otros.

Y colaborar en la sanación de otros es una de las tareas importantes. 

Para ello nos recuerda que hay 10 mandamientos para la sanación.

Que veremos de qué se tratan. 

Primer mandamiento: creer en que Dios quiere nuestra sanación.

Él quiere que todos los hombres estén sanos, saludables, íntegros en cuerpo, mente y espíritu, salvo algunos muy pocos casos.

Por ejemplo en algunos casos Dios utiliza la enfermedad para que la persona piense en su fragilidad y se convierta.

En otros casos, como por ejemplo en los estigmatizados con los signos de la pasión de Jesús, esas heridas, que el mundo considerará una enfermedad, son para mostrar la existencia de Dios y Su poder.

Pero en la mayoría de los casos Dios no quiere que las personas estén enfermas.

Y los Evangelios claramente lo expresan como una orden de lo que tenemos que cumplir, Él dijo a los apóstoles,

«Mientras vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, echen a los demonios», Mateo 10.

Algunos teólogos dicen que el Señor no sana a la gente enferma de hoy, que esto era solamente para las personas del siglo primero.

Sin embargo, podemos ver claramente hoy como la gente común y corriente tiene un entendimiento más profundo de la orden de Jesús, y acude a la oración con fe para sanar a otros, lo que también ayuda a nuestra sanación. 

Porque son claras sus promesas del poder sanador otorgado a los que creen, el Señor dijo en Marcos 16, 

«estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán».

Y esto nos trae al poder que Él dio a la Iglesia, el Segundo Mandamiento es: recibe los sacramentos frecuentemente para lograr la sanación.

El Señor dio a la Iglesia los siete sacramentos con el fin de salvarnos y sanarnos.

Y el centro de nuestra vida espiritual es la misa, la eucaristía.

Allí, en la plegaria del Padrenuestro suplicamos «líbranos del mal», este es un pedido de protección contra el mal físico y espiritual; y la mayoría de las veces el mal se expresa en mediante una enfermedad.

Y antes de la comunión decimos, 

«Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».

La plegaria celestial nos está incitando a que nos abramos a su capacidad divina de darnos sanación.

Y Jesús luego nos toca con su cuerpo y con su sangre en la hostia consagrada.

Y al final de la misa el sacerdote nos envía al mundo «pueden ir en paz», llevando esa sanación al mundo.

Eso lo debemos hacer con persistencia, como siempre nos pide el Señor, por eso el Tercer Mandamiento es: ora por el enfermo tantas veces como te sea posible.

Entre más oremos con y por el enfermo, más profunda se vuelve la oración y por eso es valioso orar por él tantas veces como sea posible. 

Y Jesús es el modelo que debemos seguir, porque Él dedicó mucho tiempo de su vida a la oración.

Incluso nosotros mismos estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los enfermos. 

Estamos creciendo en amor, fe y confianza.

Y eso no lleva al Cuarto Mandamiento que es: la confianza en el amor de Jesús para la sanación del enfermo.

Hay gente que se siente temerosa porque se cree carente de la suficiente fe.

Pero el Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de mostaza.

Y esto vale para el enfermo como para quien ora por él.

Por eso es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús y no en nuestra propia fe. 

Por ejemplo podemos orar visualizando a Jesús, allí de pie con sus manos sobre la persona por la que se está orando.

Y podamos pedirle a la persona que haga también esta visualización.

Lo que nos trae al Quinto Mandamiento: pon tus manos sobre la persona cuando sea razonablemente posible.

Existe una comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor. 

Hay una comunicación por el tacto, y es una manera no verbal privilegiada de transmitir amor.

El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hechas por Jesús y por sus discípulos. 

Jesús sabía del valor de la imposición de manos.

Y nosotros hemos sido enviados explícitamente por Él para comunicar su amor a través de la imposición de manos, para la búsqueda de sanación, porque recordemos que nos dio la orden «impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán», Marcos 16.

De modo que no debemos tener miedo de que los enfermos nos transfieran malos espíritus, el Señor nos protegerá si tenemos una fe fuerte y cumplimos su orden. 

Por eso el Sexto Mandamiento es poner nuestras vidas en las manos de Jesús.

En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, Él vivirá más dentro de nosotros y podrá actuar más a través de nosotros.

Nuestra apertura al don del Espíritu Santo dentro de nosotros permite que Él pueda actuar a través de nosotros cuando Él quiera. 

Se trata entonces de estar en total unión con Cristo en su Espíritu Santo. 

Si somos conscientes de que sin Él no podemos hacer nada y somos únicamente el canal que Él escoge, entonces Su Espíritu actuará con mayor libertad.

Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros.

Y una de las formas en que podemos ponernos más en las manos del Señor es por medio de la alabanza, sin importar nuestra situación. 

Y por eso debemos hacer un esfuerzo supremo de humildad y abajamiento, lo que nos trae al Séptimo Mandamiento que es: perdona a todos los que te han ofendido o herido

La falta de perdón es una de las pocas cosas que son una verdadera barrera para lograr la sanación. 

Si la persona por la que se está orando alberga falta de perdón, no se sanará hasta que haya perdonado del todo.

Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es todo lo que el Señor te pide.

Por eso rezamos en el Padrenuestro, «perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden».

Y el Octavo Mandamiento es una ampliación del séptimo, ora por quienes te han herido.

Un método para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en nuestra mente y verla como Dios la ve. 

Y decir «te perdono y te amo porque Jesús te ama».

Repetir esta oración producirá un verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por quien estamos orando.

El Noveno Mandamiento es: cree en las palabras de Jesús sin poner atención a lo que parece estar sucediendo.

En Mateo 21 Jesús dice que si le pedimos a una montaña que se quite y se eche al mar, esta lo hará y que todo lo que pidamos con una oración llena de fe, lo conseguiremos.

Estas son las montañas de mal que tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar ¡Desaparezcan en el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar!

Y el Décimo Mandamiento es alabar y dar gracias a Jesús por su amor tantas veces como sea posible.

Por todas las cosas, por la oración contestada y por la que no. 

Cuando alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención y, olvidándonos de nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que Él tiene para darnos.

Y Él se manifestará de manera extraordinaria. 

En resumen, Dios quiere que la mayoría de nosotros no estemos enfermos.

Y si tiene algún plan diferente para otra persona, por ejemplo que su enfermedad sirva para su conversión, entonces nos lo hará saber.  

Dios nos dio poder para curar a los enfermos.

Y no sólo eso, sino que nos pidió que caminemos por el mundo haciéndolo.

La forma en que podemos hacerlo mejor es a través de la oración y la imposición de manos.

Pero debemos tener claro que es Dios el que sana y nosotros solo somos un canal.

Y para hacerlo mejor están estos 10 mandamientos de la sanación que mencionamos. 

Bueno hasta aquí lo que queríamos contar sobre los 10 mandamientos para realizar una sanación eficaz. 

Y me gustaría preguntarte qué resultados has visto por la oración de sanación aplicada a otras personas.

MATERIAL ADICIONAL: LA IMPOSICIÓN DE MANOS PARA SANACIÓN

La imposición de manos no es un rito, como lo es en el sacramento de la confirmación y del orden sacerdotal.

La imposición de manos sobre la persona por quien se ora es un gesto fraterno, un gesto de amor, un signo de fraternidad cristiana y por último, un gesto bíblico.

El mismo Evangelio de Marcos 16, 18, nos dice: “Impondrán las manos sobre los enfermos y sanaran”.

La imposición de manos en el ministerio de sanación tiene un significado importante, en cuanto que el que ora por un enfermo hace de puente o intercede entre el amor sanador del Padre Dios y la persona por quien se ora.

La Enseñanza de la Iglesia Católica Romana con respecto a la curación dice:

“La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus muchas sanidades de todo tipo de enfermedad es un resplandeciente signo de que Dios ha visitado a su pueblo y que el Reino de Dios está cerca.

Jesús tiene el poder no sólo para sanar, sino también para perdonar pecados.

Ha venido a sanar a todo el hombre, alma y cuerpo.

Él es el médico que los enfermos necesitan” (CIC #1503).

En el libro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre Oraciones para la Sanación, se dice:

“El encuentro de Cristo con los enfermos es uno de los aspectos más humanos que encontramos en los Evangelios.

Esta reunión es para la salvación total, global de la persona, y no sólo para traer la salud corporal sola”

Y el Papa Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret escribe que

“La sanación es una dimensión esencial de la misión apostólica y de la fe cristiana en general.

Incluso se puede decir que el cristianismo es una «religión terapéutica, una religión de curación”.

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