Los Aceites Sanadores Católicos: cuales son, como se consiguen, como se preparan.
¡Bienvenidos queridos hermanos!
A los que siguen diariamente el trabajo de este equipo y a los que se incorporan ahora.
Hoy queremos hablar sobre la larga tradición católica de los aceites sanadores.
En Marcos 6 se registra que Jesús pidió a los Apóstoles que usaran aceite para hacer curaciones milagrosas.
Jesús llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, a predicar el Evangelio y a sanar, dándoles autoridad sobre los espíritus impuros.
La curación fue a través de la aplicación de aceite, como se narra en el Evangelio de Marcos 6:13, «ungieron con aceite a muchos que estaban enfermos y los curaron», dice.
Desde ahí deriva la tradición de los aceites sanadores.
Aquí hablaremos sobre los distintos tipos de aceites sanadores que hay en la tradición católica, cómo es que efectivamente sanan, donde conseguirlos, y cómo incluso puedes prepararlos.
Estos aceites, de los que vamos a hablar, son sacramentales que han hecho muchas curaciones milagrosas a lo largo de los siglos.
A menudo, se recolectan en las tumbas de los santos, o se crean al poner una reliquia de primera clase dentro de una tina de aceite, o frente a la imagen de un santo.
Y también hay aceites creados con ingredientes de la naturaleza, que han sido recomendados en revelaciones privadas para curar.
Y están los aceites institucionales de la iglesia, por ejemplo los que bendicen los obispos el jueves santo: el Santo Crisma, el Óleo de los Catecúmenos y el Óleo de los Enfermos.
Pero es fundamental tener en cuenta que no es el aceite el que cura, sino el poder de Dios a través de la intercesión de la Iglesia o un santo.
Lo mismo sucede con el agua que brota de la fuente de Lourdes, o en otros lugares de apariciones.
Se les atribuyen grandes poderes curativos, pero no es el agua la que sana como tal, sino que la Virgen ha dispuesto esas fuentes para traer gracias, a quién acuda con fe.
Hay una variedad de aceites tradicionales católicos asociados a Santos, con fuertes evidencias de ser sanadores.
Está el famoso aceite de San Nicolás, el santo que dio inicio a la tradición de Santa Claus o Papá Noel.
Sus reliquias se encuentran en Bari, Italia.
Y de su tumba gotea un aceite que se recoge cada año el 9 de mayo y se distribuye entre los fieles.
A veces se lo llama “maná” y, desde hace cientos de años se recoge, se mezcla con agua bendita y se embotella en pequeños frascos de vidrio decorados con iconos del santo, y se da a los fieles.
Algo similar sucede con el Aceite de Santa Walburga.
Desde hace mil años, una humedad misteriosa se acumula cada año en las reliquias de Santa Walburga, en la abadía de Alemania donde reposan.
Este aceite de Walburga se considera un signo de su intercesión continua.
Se recoge y se da a los peregrinos.
Y las curaciones atribuidas a la intercesión de Santa Walburga son abundantes.
Otro es el Óleo de Santa Teresita de Lisieux.
Las reliquias de primera clase de Santa Teresita de Lisieux se sumergen en una tina de aceite de rosas, mientras se rezan oraciones de intercesión sobre ella.
Este aceite se ha distribuido por todo el mundo y ha sido fuente de milagros.
También está el Aceite de Santa Ana.
Este aceite proviene de una lámpara que se quema frente a la tumba de Santa Ana.
El aceite es bendecido por un sacerdote y luego se distribuye por todo el mundo.
Muchos afirman curaciones milagrosas a través de él.
Otro es el Aceite de San Charbel que se exuda de su tumba en el Líbano.
Y se han producido abundantes milagros atribuidos a la intercesión del santo.
Tenemos también el Aceite de Santa Filomena.
El 10 de agosto es bendecido, por el obispo local, el aceite en el Santuario de Santa Filomena, en Italia, donde descansa su cuerpo .
El aceite está cerca de sus reliquias cuando es bendecido, y luego se distribuye a los peregrinos.
Este sacramental de Santa Filomena tiene una larga historia de interceder por casos desesperados y muchas curaciones.
Y en el jardín del Huerto de los Olivos, en Tierra Santa, custodiado por los frailes franciscanos, dan un pequeño frasco de aceite, como un sacramental para sanaciones, producido por esos mismos árboles que vieron a Cristo sudar sangre,
Y en esa tradición tenemos el aceite que se popularizó por la obra que hizo San André Bessette en Quebec, con el aceite de San José.
Este humilde portero de una congregación canadiense es considerado el que ha logrado más milagros por intercesión de San José en cualquier época.
El aceite llegó a sus manos por una revelación privada de San José.
La imagen de San José tenía unas lamparitas de aceite, y cuando estas se iban a terminar, San André colocaba ese aceite en un contenedor más grande. Y rellenaba la lámpara.
Luego envasaba el aceite en frasquitos pequeños y los consagraba a San José poniéndolos debajo del altar de San José, pidiendo su intercesión.
Y después los repartía entre los enfermos.
Y también tenemos los aceites que usan ingredientes de la naturaleza.
Uno es el Aceite de San Rafael, que consiste en hervir ¼ litro de aceite con 30 pétalos y una rosa completa.
Y se debe rezar el credo, tres veces el gloria y la oración siguiente:
“¡Oh Madre de Dios, María Rosa mística! Concédeme junto con el arcángel san Rafael, el ángel de la sanación de Dios, la gracia de sentir un profundo dolor por mis pecados e implorar ante Dios, para que Él me conceda el auxilio divino ante mi actual enfermedad.”
Otro de los aceites populares es el llamado también de San José por el hermano Agustín del Divino Corazón.
El cual se hace poniendo siete rosas, azucenas o lirios, y el aceite, frente al altar del santo Patriarca San José.
Al pasar los siete días se ponen los pétalos a hervir con el aceite por siete minutos.
Y se recomienda rezar la corona de los siete gozos a San José al usarlo y también consagrarse al santo patriarca.
En la época del Covid 19 se popularizó también el «Aceite del Buen Samaritano».
Se dice que mejora el sistema inmune y protege de infecciones como la gripe y los virus.
Se le llama también «Aceite de los Ladrones», porque está asociado con la leyenda de cuatro ladrones que robaban los cuerpos de las víctimas de la peste bubónica, pero lograron escapar de la infección usando este aceite.
Sus ingredientes son un aceite base, que puede ser oliva, almendra, coco u otro, y 5 aceites esenciales: limón, romero, canela, eucalipto y clavo de olor.
Y aplicando toda esta rica tradición de los aceites sanadores, tú también puedes crear un aceite sacramental.
Usa una lámpara de aceite o una llamada vela infinita, cuyo combustible sea aceite de oliva, que nos recuerda la amarga pasión de Jesús en el huerto de Getsemaní.
Pon la lámpara frente a un altar de Jesús en el huerto, o la Virgen o San José, o de la advocación que quieras; y la enciendes.
Luego vacías el aceite en un frasquito y lo llevas a bendecir por un sacerdote, si encuentras uno disponible.
Porque también es un recurso para utilizar en los momentos de persecución y cierre de las iglesias.
Y usarás este aceite para curaciones y bendiciones.
Bueeeno hasta aquí lo que queríamos contar sobre los aceites sanadores que existen en la tradición católica.
Y me gustaría preguntarte si has usado alguno de ellos y si conoces alguno más de los que hemos mencionado.
Los Misterios Ocultos de las Aguas de Lourdes, que surgieron en la aparición de Nuestra Señora a Bernardita Soubirous.
En febrero de 1858, la Virgen María se apareció a la niña Bernardita Soubirous de 14 años, 18 veces en total, en la gruta de Massabielle en Francia.
Ella diría que era tan bella que cuando se la ha visto una vez, se querría morir para volver a verla.
A partir de ahí, Lourdes se ha manifestado como un gran centro de sanaciones y hay cientos de santuarios y grutas dedicados a la Virgen de Lourdes en el mundo.
El santuario de Lourdes es uno de los lugares de mayor peregrinaje en el mundo.
Ocho millones de personas acuden cada año y muchísimos enfermos han sido sanados en sus aguas milagrosas.
¿Cómo comenzó esto?
El 11 de febrero de 1858, Bernardita, una niña extremadamente pobre, estaba junto con su hermana y una amiga recogiendo leña y ramas secas para calentarse en el invierno.
Cuando levanta la cabeza, vio a una señora que llevaba un vestido blanco, un velo también de color blanco, un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie.
Instintivamente, hace la señal de la cruz y reza el rosario con la señora, luego la señora desaparece.
La segunda aparición fue el 14 de febrero, tres días después. Bernardita le echó agua bendita para descartar cualquier posibilidad de que fuera un demonio y la señora le sonríe y desaparece.
El jueves 18 de febrero, en la tercera aparición, la señora le habla por primera vez y le hace esta promesa: «No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro».
Luego le pide que vuelva durante 15 días.
Sucedieron cuatro apariciones más y cada vez más gente iba a acompañar a Bernardita, quien se refería a la señora como «Aquero», que en el dialecto de la zona quería decir «aquel» o «aquella».
En la aparición del 24 de febrero, Nuestra Señora le pide que ruegue a Dios por los pecadores y que bese la tierra en penitencia por ellos.
En la siguiente aparición, el jueves 25 de febrero, es cuando aparece la fuente de agua milagrosa que es la que surte desde ese momento el santuario de Lourdes.
La Virgen le dijo que excavara en una parte fangosa de la gruta y Bernardita hizo cuatro intentos, al final consiguió sacar agua y pudo verla.
La Virgen le pidió que comiera la hierba fangosa que había sacado en penitencia por los pecadores.
En la aparición del 28 de febrero, ya había más de 1000 personas acompañando a Bernardita, quien antes de ingresar a la gruta pisa la tierra y se arrastra de rodillas en señal de penitencia.
Luego de esta aparición, el juez la amenaza con meterla a la cárcel y aquí ya vemos la intervención de la masonería.
En la aparición del primero de marzo, se ve por primera vez a un sacerdote entre las personas que acompañaban a Bernardita y ese día se materializa el primer milagro.
Catalina Latapié tenía un brazo dislocado, lo moja en el agua del manantial y se recupera instantáneamente.
En la aparición siguiente, el martes 2 de marzo, la señora le pide: «Vete a decir a los sacerdotes que se construya aquí una capilla y que vengan en procesión».
Bernardita se lo comunica al párroco Peyramale, pero éste le pide pruebas, especialmente quiere saber el nombre de la aparición y en realidad no la trata muy bien.
En la aparición del 25 de marzo, aparecen las pruebas. Nuestra Señora le dice a Bernardita: «Soy la Inmaculada Concepción».
Solo cuatro años antes, el Papa Pío IX había definido el dogma de la Inmaculada Concepción.
Bernardita no tenía idea de lo que significaban esas palabras, pero el párroco quedó conmovido por esa prueba.
En 1862, cuatro años después de las apariciones, el obispo aprobó el carácter sobrenatural de las apariciones.
En 1873, ya estaba inaugurada la primera basílica y diez años después la siguiente, y en 1901 se construyó la Iglesia del Rosario, que es la más grande y la más conocida.
Se estima que cada año pasan por la gruta 8 millones de personas y la ciudad de Lourdes, que tiene apenas 15,000 habitantes, tiene la friolera de 270 hoteles para albergar a los peregrinos.
Hoy, el santuario de Lourdes es el gran centro de curación de la Iglesia Católica.
Sus aguas manifiestan un notable poder curador y la Iglesia Católica ha documentado 7000 casos de curas inexplicables.
Pero solo ha declarado el uno por ciento de los casos como milagros, porque las exigencias para decidir si una curación es milagrosa son muy altas.
Sin embargo, Lourdes ha tenido frecuentes ataques de la masonería que no admiten estas curaciones.
Incluso en varias ocasiones, las autoridades civiles llegaron a prohibir a los peregrinos tomar agua de la fuente.
Recién en 1878, 20 años después de las apariciones, la jerarquía católica formó la Oficina de Comprobaciones Médicas para determinar si una curación es científicamente explicable o no.
Esta comisión está compuesta por cientos de médicos de todo el mundo, muchos de ellos ateos, quienes analizan los estudios que se presentan descartando desde el pique cualquier componente nervioso, porque podría tratarse de enfermedades producidas por histeria o simulaciones.
También toman en cuenta solamente aquellas curaciones que son instantáneas, es decir, sin convalecencia.
Por otro lado, el trámite no es muy sencillo, hay posibles milagros que no se declaran y por lo tanto no se estudian.
Si un solo médico de la comisión tiene dudas sobre alguna interpretación de algún análisis, automáticamente el caso es desechado.
Los criterios que se utilizan para una posible cura inexplicable es que la enfermedad debe ser grave y con pronóstico irrevocable, debe ser de causa orgánica o de lesiones físicas, no debe haber ningún componente psiquiátrico ni ningún otro tratamiento previo para la cura.
La curación debe ser repentina e instantánea y restauradora de todas las funciones, duradera y sin convalecencia.
Impresionantes exigencias, ¿no? Por lo tanto, los milagros son verdaderos milagros.
Sin embargo, hay un fenómeno aún más milagroso que estos milagros: es la propia agua de Lourdes.
En Lourdes hay dos salidas de agua de la fuente y el agua fluye a través de dos piscinas, una de hombres y otra de mujeres, en las que el agua se cambia dos veces al día.
En estas piscinas se sumergen las personas con heridas, úlceras cutáneas, infecciones, etc., todo tipo de enfermedad, por lo cual hay en la piscina una enorme cantidad de microorganismos patógenos.
Pero aun así, quienes se sumergen en esa agua o incluso la beben, no se enferman.
El doctor Auguste Vallé tomó una muestra de las aguas en 1928 y encontró muchísimos microbios como estafilococos, estreptococos, cocobacilos, colibacilos, etc., portadores de graves patologías, y con esta agua inyectó a animales de laboratorio.
La reacción de esos animales fue neutra, no enfermaron y seis meses después no se les encontró ninguna lesión patológica.
Pero además, seis años después replicó el estudio, hizo el mismo estudio y obtuvo los mismos resultados.
Y en 1936 amplió la investigación tomando muestras del agua del río Sena y los exámenes revelaron la presencia de las mismas bacterias encontradas en la piscina de Lourdes.
Sin embargo, con esta agua inyectó a seis ratones de laboratorio y tres murieron a las pocas horas.
Increíble, ¿no? Por lo tanto, concluyó que el agua de Lourdes es inocua a fines higiénicos a pesar de contener bacilos peligrosos.
A partir de ahí, una declaración de 300 médicos que firmaron que las leyes microbiológicas y patológicas están inexplicablemente suspendidas en las piscinas de Lourdes.
Un gran milagro, ¿no?
En Foro de la Virgen María hemos publicado un par de artículos sobre las apariciones de Lourdes y los milagros de sanación que ha habido allí.
El link te lo dejo en la descripción de este video de YouTube.
Me gustaría también conocer tu opinión sobre esto que hemos hablado.
La sanación por la fe, la oración y la confianza en Dios.
Se supone que podemos hacer obras más grandes que Jesús, porque Él dijo «el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores» Juan 14.
Pero dijo también,
«Yo soy la vid y ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada», Juan 15.
De modo que el Señor nos prometió que podemos hacer los mismos milagros de curación que se cuentan en la Biblia, si estamos fuertemente atados a Él.
En esto consiste la sanación, en la fe y la obediencia a Dios, tanto de parte del enfermo como de parte del que ora para que otro se sane.
Pero hay otra serie de elementos que debemos tomar en cuenta para las sanaciones.
Aquí hablaremos sobre los 10 mandamientos que hay que tomar en cuenta para la sanación.
El padre Robert de Grandis insiste en que los cristianos somos una comunidad y que debemos apoyarnos unos a otros.
Y colaborar en la sanación de otros es una de las tareas importantes.
Para ello nos recuerda que hay 10 mandamientos para la sanación.
Que veremos de qué se tratan.
Primer mandamiento: creer en que Dios quiere nuestra sanación.
Él quiere que todos los hombres estén sanos, saludables, íntegros en cuerpo, mente y espíritu, salvo algunos muy pocos casos.
Por ejemplo en algunos casos Dios utiliza la enfermedad para que la persona piense en su fragilidad y se convierta.
En otros casos, como por ejemplo en los estigmatizados con los signos de la pasión de Jesús, esas heridas, que el mundo considerará una enfermedad, son para mostrar la existencia de Dios y Su poder.
Pero en la mayoría de los casos Dios no quiere que las personas estén enfermas.
Y los Evangelios claramente lo expresan como una orden de lo que tenemos que cumplir, Él dijo a los apóstoles,
«Mientras vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, echen a los demonios», Mateo 10.
Algunos teólogos dicen que el Señor no sana a la gente enferma de hoy, que esto era solamente para las personas del siglo primero.
Sin embargo, podemos ver claramente hoy como la gente común y corriente tiene un entendimiento más profundo de la orden de Jesús, y acude a la oración con fe para sanar a otros, lo que también ayuda a nuestra sanación.
Porque son claras sus promesas del poder sanador otorgado a los que creen, el Señor dijo en Marcos 16,
«estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán».
Y esto nos trae al poder que Él dio a la Iglesia, el Segundo Mandamiento es: recibe los sacramentos frecuentemente para lograr la sanación.
El Señor dio a la Iglesia los siete sacramentos con el fin de salvarnos y sanarnos.
Y el centro de nuestra vida espiritual es la misa, la eucaristía.
Allí, en la plegaria del Padrenuestro suplicamos «líbranos del mal», este es un pedido de protección contra el mal físico y espiritual; y la mayoría de las veces el mal se expresa en mediante una enfermedad.
Y antes de la comunión decimos,
«Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».
La plegaria celestial nos está incitando a que nos abramos a su capacidad divina de darnos sanación.
Y Jesús luego nos toca con su cuerpo y con su sangre en la hostia consagrada.
Y al final de la misa el sacerdote nos envía al mundo «pueden ir en paz», llevando esa sanación al mundo.
Eso lo debemos hacer con persistencia, como siempre nos pide el Señor, por eso el Tercer Mandamiento es: ora por el enfermo tantas veces como te sea posible.
Entre más oremos con y por el enfermo, más profunda se vuelve la oración y por eso es valioso orar por él tantas veces como sea posible.
Y Jesús es el modelo que debemos seguir, porque Él dedicó mucho tiempo de su vida a la oración.
Incluso nosotros mismos estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los enfermos.
Estamos creciendo en amor, fe y confianza.
Y eso no lleva al Cuarto Mandamiento que es: la confianza en el amor de Jesús para la sanación del enfermo.
Hay gente que se siente temerosa porque se cree carente de la suficiente fe.
Pero el Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de mostaza.
Y esto vale para el enfermo como para quien ora por él.
Por eso es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús y no en nuestra propia fe.
Por ejemplo podemos orar visualizando a Jesús, allí de pie con sus manos sobre la persona por la que se está orando.
Y podamos pedirle a la persona que haga también esta visualización.
Lo que nos trae al Quinto Mandamiento: pon tus manos sobre la persona cuando sea razonablemente posible.
Existe una comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor.
Hay una comunicación por el tacto, y es una manera no verbal privilegiada de transmitir amor.
El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hechas por Jesús y por sus discípulos.
Jesús sabía del valor de la imposición de manos.
Y nosotros hemos sido enviados explícitamente por Él para comunicar su amor a través de la imposición de manos, para la búsqueda de sanación, porque recordemos que nos dio la orden «impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán», Marcos 16.
De modo que no debemos tener miedo de que los enfermos nos transfieran malos espíritus, el Señor nos protegerá si tenemos una fe fuerte y cumplimos su orden.
Por eso el Sexto Mandamiento es poner nuestras vidas en las manos de Jesús.
En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, Él vivirá más dentro de nosotros y podrá actuar más a través de nosotros.
Nuestra apertura al don del Espíritu Santo dentro de nosotros permite que Él pueda actuar a través de nosotros cuando Él quiera.
Se trata entonces de estar en total unión con Cristo en su Espíritu Santo.
Si somos conscientes de que sin Él no podemos hacer nada y somos únicamente el canal que Él escoge, entonces Su Espíritu actuará con mayor libertad.
Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros.
Y una de las formas en que podemos ponernos más en las manos del Señor es por medio de la alabanza, sin importar nuestra situación.
Y por eso debemos hacer un esfuerzo supremo de humildad y abajamiento, lo que nos trae al Séptimo Mandamiento que es: perdona a todos los que te han ofendido o herido
La falta de perdón es una de las pocas cosas que son una verdadera barrera para lograr la sanación.
Si la persona por la que se está orando alberga falta de perdón, no se sanará hasta que haya perdonado del todo.
Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es todo lo que el Señor te pide.
Por eso rezamos en el Padrenuestro, «perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
Y el Octavo Mandamiento es una ampliación del séptimo, ora por quienes te han herido.
Un método para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en nuestra mente y verla como Dios la ve.
Y decir «te perdono y te amo porque Jesús te ama».
Repetir esta oración producirá un verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por quien estamos orando.
El Noveno Mandamiento es: cree en las palabras de Jesús sin poner atención a lo que parece estar sucediendo.
En Mateo 21 Jesús dice que si le pedimos a una montaña que se quite y se eche al mar, esta lo hará y que todo lo que pidamos con una oración llena de fe, lo conseguiremos.
Estas son las montañas de mal que tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar ¡Desaparezcan en el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar!
Y el Décimo Mandamiento es alabar y dar gracias a Jesús por su amor tantas veces como sea posible.
Por todas las cosas, por la oración contestada y por la que no.
Cuando alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención y, olvidándonos de nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que Él tiene para darnos.
Y Él se manifestará de manera extraordinaria.
En resumen, Dios quiere que la mayoría de nosotros no estemos enfermos.
Y si tiene algún plan diferente para otra persona, por ejemplo que su enfermedad sirva para su conversión, entonces nos lo hará saber.
Dios nos dio poder para curar a los enfermos.
Y no sólo eso, sino que nos pidió que caminemos por el mundo haciéndolo.
La forma en que podemos hacerlo mejor es a través de la oración y la imposición de manos.
Pero debemos tener claro que es Dios el que sana y nosotros solo somos un canal.
Y para hacerlo mejor están estos 10 mandamientos de la sanación que mencionamos.
Bueno hasta aquí lo que queríamos contar sobre los 10 mandamientos para realizar una sanación eficaz.
Y me gustaría preguntarte qué resultados has visto por la oración de sanación aplicada a otras personas.
MATERIAL ADICIONAL: LA IMPOSICIÓN DE MANOS PARA SANACIÓN
La imposición de manos no es un rito, como lo es en el sacramento de la confirmación y del orden sacerdotal.
La imposición de manos sobre la persona por quien se ora es un gesto fraterno, un gesto de amor, un signo de fraternidad cristiana y por último, un gesto bíblico.
El mismo Evangelio de Marcos 16, 18, nos dice: “Impondrán las manos sobre los enfermos y sanaran”.
La imposición de manos en el ministerio de sanación tiene un significado importante, en cuanto que el que ora por un enfermo hace de puente o intercede entre el amor sanador del Padre Dios y la persona por quien se ora.
La Enseñanza de la Iglesia Católica Romana con respecto a la curación dice:
“La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus muchas sanidades de todo tipo de enfermedad es un resplandeciente signo de que Dios ha visitado a su pueblo y que el Reino de Dios está cerca.
Jesús tiene el poder no sólo para sanar, sino también para perdonar pecados.
Ha venido a sanar a todo el hombre, alma y cuerpo.
Él es el médico que los enfermos necesitan” (CIC #1503).
En el libro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre Oraciones para la Sanación, se dice:
“El encuentro de Cristo con los enfermos es uno de los aspectos más humanos que encontramos en los Evangelios.
Esta reunión es para la salvación total, global de la persona, y no sólo para traer la salud corporal sola”
Y el Papa Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret escribe que
“La sanación es una dimensión esencial de la misión apostólica y de la fe cristiana en general.
Incluso se puede decir que el cristianismo es una «religión terapéutica, una religión de curación”.
En la hostia consagrada permanece el cuerpo y la sangre de Cristo real luego de la transubstanciación.
Como él prometió a los apóstoles luego de la última cena del jueves santo, cuando partió el pan y se los dio diciendo que era su cuerpo, y les dio de beber el vino diciendo que era su sangre, y lo remató pidiéndoles que en adelante hicieran eso.
Si en la hostia consagrada está Jesucristo mismo y lo ingerimos, debe tener entonces un poder fenomenal para nosotros. Aquí hablaremos sobre el poder sanador que tiene la eucaristía, como actúa, en quienes actúa y cómo prepararnos para potenciar su efecto.
Dios aplica su acción sanadora tanto a nuestra realidad material como a la inmaterial, o sea al alma y al espíritu.
En general los católicos tienen bien presente la necesidad de acudir a Dios para curar las dolencias físicas.
Esta es la razón por la que han proliferado en el mundo santuarios famosos por sus curaciones físicas, como por ejemplo Lourdes en Francia.
Y es por esta razón en muchos países se han creado santuarios réplicas exactas de la Gruta de Lourdes.
Pero la eucaristía tiene un gran efecto sanador.
Y hemos visto que muchas veces se la considera como un acto de adoración y de devoción, dejando en un limbo el efecto sanador de tomar la sagrada comunión.
Hay un conocimiento teórico de que la eucaristía tiene ese poder sanador espiritual y físico, pero parece que no es la primera reacción de un católico consumir la Eucaristía cuando se siente enfermo.
Sin embargo consumir la hostia consagrada es la fuente de sanación más importante que Jesucristo nos ha dejado.
Porque Cristo resucitado está presente en la hostia consagrada, un misterio enorme, que la Iglesia no puede explicar completamente.
Y de esto tenemos pruebas contundentes a través de los milagros eucarísticos, que señalan a través de estudios científicos, que escondido dentro de la hostia consagrada hay un ser humano con sangre AB positivo y a veces se manifiesta sangrando desde su herida en el miocardio o sea el músculo del corazón.
Y otra comprobación es la vida física de Santa Catalina de Siena y otros místicos, que se mantienen durante muchos años sin ninguna otra nutrición que la Santa Comunión.
¿Y por qué decimos que consumir la hostia consagrada es la fuente de sanación más importante?
Al comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo en la Eucaristía nos unimos a la persona de Cristo a través de su humanidad.
Él mismo dice que “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6:56).
Jesús mismo se nos da como comida y bebida.
Y al estar unidos a la humanidad de Cristo estamos al mismo tiempo unidos a su divinidad, a la vida celestial.
De modo que cuando recibimos a Cristo en la comunión, abrimos la puerta a la comprensión de lo que es el Cielo, aspiramos sólo al Cielo y ya recibimos su poder sanador.
Si asistimos a la eucaristía con fe, entonces comenzamos a sentir los efectos de la vida eterna en la tierra.
Y recordemos que la enfermedad entró en la tierra por el pecado original y que en el cielo no hay enfermedad física ni espiritual.
Por lo tanto, el sentir los efectos de la vida eterna mediante la Eucaristía, nos permite hacernos acreedores de la sanidad que tuvieron nuestros primeros padres en el Jardín del Edén, y que luego perdieron por la desobediencia a Dios.
¿Y quién te traslada al cielo y te cura?
El encuentro con el amor divino de Jesús.
Que lleva a la conversión del corazón, o sea el movimiento hacia Dios y el alejarse de lo que no es de Dios.
Es por este efecto de trasladarnos al cielo en el amor de Jesús, que en el sacramento de la unción de los enfermos la Iglesia pone como centro la eucaristía.
Y también la razón por la que hay en todas las parroquias grupos de ministros de la eucaristía, que llevan sistemáticamente la eucaristía a los enfermos que no pueden concurrir a misa.
Quienes están regidos por un protocolo y han sido formados con cursos para esa tarea.
El Concilio de Trento dice que “la sagrada comunión es un antídoto contra nuestras debilidades diarias”.
Santa Faustina Kowalska por ejemplo sufría problemas pulmonares y cuando recibió una vez la sagrada comunión experimentó su sanación.
El padre John Hampsch nos relata el caso de una mujer llamada Ann Mattingly que estaba sufriendo de un cáncer incurable durante siete años y estaba claramente a las puertas de la muerte.
Hizo una novena en honor al Santísimo Nombre de Jesús y al final de la novena recibió la Comunión.
Sabía que había llegado el momento crítico en que moriría o recuperaría la salud.
Y mientras comulgaba dijo: «¡Señor Jesús, tu santa voluntad será glorificada!»
Apenas pudo tragar la hostia, le llevó cinco o seis minutos.
Pero en el momento en que la tragó, todo el dolor la abandonó instantáneamente. Ella fue sanada de inmediato.
Se arrodilló y dio gracias a Dios, y cientos de visitantes entraron en su casa durante el resto del día para presenciar el milagro.
Ejemplo como éste hay miles y no tenemos espacio para relatarlos aquí.
A veces la curación es instantánea como en este caso y en otros lleva más tiempo o no se produce, porque todo depende del plan de Dios para esa persona.
Pero hay que tener en cuenta algo central.
Que para que la curación sea efectiva debes tener fe.
Piensa en el relato de Lucas capítulo 8 sobre la mujer hemorroísa que tocó el manto de Jesús y se sanó.
Y Jesús nos lo explica esto diciéndole a esta mujer, «hija tu fe te ha sanado, vete en paz»
Recuerda que mucha gente tocó a Jesús, pero solo a esta mujer se le manifestó el prodigioso poder sanador.
Por lo tanto hay tres cosas que puedes hacer para asegurarte de estar en posición correcta con Él.
Primero, creer que Él es Dios, que es omnipotente y sanador, y que tiene un plan de amor para tu vida.
Segundo, asegúrate de que tu fe en Cristo, su resurrección y Su inminente regreso es fuerte e inquebrantable.
Y tercero, asegúrate de arrepentirse de cualquier pecado, de cada palabra, de pensamiento y acción que pueda impedir que Su poder fluya a ti.
También ten en cuenta que la eucaristía es más que sanación física.
Cada vez que recibimos la Santa Comunión, según Santa Gertrudis, algo bueno le sucede a todos los seres en el cielo, en la tierra y en el purgatorio.
El santo Cura de Ars decía que una comunión bien recibida vale más que una pequeña fortuna dada a los pobres.
Cada vez que recibimos la comunión nuestra estancia en el purgatorio se acorta.
La Reina de la Paz de Medjugorje dijo que,
«Si ustedes supieran la gracia y los dones que reciben, ustedes se prepararían para la Eucaristía cada día durante una hora por lo menos»
Y Santa Teresa de Calcuta dijo que:
“Cuando nos fijamos en el crucifijo, entendemos lo mucho que Jesús nos amó. Y cuando nos fijamos en la Sagrada Hostia entendemos lo mucho que Jesús nos ama ahora”.
Todo esto nos debe poner en alerta para no recibir la comunión indignamente.
Recibir la comunión dignamente significa ir con la disposición correcta y en estado de gracia.
De esa forma recibimos el aumento de la gracia con su consumo.
Pero hay casos en que nuestro estado puede provocar el efecto contrario a la gracia.
En la primera carta a los Corintios, capítulo 11, San Pablo dice que los que reciben indignamente la eucaristía están consumiendo su propia condenación.
E incluso sugiere que estas personas pueden sufrir efectos tan devastadores como enfermedades y hasta la muerte.
De modo que el comulgante debe estar libre de pecado mortal para recibir dignamente la sagrada eucaristía.
Sin embargo la Iglesia dice que el que es consciente de un pecado mortal puede comulgar si existe una razón grave como el peligro de muerte, si es física o moralmente imposible confesarse y tiene una contrición perfecta de sus pecados, pero resuelve ir a la confesión lo antes posible.
Además debe tomarla en ayuno eucarístico, absteniéndose de cualquier alimento una hora antes, aunque esto es discrecional para las Conferencias Episcopales.
Esto no implica que puedas tomar agua, y no se exige el ayuno a los ancianos y enfermos, ni a los encargados de su cuidado.
La Eucaristía puede recibirse bajo la forma de las dos especies, el pan y el vino, o solamente bajo la especie del pan, en ambas formas actúa su efecto sanador.
Y respecto a recibir la comunión en la mano o en la boca, la posición de la Iglesia es que hay que hacerlo en la boca, pero admite que las Conferencias Episcopales lo permitan en la mano.
Bueno hasta aquí lo que te queríamos decir sobre el poder sanador de la eucaristía, o sea la ingesta de hostia consagrada, que se maximiza si se hace con fe y en estado de gracia.
Pero ten en cuenta que la curación es una gracia de Dios que depende del plan que tiene para tu vida.
Y me gustaría preguntarte si cuando has tenido una enfermedad piensas habitualmente que se puede curar con la comunión o eso mayormente se te olvida.
El análisis de los milagros de sanación que hizo Jesús en su vida humana es importante para nosotros.
Porque hay ciertas particularidades en ellos que nos permiten comprender cómo se logra la sanación de una enfermedad.
Y además nos permite comprender qué podemos esperar de los milagros hoy.
Jesús no desparramó milagros de sanación por doquier. . Sus milagros tuvieron una misión y una función precisas. . Y es de acuerdo a ellas que debemos identificar los milagros en el día de hoy.
Sólo en los cuatro evangelios se registran 37 milagros de Jesús, pero hay más en la Biblia.
Incluso Juan 21: 25 dice que Jesús hizo mucho más cosas que no cabrían en todos los libros, si se escribieran.
Las características que hacen únicos a estos milagros es que fueron instantáneos, no requirieron convalecencia, no se utilizó ninguna medicina y la dolencia remitió sin dar marcha atrás.
¿CUÁLES FUERON LOS MILAGROS DE JESÚS?
El Nuevo Testamento habla de la sorpresa de los milagros que realizó Jesús y también de los realizados por los apóstoles en la Iglesia Primitiva (Lucas 5: 25, Hechos 5: 12)
La Biblia se refiere a los milagros con tres tipos de palabras:
Poder (dynamis), que significa «acto poderoso»;
Signo (semeion), que se refiere a un milagro que figurativamente representa otra cosa, como el reino de Dios;
Maravilla (teras), que indica algo extraordinario.
Esto habla sobre la función de los milagros.
Los milagros de Jesucristo en el Nuevo Testamento tienen un propósito específico; no fueron realizados al azar ni como espectáculo.
Algunas veces Jesús actuó realizando milagros apelando a su propia autoridad y en otras invocó al Padre.
Cada milagro fue acompañado por un mensaje que confirmaba la autoridad de Cristo como Hijo de Dios y la venida del Reino de Dios a la Tierra.
Si no se cumplían estos criterios Jesús se negaba a realizar milagros.
Por ejemplo no realizó ningún milagro ante Herodes (Lucas 23: 8-9)
Algunos de los milagros más asombrosos de Jesús fueron levantar personas entre los muertos, devolver la vista a los ciegos, expulsar demonios, sanar a los enfermos, caminar sobre el agua.
Todos los cuales mostraron la evidencia de su naturaleza divina, en un intento de abrir los corazones al mensaje de salvación y a la glorificación de Dios.
Además estás señales y prodigios mostraron el poder absoluto de Cristo sobre la naturaleza y su misericordia ilimitada.
Su revelación como el Mesías prometido se produjo en las Bodas de Caná, cuando realizó el primer signo de convertir el agua en vino a pedido de Su Madre.
Esto marcó el comienzo de su ministerio público de escasos 3 años.
MILAGROS DE SANACIÓN
Nadie ni sus enemigos plantearon dudas sobre su capacidad de sanar enfermedades y dolencias.
Pero lo que hay que tener claro es que Jesús siempre tuvo un propósito para las curaciones, distinto a la curación por sí misma.
El no sano sólo por el bien de la curación. Todas las sanaciones tuvieron que ver con su misión y con su identidad como Mesías.
Tampoco Jesús sanó a todos los que necesitaban ser sanados.
En varias ocasiones encontramos con que Jesús se fue de al lado de personas enfermas sin curarlas.
Por ejemplo en el estanque de Bethesda Jesús sano a una sola persona enferma.
Ahí había cantidad de enfermos, ciegos, cojos, paralizados, que esperaban el movimiento del agua y sanó sólo a un hombre de 38 años (Juan 5: 3-5)
También dejó el pueblo de Cafarnaum sin curar a todos, esto se explica en Marcos 1: 32-39.
De modo que Jesús no vino a la Tierra con el cometido único de sanar personas, sino de predicar.
Las sanaciones eran la evidencia que daba justificación a sus enseñanzas.
Las multitudes lo buscaban trayendo sus enfermos para que los sanara.
Pero Jesús tenía cosas más importantes como predicar el mensaje de que el Reino de Dios había llegado.
Tampoco vemos a Jesús realizando todos los milagros que les pidieron que hiciera.
En algunos casos los hizo y en otros no, como por ejemplo cuando los líderes religiosos le exigieron una señal.
Él se refirió a ellos cómo generación malvada y adúltera, diciendo que la señal era la de Jonás, que pasó tres días y tres noches dentro de la ballena (Mateo 12: 38-40).
Y como vimos Jesús tampoco realizó ningún milagro para Herodes.
Las curaciones de Jesús fueron el cumplimiento de las profecías del Mesías que esperaba el pueblo judío.
En los cuatro evangelios se dice que Jesús sanó sobrenaturalmente las personas para cumplir tales profecías bíblicas, ver Mateo 8: 16-17
La profecía estuvo dada en Isaías 53: 4, cuando dice que “Él tomó nuestro dolor y cargo con nuestros sufrimientos…”.
También Jesús hizo milagros de sanación para que la gente comprendiera que sus pecados eran perdonados.
El caso más típico de demostración de la autoridad del hijo del hombre en la tierra para perdonar los pecados es cuando le dijo al hombre “levántate toma tu camilla y vete a tu casa” (Marcos 2: 10-12)
Jesus sanó para demostrarle a Juan el Bautista que Él era el verdadero Mesías.
Cuando Juan Bautista estaba en la cárcel pidió a sus discípulos que le preguntarán a Jesús si Él era el Mesías que había de venir.
Y Jesús les dijo que le recordaran a Juan sus milagros: los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y las buenas nuevas son proclamadas a los pobres (Mateo 11: 26)
Además Jesús sanó para mostrar las obras de Dios para que Dios recibiera Gloria.
Esto por ejemplo lo dijo cuando curó a un ciego “sucedió para que las obras de Dios se manifiesten en él…” (Juan 9: 3)
Es más, Jesús sugirió que la enfermedad de este hombre tenía el propósito de que las obras de Dios se mostrarán en él.
Lo mismo sucedió con la enfermedad de Lázaro que dijo que “sucedió para la gloria de Dios y para que el hijo de Dios reciba la gloria…” (Juan 11: 4).
Finalmente Jesús sanó para que la gente pudiera creer en Él.
En Juan 20: 30-31 se dice que Jesús hizo muchas otras señales que no están escritas.
Pero que la que están escritas son para que se pueda creer que Jesús es el hijo de Dios.
Es por esto que los milagros a veces se nominan con el nombre de signos, porque son señales para mostrar que el Mesías o Cristo ha llegado.
DOLENCIAS FÍSICAS Y ESPIRITUALES CURADAS BAJO 3 CONDICIONES
Los evangelios están llenos de milagros de sanaciones de Jesús.
En general pensamos que curaba las dolencias físicas porque son las más espectaculares.
Pero también las curaciones de Jesús fueron de personas enfermas del espíritu.
E incluso cuando sanó a alguien en su cuerpo también lo hizo globalmente abarcando su espíritu.
Porque Jesús vino a sanar a los enfermos físicos y a los enfermos espirituales, porque la enfermedad abarca el cuerpo y el alma a la vez.
Por tanto los milagros de curación apuntan hacia la misericordia de Dios para auxiliarnos globalmente.
Además si Jesús pudo sanar a un paralítico o a un leproso entonces también puede perdonar nuestros pecados.
Queda claro también que Jesús sanó aquellos que deseaban su sanidad.
Que sanó a aquellos que creían, confiaban y se acercaron a Él para ser sanados.
Entre líneas podemos leer tres condiciones que Jesús pone en general para la sanación.
Uno es reconocer que hay un problema, porque a menos que uno no piense que está enfermo no va buscar a un médico.
La segunda condición es que la curación depende de la fe de las personas.
En algún caso vemos que es la fe de la propia persona enferma.
Y en otros casos vemos que es la fe de la persona que vino a pedir por el enfermo.
Aquí hay un mensaje más general de Jesús: es nuestra fe la que nos salvará.
Y es nuestra fe la que nos traerá la paz y nos curará de las aflicciones.
La frase “no tengas miedo” asociada a “ten fe” son centrales en la prédica de Jesús.
Y no importa que tan fuerte es la fe, porque si tenemos fe del tamaño de un grano de mostaza Jesús nos dice que podremos llegar a mover montañas.
La tercera condición para la sanación que establece es que Jesús sana aquellos que se acercan a Él, no sólo presencialmente sino también por intermedio de otra persona.
De modo que la sanación requiere el acto previo nuestro de acercamiento a Jesús en la búsqueda de sanación, un apostar a Él.
PORQUE NO VEMOS HOY MILAGROS COMO LOS DEL PRIMER SIGLO
Los milagros hoy parecen raros a los ojos de los contemporáneos.
Sentimos que hay algo diferente en la forma en que Dios hizo los milagros en el Antiguo y en el Nuevo Testamento respecto a los que suceden hoy.
¿Porque no experimentamos hoy los milagros del Nuevo Testamento?
Ya hemos dicho que los milagros tenían la función en el Antiguo y Nuevo Testamento de mostrar un propósito más grande.
Evidenciar el plan redentor de Dios y la autenticidad de los mensajeros de Dios que traían la revelación a la humanidad.
En el Antiguo Testamento los milagros que hizo Moisés trataban de demostrar su legitimidad como portavoz de Dios (Éxodo 4: 1-9).
Lo mismo que los profetas, a quiénes Dios concedió la capacidad de hacer milagros para verificar Su autoridad (1 Reyes 17: 17-24, 18: 36-39, 2 Reyes 1:10).
Y en el caso de los milagros en el Nuevo Testamento, como ya hemos dicho, tenían la función de autenticar a Cristo y a sus apóstoles.
En especial los milagros de Jesús autenticaron su papel central en el plan divino que traía la salvación (Lucas 7: 22).
En este marco Él sana a los enfermos, expulsa a los espíritus malignos y cura una cantidad de enfermedades como flujo de sangre, mano seca, ceguera, sordera, parálisis, epilepsia, lepra, hidropesía, fiebre y resucita a los muertos.
Esto muestra Su poder sobrenatural sobre la naturaleza.
Y apunta a la restauración de la creación del Reino de Dios, diciendo que el Reino de Dios ha llegado.
Es en este marco que convierte el agua en vino y multiplica los panes y peces.
Y que da testimonio de que el Reino de Dios ha comenzado a expandir resultados beneficiosos en las personas.
El concepto es que las obras milagrosas de Jesús denotaban que el Dios de Israel estaba actuando una vez más en medio de su pueblo.
Los milagros condujeron a la creencia, al asombro y a la adoración.
Por lo tanto los milagros no deben verse como una suspensión del orden natural, sino por la restauración del orden natural que Jesús vino a traer.
Los milagros que sucedieron después en la Iglesia Primitiva tenía la función de verificar la autenticidad de la revelación hecha por Jesús sobre la apertura de una nueva era escatológica.
Este mismo propósito de legitimar el plan Redentor de Dios revelado es el mismo que cumplen los milagros hoy.
Por lo tanto no es inapropiado buscar milagros hoy para confirmar la veracidad del mensaje del Evangelio, ayudar a los necesitados, eliminar obstáculos para la conversión de la gente y dar gloria a Dios.
Los milagros aún ocurren pero los cristianos deben evitar los extremos de ver todo como un milagro y no ver nada como un milagro.
Lo que ha sucedido en los últimos siglos es que el cristianismo se ha llenado de escepticismo respecto a lo sobrenatural.
Hay una capa que se llaman a sí mismos católicos maduros que interpretan cualquier cosa aparentemente sobrenatural como algo producido por el mundo natural.
No conciben que aún existan los milagros que se produjeron en la Iglesia Primitiva.
E incluso llegan a desestimar los milagros relatados en los evangelios como una exageración o como el conocimiento rudimentario de la medicina en aquella época.
El vaciamiento de lo sobrenatural está haciendo un grave daño a la Iglesia, porque es el inicio de la duda sistemática sobre la revelación de Dios, e incluso de la deidad del propio Jesús.
Pero en segundo lugar los cristianos deben ampliar su criterio para comprender los milagros.
Deberían incorporar como milagros el sostén providencial de Dios en los asuntos cotidianos de la fe de la gente y las obras de redención realizadas por la Iglesia.
Cuando Jesús dice a los discípulos que ellos harán más milagros que los que hizo Él, posiblemente estuviera hablando de las obras que realizaría la Iglesia, porque abarcaría muchas personas y un período mucho más largo.
Los signos y las obras que hizo Jesús durante su ministerio fueron el inicio de la expansión de la revelación.
Y luego de la Ascensión de Jesús quedan las obras que los creyentes hacen a través del Espíritu revelando verdaderamente el plan de Dios y que Jesús era verdaderamente su hijo.
Las obras abarcan la evangelización, la comunicación del perdón de los pecados y también las sanidades.
¿Existen curaciones sobrenaturales en el mundo de hoy?
El innegable efecto de las misas de sanación lo demuestra.
Los milagros producidos en Lourdes también son un signo.
No todos los que van al Santuario de Lourdes se sanan. Pero los que lo hacen son el testimonio de la acción milagrosa de Dios.
Otro tanto se puede decir de los milagros producidos en los santuarios marianos alrededor de todo el mundo.
Y actualmente en especial las conversiones que se logran en Medjugorje.
Podemos tener el privilegio de presenciar eventos claramente sobrenaturales y milagrosos o no.
Pero debemos estar abiertos a que esto sucede, estando atentos a los testimonios que se publican.
Y también debemos asentir que Dios está trabajando activamente en el mundo edificando su Iglesia, de una manera sobrenatural, apoyada en los cristianos que evangelizan.
ANEXO: LISTADO DE CURACIONES DE JESÚS
Siete curaciones de espíritus inmundos
En estos pasajes se puede observar que incluso los demonios se postran ante Jesús, lo obedecen y lo reconocen como el Santo Hijo de Dios.
• El de la región de Gerasa (Mt. 8:28-34, Mc. 5:1-20, Lc. 8:26-29): Era poseído por muchos espíritus inmundos que se hacían llamar Legión, que fueron expulsados y entraron en un hato de cerdos, que luego murieron.
• El mudo (Mt. 9:32-34): La gente estaba asombrada y los fariseos afirmaban que gracias al príncipe de los demonios Jesús realizaba sus exorcismos.
• El endemoniado ciego y mudo (Mt. 12:22-23, Lc. 11:14-15)
• La hija de la cananea (Mt. 15:21-28, Mc. 7:24-30): Fue un milagro llevado a cabo en la región de Tiro y de Sidón, por petición y gracia a la fe de la madre de la víctima.
• El niño epiléptico (Mt. 17:14-21, Mc. 9:14-29, Lc. 9:37-43): Los discípulos que acompañaban a Jesús no pudieron curar al niño porque tenían falta de fe.
• El de la sinagoga en Cafarnaúm (Mc. 1:21-28, Lc. 4:31-37): Fue sanado en los días de reposo,
• María Magdalena (Lc. 8:1-3): De la cual salieron 7 demonios. También sanó a otras muchachas, entre ellas: Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana.
Cinco curaciones de paralíticos
• El criado del centurión en Capernaum (Mt. 8:5-13, Lc. 7:1-10): Fue curado distancia por petición y gracias a la fe del centurión.
No está claro si el relatado en el Evangelio de Juan es el mismo milagro, ya que el beneficiario es en este caso el hijo de un cortesano, aunque los detalles de la narración son idénticos.
• Un paralítico de Capernaum (Mt. 9:1-18, Mr. 2:1-12, Lc. 5:17-26): quien estaba postrado, y también le fueron perdonados sus pecados. Los escribas acusaron a Jesús de blasfemo.
• El hombre de la mano seca (Mt. 12:9-14, Mc. 3:1-6, Lc. 6:6-11): debido a este milagro los fariseos se enfurecieron y murmuraban planeando la destrucción de Jesús.
• La mujer en la sinagoga que estaba encorvada y no podía enderezarse (Lc. 13:10-17): esta curación tuvo lugar también en sábado y en una sinagoga, por lo cual Jesús fue criticado.
• El de Jerusalén (Jn. 5:1-18): este hombre llevaba 38 años enfermo y fue sanado un sábado en un estanque llamado Betesda en hebreo.
Cuatro curaciones de ciegos
• Los dos ciegos de Cafarnaúm (Mt.9:27-31).
• Bartimeo, el de Jericó (Mt. 20:29-34, Mc. 10:46-52, Lc. 18:35-43, también encontrado en el Corán): Él le suplicó misericordia y Jesús le dijo que fue salvado gracias a su fe.
• El de Betsaida (Mc. 8:22-26): A quien sanó poniéndole saliva en los ojos e imponiéndole las manos
• El de nacimiento (Jn. 9:1-41): Jesús lo sanó restregando lodo hecha con su propia saliva, en los ojos del ciego, quien luego se lavó en la piscina de Siloe (enviado).
Dos curaciones de leprosos
• De un leproso de Galilea (Mt. 8:1-4, Mc. 1:40-45, Lc. 5:12-16, también encontrado en el Evangelio Egerton y en el Corán): fue curado al ser tocado por la mano de Jesús.
• De diez leprosos (Lc. 17:11-19): iban camino a Jerusalén y Jesús los curó con el poder de su palabra.
Otras seis curaciones
• La fiebre de la suegra de Pedro (Mt. 8:14-15, Mc. 1:29-31, Lc. 4:38-39): fue sanada en su casa en Cafarnaúm, al ser tomada por la mano de Jesús.
• La mujer con flujo de sangre (Mt. 9:20-22, Mc. 5:25-34, Lc. 8:41-48): quien se sanó al tocar el manto de Jesús.
• Un sordomudo en la Decápolis (Mc. 7:31-37): a quien sanó metiéndole los dedos en los oídos, escupiendo, tocándole la lengua y diciendo: «Effatá», que significa «ábrete».
• El hidrópico (Lc. 14:1-6): Esta curación fue hecha un sábado en la casa de uno de los principales fariseos.
• La oreja de Malco (Lc. 22:50-51): quien fue herido por un discípulo de Jesús, a quien Jesús reprendió por ello.
• El hijo del alto oficial del rey (Jn. 4:46-54): Jesús y el oficial se encontraban en Caná, y el niño que moría se encontraba en Cafarnaún.
Curaciones hechas de modo genérico
Además de las ya mencionadas curaciones, hay pasajes que hacen referencia a ocasiones en que Jesús curó de modo genérico diversas enfermedades. Se mencionan cinco a continuación:
• Al ponerse el sol (Mt. 8:16-17, Mr. 1:32-34, Lc. 4:40-41).
• Junto al mar de Galilea (Mt. 15:29-31).
• En el Templo (Mt. 21:14-15).
• Cuando se retira al mar con sus discípulos (Mc 3:7-12).
Cuatro milagros sobre resurrección
• Una niña de doce años de edad, hija de Jairo (Mr. 5:38-43, Lc. 8:49-56): Jesús afirmó que la niña no estaba muerta, sino solo dormida.
• Lázaro, el de Betania (Jn. 11:38-44, también encontrado en el Corán): quien ya llevaba cuatro días de estar muerto y estaba sepultado en una cueva.
• El hijo de la viuda de la ciudad de Naín (Lc. 7:11.17): Jesús se compadeció de la viuda al verla llorar, tocó el féretro en el que llevaban al muchacho y le ordenó que se levantará.
• La Resurrección de Jesús (Mt. 28:1-10, Mr. 16:1-8, Lc. 14:1-12).
MILAGROS EN LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS
En el Evangelio Secreto de Marcos
• Resurrección del joven rico (fragmento del Evangelio secreto de Marcos): Jesús le enseñó al joven los secretos del Reino de Dios.
Evangelio de la infancia de Tomás
• Resurrección del niño caído en una terraza (parte IX): Acusan a Jesús de haber hecho caer al niño y Jesús lo resucita.
• Resurrección del joven que cortaba leña (parte X): Murió desangrado al cortase la planta del pie con el hacha, Jesús lo resucitó y las multitudes se asombraron y le admiraban.
• Jesús enferma y cura a su segundo maestro (partes XIV-XV): José le llevó a este maestro, al que Jesús maldijo porque este le pegó en la cabeza. Luego lo curó al oír el buen testimonio que decía su tercer maestro sobre Él.
• Cura a Jacobo de la mordedura de una víbora (parte XVI): La víbora lo mordió en la mano, Jesús sopló sobre la herida y la víbora quedó muerta.
• Resurrección de un niño (parte XVII): Jesús le tomó del pecho y le ordenó que reviviera. Era un niño de su vecindad.
• Resurrección de un hombre (parte XVIII): El hombre resucitó y le adoró y la gente quedó impresionada.
La Iglesia ha recibido del Señor la tarea de sanación: “¡Sanad a los enfermos!” (Mt 10:8)
Cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos.
Además la Iglesia Católica cree que la medicina puede sanar enfermedades, pero no todas ni en todas las personas.
La Iglesia tiene sacramentos y otros instrumentos de sanación, pero los laicos de la iglesia también pueden aportar su poder de intercesión para sanar enfermos.
Por otro lado, hay un tipo de enfermedad que sólo puede sanarse espiritualmente a través de la conversión, la oración y los sacramentos. .
Y hay enfermos que a su vez Dios sana prodigiosamente por su gracia.
Estos métodos no implican abandonar la curación por la medicina, sino que son complementarios.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que
“La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de todo tipo de enfermedad son un signo maravilloso de que “Dios ha visitado a su pueblo” y que el Reino de Dios está cerca.
Jesús tiene el poder no sólo para curar, sino también de perdonar los pecados; vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; él es el médico que los enfermos necesitan” (CIC #1503).
“El encuentro de Cristo con el enfermo es uno de los aspectos más humanos que se encuentran en los Evangelios.
Esta reunión es para la salvación global de la persona, y no sólo para traer la salud corporal solo, superar la enfermedad física y por lo tanto evitar el ‘estancarse en el objetivo imposible de derrotar finalmente la muerte’.
El encuentro entre Cristo y los enfermos, es decir, tanto en los Evangelios y todavía hoy en día, es para sanar a la persona en su totalidad, y por lo tanto con una dimensión de la eternidad”.
Por su parte el Papa Benedicto XVI, en su libro, Jesús de Nazaret, escribe que
“La curación es una dimensión esencial de la misión apostólica y de la fe cristiana en general.
Incluso se puede decir que el cristianismo es una ‘religión terapéutica, una religión de la curación’”.
LA SANACIÓN A TRAVÉS DE LOS SACRAMENTOS
Esta presencia actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la Eucaristía, el sacramento de la Penitencia (Confesión) y de la Unción de los Enfermos.
A estos dos últimos sacramentos a veces se les llama como “sacramentos de la curación”.
“El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo, quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros.
Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la Penitencia y de la Uncion de los Enfermos” (CIC #1421).
De modo que los primeros medios de sanación en la Iglesia son los sacramentos.
Especialmente importante es la sanación por la Eucaristía. En las misas de sanación carismáticas enfermos se sanan después de comulgar.
El sacramento de la Reconciliación no sólo perdona los pecados, sino que con frecuencia sana interior y exteriormente al penitente de las heridas de la enfermedad y del pecado.
Y de un modo especial la Unción de Enfermos es curativa (CIC #1510).
Tradicionalmente la Iglesia ha visto a la Unción de los Enfermos como el sacramento más especializado para la sanación.
EL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
Según Kevin T. DiCamillo el sacramento de la “extremaunción” anterior al Vaticano II que ahora, es conocido como de “unción de los enfermos”,
“es de los siete sacramentos de la Iglesia, que tal vez haya sufrido una transformación más evidente que ningún otro”.
De hecho, según él,
“el sacramento de la extremaunción se convirtió en algo, casi por completo nuevo.
Lo que antes estaba reservado para los moribundos es ahora, un sacramento para los que sufren una enfermedad grave o incluso crónica. Son dos cosas cosas totalmente diferentes”.
E incluso en la pastorales más liberales es recomendado como un alivio para problemas menores o para la prevención.
El autor ilustra la diferencia con dos experiencias, una con un cura de una «capilla» tridentina, y la otra con un sacerdote de una parroquia común.
La primera no debería administrar el sacramento a menos que un juicio razonable pudiese demostrar que el destinatario estuviere “muriendo”.
La segunda, invita al público “que se sienta enfermo en cuerpo, alma, mente o espíritu” para recibir el sacramento.
Pero al respecto el canon del Código de Derecho Canónico más relevante es el siguiente;
1004 § 1: La unción de los enfermos se puede administrar a cualquier miembro de los fieles que, en uso de razón, comience a estar en peligro por causa de enfermedad o vejez.
Está muy claro entonces que este tradicional canon no está previsto la recepción del sacramento por cualquiera que simplemente “se sienta mal en cuerpo, alma, mente o espíritu”.
Dolores de cabeza comunes, indigestión, e incluso, ansiedad por una entrevista de trabajo, que podrían caer bajo tal designación, no se pueden comparar con el peligro de muerte por causa de enfermedad o vejez.
El Rito de la unción y la Pastoral de los Enfermos, decretado por la Congregación para el Culto Divino (7 de diciembre de 1972) y aprobado por el Papa Pablo VI, también pone de manifiesto la necesidad de un juicio razonable en relación con lagravedadde la condición física.
La Sección 8 de este documento afirma:
“Es suficiente un juicio prudente o probable acerca de la gravedad de la enfermedad;en tal caso, no hay ninguna razón para tener escrúpulos, pero si es necesario, hacer la consulta a un médico”.
Por lo tanto, en los casos que no son extremadamente peligrosos: una enfermedad crónica simple, o en casos en los que alguien razonable juzgaría, más allá de toda duda, que ninguna condición grave y peligrosa esté presente, el sacramento no deberíaser administrado.
En consecuencia, la práctica liberal de la administración indiscriminada por el Párroco, mencionada anteriormente, se considera, razonablemente, como un abuso.
Por lo tanto podemos apreciar que la unción de los enfermos no es una opción para todas las clases de trastornos.
Pero adicionalmente a este sacramento, la Renovación Carismática ha hecho un desarrollo más extenso y quizás sea uno de sus puntos distintivos.
Anthony Fuina
CURACIÓN POR LA INTERCESIÓN DE UN SANTO
Quizás este sea el caso más común, la oración por la intercesión de un Santo.
En este contexto, contamos una supuesta aparición del Padre Pío para sanar.
Le habían realizado una biopsia de un tumor y estaba esperando los resultados del médico.
Ese día que iba a llegar el resultado, era un día de lluvia y mientras estaba en un semáforo un hombre se acercó a su coche, que le pidió por favor que lo llevará a la intersección de las calles Jerusalén Avenue y Hicksville Road.
Él nunca había llevado a nadie pero sintió una necesidad imperiosa de llevar a este hombre que era una persona de barba y vestido todo de blanco.
En el viaje le contó al hombre que estaba esperando el resultado de la biopsia y mientras lo contaba sintió una sensación abrumadora de paz y tranquilidad.
El hombre le pidió si podía colocar su mano donde le habían hecho la cirugía y orar por él, y comenzó a orar en un lenguaje que no conocía.
Inmediatamente Anthony tuvo una sensación como eléctrica en el cuerpo, donde el vello se le paró.
Tanto que dijo “Oh Dios mío no puedo creer esto no puedo esperar hasta que le diga a mi mujer”.
Una vez terminado, el hombre de barba le dijo “usted está curado porque el espíritu santo ha entrado en usted”.
En medio de la maravillosa sensación que tenía le preguntó quién era, y este hombre de barba le contesto que era un siervo de Dios.
Cuando llegaron al destino el hombre bajó y le dijo otra vez que estaba curado y que debía ir a misas de curación siempre que pudiera y orar por los necesitados.
Y desapareció.
Cuando llegó a su casa el médico le informó que el tumor era benigno pero que tenían que eliminar el resto del tumor.
No tenía un tumor malo.
Hacia medianoche despertó en la cama con una sensación de que le estaban tironeando en el lugar de la cirugía y le estaban quitando el resto del tumor.
Posteriormente cuando fue a cirugía para extirpar la otra mitad del tumor el médico se sorprendió, porque no había nada para eliminar, el tumor había desaparecido.
Luego fue a consulta regularmente, hasta que en el año 2000 el cáncer volvió.
Comenzó a rezar con la familia y su hija le entregó una estampita de un hombre en proceso de canonización.
Cuando vio la imagen sintió un calor en todo el cuerpo y le preguntó a la hija “de dónde sacaste esa foto. Este es el hombre que recogí, oró por mí y me dijo que estaba curado hace 3 años”.
La hija le dijo que hace tiempo que el Padre Pío estaba fallecido y él le contestó que era imposible porque lo había visto hacía 3 años.
A partir de ahí todos tuvieron la sensación que debían orar por la intercesión del padre Pío, para que terminara la sanación.
Amigos, sacerdotes, monjas y los Caballeros de Colón comenzaron a orar por la intercesión del Padre Pío.
Mientras oraban al Padre Pío para que destruyera las células cancerosas él tenía una sensación de calor en todo el cuerpo.
A los días le hicieron un nuevo estudio para ver cómo debían hacer la cirugía y el médico se sorprendió porque nuevamente el cáncer no estaba allí no había ningún tumor.
A partir de ahí Anthony y su esposa comenzaron a trabajar en una fundación para ayudar a los niños con cáncer, qué se llamó fundación del Padre Pío.
Llevan un grupo oración mensual en su parroquia y da testimonio donde es invitado sobre su sanación por la intercesión del Padre Pío.
En el 2002 asistió con su esposa a la canonización del Padre Pío.
Deborah Zago
CURACIÓN POR RELIQUIAS DE UN SANTO
Este método de curación también es la oración por la intercesión de un Santo, pero con el aditamento de orar ante una reliquia de él.
Déborah Zago de Burlington, Ontario cree que fue curada de un cáncer en la etapa 4, por los poderes curativos de las piedras de la cripta del primer obispo de Toronto, Michael Power.
Al menos 18 personas gravemente enfermas de Canadá han manifestado que han sido curadas por trozo de ladrillo rotos y piedra caliza del subsuelo de la catedral de San Miguel, donde descansan los restos del obispo Power.
Power fue enterrado debajo de la Catedral en 1847.
Había muerto a los 43 años, después de una intensa actividad de ayuda a los refugiados irlandeses enfermos en las orillas del lago de Toronto.
La práctica de orar ante estas reliquias comenzó con Karol Bragagnolo, directora del proyecto de restauración de la catedral.
Pensó que esas piedras habían absorbido generaciones de oración de sanación.
Porque Power se caracterizaba por atender a los enfermos sin preocuparse de su propia salud.
Así que para los enfermos era una referencia según lo que comenta el párroco Michael Busch.
Quién agrega que las piedras no tienen un ingrediente mágico, sino que su poder sanador radica en la fe de los que rezan sobre ellas.
Deborah Zago estaba muriendo de cáncer de útero cuando recibió un poco de ladrillos rotos de la cripta de Power.
Le habían dado dos semanas de vida e incluso había venido un sacerdote a darle la extremaunción.
En la Pascua de 2004 una enfermera domiciliaria le recomienda cuidados paliativos porque no había esperanza suficiente de su sanación.
Su debilidad era tal que no podía recuperarse de la cirugía ni soportar la quimioterapia.
Pero luego de recibir los trozos de ladrillo su peso aumentó y pudo comenzar la quimioterapia.
Siempre en su casa rezaba con los pedazos de piedra de la catedral en la mano.
Ella pensaba que las piedras tenían años de oración y que esas oraciones repercutían ahora en ella.
Incluso el actual párroco de la Catedral dice que dio a su propia hermana esas piedras cuando estaba muriendo de cáncer de pulmón, lo que loa ayudó a centrarse en la oración y a llevar la carga de la enfermedad.
No se sanó pero se le fue el miedo y vivió mucho más tiempo del que los médicos habían pronosticado.
Aún no se ha comenzado la causa oficial de reconocer al obispo Power como santo pero ya se está manejando.
EL MINISTERIO DE SANACIÓN
Esta forma de sanación implica una organización específica de grupos que oran para la sanación de otros.
El Ministerio de sanidad católico coincide con algo que ha descrito el Papa Francisco que la iglesia es como “un hospital de campaña”, que atiende a los heridos.
Un libro llamado Healing Wounds the Field hospital of the Church editado por Alan Guile y el padre Jim McManus trata de como la oración por la curación puede complementar los sacramentos, en especial el de la penitencia.
Es algo común dentro de la Renovación Carismática Católica grupos de oración de personas que oran por otras.
La sanación tiene un componente espiritual importante, porque implica la curación del pecado qué fue lo que generó nuestras heridas y nuestras reacciones físicas.
La idea es que necesitamos la reconciliación, no sólo con Dios sino con los demás y con nosotros mismos, para eliminar las cargas que llevamos.
Necesitamos la curación de los recuerdos y de las emociones dolorosas que están metidas muy dentro nuestro.
La gente necesita la ayuda y el aliento de otros para su sanidad.
El padre McManus dice que el énfasis casi exclusivo en el perdón de los pecados a través de los siglos, no está permitiendo que el penitente sea consciente de las heridas que los pecados infligieron.
Al sanarnos del pecado a través de la curación de las heridas, nos sanamos de la mala reacción qué causó en nuestro físico y en nuestra psiquis.
Algunas personas pueden confesarse por años pero no recibir la paz y la sanación que Cristo quiere llevarle.
Por lo tanto el Ministerio de Sanación es un complemento para lograr la paz interior y sanar las heridas.
Es común que en las oraciones de sanación se haga el gesto de imponer las manos.
No porque de las manos salga energía sanadora, sino que trasmite cercanía y la presencia de Dios sanando.
Sin embargo los grupos de sanación no son muy populares en toda la Iglesia, porque los obispos y sacerdotes son reacios a armar servicios de curación en sus parroquias.
El mensaje que prevalece a los católicos practicantes es que la iglesia espera que ellos asistan una vez a la semana a misa y que luego no necesitan dedicar más tiempo y esfuerzo a ninguna otra cosa.
Pero si se toma la visión del Papa Francisco, de la iglesia como un hospital de campaña en la batalla, entonces la primera tarea de la iglesia sería curar las heridas, por lo tanto es central el Ministerio de Sanación.
Pero también el Ministerio de Sanación es un Ministerio de Liberación.
Y entre la liberación y el exorcismo hay un continuo en la influencia demoníaca.
Por lo tanto es necesario que las personas y los sacerdotes crean en la existencia del diablo y los espíritus malignos.
Y también que tengan algun entrenamiento para reconocer cuando las personas necesitan Liberación de espíritus malignos.
Pero lo que sucede actualmente en la iglesia católica es que no todos los sacerdotes y obispos creen en la existencia del diablo.
Y a pesar que el derecho canónico prevé disposiciones para el Ministerio de liberación y exorcismo, algunas diócesis no designan un sacerdote para este ministerio, por lo tanto las personas que tienen afectada su salud por acción del maligno no pueden acceder a personal entrenado para eliminar a los demonios.
Y en algunos casos hay algo peor, que las diócesis cree que todo se soluciona enviando a las personas al psiquiatra.
El padre Gabriele Amorth menciona en un libro suyo una llamada telefónica que recibió de un obispo en Italia, quién le preguntó si podía ver alguien de su diócesis por un exorcismo.
Amorth le sugirió al obispo que nombraron sacerdote exorcista para el Ministerio en su diócesis y el obispo le comentó que no tenía a nadie que pudiera nombrar.
Entonces Amorth le sugirió que el obispo mismo debía exorcizar a la persona, a lo que el obispo respondió que él no sabría por dónde empezar.
Por lo tanto es necesario creer en la existencia del demonio y también tener personal entrenado para estos casos.
El Ministerio de sanación y liberación debería hacer tanta sanación interna como pueda con la colaboración de laicos y sacerdotes.
Especialmente teniendo en cuenta que a veces la oración de sanación interior no bastará para liberar a la persona de los espíritus malignos y que habrá que ir a un exorcista.
También hay que considerar que el poder de los sacramentos es importante pero no es suficiente para liberar a la gente de espíritus malignos cómo, lo demuestra el Nuevo Testamento.
Por otro lado, no se gana nada expulsando a los espíritus malignos si la persona no está dispuesta a arrepentirse y renunciar a las prácticas que llevaron a la entrada de espíritus malignos.
En resumen, la oración de sanación interior tiene un componente anterior, que es el arrepentimiento y la renuncia a las malas prácticas y el pecado.
LA SANACIÓN CARISMÁTICA
De acuerdo con las Directrices de la Oración para Sanar, un folleto publicado por la Comisión Doctrinal de los Servicios Internacionales de la Renovación Carismática Católica (ICCRS), hay cuatro categorías básicas de la curación:
-la curación física:la curación de la enfermedad y la discapacidad física; . -curación psicológica: curación de heridas en la psique humana, incluyendo heridas emocionales; . -sanación espiritual: esto significa, sobre todo, la ‘curación del pecado’ que restaura a la persona a una relación con Dios; . -y el exorcismo y liberación.
Los sacramentales también son con frecuencia son curativos y sanadores.
“El carisma de sanación lo tiene todo cristiano y en cualquier momento el Señor puede actuar en él; el carisma se presenta esporádicamente.
Muy diferente es el ministerio de sanación en donde el carisma es permanente, siempre que se ponga en práctica.
Lo tienen en plenitud, activo, en virtud de su oficio: los sacerdotes, los médicos; los esposos lo tienen con fuerza especial, el uno para el otro, y al mismo tiempo para sus hijos y familia.
Los laicos lo tienen limitado; necesitan estar discernidos por los pastores y confirmados por la comunidad; pueden darse casos de laicos a quienes Dios llama al ejercicio de la sanación en plenitud y sin límites.
Estos no son muchos pero generalmente va unido al ministerio de la predicación”.
Los carismáticos suelen manejar estos tipos de recursos para la sanación:
Sanación por oración de intercesión
La oración de intercesión no la hacemos solos. El Espíritu Santo intercede por nosotros y con nosotros e interceden también la Santísima Virgen y los Santos.
Sanación por la alabanza
Numerosas curaciones espirituales y físicas se realizan por medio de la plegaria en honor y alabanza a Dios y Jesucristo.
Sanación por medio de las bendiciones
La señal de la cruz es una maravillosa bendición que tiene efectos sanadores sanadores desde la fe.
No sólo la pueden hacer los sacerdotes sino también los laicos, por ejemplo bendiciendo los medicamentos.
Sanación por la aspersión de agua bendita
Se trata de un sacramental que recuerda la regeneración por el agua del bautismo.
Sanación por imposición de manos
La imposición de manos debe ir acompañada de oración a Dios.
No se trata sólo de un remedio natural o parapsicológico, sino que Jesús mismo se servía de estos signos para curar.
Sanación por unción con aceite bendecido(no debe confundirse con el aceite usado en el sacramento de la Unción de los Enfermos)
El aceite bendecido significa el Espíritu de Jesús que unge y cura a los enfermos.
Los creyentes, como ungidos y profetas, participamos de los poderes sacerdotales, reales y proféticos de Cristo.
Sanación por el perdón
El perdón es curativo en el ámbito espiritual, psicológico y físico.
Sanación por la Palabra de Dios(lectura de la Escritura)
Por ejemplo San Francisco Javier enviaba a su monaguillo a leer un evangelio al enfermo y éste curaba; mandó leérselo a un muerto y éste resucitó.
Sanación relacionada con los atributos de Cristo
San Pedro nos recuerda que “por sus llagas hemos sido sanados”.
Podemos orar: Señor, que tus llagas sanen esta enfermedad.
Hay menciones que las llagas de la corona de espinas de Cristo, curan de jaquecas, migrañas e insomnios.
Sanación por invocación del Nombre de Jesús
Su invocación produce efectos de paz en las almas y a veces de sanación en el cuerpo.
Sanación por increpación a la enfermedad en Nombre del Cristo
Esto se basa en Lucas 4:39: “Él increpó a la fiebre, en la suegra de Pedro, y la fiebre se fue”.
Sanación por el Amor de Dios, en nuestras vidas
Su amor puede curar nuestras llagas físicas cuando las toca.
También cuando pasa por acontecimientos que nos dejaron recuerdos dolorosos, se produce la sanación de los recuerdos.
Sanación por el carisma de curación
La finalidad principal de la sanación física es el bien espiritual de la persona.
Dios nos quiere íntegramente sanos.
Quiere sanar principalmente nuestra alma, porque de ahí deriva, en muchas ocasiones, nuestra sanación física.
Y otras veces nos sana físicamente para que sanemos espiritualmente.
Sanación con el carisma de conocimiento
El Espíritu Santo puede descubrir a una persona la raíz espiritual, moral, psicológica o fisiológica de un mal, para que el enfermo se cure haciendo presente a Cristo en esta raíz del mal.
Tipicamente son los anuncios en las misas de sanación carismática cuando el sacerdote u otra persona anuncian cosas del tipo: “en esto momentos el Señor esta curando los problemas de columna a una persona aquí”
Sanación por la fe
Cristo suele actuar según la medida de fe de los que se acercan a Él.
Cristo dice a la mujer con años de hemorragias “tu fe te ha sanado” (Mt 9:22).
CÓMO ORAR POR SANIDAD Y LOGRAR RESULTADOS
El ministerio de sanación siempre actúa en el nombre de Jesús.
Cuando vas a orar por un enfermo debes tener en cuenta esa máxima, porque la curación de los enfermos en el nombre de Jesús es una de las herramientas más eficaces para la evangelización.
Muchos llegan a conocer el amor y el poder salvador del Señor Jesucristo a través del ministerio de sanidad.
“Estas señales seguirán a los que creen: en mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán en las manos serpientes, y si bebieren veneno, no les hará daño. Pondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Mc 16, 17-18).
A la luz de lo que Jesús dijo, cualquier creyente bautizado puede orar por los enfermos.
Si bien es cierto, y por lo general reconocen que hay carismas de curaciones dadas sólo para algunos, esto no debería impedir que cualquier cristiano bautizado ore por los enfermos.
Las siguientes son algunas de las maneras de orar por sanidad, especialmente la curación física, para lograr resultados para los enfermos.
Esta lista no es de ningún modo exhaustiva:
–Tener una relación constante, personal, íntima, día a día y momento a momento, de comunión con el Señor.
Sin este tipo de relación con Él, la vida de uno está desprovista de poder real.
Y es dificultoso que nuestras oraciones de sanidad por otros enfermos tengan fuerza.
En Juan 15:5-7 Jesús afirma: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí no pueden hacer nada”.
-Frecuentar los sacramentos de la Iglesia, especialmente los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía.
Además el ministerio de sanación puede animar a los enfermos a hacer lo mismo.
Estas son las fuentes más potentes de la curación, incluyendo el sacramento de la Unción de los Enfermos.
El Catecismo (#1509) afirma que la Iglesia cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y los cuerpos.
Esta presencia es particularmente activa a través de los sacramentos, y de una de manera especial por la Eucaristía, el pan que da la vida eterna y que San Pablo sugiere que conecta con la salud corporal.
-Siempre decir una oración “protectora” antes de la sesión de curación para evitar cualquier contaminación o transferencia de espíritus de aflicción y enfermedad en cualquiera.
Se recomienda una oración invocando el nombre y la sangre de Jesús para la protección y obligar a todo espíritu de acoso o represalia.
-Invocar a María y los Santos Ángeles para tu intercesión y protección.
-Tener una fe expectante, en que el Señor puede trabajar a través de ti para Su gloria.
“Les aseguro que si tiene fe del tamaño de un grano de mostaza, diréis a este monte: pásate de aquí para allá, y se pasará. Nada será imposible para ti” (Lc 17:6).
-Hacer preguntas y escuchar con atención a la persona a quien estás ministrando antes de empezar a orar.
La información tal como el tipo de enfermedad que la persona está sufriendo, el diagnóstico del médico, la fe de la persona en el poder curativo de Jesús, puede servir de guía sobre cómo proceder en la oración por los enfermos.
-Poner las manos sobre los enfermos.
Jesús puso las manos sobre los enfermos y los sanó.
Sin embargo se debe utilizar la discreción adecuada con la imposición de las manos.
-Utiliza el nombre de Jesús. Hay poder en el nombre de Jesús.
“Si pedís algo en mi nombre, yo lo haré” (Jn 14:14).
-Estar abierto al Espíritu Santo y sus dones, especialmente la profecía, la palabra de conocimiento y el discernimiento de espíritus.
Estos son una gran herramienta en la realización del ministerio de sanidad.
-Obedecer la voz del Señor. Obedecer las conducciones y la inspiración del Espíritu Santo.
-Redundancia. “Llamar a las cosas que no son como si fuesen” (Rom 4:17).
Muchos lo describen como una oración acumulativa.
Un ejemplo de esto es una oración pidiendo al Señor por los ojos de nuevo para los ciegos, nuevos tímpanos y nervios auditivos para sordos y así sucesivamente.
“Para Dios, nada es imposible” (Lc 1,37).
-Pedir a Jesús que aplique su preciosa sangre y su toque de curación en las partes enfermas del cuerpo de la persona.
“Por sus llagas fuimos curados” (Is 53:5).
-Sellar la curación con la sangre y el nombre de Jesús y el manto de la Virgen María, para que la curación pueda durar.
Esto podría prevenir los síntomas y que la misma enfermedad se repita.
-Rezar una “oración limpieza” después de la sesión de sanación.
Esta oración tiene por objeto impedir a cualquier entidad o espíritu de enfermedad y / o espíritu de venganza adherirse a cualquier persona involucrada en la oración de sanación.
-Dar gracias a la bondad de Dios y su amor sanador.
“Por medio de él, ofrezcamos siempre a Dios un sacrificio de alabanza” (Hebreos 13:15).
SANACIÓN DEL ÁRBOL GENEALÓGICO
La sanación del árbol genealógico es una extensión del ministerio de sanación o curación.
Sacerdotes como el padre James Manjackal dicen que la sanación del árbol genealógico se fundamenta por la influencia diabólica visible sobre niños inocentes en familias aparentemente normales.
Y esto está fundamentado en la Biblia. Por ejemplo en las enseñanzas sobre los 10 mandamientos de Moisés, donde encontramos la mención de maldiciones sobre aquellos que no guardan estos mandamientos, que lo vemos en el Deuteronomio 26, 27 y 28.
Hay muchas menciones de que las maldiciones se pasan de generación en generación tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento
De hecho, la enseñanza católica establece que el pecado original se ha transmitido de generación en generación y que el bautismo puede eliminarlo, no así sus consecuencias.
De modo que si todavía estamos afectados por el pecado de nuestros primeros ancestros, cuanto más estaremos influenciados por el pecado de nuestros ancestros más cercanos, con los que eventualmente convivimos.
Incluso Jesús acusó a los judíos de la sangre derramada por los profetas asesinados por sus padres.
Incluso es común qué consejeros o psicólogos pregunten en la primera consulta si hay alguien en la familia con el mismo problema y los médicos para sanar una enfermedad preguntan lo mismo.
De modo que los patrones de comportamiento, tanto buenos como malos, se pueden transferir de los padres hacia los hijos.
No se puede culpar a los antepasados por todos nuestros problemas, pero tampoco se puede negar que hay problemas que provienen de antecedentes familiares
Es así que los ministros católicos tienen el deber de administrar el perdón y la reconciliación a las personas y apoyar para que lo hagan con sus antepasados.
La sanación del árbol genealógico pone énfasis en una experiencia más profunda de los sacramentos de la iglesia; la oración, la reconciliación, la eucaristía.
La estrategia para sanar las maldiciones pasadas es principalmente el perdón y la reconciliación; perdonar a nuestros parientes y reconciliarnos con ellos.
Esto se hace haciendo oraciones, penitencia y caridad en su nombre, recibiendo la sagrada comunión por ellos y ofreciendo misa por ellos.
Del mismo modo el bautismo de un niño abortado puede ser necesario para la sanación de sus padres.
Ya en la iglesia primitiva San Pablo dice en 1 Corintios 15:29 que se hacía bautismo en nombre de los muertos.
En Medjugorje se han experimentado muchos milagros.
Conversiones, curaciones, prodigios en la naturaleza y en las cosas, muchos de los cuales lo pueden atestiguar peregrinos comunes.
Son tantos que no los hemos seguido.
Pero, ¿qué pensarías si estas en Medjugorje orando con unas monjas y de repente se esfuman?
Algo relativamente común en el comentario de los peregrinos es que han sido testigos del milagro del sol semejante al de Fátima.
Pero también se han registrado:
La palabra MIR (PAZ) apareció dos veces en el cielo en letras luminosas.
El 28 de octubre de 1981, una gran llamarada, ardió durante diez minutos en el monte de las apariciones. .
No se halló rastro de fuego o ceniza. . Pero sí se encontró, de rodillas, orando, al policía enviado por las autoridades comunistas para impedir el acceso a la colina de las apariciones.
En numerosas ocasiones la cruz de cemento sobre el monte Krizevac se esfumó y desapareció. . En su lugar se delineó una silueta femenina luminosa, con los brazos abiertos.
El 23 de septiembre de 1985, el rostro de Jesús de la Divina Misericordia, colocado en la cumbre del monte Cmica, se desfiguró y sangró. . Luego aparecieron en su mejilla derecha unas marcas parecidas a tres dedos, como una bofetada.
Estas señales tienen el propósito de despertar la fe, ha dicho la Virgen María: .
“ya han recibido muchas señales para creer; ahora los cristianos deben ser un signo para la conversión de los ateos”.
LOS MILAGROS DE MEDJUGORJE CON NOMBRE Y APELLIDO
A pesar de la gran cantidad de milagros que suceden en Medjugorje, el más grande de ellos sigue siendo la aparición de la Santísima Virgen sistemáticamente desde hace más de 30 años.
No es la aparición más larga de la historia’, pero sí la más estudiada con métodos científicos.
Todos los estudios científicos encontraron que los videntes se comunican con algo sobrenatural.
Esto significa que no están fingiendo o inventando las comunicaciones.
Y esto no es opinable, mira estos artículos en los que relatamos lo que han hallado TODOS los estudios científicos, incluso los que fueron llevados a cabo por ateos.
Para rebatir las evidencias científicas de que los videntes se comunican con alguien sobrenatural debería haber otros estudios científicos que muestren pruebas de lo contrario.
Pero sencillamente nos los hay, por ahora.
Pero también se han sucedido en estos más de 30 años una gran cantidad de supuestos milagros en personas.
Los más comunes son los de conversión.
Y luego están los milagros de sanaciones, que pueden contarse por cientos.
Mira este milagro que sucedió en esta década, por ejemplo, para no ir más atrás.
En octubre de 2010, un grupo de cuarenta y seis peregrinos de Suiza fueron a Medjugorje, entre ellos una mujer ciega llamada Joëlle.
Al día siguiente de su llegada, el grupo escaló la Colina de las Apariciones, incluida Joëlle.
Más tarde en la noche el grupo se reunió de nuevo y asistió al programa de oraciones de la noche en la iglesia.
Joëlle se sintió extrañamente inquieta después de recibir la eucaristía en la misa, pero el sacerdote que acompañaba al grupo suizo la tranquilizó.
Al día siguiente, la mayoría del grupo subió al monte Krizevac, pero Joëlle y algunos otros, incluido el sacerdote, rezaron en el Vía Crucis que rodea la estatua del Cristo resucitado.
El grupo principal rezó fervientemente en el Krizevac por las necesidades de Joëlle, con la esperanza de que ella pudiera recuperar su vista.
Seis horas más tarde salieron de la montaña a tiempo para asistir a la misa vespertina.
Fue durante esta misa que sucedió algo notable.
En la distribución de la Eucaristía, Joëlle levantó la cabeza y vio frente a ella a un sacerdote con un alba blanca.
Miró hacia arriba y pudo ver las luces en la iglesia, su alto techo y ventanas.
La sorpresa para Joëlle fue tan grande que comenzó a sentirse mal nuevamente y le pidió a su amiga que la llevara afuera.
Cuando Joëlle salió volvió hacia Claudia y dijo: «¡Veo la luz!».
Para entonces, otros habían comenzado a reunirse alrededor de Joëlle y Claudia.
El Padre Oliver les sugirió que todos regresaran a la iglesia en acción de gracias.
El grupo se arrodilló al pie de los escalones del altar para dar gracias y alabar la maravillosa curación de Joëlle
Y el Padre les recordó el pasaje del Evangelio cuando se curaron diez leprosos, pero solo uno regresó para dar gracias.
Luego el grupo se acercó a la estatua de Nuestra Señora y continuó orando antes de regresar a su albergue.
Después, algunos peregrinos que estaban colocados detrás de Joëlle cuando ella recibió la Comunión, contaron que habían experimentado un fuerte olor a rosas en ese momento.
Los Foros de la Virgen no han seguido todos los milagros que han ocurrido en Medjugorje, pero han publicado algunos artículo de tales milagros que sería bueno que repases.
Lo que relatamos es una visión inexplicable que tuvo en el Monte Krizevac o de la Cruz en Medjugorje que cambió su vida, y que hasta el día de hoy lo tiene convencido que fue un milagro.
La «visión» se refiere a la experiencia que tuvo lugar durante la primera subida a la Montaña de la Cruz o Monte Kricevac después de entrevistar a la vidente Mirjana.
La entrevista había terminado en un poco más que una «disputa» donde ella básicamente le echó de su casa.
Fue cuando se dirigió a la cruz de la montaña.
Era un día de calor sofocante, al punto que nadie estaba lo suficientemente loco como para subir a la montaña por la tarde, por lo que estaba solo.
En el camino a la montaña quedó envuelto por la tormenta más extraña que haya visto u oído hablar alguna vez.
La luminosidad de los rayos era tan intensa y cercana que podía sentir el calor de los rayos y pensó «bien si hay un Dios, supongo que esto es mi tiempo».
Curiosamente, mientras la tormenta rugía oyó un sonido de voces que cantaban en francés y continuó subiendo la montaña dirigido por la hermosa canción.
Entonces se encontró con un grupo de monjas de rodillas en el barro en una estación de la cruz.
Con las monjas arrodilladas, los truenos y los relámpagos continuaron en cascada rodeándolos a todos.
Y entonces, de repente se sintió obligado a ponerse de rodillas y rezar por primera vez en su vida.
Después de unos momentos de oración continuó hasta la montaña con las monjas, parando con ellas para orar en cada estación de la cruz.
Y luego en la cima de la montaña se sintió reconfortado por una mujer joven. .
No está seguro de que fuera una de las monjas. . La joven puso un paño sobre los hombros de Randall y un sombrero sobre su cabeza. . La joven tenía una gracia especial y le dio una inmensa sensación de paz. . Imprevistamente él se encontró riendo en un alivio glorioso.
Todo el episodio: la tormenta, el canto de las monjas, sus primeras oraciones, fue abrumador.
Cerró los ojos para orar por un momento y después, al abrir los ojos de nuevo, descubrió que había salido el sol. . El cielo se había despejado, y las monjas y la joven no estaban por ningún lado. . No podía creer que se hubieran ido sin que lo notara.
Bajó corriendo de la montaña y luego hacia arriba otra vez y hacia todos los costados en busca de las monjas y no fue capaz de encontrarlas.
Fue a la ciudad y preguntó a todos los que pudo, a personas en los cafés y en la parte inferior de la montaña si habían visto a algún grupo de monjas en la montaña ese día.
Nadie había visto a las monjas.
Pensó que podría haber alucinado pero rápidamente llegó a la conclusión que había visto lo que había visto y que negarlo sería alejarse de la mano de Dios.
En esta entrevista con Oprah Winfrey, Randall narra este milagro.
Hoy en día hay un gran interés en el tema del exorcismo.
Por un lado porque es atractivo para Hollywood.
Y por otro lado porque la influencia del demonio es cada vez más visible en la sociedad.
Pero centrarse en combatir la posesión demoníaca es superfluo porque las posesiones pocas veces se dan. .
En cambio nos encontramos con una serie de influencias del maligno en nuestras vidas, que son frecuentes.
Estas influencias son directas a la propia persona, a través de tentaciones, obsesiones, opresiones, etc.
Y varían en intensidad, dependiendo de la “mochila” de problemas que traiga consigo la persona y que lo hace más o menos abierto a estas influencias.
A medida que nuestro mundo se vuelve más secular, las familias se desintegran, los traumas psicológicos se incrementan.
Ls prácticas pecaminosas se extienden y se produce una progresiva esclavitud a los impulsos pecaminosos, llegando luego a la apertura a la influencia demoníaca.
Aquel que sufre alguna influencia del demonio, al final termina haciendo cosas malignas sin explicación. .
Como blasfemar a Dios sin saber por qué lo hace, hacer cosas indeseables, obsesionarse con conductas compulsivas.
Es así como es campo fértil para que se desarrollen los pecados capitales, como el orgullo, la avaricia, la envidia, la lujuria, etc.
Y progresivamente se da una pérdida del temor a Dios.
En ocasiones pueden darse cuenta que algo anda mal y que deberían hacer algo al respecto.
Y algunos tratan de buscar la respuesta en Dios y en la Iglesia.
Tratan de obtener algún tipo de sanidad interior y liberación, con diverso resultado dependiendo de su perseverancia y con quien se vinculen.
Mientras que otros, la mayoría, son personas atrapadas por el mundo que desconocen a Dios o no quieren oír su voz.
La influencia demoníaca comienza a profundizarse cuando se buscan respuestas en lo oculto, los horóscopos, lectura de manos, tratar de adivinar el futuro. . Y se instala definitivamente cuando la persona acude a brujerías, espiritismo y la magia,
Así la persona pierde finalmente el control de sus facultades mentales como para intentar llegar a una espiritualidad que lo libere de las influencias del demonio.
Y en estos casos la única esperanza en que tengan la gracia de Dios de que se crucen por su camino personas que le puedan llevar a una sanación y liberación.
Por lo tanto y en definitiva, aunque el interés reciente en el exorcismo es alentador porque reconoce la actuación del demonio, debemos de tener cuidado en no centrarnos demasiado en lo que no es común (posesión demoníaca), pasando por alto lo que a menudo es más necesario y aplicable a la mayoría de los casos.
LAS PERSONAS QUE NO ESTÁN POSEÍDAS NECESITAN LIBERACIÓN, NO EXORCISMO
¿Qué es liberación?
Liberación es la oración y el ministerio que se alimenta de numerosas tácticas. .
Para traer sanación y plenitud a aquellos que después del bautismo han confrontado luchas significativas. .
Con la esclavitud del pecado, impulsos pecaminosos, la influencia de los demonios o los efectos del trauma psicológico y / o espiritual.
Liberación es un término genérico y más abajo veremos que hay que hacer distinción entre la liberación propiamente y la sanidad interior.
La liberación – en términos genéricos – implica asirnos al pleno albedrío que Dios nos ha dado para ayudar a fieles que luchan por obtener la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
San Pablo dice que el Padre nos ha rescatado del poder de las tinieblas y nos ha llevado al reino de su Hijo amado, en quien tenemos la redención y el perdón de nuestros pecados (Colosenses 1:13-14).
La liberación busca arrancar a la gente sometida al poder de satanás y colocarla bajo la Autoridad y Señorío de Jesucristo.
Para llevarla o restaurarla a su verdadera identidad como hijos e hijas de Dios.
Incluso después del bautismo, es posible que abramos puertas a satanás permitiéndole un cierto grado de acceso a nuestro corazón y nuestra mente.
Cuando este sea el caso, el cristiano – en colaboración con clérigos y otros hermanos creyentes – debe oponerse a los planes del diablo mediante el arrepentimiento del pecado y la renuncia a cualquier forma de acuerdo con los engaños del enemigo.
La liberación implica llegar al conocimiento de las tácticas del maligno y reconocer los pensamientos erróneos que a menudo infectan nuestras mentes.
La liberación implica conocer por su nombre dichas tácticas así como los pensamientos retorcidos que a menudo infectan nuestras mentes.
Implica arrepentimiento de los mismos y renuncia sistemática a su influencia para que alcancemos una mayor serenidad, paz y sanación – es decir, que alcancemos la liberación.
Esta liberación se realiza de muchas maneras: mediante la Palabra de Dios proclamada y leída con devoción; la recepción frecuente de los sacramentos de la Confesión y de la Sagrada Comunión acompañados de dirección espiritual; a través de la experiencia de la Sagrada Liturgia, alabanza y adoración.
Esto conjuntamente con una auténtica y estrecha comunión con otros creyentes y con oración personal, psicoterapia (cuando sea necesario).
Y con el apoyo de lo que podría llamarse «ministerio de liberación», que a menudo involucra tanto a sacerdotes como a laicos que oran con y por aquellos que luchan, ofreciéndoles apoyo y aliento.
Esta es la descripción de un ministerio de liberación más amplio que deja de lado el exorcismo (que sólo se aplica en pocas circunstancias de posesión).
El ministerio de liberación busca expandir la sanación a un mayor número de personas que necesitan sanación y liberación; hasta cierto punto a todos nosotros en ciertos momentos.
EL RECORRIDO Y LOS MOMENTOS CRÍTICOS
¿Quién necesita liberación?
Si bien todos pueden beneficiarse de este tipo de ministerio de una manera general, hay algunos entre nosotros que atraviesan crisis intensas y necesitan un ministerio especial y enfocado.
Hay algunos síntomas que son frecuentes en las personas que son atacadas, como por ejemplo la ansiedad severa.
En la mayoría de los casos comienzan en la juventud, y tienen un sustrato en las disfunciones familiares, como hogares rotos, padre ausente, alcoholismo de los padres, materialismo excesivo, violencia doméstica, etc.
Lo habitual es que los padres acudan a psicoterapeutas quienes recetan al joven medicamentos psicotrópicos.
Pero esto no es más que un tapadero de las presiones que se destapan definitivamente cuando el joven debe asumir tareas laborales o de estudio desafiantes.
Muchas veces comienzan por ser asaltados por una ansiedad debilitante, insomnio, ataques de pánico, pensamientos obsesivos recurrentes y depresión.
Otros experimentan trastornos físicos.
Y no es infrecuente que experimenten una presencia oscura, siniestra, especialmente durante la noche.
Es aquí donde algunos recurren a las adicciones para salir de la depresión.
En este punto la gracia de Dios puede acercarle personas que le acompañen en oración.
Que en determinado momento le sugieran buscar ayuda más específica.
Y esa ayuda es la oración de liberación que le restaure la gloriosa libertad de ser un hijo de Dios.
Primeramente hay que decir que la liberación lleva tiempo e involucra un enfoque multidisciplinario.
Y esta es otra traba que pone el maligno, porque desafortunadamente la mayoría de la gente sólo quiere alivio.
La liberación y la sanación requiere tiempo, coraje, oración, paciencia, conversión y espera en el Señor.
Los elementos de la liberación y sanación incluyen la misa y oración diaria, lectura de las Escrituras, dirección espiritual, confesión, oraciones de liberación y sanidad interior y a veces psicoterapia.
Una de las cosas que descubren los que están en este proceso es que su liberación estaba relacionada con identificar y rebelarse de los impulsos pecaminosos y pensamientos distorsionados que abren portales para que el diablo le robe la libertad.
Por ejemplo, algunos deben luchar contra una tendencia de defensa que han desarrollado de controlarlo todo, que es una forma de orgullo.
Y que al darse cuenta que no pueden mantener todo bajo control, se descontrolan cayendo en una gran crisis.
En estas situaciones se necesita a aprender a confiar más en Dios.
Pero esforzarse en confiar en alguien que no sea la persona misma es aterrador para muchos.
Esto requiere de mucho arrepentimiento, desarrollo de auto conocimiento y conocer «las jugadas» del maligno.
Son situaciones de grandes batallas con satanás que no quiere aflojar fácilmente su control sobre la persona.
Gracias a Dios están los ayudantes, consejeros y personas que oraron por quienes se acercan a los ministerios de liberación.
Los sacramentos son esenciales y fundamentales, así como la oración y la Palabra de Dios, y en algunos de los casos de liberación también requiere intervención psico-terapéutica y médica.
Es todo un viaje. En el que hay que encontrar lentamente serenidad y apreciar que hay una gran diferencia entre el alivio y la sanación.
Poco a poco se va construyendo la confianza.
Dios procede muy delicada y deliberadamente en estos asuntos.
La sanación requiere valor y Dios a menudo espera a que estemos listos.
DIFERENCIAS ENTRE LIBERACIÓN Y SANIDAD INTERIOR
Lucas 4:18 nos da la clave para distinguir entre liberación y sanidad:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres.
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón.
A pregonar libertad a los cautivos, y la vista a los ciegos.
A poner en libertad a los oprimidos.
A predicar el año agradable del Señor”.
Nótese que el Señor está interesado en la sanidad del corazón y en la liberación.
Es decir persigue la sanidad total del señor humano.
De modo que hay dos movimientos.
Uno es trabajar en la liberación de la persona, para que sea libre de ataduras, vicios, maldiciones, etc.
Y otro es trabajar en la parte interior, para que el corazón de la persona ser limpiado de amargura, malos recuerdos, falta de perdón, auto acusaciones, etc.
La sanidad completa de la persona sucede cuando se limpian tres niveles.
-Cuando la persona es poseída por el maligno
-Cuando la persona es influenciada por el maligno
-Cuando se solucionan los problemas al interior de la persona.
No es objeto de este artículo la posesión, así que o trataremos el punto.
En el caso de la influencia del demonio, hay que orar, en el nombre del Señor Jesucristo, hasta que las fuerzas del mal dejen de operar.
Y luego de haber sido ministrada la persona en liberación se le debe hacer seguimiento y ministrarle sanidad interior.
La sanidad interior busca llevarlo a la restauración o sanidad del alma plena.
En el tratamiento de la sanidad interior, busca la renovación de la mente y el corazón, el cambio de actitud, hacer que desarrolle buenos hábitos, cosechar buenos pensamientos, hasta lograr la paz interior.
Se trata también de la liberación de los recuerdos y de las cargas acumuladas, para que viva una vida con alegría de acuerdo a la voluntad de Dios.
Hay que limpiar el alma de emociones y sentimientos dañinos que son los que provocan depresión, ansiedad, angustia, falta de paz, negativismo.
Se necesita dedicación y persistencia para que la persona no vuelva a caer en los estados anteriores.
Veamos ahora los procedimientos.
LA ORACIÓN DE LIBERACIÓN
La oración de liberación es dirigida a Dios para pedir la liberación del que sufre el influjo del maligno (no se aplica a la posesión diabólica).
En la oración de liberación es realizada por laicos y sacerdotes que tengan las debidas habilitaciones y entrenamiento.
Es necesario que el grupo de oración de liberación esté constituido por hermanos que posean un buen equilibrio psíquico, una vida de gracia y que el grupo, en su conjunto, posea dones carismáticos (carisma de misericordia, carisma de intercesión, carisma de discernimiento, carisma de autoridad) y haya recibido una buena formación en esta materia.
Hay que realizar un primer discernimiento, dedicando a la persona que pide la liberación un tiempo suficiente para una escucha delicada y paciente, antes de la oración.
Y luego continuar el discernimiento durante la oración sobre la persona.
Y al final evaluar lo sucedido entre los miembros del equipo de oración.
La oración de liberación requiere la participación activa de quien la recibe, que incluye el compromiso personal de conversión, perdón, oración, alabanza, sacramentos, vida de gracia.
Puede ser repetida varias veces.
LA ORACIÓN DE SANIDAD INTERIOR
En general todos estamos necesitados de sanidad interior, porque hemos experimentado, al menos alguna vez, sufrimientos, conflictos interiores, miedos, tristeza, etc.
Estas situaciones derivan básicamente de un estado de “enfermedad interior” a causa de las heridas recibidas durante nuestra vida (incluso desde nuestra vida prenatal).
Jesús puede curarnos no sólo físicamente sino también interiormente: psicológicamente, emocionalmente, espiritualmente.
No es imprescindible saber con detalle que cosa tiene necesidad de sanación en nosotros, aunque el saberlo ayuda.
En la oración para ser sanado interiormente implica que el Señor nos guíe en aquello que debemos hacer o por lo que debamos orar.
Se realiza generalmente en un pequeño grupo como las oraciones de liberación.
Y el que recibe las oraciones de sanación interior debe saber, al igual que dijimos sobre las oraciones de liberación, que es indispensable su compromiso y un creciente encuentro con el Señor.
El equipo de oración pedirá al Señor recibir el discernimiento carismático antes de comenzar la oración de sanación interior sobre la persona que sufre.
Durante la oración de sanación interior podría ser útil una oración de liberación, cuando hay algo lleve a pensar al equipo de oración que la sanación interior se encuentra obstaculizada por un influjo negativo del demonio.
La imposición de manos para los cristianos es un gesto que siempre es acompañado por oración.
Aquí pondremos énfasis en la imposición de manos para la sanación.
La práctica de la imposición de manos para la sanación espiritual es un acto de Amor por Dios a Su Creación.
Y hay 3 elementos claves de discernimiento en la sanación carismática: .
– si tal curación contribuye a glorificar a Jesús, .
– si manifiesta el poder y el Amor de Dios. .
– si la curación implica un cambio espiritual en la persona, una conversión.
Cuando hablamos de curación carismática no estamos hablando necesariamente de un milagro instantáneo.
Se puede dar, pero hablamos también de la curación que los médicos aceptarían como cosa puramente normal, o de una curación que se realice de manera progresiva.
Nuestras intervenciones para que la curación se realice suponen que siempre ha habido una intervención del Señor, en forma extraordinaria, o a través del proceso ordinario de la medicina.
Y que fue respuesta a nuestra oración de intercesión, donde puede decirse que se ha manifestado el Poder y el Amor del Señor.
Y para el enfermo ha sido un acto de gracia.
Algunos piensan que la imposición de manos es una práctica carismática que viene de los pentecostales.
Pero es una doctrina bíblica considerada por San Pablo en hebreos 6: 2 como un tema fundamental en el cristianismo.
Y también otra cosa que sucede en el catolicismo es que está mal visto que laicos impongan las manos sobre otros laicos.
Parecería que esto está reservado para los ministros ordenados, diáconos y especialmente sacerdotes y también religiosos.
Pero la imposición de manos es el uso que Dios hace de nosotros a través de nuestras manos frágiles y propensas al pecado, para asistir al resto de los hermanos.
Es el poder santo de Cristo se expresa a través de nosotros, y lo único que tenemos que hacer nosotros es estar disponibles y confiar en Él.
También es una forma en que Dios nos recuerda que nos necesitamos unos a otros y que nos salvamos en comunidad.
Personas ordinarias llenas de fe que imponen las manos sobre otras personas también llenas de fe, pueden lograr efectos maravillosos de sanación física y espiritual.
Después de la ascensión de Jesús a los cielos el ministerio de sanación quedó en manos de su Iglesia.
Y vemos en Hechos de los Apóstoles que Pedro tomó mendigo cojo de la mano y fue sanado, que su sombra tenía poder sanador porque los habitantes de Jerusalen sacaban a los enfermos a las calles para que los tocara su sombra.
También se usaban los pañuelos de Pablo para curar a los enfermos e incluso él imponía las manos.
Esto parte de que cuando Jesús envía a los discípulos les da la orden de sanar en Su nombre diciendo “impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Marcos 16: 18)
Por lo tanto la imposición de manos para la sanación debería ser una práctica regular de la Iglesia.
¿Pero esto debería ser realizado sólo por el poder transferido a los Obispos, a partir de los apóstoles?
La experiencia indica que es Jesús el que actúa y no hay una razón fuerte para que Él no quiera actuar a través de hermanos de fuerte fe.
EL PODER DE DIOS EN LAS MANOS DE SU PUEBLO
En la Biblia podemos ver que la imposición de manos se hace para impartir bendición y autoridad, sobre todo en el Antiguo Testamento.
E impartir salud y conferir el Espíritu Santo, sobre todo en el Nuevo Testamento.
Primero, el Espíritu Santo es transmitido por la imposición de manos
Hechos 19: 6 dice:
“Y cuando Pablo impuso sus manos sobre ellos, el Espíritu Santo vino sobre ellos; y hablaban en lenguas y profetizaban”.
En segundo lugar, los milagros físicos a través de la imposición de las manos
La Escritura revela 15 versículos donde Jesús puso las manos sobre los enfermos o habla del poder dado a los santos para sanar a los enfermos.
Cuando Jesús puso las manos sobre los enfermos todos fueron sanados.
La Palabra de Dios indica que podemos hacer lo mismo.
Marcos 16: 17-18 dice:
“Y estas señales seguirán a los que creen; en mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán serpientes; y si beben algo mortal, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se sanarán”.
Hechos 28: 8-9 dice:
“Y sucedió que el padre de Publio estaba enfermo de fiebre y de flujo sangriento: por quien Pablo entró y oró, y le impuso las manos y lo sanó.
Así que cuando esto fue hecho, otros también, que tenían enfermedades en la isla, vinieron y fueron sanados”
Tercero, la liberación espiritual viene a través de la imposición de manos
Lucas 4: 40-41 dice:
“Y cuando el sol se ponía, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los trajeron a él; Y él [Jesús] impuso sus manos sobre cada uno de ellos, y los sanó.
Y salieron demonios de muchos, clamando y diciendo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios…”
Cuarto, la imposición de manos también se usaba para transmitir una bendición espiritual
Mateo 19: 13-15 dice:
“Entonces se le trajeron niños, para que impusiera sus manos sobre ellos, y orase; y los discípulos los reprendieron.
Pero Jesús dijo: Dejad a los inños, y no les impidáis venir a mí, porque de ellos es el reino de los cielos”.
En quinto lugar, la imposición de las manos se utiliza para transmitir la autoridad espiritual para el liderazgo
1Timoteo 4:14 dice:
“No descuidéis el don que está en vosotros, que os fue impartido directamente por el Espíritu Santo, mediante la proclamación profética, cuando los ancianos impusieron vuestras manos sobre vosotros”.
Seis, la imposición de manos reaviva el regalo que está dentro de uno mismo
2 Timoteo 1: 6 dice:
“Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos”.
En séptimo lugar, signos y maravillas son transmitidos por la imposición de las manos
Hechos 14: 3 dice:
“Con todo se detuvieron allí bastante tiempo, hablando con valentía del Señor que les concedía obrar por sus manos señales y prodigios, dando así testimonio de la predicación de su gracia”
En definitiva, Dios enumeró muy específicamente en Su Palabra cómo debemos usar nuestras manos para:
-salvar a los perdidos, .
-sanar a los enfermos, .
-liberar a los oprimidos, .
-transmitir fuerza, .
-transmitir los dones del espíritu, .
– transmitir el Espíritu Santo y .
-actuar en el tiempo del fin de la cosecha.
Hoy una parte del poder de la imposición de manos se está revitalizando fuera del cristianismo, pero debemos separar las aguas.
LA DIFERENCIA ENTRE EL USO CRISTIANO DE LAS MANOS Y LO QUE HACE LA NEW AGE
Quizás la mayor diferencia entre los sanadores de energía y la imposición cristiana de manos es el hecho de que los curanderos de energía afirman estar manipulando una supuesta fuerza de energía.
Cuando los cristianos oramos unos sobre otros no estamos tratando de manipular el poder de Dios.
Simplemente estamos usando nuestras manos como una señal de intercesión.
Si Dios quiere o no sanar a la persona se deja totalmente a Él.
La verdadera sanación bíblica nunca se basa en la creencia en el propio poder, sino que se basa únicamente en el poder de Dios.
El Catecismo afirma claramente que el uso de las manos en la sanación cristiana es como un “signo”, no como un canal de energía.
“Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños pequeños imponiéndoles las manos. En su nombre los apóstoles harán lo mismo”, enseña el Catecismo.
Más aún, es por la imposición de manos de los Apóstoles que el Espíritu Santo es dado.
En otras palabras, el uso de las manos en la forma cristiana es un símbolo y una intercesión, mientras que en la curación por la energía, las manos tienen una función real como un canal.
Pero eso no impide que los defensores de la medicina energética atraigan a los cristianos a sus prácticas, llamando la atención sobre esta semejanza.
Algunos incluso llegan a sugerir que Jesús fue un sanador de energía debido a cómo Él usó Sus manos durante las sanidades.
William Lee Rand, fundador del Centro Internacional Pro-Reiki, sugirió que debido a que Jesús a veces imponía las manos sobre las personas mientras las curaban, puede haber estado usando Reiki.
“Jesús no estaba canalizando una energía universal, sino actuando con el poder de Dios”, escribe Marcia Montenegro, experta en Nueva Era:
“Como Hechos 10:38 dice, Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder.
Él anduvo haciendo el bien, y sanando a todos los que eran oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él.
El poder de Dios no venía a través de una técnica o enseñanza secreta, sino de la Persona de Jesucristo.
Cuando Jesús confirió este poder específicamente a sus discípulos, Él les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para sanar todo tipo de enfermedades y toda clase de enfermedades” (Mateo 10: 1, Marcos 3: 13-15, Lucas 9: 1).
Es Su autoridad sobre la enfermedad que Cristo dio a los discípulos, no una enseñanza o técnica secreta.
Incluso si los sanadores de la energía son cristianos, no pueden decir que su energía viene de Dios porque Dios nunca se reveló a nosotros como una fuerza de energía.
Es un Dios personal que una vez se identificó a Moisés como “Yo soy”.
La imposición de manos sobre la persona por quien se ora es un gesto fraterno, un gesto de amor, un signo de fraternidad cristiana y por último, un gesto bíblico.
El mismo Evangelio de Marcos 16, 18, nos dice: “Impondrán las manos sobre los enfermos y sanaran”.
La imposición de manos en el ministerio de sanación tiene un significado importante, en cuanto que el que ora por un enfermo hace de puente o intercede entre el amor sanador del Padre Dios y la persona por quien se ora.
“La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus muchas sanidades de todo tipo de enfermedad es un resplandeciente signo de que Dios ha visitado a su pueblo y que el Reino de Dios está cerca.
Jesús tiene el poder no sólo para sanar, sino también para perdonar pecados.
Ha venido a sanar a todo el hombre, alma y cuerpo.
Él es el médico que los enfermos necesitan” (CIC #1503).
En el libro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre Oraciones para la Sanación, se dice:
“El encuentro de Cristo con los enfermos es uno de los aspectos más humanos que encontramos en los Evangelios.
Esta reunión es para la salvación total, global de la persona, y no sólo para traer la salud corporal sola”
Y el Papa Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret escribe que
“La sanación es una dimensión esencial de la misión apostólica y de la fe cristiana en general.
Incluso se puede decir que el cristianismo es una «religión terapéutica, una religión de curación”.
PREJUICIOS SOBRE LA SANACIÓN ENTRE LOS CATÓLICOS
Algunos dicen:
“Esto es de santos y nosotros no somos santos”
Se piensa que sería una temeridad o presunción para el cristiano común esperar o pedir la curación.
Sin embargo Jesús dijo “Estas son las señales que acompañarán a los que crean…” (Mc 16:17-18)
“Yo no necesito esos milagros, me basta con la fe”.
Se cree que los milagros sucedían sólo en los primeros tiempos y que la Iglesia no debe poner el acento en ellos hoy.
“Los milagros no son más que una manera primitiva de expresar la realidad”
Es un pensamiento materialista que cuestiona la posibilidad de un Dios que actúa directamente en la historia.
Este prejuicio obedece a la idea que de un Dios impersonal y lejano.
“Esto es algo peligroso que ocasiona ilusionismo y creencia en lo mágico”
Cualquier realidad sagrada podemos malentenderla, desfigurarla y abusar de ella.
Pero esperar interceder por la salud de otra persona y que Dios actúe sanando no tiene nada de mágico, lo podemos ver en las sanaciones que ocurren en Lourdes o Medjugorje.
“Hemos de aceptar la enfermedad como voluntad de Dios o como la propia cruz”
No sabemos si en cada caso Dios quiere la cruz que la persona lleve sea la enfermedad, quizás sea otro tipo de sufrimiento o persecución.
Alguna enfermedad puede obedecer a un propósito superior: puede servir para hacernos recapacitar, o para reorientar nuestras vidas en otro sentido.
Se trata del sufrimiento redentor.
Pero pedir a Dios por la sanación es como una pregunta ¿está en Tu plan sanar a esta persona?, si lo está entonces por favor hazlo.
“Yo no soy quien para imponer las manos a una persona para su sanación eso lo debe hacer un cura”
Esta es una visión clericalista del poder de Dios.
Como que Dios actuara solamente por medio o por intercesión de los sacerdotes ordenados.
Cuando Jesús dijo que impondrán las manos y los enfermos se sanarán no se refería solamente a los apóstoles sino a los que le se seguían, o sea al pueblo de Dios.
Sin embargo hay que admitir que sobre esto hay dos bibliotecas y mayoritariamente existe la opinión de que son los sacerdotes los más aptos para imponer las manos, de modo que actuemos respetando el criterio mayoritario.
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La oración por los enfermos es necesaria para apoyar el plan de Dios para el propio enfermo.
No porque vayamos a cambiar la opinión de Dios o movilizarlo necesariamente.
Sino porque vamos apoyar al enfermo para que dé pasos tendientes a mejorar su condición.
Pero tan cierto como esto, es el pedido de la comunidad y de los cristianos en particular para que Dios reestablezca la salud de una persona.
Porque Dios quiere que le pidamos cosas.
Siempre vamos a querer que el enfermo se sane y a veces se nos escapa que en el plan de Dios a veces el objetivo no es la curación de la enfermedad, sino los frutos que da esa enfermedad para la misma persona y para otros.
Ellos dicen que no vemos muchas curaciones en los enfermos últimamente porque hablamos con Dios en lugar de expulsar la enfermedad.
Su argumento se basa en que cuando Jesús envía a los apóstoles les dijo que sanaran a los enfermos resucitaran a los muertos, limpiaran a los leprosos y expulsaran a los demonios (Mateo 10: 8).
No les dijo oraran por los enfermos, oraran por los muertos, oraran por los leprosos, oraran por los demonios.
Si bien es así que Jesús envió a los seguidores a sanar a los enfermos, también es cierto que en otras partes del Nuevo Testamento pide orar por los enfermos.
Por ejemplo la carta de Santiago 5:14-15 dice,
«¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor.
Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados»
Pero además hay suficientes recomendaciones de Jesús de que oremos al Padre.
En Mateo 6: 9 nos enseña a orar el Padrenuestro.
En Juan 16: 23 dice que todo lo que pidas al Padre en nombre de Jesús, Él te lo dará.
Y por sobre todas las cosas hay pasajes en la Biblia en que Jesús va a orar al Padre, lo cual es una acción qué deberíamos copiar.
Luego en la historia de la iglesia naciente, que es contada en Hechos de los Apóstoles, vemos que los apóstoles oraban por los enfermos, por ejemplo Pedro se arrodilló y oro ante el cuerpo de tabita en Hechos 9:40.
Pero también sanaban y expulsaban a la enfermedad y a los demonios
De modo que no se debe ver la oración a Dios cómo una traba para expulsar la enfermedad y a los demonios.
Sino que con la oración nosotros pedimos a Dios que se haga su voluntad, porque en última instancia quien sana es Dios no el carismático qué trata de sanar al enfermo.
Si nosotros oramos solamente para que una persona se cure sin discernir cuáles son las causas de su enfermedad y qué es lo que Dios le va a permitir, entonces no estamos haciendo un acompañamiento, con oración, adecuado al enfermo.
Esto vale tanto para orantes en solitario, como para un Ministerio de Sanación, como veremos en este artículo.
¿QUÉ TENEMOS QUE PEDIR CUANDO REZAMOS POR UN ENFERMO?
Cuando conocemos a alguien enfermo, o quizás discapacitado, nuestra primera respuesta es rezar por su curación.
Es una respuesta compasiva que busca aliviar los padecimientos del sufriente pidiéndole a Dios que lo sane, que le quite la cruz.
Sabemos que Dios es compasivo y todo poderoso, de modo que podría sanar a cada enfermo en cada momento; sin embargo no lo hace así.
Porque la curación física no es siempre el plan de Dios para la persona.
A veces Dios usa la enfermedad o la discapacidad para sanar el alma de la persona o incluso para que sirva de modelo, consuelo y la persona sea distribuidora de gracias a las personas de alrededor.
Se han dado casos de varios místicos que sufrieron grandes enfermedades, que les llevaron a estar prácticamente toda su vida en la cama, pero a los que Dios entregó grandes dones, que ellos a su vez los usaron para los demás.
En este artículo por ejemplo relatamos el caso de 7 mujeres Santas que vivieron durante años alimentándose solamente con la Eucaristía por graves enfermedades que tuvieron.
De modo que la curación de cada persona es un proceso personalizado, porque la persona es única y el plan de Dios para esa persona es a medida.
CÓMO CURÓ JESÚS
En la Biblia hay muchos pasajes donde Jesús sanó a enfermos y endemoniados.
Pero lo hizo de formas muy diversas, lo que nos indica que en cada caso el trato era particular y que no hay un molde único para la sanación.
En un caso Él escupió en el suelo hizo barro y lo frotó en los ojos de ciegos; Él reprendió a la fiebre y ordenó a los espíritus sordos y mudos para que se fueran; y a veces preguntó al paciente y otras veces no.
Esto nos indica que cada persona por la que oramos es única y debemos tener una acción personalizada para cada una.
En el que se debe tener en cuenta qué es lo que Dios quiere hacer con esa persona en general y a través de nosotros en particular.
Además debemos tener en cuenta que las curaciones y las expulsiones de demonios de Jesús, fueron realizadas en el marco de la predicación del Reino de Dios, lo cual también es un ingrediente que debemos tomar para las oraciones de curación.
En ese sentido la Biblia nos presenta una serie de objetivos por los cuales rezar por el enfermo, que no son necesariamente la curación física.
Veamos algunos de estos objetivos.
PASAJES BÍBLICOS CON OBJETIVOS DISTINTOS DE ORACIÓN
Para que Dios los consuele (2 Corintios 1: 4).
Para que «crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 Pedro 3:18).
Para que confíen en el Señor y no se apoyen en su propio entendimiento (Proverbios 3: 5).
Para que crezcan en el fruto del Espíritu (Gálatas 5: 22-23).
Para que ellos sufran bien. Para que se «comprometan con su Creador fiel y continúen haciendo el bien» (1 Pedro 4:19).
Para que Dios les conceda resistencia y aliento (Romanos 15: 4-6).
Para que rechacen el pecado y tengan resistencia. Para que miren a Jesús, para que no se cansen y pierdan el corazón (Hebreos 12: 1-3).
Para que el Señor provea para todas sus necesidades «según las riquezas de su gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).
Para que tengan sed de Dios y que depositen su esperanza en Él (Salmo 42: 1-5).
Para que Dios los guarde en perfecta paz (Isaías 26: 3).
Para que sean «alegres en la esperanza, pacientes en aflicción, fieles en la oración» (Romanos 12:12).
Para que Dios les permita contentarse en cualquier circunstancia en que Él los ponga (Filipenses 4: 11-13).
Para que sostengan inquebrantablemente la esperanza que han profesado (Hebreos 10:23).
Para que no se desanimen, sino para que perseveren y fijen sus ojos en lo que es eterno (2 Corintios 4: 16-18).
Y luego está la oración más obvia para pedir la curación
«Señor, por favor sana a <nombre> del problema de <enfermedad>».
Y se puede pedir la intercesión de la Santísima Virgen o algún santo también.
Y para elegir las palabras que vamos a usar siempre es conveniente pedir el auxilio del Espíritu Santo.
¿QUÉ LE TENEMOS QUE PEDIR AL ESPÍRITU SANTO?
Hay que buscar la iluminación del Espíritu Santo para saber sobre qué orar y cómo orar.
La cual es la tarea primaria de los Ministerios de Sanación.
Esto implica también conocer cuál es la enfermedad, porque a veces hay razones ocultas que llevan a esa enfermedad; muchas veces factores espirituales generan enfermedades físicas.
Y especialmente es importante conocer cuál es el plan de Dios para esa persona; debemos pedir al Espíritu Santo que nos revele que es lo que quiere hacer Dios con esa persona.
Porque de esa forma podemos enfocar mejor las palabras de la oración.
De cualquier forma pocas veces obtenemos respuestas claras y por lo tanto debemos admitir que los planes de Dios no están en nuestro entendimiento.
O debemos descubrirlos en medio del camino.
De modo que deberíamos orar para que se cumpla el plan de Dios para esta persona.
Y también debemos pedir iluminación para saber qué es lo que Dios quiere de nosotros en el proceso de cada caso.
Porque como dice la escritura, somos parte del cuerpo de Cristo y cada uno tiene diferentes funciones y dones, y cuando un miembro sufre los otros sufren con él.
La mayoría de las veces los orantes trabajan a ciegas porque no pueden discernir fácilmente cuál será la respuesta del Señor a la oración.
Dios tiene un plan para cada persona y el Ministerio de Sanación trata de pedir con fuerza y devoción que este plan se active.
En primer lugar, el gran valor pastoral del Ministerio es la experiencia que reciben los enfermos del amor de Cristo.
Esto implica paz y alegría, aunque el estado de salud siga en las mismas condiciones.
Hay casos en que los enfermos no se curan, pero sus dolores desaparecen por el alivio de la oración, es lo que él llama la anestesia divina.
A veces la respuesta a la oración es que el médico descubre las causas de la enfermedad y acierta con el tratamiento.
En este caso Dios ha guiado al médico.
Otras veces la respuesta a la oración es que el enfermo necesita sanación interior y no corporal, porque es sabido que el 80% de las enfermedades son psicosomáticas.
Esto se logra mediante un vislumbre del carisma de discernimiento.
Y a veces se descubre que la causa de la enfermedad es una adicción o un hábito nocivo, cómo puede ser fumar, consumir drogas, comer con demasiada sal, el alcohol, etc.
En estos casos la oración que le sigue debe ser para pedir liberación de esas adicciones.
En otros casos la enfermedad está relacionada con la vida desordenada, de poco sueño, mucho trabajo, comida a deshoras, etc., que hace necesario un cambio en la organización de la vida de la persona.
Y para esto hay que orar también, para que la persona tenga la disposición para hacer esos cambios.
En otras ocasiones la pérdida de salud se origina en la reacción psicológica ante problemas y preocupaciones que la persona tiene.
Y en este caso es recomendable la oración por la paz y la tranquilidad.
Hay que tomar en cuenta por otro lado, que las enfermedades no remiten rápidamente sino muchas veces lo hacen progresivamente.
Por lo que la oración debe tomar en cuenta las distintas metas intermedias de mejoría.
Y como es a largo plazo, la oración debe ser perseverante, lo cual exige al orante la comprensión y disposición de actuar en un proceso.
Aunque a veces la sorpresa es que la curación es inmediata y la remisión es total.
Pero en realidad esto nunca se sabe de antemano, el resultado final es un misterio en términos generales.
A veces también el objetivo de la oración no es la curación de una enfermedad sino el fortalecimiento mental y físico para la conservación de la salud.
Esto es especialmente así cuando se ora por un anciano o un bebé.
Y en otros casos la oración es para que el enfermo haga el pasaje de la mejor manera posible, porque su situación no tiene remedio.
LOS PRINCIPIOS DE ORACIÓN POR SANACIÓN
Por su parte Francis MacNutt habla de tres principios importantes de la oración curativa:
1 – La oración requiere discernimiento
La clave para una curación efectiva, dice, es saber por qué orar.
Este entendimiento sólo viene por el poder del Espíritu Santo.
2 – La curación requiere tiempo
MacNutt defiende la oración prolongada, en la cual los ministros de oración imponen las manos a una persona y oran por un período prolongado.
“La curación lleva tiempo, y eso es lo que falta en muchos ministerios de sanación”, dice.
3 – Las emociones necesitan sanación
MacNutt cree que el dolor, la vergüenza, los ataques de pánico, los trastornos mentales, los desvíos sexuales y las adicciones pueden ser sanados por Jesús.
La sanación requiere que la persona afectada renuncie a sus decisiones dañinas, perdone a los que les hacen daño e invite a Cristo a sanar un recuerdo doloroso.
1 – Oración de arrepentimiento por los pecados personales
Está en la raíz de la mayoría de las curaciones.
Si hay arrepentimiento, hay perdón y liberación del pecado, y por tanto hay sanación y salvación.
La psicología y la medicina modernas reconocen que gran parte de las enfermedades físicas tienen un componente psíquico.
En muchos casos resulta más útil y más importante dedicar tiempo a la oración de arrepentimiento o a la de sanación interior antes que orar por la curación física.
La reconciliación sacramental (la confesión) tiene una dimensión de curación.
2 – Oración de curación interior
En la que se da la sanación de los recuerdos o de cualquier enfermedad de tipo mental o psíquico.
Generalmente es necesaria la curación interior cuando comprobamos alguno de los siguientes casos:
heridas del pasado, traumas no superados, resentimientos, problemas emocionales profundos, depresión, formas persistentes de ansiedad, miedo, impulsos sexuales compulsivos, excesiva timidez, con su respectiva carga de recuerdos y vivencias del pasado, que por más que queramos no podemos librarnos de ellos.
Para esta clase de sanación hay una forma peculiar de entrevista y oración.
Este ministerio lo puede realizar una persona sola que tenga conocimiento, discernimiento y dones para ello, o puede ser también un equipo, al que llamamos grupo de intercesión.
3 – Oración de curación física
Es la más difícil de admitir y la que más puede poner a prueba nuestra fe.
Sin embargo la oración por la curación física es la más sencilla de todas y la más breve.
De hecho, Dios responde a esta oración y sana de muchas maneras.
PARA ORAR POR LA CURACIÓN FÍSICA SE PUEDE SEGUIR LA SIGUIENTE PAUTA
Lo primero es siempre escuchar para discernir qué hemos de pedir y si hemos de orar o no
Fijar al mismo tiempo la atención en qué es lo que le aqueja a la persona y en el Señor, que a veces comparte con nosotros el don del discernimiento para llegar al verdadero diagnóstico.
A veces descubriremos que más que de curación física se trata de curación interior, o de arrepentimiento o de oración de liberación.
Algunos enfermos ni siquiera están preparados para ser curados, a pesar de que pidan que se ore por ellos.
El Espíritu nos indicará, si estamos atentos a su voz, por quién debemos orar.
Para aquellos que no están experimentados valga la siguiente regla:
-oren por aquellos que acuden y les piden oración,
-oren siempre que se sientan movidos por compasión y a visitar a alguien enfermo y orar por él
-no hay que centrarse sólo en el problema y sus síntomas.
Lo segundo es discernir si hay que imponer las manos y oración
Si la persona por la que se va a orar se molesta con la imposición de manos, o prefiere que nos mantengamos a cierta distancia, respetemos sus sentimientos.
El gesto de la imposición de manos es una forma de comunión de amor y está indicado por el mismo Señor.
Pero la oración ha de tener dos elementos:
–reconocimiento de la presencia de Dios, siempre dirigida al Padre o a Jesús, reconociendo la presencia de Dios y alabándole
–petición, de forma muy específica, visualizando la curación que estamos pidiendo
La oración debe ser imaginativa, positiva y enfatizar, no la situación de enfermedad, sino la esperanza de que el organismo se recupere.
Y lo tercero es tener e irradiar confianza y hacer una acción de gracias
Esta fe es central porque hacemos esto porque tenemos confianza en Él.
Es un don y es mejor decir “hágase según tu voluntad”.
Y con la acción de gracias alabamos a Dios porque creemos que Él nos ha oído.
4 – Oración de liberación para casos de opresión
Hay que distinguir muy bien entre posesión diabólica y opresión diabólica.
La posesión diabólica es bastante rara. La oración formal de la Iglesia para liberar a un poseído es el exorcismo.
Para ejercer esta clase de oración se requiere el permiso del Obispo que sólo se da a un sacerdote especialmente cualificado para este ministerio.
La opresión es relativamente frecuente: es como la invasión de una ciudad, en la que la persona en cuestión tuviera el control de la mayor parte, quedando ciertas áreas bajo el dominio enemigo.
Donde más frecuentemente se manifiesta es en los casos de drogadictos, alcoholismo, conducta autodestructiva, personas que han participado en sesiones de espiritismo, brujería, meditación trascendental, todas las prácticas del ocultismo, concentración profunda del yoga.
En este asunto se necesita más que nunca el don del discernimiento, consejo y sabiduría del Señor.
Un indicio de la necesidad de oración de liberación puede ser el hecho de que la curación interior no da resultado.
La oración de liberación debe administrarse con mucha cautela.
Esta clase de oración no la puede ministrar cualquiera y de ordinario ha de ser un grupo de personas entre las que haya al menos un sacerdote.
Pues, a diferencia de la oración de curación que siempre se dirige a Dios, la oración de liberación es una especie de exorcismo que va dirigida contra los espíritus opresores, es decir, una orden imperiosa en nombre de Jesucristo, con firmeza y autoridad.
Un hombre, enfermo, hacía treinta y ocho años que estaba junto a la piscina Betzatá, esperando entrar en la piscina cuando las aguas se moviesen y ser curado.
«Jesús, lo vio echado y, sabiendo que llevaba mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres curarte? El enfermo le respondió: Señor, no tengo a nadie que, al agitarse el agua, me meta en la piscina». (Jn. 5, 6-7)
¡Cuantos enfermos, hoy día, podrían repetir a Jesús la misma queja! El enfermo, más que nadie, necesita que le ayuden a encontrar a Jesús, que es quien sana. El ministerio de sanación responde a esta llamada y a esta necesidad.
Este ministerio no es fácil ni es apto para todos; se necesitan ciertas «aptitudes», conforme a los carismas que Dios distribuye para que sirvamos a la comunidad. El Señor necesita de personas que, llenas de la misericordia y la compasión de Jesús, se entreguen a los más necesitados, siendo canales abiertos del amor de Dios. El Señor necesita de personas entregadas que se acerquen a los enfermos y oren por ellos, bien directamente, bien en el más estricto anonimato.
Hay que saber de antemano, que este ministerio conlleva mucha delicadeza y rectitud de criterio y al mismo tiempo saber que no siempre es bien entendido y comprendido por los demás. No es de extrañar; también Jesús tuvo mucha oposición cuando lo ejercía y los apóstoles Pedro y Juan fueron perseguidos, arrestados y encarcelados por haber curado a un cojo, en el nombre de Jesús.
«Es muy importante aclarar que una cosa es el ministerio de sanación y otra cosa es el carisma de sanación. El ministerio no es otra cosa que poner en práctica el carisma. Por el bautismo todos tenemos este don. El Señor Jesús dijo: Todo el que crea en mí, imponga las manos sobre los enfermos y se sanarán. (Mc. 16,18)
Sin embargo no todos tenemos el ministerio. San Pablo dice:
Dios ha dado cargos especiales a algunos en la Iglesia: en primer lugar, los apóstoles… después los que sanan enfermos… ¿tienen todos poder para sanar enfermos? (1 Cor. 18, 30).» (P. Darío Betancourt. Seminario de Sanación)
¿Quiénes pueden ejercer el ministerio de sanación?. Los sacerdotes y médicos tienen el carisma de sanación en plenitud y sin límites. Los laicos lo tienen limitado.
Los esposos lo tienen con fuerza especial, el uno para el otro, y al mismo tiempo para sus hijos y familia. Los laicos pueden ejercitarlo también para ciertos casos, siempre que sean discernidos por los pastores y confirmados por la comunidad. Pueden darse casos de laicos a quienes Dios llama al ejercicio de la sanación en plenitud y sin límites; éstos no son mucho.
Otro punto muy importante del ministerio de sanación lo tenemos en la Palabra de Dios, en la parábola del Samaritano. Un hombre está gravemente herido y abandonado. Un sacerdote lo vio, y pasó de largo. Un levita lo vio, y pasó de largo. Un samaritano lo vio, y se conmovió sin mirar la clase y condición del herido. Pero el samaritano no se queda en la mera compasión; él actúa en la medida de sus posibilidades y no escatima ni siquiera medios materiales. Pone todo su corazón y se puede afirmar que se da a sí mismo. La parábola es narrada por Jesús y es para nosotros. Toda persona en el ministerio de sanación debe tener la actitud del samaritano; actitud que solo se puede conseguir siendo sensible al sufrimiento ajeno y sintiendo en la propia carne la misericordia y compasión de Jesús hacia los hombres.
Para profundizar en las actitudes que se requieren en el ministerio de sanación creemos muy útil y necesario copiar un resumen de la enseñanza de Philippe Madre en el Seminario de Sanación de San Giovanni Rotondo (1995) y publicado en el nº 41 de la revista Nuevo Pentecostés.
LA SANTIDAD EN EL MINISTERIO DE SANACIÓN
La santidad de vida ayuda al anuncio de salvación y a la intercesión por los enfermos. Hay personas muy heridas que necesitan un encuentro profundo con el médico espiritual santo. Necesitan este encuentro las personas que han sufrido abortos. El acompañamiento a los que van a morir del SIDA exige carismas de sanación y santidad. Estos carismas de sanación con santidad se pueden dar a personas aisladas o a todo un grupo o equipo.
Marta Robin, mujer de Dios, que llevaba en su corazón a la Renovación y a los enfermos, me dijo que había que atreverse a pedir a Dios grandes cosas, porque pronto vendría la hora de Dios para hacer milagros.
El carisma de curación está en la Iglesia. Es un don gratuito, que no santifica al que lo ejerce. Cuando el don se repite va convirtiéndose en ministerio de curación.
La exigencia de la propia santificación es el lugar para vivir este ministerio de curación, – interna o externa -, que está vinculado a nuestra vida y a nuestro crecimiento espiritual y se debe vivir con la sabiduría y el discernimiento de Dios para que tenga más frutos.
Seis puntos de reflexión
1° Punto: Es necesario vivir santamente este ministerio con una vida contemplativa e interiorizada. No hay evangelización que dure si no se funda en un cimiento contemplativo. Hay que tomar tiempo para estar a solas con Dios y escuchar lo que nos dice y a dónde nos llevan las mociones de su Espíritu. Esto es muy importante para la calidad de los ministerios carismáticos, que sin la atención a las mociones del espíritu, decaen.
2° Punto: El que ejerce el ministerio de curación necesita una comunidad de hermanos y hermanas que oren con él.
El carisma no madura en ministerio sin el apoyo de los hermanos en la fe.
3º Punto: Se requiere también en el ministerio de curación el apoyo de la vida sacramental. La Eucaristía y la Reconciliación han de convertirse en celebraciones evangelizadoras de la vida de Jesús, que se nos da y nos santifica.
4° Punto: El que ejerce un ministerio de sanación necesita de un guía espiritual, que le asesore en los momentos de lucha espiritual.
Hay cinco tentaciones principales ligadas al ministerio de sanación:
a) Tentación de orgullo, porque nos atribuimos lo que Dios realiza a través de nuestra acción humana.
b) Tentación de desaliento. Es muy cansado este ministerio, tiene fracasos aparentes y se cae en la tentación de abandonar. Entonces también necesitamos un guía espiritual.
c) Tentación de ejercerdominio espiritual sobre el enfermo, tanto al actuar como médico o como sanador. Hay que respetar al enfermo sin someterlo a nosotros.
d) Tentación de voluntarismo espiritual. Queremos que Dios cure sin atender verdaderamente a lo que Dios quiere hacer en ese momento concreto.
e) Tentación de relación afectiva-emocional con el enfermo. Así, se paraliza la acción primordial de Espíritu Santo y se termina cayendo en una relación afectiva desordenada. La presencia de un guía espiritual ayuda a evitar estas tentaciones .
5° Punto: Vivir en el amor a Jesús y a su Palabra no sólo ayuda a nuestra santidad, sino que fomenta carismas relacionados con el ministerio de sanación.
6° y último Punto: El don de fuerza del Espíritu Santo nos lleva a mayor unión con Jesús; pero también nos fortalece para el combate espiritual en el ministerio de curación. Es importante pasar de la intercesión a la compasión, acogiendo al Espíritu en nosotros para que nos ponga en comunicación con el enfermo, nos haga crecer en el amor y trasmita alivio a los enfermos.
Vivamos, pues santamente el ministerio de sanación.
Se dice que San Francisco Javier enseñó a los niños en India a orar y sanar a los enfermos. Después de haber sido sanados, eran traídos ante él y éste les explicaba lo que había ocurrido. Se dice también que Vicente Ferrer, el dominico, resucitó más gente de la tumba que Jesús. Estas personas no fueron más perfectas de lo que somos nosotros y todos estamos habilitados por el mismo Espíritu Santo que reside dentro de cada uno de nosotros. Se supone que podemos hacer obras más grandes que Jesús, «…pero les digo: el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores» (Jn. 14:12).
“Yo soy la vid, ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada» (Jn. 15:5).
El padre Robert de Grandis, autor de este artículo, dice: las siguientes son unas guías que a veces denomino «mandamientos». Pueden ser de utilidad en tus esfuerzos por la sanación de las demás.
1. Cree que Dios, por lo general, quiere que todos los hombres estén sanos, saludables, íntegros en cuerpo, mente y espíritu.
«Cuando Jesús bajó del monte, lo siguió mucha gente. Un leproso vino a arrodillarse delante de él y le dijo: Señor, si quieres, tú puedes limpiarme. Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: ¡Lo quiero, queda limpio! (Mt. 8:1-3). En este pasaje bíblico tomado de la Biblia de Jerusalén hay admiración al final de la contestación dada por Jesús. Por un momento, imagínense el tono de la voz de Jesús diciendo: «Por supuesto, ¿ no se fijaron en lo que les estaba diciendo a las personas allí en el camino? No se fijaron en lo que hice ayer y ahora me preguntan: ¿Quiero sanarlos? Por supuesto que sí. ¡Sanaos!»
Esta historia, tomada del Evangelio, ilustra convincentemente el deseo de Jesús de sanar a todo aquel que viniera a El. Está escrita cuatro veces en los Evangelios: Jesús quería que todo aquel que viniera a El fuera sanado; Mateo 8:16, Mateo 12:15, Lucas 4:40, Lucas 6:19. Las mismas obras que Jesús realizó, las comisionó a sus apóstoles y discípulos. Nunca los envió únicamente a predicar, todo lo contrario. Siempre dijo: «Prediquen la Palabra y sanen al enfermo». En mi opinión, la predicación y la sanación son inseparables.
Jesús dio a sus apóstoles las siguientes instrucciones: No vayan a tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos, sino que primero vayan en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Mientras vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado. Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente» (Mt 10:5-8). Nuestra misión, hoy día, es como fue la de los apóstoles en su época, convertirnos en seguidores de Jesús. Como católicos hemos aceptado abiertamente la invitación de ser testigos de Jesús, hacer sus obras ahora como El las hubiera hecho, a través del poder del sacramento de la confirmación. Por lo tanto, ahora que tú empiezas a orar por los enfermos y a leer el Nuevo Testamento prestando especial atención a la sanación, puedes preguntarte: ¿Dónde he estado todos estos años? Los Evangelios claramente expresan lo que Jesús dijo: «Prediquen el Evangelio y sanen a los enfermos».
En el libro Sanación de Francis MacNutt hay un capítulo sobre sanación que recomiendo leer a todos. «El mensaje fundamental de la cristiandad: Jesús salva». MacNutt dice que el mensaje del Evangelio es que Jesús salva y los domingos cuando el sacerdote o predicador está en el púlpito, debe predicar precisamente esto. Este simple mensaje puede ser enseñado, bien sea por la palabra hablada o dada, o por la comprensión que la gente derive a través de la sanación. Creo que Jesús concibió ambas cosas.
Cuando Kathryn Kuhlman vino a Mobile, Alabama en 1975, las entradas se agotaron. De hecho, hubo mucha gente que se quedó sin entrar. Por la misma época se presentó también en Mobile otro evangelista, un excelente orador y quien contaba con una enorme campaña publicitaria, pero que no contó con la cantidad de público que fue a escuchar a Kathryn Kuhlman. El único método que utilizó fue el de la predicación mientras que Kathryn usó la predicación y la sanación. Siempre que se han utilizado la predicación y la sanación, los ofrecimientos de Jesús, los auditorios donde se han llevado a cabo las presentaciones no han tenido la capacidad suficiente para albergar a toda la gente que ha querido acudir. Esto ha ocurrido en muchas ocasiones.
En mi propio ministerio tuve la misma experiencia recientemente cuando estaba en unos retiros espirituales en Brasil con sacerdotes, religiosas y laicos. La noticia de que se estaban llevando a cabo unos retiros espirituales de sanación se esparció por todos los vecindarios. Las puertas del lugar donde se desarrollaban los retiros fueron colmadas por personas provenientes de toda la región que querían asistir. ¿Por qué? Porque hay una atracción natural hacia la sanación. Esta atracción fue evidente también en la época de Jesús, cuando leemos que era seguido por multitudes. Todos necesitamos sanación, de una forma o de otra, porque seguimos siendo personas con necesidades.
Algunos teólogos afirman que el Señor no sana a la gente enferma de hoy porque esto era solamente para las personas del siglo primero. Sin embargo, en estas épocas modernas podemos ver claramente como la gente común y corriente tiene, en cierto sentido, un entendimiento más profundo del Señor, y visitan santuarios para hallar sanación, o siguen a predicadores, o acuden a la última aparición de Nuestra Santísima Madre para ser sanados. Personalmente, no tengo nada en contra de tomar un avión para ir a Lourdes, claro que el ochenta por ciento de los cristianos hoy en día no puede costearse este lujo, y la cristiandad no es sólo ese veinte por ciento que puede saltar a un avión e ir a santuarios o a lugares santos. La cristiandad está siempre a disposición de todos los hombres sin importar su raza, y el poder de sanación de Jesucristo está donde haya un cristiano, donde haya una apertura al poder sanador del Señor Jesucristo.
Mi método total de sanación se basa en la idea de que la sanación es «una respuesta a la oración», opinión que ha sido objetada por algunas personas. Otros la ubican en la comunidad. Esto está bien ya que queremos darle importancia a la comunidad. Si podemos creer en el amor que el Señor nos tiene, entonces, El va a actuar a través de nosotros, que somos sus instrumentos, para darnos la respuesta a nuestra oración. Yo creo que Jesús, por lo general, quiere que todos los hombres sean sanados, porque El prometió darnos signos. «Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre(…) pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán (Mc 16:17-18). Este relato bíblico refleja la actitud de Jesús sobre la sanación, fue resaltado, utilizado y vivido entre los primeros cristianos y cuyo poder nos fue dado a nosotros por el Evangelio según San Marcos.
En cada sanación existen cuatro factores: la persona que ora, la persona por la que se ora, la oración que se dice y la fe de la comunidad. Mencionaré aquí brevemente el cuarto factor. ¿Cuánta fe tenemos dentro de la comunidad católica para alcanzar la sanación? Hago siempre énfasis en la fe de la comunidad porque la experiencia me ha mostrado lo importante que es. Por ejemplo, estando en Birmingham, Alabama, una mujer que había pertenecido a la iglesia pentecostal antes de ser católica, me dijo un día algo con respecto a sus experiencias de sanación: «Padre, cada vez que nos enfermábamos, como miembros de la Iglesia pentecostal, acudían los ancianos y el ministro, nos ungían y nos sanaban en cada oportunidad. Nunca supe lo que era ir a donde el doctor. Hacíamos lo que la Biblia indica: El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en el Nombre del Señor (Stgo. 5:14).
Esta mujer me hizo reflexionar sobre la fe de la comunidad que oró por ella. Concluí lo siguiente: Empezamos a orar por sanación y no nos sorprendamos si nuestras oraciones son contestadas. La comunidad entera, a diario, crece en afirmación y experiencia a medida que extiende la mano y ora por la sanación de los enfermos. La experiencia es supremamente importante ya que la mayoría de nosotros duda como Santo Tomás, y necesitamos ver la sanación para creer. Es triste decirlo, pero no espero que la mayoría de los católicos crean en la sanación sino hasta que la vean debido a la fuerte resistencia que tienen. Ellos la buscan en santuarios, lugares santos, y rezando novenas.
Una de las mejores experiencias de fe en mi vida ha sido la cruzada de Kathryn Kuhlman, en la que fui testigo de 100 sanaciones en Pittsburg. Mi experiencia personal hizo crecer mi fe. Algunas personas están haciendo un seguimiento a estas cruzadas de sanación argumentando que la gente no es en realidad sanada, sino solo aparentemente. A mi modo de ver lo que pasa es que cuando las personas salen de las sesiones de sanación, la fe y el amor retornan a sus comunidades negativas en donde no hay amor, paz o alegría, sino solo rabia, frustración y culpa. Estos últimos síntomas empiezan a aflorar de nuevo y los que habían sanado se enferman de nuevo porque el ambiente donde viven no cambia.
En la cátedra de «oración de sanación», llevada a cabo en Mobile, Alabama, la gente entraba a la cafetería donde se estaban dando las clases, y los que tenían un dolor físico dejaban de sentirlo. Podían sentarse por dos horas en la clase sin experimentar ningún tipo de dolor, sintiéndose maravillosamente, pero cuando abandonaban la cafetería, el dolor regresaba. ¿Por qué? La fe de la comunidad es muy importante en toda el área de sanación y ciertamente uno de los factores primordiales.
«Señor Jesús, sé que deseas que todos te amemos en forma completa y que estemos totalmente bien para que podamos orar y alabar. Permite que el Espíritu Santo se manifieste hoy y que nos enseñe la verdad de que Tú realmente nos quieres saludables en cuerpo, mente y espíritu. Aumenta hoy nuestra fe como comunidad para creer en tu amor sanador».
2. Recibe los sacramentos tan frecuentemente como te sea posible para lograr la sanación.
Nuestro Señor Jesús dio su vida por los hombres de todas las épocas. Para continuar con su trabajo de redención y de santificación a través de los tiempos, dio a la Iglesia los siete sacramentos con el fin de moldearnos, llenarnos, usarnos y fundirnos. Básicamente, gracias a los sacramentos, el hombre se sana.
El teólogo Donald Gelpi S.J., escribió lo siguiente en su libro La piedad pentecostal: «Pero los católicos no pueden redescubrir el propósito de estos sacramentos de manera significativa a menos que estén plenamente convencidos de que estos poseen un don efectivo de sanación. Esto, simplemente, significa que no podemos desechar o desdeñar más la sanación por la fe practicada por muchos de nuestros hermanos no católicos».
Por el contrario, debemos entender su verdadero significado y lugar en la vida de cada comunidad cristiana. Debemos también contemplar el ministerio sacramental de la sanación como una parte integrante de las vocaciones sacerdotales. Y debemos llegar a un entendimiento teológico sólido de la relación entre un ministerio sacramental y un ministerio carismático de la sanación.
Como católicos, el centro de nuestra vida espiritual es la misa, la Eucaristía. Durante la celebración de la misa encontramos oraciones maravillosas para curar la mente, el cuerpo y el espíritu. En la plegaria del Padre Nuestro encontramos una súplica: «Líbranos de todo mal». Ya que el hombre es un todo – cuerpo, mente y espíritu – no susceptible de separación, entiendo que ésta es una solicitud de protección contra el mal físico, psicológico y espiritual.
En la oración que el sacerdote dice a la congregación: «La paz del Señor esté siempre con vosotros», Cristo está presente en su gente. Esto significa repetidamente la paz total del hombre: cuerpo, mente y espíritu. Si alguien tiene un dolor intenso durante la Eucaristía, es difícil entender cómo puede estar en paz y permanecer dispuesto a recibir lo que Jesús le está ofreciendo. La paz es armonía de mente, cuerpo y espíritu que se traduce en tranquilidad. Ciertamente, las personas que se aproximaron a Jesús para ser curados sintieron esta paz dentro de ellas, y las experiencias de los que hoy se encuentran en el ministerio de la sanación tienden a estar de acuerdo con que la sanación le brinda al hombre una sensación de paz no conocida anteriormente. Por consiguiente, la misa es la oportunidad perfecta y natural de acercarse al Señor si se está sufriendo de falta de arreglo interior y se busca la paz del Señor.
La segunda oración antes de la comunión: «Señor Jesucristo, con fe en tu amor y en tu misericordia, como de tu cuerpo y bebo de tu sangre, no me condenes sino dame salud en mente y cuerpo», es una referencia directa a la sanación sin requisitos. Los sacerdotes harían bien en llamar la atención de los fieles. Ciertamente se ayudaría a muchas más personas si llegaran a la Eucaristía con la gran convicción de fe que el Señor Jesucristo las sanará. Si no decimos estas oraciones con un gran convencimiento, perdemos mucho del poder de sanación que nos brinda la misa.
Todos hemos repetido esta oración antes de la sagrada comunión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». Pero ¿cuántos han reflexionado realmente sobre esta súplica? Esta es una magnífica oportunidad de mostrar al Señor nuestra necesidad de sanación y de esperar que, así como El se entregó por nosotros, nos dé un don menor, como es la sanación total del hombre.
El Reino de Dios está sobre nosotros y en la misa nos damos cuenta de su presencia en forma muy profunda. Este es el momento para los frutos del Reino, uno de ellos es la integridad, la cual debe ser hecha y recibida por el creyente.
Hemos recibido los sacramentos como ayuda para lograr la sanación, Dios tocando al hombre, el hombre tocando a Dios. «Extiende la mano y toca a Dios cuando El pasa», como dice la canción. Esto es lo que ocurre en los sacramentos: Jesús desciende y nos toca. Recíbelos con la confianza de recibir la sanación.
«Señor Jesús, tócanos y sánanos hoy. Renueva dentro de cada uno de nosotros nuestro compromiso de recibir tu amor sanador que nos es dado en los sacramentos».
3. Ora por el enfermo tantas veces como te sea posible.
Aparentemente, entre más oremos con el enfermo, más relajada y profunda se vuelve la oración. Si éste es el caso, es valioso orar por él tantas veces como sea posible. Así como existen barreras a la sanación, el enfermo tiene barreras también y entre más se ore por él, más receptivo se volverá y más barreras se removerán, permitiendo que el amor de Dios fluya libremente.
Generalmente, cuando las familias me traen a sus enfermos, les digo: «Oren por ellos tres veces al día: en la mañana, al mediodía y en la noche. Impongan las manos sobre ellos por lo menos tres veces al día. Oren tantas veces como les sea posible, especialmente por los enfermos que hay en casa ya que se consiguen muchas más cosas de las que se creen mediante la oración». Raras veces oramos demasiado por los enfermos. El peligro está en que oramos muy poco, no lo contrario. Es imperativo que nunca dejemos de orar, sin importar que tanto lo hayamos hecho con nuestros enfermos antes. Jesús es el modelo que debemos seguir ya que El dedicó mucho tiempo de su vida a la oración.
Nosotros mismos estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los enfermos. Estamos creciendo en amor, fe y confianza. Este crecimiento, además de justificar nuestra preocupación por la sanación de los enfermos, debe justificar una frecuente oración. Por lo tanto, sea constante y ore por los enfermos tantas veces como le sea posible.
«Señor Jesús, fortalécenos y haznos alcanzar la fe. Pon tus manos sobre los enfermos sabiendo que tu deseo de sanación es más fuerte que el nuestro. Al seguir tu ejemplo, Jesús, ayúdanos a percibir las necesidades de tu pueblo y a ayudar con compasión. Gracias, Jesús».
4. Ten confianza en el amor de Jesús para la sanación del enfermo
Cuando la mayoría de los laicos se ve ante la posibilidad de orar por otras personas para pedir sanación, se sienten temerosas porque se creen carentes de la suficiente fe. La fe personal de la mayoría se vuelve un nudo, incluso la de aquellas personas que han estado orando durante muchos años por los enfermos. El Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de mostaza. Es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús, haciendo énfasis en el Señor y no en nuestra propia fe. Al poner nuestra fe en el amor de Jesús durante la oración, podemos orar de la siguiente manera: «Señor, tú amas a esta persona. Yo estoy aquí para canalizar tu amor y creo y confío en tu amor». Luego, si es posible, visualice a Jesús allí de pie con sus manos sobre la persona por la que se está orando; pídale a ella que haga también esta visualización. La visualización es muy importante en el ministerio de la sanación porque ayuda a enfocarnos en Jesús y no en la fe suya o en la de la persona por la que se está orando.
El don carismático de la sanación, como yo lo entiendo, es una apertura, una «pasividad» hacia el Señor. No lo puede encender y apagar. Inclusive si usted se siente como un tubo oxidado, el amor del Señor puede fluir a través suyo. El agua cristalina corre por tubos oxidados. Por esto, cuando se les enseña a los niños a orar, ocurren milagros. Los niños no tienen los complejos de los adultos. Hace algunos años, un grupo de misioneros en el África tradujo el Evangelio de San Juan a la lengua nativa del lugar antes de que fueran expulsados por el gobierno. Al regreso de los misioneros años más tarde, estos se quedaron atónitos al ver que los enfermos de las diversas poblaciones estaban sanos. Atribuyeron esto al hecho de que la gente estaba leyendo el Evangelio de San Juan, a que creían de todo corazón en lo que leían y a que vivían la vida cristiana escrita en el Evangelio. Esto dice mucho de cómo obra la fe en los niños y en las personas simples: sencillamente creen. Niños de tres, cuatro, cinco años de edad han dicho: «Déjame orar por tí» Los niños oran y después corren a jugar. Poco después la mamá está sorprendida porque se sanó. En repetidas ocasiones he escuchado esta historia. Los chicos no han sido educados en teología. El Evangelio de Jesús siempre ha sido para todos los hombres sin distingo de raza, y es relativamente fácil de seguir. No es sólo para los intelectuales o los teólogos, es para todo aquel que esté abierto a El.
Hoy en día, muchos jóvenes se están adhiriendo a sectas religiosas orientales, situación que nos preocupa. Para sus seguidores, el atractivo de estas sectas religiosas parece radicar en que éstas profesan la garantía de un conocimiento profundo que conlleva a la felicidad. Puedes ir a la cima de una montaña y sentarte con un gurú y aprender los secretos de todos los tiempos, así dicen. Sin embargo, ¿no tiene sentido que tú tengas el Evangelio de Jesús que enseña a entregarse y a enlodarse los pies y ayudar al pobre, o te permite encerrarte en un armario y alcanzar la más alta contemplación? La cristiandad es, ciertamente, la religión más realista. Jesús tenía los pies en la tierra aunque pasó noches enteras orando en las montañas. Ya que profesamos la fe cristiana, sea en lo más alto de una montaña o en las calles de Calcuta o en las ciudades donde vivimos, cree en el amor de Jesús acompañándolo, confía en el amor del Señor para sanar. «No se turben; ustedes creen en Dios, crean también en mí» (Jn. 14:1).
«Señor Jesús, creemos en tu amor y creemos en tí, pero existen momentos en que estamos pensando sólo en nosotros. En estos momentos, cuando nuestra fe se tambalea, ayúdanos a centrar de nuevo nuestra atención en tí y en tu amor. Quédate con nosotros, Jesús, dondequiera que estemos, para traernos de regreso a tu luz sanadora».
5. Pon tus manos sobre la persona cuando sea razonablemente posible
Existe una comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor. Si no lo crees, pregunta a una joven pareja de enamorados que van por la calle con las manos entrelazadas y diles que no es necesario que se tomen de las manos. Ellos te contestarán: «Usted no sabe lo que se siente». Existe, definitivamente, una comunicación por el tacto, porque es una manera no verbal de transmitir amor.
Aquellas personas, en el ministerio de la sanación, que han orado imponiendo sus manos, pueden dar fe de su poder. Muchos han sentido calor o alguna otra sensación como vibraciones cuando lo hacen. Es natural que cuando nos encontramos con alguien le estrechamos la mano. Ya que el tacto es un gesto natural de comunicación para transmitir nuestro amor y nuestra preocupación, grandes cosas parecen ocurrir cuando combinamos oración e imposición de manos.
El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hecha por Jesús y por sus discípulos. Jesús sabía del valor de la imposición de manos.
«Entonces trajeron a Jesús algunos niños, para que les impusiera las manos y rezara por ellos» (Mt. 19:13).
«Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero, quedas limpio» (Mt. 8:3).
«Había ido Jesús a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. Jesús la tomó de la mano y le pasó la fiebre» (Mt. 8:15).
«Le rogaba: Mi hija está agonizando; ven, pon tus manos sobre ella para que sane y viva» (Mc 5:23).
«Tomando la mano de la niña, le dijo: Talita Kum, que quiere decir: Niña, a tí te lo digo: levántate. Y ella se levantó al instante y empezó a corretear» (Mc. 5:41-42).
«Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo: Mujer, quedas libre de tu mal. Y le impuso las manos. Y ese mismo momento ella se enderezó, alabando a Dios» (Lc. 13:12-13).
«Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. Al instante fue como si le cayeran escamas de los ojos y pudo ver (Hechos 9:17).
Nosotros, como discípulos de Jesús, también somos enviados por El para comunicar su amor a través de la imposición de manos en la búsqueda de la sanación. «Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre (…) impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán» (Mc. 16:17).
«Jesús, cuando oramos por otros en tu Nombre te pedimos que uses nuestras manos como si fueran las tuyas para alcanzar y tocar a aquellos por quienes oramos. Permite que el Espíritu Santo actúe a través de nosotros hoy, especialmente cuando oramos por los miembros de nuestras familias o comunidad. Gracias Jesús por tu amor sanador que fluye a través de mí en este momento».
6. Pongamos nuestras vidas en las manos de Jesús
En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, El vivirá más dentro de nosotros y más podrá actuar a través de nosotros. ¿No es acaso esto lo que es la vida cristiana, un total abandono en las manos del Señor? Nosotros cantamos, «A donde me lleves te seguiré», y esto es tan cierto como que tenemos que seguir a Jesús tan cerca y sinceramente como podamos.
Debemos recordar siempre que somos «sanadores divididos». No existe nadie que sea verdaderamente completo en todos los sentidos, es decir, en mente, cuerpo y espíritu. Algunos se excusan: Bien, no puedo orar por los demás porque yo mismo tengo demasiados problemas… Recuerde que somos sanadores divididos y cuanto más sirvamos de canal al Espíritu Santo, más sanación tendremos y más efectiva será nuestra intermediación.
El don del Espíritu Santo dentro de nosotros parece ser una apertura continua, de manera que cuando El quiera actuar a través de nosotros lo pueda hacer. De esto se trata. «Y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2:20). Se trata de estar en total unión con Cristo en su Espíritu Santo. Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros.
Una de las formas en que más podemos ponernos en las manos del Señor es por medio de la alabanza. Podemos entregarnos más a Dios si lo alabamos en este momento, sin importar nuestra situación. Si pierde el camino de regreso a casa una noche cualquiera, debe orar y alabar a Dios. Si al salir de una reunión de sanación se da cuenta que su grabadora portátil no está funcionando, alabe a Dios. La alabanza es una hermosa forma de espiritualidad porque se mezcla de manera perfecta con lo que hemos aprendido, que es el don de ser capaces de vivir en el momento presente.
Debemos recordar siempre que Jesús es el sanador y que «…sin mí no pueden hacer nada» (Jn. 15:5). Somos únicamente el canal que El escoge. Su Espíritu actuará con mayor libertad a través de una oración profunda a la vida, una alabanza y una constante dependencia de Él.
«Jesús, aumenta mi dependencia en ti a medida que mi entrega se hacer mayor por el poder de la oración y de la alabanza en mi vida diaria. Me entrego a ti en forma completa y te pido que tu Espíritu me llene de luz y permita que cada parte de mi mente sea iluminada. A ti Señor Jesús, el poder y la gloria por siempre jamás».
7. Perdona a todos los que te han ofendido o herido
La falta de perdón es una de las pocas cosas que son una verdadera barrera para lograr la sanación. Algunos dirían que la falta de fe es lo más, pero la experiencia que tengo en mi propio ministerio me ha demostrado que la falta de perdón es el obstáculo más común. Muchas, veces, personas de poca fe son sanadas por la inmensa fe de la comunidad, pero si la persona por la que se está orando alberga falta de perdón, no se sanará hasta que haya perdonado del todo. El poder sanador del Señor Jesucristo no puede penetrar debido a la falta de perdón. «Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes» (Mt. 6:14-15).
La gente nunca está segura de haber perdonado. Frecuentemente me preguntan: ¿cómo se sabe que uno perdonó del todo? Siempre respondo: Cuando ore por la persona que lo ofendió o hirió, puede estar absolutamente seguro de que fue perdonado porque al orar por ella, se está pidiendo al Señor que le brinde a esta persona bondad y cosas buenas. Amar es desear lo que más le convenga al otro y hacer lo que razonablemente se puede para brindarle felicidad y cosas buenas. Las definiciones de amor y oración en estas circunstancias son paralelas: en la oración se pide lo que más convenga y en el amor se desea lo mejor. Por lo tanto, cuando oramos por una persona, nuestra oración se convierte en manifestación de amor en acción. Lo repito una vez más, una vez que hayamos orado por alguien sinceramente, podemos estar seguros de que la hemos perdonado en un acto de voluntad. ¡El perdón es decisión, no sentimiento!.
Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es todo lo que el Señor te pide.
«Jesús, ayúdame a amar y a orar por aquellos que me han herido porque conozco tu amor y los perdono incondicionalmente así como tú me has perdonado. Dejo bajo tu luz sanadora cualquier resentimiento o falta de perdón que albergue hacia ellos. Elevo una oración en este momento por la persona que más me haya ofendido en la vida y te pido que colmes de bendiciones su vida. Te agradezco el haberme liberado del mal de la falta de perdón».
8. Ora por quienes te han herido
Cree en las palabras de Jesús, «Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta y les abrirán» (Mt. 7:7). La sanación no es otra cosa que un ministerio de oración y fe, y el Señor lo dice claramente en las Escrituras.
Como dije con anterioridad, cuando oramos por una persona se puede estar razonablemente seguro de que estamos amando y haciendo lo mejor que podemos. Le pedimos al Señor que le brinde bienestar en su vida. Si después de haber orado por alguien todavía sentimos dolor, podemos pedirle al Señor que sane este sentimiento. Un método para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en nuestra mente y verla como Dios la ve. Decimos: «Te perdono y te amo porque Jesús te ama». Podemos repetir esto cuantas veces sea necesario y tan despacio como sea posible para permitir que el amor de Nuestro Señor Jesús se haga presente y sature a esta persona. Eventualmente, se producirá un verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por quien estamos orando.
Durante mis clases de oración de sanación en la Diócesis de Mobile, Alabama, iniciada hace muchos años, la gente me pedía que continuara después del curso de seis semanas porque apenas empezaban a entender el Nuevo Testamento bajo una nueva perspectiva. Sus mentes habían sido iluminadas por medio del ministerio de la oración de sanación. Esto ocurrió en 1974 y el curso todavía existe. Había un promedio de 250 personas por curso; mitad católicos, mitad no católicos. A los tímidos católicos se les enseñó la oración de sanación y contaron después como no salían de su asombro al ver las sanaciones que estaban ocurriendo, en la medida que ampliaban su oración pidiendo por su familia y otras personas. La sanación ocurrirá durante la oración porque ésta es la voluntad del Señor Jesucristo. «La súplica del justo tiene mucho poder…» (Stgo. 5:16). «Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan» (Lc. 6:27-28)
«Jesús, a veces, mes es difícil orar por aquellos que me han herido o han abusado de mi ya que estoy concentrado en mi dolor y no en tí ni en el amor que prodigas tanto a mí, como a ellos. Ayúdame, Jesús, en la ardua lucha que libro en estos momentos y libera dentro de mí, por el poder de tu Espíritu Santo, la gracia de orar por ellos como tú lo harías. Gracias por tu luz y tu amor en este momento».
9. Cree en las palabras de Jesús sin poner atención a lo que parece estar sucediendo
«Jesús le contestó: En verdad les digo: si tienen realmente fe y no vacilan, no solamente harán lo que acabo de hacer con la higuera, sino que dirán a ese cerro: Quítate de ahí y échate al mar, y así sucederá. Todo lo que pidan con una oración llena de fe, lo conseguirán». (Mt. 21:21-22) Desde la montaña estamos haciendo que sucedan cosas. ¿significa esto, literalmente que debemos mover montañas, o podría significar mover las montañas de maldad, falta de amor, falta de fe, ansiedad, miedo, frustración, bronquitis, artritis, pies y espaldas doloridos? Estas son las montañas de mal que tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar y decir: ¡Deseparezcan en el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar!
Es cierto, el Señor ha prometido honrar las plegarias de los fieles. Cuando oremos, depositemos toda nuestra confianza en la Palabra del Señor. Inclusive si aún después de haber orado no vemos un cambio inmediato, debemos aferrarnos a las promesas de Cristo. Mientras más nos saturemos con las palabras de Jesús en las Escrituras, más fe tendremos dentro de nosotros y más capaces seremos de pedir sanación.
«Jesús, me aferro y confío en tí y en tus palabras como aparecen en las Escrituras. Que tu amor sanador fluya de mí hacia los demás así como creo en tu deseo de que todos disfrutemos de tu vida en abundancia. Te pido que me uses como instrumento de tu amor sanador, hoy».
10. Alaba y da gracias a Jesús por su amor tantas veces como te sea posible
Es imperativo que alabemos y demos gracias al Señor por todas las cosas: por la oración contestada y por la que no. Más alabemos y demos gracias al Señor, con mayor perfección pondremos en práctica el primer gran mandamiento: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza…» (Lc. 10:27).
A medida que abrimos nuestros corazones y mentes en alabanza al Señor, nos estamos abriendo a su poder sanador. La mayoría de estas personas gasta su vida lamentándose de sus problemas, dolores y sufrimientos. Están tan absortas en sus dificultades que éstas se convierten en el centro de su oración cuando este lugar debe ser ocupado por el Señor. Cuando alabamos y damos gracias a Dios, hacemos de Jesús el centro de nuestra oración y nos apartamos de nuestro centro. A medida que apartamos la vista de nosotros y la volvemos hacia el Señor, El se manifiesta de manera extraordinaria. Cuando alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención y, olvidándonos de nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que El tiene para darnos.
Cuando una persona recibe oraciones de sanación, la podemos invitar a una reunión y pedirle que de gracias y alabe al Señor por el trabajo que el Espíritu Santo está haciendo dentro de ella. De esta manera, la persona se apresta a recibir la sanación que probablemente ya se está llevando a cabo.
Recomiendo los libros escritos por Merlín Carothers, Campo de Alabanza, El poder de la Alabanza y Respuestas a la Alabanza, con el fin de llevar a cabo un excelente estudio sobre la alabanza en nuestras vidas. Estos libros son lectura obligatoria para todo cristiano, especialmente para quienes están en el ministerio de la sanación. Ha sido una herramienta invaluable en mi propio ministerio.
«Padre celestial, te damos gracias y te alabamos por el hermoso don que nos has dado en Jesús y por el maravilloso poder que existe cuando abrimos nuestros corazones en la oración. Señor, te pido que todos te alabemos y te demos gracias siempre y en todo lugar. Te pido que te alabemos y te demos gracias sin importar las circunstancias por las que estemos pasando, y que tu amor nos llene en abundancia. Que cuando estemos sufriendo alguna pena o apretando los dientes, podamos ser capaces de alabarte sabiendo que todas las cosas funcionan para aquellos que amas. Pido que tu amor sanador fluya en nosotros y que las áreas difíciles de nuestra existencia sean sanadas, especialmente la de la autoestima. Que podamos aprender a amarnos para poder amarte y amar a los demás.
Te damos gracias y te alabamos, Jesús, por el trabajo que estás realizando dentro de nosotros en este momento. Amén».
Fuente: Extraído del Libro «Manual del Laico para el Ministerio de Sanación» del autor Rev. Robert De Grandis S.S.J.